El sol entra por la ventana de la posada. La muchacha ya está despierta. Se levanta de la cama y se viste con cuidado de no despertar al joven que ha pasado la noche con ella. No es una persona considerada y en otras circunstancias perturbar su sueño no le hubiera importado lo más mínimo. Sin embargo, en este momento necesita que siga durmiendo. No desea hablar con él. No puede permitirse hablar con él.
Se queda mirándolo por un instante. El chico musculoso que fue se ha convertido en un hombre fuerte. Su cabello negro resalta contra la blanca almohada y sus ojos ahora cerrados le recuerdan al mar que la trajo hasta ese lugar. Una parte de ella, la parte que todavía es Arya Stark, desearía quedarse con su antiguo amigo, con su primer compañero de aventuras. Sin embargo, Arya Stark ya no existe y sus deseos no son importantes. Ahora ella solo es Nadie y Nadie no pertenece a Poniente. Nadie no debe quedarse allí por tentadora que la idea pueda parecer. Nadie no es una niña tonta y sabe que ese sueño fugaz de volver a tenderse en la cama, de esperar a que gendry despierte e iniciar una vida junto a él es una estupidez.
Y sin embargo algo en su alma cruje al salir de la habitación. Arya de la casa Stark, Nam, Comadreja, Arry, Perdiz, todas las personas que alguna vez fue cuando estuvo con él, se rebelan en su interior mostrándole sus recuerdos (los de ellas, los de sí misma). En sus recuerdos hay un chico fuerte, amable a veces, un confidente que la ayudaba a practicar, que siempre supo guardar su secreto y nunca jamás la trató como a una dama. También en sus recuerdos hay peleas y un abandono pero esa parte parece pesar menos que la otra. Está a punto de volverse, de entrar nuevamente en la habitación y repetir lo que han vivido esa noche, de quedarse con él para siempre y volver a ser esa niña con una espada. Aún conserva la espada, pero ya no es una niña y se ve obligada a recordarse a sí misma que gendry tampoco. Ahora es un adulto y ni Arya, ni Nam, ni Comadreja, ni Arry ni Perdiz, saben nada de él, de su vida o de su carácter. Nadie sí sabe algo: sabe todo lo que ha podido comprobar esa noche de primera mano.
Nadie sabe que las manos de Gendry son grandes y que él sabe como recorrer su cuerpo con ellas mejor que ningún otro con el que haya estado. Sabe que sus labios son cálidos, que sus besos son apasionados y su lengua rápida. Sabe que sus dedos tardan el tiempo justo en desabrocharle la ropa y sus ojos la excitan casi más que el resto de su cuerpo a pesar de que él no haga nada con ellos, nada excepto mirarla como si fuera la mujer más hermosa del mundo, como si quisiera devorar cada centímetro de su cuerpo y hacerla disfrutar tanto como ella estaba haciendo que disfrutara él. Nadie sabe todo eso y desearía quedarse tanto como Arya, Nam, Comadreja y todas las demás.
Galopa por el bosque alejándose todo lo que puede de la posada, de esa noche, de Gendry. No quiere pensar en él pero su mente vuelve una y otra vez a lo ocurrido esa madrugada, a sus labios sobre su cuello, a su lengua trazando formas sinuosas en su espalda, a sus dedos enredados en su pelo, a sus ojos azules recorriéndola de arriba abajo, a su voz gritando su nombre, su primer nombre: "¡Arya, Arya, Arya!". Aumenta la velocidad de su galope y las imágenes en su cabeza parecen sucederse a mayor velocidad también: el encuentro en la posada, ella sentada en la barra bebiendo una copa de vino y él que acababa de llegar; ella acercándose a él "¿Me recuerdas?" y él negando con la cabeza primero, abriendo los ojos con sorpresa después para susurrar ese nombre que hacía tanto tiempo que ella no había oído: "Arya". Nadie se recuerda a sí misma asintiendo, viendo reflejada su emoción en los ojos de Gendry. Recuerda el abrazo y la corta conversación antes de que ambos cayeran en la cuenta de que si algo quedaba pendiente entre ellos no era un diálogo. No es que Arya hubiera pensado alguna vez en acostarse con él, seguramente tampoco Gendry lo hubiera pensado. No obstante ya no son unos críos y esa especie de amor inocente que habían sentido el uno por el otro ha dejado de lado la inocencia. Ahora Nadie tiene su propio recuerdo que añadir a los de arya, Nam y todas las demás. Ya puede decir que Gendry ha estado con ella en todas las etapas de su vida, en todas las personas que ha sido (porque ella nunca ha sido Gata, Beth ni el resto de caras que se ha puesto para el dios de muchos rostros). Nadie reduce la velocidad del caballo, ya están a una distancia prudencial de la posada y no quiere agotarlo. En ese momento Gendry despierta. Su cabeza lo lleva de vuelta al pasado casi sin quererlo: una vez más, Arya ha desaparecido.