Prefacio: KIOTO (1/2)
Punto de vista de Shinra Kishitani
— 4 de mayo —
I
En el instante de arribar en la estación de Kioto, luego de pasar casi tres horas de viaje en el tren bala, Shinra no pudo evitar pensar en el inmenso contraste que había entre su conocida y bulliciosa ciudad de Tokio y aquella que, alzándose a sus pies, había elegido su antiguo compañero de clases como residencia temporal. Así, aunque lo ponía en duda, no creyó que aquel aire tradicional que se respiraba en el ambiente fuera a sentarle en lo mínimo a una persona como era Izaya Orihara.
Luego de tomar su escaso equipaje, que no era más voluminoso que un maletín propio de su profesión, el médico se preguntó si acaso Izaya echaría de menos al animado barrio de Shinjuku y su modernidad; a saber, a las luces de neón, a los rascacielos y, por supuesto, a las multitudes. ¿Extrañaría a Ikebukuro y su trabajo como informante de la yakuza?
No creyó que fuera ese el caso.
«Después de todo, considerando su último y desastroso roce con Shizuo, dudo mucho que quisiera dar una vuelta por Ikebukuro.»
Evitando entorpecer el tránsito de los usuarios que bajaban del Shinkansen, miró la dirección en su celular y, al momento, no pudo evitar formar una sonrisa a medias. Tenía que haber supuesto que Izaya nunca se alojaría en ningún sitio que cobrara no menos de 20 mil yenes por noche. El sitio elegido era una ryokan en el centro de Kioto. En vista de que, en una posada tradicional, lo más probable sería que hubiese futones en lugar de camas, el médico pensó que quizá Izaya ya había recuperado parte de las fuerzas que tuvo antes de su enfrentamiento contra Shizuo Heiwajima.
Al ser este día, el penúltimo de la Semana Dorada, no le fue difícil dar con un taxi. Siendo más precisos, era el 4 de mayo, lo que significaba que para la mayoría de los japoneses era el día de la celebración del Midori-no-hi o Día Verde. Pero, para Izaya, sólo era el día de Izaya.
«Aunque nunca le ha dado mucha importancia a su cumpleaños. Ni siquiera cuando durante la secundaria formamos un club de biología de solamente dos integrantes: el presidente y el vicepresidente... Qué ocurrencias. ¿Cómo fue posible que nos lo permitieran?»
Durante su traslado desde la estación al centro, Shinra no pudo evitar pensar en Izaya: en su amor enfermizo hacia los humanos; en los distintos alias que adoptaba en la sala de chat para engañar así a los demás miembros que ahí participaban; en los problemas que observaba y él mismo causaba con el objetivo de ver cada una de las posibles facetas del ser humano; en su odio hacia Shizuo que podría ser descrito como una completa obsesión…
«¿Qué podría hacer feliz a una persona como él?», terminó por decirse.
II
Sin dejar de renegar de la, a su consideración, altísima tarifa final a la que tenía que sumar el costo del boleto por el viaje en tren —13 mil yenes—, Shinra se detuvo en contemplar los exteriores de la ryokan.
Eran en ese momento las 6 en punto de la tarde.
Al entrar, la camarera personal de Orihara-san no tardó en guiar a Shinra a la habitación de su huésped asignado. Y mientras la seguía con miedo a pisarle los talones, Shinra avistó a dos niños hablando en el jardín central. Aunque ambos vestían de una manera muy peculiar, no tendrían más de 10 años.
Cuando llegó a la entrada de la habitación y se giró para dar las gracias por el servicio, se percató de que la mujer ya se había esfumado. Seguramente a servir una nueva orden de comida o arreglar el futón.
«Son eficientes.»
Al estar acostumbrado a ver y lo mismo a visualizar a Izaya en medio de su lujoso piso en Shinjuku, la imagen que tenía delante lo extrañó.
—Izaya.
Pese a contar ya con 28 años, Izaya mantenía la misma pinta juvenil de siempre —aunque, seguramente, ya no le creería nadie si gritara a los cuatro vientos que tenía 21 años—. El único cambio apreciable, obviando la silla de ruedas, era que Izaya había dejado atrás la camisa negra y en su lugar tenía puesta una de color blanco. Encima de la misma, lucía una corta capa tan negra como su cabello.
«¿Será esto el segundo y último contraste del día?; ¿lo moderno y lo tradicional? ¿el blanco y el negro?
—Ha pasado ya un tiempo, ¿no es así, Shinra? —dijo Izaya a modo de saludo y como si se hubieran visto el día de ayer. Mantuvo la barbilla apoyada sobre la palma de la mano y, a su vez, el codo en el brazo de la silla de ruedas—. Qué oportuno eres al venir hoy. ¿Dónde has dejado al hada?
Antes de responder con lo que cualquiera consideraría era la explicación más lógica, Shinra notó que Izaya reprimió el impulso de llevar su mano libre a su costado, a la altura exacta donde se había clavado la cuchilla de Vorona, la antigua kohai de Shizuo. El médico no encontró raro que la sola mención de Celty hubiera tenido esa reacción en Izaya.
«Es del tipo de persona de naturaleza sensible, tanto si lo acepta como si no lo hace.»
—Sería un rollo que se mantuviera todo el tiempo con un casco de motorista o con una capucha en el transporte público, ¿no?
«Eso, por una parte. Por otra, porque se negó rotundamente a venir.»
—Eso pensé. ¿Has visto ya a Haruto-kun e Himari-chan?
—¿Los niños? —aventuró sin creer que realmente terminaría por estar en lo correcto.
—Sí, son mis pupilos. Quién lo iba a decir.
—Quién lo diría, sí. ¿Cómo es que han quedado a tu cargo dos niños?
—¿Temes lo peor? No los he secuestrado, pero es una larga historia con la cual hoy no te aburriré —dijo excusándose—. Mmmh, ¿quieres esperar a que sirvan la cena?
Aquella invitación por parte de Izaya lo tomó por sorpresa.
—¿O quieres comer tempura? —le preguntó con un entusiasmo que Shinra consideró forzado—. En la calle siguiente hay un local y seguro que nos lo podemos permitir. Es hoy 4 de mayo, así que ¿por qué no?
«Ahora ya suman tres. ¿Qué más veré?»
Por una fracción de segundo, Shinra no pudo evitar posar su atención sobre la silla de ruedas. Y aunque trató de disimular el gesto, apartando la mirada sin prisa, como si la hubiera visto accidentalmente, por la diminuta sonrisa que se formó en los labios de Izaya supo que se había percatado de su incomodidad.
—En algún otro tiempo, hubiera reservado la sala con tatami, pues a esos dos les gustaría —al momento de oír «esos dos», el médico recordó a las gemelas Orihara—. Pero la situación es esta y no otra, ¿cierto? No hagas el tonto conmigo, Shinra. Hay barras y sin duda también hay mesas. Y a Haruto-kun le parece de lo más chulo empujar la silla.
Shinra aceptó con un asentimiento de la cabeza.
—Tempura será —aunque se me sumen a la cuenta otros 10 mil yenes.
Ante la expresión sincera de Izaya, Shinra no tuvo más remedio que aceptar que, pese a todo, lo había extrañado. Por supuesto que no podía comparársele con lo mucho que podía llegar a extrañar a Celty, pero sí que lo extrañó.
III
Como previo Izaya, a su grupo recientemente reunido le fue posible dar con una mesa disponible.
Tanto los empleados como la clientela del local se portaron de una mejor manera que Shinra respecto a la silla de ruedas; ninguno le dio la mayor importancia, así como tampoco les interesó observar a unos niños que parecían sacados de otra época.
Uno de los empleados hizo a un lado la silla de madera, y sin agradecer aquello, Izaya se colocó a la mesa.
Al principio, los cuatro se limitaron a comer. Haruto e Himari, quizá buscando no importunar a su… ¿protector?, hablaron en voz baja entre sí. Izaya, quien no se percató de lo último, parecía estar sumido en sus pensamientos y, en tanto, Shinra se limitó a observar no sólo a sus compañeros de mesa sino a los demás clientes. En un vistazo se dio cuenta de que su amigo, además de optar por dejar atrás el negro, se había olvidado de su característico par de anillos.
«¿Habrá tenido un motivo al igual que yo lo tuve?»
—¿Estará Nec-oneechan cuidando a Baccano como se debe? —preguntó el niño al tiempo que remojaba distraídamente la tempura en el caldo de nabo y jengibre que tenía delante. Miró a Himari y luego a Izaya.
—¿Baccano? —preguntó Shinra sin dirigirse a nadie.
—Un gato que han adoptado como suyo —se adelantó Izaya.
«Si acaso lo han llamado así por "desorden" no quiero ni pensar qué tipo de mascota será.» Sabía de antemano que «baccano» venía del italiano y de su significado porque, en alguna ocasión, Celty le había confiado la contraseña del grupo de los Dollars y, acto seguido, indagó en la internet sobre la palabra.
—¡Es un bobtail japonés! —aportó Haruto con una sonrisa radiante y, por lo visto, sin que le afectara que Shinra fuera un completo desconocido para él—. ¡Es un gato calicó, aunque es macho…! ¡Se lo regalaron a Izaya-san!
—¿Y te ha dado suerte? —preguntó Shinra tratando de mostrarse tan amable como le fuera posible.
Mientras aguardaba por su respuesta, al escudriñar al niño pensó que no sería difícil que cualquiera, sin importar si se trataba de Izaya, caería rendido ante su inocencia y jovialidad. Himari, por otra parte, se parecía demasiado a la gemela Kururi como para que a uno le pudiera simpatizar sin antes haber convivido. Le pareció que se comportaba más como un adulto que como una niña que tendría que cursar la educación elemental.
Al cabo de un rato, resultó evidente que Haruto no sabría qué responder.
IV
Al término de la cena, tanto Haruto como Himari pidieron permiso para sentarse cerca de la barra y mirar así cómo los cocineros preparaban los alimentos.
—Y bien, ¿por qué has venido? Como amante de los humanos y su comportamiento, sé perfectamente que nadie viajaría tres horas sólo para decir tanjoubi omedetou y marcharse al segundo siguiente. O, por lo menos, tú no.
«Si es tan listo, ¿por qué no anticipó que pelear contra Shizuo sería un completo fracaso?»
—¿No me preguntarás como di contigo?
—Palabra de honor que tengo más de una hipótesis. Ahora, ¿por qué has venido?
—Se trata de Shizuo.
—¿Shizuo? —repitió Izaya enfatizando cada sílaba del nombre. Aunque no lo llamó por su apodo, no había en su tono de voz resentimiento. En realidad, lo dijo de manera tan apática como si le hubiera mencionado a cualquier otra persona (o así fue al principio)—. Así que yo logro escapar de Ikebukuro malherido, moribundo si lo prefieres, y cuando nos reencontramos es porque te preocupa Shizuo. Es así, ¿te preocupa? Sin duda eres único, Shinra.
«Era evidente que no podría seguir llamándolo despreocupadamente como "Shizu-chan".»
—Sí.
—¿Qué ha sucedido con él?
Los ojos de Izaya se clavaron en Shinra con tal intensidad que, como nunca, se hizo notar el toque rojizo que tenían.
—No se ha dejado ver desde hace meses, casi medio año.
—¿Y qué tengo que ver yo? Soy un informante no un detective… —al oírlo Shinra sospechó que disfrutaba de un chiste privado.
—Nada, pensé que sabrías…
—Pues no, no sé nada de nada —lo cortó—. Día a día a uno le surgen cosas que hacer que, por supuesto, son más provechosas que vigilar a un protozoario como él.
«Y pensar que creí que no le guardaría rencor. Siempre fueron un par de inmaduros y lo seguirán siendo. Tanto como yo lo soy.»
—¿Y no querrías hacerme un favor? —insistió.
—No.
—Shizuo te salvó la vida.
—¿Y qué? —replicó. En esta ocasión no frenó el gesto y se llevó la mano a la cicatriz del cuello que, gracias a la habilidad de Shinra, no era más que una línea de un tono más claro que la coloración de su piel—. Eso fue hace mucho tiempo y no hace falta que me lo recuerdes. Además, ¿qué favor voy a deberle cuando él me ha dejado así? ¿Postrado en una silla de ruedas? El mano a mano ya se dio. ¿Y quién puede ser mejor que yo para opinar?
—¿Eso crees? Admítelo: tienes una deuda con él.
«Además, hay una diferencia muy grande entre "no matar" y "salvar". … ¿Y por qué hablas como si no hubieras tenido nada que ver? No eres ninguna víctima.»
—No. Yo no tengo que darle cuentas a nadie. Y si acaso creen que me he dejado asuntos por resolver, confórmense al pensar que ya no los voy a atormentar. A mi modo de ver las cosas, tu petición es un descaro muy grande.
—Tal vez lo es. Pero eras mi opción más viable. No puedes culparme por eso.
—Tengo motivos para no estar de acuerdo. Pero al menos ya reconociste que «era» la opción más viable.
—¿Aceptarás que quizá Shizuo no te odia?
—Si lo dices por lo que sucedió en la bahía, sabrás que yo no habría necesitado de su ayuda ni de la tuya si él no hubiera querido husmear en mis asuntos. Es un cabeza hueca que sólo se mueve por impulso, ¡es un salvaje! Pero incluso un salvaje como él puede tener momentos de debilidad.
—Él no te cortó. Antes te hubiera roto la mandíbula. Y tampoco fue por Shizuo que terminaste por caer en el depósito —dijo sin esconder la burla—. Tenía buenas razones para hacerse de la vista gorda y, sin embargo, ¿no fue él quién te cuidó después?
Shinra pensó que, con su silencio, Izaya dio la impresión de haberse dado por vencido.
—Izaya…
El aludido lo miró por el rabillo del ojo.
—Tanjoubi omedetou.
V
Mientras avanzaban lentamente por la calle de regreso a la ryokan, las luces iluminaron la escena: iluminaron al médico y al informante y a los dos niños que les llevaban una corta ventaja.
—Shinra —lo llamó Izaya—. ¿Pensaste que me hallarías hecho un desastre? ¿Pensaste que, quizá, tras mi huida de Ikebukuro habría cambiado por completo? ¿Creíste que me dolería saber de la felicidad de los demás?
Como el médico empujaba la silla, aunque ésta, siendo eléctrica, contaba con un mecanismo para que la pudiera manejar su dueño, no supo si Izaya habló con semblante serio.
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque me has ocultado lo que para ti son las mejores buenas noticias de tu vida.
—…
—Te casaste con Celty.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Cómo lo sé? Quién sabe. Tal vez porque has evitado hablar del hada. Un tonto enamorado como tú no podría esconder por mucho tiempo algo como eso. Si te habías guardado cualquier comentario de ella que no hubiera sido obligado a salir por mí, tenía que ser porque buscabas no decir más de la cuenta. Entonces, ¿por qué?
—Cree lo que quieras. Mejor dame las gracias si estoy tratando de no molestar.
—Hubiera preferido que dijeras que te incomoda verme así que admitir que has venido para preguntarme por Shizuo. Pero, en vista de que preferiste no ahorrarte las molestias y llamar por teléfono, gracias.
Luego de una pausa, Shinra habló de nuevo:
—Me casé con ella hace pocos meses e iremos en algún momento a las islas de Okinawa.
Izaya reprimió una risita.
—¿Qué?
—Nada. Es solo que si pienso en Okinawa pienso también en «El viaje de estudios al Matadero».
—Y no podría faltar «La explosión de la fogata del festival cultural» o «Verdadera arte de carne en el salón de arte» y, la mejor de todas «La piscina del infierno se abre: ¡gas de cloro en todas partes!»
—Siempre he considerado que la mejor fue «El sangriento Día Blanco». Con tan bonito repertorio uno no puede no pensar que Raira ya no es lo que fue.
—La escuela la hacen los estudiantes.
—Estudiantes bastante peculiares diría yo.
«En nuestro caso, contábamos con un par de "monstruos".»
—Oye, Shinra, no voy a regresar. No quiero eso. Ikebukuro ya no forma parte de mí y, siendo así, lo que ahí suceda ya no me resultará interesante.
«Izaya, la palabra correcta es "importante" no "interesante" … pero, tienes razón, no te haría ningún bien volver. Es como suele decirse: "Hay que avanzar sin mirar lo que se deja atrás".»
—Lo sé. Supongo que recibirás otro «adiós».
—Sí supongo que así es. Y si yo fuera un poco mejor te diría que «tengas una buena vida», junto a Celty. Pero no puedo prometerte nada. Yo soy de los pies a la cabeza un problema que arrastra y hunde a los que me rodean. Si finalmente no regreso, será porque habré dado con una buena razón para no hacerlo en alguna otra parte.
—Piensa que la encontrarás en alguien. Y, por tu bien, empieza de una vez por todas a buscar.
«Y ten una buena vida, aunque sea corta. Y asegúrate de tenerla lo más lejos que puedas de Ikebukuro.»
«Probablemente nadie podría extrañar que sucedieran líos como los que armaste en el pasado, pero incluso alguien como tú se merece un poco de felicidad.»
«Tal vez.»
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Notas:
¡Hola! ¡Mucho gusto!
¡Aquí reportándome de nuevo con mi segunda contribución al fandom!
¡Espero que disfrutes la historia!
Saludos,
~Itaria-chan~