A tu lado.
Corrió a buscar un lugar en donde esconderse... todo su cuerpo temblaba incontrolablemente, a causa del miedo sufrido. A pesar de salir vencedora de esa brutal pelea, le costaba poder controlarse. Este Akuma había sido mil veces más aterrador que cualquiera vencido anteriormente: al tratarse de un ilusionista, le hacía un espeluznante honor a su nombre, volviendo realidad las peores pesadillas de la chica.
La confundió cruelmente al hacerle creer que todas las personas que más amaba estaban sufriendo, o la hacían sufrir. ¿Se daría cuenta Chat Noir de todas las similitudes hacia su identidad civil? Ya nada importaba; mientras la abandonaba la poca entereza que le quedaba se dejó caer pesadamente en la pared del callejón, mientras las lágrimas caían incontrolables y sus hombros subían y bajaban con un profundo pesar.
No se dio cuenta del momento en que perdió su transformación; mientras Tikki se debatía entre acercarse y consolarla o darle tiempo a calmarse. Justo cuando la pequeña kwami estaba decidida se dio cuenta que su tiempo se había agotado, al sentir que alguien se acercaba y esconderse en la bolsa abierta de su portadora.
- Princesa... - La suave voz la tomó por sorpresa, pero se perdió en medio de su llanto. ¿Qué importaba ya si la veía triste? No podía contener todo el pesar que la atormentaba, así que lo único que hizo fue abrazarse a sus piernas con más fuerza y ocultar aún más su rostro.
Sin decir una palabra más se acercó a ella sigilosamente, y la envolvió en un férreo abrazo. Ella, demasiado aturdida para oponer resistencia, simplemente se dejó llevar en el gesto que, inconscientemente, estaba esperando. Él la acunó tiernamente en su pecho, adoptando una postura tranquila y similar a la de un padre cargando a su pequeña.
- Yo creo que fuiste increíblemente valiente, my lady. - le dijo suavemente, mientras depositaba un tierno beso en su frente.
Ella solamente movió su cabeza, en negación; intentando con todas sus fuerzas calmar su llanto y controlarse. ¿Qué pasaba con ella? ¡Era Ladybug! Había acabado satisfactoriamente con el Akuma, pero, ¿por qué no podía serenarse?
Él no volvió a hablar. Se dedicó a sobar su espalda con cariño, sus brazos; a revolver de vez en cuando su cabello y a dedicarle tiernos besos en su frente, su cabeza, su nariz... poco a poco su juego surtió efecto, pues su dama se relajó hasta el punto de soltar una breve risita cuando él, juguetonamente, rozó su nariz con la de ella.
- Gato tonto. - le dijo en un susurro, con una tímida sonrisa asomando en su cara.
Con un poco más de ánimo, muy lentamente se atrevió a levantar la vista hacia su compañero, pero sus ojos se abrieron con incredulidad al toparse con esmeralda.
- ¡¿Adrien?!
- A tus órdenes, Marinette... - respondió éste mientras una sonrisa gatuna comenzaba a formarse en su rostro...