- Debe ser una broma. -

Continuó corriendo a lo que su cuerpo le permitía.

Hace unas semanas sufrió un accidente aéreo sobrevolando tierra desconocida. Ese era su trabajo, ver si el planeta era lo bastante seguro para la vida humana nuevamente. Tanto la fauna como la flora evolucionaron sin duda convirtiendolo en un lugar peligroso. Su misión, antes del choque, era recoger una sonda que se había extraviado por aquella parte.

Su información varía con que ningun ser humano podría sobrevivir a tremendas condiciones después de la guerra núclear que destruyó al planeta como lo conocían. Era mentira, una farsa. Por eso la directora de la NASA no quería que fuera en busca de la sonda en esa zona. Había personas, personas de carne y hueso pero salvajes, los llamaban: "Carroñeros". Esos salvajes eran demasiado fuertes y veloces con escencia animal... Tal cuales cavernícolas combinados con simios. Se comunicaban por medio de gestos hablando el idioma animal.

Lena sabía eso porque durante las semanas conoció a una mujer de aquella especie. Una mujer rubia, fornida y hermosos ojos azules celestes, una salvaje que la llevó a una cueva a pasar esos últimos días. Aquella salvaje era intersexual y, a leguas, se notaba que la quería como una especie de hembra de la manada, un compañero de vida. Los seres humanos que quedaron en el planeta evolucionaron junto con él.

- ¡Maggie, responde de una vez! ¿¡Dónde está la nave!? -

- Lena, estoy a un kilometro al Este de tí... Iré encendiendo la nave, aprésurate. -

- ¡La tengo detrás de mí, no la puedo perder! - Exclamó entrando en pánico. Volteó hacia atrás unos segundos y observó como la chica brincaba con facilidad sobre las ramas de los altos arboles. Le dificultaba correr entre tanta maleza, ni siquiera podía ver sus pies pisando el suelo. - ¡Oh, dios mio, no quiero volver a la cueva! -

- ¿Aún tienes tu traje? -

- ¡Sí, pero las armas quedaron en el lago donde me estrellé! ¡Maggie, trae amigos detrás de ella, ven por mí! -

- Sabes bien que no puedo llevar una nave tan grande entre los arboles, tienes que llegar campo abierto. -

Lena aumentó la velocidad muy asustada. Aunque esos días con ella fueran muy extraños, entre ellos, ser alimentada con frutas trópicales y carne de quien sabe qué animal, no pensó mucho en entender que la trataba como un macho trata a una hembra para el apareamiento. Incluso la celaba golpeando a otros salvajes cuando se le acercaban, rugiéndoles y gruñéndoles en la cara.

Estaba a tan solo cien metros de la nave que la llevarían de vuelta a la estación donde residían Maggie y ella vigilando en silencio desde las nubes gran parte de la tierra. La gravedad la oprimía demasiado en esa zona de la tierra, no mantenía gran condición para correr de esa forma que le comenzaba a faltar el aire.

De repente, antes de llegar a campo abierto, vio a Maggie que abría la escotilla haciéndole señas de que se apresurara pero no pudo. La mujer que la retuvo por semanas brincó encima de su espalda obligándola a caer al suelo con ella encima. Perdió la visión unos segundos y todo veía que pasaba en cámara lenta. Escuchó a lo lejos un disparo, su amiga le había disparado a la salvaje pero ni se inmutó de dolor. Estas personas eran, exageradamente, evolucionadas. Sentía el cuerpo de la rubia sobre ella pero sin llegarla a tocar, semajante a que la cubría. Notaba las manos en pocisión a como las de un simio a los lados de su cabeza, no mantenía la forma de un humano normal, la forma ósea de los huesos cambiaron por completo la estructura, incluso a veces caminaba tal cual gorila.

- Ayúdame, por favor. - Susurró con miedo sabiendo que la escuchaba por el intercomunicador.

La morena comenzó a disparar a los salvajes pero no les hacia ni el menor rasguño. No era necesario morir en un planeta ya olvidado por la humanidad.

Maggie seguía queriendola defender pero uno de los salvajes se le avalanzó encima cayendo de la escotilla de forma brusca. La señal se fue del intercomunicador, no tenía caso de que siguiera hablando. Estaban pérdidas.

No duró en ser cargada en el hombro de la rubia y ser llevada nuevamente a la comunidad ahora con Maggie como prisionera. Lo peor del caso es que solo estaban ambas en ese planeta, no había señales de vida a más de diez mil años luz, además de que la nave quedó encendida, no tardaría en agotarse el combustible en unas cuantas horas. Veía como su compañera era cargada y estaba muy amarrada con sogas de pies y muñecas.

Las mujeres suelen llevar un taparabo y un sosten de piel de animales y, otras, alguna venda. Los hombres iban semi - desnudos. Salvajes completamente.

No tardaron en llagar a una zona donde se encontraban muchas cuevas, ahí vivían, cada salvaje llamaba hogar a esas cuevas. Había una cascada cerca de donde sacaban agua para beber o bañarse, los animales abundaban en la selva y, cada noche, se reunían a cien metros al oeste para cenar en grupo. Seguían a la rubia como si ella fuése el líder. Con el tiempo que pasó ahí pudo soponer que la mujer castaña de pelo corto era su hermana por la forma en que se trataban. Golpeó varias veces la espalda de la mujer, le dolía más a ella que a la salvaje sin duda. No las entrenaron en combate solamente informática, a la morena podría ser que supiera algo de armas pero solo un poco.

La separaron de Maggie. La mujer la llevó de vuelta de donde se había escapado. Una de las cuevas de arriba era el hogar de la salvaje, subiendo un pequeño camino horizontal. Forcejeó hasta donde la fuerza de su cuerpo pudo pero no cambió absolutamente nada. Todas las cuevas conservaban un tipo de "puerta" que eran ramas ocultando la entrada perfectamente. Al entrar uno se encontraba con un especie de sala y una pequeña cocina donde se encendía fuego para freír o hervír, esa mujer tenía una despensa de comida en un cuarto así como pieles de animales y cabezas como trofeo. De baño había una pequeña fuente que servía como ducha, el agua siempre era tibia proveniente de la fuente de la cascada. La habitación donde era retenía era la alcoba de la salvaje, una cama hecha de algodón suave y paja, agua para beber y siempre le llevaba exquisitas frutas.

- ¡Salvaje! -

Le gritó al momento de ser arrojada a la cama. La rubia solo hizo un gesto gruñéndole y enseñando finos colmillos, las uñas de las manos le crecieron; filosas y huesudas. Se calló rápidamente agachando la mirada, verla a los ojos era muy mala idea si se encontraba enojada. Observó que las uñas desaparecieron volviendo a ser normales. Agradecía no andar desnuda por llevar puesto su traje, aunque tarde o temprano se lo tendría que quitar por el calor que hacia, si no salía de la cueva se fríe ella misma ahí dentro.

Podía caminar por la cueva pero no salir. Cuando se fue se levantó de la cama y fue directamente a la sección de la fuente a darse un baño. Mientras pasaba por la sala notó que la salvaje salía, tal vez a buscarle comida.

Se deshizo del traje bajando el cierre con difícultad que se encontraba en la espalda quedándo en ropa interior. Se desnudó por completo dejándo la ropa al lado del pequeño cráter donde el agua permanecía. El agua era limpia y pura no como la de su nave que tenía que llevar un proceso de purificación.

No llevaba ni diez minutos cuando la rubia regresó sin darse cuenta. Al voltear se encontró con que inspeccionana su traje y ropa interior. La salvaje estaba desnuda, de seguro iba a tomar un baño igual.

La azabache gruñó en voz baja. Estaba estirando toda su ropa. Lena dejó escapar un suspiro antes de salir del cráter para dirigirse hacia la salvaje. No tenía vergüenza con ella para mostrar su sensual cuerpo pues esa mujer era una salvaje y no entendería de la vergüenza humana. Tomó parte de la prenda halandola para quitarsela pero no la quería soltar.

- ¡Suéltala, me la estás estirando! -

La rubia le rugió mostrando los colmillos en su esplendor. Era demasiado tarde, su traje se rompió en dos en un gran tirón por parte de ambas. Lena resbaló hasta caer nuevamente en el cráter con agua.

La de ojos celestes se irguió avéntando la prenda rota al suelo, ya la había olfateado pues le gustaba el aroma de la mujer de ojos verdes azules que no lo pudo evitar. Su miembro se removía con su olor, olor a excitación que le provocaba cada que lo hacia. Corrió hacia la ropa interior de Lena olfateandola con necesidad, esa hembra le hacia ver las estrellas cada que podía, su olfato desarrollado siempre la encontrará no importaba donde se encontrara.

- ¡Depravada! - Gritó la joven Luthor saliendo nuevamente del agua hasta la salvaje. La empujó alejándola de su ropa interior. - ¡Ya basta! -

Lena alcanzó a quitarselas aferrandose a las prendas. La joven tenía mechones tapandole el rostro por la sacudida. No pudo evitar ver aquella erección que poseía la salvaje, era grande. Desde niñas se le enseñaban a no sentir deseo sexual hacia el género masculino para tener un rendimiento saludable en sus misiones, así que, fue una gran sorpresa la que se llevó al ver ese pene en las piernas de esa mujer.

Lo que hacia Maggie y ella se suponía que era una misión suicida. Ninguna de las dos volvería a su hogar ya muy alejado de ese planeta, se quedarían el resto de su vida ahí enviando información sobre las condiciones de la tierra. Ambas eran mujeres con familias disfuncionales que las aborrecía, y no tenían a nadie con quien volver después.

La rubia se acercó a su hembra caminando hacia a ella como una persona normal pero con autoridad. No se movía por lo que solo se acercó a tirarle las prendas de las manos. Un gesto grosero por parte de ella. No apartó sus ojos de los de la azabache. La deseaba tanto por su belleza, inteligencia y por las palabras extrañas que soltaba con su hermosa voz, perfecta para herederos de la comunidad de la cual era líder.

- Idiota. -

- Idiota. - Repitió sin problemas frunciendo los labios frustrada.

- Oh, ¿Hablas? ¡Que bien, por qué no te tiras a una fosa de huesos y te quedas ahí bailando salvajemente sobre ellos! -

Lena se alteró.

La rubia la tomó de la cintura echándola encima de su hombro. No soportaba esa actitud de su hembra, al parecer había elegído a una fiera y eso le encantaba pero le fastidiaba al mismo tiempo. La llevó hasta la alcoba echándola nuevamente sobre la cama, se posó sobre ella sentandose en el vientre mirándola fijamente ante todo.

Lena tenía miedo de lo que le podría hacer. Apretó sus muñecas de forma suave. Eso era realmente agitado e incómodo. Podía sentir los testiculos sobre su vientre y veía claramente aquella fuerte erección frente a ella derramando la escencia pre - seminal por la cabeza rosada. Aquella salvaje sin duda se encontraba excitada. La Luthor desvió la mirada hacia los ojos celestes, pedían su permiso pero ¿Para qué? Quien sabe que enfermedades poseía la salvaje, no quería morir infectada por transmisión sexual, que horror.

- Está bien, está bien... Ya no te gritaré. - Susurró asustada.

Le gruñó acercando el rostro al de ella. La tensión se sentía en el aire. Dejó los labios entre abiertos inconscientemente. No podía dejar de ver los ojos celestes curiosos y molestos. Sus labios se tocaron pero no fue un beso, más bien un roce que activó en ambas un recorrido fríolento, una eléctrica corriente de buena sensación. Era la primera vez que Lena la veía enojada y dominante, siempre la traó con dulzura, mostrándole el lugar pero sin dejarla de seguir. La rubia atrapó sus labios contra los suyos gimiendo. Comenzó a sentir caliente su entrepierna, húmeda y caliente, tal vez era el calor que se prolongaba en esa habitación rodeada de gruesas paredes de roca. Cerró los ojos disfrutando del sabor de los labios de la salvaje; fresas. Tanto estaba sumergida en ese sabor que no notó como le abría las piernas.

Olfateó el aroma del coño de su hembra, olía dulcemente a ella. La deseaba de esa forma. Comenzó a devorarla disfrutando del manjar que se mezclaba con su saliva. Notó a Lena gimiendo desenfrenadamente, aruñando la cama, abrió las piernas menéando la vagina más contra su boca. Aquellas manos fueron hacia su cabellera dorada haciendo presión. Le encantaba escuchar aquellos gemidos salir de su boca, eran como melodías. Se impulsó hacia adelante metiendo su miembro de una hasta el fondo de una sola estocada. Ella gritó más en un gemido placentero que de dolor. Apretado, cálido y carnoso. Esa hembra le pertenecía y llevaba desde que la conoció deseándola, pensando en hacerla suya de una vez como es su instinto de aparéamiento.

La Luthor no sabía por qué correspondía a los impulsos de la salvaje, era su primera vez perdiendo la virginidad de forma agresiva pero, no causó dolor, más bien placer. ¿Acaso llevaba deseando que alguién le tócara? Mucha reprimienda sexual en su vida seguro. Abrió los ojos excitada, en su interior el miembro era grande, la salvaje parecía un oso por la músculatura y la fuerza. Se sujetó de los hombros de la rubia mientras enredaba las piernas en la cintura, no podía describir el gran placer que inundaba su cuerpo en esos momentos. La polla crecía en su interior indicando que pronto terminaría de liberarse, con embestidas fuertes y rápidas, era seguro que lo haría en poco tiempo. El choqué de los testículos con sus glúteos resonaba fuertemente, además del sonido de su vagina húmeda al momento en que entraba y salía aquel duro miembro la incitaba a quedar como la pasiva. Vio los colmillos afilados que dejaba ver al jadear, las uñas salieron apareciendo como garras aferradas en el colchón, aquella cama hecha de algodón y paja se sacudía bruscamente en todas direcciones. La rubia solo se pegaba a ella, sintiendo el pene muy al fondo de su útero, era exquisito. En cualquier momento la iba a quebrar o, eso sentía.

- ¡Ah! -

La azabache no duro mucho en correrse. No podía durar más en apretar los labios y reprimiendo segundos más los gemidos. Echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos fuertemente, sus piernas temblaban al igual que todo su cuerpo pero... La rubia seguía embistiéndola con toda la fuerza que poseía. Las manos fuertes se posaron sobre su cadera, mientras ella empujaba a la vez hacia que su parte inferior del cuerpo se uniera cada vez más -Deliciosamente - a esa polla. No era exagerar, podía sentir la cabeza rozar en el interior del útero.

Comenzó a sudar. Era más que evidente que ella quería términar dentro, no se quería salir del interior. La Luthor apretaba inconscientemente el miembro, estrujándolo habilmente a pesar de ser su primera vez. Ambas ya comenzaban a jadear de forma primitiva en voz alta, transpirando, llenando la habitación del aroma a sexo. La de ojos celestes se frotó queriendo entrar más y más hasta el punto de dar pequeños movimientos círculares.

- ¡Oh, dios! - Gimió la Luthor cerrando los ojos y aferrandose al cuerpo de la salvaje. Era caliente aquella escencia, muy caliente como la primera. Tembló manteniéndo espasmos pequeños. La salvaje la abrazó con fuerza como si no la quisiera dejar caer en el suave colchón improvisado. Tragó saliva duramente sin querer soltarse de ella, aprovechando, sintió varias cicatrices en la espalda, cicatrices de peleas y animales a los que ha enfrentado aquella mujer. - Espero... Que reconsideres esto para no dañar a mi amiga. - Susurró con difícultad en el oído de la rubia. Sabía que no le entendería pero debería hablar con alguien ¿No?. Su pecho subía y bajaba agitado al igual que su vientre. En el rostro se notaban las gotas de sudor recorriendo cada centímetro.

Se mantuvo así, largos minutos en que la rubia se frotaba contra ella como una caricia sin salirse de su interior. El vientre bien marcado de la salvaje se contraía, el sudor era notable en todo el cuerpo y al parecer se puso cariñosa con ella por la forma en que la acariciaba de forma delicada. ¿Acaso escuchaba un ronroneo? Se dejó caer sobre la cama y la rubia seguía restregando el perfil en todo su cuerpo. Por la experiencia que le consedieron de bíologia quizá le quiere reclamar de ese modo, impregnando su aroma con el suyo. Notó que la rubia levantó la vista azulada hacia a ella, las cejas curvadas en forma de pedir permiso ¿Permiso para qué? Eso la confundía.

La salvaje tomó su mano mientras se erguía mostrando aquellos abdominales perfectos y marcados. Tenía nuevamente una erección, más grande que la anterior, Lena pasó saliva pero, al mismo tiempo, sintió su húmedad en su intimidad exparcirse. La cabeza rosada se encontraba hinchada y con más color carmín. La obligó a que le tócara. En la mano de la Luthor se sentía duro tal cual roca, pulsaba y vibraba. Eso no era normal según la anatomía que se le fue emprendida de donde vino. Observó que se sentó colocandose de cuclillas sobre la cama, los pies ambos lados de su costado mientras las manos de la rubia se sostenían de los troncos de la cabecera. Lena tenía el miembro apuntándole al rostro, no sabía en esos momentos si realmente era una salvaje o una pervertida que razonaba perfectamente. Miró que estaba bañado aún con sus jugos, lo pudo comprobar por la húmedad al tócarlo. Comenzó a masturbarla escuchando leves gemidos de la boca de la rubia, gruñidos y como se mordía el labio con sensualidad. Colocó su mano libre en uno de los pechos de la salvaje apretándolo de forma suave a la vez que intentaba masajéarlo. Su mano se veía muy pequeña ante esa monstruocidad de miembro, aún no sabía como pudo caber todo eso en su vagina.

- Oh, dios... -

La salvaje comenzó a derramar su escencia por tercera vez en el pecho de la azabache y, algunas gotas, brillantemente cayeron sobre su rostro.

Lena siguió hasta que la última gota de semen salió de aquella cabeza carmín sensible. Esa escencia ardía, estaba caliente no era su imaginación o la excitación. Vio a la salvaje tensar la mandíbula echando la cabeza hacia atrás hasta volver a posar los ojos azules en los de ella soltando un gemido que resonó en toda la habitación.

.

Maggie no soportaba estar atada. La había colocado en un tronco totalmente enredada en soga gruesa. Era testigo de como dos salvajes peleaban y los demás ánimaban a ver quien ganaría. Había una mujer peleando contra un hombre salvaje fornido, era una batalla muy sangrienta. La mujer castaña llevaba ventaja, estaba posada sobre él ahorcándolo mientras le gruñía. Un golpe bastó para dejarlo noqueado para así levantarse y escupirle. No negaba que la salvaje tenía un cuerpo fornido, casi esculpido por los dioses. Aquel cabello corto no fue muy bien hecho, quizá se lo cortó ella sola con la primera cosa filosa que se encontró.

Los salvajes sonrieron al ver que ella era la victoriosa pero ¿Qué ganaban con golpearse tan feo? La violencia en su mundo era ilegal y cualquiera que la inculcaba era castigado en las mazmorras por una semana sin comida ni agua.

Sus miradas conectaron, entonces dejó de forcejear con las cuerdas. La miraba con una sonrisa relamiendose los labios. Maggie no supo descifrar aquello hasta que se le acercó de forma sugerente y comenzó arestregarse contra ella, incluso sintió las manos de la salvaje en sus glúteos.

- ¡Salvaje! - Le gritó abochornada.

Estaba sucia por las constantes partes de la pelea en el suelo, el cabello corto revuelto con tierra y las pieles que le cubrían sus intimidades igual de sucias. Intentó darle una patada pero la detuvo rápidamente, era veloz en los movimientos.

La desató de la soga y por fín pudo sentir los brazos. Se quedaron mirandose por largo tiempo. Recordó que Lena le habló sobre que la rubia salvaje la eligió por medio de peleas contra otros. Era igual. Esa mujer alta le recordaba a una sola persona: Alexandra Keff. Una bravucona que se la pasaba haciendo bullying en las clases de informática, y por culpa de aquella la habían metido en las mazmorras más de una vez.

Comenzó a correr tomandola desprevenida. De tuvo que apartar de donde viera salvajes y tomar una ruta diferente. Al poco tiempo, solo llevaba unos cien metros recorridos cuando la castaña se le echó encima, tirándola al suelo con ella arriba. Intentò golpearla con codazos pero era inútil. Los demás índigenas se reían como si fuera una broma ensayada, incluso la mujer alta de ojos marrones. Su risa era muy extraña, parecía feliz.

- ¡Maggie! -

La morena reconoció rápidamente esa voz. Era Lena.

Venía corriendo a su dirección con un rostro severamente preocupado junto con la salvaje que había describido por esas dos largas semanas por el intercomunicador. Dejó escapar un suspiro de alivio, su amiga estaba completa y no se la devoraban para la cena. La alta salvaje se quitó de encima ayúdandola a levantarse para su sorpresa. Era muy fuerte.

- No sé lo que pasa aquí. 'Alex' me ha estado manoseando. -

- Ya te lo explicaré. - Lena notó a la chica rubia tranquila mirando a su hermana con una sonrisa. Con señas pudo hacer que la llevara fuera de la cueva a dar un 'paseo'. - Aguarda... ¿Quién es Alex? - Preguntó aturdida.

- Pues ella... Ni modo que le diga salvaje todo el tiempo. ¡Todos aquí son salvajes! -

- Bueno, quizá... Sí... - Tartamudeó rascándose la mejilla. Después de esa hora siendo desvirginada aún le dolían las piernas por lo que el plan de salir hacia la nave las restrasaría. - ¿No te pasó nada? -

- No, solo me ataron a un arbol y esta chica y un hombre comenzaron una sangrienta pelea. - La morena señaló a donde el hombre era recogido con cuidado de no lástimarlo aún más.

La Luthor entendió. Así es como la rubia salvaje la reclamó como 'hembra'. Maggie estaba líada ahora con la hermana de la líder del lugar.

- Lo que me faltaba. Ahora eres suya. -

- ¿¡Qué!? -

La azabache tomó del brazo a su amiga alejandola de ambas mujeres fornidas. No sabían lo que decían pero, la morena, parecía que en cualquier momento estallaría.

- Así me reclamó. Pero... Maggie me tomó hace unos minutos... Y no me pude resistir. Olía delicioso. - Admitió sonrojada. - Debo suponer que las feromonas que los animales lanzan para el apareamiento ellos la desarrollaron. Eso es lo que atrae a la pareja, lo que me atrajo e hizo que me acostara con ella. ¡Dios! Ni yo lo creo. -

- ¡Ah, no, yo no meteré mano en...! - Miró ala castaña que parecía estar 'hablando' con la rubia por medio de señas. - Además... Soy casta. - Susurró entredientes con la vista en la de corta melena.

- Maggie, probablemente el combustible de la nave se agotó junto con el gas. Estamos varadas aquí. -

- ¿¡Cómo puedes decir eso, Lena!? ¡No quiero estar aquí con estos asquerosos salvajes, yo pertenezco allá arriba no en el lodo! -

- ¿Al menos te escuchas? Tenemos suerte de encontrarnos con ellos, ahí fuera hay animales salvajes carnívoros y ellas nos hospedan. -

- Y nos violan. - Terminó gruñéndole a su amiga de brazos cruzados. - ¡Yo ni de broma me acuesto con esa simio! - Señaló a la castaña de pelo corto que volteó al instante hacia a ella. - Mira, sé que aún queda combustible y gas, poco que podemos usar para llegar al cuartel. Podemos usar el salto de aterrizaje para que la gravedad de la pista nos lleve a ella. Es sencillo. -

- Es suicida. Podríamos volar en llamas. -

- ¿Acaso no estamos destinadas a morir aquí? Piensa... ¿Por qué acéptaste ser parte de esto? No tenemos familia con quien lídiar. Esta misión es suicida. - Dejó en claro marcando el ceño. - En el cuartel tenemos los lujos, aquí no, solo es tierra y apenas comienzan a descubrir que es el fuego. -

- No lo sé. - Respondió la azabache desviando la mirada. - Ya intenté escapar varias veces y siempre me encontraban. Tienen el olfato agudizado al igual que la audición. Maggie, no podemos salir de aquí. Tú misma decías que te sentías sola conmigo ahí, que darías lo que fuera por ver a más personas que no fueran dígitales... ¡Ahí lo tienes, hay una comunidad entera de ellos...! -

- ¡Que ni hablan! ¿¡Qué te ocurre!? ¿¡Qué te hizo cambiar de opinión!? -

Lena la miró entrecerrando los ojos ¿Qué caso tenía volver al cuartel? Estaban solas, destinadas a morir de soledad hasta el último suspiro de sus vidas. Lo que encontró fue una civilización en donde puede comenzar de nuevo... Sin mencionar que probablemente la salvaje no sea estéril, en el cuartel el centro médico no está hecho para partos. Observó cada movimientos de ellos, le recordaban a las historias de los primeros colonos de la tierra. Estaban comenzando nuevamente a brindar como era antes, antes de que la dichosa guerra se proclamara. Quizá era un nuevo comienzo para la humanidad y sus pies estaban acostumbrados a caminar por el camino de la curiosidad.

.

La noche llegó. Lena cenó junto con la rubia en donde solían reunirse. La carne de jabalí era deliciosa, exquisita, algo que jamás había probado en su vida. Su impresión la primera vez que lo probó fue... Bastante placentera. Eso mismo miró en su amiga, frente a ella a dos metros junto a quien llamaba 'Alex'. La parecía ignorar todo el tiempo, más cuando la obligó a quitarse el traje espacial para que no se muriera de calor.

Miró a la rubia que disfrutaba en silencio los grandes pedazos de carne de venado. Cada quien hacia un pequeño grupo cerca de la fogata, conocidos y familiares.

- Nombrarla... -

Susurró centrada. Era cierto, no podía solo llamarla "salvaje" cuando se dirigía a ella. Pensó en todas las compañeras que hizo durante las clases. Pues era rubia y atlética de más, alta y muy hábil. Recordó a una chica brillante pero al mismo tiempo de complexión delgada. Tenía sus ojos celestes.

'Kara'.

Ese sería el nombre de la salvaje rubia... Kara. Un lindo nombre para una linda salvaje.

- ¡No me estes tocando! -

Volteó hacia donde su amiga. La hermana de 'Kara' le acariciaba los múslos de forma delicada al igual que intentaba besarla pero no sobrepasarse. No sabía si sentir pena o reírse al momento de que no quería soltar la carne de jabalí mientras la tenía encima. No podría ser tan malo...