Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation, no hago esto con fines lucrativos.


La abeja y la flor

Capítulo 1: Lo que todos se preguntan

Cuando Jou anunció que tenía novia, los señores Kido supieron que debían tomar cartas en el asunto. Lo habían hecho en su momento con Shuu y Shin, ciertamente mucho antes de lo que lo tuvieron que hacer con su hijo menor, y por eso estaban preparados.

Esperaron un día en el comedor de la casa a que llegara de sus clases, lado a lado como lo hicieron las dos veces anteriores, salvo porque esta vez se sumó un tercer integrante, una extensión de la familia podría decirse. Gomamon, que poco entendía de cosas humanas, no pensaba perderse esa conversación por nada del mundo. Quién quitaba que su compañero se pusiera en ridículo y él tuviera otra sabrosa historia que contar a sus amigos digitales.

—¿Qué es esto? ¿Una reunión familiar? —Jou, tan distraído como siempre en lo que a asuntos mundanos se refiere, soltó la pregunta antes de echar un vistazo a su alrededor y darse cuenta de que, si fuera lo que decía, también deberían estar presentes sus hermanos.

—No, hijo —contestó su madre con serenidad—. Tu padre y yo necesitamos hablar de un asunto contigo. Pero antes tenemos una pregunta.

—Claro, ¿cuál es? —inquirió, sentándose de rodillas frente a sus progenitores.

—¿De verdad tienes novia? —Nadie puede asegurarlo del todo, pero las malas lenguas dicen que los señores Kido y Gomamon ensayaron varias veces para que la interrogación les saliera al unísono. Sea como sea, armonía divina o simple casualidad, la cuestión en que sus voces se acoplaron a la perfección.

A Jou se le resbalaron los lentes hasta la punta de la nariz de la pura impresión y le dio un tic en el ojo derecho, o quizá eso ya lo trajera de antes. El estrés de tanto estudiar, seguramente.

¡Esto era el colmo! Que sus amigos lo dudaran era una cosa. Que el bromista de Gomamon lo pusiera en duda podía aceptarlo. ¡Pero que sus propios padres no creyeran que pudiera tener una novia era inaudito! ¡Insólito! ¡Imperdonable!

—¡Por supuesto que es verdad! —exclamó con el rostro rojo, nadie supo si de vergüenza o rabia.

—Ay, hijo. Cálmate. Solo queríamos asegurarnos. No es que creamos que sea raro o difícil de creer —murmuró su madre con aparente calma, a pesar de que en la cara se le veía que estaba apenada—. ¿Verdad, querido?

—Claro, claro —ratificó su marido distraídamente. Al igual que sus tres hijos, también llevaba lentes.

—Bueno. Aclarado ese punto, podemos continuar.

Y así Jou, estudiante de último año de preparatoria, pronto a ingresar a la Escuela de Medicina de alguna prestigiosa universidad (porque eso nadie iba a ponerlo en tela de juicio; lo de la novia sí, lo de su prometedor futuro académico no), tuvo que aguantarse una charla insufrible acerca de la sexualidad.

¡A él se la venían a dar! ¡A él, que sabía todo lo que debía saberse de espermatozoides, óvulos y mucho más! O mucho menos, si le preguntaban de la práctica.

Jou había vivido muchos momentos vergonzosos a lo largo de su corta existencia. Es más, podía hacer un libro con todos ellos o ganar un Récord Guinness al hombre con peor fortuna del universo. Pero podía jurar que aquél en que sus padres le hablaron como a un niño de preescolar frente a su digimon entraba dentro de los primeros cinco más humillantes.


Notas finales:

El otro día se me ocurrió esta idea y sentí la necesidad de escribirlo. No sé si las viñetas vayan a tener sentido o ser graciosas, pero a mí me hizo gracia la idea de imaginar cómo habría vivido cada uno de los elegidos ese incómodo momento en que sus padres les hablaron de sexualidad.