Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.


Nota. El título de mi Fic es creación de mi querida amiga STORMAW, ella tuvo la gentileza en ayudarme en esto, así que todos los créditos del título son para ella. Gracias amiga por toda tu ayuda, me siento muy feliz de haberte podido conocer en este medio y que hayamos hecho una bonita amistad.


Mi Destino Escrito con el Tuyo

CAPITULO I

La Fiesta. Parte I

Chicago 1917

Una caravana de carruaje comenzaron a llegar a la mansión Andrew, para asistir a una fiesta en honor al patriarca de la familia, William Albert Andrew que regresaba de uno de sus viajes. La tía abuela se había encargado de organizarla, para darle la bienvenida a su sobrino del cual se sentía muy orgullosa. Por fin William había dejado esa vida de vagabundo y se había transformado en el hombre que ella siempre quiso que fuera, un hombre serio, elegante y con una gran habilidad para los negocios, ganándose el respeto y la admiración de todos y sobre todo del concejo de ancianos, que como ella se sentían muy contentos con el desempeño del joven millonario.

Elroy se encontraba en el salón, recibiendo a los invitados, como la buena anfitriona que siempre ha sido desde sus días de juventud cuando le tocaba a acompañar a su padre. Lucía un elegante vestido de terciopelo en tono azulado y adornado con un fino prendedor que perteneció a su madre. A su lado se encontraba los hermanos Cornwell, que la estaban acompañando no muy a gusto, ya que ellos preferían estar con sus novias o amigos, pero no tenían otra alternativa, ellos también pertenecían a la familia Andrew y en ausencia del patriarca ellos tenían que tomar su lugar.

—Archie a qué hora decía el telegrama que llegaba William –preguntó Elroy.

—Como a las ocho, tía abuela –respondió el joven que vestía un frac negro, igual que su hermano Stear, viéndose ambos muy guapísimos para la ocasión.

—Son más de las ocho, y todavía no aparece.

—Tranquila tía abuela, tio Albert debe estar por llegar –le dijo Stear para calmarla –Seguramente el barco tubo algún retrasó.

—Eso espero…él no puede faltar a esta fiesta que le preparé –comentó Elroy con una especie de nerviosismo que la tenía muy inquieta.

Ambos hermanos se miraron al notar la inquietud de la tía abuela, más de lo normal. Incluso antes de la fiesta la habían notado extraña, como si algo le preocupaba. Esa mañana ni siquiera había querido desayunar, se había pasado todo el dia metida en su recamara y bajó solamente para cuando ya estaba todo listo para la fiesta y darle las ultimas intrusiones a los sirvientes.

—¿Tía abuela pasa algo malo? –preguntó Archie directamente.

—No, no pasa nada…

—Te encontramos un poco preocupada.

—No me pasa nada Archie, solo que estoy nerviosa por la tardanza de William.

—Pero esa no es razón para que estés así tía abuela –le dijo Stear intrigado por la actitud de la anciana.

Elroy miró a sus sobrinos, ellos tenían toda la razón si había algo que la tenía muy inquieta y no era solo la tardanza de su sobrino William, sino algo que ellos ni se podían imaginar. Algo que a todos esa noche los dejaría impresionados.

En eso llegó una sirvienta.

—Señora Elroy, el señor Edwards quiere hablar con usted.

—Dile que lo espero en la biblioteca –contestó Elroy imaginándose lo que el señor Edwards, un integrante del concejo de ancianos quería hablar con ella –Stear, Archie quédense aquí, yo tengo que atender un asunto. Si William llega me avisan de inmediato.

—Si tía abuela –contestó Stear.

La anciana rápidamente se dirigió a la biblioteca.

—¿Oye Archie que le pasara a la tía abuela anda bien rara? –comentó Stear intrigado.

—Yo hace días que la noto rara ¿Qué será que no nos quiere contar?

—¿Quién sabe hermano? Tú sabes lo reservada que es la tía abuela. Por qué no aprovechamos para ir a ver a las chicas, ya deben estar listas –le sugirió Stear que se moría de ganas de ver a su novia Patty, que había viajado especialmente desde Florida para asistir a la fiesta y así tener una excusa para poder estar juntos, ya que su relación era prácticamente a la distancia.

—No Stear…dijeron que no las molestáramos, mejor esperémoslas aquí.

—Archie que aburrido eres…

—Soy serio que es diferente –lo corrigió Archie haciendo una divertida mueca que provocó la risa de su hermano.

...

En una de las recamaras de la mansión, se encontraba Candy dándose los últimos retoques antes de bajar al salón. Se sentía nerviosa, muy nerviosa porque sabía que esa fiesta iba ser muy especial para ella, tanto porque después de varios meses de estar viajando por el mundo llegaba su protector y querido amigo Albert. Lo había extrañado tanto, que lo único que quería era verlo y contarle aquello que guardaba en su corazón, un acontecimiento que no esperaba y que la llenaba de felicidad. Cuando se lo dijera sabía que Albert se iba poner feliz por ella y que la iba apoyar como siempre lo ha hecho, con ese cariño que a ella la hace sentirse segura.

—¿Candy estas lista?–le preguntaron Annie y Patty que llegaron en ese momento a la habitación.

—Si chicas –respondió ella parándose del tocador con una radiante sonrisa que iluminó todo su rostro –¿Cómo quede?

—¡Preciosa amiga! –exclamó Patty mirándola de pies a cabeza.

Candy lucía un hermoso y fino vestido en tono damasco, descotado en los hombros y terminado en una amplia falda con muchas enaguas, bordada con finos hilos del mismo color del vestido. Su cabello lo tenía adornado con un pinche al costado y en sus manos unos guantes blancos que llegaban hasta los codos.

—El vestido te quedo perfecto –añadió Annie.

—Es el que me regaló la tía abuela.

—¿De verdad que ella te lo regaló?

—Si Annie, aunque no lo creas. No sé qué le pasa, pero anda muy amable conmigo –dijo Candy extrañada por la actitud de la anciana, que en los últimos días la había tratado como si fuera parte de la familia. Una semana antes de la fiesta la había invitado a tomar él te a la mansión donde le había regalado el vestido, para que no dejara de asistir a la fiesta que daría en honor de Albert.

—A lo mejor te está empezando a querer –le dijo Patty.

—No lo creo Patty, seguramente Albert le pidió que me tratará bien, ella nunca me va querer. De todos modos le agradezco el vestido que me regaló ¡Hoy es un dia muy especial para mí!

—¿Por qué regresa tu protector verdad?–dijo Annie.

—Bueno…si, pero también por otro motivo –suspiró la rubia con sus ojos iluminados.

Annie y Patty se miraron.

—¿Qué motivo Candy? ¿Cuéntanos? –le preguntó Patty impaciente por saber.

—Es una sorpresa…ya lo sabrán.

—Pero cuéntanos ahora Candy, no seas mala.

—Bueno…se los diré, pero es un secreto.

—¿Dinos de que se trata? –preguntó Annie –Te prometemos que te vamos a guardar el secreto.

Candy suspiró antes de responder.

—Tengo que contarle a Albert que Terry muy pronto vendrá a pedirle mi mano.

—¡Terry! –exclamaron Annie y Patty al mismo tiempo.

—Sí.

—¿Pero cómo, si Terry esta con Susana? –preguntó Patty que no entendía nada.

—Ya no está con ella, la misma Susana terminó con él –le explicó Candy –Hace un par de días que recibí una carta de Terry donde me cuenta lo que pasó con Susana. También me dice que me sigue amando y que ahora que es un hombre libre quiere que volvamos a estar juntos y esta vez para siempre.

—¡Oh Candy por eso estas tan feliz! –la abrazo Annie –Te deseo lo mejor con Terry, yo sé que tú lo sigues amando.

—Si lo amo…-admitió Candy sintiendo los fuerte latidos de su corazón –Nunca deje de amarlo todo este tiempo. Cuando leí la carta era como un sueño del cual no quería despertar.

—Un sueño hecho realidad amiga –le dijo Patty feliz por ella.

—Si un sueño hecho realidad –expresó la rubia con emoción -Pero bueno, mejor bajemos, Albert debe estar por llegar.

—¿No todavía, se me olvidó colocarme los guantes? –dijo Annie.

—¿Y dónde los dejaste?

—En mi cartera de mano, pero creo que se me quedo en el baño, me esperan que la voy a buscar.

—Te acompañamos Annie –le dijo Candy siguiéndola junto a Patty.

...

Elroy había llegado a la biblioteca donde el señor Peter Edwards la estaba esperando. Era un anciano muy rico perteneciente a una de las mejores familias de Norte América, igual que los Andrew. En su juventud fue el mejor amigo de William Andrew, por lo que se tenían un gran cariño y mucha confianza, desde ese entonces ambas familias siempre han estado ligadas tanto por la amistad y por ambos pertenecer al concejo de ancianos.

—Elroy a qué hora llegará tu sobrino –le preguntó el señor Edwards impaciente por la llegada del heredero de los Andrew, al que no veía desde que Albert había tomado su lugar en el concejo.

—Tranquilo Peter, debe estar por llegar.

—Lo siento…es que me siento muy ansioso. Tú sabes todo el tiempo que he esperado para este momento, que no dejo de sentirme nervioso.

—Te entiendo, yo también lo estoy –reconoció Elroy dando unos pasos por la biblioteca y echando una rápida mirada hacia la ventana donde comenzaba a anochecer –Tu sabes que esta fiesta tiene muchos motivos.

—Lo sé, Elroy. Hoy tu sobrino se enterara que tiene que casarse con mi nieta.

—Así es Peter. Hoy William sabrá sobre el compromiso que tú y mi hermano hicieron cuando él era solo un niño.

—Espero que lo tome bien.

—Conociendo a mi sobrino se va molestar mucho por habérselo ocultado todos estos años –dijo la anciana imaginándose la reacción de William cuando se lo contará.

—Elroy no tenía sentido que se lo dijeras antes, en ese entonces mi nieta estaba desaparecida.

—Pero apareció…

—Si mi querida nieta apareció…y eso me tiene tan feliz que lo único que deseo es estrecharla entre mis brazos y decirle que soy su abuelo –dijo Peter con emoción.

Su nieta había desaparecido cuando la niña era solo una bebé. Era la hija de su hija llamada Emma que murió el mismo dia del parto. Eso le causó un gran dolor la muerte de su hija que se había enamorado de un hombre que no le convenía y que él se encargó de alejar. Pero aquel hombre que solo había querido a su hija por dinero en venganza se robó a la bebé llevándosela lejos, donde él no la volvió a ver. Desde ese dia se encargó de buscar a su nieta, pero hace tan solo un par de meses la encontró en el lugar que menos se esperaba.

—Hoy se lo dirás, Peter…hoy le dirás a Candice que eres su abuelo.

—¡Candice! –la nombró con una sonrisa -Quién diría que esa jovencita que William adopto era mi nieta perdida.

—Cuando lo descubriste yo no lo podía creer, Candice tu nieta, era algo que jamás me podría haber imaginado–admitió Elroy que siempre había mirado en menos a la rubia por ser huérfana, pero ahora era la nieta de un hombre rico y poderoso como Peter Edwards.

El anciano noto en las palabras de Elroy un signo de molestia, que todo indicaba que la jovencita nunca fue de su gusto.

—Tu nunca la quisiste ¿verdad?

—Bueno…si…para que te voy a mentir –admitió Elroy con incomodidad - Siempre la encontré una chiquilla de pocos modales. Tú no sabes todos los dolores de cabeza que me hiso pasar cuando era una niña.

Él sonrió pensativo.

—Igual que mi hija…hasta en la personalidad se parece a ella –dijo Peter recordándola con melancolía - Pero tranquila Elroy yo me encargaré que Candice sea una gran dama, digna de ser la esposa de un Andrew.

Elroy suspiro, aun no se podía acostumbrar, que precisamente esa chiquilla que nunca ha soportado fuera la nieta de Peter y la futura esposa de su sobrino. Soñaba con ver casado a William, pero con Candy no le gustaba la idea, sin embargo quisiera o no tendría que acostumbrarse, por respeto a ese compromiso que su hermano William hiso años atrás.

—Bueno regresemos al salón –dijo el señor Edwards.

—Sí, vamos…quiero estar presente cuando llegue mi sobrino –dijo Elroy saliendo de la biblioteca.

...

Minutos después Candy, Annie y Patty bajaron al salón, que estaba repleto de invitados. Archie y Stear de inmediato se acercaron para recibir a sus novias y también a su querida Candy.

—¡Que princesas más hermosas! –comentó Archie con galantería.

—Gracias Archie por tu alago –le dijo Candy –Ustedes también están muy guapos.

—¡Oh gracias gatita!

—Nos hiciste sonrojar –dijo Stear en tono de broma.

Todos rieron a carcajadas.

Mientras tanto los ojos del señor Edwards estaban pegados en la presencia de Candy, sintiéndose muy emocionado de haber podido encontrar a su nieta, que era tan hermosa y alegre como lo fue su hija Emma. Quería gritarle que era su abuelo, contarle por que no pudo criarse a su lado, pero tenía que ser paciente y esperar, ya llegaría el momento de hablar con ella tranquilamente y eso sería cuando llegara el patriarca de los Andrew.

En eso las puertas de la mansión se abrieron y entro la elegante presencia de William Albert Andrew, la cabeza de la familia, robándose las miradas de todos los presentes, en especial de las jovencitas que desde que lo conocieron no dejaban de soñar con él. La mayoría señoritas de buenas familias y muy hermosas, que anhelaban con convertirse en la esposa del heredero de los Andrew. Sin embargo ellas no sabían que Albert tenía ojos para una sola mujer, y esa era la que siempre ha estado a su lado, a la que conoce desde niña y la que ha sido su protegida y mejor amiga. Candy White Andrew, esa chiquilla rubia, de ojos esmeralda que desde conoció sintió algo especial por ella y que con los años se trasformó en un sentimiento más profundo, un sentimiento que llenaba su corazón de felicidad y de un amor que nunca imaginó sentir por ella, por su pequeña…

Con sus ojos celeste comenzó a buscar esos ojos verdes que tanto quería entre las personas que estaban en su mansión, cuando los encontró se sintió el hombre más feliz del mundo, porque su pequeña estaba ahí, como él esperaba. En ese momento sintió ganas de correr hacia ella y abrazarla como tantas veces lo ha hecho, sin impórtale los presentes, sin importarle nada, solo quería estar con ella, con su princesa, que era la luz de su vida, pero su tía Elroy se le puso enfrente truncando su deseo.

—William bienvenido –lo saludó Elroy con un beso en la mejilla.

—¿Cómo has estado tía?

—Bien sobrino…Espero que te guste la fiesta que te organice.

Albert miro a su alrededor.

—No debiste molestarte, tía…

—Te lo mereces por todo lo que has logrado. Me siento muy orgullosa de ti, William.

—Gracias tía –sonrió Albert.

En eso Stear y Archie se acercaron a saludarlo.

—Tio que bueno que llegaste –le dijeron ambos muchacho abrazándolo.

—Stear, Archie los extrañe mucho.

—Y nosotros a ti –le dijo Stear –Esta mansión no es lo mismo sin tu presencia.

Candy con paso lento se acercó a ellos.

—Y a mí no me vas a saludar, Albert –le dijo con una sonrisa tan radiante que al rubio le hiso latir más su corazón por ella.

—Por supuesto pequeña –la abrazo con tanta fuerza que ella apenas podía respirar–No te imaginas cuanta falta me has hecho.

Ella se ha aparto de él.

—Y tú a mí, Albert…

Él le acaricio el rostro.

—Estas preciosa Candy, ese vestido te queda muy bien.

—Oh gracias Albert…me lo regaló la tía abuela.

—¿En serio? –dijo Albert mirando a su tía.

—Si…

La anciana se acercó a ellos.

—William tengo algo muy importante que hablar contigo. Me podrías acompañar a la biblioteca.

—Tía, pero ahora…

—Es importante…

—Está bien –dijo Albert sin otra alternativa -Pequeña me esperas, tenemos mucho que platicar.

—Si Albert…yo también tengo algo importante que contarte –le dijo con una sonrisa.

...

Albert se fue con su tía Elroy a la biblioteca donde se encerraron a platicar. Para la anciana aquella conversación no iba ser nada de fácil, ya que no sabía que reacción iba tener su sobrino cuando le contara que estaba comprometido y que su prometida era nada más ni nada menos que Candy White, su protegida.

—¿Tía que es lo que tienes que decirme? –le preguntó.

—Es Peter el que quiere hablar contigo.

—¿El señor Peter Edwards?

—Sí.

—¿Por qué ese señor quiere hablar conmigo? –preguntó Albert notando que algo estaba ocultando su tía.

—Ya lo sabras, William…

En eso llego el señor Edwards.

—William es un gusto volver a verte –lo saludó de inmediato.

—Lo mismo digo –contestó Albert dándole la a mano –Mi tía me dijo que usted quiere hablar conmigo.

—Así es, William.

—¿Es sobre mi desempeño en el concejo?

—No. Es otro asunto que tenemos que tratar.

—¿Dígame de una vez? ¿Qué sucede señor Edwards?

El señor Edwards dio unos pasos por la biblioteca antes de comenzar su relato.

—William tu sabes que con tu padre fuimos buenos amigos, nos teníamos mucho cariño.

—Si, lo se…

—Bueno un dia se nos ocurrió comprometerte con mi nieta, tú en ese entonces eras solo un niño y mi nieta una bebé. Queríamos que nuestras familias estuvieran unidas y esa era una buena forma de hacerlo.

—¿Me está diciendo que yo estoy comprometido con su nieta señor Edwards? –preguntó Albert frunciendo el ceño.

—Así es, William…

—¿Tía porque nunca me lo dijiste? –le reprochó Albert mirando a su tía Elroy.

—No podía hacerlo...

—No culpes a Elroy William, yo le pedí que no lo hiciera, porque mi nieta, tu prometida estaba desaparecida.

—¡Desaparecida!

—Si el padre de la niña se la llevó cuando era una bebé y yo nunca supe de ella, hasta hace muy poco.

—¿Significa que la encontró?

—Si la encontré y ahora tú tienes que casarte con ella.

—¡Por ningún motivo! –Expresó Albert con molestia –Lo siento mucho señor Edwards, pero yo no voy a casarme con su nieta.

—William tienes que cumplir con el compromiso que hiso tu padre –le dijo Elroy.

—¡Un compromiso que no deseo tía! Como voy a casarme con una joven que ni siquiera conozco.

—Es que si la conoces, William.

—¿De dónde tía? ¿Quién es esa joven?

Elroy trago seco.

—La nieta de Peter es Candice.

—¡Candy! –exclamó Albert sorprendido.

—Si William, esa jovencita que tu adoptante es mi nieta –le confirmó el anciano.

Albert se tomó la cabeza con una de sus manos, no podía creer todo lo que estaba pasando, el comprometido y precisamente con Candy.

—¿Cómo sabe que ella es su nieta?

—La reconocí apenas la vi. Es igual a mi hija Emma –contestó Peter con una leve sonrisa –No sabes lo feliz que me siento de haberla encontrado, fueron tantos años buscándola que hasta pensé que nunca iba dar con su paradero.

—¿Y ella ya lo sabe…?

—No se lo hemos dicho, queríamos esperar a que tú estuvieras presente –le dijo Elroy.

—¿Ahora que ya sabes que Candices es mi nieta sigues oponiéndote a casarte con ella, William? –le preguntó Peter directamente y con una cierta autoridad.

Albert suspiro, pensando en cómo se iba a oponer a esa unión si lo que más quería era casarse con su pequeña, la amaba desde hace mucho tiempo y con mayor razón ahora que sabía que era su prometida. Al parecer el destino de ella y de él desde que nacieron han estado unidos y así seguiría siendo hasta el fin de sus días.

—Por supuesto que ya no me opongo, estoy dispuesto a casarme con Candy –contestó con una sonrisa que salió de lo más profundo de su corazón.

—Bueno ahora que quedo todo claro, hay que comunicárselo a mi nieta –dijo el señor Edwards que había soñado tanto con ese momento.

—Lo aremos ahora mismo Peter –dijo Elroy que quería terminar con todo ese asunto de una vez.

Continuará…


Hola mis lindas chicas.

Después de una larga ausencia estoy de vuelta, las extrañe mucho así que me siento contenta de estar de regreso. Les traigo un fic que es una continuación de la historia original, con mucho romance, drama e intriga. Espero que les guste y me den su opinión jejeje.

Nota : En ese fic, el personaje de Stear esta vivo, no murio en la guerra.

Este primer capítulo se lo dedico a todas las chicas que lo han pasado mal en México con los terremotos, sé que muchas chicas mexicana hay en esta páginas, tanto las que publican sus fics como a las que los leen. Todo mi apoyo para todas ustedes y muchas bendiciones.

Besitos para todas, nos leemos pronto si Dios quiere.