Disclaimer correspondiente.


14.

La represión no es un mecanismo de defensa originariamente dado, sino que, por el contrario, puede surgir hasta después de haberse establecido una precisa separación entre la actividad anímica consciente y la inconsciente.

La esencia de la represión consiste exclusivamente en rechazar y mantener alejados de lo consciente a determinados elementos.

Freud, 1915.

1.

Hermione había sido la primera y única hija de sus padres.

Eso, ciertamente, podría significar dos cosas; siempre había estado muy sola y siempre había sido muy cuidada por ellos.

Su infancia fue, apaciblemente, normal y aburrida; una niña muy lectora con padres muy trabajadores que no conocía mucho de juegos, y menos de hacer sociales.

Hermione se divertía contando cuentos, escribiendo historias, imaginando mundos, vivía y bebía de sus libros, se embelesaba de historias ajenas que nunca eran propias.

Su paso por la primaria había estado cargado de rechazo y más desolación; no se divertía con sus compañeros, no encajaba con sus pares, a ella le gustaba leer y escribir, a las demás niñas jugar al elástico, a la mancha, al escondite.

Cuando llegó la pubertad, Hermione se dio cuenta que tampoco tenía mucho en común; tenía dientes muy horribles que requirieron el uso ortodoncia, un pelo de paja poco atractivo y un cuerpo normativamente común, no de aquellos hegemónicamente estéticos y no estaba interesada en bailes o revistas de moda.

No tenía mucho de ningún lado, así que se encontró muy sola una vez más y se dedicó de lleno al estudio.

Al llegar a la universidad, no tenía expectativas en cuanto a vínculos sociales, y se encontró queriendo absorberlo todo.

Se encontró, como siempre, refugiada en libros, en historias ajenas, en cuentos propios pero que no contaban de su vacua experiencia.

Cuando no podía dormir, cuando sentía que todos tenían una vida menos ella, se acostaba, cerrada los ojos, y se contaba un cuento.

A veces le costaba de un modo inevitable mantener relaciones con las personas debido a ello, su mente viajaba a realidades poco probables y la realidad que se le presentaba en frente había dejado de ser parte de su interés.

Solo los libros podían traerla a tierra.

Solo recién cuando sintió que esto era un conflicto, recurrió a terapia. Su carrera la llevó a sentirse interesaba por el análisis y su estudio constante e ir semana a semana a tratarse, habían sido un impulso por conocerse más y conocer más a las personas.

Sin embargo, nuevamente, su interés por el resto del mundo era puramente académico.

La teoría psicoanalítica fue, para Hermione, un motor, un espíritu seductor para el vacío de su alma, haciéndole creer que ella podía ser arreglada. Haciéndole creer, que las personas podían ser arregladas.

O, al menos, un modo de lograr entender, entenderse, y entender al resto del mundo.

Los conceptos básicos se calaron en ella de un modo imborrable, y se encontró leyendo como nunca antes, maravillada con tanta información de un aparato psíquico del que solo Freud había hablado.

Un aparato psíquico regido por energía, regido por el principio del placer, en donde un incremento de energía, podía ser displacentera y que el aparato psíquico, jodido hedonista, siempre, a fin de cuentas, lo único que desea es llenarse de placer. Entonces va por allí, rechazando todo aquello que no le genera placer. Rechazando todos aquellos elementos que el Yo no podría soportar.

Pero entonces, se preguntaba Hermione al comienzo ¿Por qué ella renegaba tanto de los placeres? La respuesta llego después, con textos más complejos, que hablaban del yo, del súper yo, del ello, que hablaban de síntomas.

Todo llegó a ella como ola de sabiduría cargada de respuestas que nunca la satisfacían.

Ojalá todo fuese sencillo, como cuando uno es bebé y no hay nada formado, ni estructuras, ni nada que te aqueje; allí todo es placer.

Pero luego, con las formaciones psíquicas, es difícilmente imposible solo regirse por lo que nos da placer; hay sistemas que vienen a decirte que eso que te gusta tanto, no debería hacerlo realmente.

Y se arma una disputa, y ya no solo alcanza la cuota de placer, sino que esta, sea mayor que la de displacer.

Y llegan las represiones; aquello que es inaguantable para el yo, se queda allí escondidito en el inconsciente, en una caja, lo más alejado posible de la realidad, de la conciencia.

Pero la represión siempre falla, siempre encuentra una vía de escape; y es cuando aparecen, los actos fallidos, los jodidos sueños.

Hermione entendió que, para escapar de la realidad, ya no le alcanzaba dormir, ya no podía cerrar los ojos y creer que se alejaba del mundo, porque allí, cuando las defensas bajaban, el monstruo quería salir, amenazaba con escapar, con presentarse. Todo aquello que ella intentaba mantener bajo un velo, empezaba a ceder.

Y a veces, simplemente, la mejor forma de escapar de la realidad, no es tampoco soñando, sino, contándose un cuento.

Como se le cuenta a un niño que le tiene miedo al monstruo bajo su cama, o de su armario, se le cuenta un cuento que lo ayude a dormir, que lo aleje de aquellos pensamientos que no lo dejan descansar en paz.

Eso se estaba haciendo Hermione.

Se estaba contando un cuento.

Así que allí estaba, sobre la cama, mirando un punto fijo en el techo, sin permitirse dormir, ni pensar, contándose cuentos.

Porque la realidad la estaba comiendo viva.

Y cayó, todo el pedestal, todo su mundo seguro, lleno de palabras bonitas, pero vacío de experiencias.

2.

La vio apenas llegó; llegó con su cabello normalmente alborotado hecho un recogido informal que acentuaba su rostro de buena manera. El vestido, como siempre y por parte de Hermione, demandaba mucho a la imaginación; le dejaba una figura ilustre, la cintura fina y el abdomen plano, el vestido seguía dibujando sus muslos y seguía ajustándose hasta por debajo de las rodillas, abriéndose de forma sutil.

La vio hablando con Ginevra, la cual se veía ceñuda desde lejos y con algo de parecer, mal humor. Draco abrió los ojos sin poder evitar hacerlo; y es que la pelirroja lucía bastante impresionante.

Llevaba un vestido de tul bordado largo, transparente y flores bordadas de color rojo y similares lo adornaban, se había puesto un top color piel y abajo también en tiro alto un corto short, y con corto, quería decir apenas terminaba de tapar su parte trasera.

No solo lucía jodidamente atractiva, era la personificación de la sensualidad; de Hermione no veías un gramo de piel, y de Ginny solo querías ver más y más.

Había completado su atuendo con unos bucles que le dejaban el cabello más corto, pero también hacían que llamase mucho más la atención, marcando una diferencia a su habitual lacio y plano peinado.

Draco solo pudo reír imaginando la perversa mirada de Blaise al ver aquella imagen.

Pero se rió aún más viendo a varias mujeres cuchicheando sobre el aspecto de la menor del clan Weasley; pero la mejor parte era como ella les devolvía una mirada muy segura y ególatra.

Pansy no estaba muy distinta, y no sabía que tanta casualidad era aquello.

Solo que, en vez de estar bordado con flores, el de la morena era negro con algunas cortes de encaje.

Ambas se miraron y Draco presencio chispa entre sus miradas.

Pocas personas podían ser tan distintas y tan similares al mismo tiempo; ambas eran mujeres poderosas, con mucho carácter y personalidades explosivas, pero tenían valores tan distintos que era extraño encontrarles algo con que compararlas.

Sin embargo, allí estaba y Draco no dejaba de pensar en que no era nada extraño que Blaise se haya fijado en las dos.

Más atrás, llegó Theodore con una rubia en sus brazos. Draco ladeó una sonrisa lo bastante divertida para que el moreno simplemente le ignorara.

Era Luna Lovegood, y como era de esperarse, sí que se veía peculiar y llamativa con aquel vestido amarillo.

Era una extrañeza total que su amigo se fijara en alguien así; mientras Theo tendía a lucir siempre de colores oscuros, tonalidades negras y grises adornaban su ropero, Luna parecía centellar de tantos colores.

Draco vio como el señor Nott miro a la chica que su hijo tenía al lado con total desaprobación, pero también con cierta resignación, como la de alguien que ya no espera nada de la otra persona.

3.

— Esto se ve genial — dijo Ginny, tomando unos bocaditos que servían en bandeja los mozos y tomando una copa de champagne.

— Te advertí sobre la parte buena.

— Y por la única razón que estoy aquí — Hermione rió buscando a Draco entre la muchedumbre de hombres vestidos de traje.

Le echó un vistazo a su amiga nuevamente, casi envidiando lo bien que lucía, parecía salida de una revista de moda. Tenía la boca roja intacta pese a la cantidad de comida que se estaba metiendo dentro, los ojos apenas de un dorado opaco y pestañas, por lo demás, rubor y contorno. Y el vestido increíble, siendo la mejor parte que se lo hizo su madre.

Los negocios de ropa vendían vestidos de ese estilo a precios incomprables, las transparencias y los bordados parecían valer millones últimamente, y la madre de Ginny se lo había hecho por menos de la mitad.

— Pensé que no te ibas a producir tanto para esta fiesta — comento con falsa indiferencia Hermione, acompañándose de una sonrisa maliciosa — Es decir, que no ibas a perder mucho tiempo en arreglarte para esto ¿Recuerdas? — rió y remarcó los rulos, que le quedaban simplemente perfectos.

— No me molestes. Todo lo hizo mi madre — remarcó metiéndose otro bocadito con pasta de palta que, al parecer tras el gesto de Ginny tras meterlo en su boca, estaba increíble.

Hermione se limitó a reír divertida, la familia Weasley y su amor por la comida era algo digno de ver.

Sin más, vio como Theodore Nott se despedía de Luna para ir tras Draco y Blaise, que estaban en una parte más alta del salón; allí, los tres, vestidos de traje y con copas de cristal en sus manos, parecían dignos de una familia de la realeza.

Hermione sintió algo en su pecho y garganta, como un abultamiento que le hacía presión.

— ¿Todo está bien? — escuchó que le preguntó Ginny con la boca llena. Hermione, aún con la vista en aquellos tres, asintió.

— Si. Perfecto — y fue en ese instante en que Draco se percató de la intensa mirada de la castaña hacia él, pero lejos de ponerse incómodo, le sonrió de aquella forma ilustre que tenía y le levantó la copa en signo de saludo. Hermione sonrió apenas levantando la comisura de sus labios, sintiendo aquella eléctrica sensación recorriendo su espalda.

Luna prontamente llegó para dejar atrás esa conexión de miradas.

— Luna ¡Hola! Te hemos visto llegar con Nott, que buen mozo ¿eh? La tenías guardada — dijo Ginny, tomando tres copas, una para cada una. Luna sonrió ruborizada.

— Es un chico interesante, sí — musitó ella, volviendo a mirarlo.

— Interesante las pelotas, es muy atractivo, aunque no podemos negar que muy flaco y a veces parecía que viene de parte de la muerte, pero eso también tiene su atractivo — Hermione no evitó reír y asintió concordando; tenía un rostro bastante perfecto, pero también muy chupado. La primera vez que lo vio pensó que se trataba de alguien que estaba muy metido en el mundo de las drogas, pero no le gustaba generar falsos prejuicios con alguien así que limitó sus pensamientos a eso.

Luna lo miro de aquella manera soñadora que tenía ella, una mirada llena de calidez y Hermione sonrió, mientras seguía bebiendo. Fue cuando se dio cuenta que aún no había comido nada y lo último que necesitaba era beber alcohol con el estómago vacío y terminar mal, así que se dispuso a buscar bocadillos.

— ¿Qué haces aquí? — se sobresaltó apenas y lo miró mientras se metía un bocado a la boca. Lo tragó rápido y le miró incrédula.

— ¿Disculpa?

— Me escuchaste — le respondió, con el mismo tono malhumorado. Dios, Luna era muy dulce para este chico, pensó al instante.

— Claro que te escuche, pero no te corresponde preguntarme algo así — le respondió Hermione con dureza — Estoy aquí porque me invitaron, como ya te imaginaras y es lo único que te concierne — el chico hizo una mueca llena de ironía.

— Pero te dije que te alejarás.

— Y no me dijiste por qué.

— ¿Y estas intentando que te lo diga desafiándome o qué? — la castaña arrugó su expresión.

— No te estoy desafiando. Ya te dije, vine porque quise. Pero realmente si quieres que me aleje lo mínimo que pido es una explicación coherente. ¿No lo crees?

— Es que no hay…

— Veo que ya se conocen — apareció oportunamente Draco, con una sonrisa suave y rodeando a Hermione.

— No diría que la conozco — se limitó a decir Theo con desdén.

— Hola, Draco — le saludo por lo pronto Hermione intentando apaciguar la actitud de Theodore. Draco le sonrió directamente a ella y la recorrió con la mirada, lo que hizo que Hermione se ruborizada tenuemente.

— Viniste alucinante, Hermione.

— Gracias, te lo dije… No quería desentonar tanto.

— No desentonas para nada — la halagó tras un último vistazo — Y ahora ¿Me quieren unir en su charla? ¿De que hablaban?

— Él vino con Luna y hablábamos de eso — dijo rápidamente Hermione, no sabía porque motivo saltó casi en defensa de Nott, tranquilamente lo podría haber puesto en una situación de aprieto y, sin embargo, allí estaba, poniendo una excusa. A Theodore no se le paso por desapercibido aquella acción y de alguna manera sintió que sus palabras surtieron efecto.

— Lo vi — dijo Draco — También vi la mirada desaprobatoria de tu padre — dijo esbozando una pequeña sonrisa apenas visible cargada de burla en sus facciones y Nott negó con la cabeza.

— Ni me digas. Creo que por eso no me saludo siquiera.

Hermione los miro un momento sin comprender, pero no dijo nada. ¿Qué tenía de malo Luna? ¿Los padres de Draco la mirarían igual a ella por no pertenecer a la alta sociedad inglesa? Le parecía estúpido y del siglo anterior esas cuestiones, pero al parecer, en familias de élite seguían siendo temas importantes.

Sabía algunas cosas por Ginny, pero pensó, quizás con inocencia y sobre todo ignorancia de no vivir en esa clase de familias, que quedaron en el pasado.

Para cuando Draco volvió hacia ella, a Hermione no se le quito aquel pensamiento de la cabeza.

— ¿Es por qué no somos… de la alta sociedad inglesa? — preguntó, sin escrúpulos, aunque con el ceño un poco fruncido y Draco no evito pensar en el tierno gesto que resultaba aquello.

— ¿Cómo?

— Que no nos quieren — Draco casi rió.

— ¿Quién no las quiere? — le preguntó como si se trata de una pequeña criatura de cinco años a la que un par de niñas malas le jugaron una mala broma.

— Digo por lo que dijiste del padre de Theodore — explicó, aunque él ya lo sabía.

— Ah — asintió Draco — Ellos tienen un tema personal. No diría que son la mejor relación padre e hijo. Y Luna es bastante… estridente. No lo digo como crítica. Solo como realidad. Y aquí son todos más… — Draco miró a su alrededor — ¿Clásicos? Sobre todo, el padre de Nott, o claro, los míos. Nadie te va a mirar mal, Hermione — dijo, apretándole con suavidad el brazo — Tampoco lo permitiría.

Hermione rió suavemente.

— No me molesta. Solo… me llama la atención que sigan esas costumbres. Supongo que estoy muy alejada de este mundo.

— Me gusta eso — le dijo él de pronto, mirándola de una forma tan sincera y transparente, que Hermione se sintió desnuda. Él le paso con dulzura su pulgar por su mejilla, y la chica sintió como un escalofrió le recorría toda la espina dorsal, mientras su piel se ponía como de gallina. Le sonrió apenas, intentando mitigar los nervios.

— ¿Sí? — dijo un apenas hilo de voz audible.

— Lo digo en serio. Cuando vives así, en este tipo de sociedad… — Draco dejó de mirarla para ver su alrededor y dejando salir todo aquel aire que estaba sostenido en su pecho — Es difícil encontrarte. Es difícil saber cuándo eres realmente tú o cuando estas actuando. Mantener constantemente una fachada… es… agotador — Hermione le escuchó atentamente — Y tú… — le sonrió — Estas alejada de esto. No me miras esperando algo. No me miras pensando "Eres Draco Malfoy, el único heredero de la herencia Malfoy, un chico inglés, con gran porte" — Hermione rió, encontrando divertido no solo las palabras de él, sino el tono con la que las dijo y Draco la acompañó, y aún riendo dijo — En serio, tú te ríes, pero es cansador. Siempre hay esta clase de fiestas, y siempre mi madre me exige que me presente, que sea educado, encantador — Draco suspiró — A veces me gustaría irme. Irme lejos realmente. Y contigo, Hermione, me siento lejos. Lejos de esta farsa y sobre todo a gusto.

Hermione siento el cuerpo túmido, duro de repente, pero blando y maleable al mismo tiempo, lo cual no tenía ningún puto sentido, pero nada, nada de lo que ocurriese con Draco Malfoy, se dio cuenta, nunca jamás tendría sentido. Su labio inferior tembló levemente y miro a Draco, a esos ojos, a esa mirada, la forma en que la miraba. Dios, ¿Cómo no temblar? ¿Cómo no sentirse desvanecida? Sintió como Draco se acercaba más a ella, y entre eso, su cuerpo se calentaba. En su pecho se instaló un cosquilleo que era incapaz de frenar, y los latidos de su corazón se sentían como fuertes golpes contra su pecho.

Draco se acercó más y la miraba directo a sus ojos, la tomó del rostro con su mano, y mientras que con el pulgar le acariciaba con sutileza la mejilla, sus ojos fueron a sus labios y Hermione solo quería gritarle que lo hiciera.

Que la besara.

Allí mismo. Delante de todos.

¿Qué importaba? ¿Por qué esperar? No. Ese momento no podía esperar. Si se alejaban, no volvería. Tenían que prolongarlo. Hacerlo perdurar. Hacer que valga la pena.

Por favor, Draco, pensaba, No me hagas desearte más.

Y no lo hizo.

O quizás sí.

Primero rozo sus labios con los de ella, un roce tan sutil que su vientre sintió el calor, el ardor.

Hermione cerró los ojos y tomó aire, porque se sentía demasiado sobrepasada.

Y por fin la besó.

Un beso suave, caliente, lento, pero con ritmo. A Hermione le hubiese gustado dejarse llevar del todo. Pero una parte de ella, una pequeña parte de ella que aun pensaba de forma racional, le recordó que estaban allí, delante de todos. Quizás hasta los padres de Draco lo estaban presenciando así que solo mantuvo el ritmo, que igual, se sentía perfecto. Cálido, suave y perfecto.

Se alejaron lentamente, Hermione aguantándose una sonrisita nerviosa, y Draco mirándola con deleite.

— Yo también me siento bien contigo, Draco — sincero sin ni siquiera pensarlo, tan solo aquellas palabras salieron de sus labios, pero las sabía certeras. Draco sonrió.

— No tienes idea cuanto me agrada escuchar eso, Hermione.

Y así quedaron, mirándose de cerca, como si pudiesen verse el alma. Hermione con aquella sonrisita que decía más de lo que gustaría, y Draco con aquella mirada llena de complacencia.

Y un poco más alejados, una Ginevra había dejado de comer, para mantenerse con la boca abierta del asombro y las cejas muy arqueadas.

— ¿Ves eso de allí pelirroja? — la vocecita casi criminal de Blaise Zabini se hizo presente a oídos de Ginevra, y éste volvió a su trago localizando su mirada a su amiga.

— Por supuesto que lo veo — se limitó a responderle sin ni siquiera mirarlo, porque escuchando su voz era suficiente para saber que se trataba de él.

— Pues, los próximos seremos tu y yo — Ginevra rió como si le acabasen de contar un mal chiste.

— Si, Blaise, claro, solo en tus sueños más húmedos.

— ¿Crees que solo eso pasa en mis sueños más húmedos? — Ginny le retó con la mirada, entrecerrando sus ojos pardos que, a ojos de Blaise, siempre se veían demasiado feroces.

— Para.

El moreno, con aquella picara e imborrable sonrisa, elevó ambas palmas en son de rendición.

Ginny tan solo se fue rodando los ojos, sin encontrar la paciencia suficiente. O quizás, el valor.

4.

— Qué vergüenza, mira si tus padres vieron esto… — murmuró Hermione ya más racional y menos primitiva. Draco sonrió divertido buscando otra copa más para ambos. Hermione se veía ruborizaba buscando entre la gente a los padres de Draco, lo cual no pudo parecerle sino sumamente divertido.

— No importaría — dijo tranquilamente.

— ¿Lo dices en serio?

— ¿Cuál sería el problema? — Hermione le miró y volvió a sonreír sin quererlo realmente. Quizás presa de una sorpresa, de una grata y reconfortable sorpresa. Le gustaba que él la hiciese sentir así, segura a su lado, que no la haga dudar de su valor o de su status, haciéndole saber que, en cualquier caso, este no importaba.

— No sé, sería raro — dijo encogiéndose de hombros.

— Hermione, deberías, en serio, dejar de preocuparte por todo. Relajarte un poco.

— Estoy relajada — le aseguro.

— ¿Tú crees? — le dijo bromeando.

— En serio — aseguro riéndose también — Solo… Déjalo – insistió, intentando restarle importancia con un vago movimiento de muñeca.

Draco asintió ajustando una sonrisa.

— Entiendo lo que me quieres decir, pero de verdad, no te preocupes por nada, Hermione. Quiero que la pases bien hoy.

— La estoy pasando bien.

Ginevra miraba de lejos la situación y solo quería reírse. Dios, no podía creer como parecían dos tortolos empezando su relación. Bueno, quizás eso eran. Pero verlo era alucinantemente sorprendente.

Más por parte de Hermione, siempre tan reacia. Al final, todos somos iguales, pensó Ginny, solo esperamos encontrar a alguien a quien amar y que ese alguien nos ame también.

Por otro lado, Luna y Theodore charlaban de forma animada. Y Blaise al parecer la había abandonado por Pansy.

Suspiró y se sentó a beber. Había venido para eso después de todo.

5.

Draco se alejó un momento para ser el hijo adorado que cumplía los deseos de su madre y saludar a los invitados. Hermione sonrió encantada. Era tan buen mozo, y tenía aquella forma de ser que la atrapaba tanto, allí, viéndole hablar con las personas, de aquella forma encantadora y embriagadora que tenía, con tanta educación y calidez, pero sin dejar de mantener una distancia prudente.

Sonrió una última vez, con aquella sensación llena en el pecho y buscó a Ginny. Pero se encontró con alguien más.

Él ya la estaba mirando desde antes y le sonrió desde aquella distancia. Hermione también intentó sonreír, pero más bien con sorpresa y consternación. Cortó la distancia entre ambos y le saludó.

— No tenía idea de que estabas invitado — estaba atractivo, con un traje más bohemio que el resto pero que acentuaba perfectamente a su estilo.

— Yo tampoco — concordó él con una sonrisa, bajo aquella barba que lograba mantener — Te vi. Bueno, bah… Los vi — Hermione tragó con fuerza, y presa de un nerviosismo que ni siquiera entendió, se corrió un mechón de cabello tras la oreja.

— Dave…

— ¿Él es quien te mantiene tan distraída? — le preguntó entonces, mirando en dirección a Draco.

— No, para nada, no es eso… Es decir, fue un solo beso. No había nada entre nosotros.

— ¿Y ahora si lo hay? — preguntó con una leve sonrisa, un poco curioso, aunque cargado de una intención que Hermione no supo descifrar.

— Pues, no tengo idea — Dave asintió sin mirarla. Negó un poco la cabeza y volvió su vista a ella.

— Has llegado al punto en el que estas de tu carrera gracias a tu constancia, Hermione. No me malinterpretes, no soy nadie para decirte nada, pero soy tu tutor de tesis, y solo quiero lo mejor para ti — Hermione asintió apretando los labios — Te veo alejada de tus responsabilidades, y… No puedo estar atrás tuyo, pero tampoco quiero que te pierdas. ¿Está bien?

— Te agradezco la preocupación, Dave. En serio. Pero no es por él, en cualquier caso… Tan solo, ya sabes… Estoy un poco perdida con el tema.

— Lo sé, me doy cuenta. Pero sabes que puedes pedirme ayuda. ¿Por qué un día de estos no nos vemos y hablamos un poco del caso… que te comenté? Ya sabes…,

— Pero… No puedes ¿O sí? — era lo que más deseaba Hermione, resolver aquel caso, sacarse todas las dudas. Si Dave podía involucrarla… Sería la solución a muchas de sus dudas.

— Es una situación difícil, pero… Confío en ti, Hermione. Siempre lo hice y lo sigo haciendo — la castaña sonrió conmovida. Se sintió mal de repente, todo lo que él le decía era cierto, y, aun así, después de su irresponsabilidad, él seguía creyendo en ella, lo cual la emocionaba en cierto punto. Dave siempre había sido aquel profesor que ella más admiró y no quería apartarlo de su camino en cuanto a lo académico; sabía que lo necesitaba y que él podría darle las herramientas que ella necesitaba para armar su futuro.

Nunca nadie le había valorado realmente, al menos eso sentía. Sí, solían decirle que era brillante, que siempre le iría bien en todo porque pues, sí, era muy inteligente. Como si fuese una obviedad. Como si ella no se esforzara realmente.

Porque ella era solo eso para la mayoría de las personas. Aquella chica, sentada adelante que siempre estaba muy sola y que siempre sabía demasiado. Aquella chica con la que hablar, no era muy divertido porque solo hablaba de libros y teoría. "Es que no tiene nada más" había escuchado que decían, como un golpe fuerte al corazón.

Hasta que llegó Dave, su profesor, el primero, y quizás el único, con el que se había sentido valorada. El único que quizás, pensó que realmente tenía algo que decir. Que Hermione era más que libros, y que, aunque quizás si su mente fuese brillante, no lo era solo por leer mucho.

— Gracias, Dave. En serio, no sé cómo… Agradecerte.

— Solo no perdiendo el contacto, Hermione — la miró con aquellos ojos ámbar que parecían brillar bajo tantas luces y Hermione se sintió reconfortada de tener alguien cerca en su vida que se preocupara por ella y su futuro.

Sabía que contaba con sus padres, siempre. Pero ellos estaban lejos y Hermione no solía preocuparlos demasiado, ni contarle muchas cosas. Solo lo justo y necesario. Y Ginny tenía a sus padres, vivía con ellos, lo cual ya las ponía en dos situaciones completamente diferentes.

— Por supuesto — le aseguro la castaña.

— Veo que conseguiste compañía — le escucho a Draco detrás de ella, quien, sutilmente, la rodeó de la cintura. Hermione sintió su tacto, que era apenas, pero que estaba allí, como un aviso.

— Si — dijo enseguida Hermione — No sabía que él estaba invitado.

Ambos hombres se miraron, y la castaña no pudo interpretar nada bueno en aquel cruce.

— Conocido de la familia — Dave rió apenas.

— Algo así — Hermione los miro consternada, en realidad queriendo escapar en parte y justo divisó a Ginny a lo lejos, sentada sola y bebiendo. Rió. Era su momento.

— Bueno, yo me voy con Gin que está sola. Nos vemos ahora — les dijo a ambos, quienes, tras intercambiar un par de palabras que Hermione no logró escuchar, también se separaron.

La pelirroja ni siquiera se percató del acercamiento de Hermione, y fue tan solo cuando ésta le robo la copa que se dio cuenta.

— Hemos vuelto — le dijo bromeando. Hermione le miro entrecerrando los ojos.

— Lo siento. Me ausente un momento.

— Si, tranquila. Lo vi. Al momento, digo — Ginny le sonreía socarronamente, y Hermione negaba con la cabeza sonrojándose.

— Ya, para.

— ¿Parar? Estás loca. Se besaron delante de todo el mundo y me pides a mí que pare — Hermione rió.

— Qué horror. Siempre odie a la gente que se besa en público.

Ginny la miró y se rió también, llamo a un mozo que estaba repartiendo bebida y tomó dos copas, en tanto dejaba su trago vacío.

— Ten — se la tendió a su compañera — Y ahora brindemos.

— ¿Por qué? — preguntó Hermione.

— Porque por fin alguien te está quitando esa estructura que parecía inquebrantable que tienes. O tenías — le dijo, guiñándole un ojo.

Hermione sonrió pícaramente, no sabiendo si aquello que le dijo Ginny la asustaba o la alegraba. O ambas al mismo tiempo, lo que era mucho decir.

6.

A Ginny no se le pasó desapercibido la forma en que sonreía Hermione, de forma cerrada, para adentro y con sus ojos perdidos.

Ella, sin embargo, no se sentía tan feliz.

¿Por su amiga? Por supuesto.

¿Por ella? No tanto.

Estaba demasiado acostumbrada a acaparar todo en las fiestas y hoy había estado muy sola, quiso irse varias veces y solo seguía allí por Hermione.

No conocía a nadie, y en otra situación no sería problema si no fuese porque a quienes desconocía eran personas mayores con quien no tenía ni un ápice de que hablar, y porque a quienes si conocía no tenían nada que ver con ella.

Bueno, estaba Luna, que estaba por allí revoloteando con Theodore Nott de lo más entusiasta.

Y estaba Blaise, claro, quien casi no le había registrado. ¿Estaba en su derecho? Pues claro, ella no tenía nada que recriminarle ni reclamarle, de hecho, cuando le habló, ella se mostró desinteresada y ahora no sabía si se sentía arrepentida de ello.

Si, arrepentida y no podía creerlo. Quizás por eso aún no sabía si se sentía realmente así, porque justamente creerlo significaría demasiado para ella y no quería.

No podía querer que alguien como Blaise Zabini la buscará. No, no y no. Se negaba, pero ¿Qué sentido tenía negar la pura realidad que se presentaba en su mente? Ahora lo estaba mirando, como una estúpida quien esperaba algo del otro sin querer esperarlo.

Él hablaba de forma agradable con su grupo y ella le miraba esperando que él encontrase su mirada y haga algo. ¿Qué haga qué? Bueno, eso no lo sabía. Tenía que solucionarlo él, resolverlo él. Ella solo lo miraría y él debía darse cuenta y hacerse cargo.

¿Algo más inmaduro que eso? Nada, pensó Ginevra, mientras se avergonzaba de su estúpida actitud y seguía bebiendo.

Estaba en esa banqueta hace horas, estuvo sola mucho tiempo y ahora Hermione estaba a su lado, y seguía bebiendo.

Posiblemente cuando se pare, todo el alcohol se sentaría en ella de golpe y pues que venga, se dijo, nada más lindo que sentirse en ese estado.

Blaise la miró, de repente, y Ginny sintió que algo dentro de ella se movilizo, muy por dentro claro, porque por fuera quedo paralizada y avergonzada.

Si, él la encontró mirándolo sin escrúpulos, como ella había deseado, pero él no la buscó como ella había querido.

Y ahora se sentía sin dignidad.

— Acompáñame al baño, Hermione — dijo, tomándola de la mano y sin esperar respuesta. La castaña se encontró parándose de golpe y siguiéndola evitando caerse con esos tacones y en la forma rápida en que la llevaba la pelirroja.

El baño que era usado por las mujeres tenía una cola que daba la vuelta, y Ginny no estaba muy dispuesta a esperar.

— ¿A dónde piensas ir, Gin?

— Tú conoces más, ¿Dónde hay otro baño?

— En realidad, no fui a otro baño.

— Bueno, vamos a recorrer. Igual quería un tour por la mansión.

— Mhm, no sé si a Draco le gustaría…

— Draco no se va a enterar, Herms.

Se adentraron bastante a la casa, Ginny con curiosidad y Hermione más bien con culpa.

Terminaron subieron las largas escaleras y Ginny encontró un baño al final de un pasillo.

Hermione la esperó afuera mientras miraba a su alrededor. Había fotos por doquier colgadas en las paredes, de sus padres, tanto juntos como por separados; su madre, Narcissa, había sido una mujer realmente hermosa en su juventud y seguía manteniéndose con los años como alguien que se destacaba por su belleza, y su padre, también había sido un hombre atractivo, en varias fotos se los veía juntos y la mirada de él casi siempre recaía de una manera románticamente tonta sobre ella.

Hermione sonrió.

Parecían una pareja realmente enamorada.

Había fotos de Draco también, tanto de niño, como ya en los últimos años. También en la pubertad, y Hermione envidió como siempre su piel parecía haber permanecido impecable.

Había una foto de los tres en lo que parecía una estancia, subidos a tres equinos, blanco el de Narcissa, negro el de Draco y un canela brillante el de Lucius.

Siguió el hilo de las fotos y llegó a un mueble, que también estaba cargado de retratos. Había muchísimas fotos de todos individuales, que parecían haberse sacado de forma espontánea pero que, a la vez, parecían parte de una revista.

Hermione se preguntó si quizás era el pasatiempo de los padres de Draco, o de la familia en sí, o realmente tenían fotógrafos que captaban aquellos momentos.

Y encontró una foto, más al fondo, de un Draco pequeñísimo, quien sabe ¿cinco años? Y sus padres, pero en brazos de su madre había una beba de pocos meses, casi que parecía albina y un gran moño adornaba su cabeza, además de que ropas rosas vestían su frágil y pequeño cuerpo.

Hermione no pudo evitar tomar la foto y mirar de cerca aquello. ¿Quién era aquella beba? Draco no tenía hermana, no al menos que supiera.

— ¿Qué haces aquí?

Hermione se sobresaltó, y el retrato cayó sobre la alfombra. Rápidamente se agachó a juntarlo y agradeció que no se hubiese roto. Draco le quitó de sus manos la fotografía y volvió a apoyarla en la mesa, al final de la misma, detrás de todas las demás.

— ¿Quién es ella?

— Te hice yo una pregunta antes.

— Draco, … — musitó culposa — Lo siento. Ginny no se aguantaba más y subió.

— ¿No podían quizás preguntarme a mí donde más ir?

— Lo siento ¿Esta bien? Solo subimos al baño. Nada más, cálmate.

— No, no solo subieron. Estas aquí hurgando en todos lados.

Hermione le miró, primero dolida y luego, ofendida.

— No estoy hurgando nada. Me deje llevar por las fotos, son todas bonitas. ¿Qué hay de malo en eso? — cuestionó, enojada y ceñuda. Draco negó con la cabeza.

— Es que no puedes evitar meterte en todo. Esperaremos a Ginevra y luego bajamos — dijo también en un tono enojado, evitando mirarla.

— Mira, lo siento. No quise meterme en nada, solo pregunté… quien es. ¿Es… o era un familiar tuyo? — Draco la fulminó con la mirada, en la dulce espera de que la castaña se callara. Pero ella al parecer no lo entendía del todo. U, obviamente, no lo quería entender — Draco, puedes contarme, puedes contarme lo que sea. Confiar en mí. Me gustaría que lo hagas.

— Si, pero no quiero, Hermione. No quiero contarte lo que sea, quiero contarte lo que yo quiera. No insistas.

Le dijo de forma seca y llana, parecía, de repente, el crío de cuatro años de la foto con cara de pocos amigos, inmaduro y al que solo las cosas le agradaban cuando salían como él quería. Quizás, después de todo, Draco era así; un niño mimado de la élite inglesa que solo disfrutaba mover los hilos donde él quería.

Fue cuando Ginny salió del baño, con una sonrisa pícara trayéndose unos jabones en las manos con la idea de mostrárselos a Hermione con su mejor cara de entusiasmo. Pero vio a Draco.

— Ah, Draco, estás aquí — Draco asintió con sus brazos cruzados, en tanto posaba su mirada en los jabones. Ginny se puso roja — Yo solo… le quería mostrar a Hermione lo rico que huelen — sino fuese porque Draco estaba de muy mal humor, la castaña se hubiese reído, reído un montón.

— ¿Sí? — le siguió el juego, que, por supuesto no creía, a la pelirroja, aun con el semblante serio y un tanto cínico.

— Si, son… Muy buenos jabones. Los devolveré a su lugar — le aseguró, asintiéndose para sí misma varias veces y retrocediendo a dejar los jabones.

— Así que tu amiga quería robar jabones — Hermione le miró aguantándose la risa.

— No, para nada, solo esta borracha.

— Y se pone como tú ¿Verdad? Hace cosas que no debe.

Le miró atónica, y cuando estaba a punto de ponerse casi a gritar, Ginny volvió a salir del baño con aquella sonrisa culpable en el rostro. Hermione se reservó sus comentarios.

La pelirroja primero se paró entre ambos, pero cuando se dio cuenta la tensión del ambiente, volvió a hablar:

— Bien, yo… iré bajando. De a poco. Si les parece. Si te parece, Draco, quise decir. Quiero decir — Draco la miró de soslayo y asintió, y Ginny, tras devolverle una última mirada a su amiga, se fue retirando, así como dijo, de a poco y lentamente

7.

Una parte de ella quiso quedarse sentada en las escaleras a ver si lograba escuchar algo de la discusión, pero luego, otra parte de ella, un poco más del lado correcto de la vida, ese que no la dominaba casi todo el tiempo, le dijo que eso era violación de la privacidad y decidió seguir bajando las escaleras y comer algo porque, tal cual como había pensado antes, bebió sentada por mucho tiempo, y cuando se puso de pie, todo el alcohol se asentó en ella muy de golpe, y también, muy cómodamente.

Se dispuso a buscar bocaditos cuando se dio cuenta de que era el momento de la cena. La odió a Hermione. Un montón.

Una parte de ella pensó en esconderse en el baño y no asistir a la cena. Pero respiró hondo y se puso en búsqueda; su mesa era la catorce, según le habían informado.

Y no sabía que otra cosa esperaba.

Estaba Luna, por suerte. Pero también Theo, Blaise, Pansy, Daphne, y su hermana menor, Astoria, con quien nunca tuvo mucha relación, pero suponía que era una más de aquel grupo. Suspiró y se sentó al lado de Luna. Cuando miró a la mesa, había miles de cubiertos y miles también, de vasos. ¿Para qué tanto? Se preguntó la pelirroja, que obviamente, no entendía absolutamente de que servía ninguno.

— Hola, pelirroja — la voz de Blaise Zabini sonaba justo a su lado, y lo vio, justo como pensó, sentado a su lado — Te vi muy sola y no quería que te sintieras así, cariño.

— Siempre eres tan atento, Blaise.

— ¿Te das cuenta? — dijo con sarcasmo para nada disimulado y poniendo una mano en su pecho.

Pese a que le respondió de forma arrastrada, y lo miraba realmente sin ver, en realidad agradecía que se haya puesto a su lado. Luna estaba en otro mundo hablando con Nott de quien sabe qué, realmente no imaginaba que podían hablar tanto esos dos. Y sin Hermione, se sentía realmente muy sola en aquella mesa en la que no sentía que ninguno era realmente su amigo, exceptuando Luna, obviamente, sin embargo, no quería molestar su velada.

La madre de Draco se dispuso a dar un discurso de bienvenida que todos aplaudieron, supuso que fue muy bonito pero la verdad es que no la escuchó. Estaba más preocupada por los cubiertos y por buscar en internet como era su uso.

Llegó el primer plato que era una sopa de calabaza y mariscos que realmente sí tenía toda la pinta. Pero Ginny comenzó a transpirar de los nervios. No quería que todos notasen que no tenía idea de cómo utilizar los cubiertos.

— Se empieza utilizando los cubiertos más alejados del plato, es decir de fuera hacia adentro — le susurró muy suavemente Blaise a su oído, lo que le generó escalofríos, pero enseguida le miro de forma agradecida.

Tomó la cuchara más alejada del plato y probó la sopa. Estaba exquisita.

Blaise también le mostró para que era cada copa, había una para el vino tinto, otra para el vino blanco y una tercera para quienes deseaban cenar con champagne. También había una para el agua.

Para sorpresa de Blaise, la pelirroja cenó con agua.

La velada fue tranquila, pero Ginny en vez de sentirse bien tras la comida, se sintió peor. Llena y con la cabeza pesada por el alcohol.

Pensó en que realmente sería una buena idea vomitar. Ella se recomponía después de ello; muchas personas quebraban y debían irse a dormir. Ella una vez que se sentía vacía, tenía mejor ánimo.

— Oye, Blaise — él la miró — ¿Podrías mostrarme algún baño aquí abajo que no sea al que están yendo los invitados hoy? — él elevó una ceja con picardía y mirándole con las peores intenciones, ladeándole la más perversas de las sonrisas y hasta Ginny tuvo que suprimir la suya — En serio.

— Claro que sí, tus deseos son órdenes para mí, pelirroja.

Blaise la acompaño hasta el baño, uno que quedaba en la parte de abajo solo que más alejado del gran salón y pensó que si hubiese hurgado más, le hubiera ahorrado el mal rato a Hermione, que parecía seguir arriba en plena disputa.

Pero es que estaba borracha, y los borrachos nunca piensan mucho lo que hacen. Solo lo hacen, porque les pinta y ya.

Y así se sentía ella ahora. Con ganas de hacer todo lo que su mente le proponía. Lo cual podía ser muy peligroso. Pero adecuado con tanto alcohol en sangre.

Entro al baño, abrió el tapete de inodoro y se vino la primera ahorcada.

Si que le daba un poco de vergüenza que él la escuchara afuera quebrando. Pero necesitaba hacerlo para recomponerse.

Se vino otra, pero no podía vomitar. Largarlo todo.

Así que recurrió a los benditos dedos. Se los metió hasta la campanilla, y tras la tercera ahorcada, logro volcarlo todo.

Se sentó al lado del inodoro respirando, y sintiéndose confortablemente vacía, con un gusto horrible en la boca y en la garganta, pero vacía y mejor.

Se levanto y se miró al espejo; bueno, no lucía exactamente como llegó. El pelo, con aquellos anteriores bucles perfectamente armados, se veían un poco revoltosos y desarmados, y el maquillaje un poco corrido, pero lo soluciono pasándose los dedos por debajo de los ojos, y dejándolo más bien rasgado.

Luego, encontró pasta de dientes dentro de un cajón, y se mandó una buena cantidad, recurriendo nuevamente, a los dedos.

Tras sentir ya el sabor mentolado, retocó su boca y ahora sí, se sentía muchísimo mejor.

— ¿Todo va bien, pelirroja? — escuchó la voz de Blaise afuera, quien, tras escuchar las ahorcadas y luego el sonido del silencio, se sintió sorpresivamente preocupado.

— Si, pasa.

No sabía si realmente debía pasar. Es decir, las mujeres van de a multitud al baño y es normal, los hombres van solos, y cuando un hombre y una mujer, ambos heterosexuales, van al baño juntos, bueno ¿A que van? Todos saben con qué fin van.

Pero él entró, porque quería ver con que se encontraba.

Estaba bastante impecable, un poco pálida tras el vómito, ya con los labios nuevamente rojos y su pelo un poco desarmado pero el aspecto rebelde le quedaba magnífico. Su cabello era siempre tan lacio y estructural, que, si no fuese por el rojo que lo adornada, sentiría que le faltaría algo.

Ella sonrió un poco nerviosa y él no lo pudo creer.

¿Ginevra nerviosa por él? Es decir, sí, él la sacaba de sus casillas, pero este no era el caso. Ella le había llamado y él había entrado, y no había hecho ningún comentario inoportuno.

Quizás estaba avergonzaba por el espasmo, pero seguía siendo como inaccesible en la Weasley, siempre demasiado ególatra y segura como para mostrar una pizca de debilidad.

Pero empezó a carraspear, a vacilar, a boquear. Y Blaise nunca antes se sintió tan embriagado de poder, y tan divertido con la situación.

Apretó los labios y esperó que ella hablara. No le iba a hacer las cosas fáciles. Ella se encargaba de complicarle la vida, así que él también merecía divertirse un rato.

Pero realmente, no esperaba que dijera lo que la pelirroja tenía para decir.

— ¿Quieres… te gustaría… estar?

— ¿Disculpa? — le preguntó el moreno, haciéndose el otro. Ella le estaba odiando. Ahora si le sacaba de sus casillas.

— Ya sabes de lo que hablo.

— Pues no. Me gustaría que fueras más clara, ya sabes, usarás palabras más adecuadas — Ginevra entorno los ojos — Aquí estamos, por ejemplo — la pelirroja se mordió el labio tragándose la risa.

— Qué si te gustaría follar, Blaise. Conmigo. ¿Te gustaría tener relaciones sexuales conmigo, Blaise Zabini? — fue la propuesta para follar más seria que Blaise jamás había tenido y se rió. Flojito primero, negando con la cabeza intentando dejar de hacerlo — ¿Y bien? — cuestionó la pelirroja, tras recibir solo la burla de él. Porque eso no era gracioso. Su propuesta no era un chiste. Era una cosa seria. Muy seria.

— ¿Tú quieres follar conmigo, Ginevra Weasley? — la pelirroja presiono sus labios y miró para arriba, no pudiendo creer que hasta en esos momentos, el moreno le tomara el pelo.

Necesitaba quitarse aquella necesidad que tenía hacia él. Sentía que eso podía solucionar un par de cosas. Y poder entender que le pasaba a ella con él. Quizás, si ambos se quitaban las ganas, luego ya no tenían que seguir jugando ese estúpido juego de sí y no. Quizás, Blaise la dejaría como hacía siempre, y quizás, ella por fin se daba cuenta que solo era eso; atracción sexual. Y nada más, y así poder continuar con aquello que tenía con Harry sin interrupciones o inseguridad, o culpa.

Y en aquella fiesta, con ambos con copas de más, lo hacía aún más impersonal. Si salía todo mal, mañana se levantaría y haría como nunca pasó. Y si todo salía muy bien, pues aún no lo tenía decidido.

¿Qué pasaba si estaba con él y quería más?

— Pues, si te lo estoy proponiendo yo, ¿no será obvio?

— ¿No será obvio que sí, dices? — la estaba humillando. No podía ser otra cosa. Ella, que siempre se mostró reacia, ahora le estaba pidiendo para que se acostaran, ella a él, y él, pues claro, debía saborearlo.

— Si, eso digo, Blaise. ¿O no lo necesitas más claro? Yo, Ginevra Weasley, quiero acostarme contigo, Blaise Zabini. Y me gustaría saber si tienes las mismas ganas. Me gustaría que tú me respondas, con claridad, obviamente y que dejes de responderme con más preguntas — Blaise volvió a reírse, presionando los labios en una mueca que la tensaba, inevitablemente, con una mano dentro de su bolsillo y la otra tocándose la barbilla totalmente tentado. Exasperar a Ginevra sería, por siempre, la cosa favorita que podía hacer para divertirse.

— No — dijo, cortito y al pie. Claro tal cual como ella le pidió.

Primero abrió los ojos de par en par, con la boca medio abierta con sorpresa, luego, arrugó el rostro buscando entender su respuesta y luego boqueó varias veces pensando que decir y callándose sin encontrar respuesta a su rechazo.

Porque sí, la rechazó.

La estaba rechazando. Él a ella. Y se sintió cabreada.

— ¿No quieres follar conmigo? — le preguntó, nuevamente.

— No — le repitió, con una sencillez y claridad que la dejó devastada e incrédula. Sobre todo, incrédula.

Y un poco humillada, también, que va.

— ¿Por qué no? — exigió, como si no querer no fuese suficiente. No. Debía haber una explicación. La exigía. La quería. La necesitaba.

— Quiero hacer muchas cosas contigo, Ginevra.

— Entonces haz muchas cosas conmigo, Blaise.

— Lo que quiero hacer contigo, Ginevra, lleva más tiempo del que pretendes. Y más de lo que podemos hacer en este baño social en el que estamos enfrentados.

Ouch, ahí se sonrojo. Pensó que cosas podía querer él con ella, que cosas que requerían tiempo quería hacer con ella.

Y se calentó. Joder. Si, lo hizo.

Se sintió caliente, necesitaba y con ganas de que le dijera al oído todas aquellas cosas.

Pero sabía que él no lo iba a hacer, le iba a dejar con la curiosidad y, sobre todo, con la calentura.

Él saboreó aquellas mejillas sonrojadas como no pensó que lo haría esa noche.

— Bueno — volvió a hablar ella, intentando respirar y quitarse el calor abrasador que le estaba recorriendo todo el cuerpo, y que sentía en el cuello que le cortaba la respiración y hacía que le picase — Pero mi propuesta no es para siempre. Te la estoy haciendo hoy. Ya mañana… No — él rió nuevamente, mirándola encantado.

— Entonces lo quiero menos. ¿Quieres que, después de hoy, me aguante tu rechazo eterno y tu mirada altiva? Ni hablar. Si vamos a estar, lo vas a querer ebria y sobria.

— Primero, ya estoy recuperada. Y segundo, si lo quiero ahora, es porque también… — Ginny tragó — Voy a quererlo sobria.

— ¿Lo pensaste sobria, Ginevra? ¿En tu cama, acostada? ¿Pensaste en mí? ¿Eso me quieres decir? — a veces desearía que fuese más cauto, pero no, tenía que dar en el clavo y ser un atrevido siempre. Pero quizás, también, era justamente aquello lo que le gustaba de él.

— Para, que esto no es para alimentar tu ego, es para satisfacer necesidades físicas — rió tentando, y Ginevra odio aquella sonrisa blanca, ampliada y satisfecha.

— Lo entiendo. No te atreverías a proponérmelo en otro estado ¿Verdad? La entera Ginevra, que se hace la valiente, pero es más bien puro orgullo lo suyo, no se atrevería a decírmelo cara a cara en un estado no etílico — ella suspiró. Sabía lo que estaba haciendo y no se lo iba a permitir.

— No es eso.

— ¿Entonces? — suspiró.

— Déjalo — renegó, y quiso irse. Pero él la tomó del brazo.

Ella podría haberse soltado, pero le miró, dejando que la sostenga, porque quería saber que quería. No podría mirarlo a la cara sino después.

Él la miraba, de aquella manera directa que tenía, y ella le sostuvo la suya, negándose a mostrarse afectada.

— Permíteme que te escriba. Permíteme que te proponga vernos en algún lugar.

Ella le miró, insegura. La idea, ahora, le parecía perfecta. Pero sabía que después se echaría atrás. No sabía que le pasaba con Zabini.

¿Qué le atraía? Pero claro. Le atraía muchísimo, se calentaba con solo verle, le histeriqueaba porque le gustaba y porque quería que él le preste atención, y luego se hacia la desentendida, se hacia la que lo usaba porque no se hacía cargo de sus sentimientos. Porque temía no poder hacerse cargo luego de lo que aquello conllevaba.

También temía que lo suyo solo fuese un estúpido juego, y que cuando llegasen a eso, las altas expectativas lo arruinaran todo.

Temía que ella no fuera suficiente para él al final.

Y temía que él no fuese lo que ella esperaba. Y que toda aquella burbuja de seducción se rompiera con los dos sin poderse verse presos de la desilusión.

Ginny lo miró nuevamente. Quiso creer en sus intenciones. Miro aquellos ojos picaros, astutos, mentirosos. La pequeña sonrisa ladeada que la invitaba a sumergirse en su mundo.

Y su mano, que la esperaba extendida a que ella accediera. A que aceptara entrar.

Y ella le tendió la mano, en una aceptación sin promesas. Que podía significar todo, y nada a la vez. Y esperaba que eso fuese suficiente. Porque no podía dar más que eso.

8.

La decepción y la molestia que se habían instalado en su pecho fueron irreversibles como para volver a disfrutar la gala.

Estaba desilusionada y triste.

Tantas expectativas para nada. Las expectativas eran una mierda. Uno no debía tenerlas. Era quizás, y realmente, la única pócima que había para no vivir decepciones.

Draco la estaba ignorando abiertamente después de haberla culpado de entrometida, y ahora estaba ensañado en disfrutar la gala que había organizado su familia con sus amigos, y alejado de ella.

De Ginny no tenía rastros. Y de Luna tampoco.

Draco Malfoy no merecía ni su paciencia ni su empeño. Ella no era el tipo de chica que se desvivía e intentaba demostrar cosas. Ella necesitaba sentirse valorada por lo que era, y si no lo hacían, se alejaba, porque sentir más rechazo por ella misma sería inaguantable para su autoestima.

El único que parecía estar para ella aquella noche era Dave, quien la mirada de esa forma madura, achinando un poco los ojos mientras plasmaba una sonrisa suave a su espera. Una sonrisa que, a medida que Hermione le correspondía, tomaba más consistencia y se hacía mas firme. Y más segura.

Hermione fue a por esa sonrisa cargada de valoración, de seguridad y de paciencia.

Porque estaba harta. Cansada de la incertidumbre y de ese no sé que constante que significaba tener en su vida a Draco Malfoy.

Porque quizás no era nada y ella le estaba dando demasiada significación. Porque quizás, Draco Malfoy solo era eso, un inmaduro chico que se divertía molestando los puntos débiles de Hermione, y se contentaba solo con ello.

Pero Hermione no.

Necesitaba estabilidad, seguridad, valoración. Necesitaba seguir sus estructuras.

Así que se encamina a esa dirección, con una sonrisa cálida y una seguridad que no siente, pero que espera encontrarla esa noche.


Hola! Como están?

Bueno, volví con un capítulo un poco más largo de lo habitual, o al menos, a comparación de los últimos.

Ha llegado la gala y parecía que todo iba muy bien y terminó todo muy mas o menos. Ustedes me dirán que piensan.

Y después incluí bastante a Ginny, ay es que tenía unas ganas de escribir Blinny la verdad, un poco más sobre ésta actitud de Ginny, negada y vueltera a la vez, y como ya Blaise esta comenzando a entender que es lo que debe hacer con ella.

De verdad que muchas gracias por sus reviews :)

Espero leerlos abajo. Y sobre todo, leerlos pronto.

Besos y mucho amor.

PeaceLilith.