Somos dos. Pero no tengas vergüenza.


Sugawara da un último vistazo a los alrededores, sencillo y fresco, como si en vez de asegurarse que nadie ande por aquí, en cambio disfrutase el suave manto que cae a sus ojos.
Hay un gruñido y el respirar profundo de quien ha tenido un arduo y largo día.
Siente un agradable viento rasguñar los cabellos de la nuca y un inquietante temblor en las piernas.

— ¿Estás seguro de esto, no? — El capitán del equipo de voleibol tira un objeto, rápido, y él lo atrapa en el aire con apenas factor sorpresa. Es la llave de los cambiadores.
Si asimila la situación, bien, puede que esté poniéndose rojo en sus pálidas mejillas. Y un poquito de comezón en las orejas.
— Sí, Daichi — es la respuesta que ha pronunciado ya varias veces.
Aprieta la llave contra su palma y se esconde bajo la oscura campera del club, guarda manos y un poco del mentón con el cuello.

Ya casi ha oscurecido. El cielo se ha abrumado, perdiendo los colores como acuarelas en agua.
Los demás chicos han volado en un parpadeo, demasiado ansiosos por regresar y recibir una comida caliente que oírles decir que se adelanten, que ellos dos cerrarán el gimnasio y etcétera. Pues la verdad son todos unos acelerados, o bien su mayoría, mientras los que sobran irremediablemente tienen que ceder puesto que así son los amigos.
Las estrellas comienzan a resplandecer sobre la esfera naranja y, poco a poco, tornándose morada hasta tonos más opacos. El azul que se desliza.

Sugawara no sabe por qué pero una grata sensación sube desde su pecho; le crea la sonrisa.

— De todas formas no sé por qué te pregunto, es mi decisión — argumenta Daichi finalmente moviéndose hacia los cambiadores, donde deben subir una escalera, tranquilos, ¡y aquí están!
Sugawara siente cosquillas hasta en los tobillos.
Mas se ríe largamente por la respuesta. Daichi es lindo, resuelve. Y él entonces tiene sensaciones en todo el estómago. Daichi de verdad es un caso particular. Su caso particular.

Es como estar en un constante juego, tonteando entre sí.

— Me siento un pervertido — admite —, una falda de Shimizu ¿en serio?

Se muere de la risa, salpicada con un poquito de nervios. Esto que harán es más una tontería sugerida mediante un «a que no te atreves» que de alguna manera se tornó serio casi sin querer.

Entonces Daichi está por vestir una falda.
Koushi no quiere hallar lo sexual en el contexto, pero cómo no hacerlo. Si hasta le sangraría la nariz con sólo imaginarlo; brillantes y fuertes muslos que han sido trabajados durante tantos años de voleibol. Es un pervertido.
— ¿Quieres que sea de Hitoka, entonces? — pregunta el capitán.

— ¡Por dios no! — Jamás podría volver a verla directo a la cara sin morir por dentro y sentirse como la peor basura del mundo. En cambio Kiyoko es más madura, entenderá y contra toda marea (porque la conoce) emitirá una bonita sonrisa más pícara que comprensiva (si acaso se enterara cosa que no sucederá, por supuesto).
Uh, ahora ya no solo tiene rojas las mejillas, sino que le arde hasta en el inicio de la columna vertebral.

Prendas que caen al suelo.

Y, como la fruta de decoración, Daichi tose llamando su atención. Al mirarle derrumba todo. Metafóricamente puesto que... le encanta lo que ve.

Hay un poco de rojo teñido en su cara, pero todo lo que Daichi hace, incómodamente, es rascarse la barbilla.

Él apenas tiene voz. O no sabe qué decir. Será exagerado, pero así es.

Un calor sofocante ahogado entre cuatro paredes.

— Ahora es cuando me dejas ver tus piernas.

— Pero yo no traigo short — en realidad sí, sin embargo está en la mochila y fue usado recientemente en el entrenamiento —. Y el acuerdo era que tú usaras falda — además de que no hay otra y diablos porqué Koushi se está poniendo tan nervioso.

El capitán lo mira de arriba hasta abajo. Después, se detiene en los cordones que cuelgan del pantalón. Koushi lo entiende al instante. Y se muere de nervios puesto que, a diferencia del capitán que se cambió mientras él daba la espalda, ahora están frente a frente.
La excitación sube como adrenalina.

Obedece.

Koushi queda expuesto, solo en interiores. Tiene cosquillas en todos lados y, sobretodo, en la ansiada entrepierna.

— ¿Cómo puedes puedes ser malditamente masculino cuando estás vistiendo una falda y por qué sólo yo estoy siendo cohibido?

— Porque es sólo una prenda y mi carácter no va a deshacerse por ella. — Daichi arrastra una silla que más temprano los de primero usaron para estudiar, voltea y estira el brazo cómicamente como si lo invitara a bailar. Sugawara sonríe y corresponde. De repente, Daichi se deja caer. Justo así, caliente y rápido, de modo que empuja a Koushi con él; cae encima suyo, obligado a sentarse con piernas abiertas sobre el regazo del capitán. Para nada le molesta. Así que cruza los brazos tras su cuello por lo que se siente mucho más.

— Y si estás cohibido significa que me quieres. — Sugawara no objeta, sino que empuja para un beso. Es profundo y de bocas entreabiertas.

Con el transcurso, la ropa interior se vuelve incomoda y las manos de Daichi se posan con mala casualidad donde comienzan los muslos... y hacia atrás. Siente el apretón.

— Bien — dice él, porque está siendo todo muy injusto y diferente a como lo imaginaba al principio, resolviendo que, al menos, una condición debe poner —: Si yo voy a estar en ropa interior, tú debes estar sin ella.

El capitán lo acaricia con suavidad extraordinaria. Koushi cede un instante pero luego utiliza su mejor cara de niño buenito.

Un suspiro de dientes apretados.

— No, traigo falda ¿recuerdas?

Koushi se traga lo dulce y sonríe, pícaramente.

— Esa es la idea.

Y se baja, al instante sus piernas agachadas; Él mismo va a encargarse de abrir las ajenas. Y liberar el cuerpo.

Tal vez hasta use la boca.

Tal vez Daichi grite su nombre.


Quizás haga otra parte, pero de Suga con falda. Je. :D

Nao.