EMBRIAGANTE
Disclaimer: Inuyasha y el resto de los personajes no me pertenecen, son de Rumiko Takahashi. Historia original realizada por Dialaba. Acoplando los personajes de la serie.
Aclaración:
Pensamientos: cursivas
Diálogos: -entre guiones-
Narrador: letra normal (ni cursivas ni guiones)
Ya pasaban de las 2 de la madrugada y aún no había avanzado prácticamente nada en mis estudios. Mañana tendrían un examen importante y no podía concentrarme. Lancé el lápiz resignada a que no lo lograría. Debí haber vuelto antes del Sengoku, ¡pero claro que no, Inuyasha no me lo permitió! Si no aprobaba el examen el lo pagaría.
-¡Estupido Inuyasha!- Suspiré con enojo. -Creo que dejaré de una vez la búsqueda de los fragmentos, todo sería más fácil si ya no volviera al Sengoku, mi vida volvería a la normalidad...- Murmuré mientras me recostaba sobre mi escritorio. Hundí la cabeza entre mis brazos y cerré los ojos.
A quién quería engañar, mi vida ahora era mejor, claro, no entraba en el contexto de normalidad ¿quien combatía con demonios todos los días? Aún así en el Sengoku conocí cosas que jamás imaginé, cosas que nadie más podría vivir. Sango, Shippo, Miroku, Kaede baba, todos ellos me enseñaron el significado del valor, de la fortaleza y de la amistad. Además… también descubrí lo que era el amor.
Ese tonto y obstinado había conquistado mi corazón sin darme cuenta, sin poder evitarlo. No podía negarlo, estaba enamorada de él, lo sentía cada vez que lo miraba, cada vez que sin importar nada hacía todo para salvarme del peligro. Lo quería. Sin importar que el a mí no, que mis sentimientos no serían correspondidos, decidí permanecer a su lado solo para poder disfrutar de cada minuto que se me fue atorado.
Me recosté en mi cama mientras sentía como ese calor extraño se alojaba en mi bajo vientre.
Inuyasha…
Mantuve los ojos cerrados mientras imaginaba su rostro, rememoraba su aroma, ese que sin poder describirlo me encantaba, tan indescriptible como el aroma de la lluvia pero igual de agradable. Traté de imaginar cada detalle lo mejor posible, el color oro de su mirada en la que me hundía, el calor casi asfixiante que irradiaba su piel con un solo roce cuando me llevaba en su espalda y sostenía mis piernas.
Gemí
El peligroso pero excitante riesgo que representaban su garras. Con ellas ha destruido miles de demonio y aún así deseaba sentirlas recorrer mi piel.
Trace un camino desde mis labios hasta mi cuello con un de mis dedos mientras imaginaba su mano seguir ese recorrido.
Su piel bronceada debido a las tardes enteras bajo el sol. Ese abdomen fuerte y firme que en más de una ocasión tuve el placer de tocar para curar una herida. Nunca lo pude tocar de la manera en que deseaba.
Sus manos, sus ojos, sus labios… su cuerpo. Lo deseaba.
Algo en mí me decía que esto no era correcto, mi mente no debía fantasear con lo que fantaseaba, mis labios no debían desear probar lo que deseaba y yo no debía ver a Inuyasha así. El no estaba interesado en mi, no de esa manera.
Jamás.
Y sin embargo mi cuerpo parecía no obedecer. Mi mente decidió no escuchar y mis manos siguieron sin mi autorización. Lentamente desabotone la parte de arriba de mi pijama, dejando a la vista mi sostén. Mis manos acariciaron lentamente mi cuello, tan suave y despacio que incluso me causó un homogéneo. En mi mente solo había algo, en realidad alguien.
-Inu…yasha.-
Salió de mis labios cuando mi mano había llegado a mi sostén y apreté uno de mis senos.
No estaba bien.
Lo sabía pero continúe. Moje mis labios y los apreté con fuerza para evitar que algún sonido saliera. Lentamente lleve mi mano dentro de me sostén para acariciar un de mis pechos que de inmediato respondió. Me mantuve ahí un buen rato mientras imaginaba lo bien que se sentiría sentir el calor de los labios de Inuyasha en ese lugar.
Apreté con más fuerza los labios.
La otro mano viajó hasta mi pantalón, se detuvo un momento para entrar totalmente y comenzar a moverla sobre mis pantaletas. Comencé con un roce suave hasta que toque un lugar sensible, y supe que no me detendría, comencé a mover mis dedos más rápidamente hasta que me fue imposible evitar los jadeos que salían de mi garganta.
Inuyasha…
Lleve ambas manos dentro de mis pantaletas, una seguía con movimientos rítmicos sobre mi clítoris mientras la otra buscaba otro sitio, lentamente la lleve más profundo hasta encontrarse en la entrada a mi sexo. En uno de mis espasmos metí lentamente un dedo en mi sexo.
-¡Ahh!-
El aire abandonó mis pulmones cuando gemí. Seguí con esos movimientos. Aumente la velocidad con ambas manos y en un momento metí un dedo más.
Seguí más rápido, más, más, más.
-Inu…yasha- un espasmo rápido recorrió todo mi cuerpo haciendo que elevará mi espalda y contrajera mis piernas hasta cerrarlas.
Saque mis manos de entre mi ropa y las levanté sobre mi rostro, aún quedaban restos de mi orgasmo entre mis dedos. Puse mis manos sobre mi abdomen aún descubierto y cerré los ojos. Eso no había estado bien y sin embargo deseaba repetirlo. Las imágenes de Inuyasha gimiendo junto a mi, sintiendo como era él quien se encargaba de sacar los gemidos de mi aún me alteraba.
¿Pero que había hecho? Siquiera pensar que el haría algo como eso era una locura, era Inuyasha de quien hablaba. El, que sin dudar fue tras Kikyo cuando se enteró que seguía viva. Tras la mujer que él amaba, yo estaba de más en esa historia. Lo sabía y me dolía. Volví a cerrar los ojos, está vez con fuerza, ahora era para evitar que mis lágrimas salieran. Podría seguir fantaseando con el cuanto lo deseara pero sabría que nada de eso jamás se cumpliría.
Espere a que mi respiración se calmara y busque el abrazo de Morfeo para evitar pensar en la cruel realidad. Inuyasha no era para mí.
-¡Ya fue suficiente!-
Me incorporé de un solo movimiento y me dirigí con paso decidido a la salida.
-No seas impaciente Inuyasha, lo más seguro es que la señorita Kagome regrese mañana, justo ahora debe estar descansando.- Respondió Miroku sin prestarle mucha atención al desesperado Hanyo, llevaba así toda la tarde y sabía que sin importar cuantas razones le diera no lo escucharía.
-¿Quién se cree esa mujer? Lleva en su tiempo una semana entera y dijo que solo se tomaría tres días, ya me la pagará.-
-Tranquilizante Inuyasha- Dijo la anciana Kaede que al igual que Miroku no hizo mucho esfuerzo por detenerlo. -Siéntate y espera- Dijo al tiempo que le daba un trago a su te.
-¡Keh!- Dijo despectivo el aludido y terminó por salir de la cabaña para de un salto llegar al techo y recostarse ahí, estar adentro de sitios como esos lo intranquilizaban, el no era de Cabañas, el era de bosques.
-Es un necio- Dijo Shippo mientras continuaba con sus dibujos.
-Así es- respondió Sango que al igual que los otros se concentró en lo suyo.
Maldita Kagome… Llevaba una semana sin aparecer. ¿Y que sí advirtió que demoraría más de lo acostumbrado? ¿Qué importaban los dichosos exámenes aquellos? Debía estar aquí para continuar con la búsqueda de los fragmentos, era lo más importante en ese momento.
En un momento dado y después de un rato de estar con el movimiento impaciente con mis piernas, me di cuenta de que los sonidos en el interior de la cabaña habían cesado. Seguramente ya todos estaban dormidos, a decir verdad ya no escuchaba sonido alguno proveniente de las cabañas. Los humanos ya descansaban, era de esperar, sus débiles y frágiles cuerpos no soportaban demasiado.
Quizá…
Baje de mi sitio y recorrí la distancia que me separaba del pozo, acelerando la velocidad de mis pasos hasta convertirlos en una ágil carrera entre los árboles, no corrí porque tuviese prisa, corrí para quemar la energía que se acumulaba en mi cuerpo, corrí para pensar un poco lo que haría. Sabía bien que Kagome estaría dormida ya, aún así deseaba verla, saber que estaba bien y que pronto volvería.
Al llegar hasta el pozo me detuve, no tenía razón para ir, después de todo ella estaba en su mundo, ese lugar era más seguro que aquí. Desear que ella estuviera a mi lado era egoísta, pedirle que formará parte de mi vida y de mi mundo era cruel, ella tenía una vida en otro lugar y yo no debía interferir en eso. No había nada que yo pudiera ofrecerle, la vida de un Hanyo no era algo que se pudiera agradecer y mucho menos presumir, yo no había podido pertenecer a ningún lugar hasta que Kagome llegó a mi vida, ella se convirtió en alguien a quien yo deseo proteger y aún así no puedo hacerlo. No fui capaz de destruir a Naraku, ese maldito que le arruinó la vida a Kikyo, una mujer que también juré proteger y le fallé. Por mi debilidad murió, odiándome y sufriendo. Aún debía cumplir con mi palabra de acompañarle en un momento dado al infierno mismo. Kagome no debía sufrir más por mi debilidad, ella no.
Si tan solo…
Aún sabiendo eso quería verla, solo mirarla desde lejos, con la seguridad de que no podía acercarme más de lo debido.
Sólo, me aseguraría que estaba bien…
Para ese momento ya me encontraba fuera del templo, en el mundo de Kagome. El sitio estaba en completa tranquilidad, no tanto como lo era el Sengoku, pues aunque toda la casa de Kagome estaba en silencio a lo lejos se escuchaba ese bullicio aturdidor que traía consigo este sitio, demasiado ruido, demasiados olores.
Mire la ventana de Kagome y aún había un resquicio de luz escapando por ahí. ¿Seguía despierta? Ya era bastante tarde como para mantenerse despierta. Si no se cuidaba se resfriaría, era una tonta.
Sin demasiado esfuerzo llegue hasta mi objetivo, la ventana. Traté de asomarme por entre la tela que la cubría pero no me mostró demasiado. Así que la abrí lentamente evitando hacer ruido y me introduje en la habitación.
Aún no terminaba de erguirme cuando un aroma golpeó de lleno contra mi nariz. Debi sostenerme firmemente de la ventana para no caer. Ese olor era intenso, cubría cada rincón de la habitación, era simplemente embriagante. Olía a excitación y deseo. No era la primera vez que llegaba a mí ese olor a celo de alguna humana, pero nunca lo imagine de Kagome. Gire inconsciente a donde ella se encontraba, recostada sobre la cama, dormía tranquilamente como quien no se entera de lo que ocurre a su alrededor. Su respiración era calma, podía ver cómo su pecho descubierto subía y bajaba, mostrándome ese hipnotizante espectáculo de sus pechos casi al descubierto.
Era endemoniadamente bella…
Debía marcharme, lo sabía. Pero no lo deseaba, podía morir en ese preciso instante mirándola a ella de esa manera tan incitante, respirando ese aroma que olía a la gloria misma. Aún así no me detuve, me acerco tan lento y silencioso que incluso yo me sorprendí de mis movimientos, ¿Cuánto me volví tan paciente? Llegué junto a la cama y me acuclille para esta a la altura de Kagome. Me atreví a olfatear más de cerca, percibiendo como el olor se hacía más profundo, más denso. Casi quemaba. Respire profundamente tratando de tomar lo más posible de ese olor. Abrí los ojos sin saber en qué momento los había cerrado y la observe detenidamente, casi con descaro. Viendo su rostro, sus labios, su cuello que mostraba ligeras perlas de sudor, sus pechos marcando el ritmo de su respiración. Su abdomen firme. Y después nada. Esa prenda que cubría sus piernas no me dejaba ver más, saber que debajo de esas estorbosa tela se encontraban sus fuertes y contorneada piernas me molestaba. Pero había algo que me llamaba más la atención, ese lugar desde donde venía ese increíble olor. Mis sentidos se activaron cuando escuche a Kagome revolverse un poco, cambiando de posición para girar de lado hacia mi.
Me había descubierto ¿quizá?
La mire a la cara viendo sus ojos aún cerrados. Aún dormida.
Desde esa nueva posición tenía una mejor vista de sus pechos. Ahí fue que vi como uno de sus brazos quedó fuera de la cama, colgando por sobre esta. En sus dedos había una sustancia que tenía el mismo aroma que todo el cuarto pero mucho más ía que acércame. Deseaba tomarla en ese momento, besarla y hacer que ese olor volviera a surgir, esta vez gracias a mi. La sangre comenzaba a correr más deprisa por mis venas, el sonido del galopar de mi corazón resonaba en mis orejas. Y sentía como la sangre se reunía en un solo lugar, mi entrepierna.
-¿Porque me haces esto Kagome?- Susurre al tiempo en que dirigí una de mis manos hasta su cuello. Con el roce más suave que pude lograr trace un camino desde la cara interna de su cuello hasta sus pechos, pasando por la curva que se formaba entre ambos.
Y no lo resistí más. En un movimiento suave pero certero lleve mi rostro hasta sus dedos y los introduje en mi boca. Pudiendo así probar ese aroma que tanto necesitaba. Succione sin poder detenerme, deseaba quedarme con ese sabor, guardar en memoria cada detalle. El equilibrio perfecto entre lo dulce y lo salado, entre el cielo y el infierno. Algo que me entregaba Kagome, solo a mí.
-Ahh- La escuche gemir y un escalofrío recorrió mi espalda.
Ella había despertado, me vería en esas situación tan comprometedora y sería mi final. Cómo iba a explicar esa situación, estar ahí, en su hogar, en su cuarto con ella dormida y semi desnuda mientras yo...
Hice distancia entre nosotros, dejando a un lado el sabor que me otorgaban sus dedos, sintiéndolo aún entre mis labios, inundando mi boca, embriagándome, nublando mis sentidos y haciendo hervir mi sangre. Retrocedí hasta que la pared de ese lugar me lo impidió, enfoque mi mirada en kagome y cuando por fin logre coordinar mis acciones exhale el aire que estaba contenido en mis pulmones, fue un suspiro de alivio, ella aún estaba dormida.
-Maldición- Susurré sabiendo que debía marcharme, estaba perdiendo el control de mi cuerpo, si permanecía por más tiempo podría cometer una locura. Ese aroma me perturbaba y me invitaba a continuar con esa tortuosa tentación que era kagome.
Salí en cuanto pude y corrí de camino al sengoku, aún estando del otro lado del pozo, seguí corriendo, pase de largo por la aldea, corrí todo lo que pude, hasta que sentí que mis pulmones ardían y mis piernas flaquearon debido al cansancio.
¿Que había sido todo eso? Sentí que mi conciencia se iba apagando con cada segundo que respiraba ese aroma, solo podía pensar en lo mucho que deseaba tomar a Kagome. Me sentía sucio al pensar en ello pero al igual me frustraba no haberlo conseguido. Por eso corrí, lo más lejos, con cada paso me separaba de la posibilidad de hacer a kagome mía.
Mía...
Dialaba de este lado.
Ya, ya... yo sé que esto es diferente, atrevido e incluso pervertido. ¿Que puedo decir? Deseaba escribirlo y mostrarselos.
¿Nunca se han sentido agobiados por un dolor que se alberga dentro suyo sin entender muy bien la razón? Hoy me siento particularmente vacía y bueno, Inuyasha haciendo una travesura me pareció interesante para distraerme.
Nos estamos leyendo. DI