Capítulo 1

En el prólogo cometí un error y puse que Hades creía que su hijo venia del casino pero no podía ser ya que le metió después de hacer el Pacto de los Tres Grandes por culpa de Zeus ya que le consideraba una amenaza. Y en mi historia el pacto se esta realizando en el mismo momento, por lo que Hades todavía no ha metido en el casino ni a Nico ni a Bianca. De todos modos, el error ya esta corregido.

Para la próxima actualización puede que tarde un poquito más por unos exámenes que tengo esta semana pero intentaré no demorarme mucho.

Espero que disfrutéis de la lectura ;)


—Todo esto…es muy emotivo. Y me está dando caries —Gruño Ares, enfadado —. Pero todos aquí tenemos cosas que hacer, mocosos impertinentes. Así que —chiscó los dedos y el libro que anteriormente estaba en el regazo de Apolo, paso a sus manos —empecemos de una maldita vez. Tengo ganas de asesinar a alguien. Capítulo 1.

— ¿Y qué libro estamos leyendo? —Preguntó Annabeth, todavía bajo el ala de su mejor amiga ''resucitada''.

—El Hijo de Neptuno —respondió una chica del pequeño grupo del fondo compuesto por cinco personas, que les miraban con una cara de culpabilidad y asombro. Tenía el pelo castaño y la piel de un tono caramelo, que hacían que sus ojos caleidoscópicos resaltaran en su atractivo rostro.

Percy dio unos pequeños toques en el hombro de Annabeth para llamar su atención.

—Neptuno… ¿no es la versión romana de mi padre?

—Ajá.

—Eso quiere decir que posiblemente puede tener un…que pueda tener un hermano.

—No sé si los semidioses de parte del legado romano se podrían considerar hermanos nuestros. Ni siquiera los componentes de una misma cabaña de nuestro campamento se deberían considerar hermanos dado que los dioses no tienen ADN. Solo seríamos hermanos si compartiéramos el mismo ADN de nuestro progenitor mortal —meditó, rascándose la sien. Sus ''hermanos'' sintieron de acuerdo a lo dicho —. Pero supongo que nos llamamos hermanos para hacer las cosas más llevaderas.

Travis miró a Connor. Y Connor miró a Travis. Travis abrió los brazos de par en par, casi dando en las narices a Katie en el proceso. Ésta molesta por sus payasadas, se puso al lado de Will, quien sonreía divertido.

—No los alientes, por favor. Si no creerán que son graciosos.

Will se encogió de hombros.

—Hermano…

—Hermano —Aseguró Connor, sellando el abrazo. Hermes, desde su trono, fue el único en apreciar como los hermanos se robaban las pertenencias sin que el otro se diera cuenta y ninguno de la sala excepto él, ya que era su padre. Inflo el pecho orgulloso. Iba a tener un buen par de retoños revoltosos.

Percy se quedó pensativo. Tal vez conocería a ese tal hijo de Neptuno en el futuro y podrían llevarse hasta bien. Aunque dudaba un poco de eso al ver al chico flacucho rubio vestido con una toga y un cinturón lleno de peluches lanzando miradas asesinas hacia sus amigos del futuro. Percy desechó la idea. El y su futuro hermano se llevarían bien. Y lo invitaría al Campamento Mestizo para que durmiera en su cabaña, comiera con él en la mesa a la hora del almuerzo y entrenara también. Ya no estaría tan solo. En el fondo de su ser, una chispa de esperanza se encendió.

Rachel se removió incomoda sabiendo los pensamientos que estaba teniendo su pequeño amigo. Le tocó el hombro para que se girara hacia ella.

—Mmmm, no…no hay ningún semidiós hijo de Neptuno o para el caso de Poseidón, Percy. —Dijo torpemente la pelirroja, matando sus esperanzas.

—Oh —dijo Percy, sintiendo como aquella chispa, como aquella pequeña brizna de esperanza moría. Pero negó con la cabeza. No se podía permitir pensar de esa manera. Tenía a Grover, quien en esos momentos no estaba. Y al parecer iba a tener también a Annabeth. Habían conseguido crear una extraña amistad. Se giró para mirarla y su pecho se oprimió un poco. Notaba como su nueva amiga miraba la hija de Zeus. Y era la típica mirada de: 'Si me dices que me vaya contigo y lo deje todo, lo haré'. Y todos sabían que una vieja amistad vale mucho más que una que si quiera acababa de empezar y además venía ya con problemas parentales. Además, había que añadirle que esa vieja amiga estaba muerta y ahora viva. El marcador iba 2-0, a favor de Thalia.

—Pero eso no quiero decir que no vayas a tener uno —se apresuró a decir.

—Mi…mi madre, ¿va a tener un hijo? —Puso cara de horror — ¡¿Con el maloliente Gabe?! Por encima de mi cadáver —Gruñó bajo.

— ¡No, no, no! —alzó las manos al aire, intentando tranquilizarlo. Como haría un jinete con su caballo desbocado —. Tampoco se quién es, pero con él desde luego que no.

—Gabe está muerto —le aseguró un chico pálido con ojeras muy marcadas y el pelo oscuro casi tapándole los ojos. Parecía tener un par de años más que Percy. Era Nico, el hijo de Hades.

— ¿Tú también vienes del futuro, Nico? ¿Cómo? —miró el dios del Inframundo alrededor de su hijo — ¿Y tu hermana?

—Sí. Casino Lotus, por el Pacto de los Tres Grandes. Decidisteis no tener más hijos para evitar La Gran Profecía. Nací antes y Zeus te ordenó matarnos, a Bianca y a mí, ya que nos consideraba una amenaza. Tu no le hiciste caso y nos metiste allí —Miró hacia otro lado y suspiró —. Está muerta —Las cazadoras dirigieron su mirada hacia al suelo, en respeto hacia su cazadora caída en combate noblemente. Nico las miro mal. Ellas no tenían derecho a llorar su muerte, no la conocían. Solo estuvo un par de días con ellas.

Hades arrugó el rostro de dolor. Aunque fuera el dios del Inframundo y de los Muertos, siempre era duro ver como tus hijos abandonaban la vida para después permanecer por toda la eternidad en ese lúgubre lugar. Si al menos la mayoría de ellos alcanzaran los Elíseos sería algo diferente. Poseidón, a su lado le apretó el hombro, mostrando su apoyo y sabiendo lo duro que era cuando un hijo te abandonaba.

— ¿Esta muerto? —Percy volvió a llamar la atención de Nico — ¿Por qué? Dime que por fin le ha ido a visitar el Karma.

Poseidón, de inmediato, se sintió realmente contento de que ese mortal ya no rondara por la que sería la madre de su futuro hijo. Ese extraño sabor amargo que se le había instalado en la boca desapareció.

Nico se cruzó de brazos y le observó fijamente. Sintió como sus mejillas se torneaban de color rosado. Siendo tan pálido, maldijo mentalmente, al imaginar cómo se debería de estar viendo en esos momentos. No se podía creer, que aun teniendo doce años, Percy le pudiera robar algún que otro suspiro. Will, desde el gentío, se le desplomaron los hombros. Tenía un duro trabajo por delante.

—Podíamos decirlo así.

—Un chico de pocas palabras —murmuró Dionisio, en un bostezo —. Me gusta.

—Dijiste: 'No hay ningún semidiós hijo de Neptuno o para el caso de Poseidón' —le señaló Annabeth a Rachel — ¿Estas intentando decir que Percy puede tener un hermano pero que no sea un semidiós?

—Es increíble —le murmuró Chris a Clarisse —. No se le escapa nada.

Ares vio como Chris rodeaba a su hija por la cintura y frunció el ceño. Hermes, reconociendo a su hijo por las facciones evidentes de todos ellos; orejas y nariz puntiaguda, en cambio tenía una sonrisa jactanciosa de ''ese es el hombre, mi hijo''.

—Claro que no se le escapa nada. Ni Percy pudo y eso que es obtuso.

El hijo de Hermes soltó una risita divertida.

— ¿Obtuso? ¡Vaya! Gran palabra.

—Cállate —le dio un golpe con la cadera, colorada —. Solo que he pasado estos últimos ocho meses mucho tiempo con Annabeth. Nada más. Gilipollas.

Chris la beso en la cabeza y su sonrisa se agrandó.

—Eso está mejor. Es más tú.

— ¡Entonces, tengo un hermano! —Percy rebotó ansiosamente sobre sus punteras — ¿Quién es? —Miró entre la multitud — ¿Está por aquí?

—Al parecer no —negó divertida ante el entusiasmo de su primo. Realmente le parecía adorable. Entendía perfectamente porque su mejor amiga se había enamorado perdidamente de él desde que lo conoció. Aunque de primeras pareciera un tanto irritante —. El es un cíclope, cabeza de algas.

— ¡¿Un qué?! —salto Annabeth, alejándose de Percy, y el dolor brillo en sus ojos esmeraldas ante el rechazo.

—Tranquilízate —la hija de Zeus la cogió de los hombros y la zarandeó de los hombros —. No hagas eso. Tyson es increíble y es un amor. Y el cíclope más valiente que conozcas.

—Pero…

—Lo sé. Pero Tyson no es así. Tuvisteis un comienzo un tanto difícil. Y tú también Percy —el abrió los ojos sorprendido y Thalia suspiró —. En el campamento somos una familia pero a veces la familia es cruel —Clarisse y unas cuantas personas más bajaron la cabeza avergonzadas, recordando la época en la que el ''pequeño'' cíclope llego al Campamento Mestizo y como se metieron con su líder por tener un hermano monstruo —. Y te dejaste llevar por los comentarios que hacían y no lo aceptaste del todo —Percy miro horrorizado ¿Cómo pudo hacer eso? Y especialmente él. Sabiendo lo que es el rechazo —Pero ahora, sois unos hermanos inseparables que se aman con locura y se cuidan las espaldas. Y tu Annabeth, lo adoras.

La pequeña rubia arrugó la nariz, disgustada.

—Permíteme que lo duda.

— ¡Oh! —rió la Teniente de Artemisa —. Hazme caso. Hasta le hicisteis una ''tarta'' de cumpleaños al cabeza de algas juntos por su cumpleaños. Bueno…, al menos lo intentasteis.

— ¿Me hizo una tarta? —Percy sonrió con una sonrisa destellante. Nadie le había hecho una excepto su madre.

— ¿Le hice una tarta?

—La palabra clave está en intentaste —se burló Travis —. Más bien parecía un ladrillo recubierto de glaseado azul.

—La intención es lo que cuenta —refutó Percy —. Y se lo agradezco —Annabeth le dio una pequeña sonrisa tímida de que el hijo del enemigo saliera en su defensa. Tal vez…tal vez su amistad sí que llegara a funcionar después de todo. Tal vez se convertirían en mejores amigos —. Aunque es un poco raro agradecer algo que todavía no ha ocurrido… —negó con la cabeza volviendo al tema. A veces sentía como si se dispersara demasiado —. El punto es que como a ti nunca te han preparado una tarta estás celoso —Levantó ambas cejas con una sonrisa socarrona en el rostro y le lanzo una breve mirada a Katie, que se estaba riendo de la boca abierta que se le había quedado a Travis. El hermano mayor de los Stoll se percató de esa mirada fugaz hacia la hija de Deméter y enrojeció. Recordó que en el primer año, Percy, le encontró espiando a Katie, recogiendo fresas, con cara de tonto enamorado.

—Y tú que sabes. Si vienes del pasado —refunfuñó Travis.

—Awww —su hermano, Connor, le pellizco el moflete como a un niño pequeño —, no te preocupes. En cuanto lleguemos a casa yo te hare una tarta…con extra de fresas —y lanzó una carcajada. Su hermano, abochornado, le dio un empujón para que se alejara.

—Imbécil.

— ¡Vamos! —Connor se acercó a Percy y chocaron los cinco, todavía riéndose.

—Y parecía un merluzo en esto de las relaciones —dijo Rachel, viendo como el hijo de Poseidón y Hermes seguían mofándose de Travis por su secreto (no tan secreto) enamoramiento por Katie.

—Más bien, yo creo que solo se daba cuenta de las cosas que él quería. Nunca ha sido tonto —Inquirió Will —.Claro está, menos cuando se trata de Annabeth —Hizo que todos se rieran ante eso. Era verdad. Percy muchas veces actuaba como un idiota, pero no lo era. Era muy inteligente. Pero en cuanto le ponías a la hija de Atenea delante, todo su cerebro se convertía en algas arrastradas a la orilla por la marea; todo revuelto y confuso.

Zeus chocó las manos entre sí, creando un fuerte estruendo semejante al sonido de los truenos, haciendo que todos guardaran silencio.

—Mejor. Dais más dolor de cabeza que los chirridos de los pavos de mi mujer —se puso una mano cerca del oído y la cerró en forma como si fuera el pico de un pájaro y empezó a cerrarla y abrirla —. Todo el día gorgoteando y chillando.

—El hermano pequeño y con el cerebro más pequeño de todos —Negó Poseidón. Señaló con un dedo —Y tal vez el más pequeño de todos —. Deméter al entender por donde iba el comentario le tiro un par de uvas por consternación de Dionisos, señalando con la mirada a los niños y adolescentes —. Por favor, vienen del futuro. Pocas cosas serán las que no sepan.

—Tan mujeriego, y luego no sabe nada de mujeres —chiscó con la lengua Hades —. Que deshonra.

—Hablo de orejas el burro —se jactó la diosa de la Agricultura —. Habla quien necesita raptar a una mujer, mi hija si cabe destacar, y darla una granada para enamorarla y hacerla que permanezca en el Inframundo. Encima para luego serle infiel —se dio unos pequeños golpes en la mejilla —. Vaya cara la tuya.

Hades suspiró cansado.

—Han pasado miles años de eso. No lo voy a discutir más. Dejemos el tema.

—Eso ya lo veremos.

— ¿Qué tú tienes jaquecas de mis animales? —Hera elevó la voz por encima de la de los otros dioses, cortando sus conversaciones —. Yo soy la que tiene que aguantar tus quejas sobre tus hermanos —Hades y Poseidón miraron a Zeus con una ceja arqueada —o tus constantes lamentaciones de que si tu maldito rayo no esta tan brillante como lo estaba hacía una hora o que si la toga te hace gordo.

—Por todos los conocimientos del universo —Atenea apoyó el codo en uno de sus reposabrazos y se tapo la cara con la mano, avergonzada de su padre.

Los semidioses, de ambos campos, intentaban disimular sus risas con torpes resoplidos, dándose la vuelta o tosiendo. Pero los dioses eran todo lo contrario. Sobre todo sus dos hermanos, Apolo, Hermes y Ares.

—No te preocupes, Zeus —le dijo Afrodita —, para un hombre de tu edad te ves bastante aceptable. Pero no te duermas en los laurales.

—Porque soy la diosa del Matrimonio que si no… —Hera dejó la amenaza en el aire. Zeus tragó en seco.

—Bueno… —carraspeó la garganta fuertemente cortando todo tipo de burlas hacia su divina persona —, una vez aclarado el tema, te quiero amor mío —cogió la mano de su esposa y le dio un casto beso en sus nudillos. Zeus hizo un poco de fuerza reteniendo la mano de su cónyuge, quien la quería quitar disgustada. Finalmente, con lamento, la dejo ir y vio como se limpiaba la mano en su vestido. Suspiró. Tendría que regalarla otro pavo real. Es lo que hacía siempre que lo pillaba con otro u otra mortal. Así que hubiera tantos pajarracos en su casa era básicamente por su culpa. Su mirada cayó rápidamente sobre Rachel, alejándolo de sus pensamientos sobre problemas maritales — ¿Porqué hay una mortal en el Salón del Trono? No tienen permitido la entrada.

—Soy la Oráculo.

—Y tan bella y casta como las anteriores —Comentó Apolo como advertencia para sus hermanos Hermes y Ares que pusieron un mohín. Pero lo que fue en un principio una advertencia, terminó siendo un momento bochornoso para la chica.

—Oh —dijo Zeus, relajándose en su trono —, entonces supongo que está bien.

—O sea pueden dormir con nuestros padres, los mortales, pero no les pueden dejar entrar aquí —susurró Katie a sus amigos, indignada — ¿Cuán hipócrita es eso?

—Son dioses, fresilla —le contestó Connor —. No les lleves la contraria.

—Dado que ya no hay más debates por los que discutir —el Rey de los dioses lanzó una mirada significativa por toda la sala y al ver que todos lo miraban con atención, asintió satisfecho —. Empecemos la lectura.

—Aguarda un momento, hermano —habló Hestia, que se había desplazado a un lado de los tronos, sentada delante de unas pequeñas brasas que apenas emitían fuego y calor —. Déjeme darles unos asientos para que la lectura s les haga más cómoda. Deben de estar cansados.

—Por supuesto hermana.

La diosa del Hogar subió su bastón con esfuerzo y al instante cientos de sofás, sillones y butacas de un tono marrón cálido aparecieron por toda la sala. Los semidióses no tardaron ni medio segundo en tirarse en ellos y probar su comodidad. Todos ellos suspiraron felices. Era como estar sobre nubes de azúcar esponjosas.

Una vez que Poseidón vio a todos los mestizos acomodados y relajados, mandó a Ares comenzar la lectura.

—Por fin —se quejó —. Mis armas ya se estaban oxidando de tanto esperar.

—Entonces, creo, Afrodita, que te pondrás furiosa.

— ¡Oh, Hermes! —rio tontamente Afrodita —. Pilluelo, como me conoces.

Piper oculto su rostro en el hombro de su novio, agraviada. Le parecía bien que su madre tuviera una vida sexual ¡Era la diosa del Amor, ni más ni menos! Pero no la importaría que a veces se rebajara con sus comentarios o actitudes.

El Hijo de Neptuno —gruñó entre dientes Ares —. Percy. Capítulo I.

— ¿Qué? ¿Por qué pone mi nombre? —Preguntó confuso Percy.

—Sesos de alga, tu eres el hijo de Neptuno. Por lo qué es tu libro y por eso sale tu nombre.

—No, no, no —negó vehementemente —. Yo soy hijo de Poseidón, no de Neptunpo. Soy griego…, no romano —Levantó la mano en señal de disculpa al Campamento Júpiter —. Sin ofender.

—A mi no me ofenden tus palabras, Graecus —escupió Octavio —. A mí me molesta tu mera presencia en este mundo.

—Basta, Octavian —le reprendió Reyna —. No se te permite hablar así a tu pretor. Aunque tenga doce años, lo sigue siendo —le advirtió cuando vio que iba a protestar. Se volvió hacia Percy para intentarle explicar —. Veras, lo que ocurre es que, Hera, te intercambio por Jason —el aludido levantó la mano indicando su posición y señalando quien era —, nuestro antiguo Pretor. Un hijo de Júpiter.

—Así que somos primos —le dijo Percy.

Jason le dedico una pequeña sonrisa.

—Sí, como Thalia. Aunque no sé si mi hermana se consideraría más prima tuya que mía, ya que ella es griega.

Percy asintió meditabundo. Se giró hacia la hija de Zeus.

— ¿Tú ya lo conocías de antes?

—Ya que le ví como se iba formando en el vientre de mi madre, y básicamente le crié yo hasta una determinada edad…, yo diría que sí.

— ¿Tenías un hermano, Thals? —Preguntó Annabeth, con los ojos albergando el fantasma del dolor. Susurro: —. Nunca me lo dijiste.

Thalia le acaració la cabeza con cariño.

—Era una historia larga y dolorosa que no quería contar. Perdón. Más adelante, si quieres, te la cuento.

La niña asintió satisfecha. Odiaba que le ocultaran información. Se sentía estúpida. Y más cuando era una persona de tal confianza y tan importante para ella. Pero entendía que todos teníamos esqueletos guardados en el armario y que a veces era difícil sacarlos de su escondite.

—Por lo que al intercambiarme con un romano, vosotros me considerasteis un hijo de Neptuno —dedujo Percy, perspicaz.

—Tampoco nos dijiste que eras griego —Dijo Dakota, bebiendo de un refresco.

— ¿Porqué?

—Te borraron la memoria —respondió Jason, un poco hosco.

— ¡¿Qué?! ¡No!

—Se supone que era necesario. No teníamos que saber regresar a nuestro hogar. Teníamos que cumplir una misión. Y era conseguir la confianza del otro campamento para así firmar la paz y derrotar la amenaza que se nos avecina.

—Y eso sería… —Quiso saber Annabeth.

—Gea —Respondió Leo.

El ambiente en el Olímpo bajo. Se volvió denso. Annabeth se volvió en redondo hacia Percy.

—Más te vale no fallar.

—Gracias por los ánimos, listilla —se tocó el pecho —. De corazón.

—Ahora actúa toda ruda pero todos sabemos que cuando Prissy desapareció, se convirtió en un pequeño flan tambaleante preocupado.

—Clarisse, dala un respiro —dijo Will, con un demán de mano —recuerda que están en la primera fase de su relación.

—Y este problema de…La Madre Tierra —mencionó con cuidado la hija de Atenea —, ¿está relacionado con la profecía de los Tres Grandes?

—No, ese asunto ya está solucionado. Salió…todo medianamente bien —respondió Rachel

Annabeth se llevó la mano en al pecho y dejó soltar el aire lentamente, aliviada. La Gran Profecía la había dado pesadillas desde que la descubrió.

— ¿Y por qué le habéis llamado Pretor? —señaló la rubia a su amigo.

—Tan preguntona como su madre —se quejó aburrido Dionisos, ganándose una mirada fulminante de Atanea

—Porque lo es —respondió sencillamente Gwen.

Respuesta que no le gusto a la hija de la diosa de la Sabiduría, demasiado simple y sin información.

—Pero porqué.

—Creo que, hmm —dijo tímidamente Hazel, en medio de todos —, lo más seguro salga el porqué en el libro. Tengo una corazonada.

Annabeth asintió no muy satisfecha.

—Si el señor Ares ha leído ''Percy'' antes que ''Capítulo I'' eso quiere decir ¿qué vamos a leer los pensamientos de Percy? —teorizó Malcom.

— ¡Sí, por favor! —Rogó Clarisse —. Podremos hacer tanto chantaje.

—Mierda… —susurró Percy, hundiéndose en el sofá, tapándose el rostro totalmente rojo con solo pensar en lo que podría poner el libro. Que bochornoso — ¿Y cuántos años tengo?

—16 casi 17.

—Y ya sabes que pensamientos tenemos a esta edad los chicos —Connor le pincho con el codo a su hermano mayor.

—Sí, sí, lo que digas —dijo alejándose de él y de Katie, tan rojo como una fresa. Puede que haya tenido más de un pensamiento impuro con ella en alguna que otra situación comprometida con distintas posiciones no aptas para menores de 18.

—Espero que no pienses nada indecente, sesos de algas —le pico.

—Cállate —se oyó decir a través de las manos.

LAS MUJERES CON EL PELO DE SERPIENTES comenzaron a molestar a Percy.

Percy miró de reojo a Annabeth. Sacó un pequeño papelillo doblado del bolsillo y lo zarandeó delante de su cara.

— ¿Qué es eso?

—La factura, ¿recuerdas?

Annabeth se estrelló la palma contra la frente.

—Cómo se te ocurrió semejante estupidez, sesos de alga.

—Porqué soy un impertinente. Ya te lo dije —Percy se removió incómodo en su asiento — ¿Hay muchos monstruos con serpientes en la cabeza?

Annabeth se quedó blanca como el papel.

—De hecho, no. Solo medusa y…sus hermanas, las Gorgónas.

— ¿Crees que buscan venganza? Por lo de…—Se puso el dedo índice en el cuello y lo deslizó por su garganta, dejando caer un poco la cabeza, cerrando los ojos y sacando la lengua.

—No puedes tener tan malas suerte.

Todo el Campamento Mestizo empezó a reír y los Siete, apartados, se miraron entre sí con rostro sombrío.

—Se nota que todavía no lo conoces en profundidad —dijo Will, intentando recuperar el aliento.

—Annabeth tampoco debería hablar tanto —dijo Malcom —. Anda que no nos ha dejado a la cabaña de Atenea noches en vela por la preocupación de que saliera herida o peor. Aunque estando con Percy siempre, de cierta manera, nos tranquilizaba. Siempre que estén juntos son imparables.

Los siete se volvieron a mirar. Tenían razón. Aquellos dos mientras se mantuvieran eran una máquina bien engrasada que podrían con todo pero no podían dejar de preocuparse. El lugar donde habían caído era el Tártaro.

Percy le acercó a Annabeth para que lo chocara. Resoplando lo hizo a duras penas, pero con una pequeña sonrisa.

—Puedo preguntar de que es esa factura —dijo Hermes desde su asiento, viendo el pequeño logotipo de su empresa que lo representaba.

—Claro —se lo tendió al dios —. Es de un pedido que hizo el señor Hades a…Medusa. Y como tenía la dirección del Inframundo lo guardé para hacerle una visita y que devolviera el rayo y a mi madre.

Poseidón miró a su hermano y este levantó las manos. Supuso que no le podía decir nada cuando todavía no había pasado nada. Era tan frustrante.

— ¿El rayo? —Rugió Zeus — ¿Por qué diantres tienes mi rayo?

— ¡Y para que voy a querer yo tu estúpido rayo!

— ¡Mi rayo no es estúpido! Retíralo.

—Primero nuestro padre tendría que poner los pies en el mundo mortal y hacerse con el poder.

Los campamentos se miraron incómodos, sabiendo lo que pasaría en el futuro. Al final el dios del Inframundo tendría que aceptar que el estúpido rayo no es tan estúpido.

—Tranquilo, mi señor Zeus, su hermano no le robó nada. Todo salió bien —le intentó calmar Chris —. Gracias a Percy y Annabeth.

Poeidón y Atenea hincharon los pechos como dos pavos orgullosos. Aunque no estaban muy contentos de que sus hijos trabajaran juntos.

— ¿Sí? ¡Wohoo! —saltó Percy del asiento, bamboleando los puños —. Ven, listilla —la cogió y dio un par de vueltas con ella. Al final todo salió bien; devolvieron el rayo por lo que evitaron el fin del mundo por una rabieta de su tío y su madre estaba viva. Por fin pudo respirar aliviado.

Annabeth se despegó a duras penas de él, totalmente avergonzada. Se alisó la ropa, intentado recuperar la compostura. Percy parecía un tirillas pero tenía bastante fuerza en los brazos.

—Y… —tosió un par de veces, aclarándose la garganta — ¿Quién era el ladrón?

El Campamento Mestizo empezó a hablar entre sí de cosas triviales, para evitar contestarla. Thalia, en el sofá, dio un par de toques a su lado, en el cojín, para que volviera a sentarse junto a ella.

—Eso es para más tarde, ¿vale? —la hija de Zeus miró a su padre, buscando una excusa —Míralo —lo señaló —. Ya está bastante traumatizado sabiendo que se lo van a robar —. Negó con la cabeza viendo la decadencia de su padre. Estaba acunando el rayo en su pecho y mirando a todos los dioses de mala manera, como si quisiera fulminarlos al instante en que sus mentes cruzara el pensamiento de traicionarlo. A Él. El Rey de los dioses.

—Está bien —le concedió la pequeña —. Pero más tarde me lo dices.

Thalia asintió, esperando a que se le olvidase. Lo dudaba.

—Y así como si nada… —dijo Poseidón, pareciendo desinteresado — ¿Qué hacían en lo de Medusa?

Los niños se miraron y se encogieron de hombros.

—Nos perdimos —respondieron al unísono.

—Oh. Bien. La gente se pierde continuamente. Sobre todo en guaridas de monstruos —se retorció las manos, nervioso —. Estupendo. Al menos no os encontrasteis con ellas. Sino no estaríais vivos, ¿no? —rió nervioso.

Percy miró a su padre, dolido ¿Tan poca fe tenía en él?

—Por fortuna. Porqué si hubiera tocado solo un pelo de la cabeza de mi hija…El niño seguro que solo quería ir a conocer a una de las novias de papi —le dijo mordazmente Atenea y Poseidón entrecerró los ojos en su dirección.

—Yo al menos no la castigué convirtiéndola en un monstruo petrifica-todoloqueveo.

— ¡Eso fue por tu culpa! Si no te hubieras acercado no hubiera pasado nada, aliento de anguila.

—Han pasado tantos años y aún sigues. Eres imposible.

—Y tú insufrible.

—Y tú…

Percy y Annabeth se miraron horrorizados. No podía ser. Eran unos calcos exactos a sus padres. Habían tenido la misma conversación.

—Porqué se que Percy y Annabeth no son dioses pero…—Dijo Pollux.

—Lo sabemos —dijeron todos, asintiendo un poco aturdidos.

—Os imagináis que en realidad el señor Poseidón y la señora Atenea están enamorados en secreto —susurró una de las hijas de Afrodita, emocionada por un romance oculto.

¡chsss! —la chistaron, echando un vistazo nervioso a los dioses que seguían en su discusión, sin percatarse de lo que había dicho la chica.

Deberían haber muerto hacía tres días cuando dejó caer encima de ellas una caja de bolas de bolera en el mercadillo de Napa.

—Percy y las mil maneras de matar a un monstruo —dijo Leo, intentando liberar poco a poco la tensión de los Siete.

—Pues no me extrañaría que se empezara a emitirse en Televisión Hefesto —Comentó Nyssa, acompañando el comentario de su hermano, que aunque apenas hace una semana que se había ido, ya le echaba de menos a horrores.

—No otra vez —lloriqueó Percy —. Con una vez es suficiente.

—Desde luego fue una buena idea lo de la televisión —murmuró Hefesto, revisando uno de sus aparatos —. Una buena manera de matar el tiempo. Y sobre todo para nosotros. Siendo inmortales y todo eso. Se hace muy largo —. Los dioses tuvieron que estar de acuerdo.

Afrodita le cuadro con las manos, mirándole a través de ellas y asintió con aprobación.

—Yo podría ser tu representante. Cariño —choco las manos, las entrelazó y se las llevó al regazo —, vamos a sacar tanto partido a ese adorable rostro.

Percy levanto las manos y las movió de un lado a otro, negando efusivamente. Se estaba apretando tanto con el respaldo del sofá que pensaba que se lo tragaría los cojines. Afrodita hizo un pequeño puchero y la mayoría de los hombros, los que no estaban enamorados, suspiraron encantados.

—Me tendré que conformar con hacerte la vida amorosa interesante —refunfuñó resignada.

Annabeth le dio un par de palmadas al hijo de Poseidón como si fuera un perro encima de la cabeza por la cara de espanto que puso.

—Yo que tú me iba preparando. Se dice que la señora Afrodita suele ser bastante…juguetona con esas cosas.

—Y con otras también —le guiñó un ojo Ares, sugestivamente a su amante.

Deberían haber muerto hacía dos días cuando las atropelló un coche de policía en Martínez.

—Seguro que cruzaron sin mirar —Chascó la lengua Deméter —. Imprudentes.

Deberían haber muerto definitivamente cuando aquella mañana les cortó la cabeza en Tilden Park.

—Parece que le has cogido gustillo a eso de separa la cabeza de los hombros, sesos de alga.

—Pierden la cabeza por mí. Qué le vamos a hacer.

Annabeth le pegó un pequeño puñetazo juguetón en el brazo. Desde luego se habían relajado considerablemente desde que habían salido de su misión. Se podían dejar llevar un poco y relajarse, como los niños que eran.

— ¿Qué es eso de cogerle el gusto a cortar cabezas hijo?

—Oh, nada. Una broma interna. No te preocupes.

Poseidón se quedo estupefacto. Como no se iba a preocupar por él. Era su hijo. Y se iba a preocupar si su pequeño iba por ahí cortando cabezas. Solo esperara que al menos fueran las cabezas de los monstruos y no de algunos de sus compañeros por algún que otro encontronazo. Sus hijos solían ser bastante impredecibles. Aunque ciertamente tampoco le tranquilizaba que andara por ahí cortando las cabezas de los monstruos.

No importaba cuántas veces las mataba Percy y las veía ser reducidas a polvo, ellas seguían reconvirtiéndose como unos conejitos de polvo diabólicos.

— ¿Conejitos de polvo diabólicos? —Preguntó incrédulo Frank.

—A mi desde luego no me parecieron conejitos. Diabólicas, si —recordó Hazel —. Y feas también.

— ¿Como que visteis a las Gorgonas? —se alarmo Hades.

—No te preocupes, viejo cadavérico —Ares señalo a su hijo —. Mi muchacho esta con tu hija. No le pasara nada —sus ojos brillaron con una luz roja, advirtiéndole —, ¿verdad?

—No, padre —bajó la cabeza avergonzando, recordando el miedo que tuvo en el río Tíber y como le temblaba todo el cuerpo. Si no hubiese sido por Percy, Hazel y él…Y ahora el está en el mismísimo Tártaro porque no le dio tiempo a cambiar de forma y salvarlos.

Hazel le cogió la mano con delicadeza y le sonrió, conociendo sus pensamientos.

—Tranquilo.

Y ahí se dio cuenta que sus uñas se había vueltos garras. Respiró profundo, intentando calmarse.

No podía ni siquiera huir de ellas.

— ¿No vas a hacer un comentario mordaz sobre la cobardía, Ares?

—No seas estúpido, Apolo. El chico está viendo que no permanecen muertas. Que va a hacer. En esta vida hay que ser valiente, no estúpido.

—Creo que será la única vez en la vida que veré a nuestro padre defender a Prissy —dijo asombrada Clarisse a sus hermanos. Estos asintieron de acuerdo, igual de estupefactos que ellos.

Alcanzó la cima de la colina y se quedó sin aliento. ¿Cuánto tiempo hacía que las había asesinado por última vez? Quizás dos horas. Nunca parecían haberse mantenido muertas mucho más que aquél período de tiempo. En los últimos días, apenas había dormido.

Las hijas de Afrodita lograron ahogar un grito, asustando a su hermana y líder de cabaña Piper, preguntándose qué había sucedido.

—Tendrá ojeras muy marcadas y arrugas por no dormir. Y su tersa piel morena condenadamente sexy habrá perdido su brillo.

— ¡El perfecto rostro de Percy! —gritó una de ellas, escandalizada.

Annabeth arrugó la nariz en su dirección ¿El perfecto rostro de Percy? Se volteó a mirarlo, que miraba a la cabaña número 10 un tanto incómodo. No era feo, pero de ahí a que tuviera un perfecto rostro había un largo camino ¿Tanto iba a cambiar con el paso de los años? Le daba igual. Nadie conseguiría ser tan atractivo como Luke. Con solo pensar en él se sonrojó levemente.

Percy, con un dedo, la pico la mejilla.

— Estas roja ¿Tienes fiebre? — Le puso la mano en la frente y ella se la quito de un manotazo.

— ¡P-por sup-puesto que no! — balbuceó, nerviosa.

El hijo del dios del Mar la miró raro ante su arrebato.

Había comido todo lo que pudo mendigar, de una máquina expendedora de ositos de gominola, donuts rancios, incluso un burrito de un restaurante de comida rápida, algo que era todo un éxito personal.

— ¡Mi pobre niño! —se llevó la mano al pecho Deméter —. Eso no es una adecuada alimentación para un adolescente en pleno crecimiento.

—Por favor —negó Miranda, hija de Deméter, tapándose con la mano ante la excesiva obsesión de su madre con la comida saludable.

Katie, divertida y riéndose a costa de su madre, le dio un par de golpecitos en la espalda.

—Ya paso.

La madre de dichas semidiosas, chascó los dedos y al instante, en frente de Percy, apareció una mesa repleta de frutas, platos humeantes de verduras y bols repletos de diferentes cereales.

—Gracias por la preocupación, querida hermana.

—No hay de qué Poseidón. Nadie pasará hambre ante mi presencia. Y sabes que tengo debilidad con tus hijos. Además ¡mírale! —lo señaló cuando, a tientas, cogía una manzana y se la llevaba a la boca —. Parece demasiado esmirriado para un niño de su edad.

— ¿Tú crees que ya ha pasado? —Miranda miró a su madre acusatoriamente, preguntándole a su hermana — ¿Cómo ha podido decir eso?

—Ya sabes que su sentido maternal es muy grande —le dio un pequeño empujón con el hombro — ¿Qué, tienes celos? ¿Tú también quieres cariñitos de mami? ¿Sufres de mamitis?

—Cállate —le devolvió el empujón, riéndose.

Su ropa estaba desgarrada, quemada y salpicada de barro de monstruo.

— ¡Con la ropa no! —El grito de Afrodita sobresaltó a todos.

—Mamá, ¿de verdad esta más preocupada de la ropa que de su seguridad? —la regañó Piper.

Afrodita hizo un ademán con la mano.

—Él está bien. De lo contrario, ¡su ropa no! Es una desgracia.

Su hija la miró incrédula. Cómo era posible que estuvieran emparentadas.

—A lo mejor encuentro un Waterland —picó Percy a Annabeth, recordando como el día anterior tuvieron que entrar al parque acuático a por el escudo de Ares, y donde robaron un par de prendas frescas para vestir.

—Oye, no te quejes —se agarró la camiseta roja con el logotipo del parque —. Ropa limpia, es ropa limpia. Da gracias. Apestábamos.

—Y lo seguís haciendo —hizo una mueca Travis, tapándose la nariz.

Percy y Annabeth se olieron a sí mismos disimuladamente, un poco avergonzados. Y le concedieron ese punto.

—Tal vez deberíamos tomar una ducha —le dijo Annabeth —. Después del capítulo.

Percy asintió. Olía a ostra muerta.

—Pero en duchas separadas —señaló Atenea, fulminando al hijo de su enemigo con la mirada. No iba a permitir que el hijo del Besugo corrompiera su niñita. Conocía a los hijos de Poseidón. Eran muy…activos en el ámbito sexual.

— ¡Mama! ¡Tenemos doce años! —sus ojos estaban como platos, ante lo que estaba insinuando su madre.

—O sea que piensas ducharte junto a él cuando seas más mayor —Atenea se inclinó hasta el borde de su asiento, con sus ojos echando chispas.

— ¡Eso lo has dicho tú, mamá! ¡Qué asco!

— Sé cómo son sus hijos —señaló a Poseidón, que fingió estar ofendido —, y no te voy a querer cerca de él.

Percy se cruzó de brazos.

—Lo dice como si yo fuera el mismísimo Satán ¿Y por qué yo iba a querer ducharme con ella?

—Oh, chico —rieron divertidos Apolo, Ares y Hermes.

—La edad de la inocencia —dijo Afrodita, con ojos tiernos, mirando a Percy y Annabeth. Prometerían una gran historia. Ya podía ver formarse los hilos del amor enredarse entre ellos.

— ¿Creéis que Annabeth y Percy ya se habrán duchado juntos? —Curioseó Connor, por lo bajo para que la versión pequeña de sus amigos no les oyeran.

—La verdad es que un día iba paseando cerca de la cabina de Poseidón y oí gemidos —dijo Rachel.

— ¡Oh, sí! Te vi pasar por ahí y poner cara rara y alejarte corriendo —recordó Will, chasqueando los dedos y frunció el ceño —. Pero recuerdo que fui a la cabaña de Ares para hablar con Clarisse por alguna estrategia de Capturar la bandera y estaba hablando con Annabeth.

—Eso puedo explicarlo yo —respondió la hija del dios de la Guerra, levantando la mano —. Le di una paliza en lucha libre.

—Oh —dijeron todos, comprendiendo.

Sólo había sobrevivido tanto tiempo porque las dos señoras con el pelo de serpientes, gorgonas,

—Lo tuyo supera el nivel de mala suerte, sesos de alga —dijo preocupada Annabeth — ¿Dos gorgonas a la vez? —Se inclinó hacia él levemente y susurró: —Has hecho triplete.

—Tío P, te ves tan pálido como la luz de la Luna —comentó Artemisa — ¿Estás bien?

—No ciertamente, sobrina —Miró a su hijo — ¿Porqué me haces esto?

—No es como que hubiera quedado con ellas para que me persiguieran por gusto —Gruñó Percy. Estaba enfadado con su padre. Pero también le gustaba que estuviera ahí, frente a él. Era tan contradictorio ¿Lo quería? ¿Fue una buena idea mandar la cabeza de Medusa al Olimpo? ¿Se sentiría orgulloso de él? ¿Amó de verdad a su madre?

cómo se llamaban a sí mismas, tampoco parecían poder matarle.

Nico sonrió petulante. La Laguna Estigio.

— ¿Cómo que no podían matarle? —Cuestiono Atenea —. Eso es extraño. No tiene sentido.

—No podían matarle por que o el niño no se lo ponía fácil o porque había algo que se lo impedía —razonó Artemis, acariciando su arco como si de un pequeño ciervo se tratara.

Sus garras no cortaban su piel. Se rompieron los dientes en un intento de morderle.

Apolo se acercó a Percy y le retorció la piel haciendo que el pequeño aullara de dolor.

— ¿Qué estás haciendo Apolo? —se levantó Poseidón enojado, para ver la marca roja que el dios del Sol había dejado en la piel de su hijo.

—Su piel no tiene nada de especial —se sentó, quejándose en su trono.

—El libro habla del futuro del niño, no de su presente, cabeza de Helio —le dijo su hermana —. Es obvio que todavía no le ha pasado lo que quiera que le haya sucedido para que su piel sea tan resistente.

—Cierto, se me había olvidado —Se rasco la nuca, torpe —. Perdona, chaval.

—Ya…—dijo Percy, sobándose el brazo adolorido con cuidado.

Poseidón miro la marca roja y pasó su mano por la herida, humedeciéndola. Poco a poco la mancha roja fue perdiendo intensidad hasta volver al tono moreno del chico. Percy, Annabeth y todos los semidioses, tanto griegos como romanos, miraron asombrados como el moratón desapareció.

—Guau —murmuró la hija de Atenea.

—Sí. Guau —reconoció Percy y miró a su padre — ¿Podré algún día ser capaz de hacer esto?

Poseidón sonrió con cariño. Le puso una mano en la cabeza y se retiró hacia su propio trono.

—Lo dudo.

Sus hijos no solían adquirir alguno de sus poderes. Como mucho adquirían el amor por el agua y un extra de fuerza cuando se encontraban cerca de ella. Así que dudaba que Percy lograra controlara la sanación acuática sino podía manipular el agua.

Atenea por otro lado meditaba profundamente. La única manera de conseguir ese tipo de piel…pero era imposible. La primera y última persona en tener piel de acero fue Aquiles.

Pero Percy no podría seguir así durante mucho tiempo. Pronto se colapsaría de agotamiento, y entonces, aunque fuera duro de matar, estaba completamente seguro de que las gorgonas encontrarían una forma.

Percy sin saber porqué, se frotó un punto en la zona baja de su espalda, llamando la atención de Annabeth, que puso la mano donde él se frotaba.

— ¿Te duele la espalda?

Percy negó un tanto confundido.

—Uh, no. Es…—se dejó de frotar y se encorvó ligeramente hacia adelante —raro. Da igual. No me pasa nada.

Annabeth le miró dubitativa y siguió escuchando el capítulo.

¿Dónde huir? Oteó los alrededores. Bajo otras circunstancias, podría haber disfrutado de la vista. A su izquierda, colinas doradas poblaban la tierra, salpicadas por lagos, bosques y algunos rebaños de vacas.

Poseidón, Deméter, Artemisa, Dionisos y Apolo suspiraron ante la imagen de la bella naturaleza.

—Vacas —murmuró Apolo, feliz. Todos los semidioses le miraron raro — ¿Qué?

Connor levantó el brazo.

—Tengo una teoría.

—Madre mía.

—Fresita, te juro que esta es buena —Carraspeó la garganta para explicarse —. Todos sabemos que las vacas sagradas del señor Apolo son rojas.

—Cuidado con lo que vayas a decir, Stoll —le advirtió Will.

—Tranquilo, tranquilo. Aquí va. Y si son rojas…

—Porque el señor Apolo coquetea con ellas y se ruborizan —termino Leo por Connor, leyéndole la mente.

— ¡Esa es! —el hermano pequeño de los Stoll chocó la mano con el hijo de Hefesto.

Todos en la sala se lo plantearon.

— ¡¿Qué?! Por supuesto que no ¡Artemisa! No es así.

—Pueden tener razón, bola de gas. Eres muy unido a esas vacas. Déjame al menos dudarlo.

—Calma, Apolo —le dijo Hera —. Tu afición por las vacas te viene de tu padre. Le gusta bastante transformarse en toro.

— ¡Hera! —dijo furioso Zeus y su mujer solo rodó los ojos.

Los semidioses lo miraron raro pero después recordaron el episodio amoroso que mantuvo con Europa, en la que él cambio de forma a un toro.

A su derecha, las llanuras de Berkeley y Oakland seguían al oeste: un vasto tablero de juegos de poblaciones con varios millones de personas que probablemente no querían que su mañana se viera interrumpida por dos monstruos y un semidiós apestoso.

Más allá, al oeste, la Bahía de San Francisco brillaba bajo una bruma plateada. Pasado aquello, un muro de niebla se había tragado la mayor parte de San Francisco, dejando a la vista sólo las cimas de los rascacielos y el puente de Golden Gate.

A Annabeth se le iluminaron los ojos como dos bombillas de mil voltios y empezó a vomitar datos y datos sobre el puente colgante.

—Bueno, chiquilla molesta. Si has acabado con tu perorata —indico Ares, levantando el libro —me gustaría seguir leyendo para acabar con esto cuanto antes.

Annabeth, Atenea y los hijos de esta lo miraron mal. Percy se acercó a su amigo y le dijo por lo bajo:

—No deberíamos haberle de vuelto su maldito escudo.

—No —gruñó y le miro. Se sintió inmensamente agradecida de que estuviera de su parte.

Una ligera tristeza pesaba en el pecho de Percy. Algo le decía que había estado antes en San Francisco. La ciudad tenía alguna relación con Annabeth, la única persona que podía recordar de su pasado.

Todo el Campamento se puso a aplaudir y vitorear, incluso del lado romano unos cuántos aplaudieron siguiéndoles la corriente pero pararon al instante al ver la mirada de Octavian.

— ¿Porqué aplauden todos ustedes? —Quiso saber Hermes, revisando algunas cartas de su cartera. Aunque estuvieran leyendo el seguía teniendo un arduo trabajo.

—Porque pensábamos que nos íbamos a quedar sin líder una vez que Annabeth se reencontrara con Percy —Contestó Malcom.

—Vosotros no sabéis lo que hemos tenido que vivir —dijo Travis —. Una Annabeth enfadada y triste por partes iguales no es bueno. Nada bueno.

— ¿Y sin Percy que estuviera para calmarla? —siguió Connor —. Olvídate de hasta saludarla.

—Creo que estáis exagerando.

—Np, Anni no —contestaron ambos a la vez.

—No me llaméis así —les apuntó con la daga.

Thalia en un movimiento rápido, el cual aprobó su señora, le quito el arma.

—Es verdad —la pequeña le frunció el ceño —. No me mires así. Incluso a mí me echaste de tu cabaña como un perro rabioso.

Annabeth dejo caer la boca.

— ¿Qué?

—Percy es muy importante en tu vida, Anni.

Los hermanos Stoll esperaron a que la hija de Atenea amenazara a la de Zeus pero eso no sucedió y se desinflaron como un pez globo. Katie, a su lado, les miró con una ceja levantada y negando con la cabeza.

— ¿En serio? Chicos, es su mejor amiga que hace un tiempo que no ve creía que estaba muerta. Es obvio que no la va a amenazar.

—Y nosotros acabamos de descubrir, que para Anni, estamos muertos en su corazón.

Percy al lado de Annabeth se regodeó.

—Pues parece mentira con lo que me odiabas al principio.

— ¡No te odiaba! Ya te lo dije. Pero siendo hijo de Poseidón y yo de Atenea pues…

Percy la rodeó con el brazo, acercándola a su costado.

—Ya, ya lo sé —le tendió la mano y ella lo agarró —. Atenea y Poseidón unidos. El mejor equipo de todos.

—Mejores amigos —le respondió ella, ingenuamente. En un futuro, se prometió, hacer todo lo posible para encontrar a Percy.

Ambos se sonrieron de una manera infantil y la cabaña de Afrodita no pudo evitar arrullarlos, incluso Piper no pudo y Jason y Leo la miraron extrañados por su reacción. Eran adorables. Normal que en su tiempo estuvieran tan enamorados si se decían cosas por el estilo.

Los padres de los niños se miraron. Poseidón le extendió la mano a Atenea, como su hijo a la pequeña. Atenea miró su mano y…

—Sigue soñando, cerebro de medusa —le dijo Atenea y todos los dioses se rieron del pobre dios del Mar.

—Un día cederás y volveremos a crear algo tan estupendo como el carro de caballos.

—Eso fue solamente un golpe de suerte.

Sus recuerdos sobre ella eran frustrantemente difusos.

—Al menos recordaba algo —se exhaló Jason —. Yo ni mi nombre.

Leo le dio un gran golpe en la espalda al hijo de Júpiter, haciendo que tosara.

—Encima te quejaras, hombre ¡Te dio un mejor amigo increíble y una novia de lo más sexy!

— ¡Leo! —Piper le dio una colleja —. No digas esas cosas.

—Encima que la llamo guapa se queja. Nunca entenderé las mujeres —Todos los chicos, incluso dioses, asintieron vehementemente.

—Pero tiene razón, Pipes —Jason rozo levemente sus labios con los de su novia —. No podría estar más agradecido.

Piper se mordió los labios con cuidado y le picoteó los labios, sonriendo. Había sido duro descubrir que toda su relación desde un principio había sido una ilusión originada por la niebla pero le contaba es que ahora era de verdad.

Reyna miro a Jason, dolida. Ella había estado enamorada de él desde ya hacía un tiempo.

—Un traidor —le susurró Octavian —. Es un traidor a su estirpe. Y un traidor a tú corazón, Pretora ¿Qué piensas hacer?

—Meterte una lanza por la boca como no te calles, Augur. Se lo que tratas de hacer. Y no vamos a empezar una guerra por tonterías. Jason no es un traidor. Lo sabes. Y lo que sienta o deje de sentir no es asunto tuyo.

Octavian se retiró con cuidado. Tal vez ella no empezaría la guerra. Pero había personas, semidioses y legados, que no permitirían esto.

La loba le había prometido que la vería de nuevo y recuperaría su memoria, si tenía éxito en su viaje. ¿Debería intentar cruzar la bahía? Era tentador. Podía sentir el poder del océano al otro lado del horizonte.

Poseidón sonrió. Un gran hijo del dios del Mar.

Lo había descubierto hacía dos días cuando estranguló a un monstruo marino en el estrecho de Carquinez.

— ¿Y cómo lo estrangulaste? —se auto-interrumpió Ares. Si todos lo hacían el también tenía derecho.

—Eh…no lo sé. Soy del pasado. Bueno del presente mio, del futuro vuestro y —señaló a los campamentos —su pasado.

Ares rodó los ojos y chasqueó la lengua releyendo la línea.

—Seguro que es un error. Es imposible que un enclenque como tú con unas manos tan pequeñas haya podido estrangular si quiera a una mosca.

—Pues las manos de Percy son de lo más eróticas —dijo Lesly, una hija de Apolo —. Una vez en una práctica que tuve con él, me venció tirándome al suelo. Me levantó disculpándose. Cuán tierno es eso —suspiró recordando, encantada — y pasó su mano, que es callosa de tanto usar la espada, por todo mi brazo y juro que me podía haber desmayado allí mismo. Fue una textura tan…excitante.

Percy se miro sus manos totalmente lisas y sin durezas, muy ruborizado.

—Que pasa ¿Mi mejor amigo va a ser una estrelladle rock o qué? —protestó Annabeth, viendo como muchas chicas del campamento se ponían como locas a comentar experiencias similares a la de la hija de Apolo.

—Como te entiendo —le dijo Afrodita a Lesly —. Es lo que más me gusta de Hefesto —le guiñó un ojo y este le sonrió poniendo una de sus manos callosas en la pantorrilla de su mujer, ganándose un suspiro de su boca.

Ares agarró la tapa del libro tan fuerte que casi la partió.

—Hijo de tigre —sonrió fanfarrón Poseidón.

Si pudiera llegar a la bahía, podría ser capaz de hacer un último esfuerzo. Tal vez incluso podría ahogar a las gorgonas.

—Sería una tontería —señaló Atenea —, teniendo en cuenta que no pueden morir. Sera mejor que sigas con tu plan de escape.

—Eso es más de la Señora Atenea —dijo Rachel —. Llevarle la contraria.

— ¿Lo hago mucho en el futuro?

—Sí. Y amenazarle constantemente con que se aleje de su hija —rio Nyssa.

Atenea se volvió hacia el chico.

—Te aconsejo que me hicieras caso.

Percy trago duro, un tanto asustado y se escondió levemente tras Annabeth.

—El poder de la suegra —dijo Thalia a sus amigos en bajos para que Percy y Annabet no les oyera.

El dios del Mar meditó las últimas palabras ¿Sería posible que su hijo controlase las aguas?

Sin embargo, la costa estaba a por lo menos dos kilómetros de distancia.

—Vaya —respiró hondo el dios del Mar. Su hijo debía de ser poderoso si podía sentir el mar a tal distancia. Y Zeus se dio cuenta. Y no le gustaba nada.

Habría que cruzar una ciudad entera. Vaciló por otra razón. La loba Lupa le había enseñado a perfeccionar sus sentidos, a confiar en sus instintos que le guiaban al sur. Su radar de vuelta a casa estaba vibrando como loco. El final de su viaje estaba cerca… casi bajo sus pies. ¿Pero cómo era eso posible? No había nada en lo alto de la colina.

— ¡Traición, traición! —gritó Octavian —. El Praetor Graecus Percy Jackson acaba de divulgar la posición de nuestro campamento. El Campamento Júpiter. Nuestro hogar. El de los romanos.

— ¡Cállate ya, Octavian! —Reyna se levanto y conectó su puño con la quijada del chico —. Te dije que tuvieras más respeto por tu Pretor. No ha traicionado a nadie. Y acusarle de tal manera si que supondría un acto de traición. Para empezar son sus pensamientos y él no sabía dónde estaba nuestro campamento. Solo tenía una corazonada —se cruzo de brazos delante de él —. Así que el que en realidad ha divulgado nuestra posición has sido tú.

Octavian se quedó blanco.

—Pero…

—Pero nada —le interrumpió —. Y aprende cuál es tu lugar, Augur.

El silencio calló por todo el Olímpo y de repente el lado griego rompió en aplausos y vítores hacia Reyna, quien sonrió un tanto incómoda por la atención no deseada.

—Me gusta ella —dijo Artemisa, señalando a la Pretora.

Apolo y Hermes gimieron.

—Siempre te quieres llevar a las guapas.

—Listilla —Percy llamo la atención de Annabeth —, han dicho unas cuantas veces que yo soy su Pretor ¿Qué es eso? ¿Una especie de…jefe, líder?

—Es el máximos cargo de poder en Roma —le respondió Jason, habiendo oído su pregunta —. Cuando nos intercambiaron, realizamos algunas hazañas que ganaron el respeto y la confianza de nuestros campamentos contrarios. Tú te convertiste en el Pretor de Nueva Roma y yo en el líder del Campamento Mestizo. Al menos temporalmente hasta que regresaras tú.

— ¿Y yo no sería un Pretor temporal también hasta que regresaras tú?

Jason hizo una mueca.

—En Nueva Roma no funciona de esa manera.

—Lo que no entiendo es por qué voy a llegar a ser el líder de dos campamentos. No soy nada especial.

—Eres un hijo de Poseidón —le dijo suavemente Hazel.

—Eso no tiene nada que ver —señaló a Annabeth —. Ella estaría mucho más cualificada con todo su… —hizo un revuelo con sus manos por encima de su cabeza —supercerebro.

—Gracias —dijo Annabeth con una sonrisa presumida y moviendo ligeramente los hombros.

—Tienes razón, cabeza de algas —le concedió Thalia —. Pero en ti —le pincho en el pecho un par de veces —, hay simplemente algo que nos hace seguirte hacia la victoria.

—Y por eso Annabeth y tú hacéis el mejor equipo de todos —añadió Nico, un tanto apartado de todos —. Uno es la estrategia, el cerebro, el análisis y la lógica; y el otro es el sentimiento, la confianza, el optimismo aunque esa persona parezca que no tenga mucho en sí mismo, la lealtad y la valentía. Y un poco la insolencia, lo que nos pone un poco nervioso a todos. Pero sabéis complementaros y eso os hace un enemigo muy peligroso.

Todos se quedaron pensando en lo que había dicho Nico. Tenía un punto. El uno no existiría sin el otro y posiblemente hubieran muerto un millón de veces si no hubieran tenido la ayuda el uno del otro. Habían tenido mucha suerte que los Destinos hubieran juntado sus vidas. Y más ahora cayendo donde habían caído.

—Me estáis intentando decir ¿qué voy a ser como una especia de niñera para evitar que se meta en problemas y que me va dar más de un dolor de cabeza? —dijo Annabeth haciendo reír a los de su alrededor.

— ¡Oye! Que seguro que tú también tienes lo tuyo.

—Y lo tiene —saltó Chris —. Por… —miró de reojo a Rachel, y esta le pegó en el brazo — ciertas cuestiones.

— Pero no os preocupéis —Will tocó los hombros de los niños apretándoles un poco en signo de fuerza —. Cada vez que tengáis un dolor de cabeza originado por el otro venir a a la enfermería. Yo os podré recetar algo. Lo necesitaréis. Y nosotros también, hacernos caso —rió.

El viento cambió. Percy capturó el olor agrio de réptil.

¿George, crees que tenemos un olor agrio? —preguntó mentalmente Martha, a su compañera serpiente de caduceo.

A agrio no sé, pero a rata muerta un rato. Por cierto tengo hambre.

¡Contigo nunca se puede hablar! —le regañó, y sacó su lengua siseándole.

Hermes los miró y se llevó una mano a sus labios, chistándolos.

—Chicos no me dejáis oír. Pensar con menos intensidad.

A un centenar de metros de la pendiente, algo crujió en el bosque: chasquido de ramas, hojas crujiendo, silbidos. Las gorgonas. Por enésima vez, Percy deseó que su nariz no fuera tan buena.

—Agradece a tus sentidos mejor desarrollados, niño —dijo con disgusto Artemis —si no fuera por ellos y por esa extraña piel tuya estarías muerto hace mucho tiempo.

— ¿Porqué me odia? Yo no la he hecho nada. Creo.

—Todavía —repuso Annabeth —. Y según eres…

—Tranquilo Percy —dijo Thalia —. No es nada personal, es una cosa generalizada. En mi tiempo no le caes mal y eso es todo un logro considerando que eres un chico.

— ¿Cómo? —Apolo se puso una mano en la oreja y gritó —¡¿Que a mi hermanita, Artemisa, le cae bien un hombre?!

—Imposible —dijo Hermes.

—Deja de decir tonterías, Apolo. Yo detesto a los hombres. Son desleales, egocéntricos, narcisistas y unos cerdos.

Todos los hombres en la sala la miraron mal y sus cazadoras tensaron sus arcos listas para disparar, haciendo retroceder a los hombres.

—Mi Señora, su hermano, el Señor Apolo, tiene razón —intervino su teniente —. Percy y usted podría decirse que son amigos. Todos esos apelativos con los que ha descrito a los hombres, es todo lo contrario de lo que es Percy.

Artemisa miro suspicaz a Percy, sin fiarse.

—Todos son iguales.

—Hágame caso. Él no lo es. En un futuro estará muy agradecido con Percy.

—Y espero que en el futuro solo sean amigos —advirtió Apolo, serio. De las pocas veces que semidioses y dioses le habían visto así —. Y nada más.

— ¡Apolo! —Dijo Artemisa, sonrojada profundamente — ¡Soy una diosa virginal!

—Y espero que siga siendo así —miro atentamente al hijo de su tío, señalando sus propios ojos con dos dedos y devolviéndole el gesto hacia sus ojos.

—Cálmese, Señor, a mi no me gusta su hermana.

—Y que tiene de malo.

—N-nada pero…

— ¡O sea que te gusta! —le acuso.

— ¡No! —dijo desesperado Percy.

—Entonces no te parece guapa.

— ¡Sí! ¡No! O sea ¡Sí! Eh…

— ¡Ajá! Así que…

— ¡Ya, imbécil! —le cortó su hermana, pegándole una colleja —. Déjalo lo estas confundiendo.

Ellas decían que siempre podrían olerle, porque era un semidiós, el hijo mestizo del algún antiguo dios romano. Percy había intentado rodar en el barro, chapoteando en arroyos, incluso guardando ambientadores en sus bolsillos por lo que olía a coche, pero aparentemente la peste a semidiós era difícil de ocultar.

—No va a funcionar —dijo Hera, tocando su collar totalmente desinteresada por la lectura —. Un hijo de los tres grandes, sabiendo que es un semidiós y al parecer bastante poderoso.

—Hermana —le llamó la atención Deméter —, no seas tan dura con el pobre muchacho. Le han borrado la memoria y no lo sabe —miró a la versión joven del que estaban leyendo —. Seguro que ahora, en tu tiempo, lo sabes.

—Sí —dijo sombríamente Percy, mirando al suelo — ¿Pero a qué precio? Mi madre tuvo que sacrificar muchísimo.

Atenea asintió, dándose cuenta de lo que había hecho la amante de Poseidón.

—El maloliente Gabe —recordó la diosa de la Sabiduría, como se refirió Percy a su padrastro —. Voy a suponer que tu madre se casó con el por su pestilente hedor humano, para así poder ocultar tu olor a semidiós. Una mujer inteligente.

— Sí, pero no lo debía de haber hecho.

A este punto los semidioses griegos estaban muy confundidos, Hasta donde ellos conocían, Percy había tenido y tiene una muy buena vida familiar. Distinto a muchos campistas del campamento.

—Claro que debía de hacerlo, Percy —dijo Hestia, mirándolo con ojos cansados y acuosos —. Es tú madre. Y el amor de una madre es inmenso. Y harían cualquier cosa por el bienestar de su pequeño. Incluso, si hace falta, ponerse en riesgo.

Algún dios y semidioses no estaban muy de acuerdo con esa afirmación. Algunos padres eran muy egoístas y no aceptaban como sus hijos eran.

—Hay algunos que si son así. Y otros te echan de casa porque no entras en los cánones de belleza de tu familia —reprochó Hefesto a Hera.

Hera lo miro cansada.

—Ya me disculpe por aquello. Fue por la depresión post-parto. Dar luz a un hijo tan feo no fue fácil.

Hefesto la miro herido. Era su hijo maldición. Tal vez habían pasado miles de años, pero el rechazo seguía doliendo igual.

—Mi marido no es feo —le defendió Afrodita. Puso la mano en su mejilla y la acuno con ternura —. Solo tiene rasgos fuertes.

Tal vez Zeus les obligara a casarse. Y tal vez no le amara en el ámbito romántico. Pero le quería. Y a lo largo de los años se habían hecho muy buenos amigos…y en algunas ocasiones puede que más que buenos amigos. Y no iba a dejar que nadie le faltara al respeto.

Piper y Leo se miraron y se sonrieron con cariño.

—Oye, Jason —dijo Leo —, ándate con ojo o te robare, aquí, a la Reina de la belleza. Al parecer Afrodita tiene preferencia por mi padre —se tocó la barbilla, pensativo —. A lo mejor las hijas de afrodita también tienen los mismos gustos que su madre.

El hijo de Júpiter abrazó protectoramente a su novia.

—Sabes, si no hubiera conocido a Jason, puede que hubiera salido contigo.

— ¿En serio? —preguntaron anonadados Leo y Jason.

Piper se encogió de hombros.

—Claro.

Leo dio unos golpe a Jason separándolo de su mejor amigo.

—Amigo, creo que deberías irte. La cosa se está poniendo que arde.

Frank, Hazel y Piper rieron divertidos a la pequeña pelea que estaban teniendo.

—Quizá Leo tenga razón —dijo Clarisse —. Recordad a Beckendorf y Silena.

—Puede ser —Dijo Nyssa, recordando a su hermano mayor y exlíder de cabaña con nostalgia —. Estaban muy enamorados.

—Están. Todavía lo están. En los Campos Eliseos.

Afrodita y Hefesto lo oyeron. Se miraron a los ojos, y de los de Afrodita salieron un par de lágrimas que Hefesto quitó con delicadeza.

—Al menos están juntos y se aman. Eso es lo importante.

Ares rechinaba los dientes. Sabía que Afrodita a veces tenía relaciones con Hefesto, pero sabía que ella no estaba enamorada de él y al verlos así, actuando de esta manera…le hacía dudar.

Se puso al lado oeste de la cima. Era demasiado pronunciada para descender. La pendiente se desplomó veinticinco metros, directamente a la azotea de un edificio de apartamentos construida en la ladera de la colina.

A Thalia le recorrió un escalofrío por la espalda. Estaba demasiado alto.

Cincuenta metros más abajo, una carretera surgía de la base de la colina y se abría camino hacia Berkeley. Genial. No había otra forma de bajar de la colina. Estaba acorralado. Miró hacia la corriente de coches que iba en dirección hacia San Francisco y deseó estar en uno de ellos. Entonces se dio cuenta de que la carretera atravesaría la colina. Debía de haber un túnel… justo debajo de sus pies. Su radar interno se volvió loco.

—No es que tu radar se volviera loco. Tú estás loco a secas —dijo Pollux.

—Las mejores personas lo están —le señaló Percy, citando una frase de Alicia en el País de las Maravillas.

Estaba en el lugar correcto, sólo que demasiado alto.

—Muy alto —coincidió Thalia.

Zeus la miró extrañado.

—No, que va.

— ¿Qué no? Dioses míos, ya os digo yo ¡que sí!

— ¿De verdad eres mi hija?

—Por desgracia.

—No soy tan mal padre para que digas eso —dijo un tanto herido. El quería a todos sus hijos.

—Pero tampoco el mejor.

Sus hijos que estaban en la sala presente asintieron con ímpetu y Zeus bufó. Él era el mejor padre de todos los tiempos. Un poco desentendido pero el mejor.

Tenía que comprobar ese túnel. Necesitaba ir a la autopista, deprisa. Se quitó la mochila. Había logrado acumular un montón de suministros en el mercadillo de Napa: un GPS portátil, cinta adhesiva, un mechero, pegamento, una botella de agua, un saco de dormir y una almohada en forma de panda

Hazel le dio un suave beso en el cachete a Frank que lo aceptó gustosamente.

—Al parecer sales antes que todos nosotros en el libro de Percy.

—Ugh —escondió el rostro en el abundante cabello de su novia, avergonzado —. No soy un panda.

—No —les sorprendió Leo a ambos, recostándose sobre la espalda de Frank y le pellizco el moflete —. Eres un millón de animales.

muy cómoda (cómo decía la televisión) y una navaja del ejército suizo, una arma que todo semidiós moderno querría.

Ares asintió conforme.

—Un buen arma. Útil en muchos casos desesperados. Además con la pequeña hoja que tiene puedes sorprender a más de un enemigo y acabar con él.

—Todos nosotros tenemos una —la enseñó Mark, un hijo de Ares —. Me ha salvado el pellejo en más de una ocasión.

— ¿Y dónde las conseguisteis? —Preguntó un hijo de Marte.

—Es un regalo de nuestro padre cuando cumples los diez años —respondió otro de los vástagos del dios de la Guerra.

—Siempre hay que estar preparados —respondió este, satisfecho de su yo futuro por preparar a sus mocosos.

Los romanos miraron escépticos a los griegos. Tenían envidia. Los dioses estaban más conectados con sus descendientes que los dioses romanos con ellos.

Pero no tenía nada que le sirviera como paracaídas o trineo.

—Seguro que encuentras algo estúpido con lo que saltar. Date tiempo —le dijo Thalia.

—Estoy un poco confuso. Yo a ti te caigo bien o mal. Realmente, realmente, me gustaría que me resolvieras esta duda.

La hija de Zeus le revolvió el pelo, como si se tratase de su hermano pequeño, cosa que vio Jason y sintió un pequeño tirón en el estómago. Eran celos. A él también le gustaría tener una relación así de estrecha con su hermana.

—Eso sería un spoiler, primito.

—¿Y el libro no?

—El libro es obligatorio leerlo. Pero tener el poder de decirte si nos llevamos bien o no…—se relamió —es un gustazo dejarte con la incertidumbre.

—Se nota que es tu hija —le dijo Hera a Zeus —. Toda cosa del poder y bla bla blá…

—Si no tienes poder no eres nadie.

Lo que le dejaba dos opciones: saltar cuarenta metros a una muerte segura, o esperar y luchar.

—Ninguna de ellas son buenas —indicó Atenea.

Ambas opciones no tenían buena pinta.

Atenea puso cara de horror ante la coincidencia. Pero de ello saco que no era tan estúpido y que, a regñadientes, podría ser un buen compañero de misión de su hija.

—Tú madre tampoco tenía porque a ver puesto esa cara.

—Pensar como un sesos de alga es lo bastante terrorífico como para no dormir en una semana, sesos de alga.

—Ja-ja.

Annabeth le sacó la lengua.

Maldijo y sacó un bolígrafo de su bolsillo.

— ¿Y qué vas a hacer con eso? ¿Escribirle una nota de amor? —se burlo Ares — ¿Una canción?

Percy cogió su bolígrafo con fuerza y miró con rabia al dios. Esta arma había sido un regalo de su padre, y aunque no se llevara bien con su padre, de momento, le gustaba y se lo agradecía. Sin ella, Percy, Grover y él estarían muertos.

—No le hagas caso —dijo Annabeth, agarrando la mano con la que Percy estaba sujetando el boli —. Sabes lo que quiere. Y eso es enfadarte. Por algo es el dios de la Guerra.

Sus hijos tanto griegos como romanos negaron con la cabeza. No sabía lo peligroso que podía llegar a ser Percy y el daño que podía hacer con aquel boli.

El bolígrafo no era demasiado, sólo un Bic barato, pero cuando Percy le sacó el capuchón, creció hasta convertirse en una espada de bronce refulgente.

Ares cerro la boca ante la sonrisa socarrona del renacuajo.

La hoja estaba perfectamente equilibrada. El mango de cuero se adecuaba a su mano como si hubiera estado diseñada para él. Grabada en la hoja había una palabra en griego antiguo que Percy entendió de alguna manera: Anaklusmos, Contracorriente. Se había levantado con esa espada la primera noche en la Casa del Lobo, ¿hacía dos meses? ¿Más? Había perdido la cuenta. Se había encontrado a sí mismo en un descampado de una mansión quemada en medio de un bosque, vistiendo pantalones cortos, una camiseta naranja y un collar de cuero con un montón de cuentas coloridas. Contracorriente estaba en su mano, pero no tenía ni idea de cómo había llegado allí o de cómo la había conseguido. Había estado hambriento, congelado y confuso.

—Por lo de menos congelado, suena bastante a ti, hermano —rio Travis.

—Se supone que voy a ser vuestro líder ¿No tendríais que respetar un poquito más? No sé, digo.

Todos los griegos se rieron.

—Parece que a Prissy se le subió la importancia a la cabeza.

Percy se levanto en medio de las risas y se situó frente a Reyna, un tanto nervioso.

—Te importa…¿qué me siente contigo? —miro ''mal'' a sus amigos.

— ¡Por supuesto, Pretor! Venga con nosotros —gritó una hija de Febo Apolo.

Reyna le dio una sonrisa suave.

—Claro.

—Gracias.

— ¡Oh, vamos, Percy! —gritó Connor —. Prometo estar cinco minutos enteros sin meterme contigo. Y mis promesas no son moco de pavo.

Percy extendió la mano volviendo la cabeza hacia el lado contrario.

—Hablad con mi mano.

Entonces vinieron los lobos…

A su lado, una voz familiar le devolvió al presente.

—¡Aquí estás!

Travis se tapo los ojos con las manos.

—Gu, gu —se las quitó y miró a Connor —. Aquí ta'.

Connor se llevó la mano al pecho.

—Tío, me habías asustado. Nunca vuelvas a desaparecer de esa manera. Nunca. Me he sentido perdido por un momento.

Deméter rio.

—Es como ver a estos revoltosos —señaló a Apolo y Hermes.

—Pues son fabulosos, pues —dijeron ambos, chocando sus manos con los semidioses.

Percy se apartó de la gorgona, casi cayendo por el borde de la colina.

Poseidón agarró con fuerza el tridente. Estaba empezando a sospechar que su vida inmortal iba a empezar a reducirse drásticamente al leer este libro.

Era la que sonreía, Beano. De acuerdo, su nombre no era Beano.

—Menos mal, chico, porque si lo tomamos por el doble sentido…

—Culo veo, culo quiero —rio Hermes chocando la mano con Apolo.

Artemisa miro a Atenea, cansada.

—Inmaduros.

—Hombres.

Pero por lo que había podido darse cuenta, Percy era disléxico, porque las palabras se difuminaban cuando intentaba leerlas.

—Eso es un asco —se quejó Percy, hundiéndose en el sofá —. A veces siento como si las palabras cogieran un monopatín y se deslizaran por toda la hoja.

—Pues si las palabras montan de una forma tan temeraria como la tuya, tienes un serio problema —le dijo Chris.

—No soy tan imprudente. Llevo casco —dudó —. A veces.

—Mira —Chris se sentó al filo del asiento, juntando sus manos —, recuerdo una vez que quedamos para patinar por Nueva York, porqué habías descubierto unas nuevas pistas de patinaje. Y tío, ibas tan rápido que parecías un manchurrón. Te chocaste contra un puesto de manzanas. Al menos nos quedamos tranquilos sabiendo que esa noche los gatos tendrían cena —todos rieron —. Tienes suerte de tener el carnet de conducir.

— ¡¿Voy a tener carnet de conducir?! —saltó emocionado sobre su asiento, haciendo reír a Reyna — ¡Genial!

—Mira, ahora me podrás llevar a todos los museos que te pida.

— ¿Qué? —gimió —. Listilla, no me hagas esto.

—Es broma —le sonrió y vio como echaba el aire, aliviado —. Un poco de cultura tampoco te vendría mal, eh.

—Para eso ya te tengo a ti —le guiñó un ojo y Annabeth se sonrojó.

Se quedó estupefacta ¿Qué había ocurrido?

Katie se acercó a Travis, y éste, aprovecho para rodearla con el brazo.

—Dice que no la llevará pero eso no es lo que pasara en su futuro —rió y no se alejó del costado del hijo de Hermes, manteniendo el brazo sobre sus hombros. Y Travis solamente parecía un idiota con una enorme sonrisa en el rostro, como si acabara de robar el banco más importante del mundo y hubiera salido airoso de ello.

La primera vez que había visto la Gorgona estaba de dependienta del mercadillo con una gran tarjeta verde que ponía: ¡Bienvenido! ¡Mi nombre es Esteno! Él creyó que ponía Beano. Seguía vistiendo su delantal verde del mercadillo por encima de un vestido moteado de flores rosas. Si mirabas su cuerpo, podrías creer que era la típica abuela bonachona, hasta que mirabas hacia abajo y veías sus pies de gallo. O mirabas hacia arriba y veías esos colmillos de jabalí de bronce que salían por los lados de su boca. Sus ojos brillaban de un color rojo y su pelo era un nido de serpientes verdes brillantes retorciéndose.

¿Lo más terrorífico de ella? Seguía llevando la gran bandeja plateada con muestras gratuitas de unas deliciosas salchichitas de queso, Crispy Cheese n' Wieners.

Todos en la sala lo miraron incrédulos. Percy se removió incómodo en su asiento.

— ¿Lo…siento? —sonrió forzadamente.

—Te enfrentas a un monstruo de lo más horripilante, considerado de los más antiguos y poderosas en la historia de la mitología griega. ¿Y tienes miedo de unos tentempiés? — preguntó Connor, estupefacto.

— No sé si sorprenderme más por lo de Percy o por Connor y que sepa quién es Esteno — dijo Miranda.

— Que va a saber — resopló Malcom —. Lo sabe porque hemos leído que Esteno es una Gorgona y todos sabemos que las gorgonas son antiguas y poderosas. No sabe nada de sus orígenes, ni de sus poderes.

A Connor se le pusieron hasta las puntas de sus orejas puntiagudas rojas.

—Bueno, y qué. No todos somos hijos de Atenea.

—La cuestión no es si soy o no hijo de Atenea. La cosa es que no te deberías dormir en las clases sobre la historia de los monstruos. Son muy útiles para luego poder acabar con ellos.

Connor refunfuñó entre dientes.

—Soy muy rápido. Primero me tendría que atrapar —miró de reojo a Miranda y Malcom, quién le estaba metiendo un mechón solitario detrás de la oreja —. Y al parecer tenemos el mismo gusto por las chicas guapas y gruñonas.

— ¿Has dicho algo, hermanito? —dijo Travis, riendo al haber escuchado perfectamente a Connor.

—Que sigas con lo tuyo —le señaló el brazo que seguía sobre el brazo de Katie.

Aquello era indestructible.

—¿Quieres probar uno? — le ofreció Esteno.

—Que amable de su parte —dijo Hestia.

Percy la apuntó con su espada.

—Y tú que descortés, muchachito —le regañó levemente la diosa del Hogar —. Esas no son maneras de tratar a alguien desea alimentarte.

—Pero es un monstruo ¡Y me estaba intentando matar!

—A lo mejor se ha dado cuenta del todo el mal que ha hecho y quiere cambiar, rectificar sus errores. No todas las criaturas provenientes del Tártaro tienen porqué ser monstruos. Algunos tienen buen corazón.

—Pues si los hay, son muy pocos. Mejor prevenir que lamentar —dijo serio Poseidón. No tenía por qué ser necesariamente su hijo, el que empezara a hacerse amigo de los monstruos. Había cientos de semidioses disponibles para ello en esta sala.

—¿Dónde está tu hermana?

—Oh, baja la espada— le reprendió Esteno—. Deberías saber a estas alturas que el bronce celestial no nos puede matar durante mucho tiempo. ¡Coge un Cheese n' Wiener! ¡Están de rebajas esta semana, y no me gustaría tener que matarte con el estómago vacío.

Poseidón miró a Hestia con los brazos cruzados sobre el pecho. Hestia le señalo con el dedo, que tembló.

—No me mires así. Sabes que regocijarse de alguien es de mala educación. Y creo que nuestra querida y adorada madre te inculcó valores.

— Y lo hizo, hermana. Pero si no te hubieras equivocado yo no me hubiera regocijado.

—La Señora Hestia tiene razón, Señor Poseidón. De dónde venimos hay algunos monstruos que nos prestan ayuda —dijo Nico matando el júbilo del dios del Mar.

Ahora Hestia miró a Poseidón sonriendo, con la falta del algún diente.

—Sobrino traidor —le dijo, y el hijo de Hades solo se encogió de hombros. Le tenía mucho cariño a Hestia —. Hermanita, esos modales. Ya sabes que no debes mirar así a alguien. Madre no te crio así.

La diosa del Hogar hizo un ademán con la mano, quitándole importancia.

— Esa regla no es aplicada en hermanos.

— Será posible. Iras a madre —hizo un puchero.

Piper ahogó un jadeó que solo los semidioses alcanzaron a oir.

—Pipes, que te ocurre —dijo Preocupado Jason.

—Esa cara —dijo señalando al puchero del dios — ¡Es la misma cara de foquita bebe que me puso Percy!

— ¿Cara de foquita bebe? —preguntó suspicaz Annabeth. Se giró hacia donde estaban los romanos y le vio hacer el tonto con un chico con un refresco de la mano —. Yo más bien le veo cara burro.

—O de conejillo de Indias —susurró Clarisse, recordando cuando contaron la historia después de su segunda misión.

—Pena que Annabeth no pudiera hacer una foto —dijo triste Travis —. Tantos chantajes perdidos…

—Hazme caso Annabeth —le dijo muy seriamente la hija de Afrodita —, no sé como si quiera ganas alguna discusión con él .Te admiro.

—No creo que tampoco sea muy difícil ganarle en una discusión —dudó la hija de Atenea —. Es un seso de algas.

—Sí se pone cabezota hasta las rocas le dan la razón —aseguró Katie —. Y recuerda que las piedras no hablan.

—Menos mi hermano Zeus —asustó a los semidioses, Poseidón, posicionándose detrás de ellos —. Ya sabéis por lo de que mi querido padre le confundió con una roca y tal.

—Poseidón —gruñó bajo el Rey de los dioses, en advetencia.

—Solo era una broma. No se te puede decir nada, Don No-me-respires-encima.

—¡Esteno! — la segunda Gorgona apareció a la derecha de Percy tan deprisa que no le dio tiempo ni a reaccionar. Afortunadamente ella estaba demasiado ocupada mirando a su hermana para prestarle atención—. ¡Te dije que le acorralaras y le mataras!

La sonrisa de Esteno desapareció.

—Pero, Euríale…—pronunció su nombre de forma musical—. ¿No puede probar antes un poco?

—¡No, estúpida! —Euríale se giró hacia Percy y le enseñó los colmillos.

— ¡Como los vampiros! —gritó Percy —¿Existén los vampiros?

—Se dice que la leyenda proviene del monstruo mitológico griego la empusa —le explicó Malcom —. Pero por lo que me dijo mi hermana —señaló a Annabeth —, no son nada parecidos a lo que entendemos como ''vampiro''

—Vaya…—dijo desanimado —. Así que no existen.

—No pongas esa cara Percy —le dijo Connor —. Seguro que mucho de los monstruos que os habéis encontrado Annabeth y tú, os querían drenar la sangre de igual manera que un vampiro —Se gano un zape de Mirando — ¿Qué? ¿Qué he dicho ahora? —La hija de Demeter señalo a los pequeños héroes que se removían nerviosos, ya suponiendo, que en su corta vida se iban a enfrentar a un montón de seres que iban a querer matarles, y solo acababan de empezar y no con un principio fácil. Y a Poseidón y Atenea que solo pensaban en los líos que se iban a meter sus hijos y los paros cardiacos que podían acumular al final del libro. Atenea se giró hacia Poseidón echando humo.

— Esto es por tu culpa. Si no hubieras tenido un hijo, no sería tan poderoso y olería tanto. Y mi hija no habría salido a esa dichosa misión.

Poseidón levantó las manos exasperado.

—Haga lo que haga siempre será culpa mía.

—Si fuerais un matrimonio podrías arreglarlo en la cama —comentó despreocupada Afrodita.

Atenea se dio rápidamente la vuelta para mirar a la diosa del Amor, indignada y asqueada solo de pensarlo..

—Retira eso. Antes me vuelvo igual de estúpida que él. Y ya es decir. Te advierto, como vuelvas a decir eso tu menor problema será ver si se te ha descolocado un pelito de tu cabeza. Porque estarás calva por un siglo —Afrodita ahogó un grito horrorizada, cepillándose el pelo con vehemencia.

Poseidón rodó los ojos ante lo exageradas que podían llegar a ser las mujeres de su familia.

—Annabeth —la llamó Percy desde el otro lado, junto a los romanos —tú madre da un poco de miedo.

—Un poco, sí —reconoció.

—Pues no te has visto en un futuro —le palmeó un hombro Will a la pequeña rubia —.Yo en tu lugar Percy, me iba preparando.

El joven héroe trago duro. Donde se iba a meter ¿En el mismísimo Tártaro?

A excepción de su pelo, que era un nido de serpientes de coral en vez de víboras verdes, era exactamente igual a su hermana. Con su delantal del mercadillo, su vestido de flores, incluso sus colmillos de jabalí estaban decorados con pegatinas de 'Todo al 50%'. La chapa de su nombre ponía: ¡Hola! Me llamo MUERE, ESCORIA DE SEMIDIÓS.

—Al menos saben lo que quieres —Dijo Clarisse —. A nosotros. Mueros.

—No hay nada como saber lo que quieres en esta vida —comentó Reyna con una sonrisa, intentando meterse un poco en la conversación de los griegos. Intentando integrarse. Facilitar los tratados de Paz.

Los griegos la sonrieron, amistosos. Desde luego los griegos no eran los bárbaros que pintaban en los libros de historia de las grandes guerras entre ambos pueblos.

—Nos has hecho perseguirte durante mucho tiempo, Percy Jackson—dijo Euríale—. Pero ahora estás atrapado, ¡y tomaremos nuestra venganza!

—Porque no me gusta nada por donde va esto —dijo Poseidón, pellizcándose el puente de la nariz, tomando una respiración honda.

—¡Los Cheese n' Wieners cuestan sólo 2,99 $!—añadió Esteno—. Sección de verduras, pasillo tres.

—Cada uno es feliz en su mundo —Dijo Clovis, hijo de Hipnos, medio adormilado en el sillón.

—Ese niño entiende —lo señaló Dionisos, dando un gran bostezo —. Quiero una copita de vino.

Euríale gruñó.

—¡Esteno, el mercadillo era una tapadera! ¡Te estás acomodando! Ahora baja esa ridícula bandeja de muestras y ayúdame a matar a este semidiós. ¿O es que has olvidado que fue el que vaporizó a Medusa?

— ¿Qué?

—¿Cómo?

— ¿En serio? ¡Ese es nuestro Pretor!

Los romanos rezumaban orgullo por sus poros ¡Caramba! Su pretor había aniquilado a la mismísima Medusa. Tenían suerte de tenerlo de su parte. De repente una muchedumbre de semidioses rodearon a Percy preguntándole como mato a Medusa.

—Chicos. De verdad. No fue para tanto —les intentaba calmar.

—Solo Prissy le quitaría heroicidad a su hazaña. A veces me dan ganas de romperle un brazo.

—Y encima lo hizo sin casi entrenamiento —señaló Nyssa, que la oyeron los romanos y no cabían en sí. ¡Su Pretor era fantástico y posiblemente el semidiós más fuerte de todos! Cosa que Octavian desaprobaba. Y pensaría en algo para destituir a Perseo y no firmar los tratados.

— ¡Venga, venga, calmaros! Solo fue un golpe de suerte. Además si no fuera por Annabeth estaría muerto.

— ¡Damos cátedra!— Gritaron todos los griegos.

—Parece que mi fantástica hija —la miro con orgullo —va salvar a tu hijo de unas cuantas, Barbapercebe.

Poseidón gruñó.

—Seguro que no quería que se quedara mirando como un pasmarote. Seguro que quería ponerse en peligro a posta para que participase.

—Más quisieras.

Percy dio un paso hacia atrás. Tres pasos más y caería al vacío.

—Este chico…me va a llevar a que te vaya a visitar, Hades.

—Siempre eres bienvenido.

—Miren, señoras, ya hemos pasado por esto. Ni siquiera recuerdo matar a Medusa. ¡No recuerdo nada! ¿No podemos firmar una tregua y hablar sobre sus ofertas de esta semana?

—Hombres. Siempre pensando con el estómago.

—Hermana tu odio hacia los hombres ya es una obsesión —le dijo Apolo, ligeramente preocupado de que lo odiase de verdad.

—Por supuesto que no.

Las cazadoras se miraron entre sí.

—Puede que tal vez un poco, mi Señora.

—Sí, además, el hijo de Poseidón seguramente solo este ganando tiempo. Parece tonto pero es realmente inteligente.

—Supongo que me lo tomaré a bien. No hay otra —repuso Percy.

—Y nos cae bien —dijo otra.

Todos los dioses se quedaron impresionados, y más la diosa de la Caza. Si a sus cazadoras les caía bien…sería por algo. Teniendo en cuenta sus horribles historias con los hombres.

—Supongo…que podré dar mi brazo a torcer con el muchacho.

—No se arrepentirá —le aseguró Thalia. Rápido miró a su primo con destello eléctrico en los ojos y susurro: —Más vale que no hagas nada para ofender a mi Señora, cabeza de algas.

Percy, enseguida, se puso a rezar.

Por favor, por favor, por favor…

Esteno le echó una mirada de pena a su hermana, algo que era difícil con esos colmillos de bronce gigantescos.

—¿Podemos?

—Realmente me da ternura —Hazel hizo un puchero.

— ¿De verdad? — inquirió Frank —. Porqué a mi no me lo parecía para nada.

La hija de Hades arrugó el gesto.

— Tienes un punto — Frank la apachurró contra su costado, haciéndola cosquillas — ¡Para! — rió.

—¡No! — los ojos rojos de Euríale fulminaron a Percy—. No me importa lo que recuerdes, hijo del dios del mar. Puedo oler la sangre de Medusa en ti. Está difusa, sí, de hace varios años atrás, pero fuiste el último en luchar contra ella. Aún no ha vuelto del Tártaro. ¡Es culpa tuya!

—Que rencorosa es la gente, por favor. Cuánto se supone que ha pasado —pensó, contando —. Cuatro… ¿Cinco años? ¡Si hasta mí ya se me ha olvidado —rió, pero al ver que nadie se reía paró en seco. Acababa de entender que con su desaparición (Y la de Jason por el lado romano) los campamentos lo habían pasado mal. Tosió un par de veces —.Eh…, sí. No ha sido gracioso.

—Tienes que elegir mejor los momentos para hacer bromas de ese tipo dado las circunstancias —dijo Hermes, firmando unos documentos.

—Pues yo me he reído —dijo Apolo —.Ante el mal tiempo, buena cara —le guiñó un ojo a Percy, animándolo.

Percy no pillaba eso. Todo ese concepto de 'los monstruos muriendo y volviendo del Tártaro' le daba dolores de cabeza.

—Yo sigo sin entenderlo —dijo un hijo de Vulcano —. Porqué ellos si pueden revivir y nosotros no.

Los semidioses se replantearon la pregunta y miraron a los dioses furiosos, y estos se hicieron pequeños ante ellas.

—Eso no pertenece a nuestro dominio ni decisión, hijos —dijo Hefesto, soltando el artilugio que estaba arreglando.

—Los monstruos, o la mayoría de ellos, pertenecen a la jurisdicción del Tártaro. Y los que no, al final también. El Tártaro es sufrimiento —El resto de los Siete y Nico temblaron ligeramente —, por lo que, llamémoslos sus hijos, también tienen su misma función —Atenea se echó el pelo hacia atrás y suspiró —. Vosotros creéis que no nos castigan, pero sí. La divinidad tiene un castigo y es ver morir a la gente que amas — A Thalia se le hizo un nudo en la garganta y miro a Annabeth, Percy, a su hermano y el resto del Campamento. Un día ellos desaparecerían y ella seguiría igual. Siempre igual —, y esos monstruos se encargan de ello. Pocas veces pasáis de los veinte. Sé qué pensáis que os persigan los monstruos por lo que sois es una maldición, pero realmente nos auto-maldecimos pensando que a lo mejor este nuevo niño que he tenido tenga más suerte. Pero nunca es así. Somos unos malos padres por traeros a este mundo lleno de desgracias que hemos creado los dioses.

—Pero ustedes no mueren. Ni tienen continuo miedo de que es lo que os persigue..

—Claro que morimos —prosiguió Hemres —. Pensáis que no nos importáis porque no pasamos tanto tiempo con vosotros de lo que quisierais pero cada vez que sufrís o sentimos en lo más hondo. Y si moriís en todo caso iríais al Eliseo —miró a todos los semidioses —. Cierto que no todos vosotros —Hazel miró al suelo. Estar muerta, o al menos como lo estuvo ella, fue espantoso —. Y yo soy el único, que cuando morís, puede veros. Aunque sea solo un vistazo. Me paso bastante tiempo de mi divinidad en el Inframundo enviando mensajes a Hermes. Y poder veros no sé si se consideraría un regalo o no.

— ¿Por qué dices eso, padre?

—Es demasiado doloroso —continuó Apolo por su mejor amigo —. Sí vais a los Campos Eliseos, sabemos que sois felices pero no se nos permite entrar. En los Campos Asfódelos —Hazel cerró los ojos con dolor. Frank cogió su mano, apretándola delicadamente. Haciéndola saber que él estaba allí para ella. Siempre —, no sois vosotros mismos. Sois como cadáveres andantes sin vida, sin emociones —Hades miró a su pequeña hija. Era una tortura. Iba casi todos los días, después de su muerte, a visitarla. Y lo único que conseguía era salir más apenado de lo que ya estaba. Nunca lo reconocía. Y nunca podría. Pero su hija ya estaba libre de aquel destino, y estaba contento. Tenía una segunda oportunidad de vivir —. Y los Campos de Castigo…—negó con la cabeza, moviendo sus rizos rubios con el vaivén —, ni si quiera queremos pensar en ello. Las barbaridades que puede haber allí…no os lo podéis ni imaginar.

El salón se quedó en silencio.

—Al menos los destinos han hecho algo bien —se jacto Octavian —. La escoria muere. Mientras nosotros podemos crecer, casarnos, tenr hijos…

— ¡Octavian! —se escandalizó Reyna.

Clarisse se levantó, soltándose del agarre de su novio.

— ¡Se acabó! He aguantado demasiado, y no tengo tanta paciencia ¡Te voy a aplastar como un escarabajo!

— ¡Graecus! ¡Graecus! —la señaló el Augur —¡Quieren iniciar la guerra!

Percy se levantó corriendo, agarrando la cintura de la hija de Ares, y arrastrándola de vuelta a su sitio.

— ¡Suéltame, pequeño Prissy! Lo voy a matar.

— ¡Eso es mátalo hija! Hazlo papilla ¡Descuartízalo!

— ¡Chris! ¡Chris! ¡Ayúdame!

El hijo de Hermes se levantó como un resorte y cogió en volandas a su novia. Clarisse se removía rabiosa en sus brazos. A duras penas consiguió sentarla. Percy la cogió de los hombros y la obligó a mirarle.

—Lo único que quiere, por lo que veo, es iniciar una guerra en la que nadie va a salir victorioso —le habló serio —. No caigas en su trampa —miró a Octavian que estaba siendo encadenado a una columna por orden de la Pretora —. No les des el gusto de caer.

Clarisse asintió anonadada. Por un momento, por unos segundos, vio el rostro de Percy. El Percy de su tiempo. Con las facciones más masculinas, su voz más grave, más anchos de hombros…y cubierto de sangre y arañazos. Pero tan pronto como esa imagen se le apareció se fue.

—No, no se lo voy a dar.

—Mejor. Además no queremos tener que limpiar un cadáver en el Olimpo. Es un sitio sagrado. Y muy blanco. Seguro que la sangre no sale muy bien —rió para aligerar el ambiente, cosa que funcionó. A medias.

Y ahí estuvo otra vez. Ese pequeño destello. De esa sonrisa traviesa que siempre tenía. Pero tenía los labios resecos y la barbilla manchada de sangre. La hija d Ares lo miró detenidamente y la imagen se volvió a difuminar. Miro hacia el resto de los Siete, que se habían levantado rápido, sacando sus armas, por caso de peligro. Se notaba que tenían los nervios a flor de piel ¿Qué estaba pasando en el futuro? ¿Y con Percy? ¿Por qué no estaba allí con ellos y en cambio tenían al pequeño de doce años? ¿Y por qué pasaba lo mismo con Annabeth? Porque era de sabiduría popular que haya donde fuera Prissy iba Anni. Era definitivo. Estaba preocupada.

Por supuesto también lo hacía lo de que los bolígrafos se volvieran espadas, monstruos que se podían disfrazar con algo llamado la Niebla, o que Percy fuera el hijo de un antiquísimo dios Barbapercebe

—Está ganando puntos conmigo, muy a mi pesar —levantó Atenea la mano a regadientes.

—Y conmigo —Este fue Zeus —. Conoce bien a su padre.

—Y conmigo —prosiguió Ares —. Pareces tener agallas.

—Hijo —se quejó Poseidón, por su sobrenombre.

Percy solo se encogió de hombros volviendo a su primer asiento, junto a Annaeth, que lo recibió sonriendo.

—Bien hecho ahí antes —se refirió al encontronazo anterior —. No cualquiera se enfrenta a un hijo de Ares, y menos a Clarisse, con esos humos destructivos.

—Casi me quedo sin brazos al intentar pararla. Parecía un toro.

de hacía cinco mil años. Pero se lo creía. A pesar de que tenía la memoria borrada, sabía que era un semidiós igual que sabía que su nombre era Percy Jackson. De su primera conversación con Lupa, la loba, había aceptado que ese mundo extraño de dioses y monstruos era real. Algo que realmente le fastidiaba.

—A ti lo único que no te fastidia en este mundo es Annabeth —dijo Travis, y Katie le pellizcó un costado — ¡Auch! —gimió riéndose.

—Ponéis siempre ese tonillo raro cuando habláis de nosotros. Es como si insinuarais que estamos saliendo en un futuro —rió, con un leve tono rojizo en las mejillas.

— ¡Sí! Qué tontería, somos amigos —enredó un mechón rubio en su dedo. Eso tenía que ser imposible. A ella le gustaba Luke, ¿no? Y Percy…era demasiado inmaduro. Pero también, todavía, era un niño. A lo mejor en el futuro…no. A ella le seguiría gustando Luke. Siempre había estado con ella y nunca la dejaría.

—Además ¿un hijo de Poseidón y una hija de Atenea? Pffff —resopló Connor — Que es esto ¿Una versión moderna de Romeo y Julieta?

Todos los griegos se rieron sabiendo lo que pasaría con ellos en un futuro y el resto de los Siete y Nico también rieron, pero más levemente, sombríos, pensando en toda la ironía de la situación. Puede que su historia fuera bastante semejante. Solo esperaban no que no acabasen en la misma tragedia.

—Romeo y Julieta —recordó Afrodita —. La mejor historia de amor escrita de todos los tiempos.

—Pensé que esa era la he Helena Y París —dijo una hija de Ceres.

—He dicho escrita, preciosa. Lo de Helena y Paris fue tan cierto como tú existencia.

—¿Y si lo llamamos empate? —dijo—. No puedo mataros. No podéis matarme. Si sois las hermanas de Medusa, ella podía transformar a la gente en piedra, ¿no debería de estar petrificado ahora mismo?

—¡Uhh! —gritaron Apolo y Hermes —. Metiendo el dedo en la yaga.

—¡Héroes! —dijo Euríale, disgustadas—. ¡Son como Madre, siempre diciendo lo mismo! ¿Por qué no podéis petrificar a la gente? Vuestra hermana puede petrificar personas. ¡Siento decepcionarte, chico! Esa era la maldición de Medusa. Era la más espantosa de la familia. ¡Se llevó toda la suerte!

—No creo que los monstruos entiendan muy bien el significado de ''suerte'' —comento Lacy, una hija de Afrodita.

—Para ellos todo lo que sea asustarnos y acabar con nosotros, es suerte —le respondió Malcom, y Lacy se sonrojó muy leventemente, haciendo que el hijo de Atenea le pasara lo mismo ¿Le gustaba a una hija de Afrodita? ¿Él? ¿Un empollón? Le parecía algo irreal.

Esteno parecía dolida.

—Madre dijo que yo era la más espantosa.

—Unas personas compitiendo por a ver quién es la más hermosa, y otras peleando por quien es la más fea. El mundo no tiene sentido —bramó Afrodita, repasando su maquillaje.

—¡Silencio! —le espetó Euríale—. Y en cuanto a ti, Percy Jackson, es cierto que tienes la marca de Aquiles. Eso te hace un poco más duro de matar. Pero no te preocupes, encontraremos la manera.

— ¡¿Cómo que la marca de Aquiles?! ¡Perseo! —Gritó Poseidón, encolerizado. Le había llamado Perseo, no Percy ¿De dónde vino ese nombre? No lo sabía pero le quedo bien cuando alzó la voz para regañarlo. Más serio dada la situación.

Percy se encogió ante su nombre completo.

— ¿La marca de quién?

— ¡Claro! —chascó los dedos Annabeth, dándose cuenta —. La marca de Aquiles, sesos de alga. Es una maldición.

—En estos mismos momentos siento que mi vida es una maldición entera, listilla. No estés tan emocionada.

—No —le pegó un puñetazo en el hombro —. Lo que quiero decir es que por eso las gorgonas no pueden acabar contigo. Porque tu piel es tan dura como el acero. Porque te has bañado, en un momento en el futuro, el rio Estigio —Annabeth parpadeó sorprendida ante esto y le volvió a pegar. Esta vez un poco más fuerte. Percy lloriqueó agarrándose el hombro — ¡Percy! Lo que vas a hacer es una tontería ¿Sabes lo peligroso que es eso? Hasta el momento, Aquiles fue el único en sobrevivir.

Y Luke pensaron todos los griegos.

Atenea miraba a su hija a rebosar de orgullo. Era muy inteliente y perspicaz para ser tan pequeña.

—Seguramente lo hizo para obtener más poder y regocijarse de ello —dijo Artemisa, mirando con ojos furiosos a Percy mientras sujetaba una flecha entre sus manos.

—No, mi Señora eso no es… —comenzó Thalia a defender a su primo pero se vio interrumpida por Nico.

—Fue necesario para que Percy pudiera salvar nuestros traseros, con perón por la palabra. No podía encontrar una mejor. Y lo mejor de todo es que lo consiguió. Gracias a él todos nosotros estamos vivos.

—No creo que sea tan así —dijo avergonzado Percy —. Seguramente cada uno puso su parte y por eso conseguimos superar el problema.

Artemisa quedo sorprendida ante su humildad. No lo podía creer. Era bastante extraño. Todos los hombres que ella conocía alardeaban de todos sus logros y de que nunca habían necesitado la ayuda de nadie para conseguirlos.

—Tú —señaló a Nico con la punta de la flecha —, la próxima vez que interrumpas a una de mis Cazadoras te convertiré en un Jackalope y disfrutare cazándote.

Nico la miro nervioso y con un poco de resentimiento en sus ojos.

—Entendido.

—Perseo —Poseidón llamó la atención de su hijo —, vas a estar en tantos problemas.

— ¡¿Porqué?!

—Por intentar asesinar a tu padre de la preocupación ¿No podrías ser menos imprudente?

—Al parecer no.

—¿La marca de quién?

—Podemos estar tránquilos de que Prissy seguirá tan bobo en el futuro como en el pasado.

— ¡Oye!

Un romano, hijo de Marte, se levantó de su asiento apuntando con su espada a su hermana por parte del lado griego.

—Ten más respeto hacia mi Pretor. También tu líder.

Clarisse lo miró entornando los ojos, con músculos tensos. Parece que era el día de enfrentarla y todos se iban a llevar un ojo morado a casa. Percy se levantó y ordenó al romano que se volviera a sentar. No muy convencido lo hizo.

—Era una broma, ¿verdad, Clarisse?

—Por supuesto que no.

—Clarisse… —Percy siseó con dientes apretados, al ver que el romano hacía la intención de levantarse de nuevo.

La hija de Ares levantó las manos.

—Está bien, está bien. Estaba jugando —se cruzó de brazos —. Los romanos no tenéis mucho sentido del humor.

Un hijo de Mercurio protestó indignado.

—Por supuesto que tenemos. Solo que somos muy estrictos.

—O sea que no tienen —le susurró Connor a Travis.

—Nop.

—Que decepción de hermanos.

—Habrá que enseñarles algunos truquillos básicos a la forma tradicional —dijo el mayor con una sonrisa siniestra. Connor imitó su gesto y chocaron puños.

—¿Qué andáis cuchicheando vosotros dos? —Preguntó Miranda, escéptica.

—Nada —contestaron ambos, como dos verdaderos angelitos. Solo que las plumas que llevaba su padre en las zapatillas no se las ponían en la espalda. Las usaban para terminar sus fechorías de una forma más rápida.

—Aquiles—dijo Esteno, contenta—. ¡Oh, era tan apuesto! Sumergido en el río Estigio de niño, ya sabes, así que era invulnerable a excepción de un pequeño punto en el talón. Eso es lo que te ha pasado a ti, cariño. Alguien te ha sumergido en el Estigio y te ha convertido la piel en acero, pero no te preocupes. Los héroes como tú siempre tenéis un punto débil. Sólo tenemos que encontrarlo y entonces podremos matarte. ¿No será enternecedor? ¡Coge un Cheese n' Wiener!

— ¿Y dónde tengo ese punto débil? —Preguntó curioso.

Todos se encogieron de hombros.

—Nadie lo sabe —dijo Nyssa.

—Exceptó Annabeth —añadió Katie —. Seguro que ella lo sabe. Es la persona en la que más confianza tiene

Percy y Annabeth se sonrieron

— ¡Cierto! —dijo Will —. Hubo un momento en la batalla de Manhattan en la que Annabeth recibió la puñalada que iba para Percy. Y Percy ya tenía la marca.

— ¡¿Cómo?! —gritaron Poseidón, Atenea, Percy y Annabeth.

—Annabeth, hija, se puede saber por qué hiciste tal… ¡estupidez! El niño ya estaba maldito por la marca. No le hubiera pasado nada.

—No lo sé, madre. Existe la posibilidad de que Percy me dijera donde se encontraba su talón de Aquiles y…vi que el que le iba a apuñalar tal vez estaba bastante cerca de darle en el punto débil y…¿salte a impedirlo? No lo sé.

Percy la miro con ojos agradecidos. Desde luego esta chica iba a ser su mejor amiga.

—Gracias, listilla.

—Tu harías lo mismo por mí.

El resto de los Siete y Nico asintieron. No sabía a qué escala podía hacer Percy por ella.

—Tú, jovencita —Poseidón la señalo con el tridente, pero en su rostro había una sonrisa amabe —. Te voy a tener que estar muy agradecido en un futuro. Estoy suponiendo que cuidar de mi hijo no resultara tarea fácil.

—No lo es —rió con el dios divertida, a disgusto de su madre, que simulaba unas arcadas.

Percy miró a ambos. Mejor dejar las cosas como estaban porque si no…les rociaría con un chorro de agua.

Percy intentó pensar. No recordaba sumergirse en el Estigio.

—Y seguro que no recordabas muchas otras cosas más —Interrumpió Jason.

Entonces recordó que no recordaba demasiado sobre él mismo.

— ¿Ves? Frustante.

No sentía que su piel estuviera hecha de acero, pero eso explicaba porque había sobrevivido tanto a las gorgonas. ¿Si se tiraba de la montaña… sobreviviría?

—Tengo un camicace por hijo. Ya está.

—Aunque sería un experimento interesante.

—Atenea, estamos hablando de mi hijo.

—Sí, un hijo con la marca de Aquiles. Un hijo indestructible salvo en un punto.

—Sí, y por la suerte que estoy viendo y oyendo de sus amigos, seguro que salta, le roza una rama haciéndole un arañazo en su punto débil y se me muere.

—Noto la confianza.

No quiso arriesgarse,

—Gracias, hijo. Eso me calma un poco.

—De nada. Supongo.

—Yo que tú no cantaría victoria antes de tiempo. Tío P —le recomendó Ares, leyendo internamente la siguiente línea.

no sin nada que ralentizara la caída, un trineo o… Miró la gran bandeja de plata de Esteno con sus muestras gratuitas. Mmm…

Poseidón se llevó las manos a la cara y gimió. Fuerte.

—Sí. Mi hijo es un camicace. Y yo moriré de un infarto. El primer dios que muere de un infarto. Maravilloso. Mira, Atenea, ya lo puedes documentar en tu libro de historia sobre los dioses.

—Hazme caso. Lo haré gustosa

—Podrías disimular un poquito tu desagrado.

— ¿Para qué? Con lo divertido que es. Y cubrir tus sentimientos, pensamientos y reacciones pueden ser dañinos para tu salud.

—Te dije, cabeza de algas, que encontrarías algo estúpido con lo que saltar.

—Ahí no pone que vaya a usarla para saltar. Solo lo estoy considerando.

Thalia levantó una ceja.

—¿Te lo estás pensando? — preguntó Esteno—. Buena elección, cielo. He añadido un poco de sangre de gorgona a estos, así que tu muerte será rápida e indolora.

—Que considerada.

—Y antihigiénica ¿Quién pone sangre en sus aperitivos? Creo que se han tomado demasiado enserio lo de: ''con sangre, sudor y lágrimas''.

—Ni se te ocurra comerte una, sesos de alga.

—Por mucha hambre que tenga dudo que quiera una de esas cosas…ensangrentadas. No estamos en Halloween.

—Sí…, el problema es que no estamos en Halloween

La garganta de Percy se cerró de golpe.

—Buen chico —dijo Annabeth, acariciándole la cabeza como lo haría con un buen perro.

Percy, en broma, intentó morderla la mano.

—¿Le has añadido tu propia sangre a los Cheese N' Wieners?

—Sólo un poco

—Ah, bueno —dijo Apolo con sarcasmo —. Menos mal. Ahora si quiero. Dos, por favor.

Artemis levantó el brazo y le dio en el cogote.

—Uno —golpe —Dos —golpe — ¿Quieres más? Veo que te has quedado con ganas.

—No, gracias. Estoy servido.

— sonrió Esteno—. Un pequeño corte en el brazo, pero gracias por preocuparte. La sangre de nuestro lado derecho puede curar cualquier cosa, ya sabes, pero la sangre de nuestro lado izquierdo es letal…

Frank miró a la pequeña versión de su amigo, avergonzado, por los pensamientos egoístas que tuvo en su momento.

—¡Estúpida! —gritó Euríale—. ¡No se supone que debes contarle eso! ¡No se comerá las salchichitas si le dices que están envenenadas!

—No las hubieras comido de todas maneras —los dos campamentos y dioses se le quedaron mirando, escépticos —. Creo.

—Pues te comiste las hamburguesas de Medusa.

—Y yo recuerdo que otra personita estaba demasiado ocupada ahogándose con sus patatas fritas —replicó el hijo de Poseidón.

— ¡No me estaba ahogando! —protestó Annabeth con las mejillas en llamas.

—Eso no es lo que parecía desde mi punto de vista.

—Al menos yo me di cuenta de que se trataba de un monstruo y no me quedé allí parado como un tonto comiendo las hamburguesas.

—En mi defensa diré que han sido una de las mejores hamburguesas que me he comido en toda mi vida.

—Hombres, siempre pensando en comida.

— ¡Annabeth también estuvo pensando en ella, Señora Artemisa!

La diosa hizo un ademán con la mano.

—Mi futura cazadora tiene que estar bien alimentada.

Percy la miro confundido. Sabía que había Cazadoras y Thalia era su teniente, pero no sabía muy bien que significaba aquello.

— ¿Qué significa ser una Cazadora? —le pregunto a Thalia.

—Ser una Cazadora, querido primo —le contestó Apolo por su prima —, es que chicas hermosisímas se unan a la secta anti-hombres de mi hermanita. Son inmortales y permanecerán durante toda la eternidad o hasta que mueran en batalla su lado —señalo a la diosa de la Luna —. Y serán vírgenes. Para siempre —se lamentó —. No sabrán lo que es disfrutar de verdad.

—Para empezar, no me llames hermanita. Soy la mayor. Yo ayude a nuestra madre a traerte al mundo. Y dos. Sí, básicamente es eso. Deben hacer un juramento en el que prometen dejar apartados a los hombres, no tener pensamientos románticos sobre ellos, permanecer pura y jurarme lealtad. Y viajaran conmigo, como ha dicho Apolo, hasta que se acaben los días. De vez en cuando pasamos por el Campamento Mestizo, pero no es mucho tiempo. Allí las dejo para que descansen un poco de nuestro arduo trabajo

También rompes familias quiso decir Nico.

Percy se giró en redondo hacia Annabeth, nervioso.

—¿Y tú quieres eso?

Annabeth dudo.

—Está Thalia.

—No debes tomar las mismas decisiones que yo. Yo lo hice por una razón. Y tú no la tienes. Pero…mejor te dejo que vayas descubriendo las cosas. Aunque da un poco igual si te lo digo, nos van a borrar la memoria ¡Pero te quedaras con la duda mientras estés aquí!

—Thalia…

—Ah-ah —negó con el dedo.

Esteno parecía sorprendida.

—¿Qué dices? Pero si le he dicho que es rápido e indoloro.

—Y debería agradecerte porqué…

—¡No importa! —las uñas de Euríale crecieron hasta convertirse en garras—. Le mataremos a las malas, deberemos despedazarle hasta encontrar el punto débil. ¡Una vez hayamos matado a Percy Jackson seremos más famosas que la propia Medusa! ¡Nuestra patrona nos recompensará muy bien!

—Este punk no puede ser tan importante como para que lo maten y se vuelvan famosas entre los monstruos.

—Yo no elegiría a un don nadie para este plan que voy a realizar para la unión de los dos campamentos. Así que si esa Gorgona ha dicho lo que ha dicho será por algo —dijo Hera, altanera.

Annabeth la miró con furia, apretando sus manos en puños sobre sus rodillas.

—Listilla, que te ocurre. Parece que vas a matar a alguien.

—Yo…no lo sé. Solo he sentido…rabia —se tocó la frente y la frotó —. No lo entiendo

Percy alzó su espada. Tendría que cronometrar sus movimientos, unos pocos segundos de confusión, agarrar la bandeja con su mano izquierda…

—Decías, cabeza de algas.

—Todavía no lo he hecho. Lo estoy planeando.

—Percy —le dijo Will —, ya son muchos años y sabemos que vas a saltar. Conseguiras la bandeja y te tiraras al vacío. No hace falta ser un genio.

Sigue hablando, pensó.

—Al menos pasar tanto tiempo con mi hija te dará algunos beneficios. Solo espero que, a cambio, tu no le traspases tú insolencia en modo de agradecimiento por un poco de sabiduría.

Los griegos se miraron nerviosos entre ellos. Hera y ella no tenían mucha relación debido a la insolencia que tuvo con la diosa en el laberinto (según por lo que contó después de la misión) y por el ''secuestro'' de Percy.

—Creo que tu madre me odia.

—Te dije que Poseidón y Atenea no tenían de las mejores relaciones.

—Yo no soy mi padre.

—Pero te pareces mucho a él. Básicamente eres un calco suyo en mortal y pequeño.

—Pues muy apuesto —añadió Afrodita. Se rasgó con la uña el labio levemente, pensando —Me pregunto si será igual en todos los aspectos —aplaudió fuertemente — ¡Ya tengo ganas de verle! De momento, con lo poco que hemos visto, es el hijo que más se te parece, Possy.

—Eso, realmente, no me tranquiliza. Si es muy poderoso…

—Papá, tranquilízate —dijo con tono enfadado —. Yo tampoco es que quisiera parecerme a ti.

—Hijo no es lo que quería decir.

—Ya.

—Hermano —sonrió Zeus —¿cómo te sientes al embarrarla cada vez más cuando hablas con tu hijo?

—Cállate. Sabes perfectamente bien a lo que me refería.

—Antes de que me hagáis trizas— dijo—, ¿quién es vuestra patrona?

Euríale le dedicó una mirada de desprecio.

—¡La diosa Gea, por supuesto! ¡La que nos ha traído del olvido! No vivirás lo suficiente como para conocerla, pero tus amigos se enfrentarán a su ira. Ahora mismo, sus ejércitos van hacia el sur. Durante el Festival de la Fortuna despertará y los semidioses serán reducidos como… como…

—¡Nuestros bajos precios en el Mercadillo! —sugirió Esteno.

La sala entera no pudo evitar reírse. Esteno era un personaje de pies a cabeza. Si no se viera obligada a actuar bajo el mando de su hermana quizás pudiese ser uno de los pocos monstruos, como lo era Tyson y el perro del infierno de Percy, con la que podrían hablar, haced amistad y ayudarles en la guerra. Era una pena.

—¡Bah! —Euríale se giró hacia su hermana. Percy vio la oportunidad perfecta. Agarró la bandeja de Esteno, tiró los Cheese n' Wieners envenenados, y lanzó Contracorriente a través de la cintura de Euríale, partiéndola por la mitad.

— ¡Eso es, joder! ¡Acción! ¡Sangre! —aulló Ares, satisfecho —. Chaval tú yo nos llevaremos bien.

—Lo dudó —murmuró

—Chris —le llamó Clarisse.

— ¿Hmmm? —picoteó sus labios —¿Qué pasa?

—Mis hermanos y yo…¿somos como mi padre?

El hijo de Hermes miró a su suegro.

—Uh…, a veces. Sois muy sangrientos.

—Bien. Ha si el campamento no se olvidara que la Cabaña de Ares es la que manda.

—Después de Percy.

—Claro. Después de Percy. Haber sido el héroe del Olímpo le puede dar alguna ventaja sobre esto. No cualquiera vence a Cronos. Solo tiene el puesto porque yo se lo concedo. Y…los dioses.

Chris rio.

—Sin Annabeth también hubiéramos estado bastante mal. Sabes que Percy se guía mucho de su juicio.

—Y Annabeth —aceptó a regañadientes —. Pero después nuestra cabaña. No hay más que hablar.

Alzó la bandeja y Esteno se encontró a sí misma cara a cara con su reflejo grasiento.

—¡Medusa! —exclamó.

—No tiene sentido —espetó Rachel —. Si dicen que una es más fea que otra, y luego le ponen un espejo delante y se asusta cuando ve su propio reflejo…significa que en realidad las tres son iguales.

—O que nunca se ha visto al espejo —dijo Lacy.

—O simplemente carecen de coeficiente intelectual —repuso Malcom.

Su hermana Euríale se había reducido a polvo, pero ya comenzaba a reconvertirse, como un hombre de nieve derritiéndose al revés.

—Se recomponen a una velocidad anormal. Aunque la puerta este abierta —se preocupó Hades —. Es alarmante. Sobrino, espero que tengas suerte en tu misión.

—Yo también, créame. En un futuro vamos a tener un montón de tensión, ¿no? —le preguntó al resto de los Siete.

—Ni te lo imaginas —le respondió Hazel —. Vamos continuamente a contratiempo. Y más ahora.

—Siento que en esta misión he envejecido diez años.

—Hombre, ahora al menos aparentas la edad que tienes, Señor Panda, y no la de un pequeño y regordete panda.

—Leo, a veces me dan ganas de arrancarte la cabeza de un bocado.

Leo se alejó poco a poco de Frank, aferrándose a Jason, poniéndose una mano en el pecho.

— ¿Por qué quieres hacerme cosas indecorosas?

—Ya quisieras —gruñó Frank, pero con una sonrisa. Habían tenido un comienzo desastroso pero al final…se habían vuelto bastante unidos.

—¡Esteno, estúpida! —balbuceó mientras su otra mitad de la cara aparecía en el montón de polvo—. ¡Es tu reflejo! ¡Atrápale!

Percy estrelló la bandeja metálica contra la cabeza de Esteno y ésta perdió el conocimiento.

Los semidioses miraron mal a Percy.

— ¡¿Qué?! ¡Tenía que sobrevivir!

Se puso la bandeja en el trasero, rezó en silencio al dios romano que estuviera viendo sus movimientos y saltó al vacío.

Thalia miró con superioridad a su primo.

—Te lo dije.