CAPÍTULO 20

Era sábado, y habíamos sido excusadas de pasar el día en el Gran Salón. A la hora de desayunar, Malfoy había hecho su anuncio sobre la fiesta de Halloween; y por la tarde nuestras elfinas domesticas habían empezado a trabajar en el diseño de los disfraces, y habían venido fotógrafos a documentar todo el proceso.

Yo intentaba estar lo mas natural posible, mientras observaba los dibujos que Hocky había hecho, y mis otras elfinas esperaban al otro lado de la mesa con trozos de tela, cajitas de alfileres, entre otras cosas necesarias para confeccionar el disfraz. Malfoy nos había echo saber a las participantes que la temática de la fiesta de disfraces sería de los años 20.

El resplandor de la cámara nos iluminó mientras intentaba dar una opinión sobre mi atuendo.

-Buenos días- dijo Malfoy, atravesando el umbral de mi habitación.

No pude evitar levantar la cabeza un poco, y sentí que una sonrisa afloraba en mi rostro. El fotógrafo captó ese momento justo antes de girarse hacia Malfoy.

-Joven Malfoy, siempre es un honor. ¿Le importaría posar con la señorita Granger?.

-Será un placer.

Mis elfinas se echaron para atrás, Malfoy cogió algunos bocetos y se situó detrás de mí, con los papeles en una mano, por delante de los dos, y la otra rodeando mi cintura. Aquel contacto significaba mucho para mí. Parecía decir: ¿Lo ves? Muy pronto podré tocarte así delante de todo el mundo. No tienes que preocuparte por nada.

El fotógrafo tomó unas cuantas fotos y luego salió de la habitación para tomarle fotos a las demás chicas.

-No sabía que las elfinas tuvieran talento para el diseño- observó Malfoy.

Intenté actuar como siempre hacia Malfoy, pero ahora las cosas eran diferentes, mejores y peores a la vez.

-Lo sé. No podría estar en mejores manos.

-¿Ya te has decidido por alguno?- preguntó, extendiendo los papeles sobre la mesa.

-Bueno uno de mis colores favoritos es el dorado, y creo que iría bien con este diseño- dije cogiendo uno de los bocetos que mas me había gustado.

-Siento tener que decírtelo, pero Pansy Parkinson también ha escogido algo que tiene que ver con ese color.

-No pasa nada- respondí. -No es como que me vuelva loca ese color- de pronto la sonrisa desapareció de mi rostro-. Espera. ¿Has ido a ver a Parkinson?- dije recapitulando sus palabras.

El asintió.

-Sí, he pasado un momento a platicar con ella. Y me temo que tampoco me puedo quedar mucho rato aquí. A mi padre no le hace mucha gracia todo esto, pero es consciente de que mientras dure la Selección hay que organizar fiestas así, para que sea más agradable a la vista de todos. Y ha estado de acuerdo en que será un modo mucho mejor de conocer a las familias.

Asentí.

-Bueno, ahora tengo que pasar con Astoria. Te veré en la cena- susurró.

Sí pero en la cena nos verás a todas, pensé.

-Esta bien, nos vemos en la cena.

Y con la misma rapidez que había aparecido, desapareció.

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El domingo, cuando apenas faltaba una semana para la fiesta de Halloween la Mansión era un torbellino de actividad.

Astoria, Parkinson y yo pasamos la mañana del lunes con la Señora Malfoy probando platos y decidiendo el menú para la fiesta de Halloween. Desde luego, aquella era la tarea mas agradable que había tenido que hacer hasta el momento. No obstante, después del almuerzo, Parkinson se ausentó unas horas de la Sala. Cuando volvió, nos anunció a Astoria y a mi:

-Malfoy les envía saludos.

El martes por la tarde dimos la bienvenida a los parientes de la Familia Malfoy que acudían a la ciudad para la fiesta. Pero la mañana la había pasado mirando por la ventana, mientras en los jardines Malfoy le daba clases de defensa a Astoria, pues había confesado que no era muy buena para el combate.

A la hora de la comida, había muchos invitados que habían acudido con antelación, inclusive habían llegado los amigos de la infancia de Malfoy, los inseparables Blaise Zabinni y Thedore Nott, con sus respectivos Padres.

Me sentí cada vez más incomoda. Había cometido un error confesándole mis sentimientos a Malfoy. Por mucho que dijera, no podía estar tan interesado en mí si su primer instinto era pasar el rato con Parkinson y Astoria.

El viernes ya había perdido toda esperanza. Tras la transmisión semanal sobre la preparación de la fiesta de Halloween, me encontré sentada en el piano, en mi habitación, deseando que Malfoy no apareciera.

Y efectivamente, no vino.

El sábado intenté no pensar en ello. Por la mañana teníamos que salir a recibir a los demás invitados, y entretenerlos en el Gran Salón, y después del almuerzo teníamos la práctica de baile.

En ese momento, no agradecía para nada a Merlín que tuviera talento para la música, porque bailar se me daba fatal, para el baile de navidad en Hogwarts donde la casa de Gryffindor fue anfitriona, tuve que ensayar mucho tiempo y esforzarme el doble porque iba de pareja de Viktor Krum. Curiosamente Astoria era la mejor para el baile, lo hacía de una manera tan elegante, que le pedí que me ayudara con algunos pasos.

Cuando acabó la última clase al menos ya conocía todos los pasos. No podía prometer que no le diera una enérgica patada a algún diplomático de visita, pero había hecho todo lo que podía. Cuando me lo imaginé, me di cuenta de que era lógico que Malfoy se lo pensara. Sería todo un problema para él llevarme a otro país, y mucho más recibir a un invitado. Sencillamente, no tenía madera para ser parte de la Realiza Mágica.

Suspiré y me fui a buscar un vaso de agua, Astoria y Parkinson por su parte se marcharon a sus habitaciones.

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Las chicas y yo nos encontrábamos en el enorme vestíbulo de la Mansión, y yo no paraba de dar golpecitos con las puntas de los pies.

-Señorita Granger- susurró Bella, y no hizo falta más para que me diera cuenta de que mi comportamiento era inaceptable. Como encargada de la selección, ella se tomaba todas nuestras acciones muy personalmente.

Intenté controlarme. Envidiaba a Bella y al personal de la Mansión, incluido el puñado de guardias que se movían por aquel lugar, aunque solo fuera porque a ellos se les permitía caminar libremente. Si hubiera podido hacerlo yo también, estaría mucho mas tranquila.

A lo mejor si Malfoy estuviera allí la situación sería mas soportable. O quizá me habría puesto aún mas nerviosa. Seguía sin poder entender por qué; después de todo, no había podido encontrar tiempo para pasarla conmigo últimamente.

-¡Aquí están!- dijo alguien al otro lado de las puertas de la Mansión. Yo no era la única que podía contener mi alegría.

-Muy bien, señoritas- anunció Bella-, ¡Quiero un comportamiento exquisito!

Intentábamos ser las jovencitas encantadoras y graciosas que Bella quería que fuéramos, pero en el momento en que los padres de Astoria entraron por la puerta, todo se vino abajo. Sabía que era todavía una niña, y era evidente que sus padres la echaban tanto de menos como para mantener las formas. Entraron a paso apresurado, y Astoria nos abandonó inmediatamente sin pensárselo un momento.

Los Padres de Parkinson mantenían la mejor compostura, aunque resultaba evidente que estaban felices de verla.

-¡Madre!- grité sin importar la presencia de Bella.

Ella me oyó, vio que agitaba el brazo y vino corriendo a mi encuentro, con papá a su lado.

-¡Mi niña!- exclamó mi Padre. ¡No me lo puedo creer, estás preciosa!

Yo no podía ni hablar. Casi no podía verlos, por la cantidad de lagrimas que me cubrían los ojos.

Un momento más tarde sentí el abrazo firme de mi padre envolviéndonos a las dos.

-Estoy tan contenta de que hayan venido…- dije por fin cuando recobré el aliento.

-Nosotros también pequeña. No te imaginas lo mucho que te hemos echado de menos- dijo papá, y sentí el beso que me dio en la frente.

Hasta aquel momento no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba verlos. Abracé a mi madre. Me sorprendía que estuviera tan callada. No me podía creer que aún no me hubiera pedido un informe detallado de mis progresos con Malfoy. Pero cuando la solté, vi unas lagrimas en sus ojos.

-Estás preciosa, cariño. Pareces una princesa.

Sonreí. Era un alivio que por una vez no me cuestionara ni me diera instrucciones. En aquel momento, simplemente estaba contenta y eso me llenaba de felicidad. Porque yo también lo estaba.

Observé que los ojos de mi Madre se posaban en algo a mis espaldas.

-Ahí está- dijo en un susurro.

-¿Eh?- pregunté, mirándola. Me giré y vi a Malfoy, que nos observaba desde la escalera. Su sonrisa de medio lado, indicaba que estaba feliz, mientras se acercaba a nosotros.

-Joven Malfoy- le saludó mi Padre.

Malfoy se le acercó con la mano tendida, y la estrecharon.

-Señor Granger, es un honor. He oído hablar mucho de usted. Y de usted también Señora Granger- dijo, acercándose a mi Madre.

-El placer es nuestro- respondió algo azorada. -Discúlpenos por la escena- añadió.

Malfoy chasqueó la lengua y sonrió.

-No tiene porque disculparse. No esperaba menos entusiasmo, teniendo en cuenta que son los Padres de la Señorita Granger- dijo. Yo estaba segura de que mamá me exigiría que le explicara aquello más tarde.

Malfoy puso las manos tras la espalda y recuperó la compostura.

-Me temo que debo dejarles para ir a ver a los demás, pero, por favor, quédense aquí un momento. Voy a hacer un breve anuncio. Y espero tener ocasión de hablar un poco más con ustedes muy pronto. Me alegra mucho que hayan venido.

-¿Qué quiso decir con eso de que esperaba entusiasmo por nuestra parte?- me preguntó mamá en voz baja. -¿Es porque le gritaste la primera vez que lo viste? Eso no lo has vuelto a hacer, ¿verdad?.

Suspiré.

-En realidad, hemos discutido bastante a menudo.

-¿Qué?-replicó- ¡Bueno, pues deja de hacerlo!

-Ah, y una vez le di un rodillazo en la entrepierna- dije despreocupadamente.

Tras un instante en silencio, Papa soltó una carcajada. Se tapó la boca e intentó contenerse, pero la risa se abría paso en una serie de ruidos raros e incontenibles. Yo apreté los labios, pero era evidente que estaba a punto de escapárseme la risa.

Mamá estaba más pálida que la nieve.

-Hermione Jean Granger, dime que es una broma. Dime que no agrediste al guapo, educado y talentoso Joven Malfoy.

No podría decir por qué, pero la palabra agredir fue la gota que derramó el vaso, y Papá y yo estallamos de risa hasta quedar doblados.

-Lo siento mamá- fue todo lo que pude decir.

-Por Dios bendito…- soltó ella.

-Así que le gustan las chicas que le plantan cara- apuntó Papá una vez recuperada la calma.

-Ahora me gusta más ese chico.

Pasó la mirada por la Sala, observando la mansión, y yo me quede allí, intentando asimilar todo lo que decía. ¿Cuántas veces, en los años en que habíamos salido en secreto Ronald y yo, habían coincidido mi padre y él en el mismo lugar? Al menos una docena de veces, quizás mas. Y nunca me había preocupado que Ronald le gustara o no.

Por algún motivo, esto resultaba mil veces más tenso. Aunque Malfoy fuera de la realeza mágica, aunque pudiera mantenernos a todos, de pronto caí en la cuenta de que cabía la posibilidad de que a mi padre no le gustara.

Antes de que pudiera seguir dándole vueltas al asunto. Malfoy subió unos escalones para tenernos a todos a la vista.

-Quiero darles las gracias a todos de nuevo por haber venido. Mi familia y yo estamos encantados de que estén en la mansión, no solo para celebrar Halloween, sino también para que les podamos conocer a todos. Lamento que mis padres no hayan podido venir a recibirles, pero los conocerán muy pronto.

Las madres, las hermanas y participantes de la selección están invitadas a tomar el té con mi madre esta tarde en el Gran Salón. Sus hijas las llevaran hasta allí. Y los caballeros pueden venir a fumarse un puro con mi padre y conmigo. Un elfo domestico irá a buscarlos, así que no teman; no se perderán.

Las elfinas domesticas les acompañaran a las habitaciones que ocuparan durante su visita, y les proporcionaran todo lo necesario, así como para la celebración de esta noche.

Nos saludó a todos con la mano y se fue. Casi inmediatamente apareció una elfina domestica a nuestro lado.

-¿Señor y Señora Granger? He venido a acompañarlos a su habitación.

-Los veré en la cena- dije despidiéndome con un beso en el aire, mientras regresaba a mi habitación. Me costaba no ir corriendo por los pasillos. Estaba tan contenta de que mi familia hubiera venido que casi no podía contenerme.

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Por la tarde, mientras tomábamos el té con la Señora Malfoy en el Gran Salón, me acerque a una de las ventanas que daba a los jardines. Miré mas allá de los arbustos y las fuentes, y vi dos siluetas. La primera era la de mi padre, que explicaba o preguntaba algo, moviendo las manos para expresarse mejor. La segunda era la de Malfoy, que se detenía a pensar antes de responder. Caminaban lentamente, y a veces mi padre se metía las manos en los bolsillos, o Malfoy se llevaba las manos a la espalda. Hablaran de lo que hablaran la conversación parecía importante.

Me giré. Las mujeres aun seguían enfrascadas en la charla con la señora Malfoy, y no parecía que nadie me hubiera visto.

Malfoy se detuvo, se situó frente a mi padre y le habló con decisión. No parecía que lo hiciera con un tono elitista o agresivo, pero si decidido. Papá hizo una pausa y le tendió la mano. Malfoy sonrió de medio lado y se la estrechó con ganas. Un momento después ambos parecían aliviados, y papá le dio una palmadita en el hombro. Aquello hizo que él se pusiera algo rígido. Lo cierto era que no estaba acostumbrado a que le tocaran. Pero luego papá le rodeó los hombros con el brazo, como lo solía hacer conmigo. Y me dio la impresión de que a Malfoy le gustó aquello.

-¿De qué iba eso?- pregunté para mi misma.

Esperaba a que Malfoy mantuviera una conversación similar con el padre de Astoria o de Parkinson; pero si lo hizo, no fue en los jardines.

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La fiesta de Halloween fue tan maravillosa como había prometido Malfoy. Cuando entré en el Gran Salón, me quedé impresionada ante la belleza de lo que tenía delante. Todo era dorado con negro. Los elementos decorativos de las paredes, el cielo falso hechizado, las velas flotando, hasta las copas, los platos y la comida era ah doc. Todo estaba imponente.

En un rincón había una banda de música muy reconocida en el mundo Mágico esperando el momento de tocar las canciones con las que bailaríamos. Por toda la sala había cámaras. Sin duda aquello sería primera plana en todos los medios de comunicación.

Todo el mundo llevaba disfraces espléndidos. Astoria iba vestida con el típico vestido en color negro holgado, y liso que le llegaba al tobillo, con mucha tela y pliegues, muy del estilo de los años 20, Parkinson por su parte llevaba un vestido por debajo de la rodilla en color dorado y hecho de plumas, el cual hizo juego con un largo collar de perlas, y parece que había hechizado su cabello para que se viera más corto.

Yo por mi parte, opté por cambiar el color del vestido, y elegí un color negro con verde esmeralda y pequeños toques plateados, la parte de arriba era muy ajustada a mi cuerpo hasta un poco antes de la rodilla en donde caía ligeramente y llegaba un poco arriba de los tobillos, formándose una pequeña cola de plumas por detrás en forma de "v", un detalle que me gustaba es que dejaba al descubierto mi espalda hasta antes de la cintura; llevaba unas medias y zapatos de charol oscuros, y para el cabello me hice unas ondas y utilicé una pequeña diadema de brillos para decorarlo. La verdad me sentí realmente bella utilizando aquella moda.

Pase un tiempo platicando con mis padres a un lado de la pista de baile, y poco después se anunció la presencia de los Señores Malfoy y de Malfoy por supuesto.

La banda de música se puso a tocar enérgicamente, y todos recibidos a la Sagrada Familia.

El Señor Malfoy iba vestido con el típico atuendo que usaban los hombres en los años 20, un smoking en color gris, con rayas negras pintadas a lo largo del mismo. La señora Malfoy lucía un vestido azul tan profundo que casi parecía negro, cubierto con pedrería que brillaba intensamente. Parecía un cielo nocturno. Y Malfoy por su parte, llevaba un fino traje en color negro con rayas grises, una corbata de rayas que hacía juego con el mismo, y un sombrero de color negro con una pequeña vista en color gris que abarcaba toda la circunferencia del mismo, sus zapatos estaban finamente pulidos y con el brillo necesario.

Mientras sus padres bailaban la primera pieza de baile, Malfoy se quedó a un lado de la pista, junto a Astoria, susurrándole algo y haciéndola reír. Por fin vi que recorría la sala con la mirada. Yo no podía saber si me buscaba con la vista o no, pero tampoco quería que me descubriera mirándolo, así que dirigí la vista nuevamente a mis Padres. Parecían encantados.

Pensé en la selección, parecía una locura, pero desde luego su éxito era indiscutible. El señor y la señora Malfoy estaban hechos el uno para el otro. Él parecía enérgico, y ella lo compensaba con aquella personalidad suya, tan calmada. Era de esa clase de personas que escuchan, y daba la impresión de que él siempre tenía algo que decir. Aunque todo aquel montaje pudiera parecer arcaico y falso, funcionaba realmente.

Luego recordé nuevamente a Malfoy. ¿Por qué no había hecho ni un intento de verme en esos días, si solo quedábamos tres participantes? Quizá había cambiado de opinión respecto de nosotros, y habló con mi padre para explicarle que lo nuestro al final de cuentas no podía ser. Sabía que Malfoy era una persona educada, así que eso sería algo muy propio de él.

Cuando los Padres de Malfoy acabaron su baile, todos los invitados ocuparon la pista. Enseguida se formaron las parejas de baile. Malfoy aún seguía a un lado de la pista, con Astoria. Y yo aún albergaba la esperanza de que viniera a pedirme un baile. Desde luego, yo no quería pedírselo.

Haciendo un esfuerzo para mantener la compostura, me alisé el vestido y me acerqué a él. Decidí que al menos le daría la ocasión de pedírmelo. Crucé la pista para integrarme en su conversación. Cuando por fin estuve lo suficientemente cerca como para hacerlo, Malfoy se giró hacia Astoria.

-¿Quieres bailar conmigo?- le preguntó.

Ella soltó una risita y se echó la rubia melena hacia un lado como si aquello fuera lo mas obvió del mundo, y yo pasé a su lado sin detenerme, con la mirada fija en una mesa cubierta de aperitivos, como si aquel hubiese sido mi destino en todo momento. Me quedé de espaldas a la pista, mientras probaba el delicioso chocolate, esperando que nadie se fijara en el rojo intenso que cubría mis mejillas.

Una docena de canciones mas tarde, y para mi sorpresa Theodore Nott apareció a mi lado.

-Hermione Granger, ¿me concederías este baile?- dijo ofreciéndome su mano derecha con una semi reverencia.

No recordaba lo cálida de la voz que tenía, su entusiasmo me pilló desprevenida. Tomé su mano casi sin pensarlo.

-Por supuesto, aunque debo advertirte que no se me da muy bien el baile.

-No pasa nada, iremos con calma- respondió, con una sonrisa tan sincera que de pronto dejé de preocuparme por mi falta de destreza y lo seguí a la pista encantada.

La pieza que nos tocó era animada, en consonancia con su estado de ánimo. Como era de esperarse, él no dejó de hablar.

-Parece que le he ganado esta partida a Malfoy, no puedo creer que no te haya invitado aún a bailar, creo que después de todo no ha terminado de madurar.

Quise reírme por la pizca de verdad que había en sus palabras, pero realmente no podía olvidar todo lo que había ocurrido.

-Pensé que eras la favorita de él- lo dijo tan seguro, como si el propio Malfoy se lo hubiera contado.

-Eso no lo sé- me defendí. En parte me fastidiaba que la gente dijera esas cosas. Aunque por otro lado, estaba deseando que fuera cierto.

-Parece que tienes buena relación con casi todos en la Mansión. Me han dicho incluso que durante el último ataque te llevaste a las elfinas domesticas al refugio, algo muy propio de ti Granger.

-No podía abandonarlas- me sinceré.

El asintió con la cabeza, admirado.

-No tengo duda de que eres una gran mujer.

-Gracias- dije, ruborizándome.

Al acabar la canción estaba sin aliento, así que me senté en una de las muchas mesas que había repartidas por el Salón. Bebí un poco de ponche de naranja y me di aire con una servilleta de tela, mirando como bailaban los demás. Encontré a Malfoy ahora con Parkinson. Iban trazando círculos y parecían muy contentos. Ya había bailado con ella dos veces, y a mí aún no me había venido a buscar.

Tardé un rato en encontrar a mis Padres en la pista, entre tanta gente vestida casi igual, era gracioso ver sus pasos de bailes, a decir verdad, tenían menos sentido del baile que yo, por lo que ya no me sentía tan mal, al fin y al cabo era un defecto de familia.

La noche fue pasando, y era probable que ya hubiera bailado con todo el mundo menos con Malfoy. Estaba sentada, dando un respiro a mis agotados pies, cuando oí su voz a mi lado.

-¿Señorita Granger?-dijo. Yo me giré casi de inmediato. -¿Me concede esta pieza?

Aquella sensación indescriptible me atravesó. Pese a sentirme abandonada, pese a lo mal que lo estaba pasando, cuando me ofreció su mano tuve que decir que sí.

-Por supuesto.

Me cogió de la mano y me llevó a la pista. La banda empezaba a tocar una canción lenta, lo que hizo que me pusiera nerviosa. Él no parecía disgustado ni incómodo. Al contrario, Malfoy me abrazó situándose tan cerca de mí que hasta podía oler su colonia, y sentir el roce de su mejilla contra la mía.

-Ya me estaba preguntando si íbamos a bailar o no- le solté, adoptando un tono desenfadado.

-Estaba esperando esta canción- contestó, acercándose aún más a mí. - He estado dedicándome a Astoria y a Pansy solamente para cumplir, así que ya he acabado con ellas, puedo disfrutar el resto de la velada contigo.

Me ruboricé, como cada vez que me decía algo así. Después de lo que había pasado la semana anterior, no pensé que volviera a hablarme así. El pulso se me aceleró de un momento a otro.

-Te vez…hermosa, Granger. Demasiado hermosa como para ir del brazo del traidor de Nott, o inclusive de mi brazo.

Solté un suspiro acompañado de una sonrisa.

-Gracias, tu estás muy elegante como siempre.

-Tal vez el próximo año deberíamos utilizar disfraces mas graciosos.

-¿El próximo año?- dije confusa, mirándole a los ojos.

-¿Te gustaría Granger? ¿Qué celebráramos otra fiesta de Halloween el año que viene?

-¿Y yo estaré aquí el año que viene?

Malfoy dejó de bailar.

-¿Por qué no ibas a estar?

Me cogí de hombros.

-Llevas evitándome toda la semana, quedando con las otras chicas. Y…te he visto hablar con mi Padre. Pensé que le estarías exponiendo las razones por las cuales ya no tiene sentido que yo siga en la selección- tragué saliva. No estaba dispuesta a llorar en medio de la pista.

-Hermione.

-Lo entiendo perfectamente Malfoy, alguien tiene que irse pronto, y Astoria es la favorita del público, y la familia de Parkinson prácticamente es la segunda mas poderosa en el mundo mágico.

-Hermione, para por favor- dijo él con suavidad. -He sido un idiota. No tenía ni idea de que te lo tomarías de esa manera. Pensé que te sentías segura en tu posición.

¿Acaso me estaba perdiendo algo?

Malfoy suspiró.

-La verdad es que estaba intentando darles una oportunidad a las otras chicas, para ser justo. Sabes que desde el principio solo he tenido ojos para ti, te quería a ti- afirmó. Yo me ruboricé. -Cuando me dijiste lo que sentías, me invadió un alivio que aún no acabo de creérmelo. Aún me cuesta aceptar que fue real. Te sorprenderías de las pocas veces que consigo lo que quiero de verdad- sus ojos ocultaban algo, una tristeza que no estaba dispuesto a compartir conmigo. Pero se la quitó de encima y siguió explicándome, moviéndose al ritmo de la música-. Tenía miedo de haberme equivocado, de que pudieras cambiar de opinión en cualquier momento. He estado buscando alguna alternativa aceptable, pero lo cierto es que…- Malfoy me miró a los ojos sin ningún titubeo-. Lo cierto es que eres la única que me interesa. A lo mejor es que no estoy prestando la atención necesaria al concurso, o quizás es que no son las chicas indicadas para mí. Eso no importa realmente. Solo sé que te quiero a ti, y eso me aterra. He estado esperando que tú te echaras para atrás, que solicitaras dejar el concurso como lo querías hacer los primeros días.

Tardé un rato en recuperar el aliento. De pronto, veía todo lo ocurrido en los últimos días con una diferente perspectiva. Comprendía la sensación que tenía Malfoy: la de que todo aquello que pasaba entre nosotros era demasiado bueno como para ser verdad, como para poder confiar ciegamente en ello. Era la misma que tenía yo a diario con él.

-Malfoy, eso no va a suceder- le susurré, con los labios pegados a su cuello. -En todo caso, puede ser que tú te des cuenta de que no soy lo suficientemente buena para ti, para afrontar este mundo.

El tenía los labios pegados a mi oreja.

-Hermione, eres perfecta para mí.

Con el brazo que tenía detrás de su espalda le empujé hacía mí, y él hizo lo mismo, hasta que estuvimos más cerca el uno del otro de lo que habíamos estado nunca. En el fondo me daba cuenta de que estábamos en un lugar lleno de gente, que en algún rincón estaría mi madre probablemente apunto de desmayarse ante aquella imagen, pero no me importaba. En aquel momento, me sentía como si fuéramos las dos únicas personas en el mundo.

Eché la cabeza atrás para mirar a Malfoy, y me di cuenta de que tenía que limpiarme los ojos, ya que los tenía cubiertos de lagrimas. Pero eran unas lagrimas que me gustaban.

Malfoy me lo explicó todo.

-Quiero que nos tomemos nuestro tiempo. No quiero presionarte en lo absoluto. Quiero que veas la habitación que se ha preparado para mi futura esposa. De hecho, está a lado de la mía, y están conectadas por una puerta- dijo, bajando la voz.

Realmente no pensaba que la Sagrada Familia, siguiera ese tipo de costumbres, pero no me pareció descabellado en lo absoluto.

-Creo que deberías empezar por decidir qué es lo que quieres meter en ella, como te gustaría que fuera decorada y todo lo que ello implica. Quiero que te sientas perfectamente cómoda. También tendrás que escoger algunas elfinas domesticas más, y debes decidir si quieres que tu familia viva en la Mansión, o en algún sitio cercano.

De pronto, de lo más profundo de mi corazón me llegó un susurró ¿Y que pasara con Ronald,?. Pero estaba tan absorta por lo que decía Malfoy que apenas lo oí.

-Muy pronto, cuando convenga poner fin a la Selección, cuando te proponga matrimonio, quiero que no te suponga ningún problema decir que sí. Te prometo que haré todo lo que esté en mis manos desde hoy y hasta ese momento para que así sea. Todo lo que necesites todo lo que quieras…Tú solo tienes que decirlo, y yo haré todo lo que pueda por ti.

Estaba sobrecogida. Me entendía perfectamente, lo nerviosa que me ponía aquel compromiso, lo mucho que me asustaba convertirme en parte de la Sagrada Familia. Iba a concederme todo el tiempo que pudiera y, mientras tanto, me iba a agasajar en todo lo posible. Otra vez no podía creer que aquello me estuviera sucediendo a mí.

-Eso no es justo, Malfoy- murmuré. -¿Y yo? ¿Qué se supone que voy a darte a cambio?.

Él sonrió.

-Lo único que quiero es que me prometas que te quedarás conmigo, que serás mía. A veces me da la impresión de que no puede ser de verdad. Prométeme que no me dejarás.

-Claro. Te lo prometo.

Apoyé la cabeza en su hombro y seguimos bailando, lentamente, canción tras canción. En un momento dado, mis ojos se cruzaron con los de mi Madre y me daba la impresión de que se fuera a morir de felicidad al vernos juntos. Mi padre no dejó de mirarnos. Él meneó la cabeza, como diciendo "Y tú que pensabas que Malfoy te iba a echar del concurso…"

De pronto se me ocurrió algo.

-¿Malfoy?- dije, girándome hacia él.

-¿Sí, Granger?

-¿Por qué estabas hablando con mi padre en la tarde?

Malfoy sonrió.

-Le he comunicado mis intenciones. Y deberías saber que lo aprueba plenamente, siempre que tú seas feliz. Al parecer, esa era su única preocupación. Le he asegurado que haré todo lo posible para que lo seas, y le he dicho que me parecía que ya eras feliz.

-Y lo soy.

Sentía que a Malfoy se le hinchaba el pecho.

-Entonces, tanto tu padre como yo tenemos todo lo que necesitamos.

Desplazó su mano ligeramente, y la apoyó sobre la parte baja de mi espalda, para que no me separara. El roce de su mano sobre mi piel desnuda, hizo que me sonrojara y el no tardo en darse cuenta. Aquel contacto me hizo comprender muchas cosas. Sabía que aquello iba enserio, que estaba sucediendo, que podía creérmelo. Sabía que podía perder la amistad que tenía con Astoria, aunque estaba segura de que no le importaría, pues había aceptado que Malfoy estaba enamorado de otra persona, y que por eso no podía casarse con un hombre así. Y sabía también que tenía que dejar que el fuego que mantenía vivo por Ronald se apagara de una vez por todas. Sería un proceso lento.

Porque ahora era suya. Lo sabía. Nunca había estado tan segura. Con aquel contacto, todo de pronto adquiría sentido.

La fiesta siguió hasta entrada la madrugada, cuando Malfoy nos llevó a las tres a uno de los balcones del Gran Salón, para que viéramos los fuegos artificiales. Parkinson subió los escalones de mármol tambaleándose, casi tirando la copa de vino que llevaba en su mano. Astoria parecía que había retocado un poco su maquillaje porque seguía preciosa, y Malfoy estaba celebrando nuestro compromiso de forma prematura con una botella que había tomado para su uso personal.

Cuando los fuegos artificiales iluminaron el cielo, levantó su botella al aire.

-¡Brindemos!

Todas levantamos nuestras copas, y esperamos, expectantes.

-Por estas bellas damas. ¡Y por mi futura esposa!- exclamó Malfoy.

Las chicas brindaron sonoramente, pensando cada una que aquel brindis sería para ellas, pero yo sabía que no era así. Cuando todas retiraron sus copas, me quedé mirando a mi casi prometido, y él me guiñó un ojo antes de tomar otro sorbo al champán. La emoción y la alegría de la velada eran sobrecogedoras, como si me engullera una llamarada feliz.

No podía imaginar que hubiera nada en el mundo que pudiera arrebatarme aquella felicidad.

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CONTINUARÁ.

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Chicas, hoy vengo rápido a actualizar la historia. Muchas gracias por sus comentarios en los capítulos, y por seguir la historia.

A los nuevos, ¡bienvenidos! Espero les agrade esta adaptación. Recuerden que no es mía, sino de Kiera Cass.

¡GRACIAS A TODOS!