Disclaimer: los personajes de Martín Hernández y José Manuel González Rodríguez pertenecen a Rowein, comunidad LiveJournal. Yo solamente escribí este Fanfic.
Pareja (para ser más obvios): Argentina (Martín) x Chile (Manuel).
#Hastage(?)ArgChiWeek2017
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¡Semana ArgChi!
Día 1
Histórico
Línea improvisada
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Manuel escupe en el pasto y levanta la mirada a Martín, que está a unos cinco metros frente a él, sentado de la misma forma, dándole la cara. Martín sonríe autosuficiente, frotándose los nudillos en el símbolo del ejército argentino en el pecho y después soplándolos.
Su arrogancia se gana un escupitajo justo en su dirección, que por motivos obvios no llegó ni cerca suyo, y que hace que sonría más.
—¿No querés hacer otra cosa con esa saliva?
—¿No querí que te parta la naríz, rucio conshetumadre?
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Viven peleando.
Desde los mapuches y los tehuelches.
Omitiendo la lucha de la independencia.
Desde la independencia.
Desde la Patagonia.
Desde Malvinas.
Desde ahora.
Manuel piensa que Martín exagera por seguirle la guerra por un pedazo de tierra que casi no tiene valor.
"¿Y por qué tengo que pasar yo por TU patria para ir a otro pedazo de MI patria?"
"Devuelve entonces la Patagonia entera y no te molesto más, weón."
Y esa risa cantarina y divertida, como si estuviera despreocupado. Irritante y testaruda. Le hace saber tan bien que lo que dice lo irrita tanto como le encanta.
"Yo no te robé nada."
"Calla, oh, rucio culiao."
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Martín juega a cortar el pasto amarillento y feo del desierto del sur. Le gusta poco que el frío sea tan severo, que le corte un poco las mejillas y le reseque la piel, que lo tenga con ojeras por dormir mal y que todo en general le parezca un juego horrible.
No sabe si le gusta seguir peleando con Manuel por cada cosa que surge entre ambos.
Tienen una cordillera enorme dividiéndolos, por empezar, pero parece que ni por eso ni por cualquier cosa logran terminar divididos en serio.
Ni siquiera sabe justamente en qué dirección estaría el canal de Beagle. ¿Sería a la izquierda o a la derecha? Cuando lo menciona se le entumecen los dedos de los pies, sí sabe que está al sur, es donde se encuentra, gracias por nada a sus pies…
Lo que más le llama la atención de entre todo eso, quizá, es que no tiene idea de dónde es Argentina ni dónde es Chile.
Y eso le provoca un regocijo tan grande que le hace reírse como nene malicioso y chiquito, cuyo plan macabro da justo en el clavo y a quien se lo dedica no tiene ni idea.
Porque Manuel en serio no está ni enterado de por qué Martín lo mira y sonríe con victoria, aunque no tenga ganado el lugar y aunque lo fuera a perder, sin saberlo aún.
Tiene tantas ganas de romperle la cara.
—Te voy a sacar la mierda, weón. Deja de mirarme.
—Calláte, boludo, dejáme por lo menos disfrutar la vista.
—Erí un conshesumadre.
—Uff, no sabés cuántas veces te lo escuché.
—Rucio e' mier-... —Lo corta una nueva carcajada cantarina—. ¡Mierda, Martín! ¡Ni estando por ir a la guerra te comportai maduro!
—¡Es que no puedo, boludo! —Se ríe más con la constestación—. ¿Ni siquiera te das un poquito de cuenta de la ironía?
Manuel gruñe con enojo, porque no entiende y no quiere tener la desvergüenza de preguntar. ¿Quién le dice que no se traga un chiste de mal gusto nuevamente?
Hay dos trincheras armadas allá, un poco más lejos que donde están. Y ni los argentinos ni los chilenos saben dónde están, pero igual se miran con desconfianza mientras trazan una línea imaginaria.
Martín se para del suelo, sacudiéndose el uniforme y encaminándose al chileno, que se pone en pie de golpe al verlo moverse. Casi que piensa que lo va a golpear, por el paso firme y la expresión indescifrable que tiene el rubio al acercarse.
Pero le agarra las manos, primero.
Le suelta una, después.
Y le hace dar una vuelta sobre sí mismo al final.
Está tan sorprendido que no dice ni "a", ni le suelta la mano, ni se suelta de la ajena. Lo mira con el entrecejo recto, alzando una ceja con lentitud cuando vuelve a tenerlo de frente.
—¿Qu-?
—Estás más bueno que la mierda, Manu.
—¡Weón-...!
Otra vueltita, y Martín le pone una mano en la cintura y gira con él, dejándolo perplejo.
Manuel no entiende por qué, por primera vez, un gesto tan cercano le da más gracia que enojo. No sabe por qué las mejillas siguen pálidas y no se inmutan, no sabe por qué lo deja hacer y hasta gira por cuenta propia.
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Y es que se olvidó por ese preciso instante de dónde están parados.
De hecho, no sabe dónde está parado.
¿Es Argentina o es Chile?
¿Quiénes son Argentina y Chile?
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Cuando cae en la realidad, se percata del baile improvisado, de unas risas allá a lo lejos.
Y entiende como por arte de magia la gracia de Martín.
No es nada indiferente al hecho de encontrarse peleando por un lugar en el que no se sabe dónde empieza uno y dónde termina el otro. No lo es al saber que, en ese lugar, está perdido y no sabe dónde empieza Martín y dónde comienza él.
No tiene idea de dónde se va la amargura y el resentimiento por el rucio que lo hace bailar entre carcajadas y risas entretenidas, pero se va, y quedan nada más Argentina y Chile bailando un tango, tan improvisado como la división entre ambos.
Argentina pierde el canal de Beagle, sí.
Chile se acuerda de esa tardecita y se le colorean enteras las mejillas.
Y Martín sigue riéndose por recordarla, ya no con tanta gracia, sino con ternura, con cariño.
"¿Sabés cuántas familias de los dos hay por allá?"
"¿De qué chucha estai hablando, Martín?"
"Por el sur, por tu amada y mi amada Patagonia, ¿tenés una idea de cuántos no reconocen Argentina ni Chile de mala forma, cuántos son hijos de los dos?"
"... calla, oh."
"JAJA, te adoro, te lo dije ya, ¿no?"
"Shhh…"
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No es ignorable el que, en un cierto punto, ninguno sea ellos, y ellos sean lo mismo...