Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.
CAPITULO XXX
Nadie nos va ha separar
Candy y Albert se quedaron un par de semanas en Francia, donde tuvieron como una pequeña luna de miel. Estuvieron visitando Paris, disfrutando de la mágica ciudad del amor. Pasaron momentos maravilloso, olvidando todo lo ocurrido con Erick McDonald, que iba a pasar muchos años en la cárcel por el intento de asesinato del patriarca de los Andrew.
Un mes después la pareja de rubios regresaron a Chicago, para reunirse con su querido hijo y el resto de la familia.
—¡Mama! ¡Papá! –gritaba el pequeño al verlos llegar.
—¡Mi niño hermoso! –lo abrazo Candy feliz de tener a su hijo con ella nuevamente –¿Cómo te extrañé?
—No quiero que te vayas nunca más mamá…
—Te prometo mi pequeño que nunca más te dejaré –le dio un beso en la frente –Desde ahora en adelante estaremos juntos para siempre. ¿Verdad mi príncipe de la colina?
—Así es mi pequeño -confirmó Albert dándole otro beso en la frente a su hijo.
—Papá entonces vamos a poder jugar a la pelota siempre.
—Claro que si mi pequeño, todos los días jugaremos a la pelota.
—Candy, tio Albert, bienvenidos –los abrazaron Archie, Annie, Stear y Patty.
—Gracias, no se imaginan como los extrañamos –dijo Albert sintiéndose feliz de estar de regreso con sus seres queridos.
—Es como un sueño tenerlos aquí nuevamente –sollozó la tía abuela.
—Un sueño hecho realidad tía abuela –dijo Candy con alegría –Ya todo pasó y desde ahora en adelante todo será pura felicidad.
—Hablando de felicidad, con Patty tenemos que darle un anuncio –dijo Stear tomando la mano de su esposa.
—¿Que anuncio? –preguntó Albert impaciente por saber.
—Patty y yo vamos a tener un hijo.
—¡Oh felicidades! –los abrazo Candy.
—¡Qué alegría! –exclamó Archie -Voy a tener otro sobrino.
—O una sobrina –dijo Patty sonriendo.
—Sería muy bonito que fuera una niña –dijo Candy –A mí me encantaría tener una.
—Y en que estamos esperando pequeña para ponernos en campaña.
—¡Albert! –se sonrojó Candy.
Todo se echaron a reír.
—William no quisiera interrumpir, pero tengo que comunicarte que el concejo de anciano quiere hablar contigo -dijo George -Quieren que seas nuevamente el presidente del concejo.
—Me siento muy feliz por eso George.
—Tu mejor que nadie puede presidir del concejo -dijo la tía abuela.
Esa misma tarde Albert se reunió con los ancianos y lo nombraron nuevamente presidente del concejo. Albert se sentía orgulloso de volver a tomar el lugar que una vez fue de su padre, se prometió hacerlo mejor que antes para dejar bien en alto el nombre de la familia.
...
Al dia siguiente Candy junto a Albert fueron a visitar al señor Edwards, que estaba en compañía de Sally y Terry.
—Mi querida nieta que alivio tenerte de regreso –le dijo el anciano abrazándola con mucha emoción.
—Tranquilo abuelo, todo salió bien.
—Erick está en la cárcel pagando todo el daño que nos hiso –dijo Albert.
—Gracias a Dios las cosas volvieron a la normalidad.
—Prima nos alegra tanto verte sana y salva –le dijo Sally abrazándola con cariño.
—A mí también me alegra de verlos. ¿Cómo han estado?
—Muy felices pecosa –contestó Terry –Sally y yo nos vamos a casar.
—¡Oh felicidades a los dos!
—Muchas felicidades Terry –lo abrazo Albert –Te deseo lo mejor en tu matrimonio.
—Gracias amigo, porque después de todo lo que ocurrió entre nosotros podemos seguir siendo amigos. ¿Verdad?
—Claro que si Terry, eso es parte del pasado.
—¿Y cuándo es la boda? –preguntó Candy curiosa por saber.
—Dentro de tres meses prima –respondió Sally –Me tienes que ayudar con los preparativos.
—Por supuesto Sally, vamos hacer una gran boda.
En ese momento Fabiola llegó al salón, causando la sorpresa de Candy.
—Tía Fabiola –la nombró viendo que la mujer estaba pálida y más delgada, como si no lo hubiera pasado muy mal.
—Candy te debe sorprender verme aquí ¿verdad?
—Bueno…sí. Pero aunque no lo crea me alegra que haya regresado.
—Mi padre y mi hija me aceptaron nuevamente –dijo Fabiola caminando hasta ella –Yo quería pedirte perdón por todo lo malo que le hice a tu madre y a ti. De todo corazón estoy muy arrepentida y quiero que me perdones.
—Mamá de verdad esta arrepentida, todo este tiempo que estuvo lejos de nosotros la hiso reflexionar –añadió Sally.
Candy le sonrió.
—Yo no tengo nada que perdonarle. Olvidemos todo lo que ocurrió y comencemos nuevamente como la familia que somos.
—Gracias Candy, te prometo que desde ahora en adelante voy hacer una verdadera tía para ti.
—Me siento muy feliz de ver a mi hija de regreso y mis dos nietas felices, me puedo morir tranquilo –comentó el señor Edwards con emoción.
Candy y Sally se acercaron a él y lo abrazaron.
—No digas eso abuelo, no te puedes morir todavía tienes que ver crecer a tus bisnietos –le dijo Candy.
—Yo pienso tener muchos hijos con Terry –comentó Sally.
—Y yo con Albert –añadió Candy.
—Jajajaja no sé qué voy hacer con tantos bisnietos.
—Quererlos abuelito, solo quererlos –le dijo Candy dándole un beso en la mejilla.
...
Tres meses después en una iglesia de Nueva York Sally y Terry se casaban en una hermosa ceremonia con muchos invitados. Ella lucía un bonito vestido de novia y Terry un elegante frac. Ambos se veían radiantes de los felices que se sentía. Candy y Albert fueron los padrinos de la boda, sintiéndose dichosos por la pareja de novios.
Después de la ceremonia religiosa en la residencia de Eleonor Baker se hiso una gran fiesta, donde participó hasta la prensa, que estaba reporteando la boda del conocido actor Terry Granchester.
Todos estaban felices bailando en el salón Terry con su esposa Sally, Annie y Archie, Stear y Patty y Candy y Albert que se estaban divirtiendo mucho danzando por todo el salón, reflejándose el amor que sentía el uno por el otro. Ambos en ese momento recordaron su boda y aunque al principio las cosas no funcionaron bien, ahora sentía que había sido la mejor decisión que pudieron haber tomado, todo gracias a ese compromiso que años atrás el padre de Albert y el abuelo de Candy habían realizado, uniendo sus vidas para siempre.
—Pequeña hacía tiempo que no bailábamos…
—Si Albert, a mí me encanta bailar…
—Jajajaja ya me di cuenta, lo malo que me tienes los pies desechos de tanto pisarme.
—¡Oh mi amor lo siento…!
—Jajajaja es una broma pequeña…
—¡Albert! –exclamó Candy divertida.
—Pequeña, no te sientes cansada.
—Para nada, me siento más fuerte que nunca.
—¿Y él bebé?
—Él está muy bien mi príncipe. Este embarazo está siendo mejor que el de Anthony –dijo tomándose la barriga.
Candy tenía tres meses de embarazo, se sentía feliz de volver a tener otro hijo del hombre que amaba.
—¿Pequeña que piensas que es un niño o una niña?
—No lo sé Albert, cuando esperaba a Anthony estaba segura que iba ser niña, pero me equivoqué ahora no quiero pensar en nada, sea lo que sea lo vamos a recibir con mucho amor ¿verdad?
—Si mi princesa, ese niño o niño será recibido con todo nuestro amor.
—Albert. ¿Dónde está George? Solo lo vi en la ceremonia religiosa.
—George se regresó a Chicago.
—Algún problema con las empresas.
—No. Fue detrás de Samantha, le conté que ella se iba de viaje y la fue alcanzar. El muy tonto comprendió que tiene que darse la oportunidad de ser feliz al lado de una mujer bella y joven.
—Me alegra mucho por George, el merece ser feliz.
—Ojala que logre alcanzar a Samantha o se va arrepentir toda su vida por ser tan cabeza dura.
—Mira Albert parece que Sally y Terry van a partir el pastel –dijo Candy viendo que la pareja de recién casados se acercaban a un pastel de varios pisos.
—Amor, no me digas que quieres probarlo…
—Claro que si Albert, ahora más que nunca tengo ganas de comer pastel.
—Jajajaja pequeña siempre serás una comilona.
Ella también rio.
—Vamos, mi príncipe...
—Sí, pero antes quiero un beso.
—Aquí delante de todos-preguntó la rubia parpadeando rápidamente.
—Sí, aquí…-dijo Albert besándola tiernamente en los labios –Ahora vamos a comer el pastel.
Ella lo abrazo por el cuello mirándolo coqueta.
—Creo que quiero otro beso antes de comer el pastel.
—Encantado señora Andrew…-dijo Albert besándola nuevamente.
...
Al otro dia George apresurado llegaba al puerto, para alcanzar el barco en el que iba viajar Samantha hacia Europa.
—¡Señorita Samantha! –le gritó al verla que iba subiendo hacia el barco.
Ella sorprendida caminó hasta él.
—¿George que hace aquí? –le preguntó.
—Señorita Samantha yo…no quiero que usted se vaya. ¡Yo la amo!
—¿George que me está diciendo?
El dio unos pasos hacia ella y la tomó por la cintura.
—Que la amo y que no la voy a dejar escapar –le contestó dándole un apasionado beso en los labios, que reafirmó lo que él estaba sintiendo.
—¿George está seguro de lo que dice…?
—Completamente…he sido un tonto al negar este amor. Pero William me abrió los ojos y me hiso ver que tengo todo el derecho de darme la oportunidad de volver a amar.
—Y no se va a arrepentir George…-le dijo Samantha con una sonrisa.
—Lo se…señorita Samantha…
—No crees que deberías de empezar a decirme solo Samantha.
George sonrió.
—Tienes razón, Samantha…
—Mucho mejor, me llevas a mi casa.
—Por supuesto…-le dijo George tomándola de la mano para emprender una nueva vida juntos, llena de amor y felicidad.
...
Meses después...
Candy daba a luz a su segundo hijo, que resultó ser una hermosa niña como ella tanto deseaba. La llamaron Emma Andrew Edward como la madre de Candy.
Cuando la niña cumplió los seis meses Candy y Albert junto al pequeño Anthony viajaron al hogar de Pony, para mostrarle a su hija a la señorita Pony y hermana María. Ambas mujeres quedaron encantadas con la niña, que era prácticamente igual a Candy, rubia de alegres ojos verdes.
Esa misma tarde que llegaron al hogar, los rubios después de hacer dormir a sus hijos, se fueron a la colina de pony a observar el atardecer. Aquella colina era muy importante para ellos, era el lugar donde sus destinos se unieron para siempre.
Ambos se sentaron en la cima de la colina a observar como el sol se ocultaba entre las montañas. Abrazados respiraban el aire fresco de la tarde, sintiendo sus corazones emocionados de volver a estar juntos después de todas las dificultades que habían pasado. Pero su amor había sido muy fuerte y habían logrado superar todas aquellas pruebas que los tenía más unidos que nunca.
—Albert gracias por todo lo que has hecho por mí, toda la paciencia que has tenido conmigo y por todo tu amor –le dijo Candy mirándolo emocionada.
—Pequeña gracias a ti por haber aparecido en mi vida, precisamente aquí. Desde que te conocí sentí algo especial por ti sin saber que eras mi prometida.
—Es increíble todo lo que nos ha pasado…Desde que nacimos nuestros destinos estuvieron escritos.
—Y será para siempre…
—Te amo mi príncipe de la colina.
—Te amo mi pequeña y te amare toda mi vida –le dijo Albert besándola y abrazándola con más fuerza.
*Fin*
Hola mis lindas chicas.
Espero que se encuentren muy bien, aquí les dejo el final de mi fic, espero que hayan disfrutado de toda la historia, que con mucho cariño compartí con ustedes. Este capítulo está dedicado a cada una de las chicas que siempre me apoyaron leyendo y comentado el fic, muchas gracias por todos su reviews que nunca deje de leer. Saben que su apoyo es muy importante para nosotras las escritoras, así gracias por todo.
Un saludo especial a mi amiga stormaw, que siempre me apoyo con el fic, ayudándome con el título de la historia, y en algunos títulos de los capítulos, entre otras cosas. Muchas gracias amiga por tu ayuda y tu bella amistad.
Me despido con mucha nostalgia, Dios quiere nos estaremos leyendo pronto. Estoy preparando otros fics para compartir con ustedes, como siempre de nuestra parejita favorita.
Un cariñoso abrazo a la distancia y espero leerlas pronto nuevamente.