Advertencia
- Contiene acercamientos Homosexuales.
Bien, debo admitir que he tenido esta historia MUY abandonada a pesar de ir un capítulo por delante. Pero soy tesista, cuando empecé a escribir estuve en un momento super complejo que afortunadamente ya pasó y well... olvide actualizar. ¡No me odien :(! Ahora mismo, mi vida se ha normalizado (más o menos) y aunque he estado dedicando el tiempo a otras cosas, aún no se acerca el momento en el que me encuentre en un hoyo de falta de inspiración porque... encuentre pareja (si, me pasa. en serio). Con respecto a mi advertencia... bueno, consideré correcto hacerla. Tiene muucha importancia con los acontecimientos que le siguen a las aventuras de estos dos, por lo que les pido que lo lean y tengan un poco de paciencia y En fin... acá el nuevo capítulo :)
Capítulo 6.
No era otoño. Pero a Francia parece habérsele olvidado.
Draco alzó una ceja, apretando los dientes cuando por segunda vez, las dos chicas detrás de ellos le tocaron la espalda y simularon tropezar –Debo decir, que de todas tus ideas ésta la más irracional e irresponsable –Afirmó con vehemencia. Se acomodó la bufanda y trató de ignorar los calambres que sentía en las piernas mientras caminaba paso a paso, para entrar al bar. Y a las chicas molestas a su espalda.
–Por favor, Draco. No olvides que recibimos la bendición de tu madre –Masculló ella, alegremente. Parecía bastante feliz con sólo estar haciendo la fila para entrar al pub. Muggle en su totalidad. Con gente que poca idea del frío que hacía al parecer. Los chicos frente a él con suerte vestían una chaqueta. Draco no podía tener más frío del que ya tenía. –Dijo que nos cubriría, recuerda–. Por supuesto que recordaba. Su madre había afirmado hace unas horas que hasta ella había cometido alguna travesura en su adolescencia. Draco, fuera de estar atónito aún no podía creer que ella le hubiese dado su beneplácito.
–¿Su prometido no dijo nada? –Había preguntado Astoria. Su madre, desde uno de los cómodos asientos de la pequeña salita de su casa soltó una pequeña risa.
–Por supuesto que tenía mucho que decir, querida. Pero como tú afirmaste con tanta vehemencia hace poco, no hemos sido nunca un objeto de decoración. Y, después de todo ¿Qué clase de vida tendríamos si alguna vez no nos decidimos a explorar? –
–Espero que al viejo Rosier no se le ocurra aparecerse en París, cuando se entere de tu partida –Respondió. Astoria se encogió de hombros con indiferencia. Sin tomarle el peso real a lo que significaría. Draco no quería imaginarse el castigo que ella tendría una vez volviera. O lo que su prometido haría. Y no le sorprendería que los Greengrass le esperasen con vestido de novia y todo.
Mejor ni le decía.
La fila avanzó finalmente y ellos pudieron entrar. El lugar era más cómodo de lo que se veía afuera. Y caluroso, sobre todo. Draco se quitó la bufanda y se detuvo junto a Astoria para poder admirar el bar. Dejando atrás un pasillo enorme con luces suaves y pequeñas en las paredes y en el techo que hacían de las sombras algo interesante, el pub se componía de un lugar enorme con un bar al centro, un espacio para baile y mesas alrededor. Parecía un desorden agradable, con aquellas luces pequeñas por todos lados. Quizás todo oscuro no hubiese sido tan bueno u original. –Busquemos un lugar –Dijo él, tomando del codo a Astoria y comenzando a caminar. Esquivaron gente por todos lados eligiendo la barra al final, por petición de Astoria. A Draco le daba bastante igual; la verdad era que en esos días se había predispuesto a unas vacaciones tranquilas algo más que movidas. –Asumo que, un jugo no vas a querer –admitió él, sentándose en una de las orillas y esperando que el barman se desocupara. Un hombre alto, afroamericano y parecía tan eficiente como elfo doméstico. La mujer se sentó junto a él, mirándolo todo como turista que era.
–Por puesto que no –masculló ella. Se había sentado como la dama que era, pero su expresión ansiosa la delataba. Y su mirada curiosa, como un Ravenclaw hijo de muggles en Hogwarts. En aquel momento sonaba una canción que ninguno conocía de la nada pero que parecía ser la sensación del invierno, por toda la gente que la coreaba. –¿Porqué pareces tan adecuado a este ambiente? –Preguntó ella de pronto. Draco se encogió de hombros, pidiendo un trago suave para ella y un whisky en las rocas para él en perfecto Francés cuando el eficiente barman se acercó finalmente a ellos. El barman le guiñó un ojo a Astoria, haciéndola enrojecer. Draco soltó una risa.
–No es primera vez que vengo, Astoria. ¿Por qué crees que te traje a este lugar? –
–¿Y afirmabas que yo no podía venir? ¿Porqué tu si? –Demandó. Parecía molesta. Posiblemente porque él podía venir y ella no. Por la libertad que Draco poseía. Solo Salazar sabía lo mucho que había costado aquella libertad. Y las consecuencias que aquello traía.
–No soy un hombre comprometido –se defendió. Astoria gruñó y masculló algo por lo bajo, pero por el sonido de la música Draco no escuchó. Tampoco le interesaba saber qué clase de blasfemia sería. El alcohol llegó bastante rápido por lo que Draco se preocupó en disfrutar y reírse entre dientes cuando Astoria no pareció disfrutar el suyo –Revuélvelo mujer. ¿No decías que si habías bebido alguna vez? –Replicó, sin poder ocultar la risa.
–No algo así –Se quejó. Pero le hizo caso y volvió a probar el trago, aparentemente disfrutándolo mucho más que antes. Draco volvió a dar un trago al suyo. La gente parecía entrar a raudales al lugar. –¿Qué crees que haría ese hombre si nos viera en este lugar? –Preguntó alegremente ella. Draco soltó un bufido.
–¿De verdad tienes que preguntar? Lo sabes mejor que yo. Sólo Salazar sabe que te hará Rosier cuando vuelvas –La música se volvió mucho más movida y la gente comenzó a bailar. Draco y Astoria se giraron para poder verles, interrumpiendo su conversación. Había muggles que se restregaban los unos a los otros sin pudor ni decoro alguno. Otros que si bien no lo hacían, se besaban y abrazaban en público. Draco se preguntó si realmente debió traerla a ella aquí. Pero mirando su expresión de curiosidad, quizás no se había equivocado tanto. Era una experiencia nueva para Astoria, se recordó. Algo que la chica no había podido ver estando bajo el ala de una familia rica y tradicional. Algo que él no hubiese conocido en su totalidad, si su padre no hubiese tomado las decisiones que tomó.
Irónicamente.
–¿Quieres ir a bailar? –Preguntó él de pronto. Astoria giró rápidamente la cabeza, mirándole con curiosidad. Él se encogió de hombros –No es como si planeara hacerte lo que ellos hacen, mujer. Pero si quieres una aventura, es mejor tenerla completa –
–No sé bailar ese ritmo –admitió ella, volviendo a su trago. Draco rió suavemente, como llevaba haciendo desde que le conoció. Ah, tonta e inocente Astoria.
–Yo tampoco. Esperemos algo lento que podamos bailar–
La música seguía siendo estridente, así que se dedicaron a beber. Draco, sabedor de lo conversador que se ponía una vez que comenzaba a beber comenzó a contarle de la primera vez que había asistido a un bar. Básicamente fue a uno mágico, en el callejón Knockturn, después de poner la excusa de que saldrían a tomar el té. Se había aventurado con Pansy, Blaise y una italiana que había conocido Merlín sabía dónde –Y él, conociendo a Blaise como lo conocía en ese entonces había preferido no preguntar–. No había sido algo memorable, dada la compañía que habían tenido o el roñoso lugar al que habían ido, pero si había sido el comienzo de las aventuras de Draco conociendo el mundo exterior. Lo que más recordaba de aquella salida era a Pansy irritada después de haber consumido un par de tragos de whiskies de fuego desatando su furia contra la chica italiana cuando había comenzado a coquetear con los dos a la vez.
–¿No te hacía la idea de lo loca que era con sólo la escena que montó? –Preguntó ella. Draco negó con la cabeza.
–Pensé que era lo correcto. Ya sabes, en ese momento no tenía la misma percepción de ahora –Admitió él– Lo que hizo aquella chica, ahora bastante normal, en ese momento me pareció una falta de respeto y decoro terrible –Y eso era lo que Draco efectivamente había pensado, aunque tampoco era algo que habría dicho él en voz alta. No había tenido tiempo en realidad.
–¿Se enfrentaron la única a la hora a punta de varita? –Draco negó con la cabeza.
–La golpeó –
–¿Cómo un muggle? –Draco asintió, soltando una risa –No puedo creerlo… ¿Es en serio? –Astoria comenzó a reír, uniéndose a sus risas. Ahora mismo, si podías imaginarte a Pansy Parkinson usando sus uñas y tirando el cabello de otra chica. En ese momento no lo imaginaba en lo absoluto. –¿Y cómo la detuvieron? –
–Tuve que desmayarla. De otra forma le habría deformado la cara –Las risas de Astoria se hicieron mucho más fuertes. Draco rodó los ojos y terminó de tomarse el trago. Recordaba que la chica se había enfadado con él un mes a causa de eso, pero volvió cuando a Draco le pareció oportuno recordar que se pondría mucho más insufrible si no hacía algo para amainarla. Una pulsera fue suficiente para cumplir ese propósito.
Un grupo se ganó al lado de ellos, lo que les hizo correrse un poco más hacia la orilla para darles espacio. A Astoria no pareció molestarle demasiado el contacto casual, como otras veces. Draco le miró interrogante.
–No me conocen –afirmó ella, respondiendo su pregunta silenciosa. Astoria rió un poco más al ver su expresión confundida. –No es que me moleste el contacto del todo, Draco. Sólo que a veces simplemente no puedo evitarlo –Se encogió de hombros.
–¿Sólo porque son muggles? –
–Sólo porque lo son–.
–¿Qué es muggle? –Preguntó alguien al lado de ellos, haciéndoles saltar. Draco alzó una ceja, arrugando el entrecejo y pensando rápidamente el cómo salir del paso, sin embargo Astoria se le adelantó.
–Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas –Replicó ella, sin embargo no parecía molesta. Si no más bien curiosa por el nuevo interlocutor, con un obvio acento francés. El chico a su lado pareció avergonzarse. O al menos las luces hacían que sus mejillas blancas estuvieran un poco coloradas.
–Esperábamos nuestros tragos y te escuché de forma casual –Respondió, guiñándole un ojo –Terminé oyendo una palabra que no conozco. ¿Es un pecado querer saber? –Preguntó, esbozando una sonrisa suave. Como si estuviese acostumbrado a ella. Draco le sacaba una cabeza, pero aún así era más alto que Astoria. No era un adonis, pero tenía unos ojos negros profundos que posiblemente serían el atractivo para cualquier chica. Incluyendo su cabello negro amarrado y su fachada semi desaliñada. Estratégicamente desaliñada, diría él. Astoria no parecía en lo absoluto intimidada por él. ¿Sería la primera vez que entablaría conversación con un muggle? Posiblemente.
–Algunas cosas deberían serlo –Respondió ella. Y por la expresión de interés que pudo observar en su rostro, Draco podría apostar que había caído en su encanto. Esta niña…
El chico empezó a reír –una risa bastante ruidosa, para su gusto– y comenzó a establecer una conversación casual con ellos, mientras sus tragos eran servidos. Draco y Astoria le siguieron la conversación, escuchando maravillas sobre el paisaje Parisino. Algo que él sabía, pero que Astoria no. Era la primera vez que ella venía a Francia, después de todo.
–Necesito ir al Louvre –Afirmó Astoria con vehemencia, mirando a Draco de soslayo. Él se encogió de hombros, indiferente. Había ido una vez, con su madre. Narcisa lo había disfrutado mucho más que él, a decir verdad. Draco tenía otros gustos, como la opera y los musicales. Las pinturas nunca le habían provocado ningún gramo de sensibilidad.
–Yo puedo acompañarte –Replicó el chico, más rápido de lo esperado. Ambos le miraron con curiosidad. Él volvió a avergonzarse ante ellos, notando su desfachatez –O eso creía él–. –B-bueno, es que tu novio no parece muy cómodo con ir–
–Uhm no. Él no es… –ella negó con la cabeza rápidamente. Draco alzó una ceja, curioso, preguntándose si ella sería capaz de mencionar al viejo Rosier. Pero ella no lo hizo –Somos amigos. Draco es mi mejor amigo–
–¿De verdad? –Preguntó él. Claramente más interesado. Draco quiso, de verdad que quiso, responder aquello con una pulla. Pero Astoria se limitó a asentir, quitándole su momento de gloria de remarcar la estupidez del chico, probablemente conocedora de la lengua que Draco podía tener –y que no usaba con frecuencia–. Y si él tuvo dudas al respecto, quedaron respondidas cuando le frunció el entrecejo brevemente. Suspicazmente. Draco se limitó a sonreír.
Los tragos del grupo del chico llegaron, lo que acabó con la conversación dado que los amigos del chico –Quien, sólo hasta ese momento recordó que debía presentarse– se trasladaron hacia los asientos que, aparentemente, habían reservado. Draco apostaba que sólo porque Astoria estaba con él, ambos recibieron la invitación de ir con ellos. Invitación que Draco no quería aceptar, pero que Astoria aceptó por ambos, jalándole del brazo con estudiada sutileza, por si él se atreviera a no acompañarla. Rodó los ojos, pero la siguió sin decir nada. Se preguntó distraídamente si Astoria había tenido la ocurrencia de al menos cursar Estudios Muggles para poder entablar una conversación sin denotar su estado de bruja. Creía que no. No era como si Draco lo hubiese cursado, pero tuvo el tino de al menos hacerlo durante su último año y de leer en la biblioteca, por si necesitaba desenvolverse en aquel mundo.
Los asientos donde les llevaron estaban lo bastante lejos de la puerta para ver quien entraba, pero entre medio de la pista de baile y de la barra, por si necesitasen hacer una u otra cosa.
–¿Y, vienen de vacaciones o tienen una vivienda acá? –Preguntó el chico. Thomas, el encandilado por Astoria. Había 4 personas más, una pareja y dos alegres chicos que comentaban sobre la gente que entraba, aunque parecían pendientes de ellos.
–Tengo una casa acá –Admitió al final. Después de que Astoria le apretara el brazo con las uñas para intentara entablar una conversación. –En Le Marais –admitió.
–Oh, tienen dinero –replicó el chico, riéndose. Draco se encogió de hombros, desinteresado. No era que él tuviese dinero. La familia lo tenía, después de todo. Draco simplemente hacía uso de lo que podía hasta que su padre saliera de Azkaban y les intentase dejar en la calle. Draco podía asegurar que aquello pasaría en cuanto su madre le pidiera el divorcio. Y aquello sucedería.
–¿Cómo es la vida acá? –Preguntó Astoria, antes de que el chico hiciera más preguntas que no pudieran contestar. Y parecía haber tocado los puntos preciosos –Literal y físicamente, cuando le tocó el brazo con una mezcla de clase, pudor e interés que pareció encandilarle aún más– porque el chico comenzó a hablar tal cual loro, cosa que les permitió el no decir nada y limitarse a escucharle. Draco, poco interesado a prestar más atención de la debida, procuró centrarse en el trago que tenía en la mano y en la gente que entraba al lugar. Como cada vez que iba a un bar.
Aquella fachada resultó al menos media hora, hasta que uno de los chicos le tocó el brazo, llamando su atención. –No pareces muy interesado en la conversación –replicó, en un susurro. No evitando acercarse a él. Draco retrocedió un poco, pero le observó un poco mejor que antes. Su cabello negro y ojos azules fueron lo que más le llamó la atención. Lo demás, un poco corriente. –Demasiada gente –replicó. Un poco más amable que la última vez que habló. El chico se encogió de hombros.
–Te entiendo. A mí nunca me han gustado los bares repletos –Draco asintió, tomando el último resquicio del trago que le quedaba.
–¿Entonces qué haces acá? –Preguntó. El chico le sonrió. Ah, también tenía una buena sonrisa.
–Mala suerte –admitió –Usualmente este lugar no está tan lleno–
–Si me disculpas –
Se levantó, caminando hacia la barra, seguro de que Astoria estaría más que bien. Seguramente ni siquiera percatándose de que él había desaparecido. Lo último que había visto, fue que habían tomado sus manos para quien sabe qué cosa. Y Astoria estaba más que encantada con eso.
El chico le siguió a la barra.
No era más alto que él, ni delgado del todo. Tampoco estaba mal. Simplemente a Draco no le atraía lo suficiente como para mirarlo dos veces. Se sentó en el mismo asiento en el que había estado hace un rato, esperando.
–Soy Remi, por cierto–
–Draco –replicó. Remi asintió, sin hacer comentarios sobre su nombre, algo que pasaba en el mundo muggle con regularidad. Aquello le agradó lo suficiente como para intentar establecer una conversación –¿Tú también eres abogado, Remi? –Preguntó, casual. El chico se echó a reír, negando con la cabeza.
–Arquitecto –admitió. Justo en aquel momento, hubo un barullo en la entrada del bar que interrumpió cualquier cosa que el chico le pudiera decir a Draco. Había guardias vestidos de negro, escoltando a lo que parecía un grupo de 12 personas. No era mucho lo que podía ver a esa distancia, pero no cabía duda que había llamado la atención de todo el bar.
–¿Celebridades? –Preguntó Draco. El chico avanzó un par de pasos hacia adelante, intentando acercarse y poder ver más de cerca. Draco pensó un momento en volver hacia la barra, pero decidió no hacerlo y pedir otro trago. Más que nada porque era la posición perfecta para vigilar a Astoria, quien ahora parecía estar siendo convencida entre salir a bailar y acercarse a mirar. Remi estuvo de vuelta antes de que Draco recibiera su trago y decidiera volver con el grupo.
–Deportistas, parece. Un deporte extraño. Como Qui-algo –
–¿Quidditch? –Preguntó él, sin creer que su suerte pudiese ser tan mala. Si el instinto no le fallaba.
–¡Si, eso! ¿Qué es? –Se limitó a encogerse de hombros y a sonreír al barman cuando depositó su trago en la mesa. El grupo de personas se habían ganado justo al otro lado de donde estaban, y no le tomó mucho tiempo el reconocerles y saber quiénes eran. Draco maldijo internamente su suerte.
¿Es que lo estaban siguiendo o qué?
No creía que fueran a reconocerle, pero procuró el moverse sigilosamente hacia una orilla, mientras Remi comenzaba a hablar de quien sabe qué cosa y a pedir una cerveza. La pareja frente a él parecía intentar mantener una conversación en medio de jugadores de ambos sexos, pidiendo cerveza como manatíes –En opinión de Draco– y riéndose de algún chiste que alguien contó.
Decidió dejar de mirar, cuando vio a Potter besar a Weasley con entusiasmo.
–¿…Bailar? –
–¿Disculpa? –Preguntó él. El chico frente a él hizo un puchero. ¡Un puchero, por Salazar! Seguía pareciéndole corriente y aquel gesto, le hizo pensar en que era mucho más corriente aún. Draco alzó una ceja, expectante, y con un humor ligeramente arruinado.
–¡Te pregunté que si querías bailar! –Se quejó. Y le habría encantado el replicar que en realidad, no tenía motivos para quejarse ante él cuando en primera mano ni siquiera quería hablarle. Lógicamente, se quedó callado. –Como tu amiga fue a la pista con Tommy…–
–¿Astoria fue a bailar? –Preguntó, tomándose el trago de golpe y alzando la vista, buscándola entre el gentío. Le costó medio minuto ubicarla a un lado de donde estaban, bailando aquel lento con aquel chico. Draco suspiró, prometiéndose a si mismo que no dejaría que su amiga pasara de los besos con ese chico. Claro que no. Ni siquiera estaba seguro que Astoria supiera algo sobre educación sexual y si llegara a quedar embarazada, le culparían a él. Con eso en mente y con las risas en su espalda, se limitó a asentirle al chico y a avanzar hacia la pista. Procuró ganarse cerca de Astoria, pero no lo suficiente como para interrumpir su momento –Porque después de todo, Draco no era tan mal tipo–. El chico promedio no dudó en seguirle, con una expresión obvia de no creer la suerte que tenía y que le hizo suspirar. Definitivamente, no era su tipo. Pero aún así le tomó de la cintura y se comenzó a mecer al ritmo de la música.
En la posición en la que se encontraba, podía ver perfectamente hacia la barra. Hacia Potter. El tipo no había notado que estaba allí, lo que le hizo pensar en que, si se dejaba llevar por su estupidez, habría hecho lo imposible por llamar su atención. Por no ser olvidado. Ahora mismo, sin embargo, se permitió en observar y admitir que el no tener que obligarse a pelear con él estaba bastante bien. Potter debía seguir odiándole, después de todo, y el intentar entablar una conversación estaba totalmente prohibido. Pero podía mirar sin que sospecharan de él. Y podía seguir con su vida sin que nadie intentara arruinársela.
Sabiendo eso ¿Por qué se sentía tan mal al respecto?
Se mordió el labio, decidido a olvidar aquella sensación abrumadora. Olvidándose por primera vez en la noche que no estaba solo y que debía asegurarse de que Astoria no cometiera un error. Comenzaba a sentirse mal por el simple hecho de no poder hablar con Potter, por Salazar bendito. Aquello era inverosímil. Aprovechó la cercanía de aquel otro cuerpo para, por lo menos, tener otra cosa que pensar en la cabeza –O no pensar en lo absoluto–. Sin importar si era corriente, si no le atraía lo suficiente o si era un muggle. Era un cuerpo, como cualquier otro. Era un cuerpo que podía usar.
Por ese motivo y sólo por ese motivo, Draco inclinó la cabeza y le besó.
Adentro, hojas de papel rojo, naranjo, amarillo y verde comenzaron a caer. Draco, más pendiente de deshacerse de sus sentimientos en la boca de aquel entusiasta y sorprendido chico simplemente no reparó en ello.
Más tarde lo haría, sin embargo. Cuando su boca se sintiera inflamada, cuando el chico quisiera algo de él que Draco no podía darle y cuando asumió que, al menos esa noche, su cama estaría vacía otra vez. Y justo cuando fue a rescatar a Astoria –Y su virginidad–, vio a Ginevra Weasley a lo lejos darse de culo en el piso de una forma bastante graciosa. Y pensó que al menos, su noche había mejorado un poco.