Fictober 17: Orgasmo


Advertencias: JeanxEren, Gente randomxEren, yaoi, lenguaje vulgar, temas sexuales. Bastante OOC, sobre todo en Eren. Sepan disculpar. Canonverse. Eventual lemon. Esto participa del desafío Fictober de Retos Randoms de Randoms Fandoms. La palabra que debía usar era "orgasmo" y el personaje al que decidí atribuírsela es Jean.

Quiero agradecer profundamente a Meztli Loveless, quien apenas conociéndome me ayudó muchísimo con este fic, primero dándome ánimos, luego haciéndome la portada y finalmente como beta reader.


Parte I


Connie debía de haber estado inventando, pensaba, mientras daba zancadas hacia la habitación en que le había dicho que estaban. Era imposible que ese inadaptado cabeza de termo les estuviese explicando a los demás lo que era un orgasmo. ¿Cómo diablos sabía sobre eso? Seguro estaba murmurando paparruchadas, alguna tontería que se imaginó. O estaría refiriéndose a su amiga Manuela, ¡ja! Emitió una risita involuntaria tras pensarlo. Es que, en serio, ¿cuál era la probabilidad de que ese imbécil solo-sé-hablar-de-titanes ya hubiera debutado? No, de ningún modo, Connie habría entendido mal, ese zoquete podía entender mal hasta cómo hacerse la cama. Se trataba de eso, sin dudas.

Pero tan seguro no debía de estar porque de lo contrario no habría llegado agitado a la puerta de la habitación en cuestión, como si algo en verdad fundamental se le estuviera jugando en ello. Lo que pasaba es que quería desenmascarar a ese farsante, eso era. Sí, demostraría frente a todos que no sabía realmente sobre la cuestión. Porque no podía saber.

Aguardó un momento en el pasillo desolado, intentando relajar la respiración. Y si fuera cierto... ¿con quién había sido? No sería con... ¿Mikasa? ¿Quién más podría soportar a ese bastardo suicida por más de cinco minutos? Aunque tal vez no durara más de cinco minutos, ¡ja ja ja! Admitía que si se reía era para ocultar la frustración de reconocer que efectivamente Eren tenía más oportunidades que él de hacerlo con Mikasa. Nunca comprendería por qué le gustaba tanto a ella. Era un idiota, un soberbio y un peleador. Y aparte era feo. Sí, ¡era feo! Aunque tuviera esos ojos enormes de niña bonita, era feo porque él decidía que era feo y sanseacabó.

De pronto, alguien le abrió la puerta en la cara.

—Y sobre todo, —dijo Eren, sosteniendo el picaporte— no anden fisgoneando como Jean. Eso nunca ayuda. Y sino, mírenle la cara de virgo rematado que tiene.

La sonrisa sobradora que le mostraba, poniendo en evidencia que sus palabras eran solo para él, le hizo hervir de rabia. Cuando Eren se fue, dudó de si estaba a tiempo o no de entrar en la habitación en penumbras. Bertholdt, Reiner, Marco y Franz estaban sonrojados, mirándose entre sí: lo ignoraban por completo. Pero entró de todos modos. Los interrogaría hasta encontrar la prueba de que Eren mentía.

Se quedaron allí hablando hasta entrada la noche. Todos habían quedado fascinados con los relatos de Eren. Sin embargo, no se parecían en nada a lo que Jean hubiera esperado.

Primero, que se negó a dar nombres. Tan solo señaló que había sido con varias personas y cerró el tema con la frase "se dice el pecado, no el pecador".

Y lo segundo que era inexplicable, era que no había mencionado ni las vaginas, ni las tetas, únicas partes del cuerpo humano relevantes para Jean.

Por el contrario, les había enseñado los términos "sexo oral" y "sexo anal", que ninguno de ellos tenía muy en claro.

Les explicó qué cuidados había que tener (que no te mordieran, no ahogar a quien chupara, evitar acabarle adentro a menos que te lo hubieran pedido) y describió algunas de sus posiciones favoritas.

Les aclaró que el sexo anal tenía sus complicaciones, que había que usar lubricante, pero afirmó rotundamente que era el mejor tipo de sexo de este mundo. Les contó detalladamente cómo se limpiaba esa zona, aunque luego admitió que eso no era tan importante para él.

Luego relató una ocasión en que lo habían masturbado detrás del cobertizo donde se guardaban las pesas con que ejercitaban. Había habido una pausa para comer entre dos actividades y esta persona le dirigió una mirada libidinosa que Eren, al parecer muy experimentado, captó al instante. Sin mediar palabra, rodeó el cobertizo y esperó. No tardó en aparecer.

Jean no podía creerlo. Ni si quiera hubiera podido imaginar que tanta vida sexual junta era posible. Y, aunque frente a los otros lo negara, lo cierto es que todo le sonaba verosímil.

Se moría de envidia.

Al día siguiente, no podía sacarle los ojos de encima. Se preguntaba una y otra vez cómo hacía, qué le veían. Si la misma actitud envalentonada y gritona que tenía durante las ejercitaciones le permitía ir de conquista en conquista o si escondía algún tipo de doble personalidad.

Eren seguramente se había dado cuenta de sus miradas, porque ocasionalmente le dirigía una sonrisa burlona que no era del todo el tipo de expresión que esperaba de él. Sí, quizás, allí había un pequeño gesto esquizofrénico.

Finalmente, cierta vez que estaban en el baño y Jean intentó verificar el tamaño de su pene, Eren lo enfrentó.

—Bueno, ya, Jean, ¿qué te pasa conmigo? Hace por lo menos una semana que estás pegado a mí como mosca.

Jean se acomodó rápido el pantalón, desviando la vista.

—Nada que ver, no te creas el centro de atención, señor ególatra.

—Lo que yo creo —murmuró Eren— es que te quedaste picado por esa conversación del orgasmo. Vi cómo te metías en la pieza cuando me fui. Estuviste preguntándoles sobre mí, ¿verdad?

—¿Qué? Claro que no, ¿por qué preguntaría sobre vos? Ya sé todo lo que necesito: que sos un maldito bastardo suicida.

Acercándose, Eren alzó un índice.

—Sobre lo que no sabés demasiado es sobre sexo.

Jean se sonrojó.

—¿Q-qué decís? ¡P-por supuesto que sé!

Que el otro le sacara la lengua solo lo enervó más.

—Veo perfectamente cómo se está parando solo por hablar de ello, cara de caballo.

Estúpidamente, atinó a taparse con una mano, como si eso no lo pusiera más en evidencia.

—¡No... yo no soy virgen! —insistió.

Eren sonrió.

—¿Ah, no? Bueno, te doy el beneficio de la duda. Hagamos una prueba que lo demuestre y asunto zanjado.

—¿Qué clase de prueba?

—Si no sos virgen, seguramente podrás aguantar un rato sin terminar. Así que haremos esto: te masturbo, y si eyaculás antes de los cinco minutos, me reemplazás en todas mis tareas en la cocina durante dos días. Si tardás más, te la chupo. Pero si ese llegara a ser el caso, que lo dudo, te lavás bien, eh.

Absurdamente, lo primero que se formuló en su cabeza fue "¿no habían dicho que le daba igual la limpieza?".

Lo segundo que pensó fue algo así como un "QUUUEEEEEEEEEEEEEE" particularmente ruidoso y alargado.

Estaba en plena parálisis mental cuando Eren le desabrochó el cinturón que él acababa de ponerse.

—No, no, espera, no acepté, ¡no dije nada aún!

—Qué, ¿tenés algo que ocultar?

—¡No!

—¿Y entonces...?

—Que... que... ¡a mí no me gustan los hombres!

—Pfff...

Eren no disimuló en lo absoluto el ataque de risa que le había provocado eso.

—Vamos... ¿cómo podés saberlo? Quizás pensés que no solo porque no probaste todavía. Además, no te preocupes, estoy seguro de que vas a perder esta apuesta y nunca vas a saber lo rica que puede ser esta boca.

En pleno ataque de pánico, Jean intentó dar con un modo de escapar. Mientras, Eren... ¿lo olfateaba?

—Bah... no huele tan mal, creo que hasta podría hacerlo ahora.

Levantó los ojos y le sonrió, relamiéndose. Jean dio un brinco, sin saber cómo interpretar el hecho de que la tenía cada vez más dura.

Eren se rió.

—Tu amigo creyó que lo decía en serio.

Y le pasó la yema de dos dedos desde la base hasta la punta.

Eyaculó de inmediato. No sabía dónde meterse. Era la situación más vergonzosa de su vida.

Eren se partía a risotadas.

—Bueno, me parece que gané —se puso de pie. — Cuando recuperes la conciencia, limpiá tu cosa del suelo. Y avisale a Shadis que te ofreciste a reemplazarme en mis tareas en agradecimiento por enseñarte lo que es un orgasmo.

—¡No... no me enseñaste nada! ¡Ya lo sabía! ¿Oíste, Eren? No me...

Cuando comprendió que estaba solo en el baño, dejó de gritar improperios. El maldito pervertido lo había tocado. Era un puerco. Qué horror. Lo odiaba.

Y más odiaba que un simple contacto de sus manos asquerosas alcanzara para hacerlo acabar.

Esa noche, mientras lavaba los platos, comprendió con vergüenza que no podía quitarse de la cabeza la imagen de la boca de Eren acercándose a su pelvis. Maldito bastardo.

A partir de entonces, decidió vigilarlo. No podía ser que Eren llevara esa doble vida misteriosa bajo sus narices y él nunca se hubiera dado cuenta. Eventualmente lograría descifrar a ese bastardo. En algún lado tenía que estar mintiendo.


Notas: solo quería aclarar que no comparto la opinión negativa de Jean sobre ser virgen :P Nos vemos en el próximo capítulo! Creo que habrá cuatro o cinco :) Aguardo por sus comentarios!