¡WOOOOHOOOO! ¡Hola, fandom! Estuve tiempo... Yo diría meses... Pensando en hacer este fic, planeando, perfeccionando... Etc.

Quiero aclarar antes que nada que espero que hayan leído las advertencias ¿Vale?

No, no pondré Lemmon si se lo preguntan, este fic no es para eso. No lo haré ni tampoco voy a considerar hacerlo... En otros Fics sí. (?)

Este fanfic como dije, está basado en el cómic de "Hombre infeliz". Para el que no sepa de cuál hablo o que no lo haya leído... Se lo explico: Satanick enloquece después de aceptar sus "sentimientos" por Ivlis y lo secuestra para llevárselo donde nadie los vaya a encontrar jamás.

Ay, qué lindo... Sí... Me sorprende que no haya fanfics aún que se basen en ese final, pero eso me da la ventaja de probar hacerlo primero.

Uy sí, este fic será Licorivlis. Al que no le guste el incesto se puede retirar.~

Este fic tendrá más de un final. Todos en este respectivo orden:

-Final neutral 1.

-Final malo.

-Final neutral 2.

-Final verdadero y feliz.

Los iré poniendo a medida que llegue el momento, todos a parte, y el el capítulo anterior a eso se acaba cuando se dé la acción que conlleve a esos finales alternativos, así luego se puede retomar tranquilamente para seguir el camino hacia el verdadero final.

Pondré muchos Head Canons que se irán explicando a medida que pase el fic... Cómo por ejemplo "¿Qué hace Rieta aquí si ella sigue en la lámpara dónde fue encerrada?" Bueno, eso es uno de los detalles que no se apegan a la historia real o Canon de Funamusea. Rieta siempre suele aparecer en mis Fics cuando se supone que no está... Luego explicaré cómo es que ella está ahí.
Otro ejemplo que siempre verán en mis Fics es que Ivlis y sus subordinados no viven en Flame World, sino que viven en el castillo de Pitch Black World obligadamente, pues Satanick puso en su acuerdo con Ivlis que tendría que vivir con él para hacerle más fácil su trabajo de juguete.
Los demonios del mundo de flamas saben que su diablo no está, pero Ivlis los engañó diciendo que se iría temporalmente y no sabía cuándo iba a volver.

Muchas gracias a MisakiAshuraUchiha por ayudarme con este fanfic, este fic va dedicado a ella, le pondré todo mi empeño y cariño. ❤

Ah sí... Una cosa más, soy de las que actualizan cada muerte de obispo... Vale, no, estoy en época escolar y debo alzar varias notas, por lo que me tardaré en traer el primer capítulo, por eso hice largo el prólogo... A este lo hice hace mucho, pero me retrasé en publicar esto por hacer la portada del fic.

Y no solo por eso me tardaré... También tengo que dibujar, etc... Y planeo otro fanfic aparte de este, espero poder hacerlos a los dos al mismo tiempo. Aunque ya está todo planeado y bien pensado.

Si desean ver la portada; está en mi DeviantArt "UnaShipperMas".

Cursivas: Pensamientos, citas, alguna que otra frase dramática.
Negritas: Destacan algo, las uso para los mensajes.
Negrita cursiva: Destaca una en cursiva o los uso en caso de poner canciones... Que no creo que pase, pero Well...

Sin más que decir, disfruten. Adiós.~
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"Iremos a un lugar donde nadie, ni siquiera Licorice pueda encontrarnos…

Donde podremos estar juntos…

POR SIEMPRE"

El ensordecedor sonido de un trueno en el cielo retumbó entre las paredes de su habitación. Las primeras gotas de lluvia de la noche golpeteaban en los vidrios de la ventana. El silencio en la casa tan solo causaba que con persistencia, el ruido del clima interrumpiera sus sueños.

-Uhn… ¿Lluvia? –Pronunció entre las frazadas levantando la mirada hasta el extenso ventanal. La lluvia era intensa, como una densa cortina de agua cayendo desde el cielo. Un relámpago y un trueno feroz azotaron contra su mundo, atravesando aquella luz las delgadas cortinas. Avivando así los infantiles temores del diablo de orbes dorados que se disponía a bajar de su cama para correr al cuarto de su amada madre y descansar tranquilo entre sus brazos, ajeno a la tormenta.

No era la primera vez que solía ir a ver a Ivlis durante las noches para dormir con él, siempre era bienvenido para pasar las noches entre los brazos de su madre. De solo pensar en ello apuró el paso, por nada del mundo querría retrasar un solo segundo de tiempo que podría invertir siendo acurrucado por el de mechas rojas.

Era conveniente para ambos. Él se sentiría seguro, y su madre no correría peligro de una persecución matutina con el diablo de Pitch Black.

Qué extraño… ¿La basura está deprimida de nuevo?

Sonrió con inocente maldad caminando entre los pasillos. No dejaba de odiar a su padre así estuviese triste, de hecho le satisfacía verlo sufrir… Sí, que sufriera tanto como su madre tenía que hacerlo cuando estaba obligada a pasar tiempo con él antes de que el infante pudiese interrumpir heroicamente, llevándose lejos de ese idiota a su adorada madre.

Si tanto llovía entonces ese tonto debía estar sufriendo demasiado… Ojalá se muriese. Ya le urgía librarse de él para regresar a vivir tranquilos en el mundo de flamas.

-¿Mamá? –Llamó con timidez entreabriendo la puerta de la habitación e ingresando lentamente. Al no obtener respuesta supuso que el de mechas rojas estaba profundamente dormido, por lo que se acercó hasta la cama y zarandeó sin tanta fuerza el bulto entre las sábanas. No quería despertarlo de golpe y asustarlo. –Mamá… ¿Puedo dormir contigo? Tengo miedo de la tormenta. –Pidió en voz baja, cuidando de no despertar a los demás que estaban en habitaciones cercanas. Pero nada, seguía sin obtener respuesta. Enarcó una ceja sintiéndose algo extrañado, moviendo las sábanas, solo para comprobar que él no se encontraba ahí y ese bulto solo era una almohada y no el cuerpo del diablo dormido. –¿Uh?

Su madre no estando en su cama… Una estúpida táctica para engañar a cualquiera que mirara rápidamente. Una sola idea cruzó su mente de manera automática.

Esa basura…

Gruñó furioso saliendo del cuarto a paso pesado a la vez que tomaba su forma adulta y una lanza se formaba en sus manos. Genial, lo que le faltaba ¿Acaso ese urgido no podía dejar a Ivlis en paz siquiera estando dormido? Oh, pero esta se las cobraría muy caro, le haría conocer el significado del dolor. Apretó fuertemente la lanza y los dientes de la ira, lo haría pedazos.

Con una patada, abrió la puerta del cuarto de su padre, dispuesto a dar el primer golpe apenas visualizara su maldita silueta o escuchara el más mínimo sonido de su parte, pero no había nadie ahí. Las únicas sombras presentes eran las de los muebles o la ropa y pertenencias acumulada en ellos.

Deben estar en una de las salas de tortura o algo… Agh, ese imbécil.

Avanzó entre las umbras del hogar, un intenso sentimiento de incertidumbre no dejaba de revolverle el estómago ¿Era eso normal? Tal vez, estaba muy enojado en ese momento y le preocupaba cuánto daño pudo haber sufrido el diablo de llamas desde ese inesperado secuestro nocturno.
Le angustiaba no llegar a tiempo para evitar que ese desgraciado obtuviese lo que quería, era dolorosamente desgarrador tener que ver a su madre en ese estado tan lamentable cada vez que iba a rescatarla con retrasos. No quería esperar a que este estuviese llorando, no… Estaba seguro de que esta vez no sería diferente a las demás.

Ivlis estaría sano y salvo… Y se irían a dormir tranquilos.

¿Qué es este mal presentimiento?

Revisó cada celda, cada sala, cada habitación repleta de objetos de tortura. Pero no había nadie, estaban todos los cuartos vacíos y sin muestras de haber sido usados hace previamente. Todo estaba en su lugar, ordenado y limpio. No había sangre o escamas, no había pedazos de ropa rasgada o líquidos genéticos. Nada.

Las puertas estaban cerradas, nadie había salido o entrado desde las diez en punto, y no creía que lo hubiesen hecho con semejante lluvia torrencial afuera. Estaban en la casa, eso era definitivo.

–¡Sal de una vez, apestosa bolsa de basura! ¡Sé que tienes a madre! –Llamó amenazante, ya harto de ese estúpido deambulo, avanzando entre en oscuro pasillo sin final. Nadie respondía a sus llamados, nadie gritaba o lloraba de dolor y agonía, nadie…

-Pero qué…

Con horror, unos enormes charcos de sangre se escurrían por el suelo. El carmín y el violeta se mezclaban lentamente entre trazos circulares, marcando un camino en el oscuro pasillo que el de ojos dorados no dudó en seguir con rapidez. La sangre era de Ivlis, pero… ¿Sangre de Satanick también?

Esto ya no era cosa de todos los días, algo no andaba bien. Y su lado infantil solo quería creer que esto era una mala broma que le habían jugado Poemi y Emalf. De ser así, qué cruel eran ellos.

Su corazón latía aceleradamente entre el pánico y el miedo. Echaba rápidas miradas a las puertas que se encontraba en el camino con la esperanza de encontrarlos a ambos, pero por cada habitación descartada en la lista, su desesperación incrementaba.

–¿M-madre?... ¡Madre! ¡¿Estás ahí?! ¡Esto no es divertido! S-si estás jugando a las escondidas o algo así… Sal, no me gusta este juego ¡Por favor sal! ¡Dime algo! ¡Dime que estás bien! –Se detuvo cuando el rastro también lo hizo, y el pasillo se cortó en una pared blanca como las demás ¿Y eso cómo diablos podía ser posible? ¡Una broma! ¡Sí, esto era una broma! No era posible que hayan desaparecido de la nada ¿Verdad? Tendría que haber señales de un escape. –Jah… ¡Qué buena jugarreta, chicos! –Exclamó nervioso volviendo de donde vino, con marcada incomodidad y nervios. Se convencía de que esto era una simple broma cruel que terminaría cobrando a los responsables con unos cuentos golpes y quizás algunas lanzas en incrustadas en sus cuerpos. –¡S-solo salgan, prometo no golpearlos!... Tanto…

Luego de unos segundos de burda búsqueda, llegó a la sala del castillo. Estaba completamente vacío y él estaba algo cansado, así que bebería algo de agua y luego interrogaría a los demás hasta encontrar a Ivlis sano y salvo escondido en un closet o algo así.

Pero algo se lo impidió.

-¡Licorice, gracias al cielo! –Una voz en la oscuridad resonó con desesperación. Era Rieta, la cual lloraba descontroladamente desde las escaleras. Licorice no alcanzó a reaccionar, pues ella bajó corriendo, luego abrazando al adulto infantil. –¡Pensé que tú también estabas desaparecido! ¡T-tenía tanto miedo!

Yo… Desaparecido… ¡¿TAMBIÉN?!

-¿T-también? ¿A qué te refieres? –Preguntó con temor a la verdad, observando como Poemi y Emalf también bajaban las escaleras corriendo para encontrarse con él y la asustada peli naranja.

-N-no sabemos dónde está Ivlis… ¡L-lo he buscado por todos lados pero…!

-¡Rieta! ¡¿Licorish está bien?! –La niña se acercó junto a Emalf, esta se aferraba al demonio mientras la cargaba en sus brazos y trataba de calmarla. Ellos se habían despertado por los gritos de Licorice y lograron escuchar algunas de sus palabras, decidiendo que era mejor ayudar un poco y buscar a Ivlis, pero… Por más que pensaron y aseguraron que era una mala broma o que lo encontrarían fácilmente, eso no ocurrió y solo se quedaron aterrados, casi tanto como el joven diablo. -¡Licorish! ¡Papi no está! ¡¿Tú lograste verlo?!

-N-no… Y-yo creí que ustedes estaban haciéndome una broma… ¡La basura tampoco está! ¡Él debe tener a madre! ¡Vi sangre en los pasillos de las salas de tortura pero no los he visto! –Explicó con la marcada angustia en su voz. Sentía ganas de llorar, estaba muy asustado ¿Dónde estaba su madre? ¿Estaría bien? ¿Estaría herida? ¿Estaría suplicando ayuda? Le destrozaba el corazón pensarlo o imaginárselo.

-Quizás están ahí y pasaste por alto… Son aprueba de sonido, así que en lo posible deben estar en alguna de ellas… ¡Vamos!

Sin embargo, la búsqueda no trajo éxito. Cada habitación que revisaban estaba vacía. Hasta que… Finalmente dieron con la última del pasillo, una de las puertas que Licorice no abrió.

El horror de los presentes se desató ante aquella escena. El cuarto estaba destruido, había señales de una lucha brutal posiblemente de Ivlis y Satanick debido a las manchas de sangre y algunas escamas rojas en el suelo. Un enorme agujero en la pared dejaba entrar el frío del exterior y algunas gotas de la torrencial lluvia que azotaba con fiereza a Pitch Black World.

Licorice fue el primero en reaccionar, apresurándose por correr hasta la destrozada pared y analizar si había pistas que indicaran hacia donde habían ido. Pero al ver solo unas míseras gotas de sangre y dos marcas de zapatos en el lodo, supo que el desgraciado de su padre había escapado con Ivlis volando.

-Si cree que puede hacer esto está muy equivocado… ¡Vamos, madre no debe estar lejos! –Gritó enfurecido, extendiendo sus alas antes de tomar vuelo y que los demás lo siguieran, cargando a Rieta para no dejarla atrás.

Buscaron incansablemente desde los cielos, acecharon cada rincón de Pitch Black World con la esperanza de hallar al diablo de flamas o el de ojos violetas, pero no fue así. El viento feroz y la intensa lluvia empezó a complicar cada vez más el vuelo de los demonios, pero Licorice no prestaba atención a eso, solo quería encontrar a Ivlis…

-¡Licorice! ¡Espera! ¡No podemos volar con esta lluvia! ¡Hay que parar! –Llamó Emalf desde atrás, sin causar mucho efecto en el diablo.

-¡NO PARARÉ HASTA ENCONTRAR A MAMÁ! ¡DEBE ESTAR CERCA! ¡NO ME RENDIRÉ!

-¡LICORICE! ¡CUIDADO!

Ni siquiera vio venir ese rayo cayendo sobre uno de los frondosos árboles que casi chocaba, incendiándolo completamente al instante y haciendo que el susto del momento y la incapacidad de frenar a tiempo le causaran una fea caída a Licorice.

-U-ugh… E-estúpida lluvia… -Maldijo levantándose adolorido, sin molestarse siquiera en limpiar el lodo de su ropa o detenerse a esperar a Rieta, Emalf y Poemi.

-Licorice… ¿Estás bien? –La genio le miró preocupada, sorprendiéndose al ser ignorada y ver al de orbes dorados continuar caminando y tratando de alzar el vuelo nuevamente. Pero Emalf se lo impidió.

-¡Suéltame! ¡Madre necesita nuestra ayuda! ¡No pienso parar!

-¡REACCIONA, LICORICE! ¡Ivlis no está aquí! ¡Es imposible que no los hayamos encontrado! ¡Tú mismo lo dijiste, no pudieron ir tan lejos!

-¡No pudieron desaparecer de la nada! ¡SUELTA! –No sirvió de nada, ni los llamados a su nombre, ni las advertencias… Él volvió a retomar el recorrido desde las alturas con su decisión bañada en determinación. –Descuida, madre… Estoy cerca… Solo espera un poco más…

Madre…

Jamás creí que no te volvería a ver…

-No te preocupes, cucarachita. Seremos felices tú y yo… Felices, muy felices…

La oscuridad lo cegaba ¿Dónde estaba? Al abrir los ojos solo fue capaz de observar dos ojos color violeta. Observándolo con detenimiento, como si atravesaran su alma y la analizaran. Era tétrico, aterrador, su amplia y blanca sonrisa colmilluda brillaba en la oscuridad junto a sus orbes. Como una bestia… Una fiera insaciable.

El constante sonido del goteo exterior taladraba en sus oídos ¿Cómo podía oírla estando en un lugar tan alejado? ¿Estaban bajo tierra? ¿Estaban sobre las nubes? ¿En la superficie? No lo sabía, ni él tenía idea de su ubicación.

Y nadie más…

El dolor se expandía cada vez más por todo su cuerpo, lograba sentirlo desde cada fibra de su cabello hasta la punta de su cola. Hacía frío, se sentía entumecido y asfixiado. El dolor en su pecho le hacía insoportablemente difícil respirar y mover sus extremidades era un reto imposible.

Esa voz que lo llamaba… Reconocería esa odiosa voz en donde sea.

-¿Sa…tanick?

¿Qué hacía allí? ¿Qué era ese lugar? La oscuridad era tal que no alcanzaba ni a ver la palma de su mano frente a él, o quizás el dolor de cabeza y la pérdida de sangre no lo dejaba concentrar la vista. No entendía qué ocurría, no lograba darse cuenta de ello.

Oh… Pero entonces empezó a recordarlo todo.

Él, huyendo, un escape sin retorno, la terrorífica voz del diablo de Pitch Black en su nuca, una larga persecución y su condena sellada al entrar a uno de los cuartos con el seguro roto y tener que verse obligado a batallar contra su secuestrador, perdiendo lamentablemente al recibir un golpe de lleno en la cabeza de parte suya.

Ni siquiera lo había visto venir.

¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué estaba ocurriendo? ¿Era esta una nueva tortura para él? No le sorprendería demasiado de así ser. Él era así, excéntrico, con retorcidas ideas para encuentros sexuales inoportunos que nunca llegaban a concretarse gracias a la presencia de su hijo menor. Sin duda Satanick era singular como ninguno en esos aspectos, alguien con sentido común dejaría de intentar aquello para ahorrarse algunas idas al hospital que sin lugar a dudas podría causar el joven Licorice.

Admitía que su insistencia le pareció aterradora, pero no le vio lo diferente a otras ocasiones y por eso mismo decidió hacer lo de siempre… Huir.

Frunció el ceño con asco, podría saborear su sangre entre sus labios.

-Cucarachita… Por fin despiertas… ¡Mira, mira lo que hice por ti! ¡Por nosotros! –Exclamaba en pleno festejo, extendiendo sus brazos a su alrededor tanto como su sonrisa, como un niño entusiasmado al entrar a una dulcería. Ivlis sudó frío observando sin interés el lugar, no alcanzaba a ver bien de qué se trataba, pero el eco de los gritos de Satanick le indicaba que era un sitio muy extenso. Igualmente no quería romperse la cabeza tratando de adivinar en qué sala de tortura estaban ahora, solo quería que empezara de una vez la violación o lo que sea que se le antojara esta vez para poder marcharse a su cuarto y dormir tranquilamente no sin antes juntar los desquebrajados restos de la dignidad que le quedarían después de esto. No entendía a qué se refería, pero lo interpretaba como otro de sus delirios. –Por fin me he dado cuenta… Te amo, te amo, te amo, te amo. –Repetía abrazando al desconcertado y aterrado diablo de mechas rojas.

¿Q-Qué?

-Finalmente estaremos juntos por siempre… Y nadie se interpondrá. Solo tú, yo, nuestro amor y esta nueva vida. No pensaremos en nadie más, no necesitaremos a nadie más… -Los orbes dorados del diablo se contrajeron del pánico al escuchar cada una de sus declaraciones. No, no estaba hablando en serio ¿Cierto? ¡Era una broma! ¡Un chiste para crisparle los nervios y hacerlo enfadar! Pero lo decía con tanta sinceridad que le costaba creerse a sí mismo. Aun así, no pudo pensarlo demasiado tiempo, estaba preso ahora en un beso escurridizo al cual Satanick le sometió acomodándose sobre él con las piernas al costado de su cintura y el metálico sabor de su violácea sangre invadiendo su boca junto a su lengua repugnándolo cada vez más.

No… Todo esto le estaba asqueando. No podía ser verdad. Era ilógico, Satanick no estaba enamorado de él. Lo había mencionado muchas veces… Solo era su juguete… Su perra personal, un desechable muñeco de turno ¿Por qué iría a alegar amor hacia el de la nada?

Sin embargo, con solo ver la demencia en los ojos del azabache, lo supo…

No… ¡NO, NO, NO, NO!

Con las pocas fuerzas que tenía en ese débil estado, empujó contra los hombros del diablo mientras este descendía de sus labios hasta sus mejillas y cuello, siendo ignorante del miedo que desprendía Ivlis y sus torrenciales lágrimas que caían salpicando distintos lugares del suelo al estar agitándose para alejarse de él.

Usualmente se acostumbraba a las constantes violaciones, nunca se resistía demasiado aunque terminara llorando al final, pero esto era diferente. No había escape o salida, la locura de ese tonto había llegado a un nuevo nivel ¿Le estaba diciendo que lo amaba? ¡Eso era imposible! No le importaba si trataba de mostrar afecto con suaves caricias regándose por su torso, esto le desagradaba más que la primera vez.

-¡No…! ¡No! ¡Déjame! ¡Estás loco! ¡LOCO!

-Por supuesto que sí, cucaracha, estoy loco por ti… Te amo… Tú me amas ¿No es cierto? –Murmuraba sin perder su enfermiza sonrisa, marcando caricias escalofriantes por la fría y herida piel de su presa. Ni sus empujones, rasguños o mordidas lo alejaban, nada lo salvaba de quedar apresado entre el suelo y su cuerpo. Trató de patearlo, de alejar su rostro con sus manos, pero le era imposible y solo terminaba aferrándose a los agarres mientras temblaba de miedo.

-¡No! ¡Te odio, te odio, te odio! ¡Déjame! ¡Suéltame!

Alguien… Quien sea… Que alguien me ayude…

Nadie se atrevería a ir en contra de Satanick, lo sabía muy bien… Pero había entre todos alguien que sí era capaz de ello y más.

Ivlis abrió sus acuosos ojos recobrando las energías que pudiese rescatar para removerse e impedir que Satanick continuara o le cubriera la boca, empezando entonces a gritar.

-Li… ¡LICORICE, LICORICE, AYUDA! ¡POR FAVOR! ¡LICORICE!

Fue la primera vez en mi vida que rogué porque él viniese a salvarme. Y sin embargo…

-Él no vendrá, cariño… ¿No te lo dije? Nadie sabe dónde estamos, nadie nos encontrará, él no se interpondrá más… -Quién diría que sus palabras sonaban tan poco cuerdas, y aun así causaban ese infernal dolor en su pecho. Él acarició la mejilla de su presa, tratando de calmarlo y limpiar sus infinitas lágrimas haciendo caso omiso a sus exigencias, fingiendo demencia ante su estado, actuando como si no estuviese llorando o gritando, como si no tratara de alejarlo, como si no lo odiara… Como si su visión de la situación fuese distorsionadamente enfermiza. –No llores, sé que es difícil, pero nuestro hijo tiene quienes lo cuiden. Es por el bien de nuestro amor, él no nos quería juntos… ¿Lo recuerdas? Él te alejaba de mí… Él me odiaba… Pero no te preocupes, si quieres… Podemos tener otro hijo, uno que nos quiera a los dos… Y que esté feliz de que estemos juntos.

A la mierda si se desgarraba la garganta hoy, no pensaba rendirse.

Nunca lo hizo y esta vez no sería distinto.

Odiaba a ese pervertido diablo, eso nunca cambiaría ¿Amarlo? ¿A él? ¿A quién arruinó más su vida haciéndole perder la dignidad y la pureza? ¿Aquel que durante noches y días atormentó su existencia con dolor y humillación? El descarado no tenía el más mínimo derecho a reclamar su amor, estuviese loco de remate o no. No sabía qué mierda pasaba por su cabeza como para andar diciendo esas incoherencias, pero no quería entenderlas ahora. Se conformaba con huir.

Y Licorice… Él lo salvaría ¿Verdad? Como siempre había hecho. Sí, lo atacaría, lo cargaría en sus brazos y lo sacaría de este infierno al igual que siempre. Se aferró a ese pensamiento con fuerza, apretando los dientes mientras sin mucho éxito seguía impidiendo los cariños forzados de Satanick.

Nunca había deseado tanto volver a estar entre los brazos de mi hijo…

-¡No es cierto! ¡Él te pateará el trasero, basura! ¡Suéltame! ¡Déjame! –Una patada en el estómago le sacó el aire, dándole tiempo al de orbes dorados para alejarse de él y correr a donde sea. A esa tenue luz que se deslizaba desde un enorme hueco hacia el cielo. Pero aquello que vio terminó por hacerle ver que no había forma de huir… No sin sus alas. –N-no… Cómo es qué… ¡NO! ¡SUÉLTAME!

Los brazos de Satanick lo rodearon con fuerza, arrastrándolo entre patadas y golpes al aire hasta que estuviesen a considerable distancia de la salida. Un sonido de metal chocando y su cuello envolviéndose con el frío de una áspera superficie callaron sus gritos.

La silueta del dueño de sus pesadillas yacía frente a él, sosteniendo entre sus manos una larga cadena que terminaba por conectarse al collar que ahora estaba en su cuello.

-Ivlis… ¿Por qué huyes de mí? ¿No es esto lo que querías?... –La expresión alegre de Satanick cambió, deshaciendo su sonrisa a cambio de una perturbadora mirada y un tono de voz desolado. Ivlis empezó a retroceder a gatas como podía por cada paso que el contrario daba, tratando inútilmente de arrancarse el oxidado collar o romper las cadenas, cosa que se le complicaba puesto que estaba de espaldas al suelo y no podía hacer mucho por alejarse. Se sentía tan débil… Sus consecutivas peleas por la libertad y la falta de sueño lo estaban acabando. Sollozó de frustración al darse cuenta de eso, de que no había manera de seguir oponiéndose ahora. Ya no tenía las energías, ni tampoco podía ignorar lo que ese lunático le decía. –Te estoy ofreciendo mi amor… Te daré todo lo que querías… Yo sí te amaré… No como Siralos… Te demostraré que los diablos pueden ser amados… -De nada servía su intento de dialogar con él, solo lograba asustarlo más. Sin embargo él no veía ese miedo… Y se agacho a su altura, tirando firmemente del extremo de la cadena, ignorando el quejido que causó y los rasguños en su mano libre que sostenía el rostro sollozo y húmedo del de mechas rojas. –Me amas ¿Cierto? Si no lo haces tendré que forzarte… No quiero hacerte daño, cucarachita, de verdad que no quiero hacerlo… Pero necesitamos sacrificios para lograr la felicidad, no podemos progresar si no cooperas un poco… Hazlo por nosotros… Ya lo verás, serás feliz una vez que me ames, verás que no vas a necesitar nada más para ser feliz. Seremos tan felices ¡Ya no habrá más dolor! Lo prometo… Te amo mucho, te amo, te amo, te amo, te amo. –Musitaba escalofriantemente, ensanchando una demente sonrisa y acrecentando su risa. Sentía como su mirada lo perforaba, la manera en la que lo observaba no como su amante, sino como a una presa.

Una indefensa presa.

-¡No! ¡N-no quiero! ¡Jamás lo haré! ¡Suéltame! ¡No! ¡LICORICE, LICORICE, LICORICE! ¡AYUDA! ¡LICORICE!

P-por favor… Aparece… Pronto… Licorice…

Pero él nunca llegó… Y eso dejó de importarme…
Porque en ese lapso de tiempo yo supe que…
¡ÉL TENÍA TODA LA RAZÓN! ¡Siempre la tuvo!

-¿Ivlis? He llegado, cucarachita… -Su dorado y somnoliento mirar se levantó hasta la entrada de su "refugio de amor" donde la figura del desarreglado diablo se imponía jugueteando con el extremo de la cadena con cierta pizca de picardía.

Ivlis sonrió débilmente incorporándose al sentir el leve tirón en su cuello y la mano del azabache posándose dulcemente en su mejilla. Fue entonces correspondido con un ligero suspiro.

-¿Me extrañabas? No quiero dejarte solo tanto tiempo, después de todo eres lo único que tengo y no quiero que te vayas. Lo sabes ¿No?

-Jamás me iré, Satanick… No te preocupes.

Qué tierno y ensoñador se escuchaba su charla, qué conmovedor sería de no ser por la triste realidad donde ambos se miraban con locura en sus orbes y la sangre manchaba sus rotos ropajes.

Sería amor… ¿O locura?

¡AHORA LO SÉ!
¡TE AMO, SATANICK, TE AMO!

Tal vez aquello era una maldición…

-Madre… Madre… ¿D-dónde estás?... Regresa…

Estaban condenados…

H-hehe… Es gracioso… Fumus dijo que esto era malo para mí...
Pero…Gracias a estas rosas me he dado cuenta de lo que siento por ti…
Q-qué hermosa maldición ¿Verdad, Ivlis? Hasta me gusta cómo suena…
La maldición de las rosas…

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

¡Hasta ahí llega! Quedó muy corto para mi gusto pero... Es un prólogo ¿No? Es la idea.

Espero que les haya gustado y... ¡Bye!