NYC, 1916

Candy, mi novia vive con Albert… ese pensamiento no deja de dar vueltas en mi cabeza, sé que son amigos, siempre lo han sido, pero por más que intento racionalizarlo los celos me vuelven loco.

Ella es tan niña, tan inocente, y él, aunque mi amigo, es un hombre, un hombre unos ocho años mayor que ella, ella solo tiene 16, y amnésico o no, la sangre corre por sus venas, ¿cómo va a pasar por alto la belleza de mi pecosa? No puedo dejarla sola, tal vez sea tiempo de tomar decisiones, de definir lo nuestro…

Después de darle muchas vueltas tomo una decisión, el estreno de Romeo y Julieta se acerca, y ambos soñamos con que ella esté aquí, en un impulso escribo una carta y adjunto un boleto, un solo boleto, no habrá vuelta atrás. Mi pecosa será mía y de nadie más.

Lakewood, 1919.

Las campanas doblan en la iglesia por ella, mi amada, mi amiga y compañera, y por él, mi único hijo, mi heredero, yo, William Albert Andrew, he llegado a la conclusión de que el amor, la felicidad y la vida en familia me ha sido negada, siempre ha sido igual, primero mis padres, luego mi única hermana, Anthony y Stear…. Después ella. Me veo una última vez en el espejo y camino rumbo a las escaleras, mi tía espera abajo junto con mi ahora único sobrino y su esposa, ellos son en este momento todo lo que tengo, lo único que me queda y lo que en definitiva no estoy dispuesto a perder.

Lakewood, está inundado de flores blancas y en el portal de rosas las flores se deshojan como cada vez que la muerte nos visita, creo que este lugar está maldito, siempre lo estuvo, Lakewood la bella mansión que encierra tantos recuerdos, recuerdos trágicos, ahora que lo pienso mejor, pocos son los momentos de alegría que vienen a mi mente de este lugar, aquí perdí a mi padre, a mi hermana, a mi sobrino y me enteré del cruel destino que corrió ella, si, creo que odio este lugar y hoy deseo con todo mi corazón venderla, después de todo ya no habrá otro heredero de los Andrew en línea directa, de eso estoy más que seguro, porque simplemente me niego a volver a sentir de nuevo, he cerrado mi corazón para siempre al amor, ya no volveré a amar, nunca más me volveré a enamorar, no volveré a creer en el espejismo de cupido, ya en dos oportunidades me ha hechizado, solo para burlarse de mí, de mi dolor, de mis esperanzas y sueños… ahora nunca más y si de algo estoy seguro y juro aquí en este momento es que no habrá una tercera, el amor no está hecho para mí.

Camino hasta el primer piso, mi tía planta un beso en mi mejilla y Archie me abraza, mientras Annie trata por todos los medios de callar al pequeño que lleva en brazos, porque asume que el dolor de ver un bebé cuando he perdido al mío será demasiado, pero, aunque así es, ese pequeño, Allistear Cornwell, es ahora el único heredero de los Andrew, él será el único motivo por el cual valga la pena mantener este gran legado, que no solo ha sido una carga para mí, sino que al parecer lleva consigo el dolor, la tragedia y la desesperanza.

Hoy a mis 27 años, por primera vez me he rendido, nunca estuve tan desesperanzado, ni siquiera cuando la perdí a ella, no tenía memoria y no era más que un pobre diablo, aún en esos momentos, saberla feliz me daba la fuerza para luchar, pero hoy ya no tengo nada ni nadie y nunca más volveré a amar, cuidaré del legado familiar para el pequeño Cornwell, que ahora llevará el apellido Andrew en primer grado, al igual que Archie y Anne, vaya, la vida le sonríe a la ex huérfana del hogar de Ponny, la chica ambiciosa que supo jugar sus cartas, y se quedó con la familia que debió haber sido de mi pequeña, al lado de uno de los hombres que la amaba, y ahora, ahora es la madre del futuro patriarca. Tal vez si ella no hubiese sido egoísta, mi pequeña estaría hoy con vida, no se hubiese ido con ese maldito bastardo, que solo jugó con ella, la engañó, me la robó de las manos, solo para hacerla sufrir y hacerla morir en medio de tanta pena, angustia y dolor.

Estoy un poco más que maldito, hoy en medio de este espantoso día y por segunda vez en menos de tres años, la muerte de un amor toca mi puerta, se posa sobre mí cual ave de mal agüero, y no por primera vez me preguntó porque me pasa a mí de largo, hoy debo ver partir para siempre a la mujer que amo, la que me devolvió a la vida, las esperanzas y las ganas de vivir, cuando mi amada pequeña me dejó, justo cuando daba inicio el más cruel y frio de los inviernos, cuando se fue en busca de su destino, para solo hallar la muerte, hoy el maldito destino otra vez se burla de mí y debo enterrar a mi esposa, Evelyn Vanderbilt Andrew, aunque en circunstancias completamente diferentes, la desolación sigue siendo la misma.

A ella, la pequeña pecosa que se metió en mi corazón sin que yo lo supiera, a ella la despedimos tres años atrás, su hijo, el hijo de ese malnacido, no llegó a ver la luz del día, y hoy, mi amada Evelyn, la frágil pelirroja que llenó mis días de luz después de la muerte de ella, se ha ido llevándose con ella a mi hijo.

No hay forma de negar que estoy maldito. Abordamos los autos, y llegando a la iglesia descendemos, entro con mi tía del brazo, al frente hay un solo féretro, no podía mandarlo a él a la oscuridad solo, sin su madre, así que hora reposa en los brazos de la mujer que estuvo dispuesta a dar su vida porque él viviera.

El rito de despedida me pasa de noche, es como si viviera dos dolores a la vez, hoy la iglesia está atiborrada, pero tres años atrás, tres años atrás solo éramos seis, ni siquiera Anne, que se decía su hermana asistió, no quería manchar su reputación, la iglesia entonces estaba vacía, a mi lado estaba mi tía, George, y Archie, y en la otra banca el maldito culpable de su muerte, el que decía amarla, pero que solo se dedicó a mancillarla, y a su lado su madre, la famosa actriz de Broadway, sé por la última carta de mi pequeña que Eleanor se portó muy bien con ella, así que a ella no tengo nada que reprocharle, pero a él a Terrence Grandchester, muero por partirle la cara y porque viva en medio del dolor, el mismo que desde ahora vivo y que será mi única compañía, y que juro me encargaré sea la de él.

Vuelvo al presente, elevamos rezos por las almas de mi familia, veo cerca a su anciana madre, la venerable Elaine Vanderbilt, acompañada por su sobrino, Evelyn era su única hija, sus hijos habían muerto en la guerra, porque al igual que mi sobrino Allistear Cornwell no soportaron vivir una vida privilegiada, y pensaron inocentemente que podrían salvar al mundo. Y su marido había muerto poco después de mi boda con Evelyn.

Evelyn, mi hermosa banshee de cabellos de fuego, aún recuerdo el día en que te conocí, habían pasado 9 meses desde la muerte de ella, y yo estaba en el infierno, debía sonreír y responder preguntas estúpidas, bailar con mujeres que pretendían conocerme, saber algo de la bolsa de valores, o de lo que fuera que pensaban era de mi interés cuando en realidad no sabían nada que no fueran los últimos chismes de la sociedad, y de pronto te vi, rodeada de hombres con la misma cara de fastidio y desinterés que seguramente yo tenía, tu mirada verde se cruzó con la mía haciéndome recordar la de ella, y entonces me alejé del grupo y fui a rescatarte. Te pedí bailar, parecía que ibas a negarte, pero después confesaste que recordaste mi fama de desinteresado, y pensaste que tal vez podríamos salvarnos el uno al otro. Y yo quise creer lo mismo.