J.A.R.V.I.S.

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel AU.

Parejas: Stony principalmente.

Derechos: A soñar y vivir.

Advertencias: Universo alterno sin poderes, una historia inspirada en los cuentos del maestro Bradbury como en las ideas que asaltan a la autora en las noches de desvelo y perdición. Dedicado con mucho cariño a Kasu Tailer por sus acosos y mensajes amenazadores llenos de amor.

Gracias por leerme.


MARTE


Steve abrió sus ojos cuando las luces golpearon su rostro, anunciando la llegada a la colonia. Apretó sus labios al tiempo que se iba incorporando lentamente dentro de su cápsula cuya compuerta se abrió en dos. Movió su cuello y hombros, dando tiempo a su cuerpo a ir recobrándose de la hibernación. Al menos debía agradecer al Director Fury por haber hecho su viaje placentero tal como habían acordado luego de aceptar aquel trabajo. Era lo mejor. Las pesadillas no iban a permitirle seguir activo en el campo, cierto que lo habían ascendido a comandante, pero eso no quitaba el amargo sabor que tenía en su alma. Un ascenso y medallas a costa de la vida de sus Comandos Aulladores.

La culpa la habían tenido esos drones.

Salió de la cápsula, siseando al contacto de la planta de sus pies con el suelo frío, aunque afelpado de aquella sección de la nave espacial. Hubo un ligero mareo que ya conocía, propio de su cerebro aclimatándose a las condiciones del espacio exterior y ese sueño inducido que todos los viajeros de la Tierra a Marte hacían. En bóxer blancos como su camiseta, caminó lentamente por sus piernas aún entumidas hacia el baño ya listo para él. Seguramente el resto de su tripulación también estaba despertando en la cámara común, nuevos soldados leales a su nombre y reputación forjada en la Guerra del Agua. Luego de atender sus necesidades junto con un buen baño caliente que al fin despertó todo su cuerpo, se unió a ellos en el comedor. Una veintena de hombres experimentados en diferentes campos militares, algo quizá exagerado para su nueva misión, más ya no confiaba mucho en las apariencias.

-Comandante Rogers -saludaron sus soldados poniéndose de pie, en sus uniformes, pero aún con sus cabellos húmedos.

-Descansen, soldados. ¿Qué hay para comer?

Hicieron bromas e informaron de las condiciones de la nave. Todo estaba perfecto y aterrizarían en tiempo y forma en la colonia. Steve les dejó para mirar por uno de los ventanales ya descubiertos de su nave hacia la superficie rojiza de Marte que aún tenía ese toque carmesí, pero iba palideciendo gracias a las colonias dispersas en su superficie, sembrando y fortaleciendo esa nueva atmósfera mientras mineros como agricultores salvaban tanto de la hambruna como de la guerra a la humanidad en la Tierra. Él había llegado para cuidar una de esas colonias. Manhattan. Extravagancias de los colonos el ponerles nombres que provocaban añoranza.

Miró por sobre su hombro izquierdo, una de las pantallas que desplegaba la información oficial sobre la colonia. Era de las más grandes al haber sido de las primeras en establecerse largo tiempo atrás, sobresaliendo por ser la única en sobrevivir cuando una súper tormenta azotó a los recién llegados hasta matarlos. Luego de eso, las expediciones fueron más asertivas en sus planes de contingencia marciana, previniendo aquellos desastres. Marte aún poseía esas peligrosísimas tormentas que podían durar meses o tener la fuerza de mil huracanes en la Tierra. Manhattan cultivaba maíz, principalmente. Tenía una mina de agua y un laboratorio de genética. La población era escasa debido a los drones y robots semi inteligentes que se encargaban de las arduas tareas de agricultura y extracción.

Marte no era la Tierra. Los colonos no peleaban entre sí por un manto acuífero ni tampoco por territorios cuyas fronteras eran borrosas en determinadas circunstancias. Las colonias marcianas estaban demasiado distantes entre sí para ello y el clima podía ser lo suficientemente inclemente para borrar cualquier soberbia o avaricia. Un año de viaje ponía en perspectiva la sobrevivencia, así que las discusiones o problemas eran resueltos en charlas holográficas entre los jefes de las colonias. Él sería el nuevo jefe de Manhattan. Todo estaba muy bien, excepto el asunto de los drones y los robots que no eran de su agrado, particularmente uno. El famoso JARVIS. Un dron singular al poseer la única inteligencia artificial avanzada de todos los demás robots marcianos, sobreviviente de la súper tormenta, mayordomo de Manhattan.

-Comandante Rogers, la cuenta regresiva del aterrizaje espera su orden.

-Adelante.

-Sí, señor.

El rubio tomó aire, dejando la pantalla y cruzando sus manos detrás de su espalda camino a una de las sillas mientras la vibración de la nave sacudió ligeramente todo. Se colocó los cinturones de seguridad una vez sentado, viendo hacia el paisaje desértico con oasis verdes de Marte aproximarse más y más. Dejaba atrás las pesadillas, dejaba atrás el servicio a un país que prefirió salvar unos trastos metálicos que a sus hombres que murieron por los malos cálculos de aquellos. Cerrando sus ojos al sentir los rayos del sol en el horizonte asomarse por el ventanal, Steve suspiró profundamente, esperando que Manhattan trajera ese cambio a su vida que suplicaba tener.