Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation, no hago esto con fines lucrativos.
Advertencia: Algunos personajes podrían parecer un poco OoC, pero todo tiene una explicación, o al menos espero que se entienda al final de esta historia.
El guardián de los recuerdos
Para HikariCaelum
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"Escribir es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos"
Alejandra Pizarnik
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Ahora Hikari solo necesitaba descubrir cuál era la herida de TakeruTakaishi.
-I-
—¡Ah, necesito hacer algo!
Aquel grito produjo que la castaña que lo había proferido se sonrojara e inclinara la cabeza, pidiendo disculpas a todas las personas que se voltearon a mirarla, algunas con extrañeza y otras tantas con molestia. Una biblioteca no era un lugar para ponerse a gritar como una loca, era lo que decían sus ojos acusadores.
En su defensa, Hikari Yagami no era escandalosa. Es más, era la antítesis de escandalosa. Paciente y pacífica como pocas, no le gustaba llamar la atención ni incomodar al resto, todo lo contrario a la joven de anteojos que la observaba desde el otro lado de la mesa.
—¿Estás bien? Llevas como una hora mirando la misma hoja —expresó la chica, con su largo cabello morado balanceándose sobre sus hombros en cuanto se inclinó para poder hablar sin alzar la voz y que su amiga la escuchara.
—Sí, es lo de siempre —contestó Hikari.
—¿El artículo del escritor? —preguntó sin ocultar al reproche en el filo de su voz.
Hikari, de cortos cabellos castaños, no se atrevió más que a asentir con la cabeza, sabiendo lo que su amiga pensaba al respecto.
En la universidad eran conocidas como un dúo bastante extraño, pues la castaña estaba en tercer año de Pedagogía en Educación Diferencial y Miyako en cuarto de Ingeniería Informática. La una iba siempre con sus cartulinas y papeles de colores a todos lados, y la otra con su computadora portátil y libros en clave. Pero eso no era todo. Sus personalidades y actitudes frente a la vida no podían ser más distintas, y aun así habían sido amigas desde que la menor entró a esa casa de estudios, cuando coincidieron por casualidad en el casino.
—¿Por qué no lo dejas y ya? —Y ahí estaba justo lo que Hikari esperaba que le dijera—. Llevas como tres semanas quemándote la cabeza con eso. No puede ser sano. El mundo no se acabará si renuncias a ese estúpido periódico. Puedes conseguir otro empleo, hasta puedes venir a trabajar en la tienda de mis padres, ya lo sabes.
La otra chica inspiró profundo, intentando, ante todo, no perder la calma. No quería discutir, no sobre ese tema. Lo habían hecho antes y por lo mismo sabía exactamente qué podía esperar.
Miyako no entendía. Desde que Hikari ingresó a estudiar a la universidad y se independizó de su familia —si entendemos por independizar, irse a vivir a los departamentos que ofrecía su casa de estudios durante la semana y retornar al nido algunos fines de semana siempre que no tuviera que estudiar—, había comenzado a trabajar en un periódico que quedaba cerca de su facultad para poder mantenerse. Sus padres ayudaban, pero su hermano mayor también estudiaba y a ella le agradaba la idea de poder costear sus propios gastos como alimentación, transporte y la matrícula de cada año, así como ser un peso menos para sus progenitores.
—No lo haré —contestó con voz firme, intentando zanjar el tema de inmediato.
—Al final va a resultar que eres igual de terca que tu hermano —suspiró Miyako; y bien lo sabía ella que había sido su novia por casi un año, un período que resultó bastante extraño para Hikari—. ¿Quién lo diría si cuando te conocí te veías tan dulce? —bromeó.
Hikari hizo un amago de sonrisa y pensó que ojalá solo fuera cosa de terquedad u orgullo. De ser así, sabía que podría abandonar ese trabajo y buscarse uno mejor, como su amiga le proponía. Pero había algo más, una razón que ni a Miyako se había atrevido a contarle. Ella solo sabía que admiraba a "ese escritor", que era como le decía con tono despectivo. No la verdadera razón detrás, más allá del gusto por su prosa o lo típico que todo lector diría cuando le preguntan por su autor favorito.
—Estoy cansada. Creo que me iré al departamento. ¿Te veo luego? —preguntó la castaña, levantándose de su silla mientras comenzaba a recoger todos los apuntes desperdigados por su lado de la mesa.
—Sí, es probable que llegue tarde. Tengo una cita con Daisuke —dijo a la pasada—. ¡No me veas así!
—¿Así cómo? —cuestionó, sin borrar la sonrisa sugerente que apareció en sus labios en cuanto la oyó mencionar el nombre de aquel chico.
Miyako no era tímida para nada, pero desde que salía con ese tal Daisuke, a quien Hikari solo conocía por fotos, se mostraba azorada cada vez que mencionaba que saldría con él.
La historia resumida de cómo se conocieron, o la que la chica le contó, decía que tuvieron un pequeño desacuerdo por un libro. Sí, sonaba ridículo. Al parecer ambos querían el mismo libro de la biblioteca y se chocaron al querer tomarlo al mismo tiempo. De allí todo había derivado a una fuerte discusión que terminó con ambos corriendo hacia la bibliotecaria para poder solicitarlo antes que el otro, carrera que por descontado Miyako ganó. Nadie más rápida que ella, aunque Daisuke siempre alegaría que la chica le había echado su largo cabello en la cara, entorpeciéndole la visión por un par de valiosos segundos.
El problema fue que se trataba del último ejemplar que quedaba en todas las bibliotecas del campus. ¡El último! Parecía irrisorio. Por lo que, al otro chico, por quien Hikari sintió un poco de lastima en su momento, no le quedó de otra que esperar a que Miyako lo devolviera, cosa que ella no hizo sino hasta que se venció el plazo de dos semanas. Porque sí, en general era buena chica, pero podía ser cruel cuando quería, y le prometió a la castaña que esperaría hasta el último día con tal de hacer sufrir al otro maleducado, arrogante y un sinfín más de malos calificativos. Ahora que lo pensaba, Hikari nunca le preguntó siquiera de qué iba el libro.
Al final, luego de que lo regresó, el otro chico la contactó porque cuando pedías un libro debías dejar tus datos registrados. Miyako no sabía cómo es que había conseguido que la bibliotecaria le diera sus datos, pero estaba hecha una banshee por esos días. Se juntaron, discutieron, y repitieron la rutina un par de veces antes de que Daisuke le dijera que le gustaba. Lo demás era historia, aun cuando la chica insistía en que solo eran amigos.
—¡Como me estás mirando! —chilló Miyako, de nueva cuenta atrayendo la atención de varias personas hacia ellas.
La bibliotecaria le dirigió una severa mirada desde su escritorio, y Miyako supo que lo mejor sería que se fueran. No era lo mismo estudiar sin Hikari allí de todos modos.
Salieron juntas, pero se separaron en la esquina, una presuntamente hacia los departamentos y la otra a hacer un trámite que tenía pendiente antes de su cita.
Le mintió a Miyako. Apenas la perdió de vista entre la multitud de gente que transitaba por las calles a esa hora y se aseguró de que ya no la vería, caminó en dirección opuesta a los departamentos.
Fue a una cafetería cercana al campus que había sido su refugio desde su primer año en la carrera. Un lugar discreto con un intenso olor a té e incienso que invadía tu nariz apenas atravesabas el umbral acompañada del clásico sonido de una campanilla.
Saludó a la encargada y se sentó junto a la ventana. Si bien necesitaba concentrarse, no era menos cierto que siempre que podía elegía un sitio desde el cual mirar cómo la vida del resto de las personas seguía del otro lado del vidrio. La hacía sentir detenida por un momento, como si la cafetería fuera una especie de estación fija desde la cual todo podía verse con mayor perspectiva. Además, por más irónico que sonara si consideraba su naturaleza distraída y su tendencia a divagar, le servía para enfocarse mejor cuando trabajaba en algo. Alzar la cabeza y echar un vistazo afuera era como asomar la nariz a la superficie tras un par de horas sumergida en el agua para así recobrar fuerzas y seguir adelante.
Mientras encendía su portátil y se agachaba para conectarlo a la corriente, una mesera se acercó y depositó sobre su mesa un té de arándanos rojos, que era su favorito.
Hikari le agradeció y lo dejó a un lado mientras sacaba los papeles de su investigación de la mochila y los depositaba ordenadamente frente a ella.
Inspiró profundo y se lanzó a su misión autoimpuesta de esa tarde, con los dedos tecleando velozmente.
"El misterioso escritor Takaishi Takeru"
Frunció la nariz. No la convencía el título, pero ya podría cambiarlo después. Por ahora sería provisional.
Dio un pequeño sorbo a su té mientas intentaba poner en orden sus ideas. Escribiría en una plana o dos todo lo que sabía de él.
Takaishi-san es un escritor de...
¿Cuántos años tenía? Nadie lo sabía. Es más, nadie sabía cómo se veía porque nunca había aceptado dar una entrevista.
Maldición. No podía desanimarse, no lo haría.
Sospechaba que su jefe en la editorial le había dado aquel artículo solo porque no podría hacerlo, pero Hikari no era de las que se daban por vencidas tan fácilmente. Eso, como bien decía Miyako, lo había sacado de su hermano.
Takaishi-san es un escritor que se hizo conocido hace dos años atrás cuando publicó su primera novela, titulada "Digimon", que es la única obra que ha dado a conocer hasta el momento y que se clasifica dentro de los géneros de aventura y fantasía.
Dicha obra trata de siete niños que durante un campamento de verano en el cual comienza a nevar sin explicación aparente, reciben unos aparatos extraños llamados "digivice" y son transportados a una especie de mundo paralelo, el Digimundo o Mundo Digital.
Allí conocen a siete seres parecidos a los animales y con distintas capacidades que se hacen llamar sus compañeros y que según ellos los esperaban: los digimons. Pero pronto descubren que no son los únicos en ese lugar y que conseguir regresar a casa, que es su único propósito en un principio, será más difícil de lo que se puedan imaginar.
Más tarde se les une una octava niña, la hermana de uno de ellos, que termina de dar las claves necesarias para poder derrotar a los digimons malignos.
Recordaba con especial claridad aquel capítulo: "La octava niña elegida". Era su favorito y lo había leído ya cientos de veces por separado. Tenía algo que...
Agitó la cabeza. Concentrarse, necesitaba concentrarse. Hasta ahora todo lo que llevaba parecía más una reseña del libro que un artículo sobre el misterioso escritor.
Desde que la novela se publicó, Takaishi-san se negó tajantemente a aparecer en los medios o dar cualquier tipo de entrevista. Nunca ha aparecido en pantalla, por lo que nadie sabe cómo luce o la edad que tiene. Las especulaciones varían entre los 25 y 50 años. Se dice que vive en un barrio periférico de Odaiba y se han generado una serie de rumores acerca de él.
Algunos plantean que está loco, que padece esquizofrenia y en realidad no se deja ver porque está internado en un psiquiátrico y no lo tiene permitido, mientras que otros aseguran que solo se trata de un ermitaño a quien no le gusta el contacto con la gente y prefiere expresarse a través de sus obras. Los menos, aseveran que es un tipo un poco excéntrico y soberbio que tiene un problema de narcicismo que lo hace sentirse superior y por lo mismo negarse a relacionarse con el resto del mundo, a quienes él percibe como simples mortales.
Quienes apuestan por la segunda teoría aseguran que su casa está llena de medidas de seguridad para que ningún curioso ni mucho menos un periodista pueda colarse a su interior. Entre ellas un perro bien entrenado para atacar (o hasta un león) y una serie de pruebas letales. Aunque en realidad, nadie conoce con exactitud su dirección.
La mayor interrogante desde que su obra se convirtió en best seller ha sido si se encuentra trabajando en algo nuevo o no.
Sus seguidores han creado toda clase de blogs y convenciones para analizar su libro, siendo invitado él vía internet a todas ellas sin que nunca haya aparecido.
Nuestra misión será encontrar esas respuestas.
La melodía de su celular sonando desde su mochila la distrajo. La abrió para hurguetear entre el resto de sus libros hasta dar con el aparato. Un simple vistazo a la pantalla bastó para que una sonrisa se pintara en sus labios.
—¡Onii-chan!
—¿Cómo está mi hermana favorita en el mundo?
Hikari rodó los ojos y agitó su taza de té, que por supuesto ya casi se había enfriado. Le ocurría a menudo, se enfrascaba tanto en lo que hacía o en sus propios pensamientos, que para cuando volvía al mundo real ya había transcurrido más tiempo del que creía.
—Soy la única que tienes, ¿recuerdas? No estás detenido o algo así, ¿verdad? Porque no tengo tiempo de ir por ti —bromeó.
—¡Ja! ¿Quién crees que soy?
—Como si nunca te hubiera pasado —acentuó su sonrisa casi sin darse cuenta—. Como sea, ¿necesitas algo?
—Me hiere que piensas que cada vez que te llamo es porque necesito algo —replicó con un falso y exagerado tono dolido.
—No digo eso. Solo el noventa y nueve por ciento de las veces es así.
—Muy graciosa —farfulló, probablemente con una mueca de enfado en los labios.
—¿Y bien?
—Es Yamato. Va a estar de cumpleaños pronto y... desde que estamos en esto, ya sabes... quiero darle algo que de verdad valga la pena. —Mientras hablaba, su hermana lo imagino dando vueltas por su departamento en ropa interior, rascándose la nuca. Sí, lo conocía demasiado bien.
La chica dio un largo sorbo a su té. Lo había bebido tantas veces frío, que casi lo prefería de ese modo.
Al final resultó que ella tenía razón, no solo sobre que su hermano necesitaba un favor, sino cuál.
Sabía perfectamente que el cumpleaños de Yamato, el novio no-novio de su hermano, sería dentro de una semana. Lo tenía apuntado en su calendario porque ambos se llevaban muy bien. Es más, había sido el tiempo que Hikari y él solían pasar juntos lo que hizo que Taichi se diera cuenta de lo que sentía por el rubio.
Pero Yamato no sentía nada por ella. Hikari lo tuvo claro desde un principio. El chico era un poco frío y arisco con las personas, pero decía que los "hermanos Yagami" tenían un don para engatusarlo, solo que cuando lo decía al único que miraba era a Taichi.
Hikari se sentía feliz de decir que ella había sido, en parte, la que los ayudó a declararse, aun cuando todavía estaban en una especie de fase intermedia donde mantenían lo suyo solo para ellos y personas muy cercanas. En cierto modo los entendía. No era fácil reconocerle a todo tu entorno, que siempre asumió que eras heterosexual, que en realidad te gustaba la gente de tu mismo sexo. Su familia no era tan extremadamente tradicional como para desheredar a Taichi o algo semejante; es más, Hikari sabía que si su hermano no se los había dicho todavía era más por Yamato que por sí mismo, ya que a él le había costado un poco más asumir su sexualidad.
Lo bueno de todo era que ella nunca sintió nada por Yamato, salvo una especie de conexión extraña que todavía no lograba definir ni para sí misma; menos todavía lo haría para alguien más. A veces, cuando lo miraba de reojo, creía ver otro rostro. Uno muy parecido, pero más amigable y que sí le producía un no sé qué en el estómago. Por suerte bastó con besarlo una vez para descartar de plano que Yamato fuera quien le producía eso, y el chico se lo tomó bastante bien y prometió nunca decírselo a su hermano.
Ahora el recuerdo hasta le parecía un poco gracioso.
—¿Hikari, estás ahí?
La chica pestañeó para salir de sus ensoñaciones.
—Sí, sí, sigo aquí.
Su hermano ya ni siquiera se preocupaba de preguntar si todo iba bien, pues sabía que ella tendía a extraviarse dentro de su propio mundo muy a menudo.
—¿Entonces qué dices? ¿Me ayudarás?
Evidentemente acababa de perderse una parte de la conversación, pero no era un problema, pues sabía con exactitud de qué iba aquello.
—¿Ayudarte a elegir el regalo de Yamato-san? Por supuesto.
—Genial, entonces el sába...
—No, espera. Que sea el viernes, salgo temprano de clases. El sábado tengo cosas que hacer. —Lo recordó a último momento.
—¿Y qué sería? No irás a salir con un chico por ahí, ¿cierto? Porque conoces mi política sobre novios. No hasta los treinta. —A pesar de que lo decía en tono de broma, Hikari sabía que tenía algo de cierto. No en cuanto a la edad, pero Taichi podía ser especialmente celoso y sobreprotector con ella.
Se disponía a responder cuando una segunda voz se coló por la línea telefónica.
—¿Es Hikari-chan? ¿Ya la estás molestando otra vez con eso? ¡Dame ese teléfono! Quiero saludar.
Escuchó un pequeño forcejeo del otro lado y luego la voz de Yamato emergiendo con más claridad por el auricular.
—¿Hikari?
—Hola.
—No hagas caso al bobo de tu hermano, ya sabes cómo se pone cuando le dices que tendrás una cita.
Hikari pudo oír a su hermano de fondo protestando que le regresara el teléfono.
—Pero no es una cita. Solo tengo planes con Miyako —mintió, la segunda mentira de ese día le supo peor que la anterior.
—En ese caso no hay problema —habló de nuevo Taichi, que evidentemente había encontrado la forma de recuperar su celular—. Tengo que colgar. ¿Nos vemos el viernes en el centro comercial de siempre?
—Claro.
Cuando la comunicación se cortó, guardó el celular en la mochila y se refregó los ojos con pereza. Había sido un día largo entre las clases y su artículo, sin contar que los exámenes del término de trimestre estaban a la vuelta de la esquina. Quizá ya iba siendo tiempo de que le hiciera honor a su palabra y fuera a descansar al departamento como le prometió a Miyako que haría. Necesitaba llegar antes o ella sabría que le mintió.
Una vez que tomó la decisión, alzo la vista para comenzar a guardar sus cosas, pero entonces cierta persona atrajo su atención.
Un chico la estaba observando desde el otro lado de la cafetería, o esa impresión le dio. Era rubio y tenía unas gafas oscuras muy comunes. Su piel blanca la hizo pensar de inmediato que se trataba de algún extranjero o alguien con ascendencia europea.
Algo se le hacía muy familiar en él. Demasiado. Pero por más que intentaba determinar qué era, la respuesta flotaba a la deriva en su cabeza, como una mariposa que mientras más quieres atajar, más lejos huye de tus manos.
¿Es qué le había visto antes? No, si hubiera sido en la universidad lo recordaría, y no es que saliera a muchos sitios salvo cuando Miyako lograba arrastrarla con ella, lo que no ocurría casi nunca.
¿Pero por qué la miraba?
Sus mejillas se sonrojaron cuando la idea de que era bastante guapo se atravesó en su mente. No pasó mucho tiempo antes de que él, al percatarse de que ella se había dado cuenta de su mirada a través de los lentes, la apartara y volviera a lo suyo.
Todo transcurrió en apenas un puñado de segundos.
Hikari agitó la cabeza. Probablemente solo eran ideas suyas o provocadas por el cansancio. Definitivamente lo mejor sería volver al departamento.
Guardó todo desordenado dentro de su mochila, se bebió de un trago lo que quedaba de té y dejó el pago sobre la mesa.
Al levantarse y caminar directo hacia la entrada, no notó que el chico rubio la seguía con la mirada.
Notas finales:
Este es un regalo de cumpleaños un poco adelantado que escribí para HikariCaelum. Originalmente iba a ser un one-shot, pero en algún momento la idea se me escapó de las manos, por lo que me vi en la obligación de separarlo en capítulos para que la lectura no se hiciera tan pesada. Serán siete en total (terminando, si me es posible, el día de su cumple).
La idea se me ocurrió un día que leí un artículo acerca del escritor J.D. Salinger, a quien aparentemente le gustaba pasear a solas y alejarse del mundo para poder escribir en paz, aunque luego de que me inspirara yo me fui por otro lado, por lo que en nada tiene que ver este fic con su vida o sus publicaciones más allá de su tendencia a la soledad.
Hikari, extrañamente hoy ando corta de palabras, pero ya me extenderé más cuando sea el momento. Por ahora solo decirte que espero que te guste y recibas a través de estas letras todo el cariño que le puse y sepas lo especial e importante que eres para mí.
¡Gracias por leer!