-Mikasa, mira lo que acabo de ver en el diario de hoy.

Sasha agitaba un periódico hacia su amiga desde detrás del mostrador. Aprovechando los pocos clientes de aquel día en la tienda de ropa donde trabajaba, la castaňa podía hablar un poco con su compaňera de cuarto cuando ésta fue a visitarla.

Mikasa agarró el diario y lo leyó.

-Qué cosa? - preguntó, estirando el papel de nuevo hacia Sasha.

-No lo ves? Una familia busca una niňera para después de mediodía en Stohess. Creo que puedes aplicar. Necesitas trabajo y eso no te impedirá seguir estudiando.

Mikasa miró de nuevo la hoja hasta llegar al anuncio que su amiga le seňalaba.

-Crees que paguen bien?

-Estás bromeando? Es en Stohess, Mikasa. Claro que pagan bien. Deben tener mucho dinero para vivir allí. - replicó Sasha, rodando los ojos. - Vas a llamar?

Mikasa suspiró antes de responder.

-Bueno, sabes que no me agradan mucho los niňos pero... trabajo es trabajo. Necesito el dinero. No puedo esperar que Levi me haga un giro todos los meses. Él también tiene sus obligaciones.

-Es tu hermano mayor. No debería molestarse por eso.

-Sé que no lo hace pero... No quiero depender de él.

Sasha resopló, tomando un sorbo de su café.

-Deberías dejar de ser tan orgullosa.

Mikasa iba a contestarle, pero en ese instante la gerente de la tienda llamó a Sasha para pedirle un favor. La chica de cabello castaňo se alejó y regresó unos segundos después.

-Oye, puedes pasarme ese vestido azul de allá? El más brillante. Creo que está roto. - le pidió, seňalando hacia una hilera de vestidos que colgaban de un estante. Mikasa asintió y caminó hacia allí, sin esperar que alguien la tropezara y la hiciera golpear contra el vidrio mientras entraba a la tienda.

-Deberías fijarte por dónde vas. - dijo con altivez un chico de cabello castaňo y ojos color turquesa, rodeado de dos chicos más altos que él y otro rubio y de baja estatura. Su actitud enfureció a Mikasa, quien apretó los puňos fulminándolo con la mirada.

-Oh, disculpe usted. No tenía ni idea de que fui yo quien entró aquí caminando como un estúpido ebrio. - dijo ella, con notorio sarcasmo. La sonrisa burlona desapareció de la cara del chico de ojos verdes, mientras sus amigos se reían.

-Trabajas aquí? Podría hacer que te despidieran por esa insolencia. - le advirtió, intentando reparar su dignidad.

-Ella no, pero yo sí. - intervino Sasha, acercándose a Mikasa para sujetarla antes de que levantara la mano contra el chico y se armara la grande dentro de la tienda. - Y es mejor que te vayas si no vas a comprar nada, porque ella puede patearte el culo y enviarte a Marte si le diera la gana.

Los chicos más altos estallaron en risas, mientras que el rubio se veía un poco nervioso. El chico de cabello castaňo agitó las manos, fingiendo estar asustado.

-Ah sí? Y qué se supone que piensa hacer para sacarme?...

-Eren, vámonos... - susurró el chico rubio junto a él. Pero Eren se sacudió. Mikasa mantenía sus ojos grises fijos en él, con unas terribles ganas de ahorcarlo.

-Sí, Eren, es mejor que evites problemas y te vayas. - insistió Sasha, temiendo no poder contener a su amiga por más tiempo. Su empleo podía verse afectado si algo ocurría ahí.

-Pues no me iré. Hagan lo que quieran, pero ahora me quedaré todo el día en la maldita tienda, y no vas a impedirlo, a menos que quieras que me queje con tu jefe.

-Eren, no seas terco y vámonos...

-Suéltame, Armin. Qué se creen estas dos? Acaso no saben con quién están hablando? Podría hacer que te despidieran ahora mismo y que no volvieran a contratarte en ningún otro lugar...

Eren no pudo alzar más la voz. Al segundo siguiente, un golpe en la cara le había hecho caer al suelo. Se llevó la mano a la nariz, luego la miró y vió el espeso líquido rojo caer en su mano.

-Ahora sé con quién estoy hablando: con un bastardo incivilizado que no sabe caminar, y mucho menos hablar. - dijo Mikasa, bajando la mano después de haberlo golpeado. Eren se levantó rápidamente, y sus amigos lo sujetaron creyendo que iba a enfrentarse a la chica de cabello corto y oscuro que parecía ser capaz de acabarlos a los cuatro con un movimiento de manos. - Ahora lárgate, si no quieres probar otro de estos. - advirtió, cerrando los puňos en dirección a él. Eren iba a hablar, pero su otro amigo rubio, el más alto, le cubrió la boca.

-Lo siento. Mi amigo puede ser un poco lengua suelta a veces... Pedimos disculpas por esto. - habló el rubio más bajito, con algo de timidez. Los cuatro parecían venir de algún barrio de clase alta, a juzgar por sus ropas; pero ninguno era tan arrogante como ese tal Eren. Y sin decir mucho más, los cuatro muchachos se alejaron, dos de ellos sujetando al castaňo, quien aún no se recuperaba de la sorpresa que se llevó al saber que una chica podía golpearlo tan fuerte, mientras el más pequeňo de ellos los seguía, claramente avergonzado. Sasha se llevó las manos a la cabeza, angustiada, mientras la puerta automática se volvía a cerrar.

-Mierda, qué voy a hacer ahora? De seguro vendrá de nuevo a decirle a Petra que me despida. - se quejó. Mikasa le dió una palmadita en la espalda.

-No pasará nada. Es un idiota. Si quería venir a comprar, bien puede ir a otra tienda. Y si quisiera quejarse, habría gritado para que todo el mundo lo oyera. Los niňos mimados como él jamás hacen nada de lo que dicen, sólo les gusta hablar demasiado. Eso es todo.

Si algo admiraba Sasha de su mejor amiga era que siempre sabía cómo calmarla. La tienda era lo suficientemente grande para que nadie más notara el incidente, o al menos no quien pudiera afectar su empleo allí. Las dos volvieron a donde estaban, cerca del mostrador, mientras la chica de cabello castaňo volvía a agarrar la hoja del diario.

-Bien. Saca tu teléfono y marca el número que dice allí. Necesitas trabajar, porque si me despiden, ya no podremos ir a comer helado como todos los sábados por la noche. Ah, y ese golpe estuvo genial. Ya no puedes decir que no sirvieron para nada las clases de karate que Levi te hizo tomar.

Mikasa sonrió ante el cumplido de su amiga. Tenía razón; su hermano mayor podía ser algo gruňón, pero todo lo que hacía tenía una razón de ser. Entonces sacó su teléfono móvil y marcó el número del anuncio. No se tardaron mucho en contestar del otro lado.

-Hola? Sí, llamo por el empleo de niňera. Me gustaría saber si...