Allen abrió los ojos lentamente. Estaba en una habitación, había mucha luz. Tenía unas grandes ventanas en una de las paredes. No era una habitación de enfermería, era más como un dormitorio normal y corriente. La cama era grande, había una mesita de noche, un armario, varios muebles con cajones y un escritorio, en el que había un portátil.

El joven Jedi se levantó de la cama. Salió de la habitación y se dio cuenta de que no reconocía dónde estaba. Caminó un rato sin ver a nadie hasta que finalmente llegó a lo que parecía ser un salón.

-Veo que ya te has levantado – dijo Visión, entrando justo detrás de él en el salón.

-¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

-Te desmayaste debido a la pérdida de sangre. Ahora mismo estás en el nuevo complejo de los Vengadores, a las afueras de Nueva York. Llevas inconsciente dos días.

-¿Qué pasó después de que me desmayara?

-Conseguimos destruir la parte de la ciudad que estaba flotando. Por desgracia, miles de Sokovianos murieron por los escombros que cayeron.

Allen ya se esperaba aquello, sabía que miles era mejor que miles de millones, sin embargo aún pesaba en su conciencia, podrían haberlo evitado.

-¿Dónde están todos los demás? –preguntó, dándose cuenta de que no había visto a ninguno de sus compañeros.

-Thor volvió esta mañana a Asgard y parece ser que el señor Stark ha decidido retirarse, al menos durante un tiempo. El doctor Banner está desaparecido.

-¿Desparecido?

-En cuanto la batalla acabó, cogió un Quinjet y se fue, al estar en modo oculto no podemos rastrearlo. Ahora mismo se encuentra en paradero desconocido.

-¿Y Steve, Clint y Natasha?

-El señor Barton también se ha retirado. El Capitán y la señorita Romanoff están viviendo en este complejo, entrenando a los nuevos Vengadores.

-¿Nuevos Vengadores? ¿Quiénes son los aspirantes? – preguntó Allen, sentándose en el sofá, Visión hizo lo mismo.

-El coronel Rhodes, Sam Wilson, Wanda Maximoff y yo, Visión. Steve y Natasha esperaban que te quedaras aquí con ellos.

-¿Dónde están? Querría hablar con ellos.

-Según el sistema, ambos están entrenando en el gimnasio. Tan solo tiene que seguir este pasillo y girar a la derecha cuando llegue al final – le dijo Visión, señalándole un pasillo que tenía a su espalda.

-Gracias visión – le agradeció Allen, levantándose.

-Tal vez debería hablar con Wanda.

-¿Cómo dices?

-Desde que volvimos solo sale de su habitación cuando hay entrenamiento, no habla con nadie. La muerte de su hermano la ha afectado mucho.

-¿Y por qué iba yo a poder cambiar su estado de ánimo? – preguntó Allen, intentando sonar lo más frío posible. Él se sentía culpable por la muerte de Pietro, quien murió por salvarle la vida, no pensaba que a Wanda le gustara mucho verle en ese momento.

-Tal vez unas palabras de la persona por la que se sacrificó su hermano signifiquen algo para ella más que de cualquier otro.

-Hablaré con ella – dijo Allen, echando a andar hacia el gimnasio.

En realidad pensaba que su conversación con Wanda haría más mal que bien, al fin y al cabo, Pietro estaba muerto por su culpa. Imaginaba que ahora mismo Wanda le odiaría tanto como él la odiaba cuando la conoció. Ahora que miraba hacia atrás, empezaba a pensar que tal vez se había pasado un poco con ella. Era cierto que le había hecho ver aquella horrible visión y que ahora ella conocía su mayor miedo, pero en realidad él también había hecho cosas horribles en la guerra.

Tras un rato caminando, Allen llegó al gimnasio. La puerta estaba abierta y se oían grandes golpes que venían de dentro. Cuando Allen se asomó vio a Steve, golpeando con mucha fuerza un saco de boxeo y a Natasha golpeando otro saco, pero ella le daba patadas realizadas con mucha flexibilidad y con las que Allen solo podía soñar hacer.

-Veo que vosotros no descansáis – dijo Allen, para hacerse notar. Ambos Vengadores pararon de golpear sus sacos y se giraron sorprendidos por verle allí.

-¡Has despertado! – dijo Steve sonriendo y acercándose para estrecharle la mano.

-¿No deberías dejar de entrenar durante unos días?

-No podemos, técnicamente aún no ha acabado todo. – le dijo Natasha, acercándose y poniéndose al lado de Steve.

-¿A qué te refieres?

-Durante la batalla de Sokovia, faltaba alguien – le dijo Steve.

-El Inquisidor – dijo Allen, cayendo en la cuenta de que no estuvo en la batalla.

-Así es, aún está suelto.

-No puedo dejar que vayáis a por él. Es a mí a quien busca, a mí y al holocrón. Es mi problema, no vuestro.

-No digas tonterías. Si es tu problema, también es el nuestro. Además, tú viniste sin dudarlo ni un instante cuando te lo pedimos – le dijo Natasha, dándole un golpecito en el hombro.

Allen sabía lo cabezones que eran sus compañeros, sabía que no valdría nada de lo que dijera.

-¿Estáis seguro de que queréis hacer esto? Los Sith, el Imperio, no es nada parecido a lo que hayáis visto jamás. Nos enfrentaremos a un poder que ni los que lo usamos lo entendemos.

-Ya sabes la respuesta – le dijo Steve.

-¡Perfecto! Ahora que estamos al día, queríamos pedirte ayuda para entrenar a los nuevos Vengadores.

-¿Yo?

-Sí, tu. En combate cuerpo a cuerpo estás a nuestra altura y en el de con espadas o cosas parecidas nos das mil vueltas a cualquiera de este planeta. Además, con tus poderes podrás ayudar a Wanda a controlar mejor los suyos y a mejorar – le dijo Natasha.

-Está bien.

Allen estaba a punto de marcharse cuando se acordó de algo.

-Por cierto, hablando de Wanda, ¿podríais decirme dónde está su habitación? Quería hablar con ella.

-De hecho está justo al lado de la tuya. Pero no creo que consigas nada, se encierra en su cuarto y no quiere hablar con nadie- le contestó Natasha, caminando de nuevo al saco.

-Gracias – dijo Allen, saliendo del gimnasio y dirigiéndose a la habitación de Wanda.

No tenía ni idea de lo que iba a decir, pero tenía que ser algo convincente si quería que Wanda no le odiase de por vida. Realmente no es como si le importara lo que Wanda pensara de él, pero ya que iban a estar en el mismo equipo, por lo menos que no hubiera malo rollos.

Cuando llegó a la habitación, llamó pero no oyó ninguna respuesta.

-Wanda… Wanda soy Allen. ¿Podemos hablar?

-¿Qué quieres? – oyó que le gritaba desde dentro, con solo dos palabras Allen ya podía decir que había estado llorando.

-Solo quiero hablar. ¿Puedo pasar? – Allen estuvo de pie ahí un buen rato y justo cuando estaba a punto de marcharse la puerta se abrió.

-Veo que has despertado – dijo ella muy seria. Allen tenía razón, había estado llorando. Estaba muy pálida y tenía los ojos rojos de tanto llorar. Wanda se echó a un lado, para que Allen pudiera pasar.

-Sí, me acabo de despertar – dijo Allen, entrando a la habitación. Era igual que la suya, solo que la de Wanda estaba más decorada con fotos y esas cosas.

-¿Y vienes a verme nada más despertarte? – preguntó Wanda, cerrando la puerta. – Creía que me odiabas.

-Siento mucho lo que pasó Wanda. Fui muy duro contigo por lo que pasó.

Wanda se sentó en la cama, sin mirarle si quiera. Allen la imitó y se sentó en el sofá que había al lado.

-Solo quería decir que se lo que sientes. Pietro se sacrificó por mí, si algún día necesitas algo, lo que sea, quiero que sepas que puedes contar conmigo.

-¡De verdad lo sabes! ¿Sabes lo que se siente al perder a la persona más importante de tu vida? – le gritó Wanda, volviendo a mirar al suelo.

-Cuando tenía 17 años, unos soldados entraron en el templo en el que yo vivía con mis amigos y mis maestros. Los mataron a todos, vi a todos mis amigos, a todos los que me enseñaron, los vi morir a todos – le dijo Allen, parecía que aquellas palabras la sorprendieron porque dejó de mirar al suelo y le miró a los ojos.

-¿Eran aquellas personas de la visión, de lo que te hice ver?

-Sí. Siento que me pusiera de esa forma contigo. Es solo que… no sé. Supongo que me lo tomé muy mal.

-Fue mi culpa, yo te mostré aquello.

-Supongo que todos cometemos errores – le dijo Allen, con una triste sonrisa en la cara.

Entonces ambos se sumieron en un silencio que a Allen le pareció eterno.

-Durante la batalla, cuando me diste aquella charla.

-Siento lo que dije, estaba enfadado y-

-Dijiste, que aquello no cambiaba nada.

-Si ¿Y?

-Te equivocabas, creo que todo ha cambiado.

-¿Por qué lo dices? – preguntó Allen. En ese momento Wanda se levantó y se sentó a su lado.

-Hace menos de una semana cada vez que me veías querías matarme, me odiabas. Y ahora aquí estás, en mi habitación, consolándome. ¿Sigues pensando que nada ha cambiado?

-Supongo que algo sí.

-¿Es la culpabilidad? ¿Estás aquí porque te sientes culpable por lo de Pietro?

-No, no es por eso.

-¿Entonces es que ahora te caigo bien? ¿Ahora somos amigos?

-No sé. Supongo que si – entonces Wanda se abalanzó sobre Allen y le abrazó con fuerza.

Allen no sabía qué hacer. No porque nunca le hubieran abrazado, obviamente le habían abrazado antes, simplemente no se esperaba que Wanda le abrazara y menos aún después de la conversación que acababan de tener.

Pero Allen supuso que Wanda necesitaba de verdad a alguien que la entendiera y la consolara así que le devolvió el abrazo.