En cuanto leyó la noticia, fue ante el Rey para que le permitiera salir a Estados Unidos para averiguar lo que había acontecido con su familia, no podía creer que su descendencia hubiese perecido.
—¿Cuándo partirás? —preguntó el rey.
—Vengo a pedirle que me ayude a encontrar un lugar en el próximo barco. Todo el mundo quiere viajar a América para huir de la guerra. En ninguna embarcación encontré un camarote disponible.
—Está bien, mandaré a mi encargado de logística para que vea que puede hacer por ti, mi más sentido pésame por tu pérdida.
—Se lo agradezco Majestad, por cierto, ¿Qué hizo con Andrew? ¿Cuándo lo ejecutará?
«Tiene razón mi primo, este no descansará hasta que mi medio hermano esté muerto» —Pensó el rey. —No te preocupes, eso ya está resuelto.
—Majestad perdone que abuse, pero quiero estar presente en su ejecución. Quiero ser yo el que le dé el tiro de gracia.
—Mañana mismo lo ejecutarán cuando amanezca.
El duque de Granchester no pudo disimular una sonrisa «por fin mi hijo será vengado»— pensó. El rumor se corrió en el cuartel de que ejecutarían a William Albert Andrew. Esto llegó a oídos de Candice y Elroy Andrew.
Al día siguiente a las 7 de la mañana, un grupo de soldados escoltaron a un prisionero al paredón, tenía la cabeza cubierta con una bolsa de tela, permitieron que la esposa estuviese presente para reclamar el cuerpo, el duque de Albany observó el gozo en la mirada del duque de Granchester, lo detestaba, ahí mismo quería acabar con él.
—¡No maten a mi esposo, él es inocente! —sollozaba Candy quien ya estaba afónica de tanto lamento. La señora Elroy trataba de tranquilizarla en vano. Aquel hombre se sintió feliz de tener a alguien que se lamentara por su muerte.
—Preparen, apunten, ¡fuego! —se escuchó el estruendo de los disparos, las piernas de Candy flaquearon al presenciar tan cruel evento. Eleonor dentro de sí igual se sintió feliz, al presenciar que mataron al asesino de su hijo, pero estaba ahí para reconfortar a su nuera, por lo cual tuvo que disimular su alegría. Se acercó el duque de Granchester para darle el tiro de gracia, por un momento tuvo la simpatía de Eleonor.
El Duque de Albany se acercó a Candy para decirle—: Al rato nos darán el cuerpo para sepultarlo, se irán a América después del entierro, el rey fue benévolo al permitir que se vendieran los bienes de William y que se te otorgara el dinero, George es el encargado de liquidar todo, las alcanzará en Nueva York. Allá empezarán una nueva vida. Yo me iré a Alemania, solo me queda algo por hacer en Londres, pero eso mañana mismo quedará listo.
Eleonor vio que el duque de Granchester le hizo señas, ella trató de escabullirse, pensó en que quizá le diría sus planes, tenía que estar alerta de los próximos movimientos de él.
—¿Supiste que mataron a mi familia?
—Sí lo supe.
—Me he quedado solo, Eleonor vente conmigo a América. A tu hijo le daré mi título de Duque ya que no me quedó descendencia.
—Quizá si fuera yo nada más, aceptaría. No puedo dejar a George. Solo me acerqué a ti para darte las gracias por vengar la muerte de nuestro hijo. Ahora debo irme para consolar a mi nuera.
Les entregaron el cuerpo, el duque de Albany se hizo cargo del entierro, no habría funeral pues lo fusilaron por traición en lugar del Duque. Nadie acompañó a las tres mujeres a darle el último adiós a William Andrew salvo el duque, ni dejaron que abriera el ataúd para que lo viera por última vez su viuda.
Pasaron esa noche en la propiedad que tenían los Andrew en Londres, esa también la venderían, no quedaría nada de ellos en el Reino Unido, su nombre tenía que ser borrado.
Trasladarían durante la noche, 3 Zepelines a la costa Belga, en las maniobras dejaron caer por «accidente» 50 kilos de explosivos y tres kilos de bombas incendiarias que acabaron con la propiedad del duque Granchester, el pereció mientras dormía.
Esa fue la noticia en la primera plana «la lamentable muerte del duque de Granchester» Eleonor no pudo evitar que se escaparan algunas lagrimas de sus ojos, cuando leyó el diario.
Trasladaron a Candy y a su hijo, a la señora Elroy y a Eleonor al muelle, el duque de Albany las despidió, cerciorándose así que abordaran el barco.
Durante el trayecto, Candy no salía de su camarote, seguía inconsolable, no quería ni comer, la señora Elroy la persuadía con el niño en brazos.
—Tienes que ver hacia el futuro por tu hijo, no sigas en esa depresión. Tienes que alimentarte.
—Pensé que envejecería con Albert, ¡quisiera morirme!
—Tú hijo te necesita, no seas egoísta, yo estoy muy anciana para cuidarlo, tienes que velar por él. Ya superaste la muerte de tu primer marido, ahora superarás esta también.
Candy tuvo que probar bocado, después de esa llamada de atención que le hizo Elroy. Cuando anocheció dejó a su hijo dormido y decidió caminar por la borda del barco, se situó en un lugar peligroso, había frío, ella no tenía un abrigo que la cubriera, contempló las estrellas del firmamento y no pudo contener el llanto—: ¿Por qué Dios mío? ¿Por qué te lo llevaste también? Albert siempre te amaré.
Candy sintió que alguien le puso una manta, ella se sobresaltó y se dio la media vuelta para ver a la persona que interrumpió sus lamentos.
—Yo también lo haré, te amaré por el resto de mis días.
Candy creyó que era el fantasma de la muerte que había llegado por ella. —¿Vienes a llevarme también a mí? —preguntó.
—Si, he venido por ti, pero para que vayamos a tu camarote, no quiero que te enfermes.
—¡Albert! ¿eres tú o es una alucinación?
—Si soy yo amor, ¡estoy vivo! a quien mataron fue a un pobre prisionero que ya estaba condenado a muerte, tenían que aniquilar a alguien en lugar de mí. El duque de Albany no quiso que te lo dijéramos para que se viera natural tu llanto, fue para hacerle creer al duque de Granchester que me mataron, el conspiró contra mí. Todo fue arreglado por el duque de Albany.
Candy se acercó a él y empezó a golpearlo en el pecho diciéndole—: ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Siempre serás un mentiroso!
—No, ya nunca más volveré a callarme nada, te prometo que desde ahora te diré todo lo que pueda pasarnos, iniciaremos una nueva vida en América, seremos felices a partir de esta noche.
Albert la abrazó —Vamos a ver a nuestro hijo.
Fueron juntos al camarote, ella pudo ver con la luz que estaba golpeado. Besó cada uno de esos moretones.
—Tenemos que decirle a tu tía.
—Lo haremos mañana, esta noche quiero que…
Sus palabras se ahogaron por los besos que se dieron.
FIN
Hemos llegado al final de otra historia, les agradezco por acompañarme: a Esmeria, MadelRos. Pivoine, Ana Isela, Yuleni, Kecs, Loreley, Gina Riquelme, Maravilla 121, Rosario Escobar, Sayuri 1707, Gaby Lezu, Elisa Ordoñez, Elo Andrew, elbroche, Chickiss sanCruz, Santy López, Ster Ster, Cleo, Aminaabud, Coqui Andrew, Luz Nelly. ¿Qué dicen quieren epílogo?