¡Hola a mi gente favorita!

¡Muchas gracias por sus comentarios durante estas dos etapas de relato! En esta ocasión no les haré comentarios individuales, porque creo que todos han acertado en la mayoría de sus suposiciones… para bien o para mal =/ pero rescataré un frase de Lunita23 que calza demasiado bien con lo que está sintiendo Draco en estos momentos: "[…] su consciencia lo tiene desesperado y cree que no ha hecho nada bien […]".

Así que, muchísimas gracias a SuicideFreakWord, Erisikol, SeLu-IV, Lunita23, PercyRossVulturiUchiha, Sof77, Nekoconeco56, Sonyeke y Anónimo.

Ahora sí, ¡a leer!


Capítulo 29: Hanuman IV

Había mirado el reloj sobre su mesita de noche, cada vez faltaba menos para la hora convenida. Potter estaba por llegar y él siente un desagradable apretón en su estómago. Él. El idiota. El inepto. El estúpido y perturbado Griffindor.

Entonces se gira hacia un lado y su mejilla queda cobijada en la suavidad de la almohada, tan mullida, tan cálida, tan acogedora y tan injusta. Inhala profundo y casi puede sentir aquel otro aroma. Y no entiende por qué, son sábanas nuevas, son fundas de almohadas recién lavadas y un cobertor limpio, pero cada vez que gira sobre la cama y respira el aire de su habitación, no puede evitar sentir esa fragancia masculina, esa virilidad salvaje que lo rodeó tantas veces. No quiere hacerlo, pero no puede evitar cerrar los ojos y toda sensación se acentúa a su alrededor, el oído, el olfato, el tacto, la magia.

En el pasado las sensaciones a su alrededor tenían la huella de su familia, la esencia de su madre en la elegante comodidad de la Mansión Malfoy. Mientras que la presencia de sus amigos eran identificables en el torbellino adolescente que lo había rodeado en Hogwarts, la Sala común de Slytherin, los dormitorios que compartían e incluso en esa pequeña esquina al fondo de la biblioteca. Todo olía a sus amigos, el perfume dulzón de Pansy, la colonia de Blaise, el sudor de Greg o el aroma a tinta fresca y pergamino, que rodeaba a Theo. Todo se veía como ellos, el verde y plata de su Casa, la fotografía mágica que habían colgado en la Sala común y sin que nadie se diera cuenta, la ropa de Vince regada por la habitación, el gusto de Theo por vestir de negro y el de Blaise por colgar sus corbatas de colores en una percha especial. Y recuerda la magia de cada uno de ellos, cerca, chispeante de incertidumbre y la porfía de la juventud. Adolescentes. Recuerda cómo es sentir el calor de sus cuerpos, el tacto de sus ropas de colegio, el cabello largo de Pansy, las mejillas heladas de Milly… los callos en las palmas de Montage, incluso a él lo recuerda… sí, los chicos con los cuales jugó Quidditch. Aun ahora escucha a Flint gritar órdenes, tratando de corregir la falta de disciplina de los novatos. Los gritos de aliento de los más pequeños, aquellos que cada año rogaban porque Slytherin por fin ganara la Copa de las Casas.

Algo en la mente del rubio se ilumina con nostalgia, cuando recuerda aquella vez en que entró de improviso a una de las habitaciones de quinto año, mientras había sido Prefecto, entonces lo había golpeado el olor viciado y el rostro sonrojado de Paulus Avery, porque lo encontró en plena faena masturbatoria.

Por el contrario, si piensa en Potter… sólo recuerda el antagonismo compartido. Las miradas rencorosas, los gestos de odio, las malas palabras. Los insultos. Los golpes. Severus y la guerra. La desconfianza. El Sectumsempra.

Hacía más de un año que había llegado a Londres, que había comenzado a trabajar en el Ministerio de Magia y que había buscado la redención en Joseph, en Neville y Potter. Desconocidos. Griffindors. Personas que lo habían detestado en el pasado.

¿Y sus amigos?, ¿qué pasaba con sus verdaderos amigos? ¿Dónde estaban? ¿Por qué nunca buscó a Pansy, a Millicent, a Blaise, a Theo o Greg? ¿Por qué nunca se puso en contacto con ellos? ¡Se merecían ser los primeros! ¡Antes que nadie! ¡Antes que Potter!

¿Era correcto simplemente confiar en que estarían bien? ¿Confiar en un simple presentimiento? ¿La fe que nunca antes había tenido?

Merlín. Su intención no era ser Kali, pero la decisión ya está tomada.

Mantiene los ojos cerrados y el aroma del hombre llenando su nariz. Trata de vaciar su mente y el mantra de Ganesh aparece por sí sola en la punta de su lengua, la murmura suavemente y es suficiente para que llene la silenciosa habitación. Se abraza apretadamente y espera que los problemas encuentren solución.

Y es en algún momento de esa distención que siente el sonido del timbre y presiente que es el moreno. Llega al estilo muggle, cauteloso, respetando su voluntad de evitar el uso de magia innecesariamente dentro de su departamento. No como otras veces, no como cuando están en la cama.

Sacude esas ideas de su cabeza y baja al primer piso para permitirle entrar.

-Pasa…- le dice después de saludarse. Entonces el rubio se gira y dirige sus ojos hacia ningún lugar en concreto, simplemente busca entretener su cabeza un momento más, alargar la resolución de todo. Planificar un modo sutil. –Si quieres puedes sentarte en el sofá. ¿Quieres algo de beber?- pregunta y aún sin mediar respuesta, se dirige hacia la cocina. La verdad es que quien tiene la garganta seca, es Draco.

-Sólo agua… gracias.- dice Harry, dejando su abrigo sobre una silla y siguiendo a Draco tras la barra americana. Está nervioso y no sabe cómo comenzar esa conversación. -¿Qué…?- frunce un proco el ceño, está preocupado, -¿qué sucede? ¿Estás bien?- consulta a fin.

-Sí, claro.-

-Es que no hemos hablado desde lo que pasó con Nott y sólo quiero estar seguro de que estás bien.-

-Lo estoy.- trata de cerrar el asunto, pero el moreno no parece tener la misma intención, porque siente su intensa mirada verde taladrándole la parte de atrás de su cabeza. ¿Qué más puede decirle?

-¿Entonces hice algo mal?- Harry insiste con la única opción que le queda, porque Draco aún no le da la cara, todavía no lo mira, o quizás es su paranoia. ¡El rubio le da la espalda porque está bebiendo de su tisana! No hay nada de raro en eso, es sólo casualidad. Pero es que el moreno teme haber cruzado algún límite vital. ¿Fue un entrometido? ¿Hizo algo que no debía?

-No, por supuesto que no. ¿Por qué lo crees?- bufa con algo parecido a la sorpresa o la diversión. Draco sabe que ya no es tan bueno fingiendo y el moreno lo está acorralando hacia lo inevitable.

-¿Entonces dime por qué siento que me estás evitando?- es cuando escucha al rubio suspirar. Otra vez. Como durante la mañana. Como si estuviera agobiado. –Hice algo que no debía.- afirma, porque sí lo cree. -¿Es porque fui yo quien habló con Robards? ¿Porque envié a Seamus a tramitar tú denuncia ante el Wizengamot? ¿Es porque se trata de un amigo tuyo y yo me involucré sin tu permiso?-

-¿Crees que soy un niño?- bufa y se frota el rostro. –Ya te lo dije, no hiciste nada malo y no tiene nada que ver con el caso… o Robards o Nott.-

-Entonces mírame…- le dice al fin y ve cómo el cuerpo del rubio se queda quieto, estático, quizás tomado por sorpresa.

Pero Draco no está sorprendido, porque conoce a Potter y a las personas regidas por el Manipura, demasiado bien. El control, el poder, la fuerza, la voluntad. De algún modo, el rubio se ha revelado a sus deseos de dominación y para el moreno, que sus miradas se encuentren significa una forma de incidir sobre él. Una forma de vigilancia, de mantenerse en los límites de lo seguro. Después de todo, los ojos son las ventanas del alma y una mirada podría alejar sus dudas, sus incertidumbres. Observar era controlar.

Con tranquilidad bebió un último sorbo de tisana y dejó el vaso en la encimera, después se giró hacia él. Bien, allí tenía su verdad.

No sabía qué había esperado encontrar, pero todo se había disuelto en cuanto miró dentro de esos hermosos ojos plateados, tan brillantes, tan expresivos… tan encantadores e inteligentes… tan perfectos. Sonrió como un idiota.

-Pensé…- negó, tal vez se estaba comportando como un tonto, pero sentía verdadero alivio, -pensé que estabas molesto conmigo… como no sabía qué estaba pasando por tu cabeza, por un momento creí que había traspasado algún límite o que estabas enojado porque te obligué a usar Legeremancia con Roukin.-

-No te des tanto crédito- medio sonrió, no podía creer lo pagado de sí mismo que estaba ese Potter, -si yo realmente no hubiese querido usar la Legeremancia, no habrías podido obligarme ni bajo amenaza.- el moreno soltó una risa aliviada, antes de responder.

-¿Entonces está todo bien entre nosotros?- pero esa era harina de otro costal, pensó el rubio.

-Sí.- se giró hacia su refrigerador y sacó la botella de agua prometida. Su mente planteó rápidamente la situación, pero antes de que pudiera pronunciar alguna palabra, sintió la proximidad del otro hombre. Esa fragancia conocida y que lo había acompañado horas antes, aquella cercanía que evidenciaba las exigencias de su magia anhelante y la sensualidad de su calidez de hombre. Esa mezcla de salvaje león y noble Griffindor. Draco recordaba todas esas sensaciones tan claramente, que casi le parecía algo normal, como si siempre hubiese estado cerca del hombre y no sólo un par de meses. "Neville tenía razón, es demasiada intimidad", piensa y en ese momento siente algo de arrepentimiento. Tal vez las cosas entre ellos no debieron llegar hasta ese punto.

-Ayer traté de verte, le había prometido a Cobbs que hablaría contigo y que vería cómo estabas.- le declara con un gesto de sonriente confianza, con la satisfacción de ver a Draco mirándole. El diálogo de mudas palabras pronunciadas únicamente con el brillo de sus ojos y con la claridad de sus pupilas que absorben todo del otro. Porque puede ver cómo su mirada de plata resbala por su rostro. Lo mira a él y para Harry eso lo significa todo, por eso avanza un paso más hacia él y tomando la botella de agua, la deja a un lado. –De hecho todos estaban preocupados por ti, tendrías que haberlo visto… incluso el renuente de Warren.- sonrió, pero no quería hablar de alguien más. Fue entonces que su mano derecha se movió automáticamente y acarició la pálida mejilla de su compañero. Suave tacto de piel contra piel, su pulgar regodeándose en el terciopelo de su barbilla y ascendiendo hacia la línea de su mandíbula, la sedosidad de su mejilla y la curva sensual del lóbulo de su oreja. –Sé lo que significa ver a un amigo sufrir y que la solución… que su bienestar esté en nuestras manos. Sé lo difícil que puede ser saber una verdad que es terrible de contar, pero que es necesario hacerlo… y aceptarlo y sentir que las cosas se complicar y se vuelven injustas.-

Siente su mano cálida y el sutil gesto con que sus dedos le miman, con tanto cuidado, con tanta consciencia y con tanta facilidad, que Draco se rinde al contacto con un suspiro profundo y la inmediata sensación de placidez. Hay algo de devoción en la respuesta de ambos y así, casi puede olvidar sus resquemores, sus preocupaciones e incluso el origen de sus problemas presentes. De pronto todo le parece cómodo, amable y entonces se da cuenta que la magia del hombre lo rodea completamente. Ambas se han acoplado con tal perfección y espontaneidad, era como si lo estuviera abrazando con sus pensamientos, con su voluntad, con su deseo, con su completo ser.

-Y deberías saber…- suspira y su pulgar acaricia todo a su alcance. Draco ve cierto aire contemplativo en su expresión, –deberías saber que me sentí tan impotente, tan inútil y extraño.- negó suavemente, pero en ningún momento quitó los ojos de la tormentosa mirada de su compañero. –Sé que tal vez suene como un entrometido, pero tuve que involucrar a Seamus y a Travers en la situación de Roukin, porque necesitaba hacer algo para ayudarte, para que supieras que tienes mi apoyo y que haría cualquier cosa para aliviarte de cualquier problema… para ayudarte, para consolarte…-

-Harry…- suspira y en la exhalación acompaña cada sílaba. No lo siente como una intromisión, porque comprende la intención y de hecho, lo hace sentir halagado.

-Al fin me llamas por mi nombre.- esboza una sonrisa amplia y sus verdes ojos vuelven a brillar de esa forma tan suya, tan de inocente Griffindor. –Las últimas veces me decías Potter.-

-¿En serio?- no sabía qué decir al respecto, ni siquiera se había dado cuenta. –Yo no…- frunció el ceño apenas un instante, antes de que Harry bufara una risa y su mano se apurara en suavizar esa pequeña arruga entre aquellas preciosas cejas doradas.

-No importa, es sólo mi paranoia y la preocupación de que estuvieras enojado conmigo.-

Sus manos se deslizan nuevamente, sus dedos recorren esos caminos conocidos, se mueven a través de sus mechones de cabello rubio y acarician su cuello, sosteniendo su rostro e inclinándose ligeramente hacia él. Sus ojos observados tan de cerca que puede distinguir los tonos azulados, las suaves franjas de gris pálido y los puntos de negro en su iris, mientras sus parpados languidecen y sus cejas se arquean con un cierto dejo de impresión. El moreno sonríe y su propia boca siente el cosquilleo ansioso de besar esos otros labios abultados, rosados y humedecidos de palabras y gestos, de asombro y expectación. Tan cerca… tan cerca que quiere morderle los labios y la barbilla y obligarlo a sentir algo más fuerte que la confusión de segundos antes o la preocupación de los días previos. Él conoce las formas de su sensualidad, la silueta de su excitación, la expresión de su orgasmo y desea seguir viéndolas.

Harry lo quiere, no puede negarlo y de hecho cada día siente más claridad al respecto, porque en momentos como ese, cuando lo mira de cerca y tan fijamente, que se da cuenta cuán enamorado está de él, que lo quiere con fuerza, que desear la satisfacción plena de estar junto a él. No es por el sexo, no es sólo por el tiempo que el rubio le ha dedicado. No. Lo que siente ahora, nunca antes lo había sentido. Y no puede creer que sea Draco Malfoy quién le evoque ese sentimiento tan profundo y llenador. Tan intenso y encantador. Ahora que conoce a Draco… ahora que conoce su personalidad y sus sonrisas.

-Harry.- lo llama y el moreno acaricia su rostro con sus manos amplias y de dedos largos. En momentos como esos, Harry se da cuenta de lo pálido y esbelto que es el cuerpo de su compañero.

-¿Qué?-

Draco lo siente tan cerca, el calor que emana de su cuerpo, el contacto de sus manos que parecen refugiarlo de todo padecimiento, el sonido de su respiración y el poder de su mirada fresca y salvaje. Pero no es sólo eso, incluso en el aire entre los dos, puede percibir las ganas que Harry tiene de besarlo. Sabe que lo hará de un momento a otro y la verdad es que el rubio está deseando que lo haga.

-¿Quieres consolarme?- dice, pero más que una pregunta es una aseveración. Entonces ve la sonrisa del moreno y como es costumbre, Draco levanta una de sus manos hacia él. Acaricia la mejilla del hombre y nota el tono más oscuro de su piel. Le fascina ese contraste entre los dos. Le fascina ver esa piel aceitunada al lado de la suya y eso le recuerda las duchas que han tomado juntos o las veces que han estado desnudos descansando sobre la cama. –Tú mejilla ya está un poco áspera.- sonríe, deslizando sus dedos sobre su barbilla y puede sentir el inicio de su vello facial, es poco, casi insignificante, pero puede sentirlo. Ese viejo conocido que le arañaba la cara, cuando ambos se besan en las mañanas, al despertar.

-¿Es insoportable?-

Draco bufa y niega, mientras sus dedos mantienen la caricia y espera aquel siguiente paso de preámbulo… Pero entonces Harry le sonríe con ese gesto hambriento, lo está mirando con la tentación pintada en sus ojos, con la intención expresada por todo su cuerpo. El moreno no necesita más invitación y embriagado en la seducción de la cercanía, acoge la delgada muñeca del rubio en su mano y se inclina hacia él, sus alientos se confunden, sus sonrisas se diluyen con la expectación. Draco suspira profundamente a la espera del contacto entre sus labios, cuando el moreno lo acorrala y él casi tiembla aguardando por un beso. Un simple beso.

Se siente tentado, pero el moreno siente que hay algo en su instinto que desvía su propósito. Harry toca su nariz contra la de su compañero con un rozamiento suave, lánguido y sus ojos se cierran bajo la dulzura de la sensación. Puede percibir la respiración fuerte en Draco y no puede culparlo, cuando él mismo siente los intensos latidos de su corazón golpeando contra sus costillas. Sus bocas están a escasos centímetros y sería tan fácil tomar sus labios, pero no puede… hay algo… en la aceptación de su afecto, Harry descubre algo escondido en la naturaleza de su instinto. Algo espeso, cálido y recóndito que le dice a su voluntad, que ese es el momento ideal… es ahora… es ahora… su magia danza, puede sentirla como ondulaciones extasiadas en la manifestación de esa verdad. Una declaración expresada en acciones.

Es ahora. Su nariz se aleja lentamente de la otra y sus labios encuentran ruta, el instinto los desliza como profecía, como un deseo inalterable, una meta al final del camino. Su cabeza se inclina y su boca desciende, una pulsación de calidez y vida resuena contra sus labios… una vida que Harry desearía pasar junto a él.

El rubio vuelve a suspirar deleitado, justo antes de morder sus labios, reprimiendo cualquier otro sonido que salga de ellos. Pero siente la sensualidad de esos labios húmedos rozando, besando con algo que comienza a alejarse de la dulzura y a acercarse al ardor, la sensación de las succiones que lo hacen temblar erotizado… y las ligeras mordidas, que hacen que su boca claudique ante la negación de gemir. Su garganta lo ignora y no puede evitarlo, gime… y finalmente inclina su cabeza exponiendo su cuello, dejando que el moreno haga lo que desee con él.

Encantado. Apasionado. Sometido a la voluptuosidad del acto, el rubio simplemente se dejaba hacer, sintiendo las caricias en su cuello, hasta que en algún momento su mente hace sonar las alarmas. Todo parece perfecto, demasiado perfecto para ser verdad, demasiado dulce, demasiado como Draco lo desea… demasiado idílico… es cuando siente esa molestia hacia el fondo de sus pensamientos, allí donde la razón manifiesta su extrañeza. ¿Dónde está la lógica para conducir los movimientos de Harry?, cuando se supone que es el propio Draco quien debería decidir qué besar, cómo besar, cuándo besar.

Debería ser la energía shakti quien sedujera, no ser la seducida, porque ensortijados en el encanto de sus magias entrelazadas, armónicas, compenetradas, debería ser su mano quien creara los senderos que condujeran los apetitos de ambos. Su muñeca era quien descifraba sus intereses, "mi muñeca", piensa y en la confusión mueve su mano, olvidada a un lado, sostenida por la propia mano de Harry. Lejos, abandonada.

Entonces Draco abre los ojos, de pronto estático ante el repentino descubrimiento. Harry no debería estar besando su cuello…no debería ser así… ¿dónde habían quedado los códigos? ¿La lógica de los encuentros? ¿El motivo de la cercanía? ¿Qué estaba sucediendo?

-Harry.- dice de pronto. Sorprendido. Quieto. Un poco asustado por la repentina revelación. –Harry, espera…- pero sólo lo escucha gemir encantado, sintiéndolo rozar su cuello con los labios. Acariciando. Besando. Pero el rubio se hiela y el placer se escapa abatido. -¿Qué… qué estás haciendo?- jadea y ya no puede aguantarlo, porque las cosas no deberían ser así. Por eso extiende las manos para alejar al moreno de sí mismo y se retrae de su cercanía, de sus labios y calidez.

-¿Qué?- Harry lo ve respirar con fuerza y no entiende nada.

-¿Qué estás haciendo?- su voz suena insegura y su respiración se agita, porque sabe el significado de ese gesto. -¿Qué estás haciendo?- repite y esta vez se toca el cuello con las manos, sintiendo que la piel arde bajo sus dedos asustados. No sabe qué más decir. Es cuando el moreno frunce el ceño y lo observa con algo más de atención.

-¿Qué quieres decir?-

-¿Por qué… por qué me besas en el cuello?-

-Porque quiero, porque me gusta tú cuello… ¿qué quieres decir?- niega y lo mira tratando de comprender lo que dice. -¿Cuál es el problema?-

"¿Cuál es el problema?", piensa y a pesar de que el moreno trata de retenerlo a su lado, Draco amplía el espacio entre ellos. "Un beso en las manos significa pragmatismo, es sólo sexo. Un beso en el cuello es amor consciente… es cariño asumido". No… no, no… nononono…no no, no…

Respira profundo, casi dificultosamente, porque si es verdad lo que está viendo delante de sus ojos, no puede creerlo… porque es Potter quien… ¡es Potter! Es increíble, casi irrisorio. ¿Changuna Kaur realmente le había descifrado la presencia del amor en un gesto tan simple? ¿Iniciaban el encuentro con un beso en el cuello y todo estaba saldado? ¿Era así de definitivo? ¿Era así de resolutorio?

Es que simplemente no podía ser, ¿Harry Potter sintiendo… sintiendo algo más que apatía por él? El sexo vende, el sexo es una moneda de cambio tan vulgar y fácil, algo que el propio Salvador del Mundo Mágico podría obtener de cualquiera persona y cuando quisiera. Era sólo sexo, era mecánica, era sólo la satisfacción de necesidades básicas. Era un simple método de ayuda. Era una terapia. ¿Por qué aparecía un término como aquel entre ellos? No puede ser.

Harry es un Griffindor y él un Slytherin. Draco sólo está pagando deudas del pasado, enmendando su camino con buenas acciones. Dharma. Kharma. Fue culpa de su lastima por un tipo con su magia trastornada. Fue sólo un modo de reconciliación con su país, con su comunidad. El perdón para su alma. Pero ahora todo iba a cambiar, porque quería estar con Theo y ayudarlo a enfrentar al asesino de su hermanita. Necesitaba ser un verdadero amigo, fiel a su casa y no un simple buen samaritano con un león cualquiera.

No podía ser… porque no podía continuar con Harry, sobre todo cuando existía la posibilidad de esos sentimientos entre ambos. Ese tipo de afecto era demasiado. Un sí o un no. El amor era absoluto. ¿Amor, con Harry Potter? No podía hacerlo. No podía. No. No, no, no.

Todo tenía que terminarse hoy.

Era sólo una terapia. Esto es sólo una terapia. Mierda. Neville tenía razón y todo se había complicado.

-¿Cuál es el problema?- murmura para sí. Un gesto casi silencioso, incrédulo. Estupefacto. –Potter…- dice y siente que esta vez su corazón late con una furia inclemente, cercana al pánico. Merlín. -Deberías recordar que esto es sólo una terapia.- suelta rápido y fuertemente, diciendo lo que su cabeza llevaba minutos repitiendo.

-Creo que en algún momento me perdí de la conversación, porque no sé de qué me estás hablando.- su ceño continúa fruncido y la mano que había sostenido la de Draco, ahora está rascando su nuca.

-Esto- carraspea y pronuncia con un tono que a Harry le resulta demasiado serio, entonces ve cómo uno de sus pálidos dedos los indica a ambos, en un gesto que parece implicar mucho más que ese instante, más que ellos dos parados en la cocina, más que ellos dos compartiendo ese pequeño espacio de intimidad, -es sólo terapia y se ha producido con el único fin de ayudarte con tú magia, con tus problemas.- el moreno no puede hacer más que tragar duro y una sensación incómoda se inclina sobre él como un mal presagio.

-Sí… bueno… me has ayudado con mi magia…- el rubio asiente y aprovecha de dar otro paso lejos de él, -pero…-

-No, Potter.- suspira y al crear espacio entre ambos, Draco se da cuenta que su cuerpo está temblando. Hay una sensación nerviosa y helada, que le provoca escalofríos. Tal vez fuera su corazón que late demasiado fuerte dentro de su cuerpo, casi como si lo remeciera con cada palpitación. Haciendo estrépito en su pecho. Un bombeo frío y estremecedor que le desagrada, pero debía aclarar las cosas con el hombre. –Creo que te has confundido un poco o tal vez lo has olvidado, porque no es que "esto" haya nacido de forma natural y que de paso te esté ayudando con tú magia.- negó, para reafirmar sus palabras. –Esto es una terapia: yo acepté ayudarte con tú magia y uno de los métodos era el sexo, pasar tiempo juntos, leer libros y darte una tisana.- su ceño continuaba tenso y mientras más le explicaba el rubio, menos parecía comprender Harry. –Esto es como el contrato de un servicio, como contratar a alguien para que limpie la chimenea o una consulta con un medimago. "Esto" tiene tiempo límite, Potter y de hecho, a mi parecer tú magia ya se siente bastante bien.-

-Espera… espera, espera… ¿qué me estás diciendo?- ¿realmente le había dicho algo sobre "contratar un servicio"?

-Mira, tal vez la terapia podría haber durado un tiempo más, quizás hasta que el caso termine, para estar seguro de que tu relación con Robards ya no es influyente o que tú magia no perturba el crecimiento de Teddy; pero con lo que sucedió con Roukin, ahora necesito estar con Theo.-

-¿Qué?- su cabeza se movió como una constante negación.

En algún momento aquellas palabras lograron traspasar su incomprensión. Entre ellos el término terapia siempre le había resultado más bien un concepto abstracto, lejano, como una forma para describir esos artilugios y métodos místicos tan propios del rubio. Sí, había terapia para su magia, para ayudar a Teddy, para sosegar su temperamento y sí, recordaba que habían implicado el sexo como parte de ella. El sexo para la plenitud espiritual. Lo recordaba. La terapia, el acuerdo o algo así como un acuerdo… tal vez un pacto implícito.

Pero, ¿las caricias íntimas eran parte de la terapia? ¿Las sonrisas? ¿Las caricias en público? ¿La preocupación? ¿El tiempo y la gentileza?

-Es cierto- dijo, pero su cabeza continuaba negando, -es cierto, no puedo negarlo… hablamos de una terapia, de que el sexo era parte de ella, pero yo pensé…- ya no sabía si estaba negando o su mente intentaba sacudirse esa realidad, pero sus manos frotaron su cabeza. –No, Draco, no puede ser que esto, sea sólo parte de un acuerdo… han habido cosas naturales, espontáneas. Sucedieron cosas que han significado más que un pacto, más que… más que un mero acuerdo. ¡Más que un puto servicio!-

-Por supuesto. No es como si todo tuviera que responder a una pauta rígida, todo depende de la persona.- Harry se quedó quieto, como electrocutado por la desidia que le provocaron esas últimas palabras.

-Depende de la persona…- Draco casi entrecierra los ojos, sabiendo por dónde iban los tiros. -¿Con Neville también hubieron momentos naturales y espontáneos?- su voz sonó gruesa y dura.

-Sí.- lamió sus labios y no quiso decir nada más.

-¿Le diste terapia a Neville, cierto?- preguntó de forma apretada y el rubio respondió con otra palabra de afirmación. –¿Tuviste sexo con él?-

-Sí.-

-¿Con Cobbs?-

-Sí.- Harry quiso reír.

-¿Y con tu amigo Nott, también habrá sexo?- pero esta vez el moreno no espero a una respuesta, simplemente giró y se llevó las manos a la cara. –No puedo creerlo… ¿qué está pasando?-

-Lo siento, pero siempre pensé que las cosas estaban claras.- vaciló. –No pensé que tú…-

-¿Que yo qué?- volvió a mirarlo y por un momento Draco se sorprendió con la intensidad de esos ojos verdes, que hace mucho no veía tan duros y apáticos. –Dime.-

-Es un pequeño signo físico, que puede ser descifrado cuando dos personas inician el contacto y sus magias están entrelazadas. Iniciar la intimidad besando la mano o la muñeca simboliza un acto mecánico, sin sentimientos. Es sólo sexo. Besar el cuello involucra sentimientos, la mezcla entre la pasión desenfrenada y su consciencia profunda, es…-

-Amor.- el rubio se estremeció, pronunciar aquella palabra parecía hacer la situación más real y complicada. Significaba enfrentar los sentimientos del moreno. –¿Me estás diciendo que puedes descubrir si alguien te ama, sólo porque te besa el cuello?- el hombre lo mirada con una fijación que traspasaba a Draco, que hacía temblar sus manos y acuciaba los latidos de su corazón. -¿Qué crees tú?- pregunta, pero el rubio no quiere responder. -No puedo creerlo, yo… no puedo creerlo…- respira fuerte, sintiendo que el aire en esa espaciosa habitación es escasa, es insignificante. Se gira y vuelve a frotar su cabeza, permitiendo que sus dedos jalen un poco de su cabello y sus uñas rasquen la piel. -¿Y qué importa?- le dice de pronto, volviéndose a mirarlo y hay una cierta acusación en sus ojos.

-¿Qué cosa?-

-¿Cuál es el problema si me gustas? ¿Qué importa si me enamoré de ti?-

-Sabes cuál es el problema.- ya no quiere responder más, los latidos de su corazón resuenan en su cabeza y están comenzando a desesperarlo.

-¿Que no te interesan? ¿Que no te importan?-

-Harry…-

-Dime Potter, si de todas formas esto te da igual…- lleva sus manos a su rostro y trata de ocultarse, desaparecer de lo que tiene delante de sus ojos. –Mierda. Mierda… esto no puede estar pasando.-

Harry gime. Gime, porque no hay nada más que pueda hacer. Ni siquiera es capaz de procesar lo que el rubio le está diciendo. Sólo sabe que sus palabras son hirientes, que le están destrozado. Simplemente sabe que en algún momento sus sentimientos han salido a flote: "Draco sabe que lo amo… y ahora rechaza mi cercanía".

Él le ha besado con devoción más de una vez, lo ha acariciando como a un amante desde que observar su pálido rostro se transformó en la mejor forma de despertar en las mañanas, desde que sus ojos se volvieron todo su mundo, que sus labios se convirtieron en un regalo, en una maravilla, un paraíso al cual abrazarse cada día, cada noche. Del mismo modo, le ha hecho el amor aquellas últimas veces que estuvieron juntos, lo sabe, porque fue consciente cuándo la mecánica del sexo dio paso a la verdadera entrega. Cuando el tacto de sus manos se transformaron en veracidad y la cercanía de sus cuerpos en claridad. Ambos eran perfección juntos. Unidos. Entrelazados. Sus sonrisas compartidas. Sus manos reunidas.

El rubio no le dio alternativa al corazón de Harry, porque era imposible que no se enamorara de él. Ahora él sabe, pero no le importa, porque no es recíproco.

A Draco no le importa…

Su pecho se aprieta y duele. Duele de verdad. Duele. Y el moreno busca un taburete para sentarse, porque no lo soporta, porque el corazón no aguanta en su pecho, porque le impide tragar saliva, porque no quiere que pase el aire, quiere ahogarlo. Dios. Suspira y se obliga a buscar un poco de oxígeno, sus labios se mueven sin descanso, sus dientes parecen mascar el agrio sabor de esa… ¿de esa qué?, ¿desdicha?, ¿desamor?, ¿esa vida de mierda? ¿Esa felicidad que se niega otra vez a darle sentido a su existencia? ¿Estaba destinado a la carencia, a perder todo aquello que le sea valioso?

¿Para qué soñar con estar con Draco si estaba destinado a la mediocridad del abandono?

-No… no puedo creer que me estés haciendo esto…-

-Potter.-

-¿Es algún tipo de venganza, una forma para burlarte de mí?- Draco niega, pero el moreno no parece escucharle o verle. -¿Por qué? Si sabías que esto iba a terminar así, porque no simplemente me dejaste con mi puta magia de mierda y mi maldito humor y mi perturbación y mis putos trastornos… ¡por qué…!-

-Yo…-

-¿Por qué me tenías que hacer esto?- su voz flaquea y su rostro por fin muestra el dolor. Sus cejas lucen el padecimiento y su boca es una línea de abatimiento. -¿Por qué tenías que hacerme sentir feliz? ¿Por qué tenías que ser amable, por qué tenías que hacerme sentir comprendido? ¿Por qué Draco…? ¿Por qué tenías que hacer que te amara?-

-No fue algo que yo planeara.- murmuró apenas, la expresión en la cara del hombre lo había remecido. Pero era obvio, ¿no? ¿Qué otro gesto había esperado encontrar?

-Debiste dejarme solo…- Draco apretó los labios.

-¿Y los beneficios…?-

-¿Crees que me pueden importar menos los putos beneficios? ¿De qué me estás hablando, por el amor de Merlín?- se agitó y frotó su rostro con desesperación. -¿Crees que prefiero perderle el maldito miedo a Robards, que estar contigo? Prefiero joderme con mi maldita magia deshecha, prefiero pelear todos los días con ese puto viejo… hundirme en este maldito caso, prefiero fallar como auror… prefiero… perder cualquier otra cosa… ¿no lo entiendes?- la angustia se había apoderado de todo el hombre, acentuando sus rasgos en un gesto de agonía.

-Lo siento.-

-No lo sientes, porque no tienes ni la menor idea…- mordió sus labios y un suspiro derrotado pareció arrancarle algo de su interior, porque la próxima vez que el moreno se giró para mirarle, sus ojos parecían opacos y sin vida. –Yo hubiera preferido que "esto"…- los indicó a ambos de la misma forma cómo el rubio lo había hecho, pero el gesto de su cuerpo era tieso y apretado, apático, desafectado, -nunca sucediera…-

Draco tragó duro y sus labios intentaron esbozar alguna palabra, pronunciar algún consuelo, pero tan sólo alcanzó a abrir la boca en el momento exacto en que Harry se levantaba del taburete junto a la barra americana y en dos pasos cogía su abrigo, antes de desaparecer.

Fue entonces que su mano derecha se refugió sobre sus labios, porque no había nada que decir, no había gesto que menguara el sufrimiento causado. El moreno se había ido con la mirada oscurecida, el cuerpo derrotado, la angustia sobre sus labios. Su mente se había vuelto un lienzo en blanco que no hacía más que recordarle aquel rostro sufriente, desencajado, balbuceando y negando a sus palabras, una y otra vez. No había nada más, no había otra memoria, ni otra idea u otro pensamiento. Sólo dolor.

"Yo hubiera preferido que "esto" nunca sucediera…".

Harry se había ido, como él había planeado, como él había decidido. Draco había regresado a Inglaterra porque había un camino que resarcir, buenas acciones que lo exculparían de un pasado lleno de malos actos. Ayudar a Harry era sólo un paso, igual que con Neville… igual que con Joe… igual… sólo era apoyo, sólo era un poco de atención… debió ser igual, pero no se sentía así.

El rubio se mantuvo parado, allí, a un lado del lavaplatos, hacia el lugar donde se había refugiado, lejos del moreno. Su mano continuaba sobre sus labios, sus ojos fijos en el espacio donde el hombre había desaparecido y su corazón seguía galopando con fuerza, irrefrenable, azotando sus costillas, sus pulmones, su cabeza y sus oídos. Se preguntó si ese era el motivo de aquel dolor tan complejo y profundo, ese que percibía pero que no lograba identificar su ubicación. Un malestar desconocido y deslocalizado. ¿Por qué? Había sido su elección.

Ahora tenía tiempo para Theo y Lucy.


Se había aparecido en un conocido lugar del parque cercano a Grimmauld Place. Estaba nevando.

Sabía dónde estaba, así que sólo debió dar un par de pasos, antes de dejarse caer sobre una de las bancas de madera. Sin importarle que su ropa se empapara, que la humedad le subiera por el bajo de los pantalones o a través de la madera mojada del asiento. Tal vez fuera porque el exterior se había convertido en una materialidad insignificante, una nimiedad que no alcanzaba a tocar la verdad de sus sensaciones, ni sus sentimientos, ni las percepciones de su alma pasmada. Desencajada. Entonces y de algún modo ligero, menguante, la nieve comenzó a asentarse sobre sus botas, sobre su abrigo firmemente apretado en su mano derecha… pero la que caía sobre sus muslos se derretía con facilidad, tal vez ocurriera lo mismo sobre sus hombros y su cabello.

En algún momento comenzó a sentirse adormecido. Para ese entonces su cuerpo se agitaba con violencia, no sentía los dedos de las manos, ni sus pies, ni siquiera su rostro.

Un hombre lo miró, mientras avanzaba apresuradamente por el sinuoso camino de adoquines. Parecía querer escapar del frío y de esos delicados copos de hielo, deslizándose con fragilidad a través del aire plácido, danzando trágicamente hacia el suelo. Antes de darse cuenta, el hombre ya había desaparecido y el parque yacía en completo silencio, otra vez. El sonido de los vehículos era lejano y desacompasado, pero casi no los escuchaba.

¿Cuánto tiempo habría pasado?

Regresó caminando a casa. Normalmente demoraba quince minutos cuando los recorría con Teddy. En esta ocasión, le parecieron una eternidad. En cuanto vislumbro la entrada de Grimmauld Place, las luces encendidas de la sala de estar, le hicieron fruncir el ceño. Por un esperanzador momento pensó en Draco, pero el rubio nunca había pisado su casa y seguramente ni siquiera sabía dónde vivía.

Como pudo, arrastró los pies hasta el interior, unos ojos castaños lo miraron con sorpresa.

-Por Dios, Harry, ¿qué te pasó?-


¡Y hasta aquí quedamos con el Dios Vishnú! =D

Creo que todxs sabíamos que el "secreto" de Harry tenía que revelarse, pero este no es el mejor momento para que Draco lidie con sus sentimientos. Pero la destrucción puede venir en más de una forma… =/ Al menos Harry no pasará su depresión solo (¿?)

Espero alcanzar a editar todo para el próximo sábado, sino nos vemos sin falta el 24 con el gran Dios Shiva. ¡Palabra!

¿Me merezco un comentario? =D