¡Hola por fin, nakama-lectores! Debo una gran disculpa por haberme demorado en actualizar, pero revisar una tarea de la universidad, revisar el capítulo y padecer una migraña traicionara me quitaron el tiempo. Lo siento muchísimo de veras, aquí tenéis el último capítulo y en poco tiempo, el último de Oro y Cristal.
Muchísimas gracias a Kaoru likes One Piece, Alice1420 y LuNaObssesed por vuestros reviews y vuestros amor compartido conmigo por el hechizo EXPELLIARMUS, jejejeje (no puede evitarlo, la ocasión era demasiado buena XD).
¡Jurando solemnemente que mis intenciones en este capítulo no son buenas (pronto lo entenderéis), que se abra el telón!
La fiesta samainiana de Halloween hacía honor a su popularidad. Todos los residentes de Lugnasad y algunos de las poblaciones vecinas de la isla asistieron al evento, así como los turistas que habían llegado hasta allí para vivir de primera mano aquella celebración tradicional; algunos marines y piratas también se encontraban allí, pero como todos iban disfrazados, nadie descubría sus respectivas identidades. A pesar de que la República de Red Line ya no los tomaba por enemigos (a menos que cometiesen alguna fechoría contra ellos o contra los civiles de los países protegidos por el Gobierno) por haberlos ayudado a derrocar al Gobierno Mundial y a los Drgaones Celestiales, por costumbre, la tripulación siempre se mostraba nerviosa al estar cerca de un marine. Pero esa noche, gracias a sus trajes, podrían disfrutar de la velada sin preocuparse. Como era habitual, no tardaron en hacerse notar entre la multitud.
Ya habían pasado apenas dos horas desde el comienzo de la festividad, y Luffy estaba siendo el campeón indiscutible de los concursos de tragones (ya iba por el séptimo cuando dijo que por ahora ya se había hartado de comer más jabalíes gigantes ni guisos samainianos, aunque aseguró que volvería cuando se le pasase el empacho). Por su parte, Usopp y Franky se habían convertido en los héroes del momento para los niños, algunos reunían a su alrededor para escuchar las fantásticas aventuras del Guerrero Indestructible de los Cinco Mares, y otros observaban fascinados las docenas de peinados SUPER del cyborg gigantón. No muy lejos de ellos, Zoro bebía tranquilamente en la misma mesa que Robin, mientras que ésta se entrevistaba con un grupo de ancianos oriundos para comprender más detalles la cultura de Samaín.
En cuanto a Chopper, el joven reno conversaba con los médicos de la capital para ampliar sus conocimientos gracias a las medicinas locales. Y Brook, en una plataforma cerca de la gran hoguera que era el núcleo del festival, se había unido a la banda de la fiesta y junto a ellos animaba el ambiente, dominando enseguida el ritmo y los acordes de la música samainiana. ¿Y Sanji? Basta con mencionar que el atractivo conde vampiro había reunido un buen número de "presas" femeninas en lo que había avanzado la noche, llevándoselas a un discreto granero abandonado que se encontraba no muy lejos de la fiesta (quien osase acercarse demasiado, rápidamente recibía un furioso Premier Hache por parte del rubio, antes de volver a "alimentarse" de su amada de turno), en resumen y nunca mejor dicho: Sanji estaba en su salsa.
Nami, por su lado, también había ganado en sus propios retos, el de la bebida de queimadas, de los cuales había resultado vencedora en al menos cinco sin haber perdido ni caído ebria ni una sola vez. Tenía las mejillas sonrojadas y sonreía sin control debido a la buena ración del alcohol que había tomado, de modo que se alejó del grupo de los derrotados bebedores y se sentó en una mesa solitaria para recuperar del todo la sobriedad, antes de volver a lanzarse a otra ronda y seguir manteniendo su título de la bebedora más resistente, hasta ahora indistuble en cada isla y ciudad que había pisado. Mientras esperaba, la pelinaranja contó el dinero que les había ganado a sus incautos rivales, lo cual era una suma nada menospreciable de 700 berries.
"¡Qué buena eres, Nami! Jijijiji!", se felicitaba a sí misma mientras besaba uno de los billetes.
De repente, la chica observó que una mujer de su edad se sentaba frente a ella. Rápidamente escondió el dinero para evitar cualquier riesgo (pero ante el mínimo intento que hicera aquella desconocida para robarle, no tardaría en recibir su merecido con un buen Thunderball Tempo). La recién llegada era una joven de largo y alisado cabello verde oscuro, grandes ojos morados de mirada altiva, y un cuerpo voluptuoso el cual apenas quedaba tapado por un escotado y disfraz de vampiresa sexy, el cual mostraba sus largas y descubiertas piernas, terminadas en zapatos rojos de alto tacón afilado. La mujer se la quedó mirando por unos minutos, y aunque Nami intentó hacer que la ignoraba observando la enorme fogata central, se fue poniendo cada vez más nerviosa; hasta que aquella incómoda escena se le hizo eterna.
-Bueno, ¿y tú qué me miras?- preguntó finalmente a la peliverde arqueando una ceja.
-Cuánto tiempo sin vernos, Gata Ladrona, ¿es que no reconoces a tu vieja amiga?- respondió la aludida con una voz sinuosa, propia de una serpiente al acecho.
Anonadada, Nami la analizó de arriba abajo, intentando recordar dónde había visto a aquella desconocida. Examinando su rostro con más detenimiento, le recorrío un escalofrío de rabia cuando al fin la reconoció.
-Ah, ya me acuerdo de ti: Zina "la Sirena"- alegó Nami frunciendo el ceño, al tiempo que intentaba controlarse para no dejarla noqueada con su Perfect Clima Tact allí mismo.
Zina era una ladrona de renombre que actuaba por todo Paraíso, conocida por valerse de un potente somnífero cuando sus víctimas se confiaban demasiado cerca de ella, de ahí su sobrenombre: sus presas favoritas solían ser hombres adinerados y piratas que poseyesen un cuantioso tesoro, a los cuales convencía con su atractivo femenino para que la llevasen a sus habitaciones personales; y una vez allí, ella les ofrecía una bebida cargada de somnífero, aprovechando entonces cuando se dormían para robarles la llave de su cámara del tesoro o de su caja fuerte y así llevarse las riquezas. Hacía unos años, Zina se había aliado con Nami para robar el tesoro de un pirata de peligrosa reputación en el East Blue. Una vez que lo lograron, no sin dificultades, ambas habían ido a una taberna para celebrar su éxito, después de haber escondido el pelinaranja había confiado en que Zina mantendría su palabra de quedarse cada una con la mitad del botín, pero en cuanto se distrajo, la peliverde arrojó su famoso somnífero en la copa de Nami y al día siguiente había desaparecido del lugar con todo el botín. Nami jamás olvidó aquella traición, la cual, junto con la que había sufrido a manos de Carina no mucho antes de aquello, le hizo convencerse de que no podía confiar en nadie más que en sí misma; cosa que había cambiado en cuanto conoció a Luffy.
-¿Qué quieres ahora, Zina? ¿Pretendes robarme otra vez? Porque si es así, no te lo voy a poner nada fácil.
La aludida se carcajeó con sorna antes de dirigir su mirada hacia el fuego.
-No me gusta repetirme con mis víctimas, Nami. Además, en esta fiesta hay objetivos mucho más jugosos que una simple ladronzuela de poca monta.
-Te corrijo: una landronzuela sin la cual no habrías logrado hacerte con ese tesoro hace años.
-Tal vez tengas razón, gatita, pero de todos modos tu inteligencia no te sirvió de mucho. Yo me gané 400 000 berries, y tú, un dulce sueñecito. ¡Ziajajajajaja!
En otros tiempos, Nami habría montado en cólera al haberse dejado llevar por aquella provocación, pero ahora era una mujer adulta y una pirata hecha y derecha; no iba a ceder tan fácilmente ante las meras palabras envenenadas de una víbora.
-Bueno, sí que saliste ganando aquella vez. Pero no te guardo rencor, Zina, porque mis días como ladrona en las calles terminaron hace tiempo.
Zina la miró con algo de asombro, pero consiguió mantener su porte sereno.
-¿Es que acaso has encandilado a algún ricachón que te mantiene los caprichos por cada noche que le calientas la cama?
-No exactamente. Tengo dinero más que de sobra para vivir porque ayudé a mis nakamas a conseguirlo, y nuestros sueños también.
-¿Nakamas? ¡Ja, no me hagas reír, gatita tonta! Tú me dijiste que no confiabas en nadie y que siempre actuarías sóla. En serio, ¿con quién te has enrrollado para dejar de robar?
-No me acuesto con nadie por dinero, Zina. No soy tan arrastrada como tú, y además, ya que tanto preguntas por mi vida sexual, estoy más que satisfecha.
-¿Ah sí? Vaya, quién diría que la descarriada minina virgen conseguiría a tan buen partido, ziajajaja. Pero de todos modos no me creo que estés con alguien sino es por su dinero, nunca hablabas de otra cosa cuando te conocí.
-Hay más cosas que el dinero para disfrutar en la vida, Zina, como compartir aventuras con tus nakamas y ver el mundo.
-Veo que sigues siendo una ingenua, Nami.
Dicho ésto, Zina se levantó y se colocó bien el escote, disponíendose a buscar nuevas víctimas.
-Nos vemos, Gata Ladrona.
-Adiós, Zorra Traidora- se despidió la navegante enseñando su lengua felina en cuanto la mujer desapareció entre la multitud.
Poco después, Nami se llevó la victoria de otra ronda de queimada, dejando a los espectadores de la misma con la mandíbula caída hasta el suelo. Mientras tanto, su antigua aliada y traidora había encontrado a su objetivo perfecto; por mucho que hubiera intentado ocultarse bajo aquel disfraz de zombie desgarbado, no le resultó difícil identificar a ese muchacho moreno de amplia sonrisa y que portaba su inconfundible e inseparable sombrero de paja sobre la cabeza. La noche no podía ser más provechosa, el Rey Pirata Monkey D Luffy estaba allí mismo, poseedor del legendario tesoro One Piece, que según los rumores, superaba incluso el billón de berries y lo ocultaba en su cámara del Thousand Sunny. Tenía que cortejarlo y llevárselo a algún lugar apartado para darle su somnífero y arrebatarle la llave de la cámara del tesoro, no sin antes deleitarse un poco con aquel cuerpo delgo pero bien musculoso que lucía el joven...
Con paso decidido se aproximó hasta él, que en ese momento estaba de pie junto a la gran hoguera y masticando el último trozo de un muslo de jabalí. Parecía distraído en su labor, así que tocó suavemente su hombro para llamar su atención.
-Hola, guapo- le dijo la peliverde al Rey pirata, hablándole con la voz más seductora de la que era capaz.
-Hola- le respondió secamente el aludido, sin dirigirle la mirada más que un segundo para continuar zampando su ración de carne.
-Es la primera vez que veo al Rey Pirata en persona.
-Ajam.
-Me gustan los hombres de la mar, ¿sabías?
-Ajam.
Luffy no prestaba apenas atención a la desconocida, en aquel instante sólo le interesaba saciar su apetito. Al verse ignorada con tal descaro, la mujer se acercó aún más a su objetivo con ojos depredadores; ningún hombre se le había resistido hasta entonces, y aquel pirata glotón no iba a ser una excepción.
-Mi nombre es Zina, no sé si has oído hablar de mí.
-Yo me llamo Monkey D. Luffy; y no, no he escuchado nunca ese nombre.
-Ya sabía tu nombre, ¿quién no conoce al hombre que derrotó al Gobierno Mundial con sus propias manos?
-¿Eso dicen de mí? Shishishi. No es para tanto, sin la ayuda de mis nakamas no lo hubiera conseguido- dicho ésto, el moreno devoró el último trozo del muslo y lanzó el hueso de cualquier manera- ¿Dónde habrá más de esos guisos de jabalí y ciervo? ¡Aún tengo hambre, shishishi!
"Maldita sea, es más lento que una piedra, ¿por qué no cae ante mis coqueteos? Tendré que pasar a la acción directamente entonces", reflexionó la peliverde.
-Oh Luffy, ¿puedo llamarte así, verdad?- comentó mientras se acercaba más a su objetivo, haciendo qeu sus senos rozasen el pecho de él- ¿No te apetecería comer otra cosa más... suculenta?
-No, sólo me apetece guiso, ¿o acaso tú tienes algo más rico?- contestó Luffy, completamente indiferente al desacado cortejo de la ladrona reptiliana.
-Sí...mi cuerpo, su Majestad- Zina tomó a Luffy por la nuca sin que éste pudiera prevenirlo y pegó su rostro al voluminoso escote- Deja que esta vampiresa te cate, Luffy.
-¡Mmffrrfm, no puedo respirar, suéltame!- farfullaba desesperado el capitán Mugiwara al tiempo que forcejeaba tirando de la cabeza hacia atrás, pero las manos de Zina lo tenían bien sujeto.
Luffy no gustaba de ser rudo con las mujeres, y menos sin motivo, pero ésta no le agradaba nada ni le gustaba que lo estuviera tratando de ese modo; sólo Nami podía hacerlo, ella y nadie más, así que agarró a Zina por los hombros y le dio un empujón, quedando al fin liberado. Zina retorcedió unos pasos, sumamente confusa y después, perpleja a más no poder. Luffy se sentía asqueado y forzado, y eso lo hizo sentirse furioso. No entendía por qué aquella desconocida se había creído con derecho a tratarlo así, de manera que sin mediar palabra alguna, giró sobre sus talones con intención de marcharse y olvidar lo que acababa de pasar. Pero de nuevo Zina lo detuvo aferrándolo de la muñeca.
-Oi, ya déjame en paz...- le espetó, dispuesto a zafarse del agarre.
Pero la peliverde, ignorándolo, retuvo su rostro con ambas manos y lo miró con perversión. Estaba dispuesta a conseguir una noche de locura con el monarca pirata antes de robar su botín de más de un billón de berries, fuera como fuera lo haría caer a sus pies, aunque tuviera que incitarlo a la fuerza.
-¿Me temo que no has comprendido lo que quiero o qué, mi rey?- alegó Zina, preparada para darle un rudo beso en la boca.
Sin embargo, no pudo hacer nada y se vio obligada a soltar a su presa cuando alguien la arrastró lejo del joven, tirándole del cabello para después liberarla sin delicadeza. Boquiabierta, descubrió a Nami justo frente a ella, mirándola con el ceño fruncido y un brillo severo en sus ojos poco común en la navegante.
-Debí imaginármelo, Zina. Intentando seducir al hombre más rico del mundo, ¿verdad?- espetó la pelinaranja colocando una mano en la cadera.
-¿Tú conoces a esta pesada, Nami?- preguntó Luffy a su compañera, aliviado por su intervención pues ya no sabía cómo quitarse de encima aquella mujer sin recurrir a la fuerza.
-Fue una antigua aliada mía en el pasado, y me traicionó. Pero veo que sigue siendo la misma serpiente rastrera que antaño.
-¿Y a ti qué te importa lo que haga con él, Nami? Ni que fuera tu novio.
-Pues de hecho, lo es.
Zina la miró como si estuviera loca, y parpadeando varias veces mientras asimilaba lo que acababa de decirle.
-¿Có...có... CÓMO DICES?
-Tal y como lo oyes, víbora: Luffy, el Rey de los Piratas, es mi capitán y también mi pareja.
Luffy asintió enérgicamente al tiempo que se colocaba al lado de su compañera con los brazos cruzados.
-Oh, ya comprendo, ziajajajaja. Ya entiendo cómo es que has dejado de ser una ladronzuela pobre y descarriada, Nami. Ahora eres la gatita de compañía del hombre más poderoso y rico de los mares, sólo tienes que chuparle...
Zina se calló de golpe al ver cómo la pelinaranja avanzaba determinada hacia ella con una miraba foribunda.
-No tolero que hables así de mi relación con Luffy.
-Pero si es la verdad, gatita, ¿o debería decir... zorrita del Rey Pirata?
Nami había escuchado, tolerado e ignorado todo tipo de comentarios sobre ella, pues ella sabía qué era cierto y qué no, y el resto le resbalaba; pero aquella burla contra el vínculo que mantenían su capitán y ella, uno que Nami valoraba más que cualquier tesoro aunque nunca lo admitiera, había sido una colosal gota que derramó el vaso. Aquella zorra no tenía derecho a opinar sobre su unión, ni ella ni nadie. Se sentía como una niña adolescente reaccionando de manera tan fogosa por esas palabras, pero le daba igual. Iba a poner a esa maldita en su sitio.
-OYE TÚ, NO LE DIGAS ESAS COSAS A NAMI- rugió Luffy con tanta fuerza que la mitad de los presentes se volvieron hacia él, o hacia su posición aproximada quienes no estuvieran cerca.
-Oh, vamos, Luffy- se siguió burlando Zina, que estaba disfrutando mucho mientras intentaba humillar a la navegante- ¿Cuánto te cobra la Gata Ladrona por ser tu gatita personal? Apuesto que no menos de...
PAAF
Un puñetazo impactó con una gran potencia contra la nariz de la peliverde, quien cayó de costado al suelo con un fuerte estrépito. No tuvo tiempo apenas de reaccionar cuando Nami, ignorando sus nudillos doloridos, apretó con rabia su chispeante Clima Tact entre los dedos y lo levantó.
-THUNDERBALL TEMPO
-UAAAAAAAAARRGGG
Un torrente de poderosos rayos descendió sobre la ladrona y la chamuscó por entero hasta dejarla inconsciente y expulsando espuma por la boca.
-¿Tú qué sabrás, zorra?- masculló Nami, dando así su última palabra antes de retirarse, llevándose a Luffy consigo mientras lo tomaba de la mano.
El chico la siguió, y aunque aún estaba un poco confundido por lo ocurrido (y un pelín hambriento de guiso samainiano), se dejó llevar por su navegante, como siempre había hecho. La pelinaranja lo guió hasta el bosque que rodeaba la capital, y cuando se aseguró que se habían alejado lo suficiente de la fiesta, se volvió hacia él.
-¿Qué te hizo esa víbora?- le preguntó sin más con una mirada muy seria.
Luffy no entendió muy bien la pregunta al principio, pero de todos modos decidió responder sobre lo que le pasó con aquella mujer extraña.
-Se me acercó de repente y me dijo si quería comer algo más rico que el guiso ese de jabalí y ciervo, y luego de repente me metió la cara entre sus pechos; creo que quería ahogarme, porque casi no podía respirar.
Nami apretó la mandíbula y se mordió el labio, pero decidió seguir escuchando el relato de su capitán.
-Cuando la aparté y quise marcharme, ella me volvió a retener y me intentó besar. Menos mal que apareciste, Nami, shishishi, sino creo que me habría visto obligado a empujarla más fuerte para que me dejara en paz.
Tan pronto como el joven terminó de hablar, su compañera se acercó a él y lo abrazó.
-No le habría venido mal llevarse una patada en el trasero, Luffy.
-Supongo, shishishi.
El abrazo de Nami se intensificó, hasta el punto que no quedó ni un milimetro de aire entre ambos.
-Esa maldita zorra...
-¿Hm, Nami?
-Se atrevió a decir que yo estoy contigo por el tesoro. ¡Qué estúpida!
-Sí que lo es, shishishi. Sé que no eres así, Nami. Te gusta el oro y el dinero, pero no eres mala persona.
Al oír aquéllo, la joven levantó la mirada hacia su capitán y lo observó con ternura.
-Luffy...
-Qué importa lo que diga esa idiota de Ziba, eeeeh, Zira... en fin, cómo sea. Tú eres mi navegante, y también eres...
Luffy no pudo acabar la frase, pues los labios de la pelinaranja lo atraparon en un hambriento beso. Al principio parpadeó sorprendido y no supo cómo reaccionar, pero enseguida se dejó llevar por el instinto que sólo ella sabía cómo despertar. Sin dejar de besarse, Luffy la empujó hacia un gran roble y allí, contra el tronco, ella apoyó su espalda. Su sombrero de bruja cayó a un lado, al igual que la corona de paja de Luffy, que quedaron juntos en el suelo como una señal de su unión inminente. La cartógrafa se dejó asaltar en su cuello, en su rostro y después en sus pezones por la boca de su compañero cuando éste los liberó por encima del vestido. Estuvieron así unos minutos cuando Nami sintió la urgente necesidad de unirse con él. No quería más atenciones previas, no las precisaba siquiera, lo quería tener en su interior ahora.
-Aaaah, Lu-Luffy...- dijo entre gemidos, reclamando así la atención de su amante, quien levantó el rostro de entre sus bustos para verla frente a frente- Hazme tuya ahora.
-Está bien, Nami- respondió Luffy con un brillo feroz en sus ojos negros, pero ella no le tenía miedo. Puede que en estos instantes él fuera el lobo, pero ella era la tigresa.
Luffy la levantó en el aire aferrándola por debajo de los muslos, con una mano enrrolló su brazo alrededor de la cintura de la chica, dejando la otra libre para introducirla bajo el tutú del disfraz (no se molestarían en quitarse todo el traje, la ocasión requería demasiada urgencia para esos detalles) y hacerse con las panties negras translúcidas, las cuales rompió de un sólo tirón y las tiró a un lado sin tapujos. De otro fugaz movimiento, Nami le desabrochó los pantalones, que él arrojó junto con las panties arruinadas. Por supuesto, a Nami no le hizo gracia ver sus décimas braguitas echas trizas por el impetuoso capitán, pero no quiso arruinar el momento y lo dejó pasar por esta vez. La chica tomó el miembro férrero y ardiente como hierro al rojo vivo de su amado y después de acariciarlo unos segundos, lo guió hasta el centro de sus piernas.
- ¡Uaaaaauuu!- chilló ella al sentir que Luffy se deslizaba fugazmente en su entrada.
Él entraba y salía con ansias de ella, aquéllo era un paraíso viviente que no sabían como describir de manera mundana. Eran ellos mismos y a la parte eran parte del otro, no se dependían pero se necesitaban... No qué demonios, por supuesto que dependían del otro. Luffy era su capitán, el amigo que la había ayudado a liberarse de la prisión invisible de Arlong y el líder que la había llevado hasta el mundo, que ella así pudo conocer y mapear; y Nami era su navegante, su guía a través de aquellos indomables e impredecibles hasta Raftel, que habrían podido matarlo alguna vez sin duda de no ser por la inteligencia y conocimientos de la pelinaranja. Se complementaban mutuamente, como nakamas y como pareja, y así lo estaban demostrando con sus cuerpos.
-¡Ah, ah aaaaaahhhhaaaah! ¡No pares, Luffy!
-¡No, oooooh ooh, no pienso hacerlo, Nami!
En un momento dado, la joven tomó las mejillas del monarca y lo miró a los ojos. El maquillaje de zombie se le emborronó bajo los dedos de ella.
-¡Yo te amo, Luffy! ¡Ningún tesoro podrá pagar ésto!
Nami jamás pensó que podría decir lo que tenía en mente, pero lo necesitaba. Después de todo, era una pirata, y como tal, reclamaba:
-¡Y sólo yo, YO, te puedo besar y dejar que me toques, Luffy! ¡Eres MIO!
-¡No esas tonta, Nami, eso ya lo sé!
El moreno la tomó por la nuca y la besó antes de ocultar su rostro en el valle de sus pechos, preparándose para deleitarla con las siguientes estocadas, haciendo uso de su Gomu Gomu no mi. Una sonrisa traviesa se le dibujó contra la piel de Nami.
-¡No me llames tonta...AAAAAAAAAAAAHHHHHH, OOH SIIII!
-¡Y tú eres MIA, Nami!
-SIII, LUFFY. ASI EEEES, AAAAHHAAH.
Las caderas de Luffy empujaron más fuerza contra las de la pelinaranja, sin tregua ni cansancio. No se dieron cuenta de que el roble en el que Nami estaba apoyada, que había resistido todo tipo de inclemencias climáticas y el paso del tiempo, no pudo sin embargo con la energía de aquellos impetuosos amantes y el tronco terminó por romperse y ceder hacia atrás, cayendo la pareja encima del mismo, quedando Luffy sobre Nami. Se miraron sorprendidos mientras unas aves que descansaban en el árbol caído se alejaban al vuelo, trinando enfadados contra aquel par de humanos en celo que les había perturbado el sueño.
-Por Oda, Luffy, estás hecho una fiera, jijijiji.
-¿Tú crees? Shishishishi.
Nami se separó un poco de él y mirándolo en todo momento con ojos felinos, se dio la vuelta y quedó tumbada sobre su vientre en el tronco, quedando así de espaldas al capitán.
-Bueno, ¿continuamos, mi capitán?
-Oh, mierda...- Luffy notó que una gota de sangre asomaba por su nariz.
Sin molestarse en secarla, se arrojó sobre la espalda de Nami, lamiéndola con deleite mientras le arrancaba gemidos de puro placer, para entonces enterrarse en ella de nuevo. Aferrándola de las nalgas, empujó contra su trasero una y otra vez. Ambos gritaban, aullaban incluso, no podían evitarlo.
-¡Na... Nami!
-¡No hables, sigue!
Luffy no tenía intención de parar, pero tenía que decirle algo muy importante. Nami tenía que saberlo...
-ERES MI REINA, NAMI. ¿LO ENTIENDES?- declaró entre gruñidos.
Nami abrió los ojos como platos, sin terminar de creerse lo que acababa de oír.
-¡¿Qu... AAH... qué dijiste?! ¡Uoooh!
Luffy la abrazó, estrechando sus cuerpos hasta que quedaron pegados del todo, sin dejar de embestirla. Alargó su cuello hasta que su cara quedó al lado de la de la pelinaranja, quería decírselo mientras la miraba.
-¡No me importa lo que las demás mujeres digan, Nami! ¡Eres mi Reina Pirata, no sólo mi navegante! ¡¿De acuerdo?!- y dicho ésto, la besó.
Nami le acarició el carrillo con suma suavidad, mientras una lágrima de felicidaz brotaba y descendía por su mejilla. Todo aquello era tan abrumador, tan hermoso... Luffy literalmente la estaba declarando su pareja oficial en cuerpo y alma.
-Sí, Luffy... Oh, claro que sí- dijo ella en cuanto liberaron sus labios.
Dicho ésto, Luffy decidió demostrarle lo abrumado que se sentía descargando todas sus fuerzas en aquella unión carnal. Sin cesar la penetró con fuerza, sin tregua, estiró su mano y la tocó entre las piernas y luego hacia sus pechos y apretó sus pezones. Nami pensó que se moría de tanto deleite, ningún humano normal podría soportar todo éso. La muchacha dio un alarido antes de derrumbarse sobre el tronco mientras Luffy la seguía embistiendo.
-AAAAHHH AAAAHHHUUUUAAAHH LUFYYYY.
-OOOOH OOOOUUUHH NAMIII.
Aquellos fueron sus últimos gritos antes de rendirse a un compenetrado orgasmo. La entrada empapada de ella recibió la caliente descarga de él, inundando sus derretidas entrañas.
-Wow, Luffy, eso fue...
-Muy sugoi, Nami, shishishi.
-Sí, sugoi...
Poco después, la pareja permanecía abrazada en la hierba, medio desnudos y sonriendo. El viejo árbol derribado como único testigo de lo que esa noche se habían declarado los dos amantes: eran la Pareja Real de los Piratas, nada más y nada menos. Y pobre de aquél que se atreviera a negarlo.
-Te quiero, idiota.
-Yo también te quiero, Nami, shishishi.
Más tarde, cuando recuperaron fuerzas, la pareja regresó a la fiesta. Al parecer, nadie los había echado de menos; ni siquiera Sanji, pues éste seguía recibiendo las atenciones de las más bellas lugareñas. Llegaron justo a tiempo para ver comenzar el salto de las hogueras de la suerte; con brasa de la fogata central, habían levantado unas más pqueñas para que la gente pudiera saltarlas y asegurarse la suerte por todo el año (eso si conseguían saltarlas sin quemarse el trasero en el proceso, por supuesto).
(Para esta siguiente escena, recomiendo escuchar Balkaneros, de Goran Bregovic y los Gipsy Kings)
Brook, mientras tanto, animaba el ambiente con la banda, cantando una melodía muy animada para la ocasión. Aquellos que no querían saltar el fuego, aprovecharon para salir a bailar. Luffy sonrió entusiasmado al ver a las parejas danzando al son de la música.
-¡Ey, Nami, vamos a bailar!
-Es verdad, te lo debía, tonto, jijiji.
Los dos enamorados se arrojaron a la improvisada pista de baile, sin seguir los pasos de ninguna danza en particular, sólo se abrazaron y se coordinaron para seguir a su manera el ritmo. Dieron vueltas alrededor de la gran hoguera, riéndose juntos como nunca. Los demás Mugiwaras los miraban sonrientes, felices de ver a sus dos amigos más testarudos tan unidos y disfrutando de aquella manera, no sólo como una pareja de piratas tozudos que el loco destino había enlazado, sino como una pareja más en el mundo. Siguieron danzando como desbocados hasta que Luffy se fijó por un momento en la gente que saltaba las hogueras, y luego miró hacia la enorme lengua de fuego alrededor de la que habían estado bailando...y se le ocurrió una brillante idea.
-Nami, agárrate bien fuerte a mí- avisó a su compañera sujetándola por la cadera.
-Luffy, ¿qué demonios vas a...?
Antes de que la pelinaranja pudiera terminar, Luffy reunió fuerzas y dio un titánico salto que los elevó a ambos por kilómetro y medio en el aire, sorteando la hoguera central.
-KYYAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH.
-YAHOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
Los pájaros que volaban y los presentes de la fiesta los observaban con los ojos desorbitados y las mandíbulas caídas. Pronto comenzaron a descender, y Nami se abrazó al cuello de Luffy para luego enterrar la cara en su hombro, sin dejar de chillar como si fuera a morirse. Dos líneas de lágrimas quedaban atrás durante la caída, acompañadas por la risa divertida del Rey Pirata.
BUUUM
Aterrizaron con un gran estruendo, provocando un surco en la tierra bajo los pies de Luffy.
-¡Hemos saltado el fuego más grande, Nami! Shishishishishi. Eso significa que tendremos suerte por unos cuantos años, ¿verdad?
Nami se irguió y lo miró con ojos asesinos, lo cual le quitó a su compañero toda la alegría y le hizo temblar de horror.
-No sé si tendremos suerte en unos años, Luffy... PERO AHORA MISMO TU NO VAS A TENER NINGUNA.
-AAAAAHH UUAAAAHH AAAUCHHH. LO SIENTO, NAMIII.
Ante las carcajadas de sus más que acostumbrados nakamas, Luffy padeció el castigo de los puñetazos de su furiosa reina, pero si por aquel salto tendrían la suerte de seguir vivos y juntos, valía la pena.
A la mañana siguiente, los Mugiwaras despertaron desperdigados en el suelo (salvo Sanji, que lo hizo desnudo, entre dos jovencitas dentro del granero). Luffy y Nami se habían acostado el uno junto al otro, con un brazo pasando por encima y con una sonrisa feliz en el rostro.
Mientras tanto, en el Sunny Go, las ofrendas que la pareja había dejado junto a la calabaza habían desaparecido misteriosamente en el transcurso de la noche. Nadie sospecharía que dos figuras, una masculina, musculosa y de sonrisa determinada, y una femenina, esbelta y de sonrisa jovial, habían aparecido en algún momento y se llevaron consigo la carne y la mandarina, no sin antes mirar, ocultos entre la multitud, a Luffy y Nami bailando mientras se sonreían. Sin que ellos lo supieran, en esa noche donde las almas campaban a sus anchas por el mundo de los vivos y se desataban fuerzas inconcebibles para cualquier mortal, su unión había recibido la sincera bendición de dos de sus seres más queridos y añorados.
"Hasta otra Noche de Muertos, hermanito. Sé que Nami cuidará muy bien de ti e impedirá que te mates con alguna de tus locuras".
"Sigue manteniéndote así de fuerte, Nami, estoy tan orgullosa por lo lejos que has llegando. Ahora te lego su felicidad y protección, Luffy, sé que lo harás tan bien como hasta ahora".
¡Lo advertí, mis intenciones no eran buenas! A ver, ¿quién necesita pañuelos para la nariz? Shishishi. Muchas gracias por apoyarme en este mini proyecto de Halloween, al igual que lo estáis haciendo con mis otros fics LuNa, sois SUPER SUGOI.
¡Pasad un feliz Halloween/Día de Muertos/ Día de Difuntos/Samaín y nos leemos muy pronto, nakamas! ¡Muchos besos relinchosos a todos! :D