¡HOLA!

Esto quizás os resulte raro (o quizás no) —realmente se sale de mis estándares de escritura común—... Pero puede ser considerado un (PAR DE) Level Up! en cuanto a imaginación y originalidad--

¡Así que vamos con ello! ¡Ojalá os guste!

Advertencias: Yaoi (boy x boy), Mascotas peculiares, Fantasía, Espiritual, Ciencia Ficción, Violencia, Muerte de Personajes, Fluff, Modern!AU, ¡Australia!, Relación de odio a amor.

Aclaraciones:

"Este tipo de texto indica los pensamientos de los personajes."

Este tipo de texto indica los diálogos o las veces en las que hablan personajes como "Bastih" y "Ku".

—Este tipo de texto indica los diálogos de los personajes normales.

Este tipo de texto indica los diálogos en Auslan.

Y las palabras sueltas en cursiva como esta no son pensamientos, solo buscan hacer énfasis.

DISCLAIMER: Naruto no me pertenece, es propiedad de Masashi Kishimoto.

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Mc Bastih

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Aldea Oculta de la Hoja..., bella, bella Aldea Oculta de la Hoja.

Hallada en una costa recóndita de Australia, cercana a Brisbane y no muy alejada de Sidney, y también conocida como "Konoha", la Aldea Oculta de la Hoja (The Hidden Village of the Leaf) era exactamente lo que el nombre daba pie a imaginar: Un verde paraíso subtropical con exquisitas playas limpias de aguas cristalinas, cercano bosque frondoso y cielos despejados.

Si bien no era su tierra natal, sí que era el único lugar de entre todos en los que había estado al que él llamaba abierta y alegremente hogar.

Las islas cercanas, el mar vivo, la pesca abundante, el surf competitivo, el clima apasionado, las asombrosas puestas de sol y amaneceres, la enorme diversidad en la fauna... Él amaba todo eso.

Así como también adoraba las numerosas protestas para preservar a las especies animales de todos los cazadores del país tanto como de otros países que llegaban.

A eso se dedicaban en la Aldea Oculta de la Hoja, básicamente. A luchar por los derechos de los animales, a preservar la flora, y a mantener algunas de las costumbres más viejas. Claro que... todo esto, desde las sombras. Y de algunas formas secretas e innombrables que algunos de los habitantes, bromeando, llamaban maneras ninja.

Como fuera, nada de eso quitaba que Uzumaki Naruto adorara el lugar. ¿Cómo había ido a parar allí si no había nacido allí y la aldea era un secreto a los turistas? Fácil, su abuelo Jiraiya lo había traído, pues el viejo hombre de larga melena conformada al completo por canas sí había nacido en aquel lugar.

Su abuelo no era como tal su abuelo biológico, pero el hombre no por eso dejaba de ser la persona más cercana al corazón del Uzumaki. Cascarrabias, el hombre desempeñaba perfectamente bien el oficio de escritor de novelas mayoritariamente eróticas y filosóficas, motivo por el cual tanto él como Naruto habían estado viajando por diversas zonas del mundo durante unos buenos años antes de asentarse en Konoha al regresar buscando vacacionar y Jiraiya toparse con que su gran primer amor de la infancia, la hermosa Tsunade, había regresado de su perdida estadía en vete-tú-a-saber-dónde. Seguramente Las Vegas, a juzgar por su muy mala costumbre de apostar y beber.

Sin embargo, no todo había sido de color rosa con el más grande, pues al poco de haberse mudado a Konoha había sufrido un accidente automovilístico y entre una cosa y otra, Tsunade había ganado una apuesta por primera vez en bastante tiempo... Y Jiraiya... había quedado sordo. Irremediablemente sordo. Al principio había sido todo un dilema pues el hombre se había encerrado en su habitación a escribir como si estuviera apunto de fallecer en cualquier momento —Naruto juraría que había escrito hasta su testamento en esos tiempos—, pero con el paso de las semanas había acabado por rendirse y asumir que su vida ya no iba a ser la misma...

Y así fue como él y Naruto habían acabado por acudir al hospital más cercano para apuntarse a un curso exhaustivo de Auslan, la lengua de signos propia de Australia, principal instrumento comunicativo de los sordos.

Tsunade, a causa del accidente, había acabado por terminar de jugar a hacerse la difícil con Jiraiya y, al parecer, había cedido a los propios sentimientos que ella albergaba para con el escritor, muy a pesar de su vieja historia de fondo y de que ambos vivieran peleando... más que nada por la mala costumbre de Jiraiya de espiar o lanzar miradas lascivas a otras mujeres.

Eran un dúo conocido por su fama de pareja loca y éxito en sus respectivas profesiones por todo Konoha.

Y como buen pájaro que volaba del nido, a los 16 años y con la amable ayuda económica de ambos mayores, Naruto se había mudado a una acogedora cabaña de madera en la linde de una zona boscosa de Konoha, muy apropiadamente situada cerca de la costa también.

Y fue un buen tiempo ya tras ello, que en uno de sus paseos para visitar a una manada de cachorros de zorro rojo(1) que habían perdido a su madre a manos de algún cazador de la zona, que el suceso que daría vuelta a su mundo ocurrió.

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Sus pisadas en la hojarrasca y su respiración agitada eran todo signo de humanidad audible en esa zona del bosque. De no haber estado huyendo por el bien de su vida, seguramente se habría detenido a intentar saludar al koala(2) que había asustado en su carrera, pero como ya ha sido mencionado... estaba huyendo por el bien de su vida. Y coño, más le valía que sus piernas no le fallaran en ese momento.

Como si quisieran burlarse de su empeño en huir, estas se enredaron con unas raíces algo sobresalientes del suelo y todo cuanto pudo hacer para no caer de cara a la húmeda tierra fue poner sus manos por delante. Cayó, sí, pero rodó y se puso en pie con el mismo impulso chasqueando la lengua, retomando enseguida el correr.

La jauría de diablos de Tasmanía(3) del loco aquel ya le pisaba los talones, lo sabía por el ruido de respiraciones pesadas y gruñidos ansiosos y hambrientos a sus espaldas. "¡Maldición!", pensó deteniéndose al alcanzar de súbito el borde de un acantilado inesperado. No era muy alto, es más, podría saltar al agua y arriesgarse a intentar nadar hasta alguna zona más segura...

Pero entonces una música pesada, no muy grave y envolvente alcanzó sus oídos, y sus cinco sentidos se vieron mermados, su vista nublada y su mente pesada al sentirse impulsado a voltear hacia la linde del bosque, donde dos figuras aguardaban a que se acercara.

Una de ellas traía entre sus manos su viejo didgeridoo(4) de herencia familiar —lo pudo distinguir a pesar del estado similar a drogado en el que se hallaba—, mientras que la otra llevaba consigo un viejo libro grueso con tapa de cuero roja y pelo de algún animal que a él no le interesaba conocer (no así, al menos). Esta última entonaba un cántico peculiar con una sonrisa sardónica en sus labios y, al pausar en determinados momentos, se relamía los mismos con una lengua larga y viperina.

Escalofriante.

El cántico acabó antes que la melodía al parecer, pues el hombre de piel pintada en kilos de maquillaje blanco cerró el libro diestramente y lo guardó bajo su brazo.

—Esss de mala educación huir de tusss anfitrionesss asssí... —y la forma de alargar las palabras donde fuera que había una s no era cosa de estar mentalmente drogado, sino la forma habitual de hablar de aquel loco desquiciado.

A su lado, su fiel ayudante seguía tocando esa melodía cada vez más lenta y pesada sin interrupción, y a los pies de ambos hombres aguardaba la jauría de diablos de Tasmania sentados o echados en el suelo, como si de perros sumisos se tratara.

"Si pudiera... hacerlo callar..." Sus pensamientos eran lentos y sus movimientos al forzarse a avanzar hacia el peligris del didgeridoo, casi nulos. Inmovilizadas por alguna energía invisible, sus piernas le fallaron y su visión ya algo nublada quedó oscurecida por la tierra ante él. Esta vez sí había caído de lleno en ella.

Sin embargo, más pronto que tarde, unas manos blancas esqueléticas lo giraron para hacerlo quedar boca arriba en el suelo, y por el rabillo de sus ojos distinguió a duras penas a los dos sujetos con los que en ese momento desearía no haberse encontrado jamás.

—Tranquilo..., dentro de poco no sssentirásss nada... Y prometo que esssto no te dolerá... No mucho.

El sonido de su didgeridoo se detuvo en ese instante y apenas alcanzó a sentir algo afilado perforar y hundirse en su piel, a la altura de su hombro izquierdo, una maldición por el dolor escapó de sus labios y su cuerpo se alzó en acto reflejo, retorciéndose por la sensación de un líquido ardiente recorriendo sus venas.

El científico loco y su ayudante rieron con demente suavidad mientras su cuerpo cesaba todas sus funciones con una rapidez aturdidora, y él dejaba de ver ese trozo de hermoso cielo en su atardecer para sumergirse en una absoluta oscuridad.

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¿Había mencionado que visitaría a una camada de cachorros de zorro rojo? ¿Sí? Pues, lo volvería a hacer: ¡Iría a visitar al adorable grupillo de zorritos esa tarde!

Al salir de su casa con un sonoro portazo que no molestaría a nadie, ya que sus vecinos más cercanos se hallaban algo alejados, Naruto silbaba una tonada alegre que se le había pegado en algún lugar esa mañana mientras tiraba y atrapaba las llaves de su casa al vuelo; y al encaminarse por el sendero que hacía poco se había encargado de limpiar para facilitar sus visitas a los cachorros, sus pies calzados en llamativas botas naranjas —del mismo color que su camiseta manga corta— rompían ramillas a sus pies.

El trayecto fue tranquilo, con el sol que se colaba por entre las hojas de los árboles iluminando su corta y revuelta cabellera rubia mientras su piel trigueña brillaba en un tono canela. Clima húmedo pero cálido, no en exceso, solo lo justo... Le encantaba.

—¡Chiiicos! —llamó en un tono alegre al llegar al pie de un tronco enorme con un agujero bajo sus raíces. Se acuclilló ante este—. ¡Tío Naruto ya está aquí, de veras! —anunció.

De reojo atentó a comprobar que los boles de comida y agua propios de los cachorros siguieran llenos, mas cuán pequeña fue su sorpresa al notar que no. Ambos estaban vacíos.

Lo que sí hizo saltar sus alarmas fue la forma en la que ambos recipientes habían sido volcados sin cuidado, esparciendo todo por el suelo. Eso no era lo normal, y a Naruto le olía mal.

Peor le olía el asunto de esperar otro minuto más y no recibir señal alguna de vida de sus bebés zorro.

—¿Chicos...? ¡Oh! —uno de los pequeños mamíferos rojos acababa de salir corriendo del agujero y de tirársele encima, pronto apartándose en cuanto Naruto cayó de culo al suelo para esconderse tras él y mostrar sus dientes con ferocidad en dirección a su hogar.

—¿Qué ocurre, chico...? —el rubio frunció el ceño y se apresuró en reincorporarse, buscando en un árbol cercano una red y una estaca de madera —sí, una estaca; uno nunca sabía con los animales de la zona, y era la forma más eficiente de defenderse sin tener que matar a alguno— que había dejado preparados para casos de emergencia.

Como este.

El zorrillo que lo seguía por todas partes y no dejaba de mirar alertado y de gruñir con el lomo erizado hacia el agujero saltó en el lugar y atentó a hacer un sonido amorfo entre aullido y ladrido.

La expresión de Naruto cambió de cautelosa a sospechosa, y con la red preparada en una mano y la estaca de madera por delante, avanzó hasta allí.

Tomó aire.

—¡SAL DE AHÍ! —exclamó hincando la estaca en lo profundo de la entrada al tronco, removiéndola con brusquedad y tragando saliva al apartarse de un salto.

¡Y justo a tiempo!, porque joder. De no haberlo hecho, esa cabeza pequeña de colmillos afilados lo habría atrapado más que seguramente de la mano.

Kurama —el zorrito con la punta de su cola negra— gruñó con mayor ferocidad y Naruto le hizo un "¡Shhh!" mientras pensaba rápidamente en cómo atrapar a esa serpiente y sacarla del agujero para comprobar luego si los demás zorros rojos seguían allí.

...sinceramente, esperaba que no.

Reafirmando su agarre en la estaca, un foco de luz se encendió sobre su cabeza al tener una idea, y procedió a llevar a cabo su nuevo y único plan de acción temeraria. En ese mismo instante.

—Tiene que funcionar, de veras... ¡¡AHHH!!

Su magnífico plan consistía en gritar como loco para asustar a la serpiente del agujero mientras hincaba su estaca en el mismo de nuevo. Un lloriqueo inesperado lo hizo retirar el palo de inmediato y, con alivio, verificó que no hubiera sangre en la punta del arma.

Dejando de lado el alivio... Su plan había fallado.

La serpiente esta vez no lo había atacado, ni se había asomado ni tan siquiera asustado.

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Un par de horas —literalmente, horas— más tarde y con un ratón muerto abandonado en el suelo a su lado, Kurama dormitando sobre su regazo, la red, la estaca y un spray con agua tirados en el suelo, y él agotado apoyando su espalda en un tronco situado a una distancia prudente del árbol con el agujero..., Naruto se despeinó por lo que sería la trigésimo sexta vez en lo que iba de tarde.

Aunque ya era de noche.

—No pienso irme de aquí hasta conseguir sacar a tus hermanos de ahí, de veras... —prometió a Kurama, que solo se hizo un ovillo más pequeño sobre él.

Con cuidado, lo depositó en el suelo y lo dejó allí durmiendo mientras se ponía en pie y avanzaba hasta el agujero, con el ratón de nuevo sujeto por la cola en una de sus manos.

(Que nadie le preguntara de dónde lo había sacado, pensaba llevarse esa historia consigo a la tumba.)

—Hey... —era hora de las medidas drásticas. Se acuclilló frente al tronco, mirando en la penumbra las sombras más oscuras del agujero—. Mira, sé que hemos comenzado con mal pie, de veras. Pero ¿podrías salir de ahí, por favor? —tiró el ratón en el suelo, cerca de la entrada, y sonrío a la nada—. Necesito que salgas para poder ver a mis bebés, de veras. ¿Podrías?

Bueno, vale... Sí.

Eso más que medidas drásticas eran medidas desesperadas.

Pero es que se andaba quedando sin ideas, y no había querido correr el riesgo de ir en busca de Shikamaru —uno de sus mejores amigos y vecino— y por ello dejar a solas a ese reptil con sus cachorros.

Sus cansados ojos azules parpadearon, y Naruto reprimió un bostezo. Mientras que surfear desde la hora del almuerzo hasta el atardecer sí había estado entre sus planes para el día, jugar al gato y al ratón con una serpiente que atentaba contra la vida de los zorrillos que él cuidaba, no.

—Qué diablos estoy haciendo... —musitó poniéndose en pie con los puños apretados y comenzando a voltear para irse—. Como si una serpiente me fuera a entender, de veras. ¿Quién me creo que soy?, ¿el Doctor Dolittle, de veras?

Un siseo a sus espaldas lo hizo congelarse al segundo de acabar de decir aquello, y muy lentamente volteó su cabeza para ver tras él.

—...¡Ah--... ¿Ah?

Iluminada por la luz de la luna, una enorme serpiente de tono entre marrón y verde oliva estaba esparcida alrededor del ratón que acababa de dejar allí. Naruto, saliendo de a poco de su estado estupefacto, acabó de girar con lentitud sin dejar de verla, analizando rápidamente su apariencia, longitud y la especie que podía ser...

—Ho-Hostia puta... —se le escapó al reconocer finalmente a la serpiente de casi dos metros de largo que se hallaba a unos pasos de él, devorando al ratón de un bocado como si no hubiera comido en meses—. Una taipán del interior.

U Oxyuranus microlepidotus, como dictaba su nombre científico. Una serpiente más común del interior de Australia que de la costa... Y una de las más venenosas del mundo entero. Jiraiya lo había ayudado a aprender sobre ellas en esos tiempos en los que vivía contándole historias sobre los distintos seres habitantes de Australia.

Naruto tragó saliva de nuevo, imaginando sin dificultades lo pálido que se habría puesto, y sus ojos se quedaron fijos al reptil que, bajo la luz del cielo nocturno y digiriendo aún su tentempié, ahora lo miraba atentamente.

El rubio no llevaba nada con lo que defenderse a mano.

Pero aún así...

—¡LARGO! —Se armó de valor para lanzarse al frente de forma estúpida y temeraria, patear a la serpiente tan fuerte como pudo para alejarla del agujero, y rápidamente agacharse frente al mismo e intentar ver dentro—. ¡¿C-Chicos...?!

No tenía mucho tiempo.

Unos lloriqueos alcanzaron sus oídos un segundo antes de que sus pequeños cachorros adoptados salieran a paso débil del interior, luciendo los tres terriblemente asustados, y Naruto reuniera el valor necesario para alzarlos a todos entre sus brazos e intentar huir por patas de allí, hacia donde Kurama aún se hallaba.

"Puedo hacerlo, puedo hacerlo, puedo hacerlo, de veras--", se alentaba al correr como a cámara lenta. Kurama ya estaba despierto y lo miraba con las orejas agachadas, mostrando sus colmillos... Naruto le sonrío despreocupadamente. "¡No pienso morir hoy!"

Algo se enredó en sus pies, haciéndolo primero trastabillear y luego caer de espaldas soltando a los cachorros de zorro rojo —que no tardaron en reunirse con su hermano y agazaparse todos juntos— en el proceso. Mirando con terror hacia abajo, Naruto se topó de frente con unas orbes oscuras y llenas de frío enojo centradas en él, y la sensación de sus piernas siendo firmemente comprimidas por un cuerpo escamoso.

—Ah-- Jaja... ¿Ho-Hola?

"Estoy tan jodido, de veras."

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Pues...

No había estado tan jodido.

Seguía vivo, de alguna forma...

Y de alguna otra forma —inexplicable—...

Los cachorros de zorro rojo estaban jugando a destrozar su sillón.

Mientras él dejaba deslizarse al taipán del interior entre las acogedoras paredes de su hogar.

Y cerraba la puerta con una sonrisa completamente deforme en su rostro.

Avanzó con pasos de robot hasta su bien provista cocina de paredes de madera y suelo de azulejos y movió el interruptor para encender la luz, yendo a dejar los objetos que había usado antes para intentar espantar a la serpiente sobre la mesa de su cocina. Las cosas repiquetearon sobre la superficie de la misma y Naruto se aferró a los bordes de esta con la mirada perdida y una expresión de completa confusión en el rostro.

¡¿QUÉ MIERDA ACABABA DE PASAR?!

Se remontó a minutos atrás en sus recuerdos, cuando aún estaba tirado en el suelo con el taipán del interior enroscado firmemente a sus piernas y creía que su vida había llegado inesperadamente a un punto y final.

Solo para darse cuenta al salir de su resignada aceptación del destino que la serpiente no lo había mordido, sino que simplemente se había quedado mirándolo con fijeza. Una fijeza anormal, inteligente...

Momentos después, recordaba al reptil aflojar su cuerpo hasta soltarlo y deslizarse por encima de él hasta perderse de vista. Naruto había dejado caer su cabeza al suelo y había cerrado los ojos, rendido a las circunstancias.

Pero no había acabado allí, no... Al reincorporarse anunciando por fin que volvería a casa en un tono bajo, se había topado con que los cachorros de zorro rojo lo rodeaban —con Kurama más cerca de él que los demás— y el enorme reptil reposaba a la espera cerca de donde había dejado tirados la red, la estaca de madera y lo demás.

Así pues, de formas a las que seguía sin encontrarle la lógica, Naruto había acabado encabezando una marcha con los zorrillos tras de él, sus materiales en brazos y uno de los reptiles más venenosos del mundo pisándole los talones, siseando unos metros más atrás de él y sus cachorros. ¿Por qué ellos ya no lucían tan asustados? No había tenido ni idea en ese momento.

Y seguía sin tenerla, en realidad.

"¿Cómo le explicaré esto a los abuelos...?", se cuestionó apartándose de la mesa, sacudiéndose la tierra de su pelo y llevando la mirada al reloj.

Faltaban poco más de diez minutos para las once de la noche.

—Podría pensar en esto en la mañana, jaja... —se dijo en un intento de calmarse, sonriendo un pelín más relajado—. Quizás estoy soñando, de veras. Y cuando despierte nada de todo esto habrá pas-- ¡AH, BAST-- IHHHH! ¡¡UNA ARAÑA!!

Que nadie le dijera nada por asustarse más de una araña que del enorme reptil bloqueando la entrada a su cocina.

—¡Mátala, mátala, de veras! —chilló el imbécil-- que diga, Naruto, mientras trepaba de un salto a la silla y señalaba espantado al arácnido.

Entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo y pausó su escenita de aracnofobia para mirar con el corazón aún a mil hacia el suelo.

"C-Creo que hablar con los animales me está haciendo m-mal a la cabeza, de veras...", pensaba en el mismo momento en el que su vista se topó con el reptil tragándose a la araña y luego sacudiendo la cabeza, como disgustado.

Su mar de miedo y pensamientos incrédulos se concentró entonces en una sola cosa.

¿La serpiente acababa de hacerle caso?

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DATOS/CURIOSIDADES:

(1), (2) y (3): HERMOSA FAUNA AUSTRALIANA. /Insert hearts here/

(4): Instrumento musical característico de Australia. En sus orígenes, el didgeridoo (o didyeridú) fue creado a partir de troncos de árboles y arbustos de gran grosor principalmente del género Eucalyptus, con su interior roído por la acción de las termitas. Al limpiar el tronco en cuestión se obtiene un tubo largo que se hace sonar haciendo vibrar los labios en uno de sus extremos. Esta vibración, al ser amplificada por las paredes del tubo, genera su característico sonido. Usualmente, mide entre 6 y 12,5cm de diámetro, y su largo puede variar desde aproximadamente 80 centímetros hasta dos metros o más. El largo del instrumento determina la gravedad de su sonido (cuanto más largo, más grave es su sonido).

Una de sus particularidades es que se puede tocar durante un tiempo ilimitado mediante una técnica denominada respiración circular, que consiste en mantener continuamente una cierta presión de aire en la boca, inhalando aire por las fosas nasales.

Las connotaciones arcaicas y el sonido característico del didgeridoo lo convierten en un instrumento óptimo para la musicoterapia, tanto para el que toca –que puede utilizarlo como instrumento para guiar sus meditaciones, al tener que observar constantemente el sistema respiratorio–, como para el que escucha, y pueden inducir a estados de relajación profunda.

Nota de la Autora:

AAAAHM... Esto iba a ser un One-Shot.

Iba a serlo.

Pero entonces la inspiración se inflamó y comenzó a propulsar mi globo del escribir por el aire hasta alcanzar los cielos y-- Pues eso.

Será un Long-Fic.

Esto puede ser considerado una Intro, y...

¡Gracias por leerme! Por favor, opiniones o críticas siempre serán bien recibidas. Necesitaré algún tipo de reacción (positiva o negativa, Idc) para continuar seriamente esto. ;)

¡Saludos desde Júpiter! /HEARTSSS/

PD: Hay un aviso importante sobre las actualizaciones de mis Long-Fics en mi perfil.