Salir con Ron y Hermione siempre era divertido, sobre todo porque se habían convertido en sus dos mejores amigos, no que se hubiera olvidado a Dean y Seamus en Godric's Hollow, pero a casi cuatro años de haberse mudado, las cosas habían cambiado y no tenía caso ser hipócrita y mentir. Ahora que todos se encontraban en la universidad, era mucho más difícil encontrarse y salir a tomar algo que, cuando habían estudiado juntos en Hogwarts, pero aun así hacían el esfuerzo de no dejarlo pasar y se reunían todos los sábados que les era posible, e incluso, muchas veces si tenían algo de tiempo libre, se encontraban para comer entre semana, antes de reanudar sus ocupadas vidas escolares.

Hermione había decidido estudiar derecho y como siempre, era la mejor en su facultad, había comenzado una relación con Ron a finales de su séptimo año y hasta el momento seguían juntos, pese a las diferencias. El pelirrojo por su parte se había dedicado profesionalmente al beisbol, aunque había tenido que ingresar a una liguilla de bajo nivel y Harry había decidido que seguir los pasos de su padre era lo mejor, ayudar gente era algo que le apasionaba y ser policía le daba aquella posibilidad, por lo que había entrado a la academia y sobresalía bastante por sus habilidades físicas.

Las cosas en Londres habían regresado más o menos a la normalidad desde que Tom Riddle había muerto aquella noche en el almacén, habían recuperado a la mayoría de los jóvenes secuestrados, aunque la mayoría necesitaría atención psicológica. Por supuesto que el crimen siempre estaba al orden del día y siempre se necesitaba de policías bien entrenados y capaces para hacer justicia, para evitar que se repitiera todo el caos y el horror que Tom Riddle había causado y Harry estaba orgulloso de decir que de tener que volver a hacerlo, volvería a detener a cualquier loco que pensara que jugar con las vidas de las personas era satisfactorio, por Draco, por todos esos chicos que regresaron a casa sin vida.

La noticia había estado en todos los periódicos, revistas y programas de televisión, la conmoción había sido enorme, Riddle había caído a manos de un muchachito de dieciséis años, Lucius Malfoy había terminado en prisión por vinculación al crimen organizado y su hijo y esposa se habían marchado de Inglaterra hacia Nueva York en busca de un lugar tranquilo donde el joven heredero de la fortuna Malfoy pudiera recuperarse del trauma. Lamentablemente, Harry no había podido despedirse, había estado metido en el hospital y luego dando su testimonio a medio Londres y cuando le habían dicho que los Malfoy se marcharían no había podido alcanzarlos, había sido triste, demasiado, sobre todo porque Harry jamás había podido confesarle a Draco sus verdaderos sentimientos y como Narcissa se había encargado muy bien de comenzar de cero nadie tenía idea de donde localizarlos, por lo que llamar o escribirse no era una opción.

Pese a todo, los rumores siempre iban de un lado para otro, unos decían que Malfoy había entrado a una importantísima escuela de leyes y que se graduaría como el mejor abogado de américa, otros decían que se encontraba estudiando música en The Juilliard School, una de las universidades de música más importantes del mundo y que quería dedicarse a los soundtracks para películas, otros decían que pese a las cicatrices en su cara se estaba dedicando al modelaje para aficionados y hasta juraban haberlo visto en más de una revista americana. Decían que Draco se había comprometido con Astoria y que nada más terminar la universidad se casarían, decían que le habían visto acompañado de más de un joven diferente, declarándose abiertamente homosexual, decían, decían y decían, pero Harry no escuchaba, nunca lo hacía, porque detestaba los chismes de corredor, sobre todo cuando lo involucraban o involucraban a aquel que había sido su primer amor.

Pese a ello, Harry estaba tranquilo, siempre había sabido, desde que se había dado cuenta de sus sentimientos por el rubio, que entre ellos no había nada posible, que Draco Malfoy siempre sería imposible para él y estaba bien, porque Draco estaba lejos y esperaba que fuese lo que fuese que estuviese haciendo, fuese feliz y se sintiera completo, que estuviera aprovechando la nueva oportunidad que se le había otorgado y que no la estuviese pasando mal con su falta de vista, que tuviera el valor para vivir como se le diese la gana, sin un padre que le juzgara, sin una sociedad que le señalara, Potter esperaba que ahí en New York, Draco pudiera ser él mismo, lo deseaba de todo corazón.

Harry llegó a la cafetería acordada solo diez minutos tarde, culpa del tráfico de la ciudad, la motocicleta de Sirius siempre le daba ventaja de tiempo, pero no se podía hacer nada cuando el congestionamiento era tanto que hasta caminar era una opción más rápida. Al abrir la puerta del local sonó la típica campanita y Potter divisó a sus amigos junto a una enorme ventana por donde la luz del verano se colaba agradablemente, pronto serían vacaciones y podrían respirar tranquilamente. Ron, Hermione, Neville y Ginny se encontraban ya en la mesa, los cuatro charlaban tranquilamente y sonrieron al moreno en cuanto se acercó, recibiéndolo mientras éste se sentaba a un lado Ron, quién le tendió un muffin de chocolate y una taza de capuchino que habían pedido para él.

—Lamento la tardanza —Se disculpó, dejando su abrigo en sus piernas y tomando algo de aire. —Tenía que pasar a comprar un libro que Remus me encargó y había un tráfico terrible en la avenida principal.

—Dímelo a mí —se quejó Hermione —Tuve que bajarme del autobús y caminar, cada vez hay más gente en la capital y es bastante difícil moverse, no sé cómo haré para pasar a recoger a mi madre al aeropuerto.

—¿Regresa hoy? —Preguntó Ginny, dando un sorbo a su bebida.

—Sí, su capacitación en Italia terminó ayer y se ha quedado solo a descansar.

—Eso hay que celebrarlo —agregó Neville.

—No creo que la señora Granger esté de muy buen humor, dejémosla descansar —Intervino Ron.

—Puedo llevarte hasta el aeropuerto en la motocicleta —Ofreció Harry y todos le miraron. —Aunque tendrían que volver en taxi, no creo que los tres quepamos muy bien y las maletas ni se diga.

—¿En serio Harry? Eso sería genial, saliendo de aquí tenemos que marcharnos ¿no estás ocupado o sí?

—No, esta tarde no tengo que volver a la academia y no tengo que acompañar a Sirius por el anillo de compromiso y la reservación en aquel restaurante francés hasta mañana.

—¿Entonces es enserio que van a casarse? —Preguntó Ron.

—Bueno, aún falta que Remus diga que sí, pero supongo que es la intención, Sirius no puede vivir sin Remus y al revés, están hechos el uno para el otro y la verdad es que se tardaron bastante.

—Es bastante romántico —Añadió Ginny con un exagerado tono soñador —Casarte con tu mejor amigo debe ser genial. —Ron y Hermione se miraron de manera dulce y Harry solo rodó los ojos y negó divertido.

Sirius y Remus habían arreglado sus problemas la misma noche en que Harry había ido a ayudar a la policía con el secuestro de Malfoy, ambos habían aclarado todo el asunto de Draco y aunque Sirius seguía celoso de aquel jovencito, le bastó con la mirada de Remus para saber que éste le decía la verdad y que nunca había mirado a Draco de otra manera que no fuese un amigo y de todas formas ambos estaban tan preocupados por Harry que ese tema se había vuelto una nimiedad comparada con lo que pasaba en aquel instante. Después de aquella noche Sirius volvió a su departamento, junto a Remus y habían retomado su relación. Si Lupin había echado en falta la caja con sus recuerdos con Draco Malfoy nunca lo dijo y Harry nunca hizo el mínimo esfuerzo por devolvérsela, las fotografías formaban parte de su colección personal de recuerdos de Draco Malfoy, así como las fotografías del festival de invierno, los boletos del cine, el teatro, al feria y los conciertos a los que habían ido juntos, las canciones que habían compuesto juntos, las revistas viejas que había podido encontrar donde el insoportable rubio salía y los mensajes de WhatsApp que había impreso y guardado en un sobre.

—¿Qué es lo que haremos éstas vacaciones? —Preguntó Neville. —Mi abuela me ha dado unos pases de descuento para un parque acuático que acaban de abrir en Wiltshire.

—Suena bien —concordó Harry. —Pensé que podíamos ir todos juntos al concierto de Paul McCartney, el jefe de mi padre nos dio entradas, como veinte, podríamos aprovecharlas también. Y además Ron nos ha traído entradas para toda la temporada de la liga europea de beisbol.

—Parece que ya tenemos bastantes planes, aunque deberíamos incluir tardes de película y esas cosas —intervino Hermione— podemos hacerlo en mi casa sin problemas.

—Pero no más de esas películas donde el muchacho no sabe que es un mago y cuando lo descubre tiene que ir a un colegio de magia donde se mete en un sinfín de problemas porque un mago loco quiere asesinarlo, por favor —Replicó Harry. —Que Tom Felton sea mi chush no quiere decir que tenemos que verlas todo el tiempo, ni si quiera recuerdo su nombre y son como ocho.

—La saga se llama Harr... —iba a aclarar Hermione, pero Ron la interrumpió.

—Harry tiene razón, yo prefieroTwilight.

—Por favor, Ron, nadie prefiere Twilight —Habló Ginny, claramente avergonzada. —The lord of the rings, hasta Los juegos del hambre, pero ¿Twilight? ¿En serio?

—Yo creo que MazeRunneres mejor —Intervino Neville.

—O Shadow Hunters —agregó Harry, comiendo de su muffin.

La plática se fue entre libros juveniles y películas que les gustaban más que otras, entre risitas y comentarios amigables, entre más tazas de café que las que habían pensado que tomarían y rebanadas de tartas de diferentes sabores que los dejaron demasiado satisfechos como para querer comer nada más hasta tarde y había sido agradable, porque Harry se la pasaba bien con sus amigos de la academia de policía pero no tan bien como con los amigos que había hecho en Hogwarts. Constantemente se encontraba pensado, en que, si Draco se hubiera quedado en Londres, probablemente no pasarían tiempo todos juntos, pero a veces le gustaba imaginar que sí, que todos habían dejado los rencores del pasado y podían salir a beber café y a comer pastelitos todos juntos, a veces se imaginaba a si mismo guiando a Draco por la ciudad, hablándole sobre lo que pasa alrededor, hablándole sobre lo que Draco ya no podía ver, a veces se imaginaba con él, escuchando alguna película y platicando en voz muy bajita, mientras la chimenea les calentaba, a veces se imaginaba con él besándolo por primera vez, extrañando su intensa mirada gris, pero agradeciendo a dios por haberlo mantenido con vida.

Si, a veces lo extrañaba, extrañaba pelear con él, extrañaba su sarcasmo, las tardes escuchando música o paseando por la ciudad, extrañaba su colonia carísima, su cabello platino, brillante y lacio, la manera en que arqueaba la ceja antes de burlarse de él, la manera en que fruncía los labios con desagrado, el cómo lo miraba con superioridad como si una sola uña suya valiera más que toda su casa. Extrañaba sus expresiones altaneras, su sarcasmo y sus malas palabras, extrañaba la manera en que parecía haberse criado por un rey y una reina, siempre presumido y snob, extrañaba que el bastardo estuviese consciente de su belleza y se presumiera a si mismo al mundo, como si fuese una de las siete maravillas, aunque Harry pensaba a veces que si, Draco Malfoy era una de las siete maravillas del mundo.

Se preguntaba constantemente si algún día volvería a verlo, aunque era poco probable, si él no le había contactado debía ser por algo, tal vez no quería recordar lo que había pasado en Londres, tal vez no quería seguir ligado a alguien que le recordara la mala experiencia que había vivido. Y Harry pensaba que estaba bien, pero no por eso era menos triste, él ya tenía casi veinte años y no había salido con nadie más después de la confesión de Draco, y no por que no hubieran chicos y chicas disponibles para él —como Ginny quién parecía no perder las esperanzas pese al tiempo que había pasado—, era más bien que Harry nunca se sentía a gusto con nadie, lo que había tenido con Draco, pese a ser únicamente una amistad bastante extraña, era único. A veces Harry se preguntaba cómo era que había quedado tan flechado de alguien quién solamente le dio un remedo de beso en la comisura de los labios.

Al terminar la reunión, tal cual prometió a Hermione, Harry la llevó hasta el aeropuerto internacional de Londres, las calles ya no estaban tan llenas pero aun así tardaron en llegar más de lo previsto. Harry aparcó la motocicleta y bajó junto a Hermione, dispuesto a ayudar a la madre de su amiga con las maletas hasta que tomaran un taxi y luego marcharse a casa a tocar un poco su guitarra, con las tareas de la universidad era difícil encontrar tiempo para sí mismo y le gustaba aprovechar cada minuto que tuviera a su disposición. El lugar como siempre estaba llenísimo, Harry había tenido que ir un par de veces a hacer prácticas y simulacros y siempre le había fascinado la manera en que la gente parecía moverse por todas partes y sin chocar una con otra, arrastrando maletas y cargando cafés imbebibles por lo calientes que se encontraban.

Harry se dejó guiar por Hermione entre la gente hasta la salida donde se había quedado de ver con su madre, el avión había llegado supuestamente veinte minutos antes y la señora Granger ya debía estarlos esperando. Potter solo se detuvo para tomar de una máquina expendedora una bolsa de papas de jalapeño para él y un par de jugos para Mione y su madre, inmediatamente siguieron caminando, hasta que divisaron a la mujer de pie, con únicamente una maleta en la mano y luciendo algo cansada. Potter rápidamente se acercó a saludar y a extenderle la bebida que había conseguido para ella, la señora Granger le agradeció con una sonrisa cariñosa, muy similar a la de su hija y después de un corto intercambio de palabras comenzaron a caminar. La señora Granger era muy agradable y platicaba con entusiasmo su experiencia en Italia mientras salían del aeropuerto dispuestos a buscar un taxi para ambas mujeres.

Habían puesto solo un pie fuera cuando algo deslumbró a Harry, a solo unos metros una cabellera rubia había llamado su atención, pero aquella no era la primera vez que ocurría, Harry solía ver cabelleras rubias y ojos grises por todas partes. Miró por costumbre al chico que se encontraba a un par de metros de él, estaba de espaldas y vestía una chaqueta larga de lana color verde esmeralda y tenía su rubio cabello sujeto sobre su cabeza en un moño bastante descuidado. Le vio levantar la mano de manera floja cuando un auto pasó cerca y la manga se le levantó, en su antebrazo había un tatuaje bastante peculiar, eran flores, unas hermosas flores a todo color y con efecto acuarela, pero rodeaban la figura de un cráneo y una serpiente que salía de la boca de ésta y entonces Harry se detuvo, ignorando por completo que el taxi que su amiga había pedido esperaba a que metiera la maleta en el maletero.

Potter entregó a la señora Granger su equipaje, de manera descuidada y comenzó a caminar, ignorando las preguntas de sus acompañantes, el joven rubio del tatuaje conocido había logrado parar un taxi y estaba a punto de subir a él cuando Harry lo tomó de la muñeca y le detuvo de manera suave. Quería girarlo, quería confirmar sus sospechas, pero tenía miedo, no sería la primera vez que se equivocase y confundiera a Draco Malfoy con cualquier otro chico de su misma complexión y cabellos rubios. Pero Harry no tuvo que mover ni un solo músculo, el chico entre sus manos volteó para encararlo y Potter casi creyó haber tenido un paro cardiaco cuando le miró finalmente, no se había equivocado, por primera vez en cuatro años no lo había hecho, Draco estaba ahí y estaba increíblemente guapo, tenía puestas unas gafas de sol que le cubrían los ojos, pero Harry sabía que ni así podría verlo y aquello solo le trajo un mal sabor de boca.

—¿Quién eres? —Preguntó el rubio, sacándolo de su estado de shock, su voz era dura y suspicaz, como si temiera que alguien le hiciera daño. —Responde o suéltame —dijo una vez que Harry no se dignó a responder, demasiado ocupado en recordar cómo se respiraba.

—Soy... soy...

—Harry... —Dijo en voz bajita, tal vez reconociendo su voz y Potter sintió que el corazón se le salía solo de escuchar su nombre en aquellos labios.

Draco no había cambiado demasiado, si estaba mucho más alto y su cabello más largo, pero igual de brillante y lacio, su cuerpo de adolecente había quedado atrás y ahora era un joven fuerte y en forma, con brazos fuertes y hombros anchos, las facciones de su rostro se habían endurecido, pero seguían siendo filosas y perfectas, pese a los lentes de sol, Harry podía ver sus ojos cerrados y rodeados de pequeñas y casi transparentes cicatrices, resultado de lo que Bellatrix le había hecho. Harry se preguntó si así como Draco había cambiado físicamente lo habría hecho su personalidad, ¿le habría afectado aquella horrible experiencia al que lo habían sometido? Probablemente sí, pero ¿Qué tanto? Harry esperaba que no mucho, en el fondo sentía que sería extraño no lidiar con el Draco Malfoy que había conocido al llegar a Londres cuatro años atrás, aunque dudaba que fuese justo llegar a los golpes con alguien que no podía ver, ni protegerse como era debido.

Entonces Draco Malfoy sonrió de manera altanera y el mundo se detuvo, ya no había gente caminando de un lado a otro, ni coches pasando a gran velocidad por la avenida, tampoco existía el sonido de las maletas siendo arrastrados, o las conversaciones, no había nada más que aquella sonrisa petulante que Harry no sabía que había extrañado tanto hasta que la miró de nuevo. Algo dentro de él se encendió, algo que no había sentido antes, algo nuevo, fuerte y poderoso.

—Siempre tan elocuente, Edgar Allan Poe debe haber reencarnado en ti o de lo contrario no encuentro explicación para tal derroche de...

Pero Harry no le dejó continuar, lo tomó entre sus brazos y lo apretó con fuerza en un abrazo que decía que lo había extrañado y que estaba muy feliz de verlo de nuevo, que lamentaba todo lo que le había pasado, que lamentaba no haberle podido ayudar antes, no haber podido evitar que perdiera sus ojos y su dedo, no haber podido evitar todas esas cicatrices. Draco para su sorpresa correspondió el abrazo, un tanto inseguro, pero finalmente lo hizo y el corazón de Harry se sintió cálido, tanto que lo sentía bailar de felicidad dentro de su pecho.

—Tú, maldito hijo de puta... —Le dijo con lágrimas en los ojos, acariciando su sedoso cabello por primera vez. —Ni una carta, ni un mail, o un maldito estado en Facebook, nada, desapareciste.

—También te extrañé, Potter —le respondió abrazándolo con mayor fuerza, Harry casi tenía que ponerse de puntitas por la diferencia de altura.

Finalmente se separaron del abrazo y Harry miro a Draco, no parecía atribulado o molesto por no poder verlo, al contrario se le veía contento y tranquilo. Potter le indicó al taxista que podía marcharse, que él lo llevaría a casa y Malfoy solo asintió, disculpándose por las molestias. Cuando Harry volteó, Hermione y su madre se habían marchado, así que tomó a Draco de la mano para comenzar a guiarlo hasta donde había aparcado la motocicleta, solo para recibir comentarios como "Puedo caminar solo, gracias" o "Joder, Potter eres peor que mi madre, déjame andar solo" pero aquello en vez de molestarlo le hizo sonreír, definitivamente Malfoy no había cambiado y aquello estaba bien, porque para Harry era perfecto tal como era.

—Vayamos a tu apartamento —Le dijo el rubio una vez se montó en la motocicleta.

— ¿Seguro que no quieres ir a Malfoy Manor?

—No ahora... a menos que estés ocupado.

—He terminado con mis deberes del día de hoy... sujétate fuerte de mí.

—¿Esto es parte de un plan para obtener un abrazo mío? Dios, Potter, la última vez que te vi no eras tan marica, ni patético —Harry rodó los ojos divertido.

—Me alegra que no se hayan perdido las viejas costumbres, puedes hacer lo que se te dé la gana, pero si te caes, no me detendré a recogerte.

Y arrancó, el viaje fue corto pero placentero, los rayos de sol de la tarde los calentaban tenuemente e iluminaban un camino que Draco no podía ver, pero que Harry disfrutaba por los dos. Llegaron hasta el apartamento de los Potter donde, como siempre, no había nadie. Potter abrió la puerta una vez que salieron del ascensor, ninguno de los dos había dicho nada, así que cuando Draco se adentró, Harry se limitó a observarlo y advertirle, de ser necesario, si estaba a punto chocar con algo, cosa que no pasó, Malfoy parecía recordar bastante bien su casa, la cual no había cambiado en todo ese tiempo, había sabido localizar el sofá y se había sentado en él, no sin antes quitarse la chaqueta de lana. Nuevamente, como la primera vez que Draco había estado ahí, el hombre desentonaba completamente con la decoración del apartamento.

—Cómo sabías que estaría en el aeropuerto? —preguntó el rubio, sin voltear a ninguna parte en específico.

—No lo sabía —respondió Harry desde la cocina, donde destapó un par de cervezas. —Estaba ahí por casualidad, hasta que te vi —se sentó a su lado tendiéndole la cerveza y Draco bebió casi de inmediato.

—Es un alivio que al menos uno de nosotros pueda hacerlo, ya sabes, ver... —Potter se removió incómodo en su asiento, no se había esperado aquella respuesta.

—¿A qué has vuelto? —Preguntó intentando evadir la incomodidad. —Creí que no volvería a verte nunca y dudo mucho que hayas venido a verme.

—He venido a poner en orden los papeles de la mansión y de mi fortuna, esa casa estará a la venta mañana mismo y yo volveré a New York de inmediato...

Ambos tomaron de sus bebidas mientras el silencio se instalaba entre ellos. Harry no debía sentirse decepcionado, porque algo así era bastante obvio, peor aun así no podía evitarlo, a él le había hecho mucha ilusión verlo de nuevo, aunque era claro que aquello no había estado en los planes de Malfoy, había ido ahí esperando no ser visto por nadie para regresa de inmediato a su nuevo hogar, junto a su madre, lejos, muy lejos de él. Sintió un nudo en el estómago que le obligó a tomarse toda su cerveza de golpe, haciéndole sentir ligeramente mareado, algo que no le impidió ponerse de pie y traer unas cuantas bebidas más.

—Me alegra haberte encontrado, —confesó, intentando que la desilusión no se notara en su voz— me alegra verte bien, luces... luces sensacional.

—Me gustaría poder decir lo mismo, pero conociéndote, ni mi imaginación puede hacer milagros... ¿por fin te cortaste el cabello o...?

—No, no, la mata desagradable sigue ahí, puedes seguir imaginándola y vomitar si quieres, ya sabes dónde está el baño. Ah, y si te cuesta trabajo sacar tu desayuno, las horribles gafas redondas siguen aquí, adornando mi cara.

—Dios, Potter, necesito un poco más de alcohol si planeas que soporte esto —bromeo terminando su primera cerveza y Harry le extendió la segunda.

—No vas a contarme que ha sido de ti ¿cierto?

—Preferiría no hacerlo...

—Y tampoco vas a querer que te cuente sobre mí.

—Exactamente.

Se quedaron en silencio una vez más, bebiendo mientras cada uno estaba metido en sus propios pensamientos. Al llegar a la cuarta cerveza Harry decidió que no podía soportar más el silencio y colocó algo de música, Look what you made me dode Taylor Swift sonó de inmediato y Harry soltó una carcajada burlona, en parte por que recordar a Malfoy cantar aquella canción cuando era el hit del momento le seguía dando risa y en parte porque el alcohol ya estaba haciendo de las suyas en su organismo y de repente todo lo parecía comiquísimo.

—Muy gracioso Potter, de verdad, divertidísimo —bufó Draco, pero Harry no cambió la canción, simplemente colocó el aleatorio y regresó a su asiento.

—Cántala... —Le pidió en tono divertido.

—No.

—Cántala.

—Púdrete, Potter.

—¡Cántala!

—¡Joder Potter! "I'm sorry, the old Taylor can't come to the phone right now"

—"Why?"

—"Oh, 'cause she's dead!" —Ambos comenzaron a reír descontroladamente mientras la melodía terminaba, de repente parecía que la cerveza se había convertido en agua y la bebían sin reparos mientras iniciaba Help! de The Beatles.

—¿Draco Swift o Taylor Malfoy?—Preguntó un ebrio Harry Potter una vez que las risas terminaron.

—Jódete.

—¿Por qué no admites que te gusta? ¡Han pasado años!

—En serio Potter, cierra la boca, o descubriré donde está tu cara y la golpearé hasta convertirla en la perfecta réplica de la de El jorobado de notre dame.

—Quiero verte intentarlo, Mal... —Y se detuvo que golpe, una nueva canción había comenzado a sonar, Baby I'm yours.

—¿Recuerdas la noche en el karaoke? —Preguntó Malfoy, como si no hubiese notado el cambio en la actitud de Harry. —Me la pasé bien, aunque estaba un poco ebrio... cantas bien, muy bien.

—Escucha Draco... —Dijo el pelinegro, había olvidado que tenía algo importante que decir y aquel era el momento. —Cuando... antes de que... bueno, ya sabes, de que pasara lo de... bueno eso, tú, tú me dijiste que...

—Así que estabas escuchando... Creí que me habías ignorado o algo.

—¡No! No... es solo que me tomó por sorpresa porque, bueno eras tú —Draco alzó la ceja. —El punto es que nunca pude responderte.

—No tenías que hacerlo.

—Joder, déjame terminar una frase, que pesado... —se aclaró la garganta, ligeramente nervioso— Draco, tú también me gustas, es decir, creo que... Que también estoy enamorado de ti e iba a decírtelo en aquel mismo momento, pero pasaron todas esas cosas y... —suspiró— y te perdí...

—Si esto es por lástima será mejor que lo dejes ya —le reclamó.

Harry lo miró con el ceño fruncido, podía ver la incertidumbre y la inseguridad en el rostro de la serpiente, así que hizo lo único que se le ocurrió en aquel momento, le besó, apasionadamente, con el fervor de años de espera y le alegró darse cuenta de que Draco le correspondía. Stillloving you de Scorpions sonaba de fondo, dándoles un ambiente romántico y erótico. Draco Malfoy sabía tal cual Harry había imaginado, a menta y fresa, con un toque de alcohol bastante excitante. Le faltaban manos, le faltaban lenguas, le faltaba de todo para disfrutar de Draco, para disfrutar de tenerlo a su merced.

El rubio enredaba sus largos dedos en la desordenada cabellera de Potter, jadeando ligeramente mientras sus lenguas se exploraban, ansiosas y juguetonas. Era palpable la tensión sexual entre ellos, aquella que habían soportado desde que se habían conocido y ambos sabían que aquello les explotaría en la cara, pronto, rápido si seguían a ese ritmo, pero no les importaba demasiado, habían esperado ya mucho por aquel momento.

Con manos hábiles Draco despojó a Harry de su camiseta y éste le correspondió abriéndole la camisa botón a botón, con manos temblorosas, Draco tocaba el torso y el rostro de su acompañante, como si quisiera grabarse su forma al tacto, intentando compensar su falta de visión y Harry sintió que se correría únicamente con aquel tacto suave. Entre besos caminaron hasta la habitación del moreno, importándoles poco dejar la ropa tirada en el camino, así que, cuando llegaron a la siempre desordenada cama ya se encontraban completamente desnudos.

—Joder, quiero verte, quiero verte... —Chillaba Malfoy con desesperación, mientras Harry lo recostaba en la cama y le besaba cada centímetro de piel que tenía a su disposición.

—Siénteme, Draco, siénteme —le respondió Harry con el corazón hecho trizas, no se imaginaba lo que era estar en su situación.

Se besaron nuevamente, acariciándose de manera frenética, por el alcohol, por las ganas que se tenían desde su adolescencia, por todo. Harry sentía su miembro a punto de reventar, necesitaba entrar en aquel rubio perfecto, necesitaba hacerle el amor, necesitaba hacerle entender que no importaba que no pudiese verlo, que lo importante era que lo sintiese. Cerro los ojos, dispuesto a no abrirlos más, dispuesto a ponerse en el lugar de su acompañante, Draco por supuesto no se daría cuenta, pero a Harry le hacía sentir más unido a él.

El pelinegro se estiró hasta la mesita de noche y abrió uno de los cajones de donde extrajo un condón y se lo colocó sin mucho cuidado, no sería la primera vez que tendría sexo con un hombre y tenía la costumbre de hacerlo. Inmediatamente después buscó a tientas el lubricante, Draco ya había encogido las piernas mostrándole su húmeda y exquisita entrada, tan ansioso como él de que aquello pasara. Potter untó sus dedos en lubricante y entró en aquel perfecto y pálido cuerpo para prepararlo lentamente. Harry, Harry. Decía Draco con voz sensual y siseante. Dios, no puedo más. Le respondió Harry y sin más apartó sus dedos y entró en él de una sola estocada. Draco gimió de placer, Harry gruñó sonoramente. El moreno se inclinó hacia adelante y le besó profundamente antes se salir de él y volver a entrar.

Estocada tras estocada ambos eran llevados a un mundo diferente, uno recién descubierto y lleno de posibilidades, Harry se sentía en el paraíso de lo bien que se sentía y Draco en el infierno de lo ardiente que era y sin embargo ambos coincidían en que la espera había valido cada maldito segundo. Se pertenecían, jamás se habían sentido así con ninguno de sus amantes y joder, les derretía hasta los huesos y les fundía en un solo ser que estaba lleno de pasión desbordante y locura. Draco no cesaba de explorar el cuerpo de Harry con sus dedos, arañándolo de vez en cuando, lamiéndolo cuando la posición se lo permitía y apretando su entrada para volver a su amante loco de placer. Harry entraba, una y otra y otra vez, acertando en la próstata de Malfoy, no fallando ni una sola vez.

—Por dios, Potter, no voy a romperme joder, hazlo más rápido, más fuerte —Exigió el rubio.

—Eres un maldito mandón, cierra la boca por una vez... —Respondió con la voz ahogada en jadeos, pero aun así obedeció, dispuesto hacerle sentir más.

Finalmente Draco llegó, derramándose sobre su abdomen, salpicando a Harry quién, bajo la presión del ano de Draco no tuvo más opción que dejarse ir dentro. El moreno se dejó caer sobre el cuerpo de su acompañante y le sonrió pese a que éste no podía verlo. Había descubierto que sí había algo más sexy que Draco Malfoy en uniforme de beisbolista, el mismo bastardo insufrible desnudo bajo su cuerpo.

—No quiero dejarte ir... —Confesó Harry, mientras se enredaba en el cuerpo de Draco y los cubría con las cobijas.

—No puedo quedarme...

—¿Por qué?

—Porque todo aquí me trae malos recuerdos, porque mi madre, mi universidad, todo está en New York, incluida mi nueva vida...

—Nada de lo que diga va a convencerte ¿cierto? —Draco asintió pero le besó, tiernamente.

—Lo siento Harry...

El moreno se quedó en silencio por un segundo.

—Entonces llévame contigo...

—¿Qué?

—Llévame contigo a Estados Unidos, pediré un traslado, en la academia de policía no es tan difícil, buscaré un trabajo de medio tiempo y un apartamento, hablaré con mis padres, no se negarán y...

—¿Qué es exactamente lo que buscar, Potter? ¿Una relación llena de flores y chocolates? Porque yo no puedo ofrecerte eso, nosotros nunca hemos funcionado así.

—Eso ya lo sé, maldito aguafiestas —le besó — pero es justamente por eso que quiero estar contigo, porque siempre has sido diferente.

—Estás loco.

—Lo sé, lo supe desde que me di cuenta que me había enamorado del bastardo número uno de Inglaterra.

—Voy a tomarlo como un cumplido.

—¿Entonces?

—Nada de cursilerías tontas Potter y no esperes que yo cambie demasiado.

—Por supuesto que no.

—Bien...

—Bien. —Le besó.

—Ahora tráeme algo de comer, no he probado bocado desde que salí de Estados Unidos.

—Al menos podrías decir por favor.

Ahora, Potter, que tengo que ir a ver al agente que venderá mi casa, no tengo todo el día.

—Púdrete.

—Jódete.

—Consigue tu maldita comida tu solo. —Draco sonrió y se subió a horcadas en el cuerpo del moreno, mientras comenzaba a deslizarse hacia abajo, hasta llegar a su pene.

—De acuerdo... —Dijo con voz seductora. —Pero conste que tú me lo has pedido —Y se metió el glande a la boca.

Harry pensó que si todas las peleas iban a terminar de aquella manera, podría soportar a Draco-Imposible-Malfoy como novio una eternidad entera. No estaba asustado de comenzar una nueva vida lejos de Londres, probablemente extrañaría a sus amigos y a sus padres. Se sentía como Gisell, de la películaEnchanted, tomando decisiones descabelladas de manera apresurada, pero en realidad no le importaba demasiado, no mientras Malfoy la chupara de esa manera y le hiciera sentir cosas inexplicables, como había hecho desde que se habían conocido. Incluso. Pensó. Creo que el bastardo se ha ganado que le traiga de comer.

Potter sabía que hablarían de él y que hablarían mucho, que los chismes comenzarían a correr de la misma manera en que había ocurrido cuando se había mudado a Londres, pero por primera vez no le molestó demasiado pensar que estaría en boca de todos y mucho menos estar en boca de Draco Malfoy.