Capítulo III. El despertar y la persecución


Dos días antes del preludio

Herler Berry

(Perdonen por el pequeño fallo sobre las palabras subrayadas, hubo un error en el formato Word y por el momento no lo pude corregir, al igual que unos diseños de la ventana, mis más sinceros perdones como para la tardanza).

Desde ese momento no recuerdo si estaba desmayado, o que solamente el cadáver equino encima mía me tapaba la luz. Había una acumulación que se drenaba desde el techo, o que por el momento aparentaba serlo, no veía con claridad, había una espesa nube carbón tapándome el campo periférico, instintivamente me moví de un lado a otro, como si estuviera revolcándome en el lodo, al hacerlo me di cuenta de que un hueso había tronado justamente al virar hacia la izquierda, como si una pequeña suspensión se hubiera hecho involuntariamente en mi espalda, en mi columna vertebral, no dolió como se pensaba, en efecto, sentí algo, pero eso no justifica en que llegó a dolerme lo suficiente. Mi vista se aclaró por una fracción, aquella gota se aclaraba con profunda lentitud, y de lo susodicho se expandió una extensa grieta en lo que a primera vista era una ventana, no tardé mucho después de eso en darme cuenta, de que, lo que estaba viendo, era sangre. Las gotas paulatinamente caían en parte de mi nariz y explotaban hasta llegar en mi ojo derecho. Por mis fosas nasales comenzó a circunvalar un inverosímil dejo que penetraba más y más en mis fosas. El olor nauseabundo se quedó ahí, yo traté vanamente en ponerme en cuatro patas cuando otro hueso tronó, esta vez más fuerte y prolongado. El dolor era indeciso, era como una fuerte expansión de sonoros nervios segregando hasta la zona del trueno. Como si dentro de mí hubiera estallado una vena, todo en una fracción de segundo comenzó a dolerme, caí al suelo, al caer una fuerte sacudida cuya fuente me es meramente desconocida se suspendió unos segundos en el aire hasta que se quedó donde había salido, un dolor en mi garganta se prolongó por lo que fueran minutos se convirtieran en ´décadas, se paró una seca silueta pequeña, como la de un objeto, avanzando lentamente hacia la ventana rota donde escurría sangre, ya no me caía más líquido, aunque no estuviera en cuatro patas había caído muy por fuera del vagón. Miré por los lados, y en efecto, estaba afuera, en la parte externa del trágico incidente, vi los largos paisajes llenos de pasto completamente verde y montañas en los fondos más poco vistos, pero en todo eso había algo que estaba completamente mal, mi simple pérdida de visión o algo similar, porque en medio de todo eso y en los exteriores había cuerpos mortecinos de equinos desperdigados aleatoriamente, con los fondos sanguinarios, y darme por mí mismo cuenta de que, de algún modo, aquella ventana que escurría sangre, me pertenecía…


Pin Young.

Anonadados, y, profundamente asustados, seguimos enfilando en nuestro único propósito, y bajo plantas y matorrales de todo tipo, cruzando la profunda e interminable jungla llegamos a un pequeño apartado donde había una especie de claro oblicuo, cerca de ahí había una pequeña cabina con un rótulo sin letras, y que caía de un lado (posiblemente el lugar había quedado abandonado o algo similar), nos quedamos esperando ahí un tiempo, esperando algo desconocido. Había mucho miedo en todo eso, puede que no se sepa sentir a primera vista, eso no es algo que nadie busca, sentíamos un profundo miedo, mientras escribo unas cartas lo siento yo también, he escrito todas y cada una de ellas con esmero cuidado, nadie, absolutamente nadie debe verlas si no es nadie que es netamente cuerdo y un ser bien pensante, dicho de cualquier modo, estos ponys no están totalmente seguros de su entidad, he escuchado sus vidas y créanme en que casi todas me han dicho una cosa que no es verdad, me hacen temer de algo bastante reptante que rebosa en las infinidades del cosmos. Yo no les creo, el coronel pienso que es el único cuerdo de esta brigada, yo dejé la mía en el barco, ahí pienso que nada es verdad, como igual sucede en la jungla, el principal miedo que me llegó tan profundamente es la desaparición de esos dos ponys, ponys que alguna vez fueron cuerdos y que, milagrosamente murieron siéndolos. La causa de todo ese miedo mío, es que, yo, y sólo yo, sé qué los ha devorado.

–…–

No sé si es cuestión mía, no lo creo, lo que sí creo es que me estoy volviendo loco como ellos, como los gatos, como los gatos que vi encerrados bajo cubierta, ahí pobres maullando de terror, mientras las lluvias torrenciales les mojaban con increíble ímpetu en las noches más tenebrosas llenas de bruma. Y exactamente cuando vi a esa cosa devorando a esos dos sementales se callaron y aguardaron en un completo silencio que me dio un repelús indefinible. Los gatos más tarde comenzaron a reír en carcajadas, no conozco la razón, luego maullaban de nuevo con ruidos guturales bastante escalofriantes, ahí por las 2 de la mañana volvían a calarse y media hora después volvían a lo suyo, envolviendo la noche en los cantos de cientos de deidades de súbditos bien muertos que volvían a emerger desde la mar, sementales que murieron dentro de las fauces marinas durante siglos, permaneciendo en los templo hundidos y vehementes de sabiduría durante más de un milenio, desperdigados con parte de un mar pacifico, de seres bulbosos y deformes que ya no podían considerarse ponys. Así muchos ni dormían en sus hamacas, escuchando los fuertes estruendos de los rayos de la tormenta y los fuertes e inacabables maullidos, atronadores repiqueteos de la flora de las olas y la abyecta cubierta que chirriaba consecutivamente en el dintel de un cuarto olvidado con el tiempo.

Los climas a medida que pasaba el tiempo se tornaban más lúgubres e impíos, los maullidos seguían sonando paulatinamente, controlados por una fuerza sideral. Llegué a la conclusión de que sus pulmones habían sufrido una escalofriante metamorfosis, ofreciéndoles una expulsión de timbre bastante crudo y anómalo. Llegó incluso un día en el que estuvieron en completo silencio, y creo que eso me asustó más que cuando maullaban. La otra veintena de sementales que estaban dentro del barco inexplicablemente desaparecieron, de repente se les veía y no volvían a aparecerse jamás. También llegué a pensar en las extrañas criaturas que bordeaban toda Equestria, había pequeños relatos sobre criaturas marinas, obviamente eran historias que marineros relataban cuando no tienen nada que hacer, yo no escuchaba con atención, no creía en esas historias, pero algo me hizo doblegar todo esa mala opinión y creérmelo todo.

Pero estoy completamente seguro en que, de algún modo, jamás llegué a ver esa extraña criatura, ya que opino en que he quedado terriblemente hechizado por un conjuro que se lanzó súbitamente desde que vi la criatura. Y mediante unos textos me doy cuenta de una deidad similar a la que había visto, aunque la ilustración se hiciera más ominosa de lo que creía.

Era la madre de los vástagos, la deidad fértil que reproducía crías siderales, la populosa monstruosidad cóncava y sin forma. Esa y otros más que obligaron a seres de más allá de nuestro sistema solar a enviarlos justamente aquí, en donde hay vida, con cuerpos parecidos a los nuestros para que no veamos la diferencia. Lo que más me perturbó y aterró de toda esa vasta información, es que según los textos, ellos ya habían estado en Equestria durante años, siglos y hasta incluso milenios, sin que nosotros nos hubiéramos dado cuenta.

Pero fue un unicornio, Flish Durt Lulamoon quien pudo ver la verdadera entidad de los seres, hace no más de cuatro o cinco siglos atrás. Me siento muy mal leyendo todo eso, y he explicar que durante el viaje en barco nunca volví a escuchar los maullidos de los felinos, pero seguían ahí, en mi mente, cavando mi propia cordura con el paso del tiempo para esclavizarme y convertirme en uno de ellos, implorando por sonsacar lo que uno sabe y viceversa, pero yo no me voy a rendir, ni nada lo hará, sé que soy un semental fuerte, y que puede lidiar con casi cualquier cosa, excepto, por supuesto, de la cordura de unos mismo.

-…-

Entonces ya he afirmado lo que pasó en el barco y los pormenores de mi miedo, y escribiendo unas cartas me llega la corazonada de que en poco tiempo tendremos que movernos, quiero recalcar aquí que lo único que me ha movido al trabajo fue el dinero, y nada más, puede que en líneas más anteriores lo he dicho, pero, incluso en este momento, me hacen volver a decirlo, puede que ya perdí los estribos de mi locura y que están envueltos por mi mente, como si estuvieran danzando libremente, no obstante la conciencia vehemente que poseo y de la que me enorgullezco tener, me ha hecho reflejar todo ese malestar para perfilarlo en persona y errar consecutivamente para que lo vuelva a intentar, pese a ser pesimista y poco social, me he vuelto bastante duro si mentalmente se refiere, he superado todos esos extraños sucesos casi con control, y he plegado todo lo que he visto en las cartas correspondientes, es entonces que creo que ya nada puede asustarme, pero yo ahí me estoy equivocando y muy mal.

Las cosas de añejo que extraño y que imploro estén vivas en mi retorno a casa, haber visto esa extraña criatura me ha envuelto en un blasfemo recuerdo de mis ávidas lecturas en relatos de antaño. Pero ni la inmensidad de la jungla me sostiene a mis hechos, y llego a creer que la criatura se ha quedado atrás, en la mar, esperando nuevos visitantes para satisfacer su hambre, y no retornar hasta poder visualizar desde las fosas el pequeño destello de luz de los barcos para devorarlos de un bocado, y esto me hace concluir en el segundo barco, que lo ha engullido con todo y personal, pero jamás escuché los gritos de terror de los ponys, tal vez fue que los barcos mantenían sus distancias, pero me doy cuenta de que ni la bruma ni la inexpugnable noche puede silenciar los gritos más aterradores expulsados por pulmones equinos.

A su vez pienso que todo se debe a unos aborígenes que nunca han sido escritos, la criatura jamás retornará ni gracias a Dios yo la volveré a ver en mi vida, sin embargo seguiré viéndola mientras me persiga durante mis sueños, o, mejor dicho, pesadillas. Ojalá hubiera sido como los otros sementales y no haberle dado importancia al asunto, pero ellos están a salvo, ellos no vivieron en carne y en hueso lo que yo vi en la completa negrura.

He finalizado las cartas, por el momento, ahora que esperamos por últimos minutos una señal en la jungla, para llegar a Griggots, o adonde sea que nos quiera llevar este coronel trastornado.

Finalmente un casco nos dice que avancemos. Obedezco a regañadientes, ya no quería participar en la incursión, y créanme que de haber habido una oportunidad hubiera escapado cueste lo que cueste. He bautizado a la criatura como Ulbeht, no sé por qué, pero el nombre me ha estado dando vueltas durante nuestro enfilamiento, y deduzco que proviene de otro planeta o sistema solar, no estoy completamente seguro, pero unos vagos textos me han hecho creer que eso y los otros ponys provienen del noveno planeta llamado Yugghot, pero no alcanza el tiempo para hablar de toda esa cala.

Descendimos por una boscosa llanura que se extendía muy por lo lejos de nuestra vista, allá donde todo estaba completamente nublado. También escuchamos uso cuantos zumbidos cerca de un riachuelo que se entrecortaba justamente cuando se subía por una superficie poco uniforme, y desde ahí el agua caía bajo su inercia como cascada, y más allá de los costados bordeaba un claro cerca de las fosas de una caverna totalmente oscura y brillosa tras los rayos proyectados bajo las hojas de los ásesenos y sauces que conformaban el prado. Era un ambiente hermoso, pero había en el fondo algo aterrador, además de las hienas y la hiedra que se desperdigaba por toda la zona llegamos a un tramo en donde todo se quedó en completo silencio, y ahí fue donde no se escuchaba ni el fluir del agua por más que sintiera esa presencia. De alguna forma nos sentimos bastante incomodos, no juzgo mi forma de actuar, y me pareció bastante normal que los otros me imitaran. Apretujados y en fila india, descendimos cierto trecho hasta llegar a una superficie más llana y amplia, ahí esperamos unos cinco minutos para volver a caminar, no sé cuánto tiempo nos costó, ni en cuánto llegué a ver durante ese lapso de tiempo completamente imaginario, pero llegamos a un puerto amplio y espacioso donde nunca había estado antes, el coronel se fue muy al exterior cerca de lo que parecía una cabina telefónica pero más chata. Se quedó conversando con un semental, miré a mi alrededor y supe que nosotros y aquel semental éramos los únicos seres vivos en el muelle, pero había algo más en todo eso que me extrañaba, quizá que sentía que algo me estaba susurrando un peligro inminente, y sentí rápidamente la presencia de otro ser oculto en las sombras, en la completa oscuridad.

Sospeché durante un principio en que no podía ser nada, ya que cualquier pudiera estar sintiendo algo más allá del universo, mientras que solamente es la mente de cualquier individuo jugándole una mala pasada, pues esto podría significar lo mismo, en ese caso porque sentía almo más que una sensación misma o imaginaria, porque sentía que me estaban tocando el hombro mientras intentaban susurrarme algo al oído, porque refleja mi mente una sinfonía de maullidos y deidades malignas involuntariamente, y porqué todo esto antes mencionado se presenta al mismo tiempo que creo haber visto algo moverse con rapidez entre los matorrales de donde habíamos salido.

Entonces me doy profundamente cuenta de lo que estaba evitando con tanto fervor, con tanto odio y desprecio, con gran desdén desde que vi al barco, una entidad que nos ha estado siguiendo todo este trayecto y que ha venido hasta aquí consiente de su apariencia física con la de nosotros, vino a despedirse, más específicamente de mí que yo fui el único que le he visto, que he visto a unos de sus dioses, y ahora creo resolver los extraños maullidos gatunos esa noche, los sonidos circulados vanamente expuestos en una voz con un timbre roto y reptante, pero ni eso me hace creer en lo que mi mente trata de descifrar, detrás de esos ojos rojos que se ocultan entre la hierba y me dicen peligro, que me esconda o trascendencia en todo lo voluminoso y que no volvería a ver hasta años después de mi inminente muerte, pues esos ojos me han hecho gran sabedor de lo que vendría a continuación, de la entrañable sonrisa que me esbozó cuando creí a ver resuelto el rompecabezas, y jamás podría olvidar esos dientes afilados en los que brotaba sangre y carne, desosiego de todo descubrimiento y perturbado, supe que aquellos gatos no estaban maullando de miedo, sino, que estaban rezando a los dioses.