¡YAHOI! Yo aquí, de nuevo, trayéndoos una nueva actividad del forín. Sé que tengo cosas pendientes, no me olvido, pero me ha pasado una cosa horriblemente horrible.
Chicos... Mi portátil ha muerto *llora* ¡y no tengo dinero para comprarme otro! *llora más fuerte* ¡Y todas mis cosas se han perdido para siempre! *llantera nivel Neliam* (?).
En fin, os dejo disfrutar del capítulo... *sigue llorando*.
Disclaimer: InuYasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi, yo solo los uso para hacer algo productivo con mi tiempo y con mi vida.
Los cambios pueden ser buenos
Se miró los pequeños pies, enfundados en unos zapatos negros de charol, perfectamente nuevos y relucientes, con las tiras de su mochila, también nuevecita, aferradas fuertemente entre sus manos, apretándolas contra los hombros. Una brisa suave, primaveral, movió su cabello, recogido en una coleta. Su mamá estaba hablando con su nueva profe, de su nuevo cole.
—Bueno, ¿Estás lista, Kagome?—La niña levantó la vista y dio un paso atrás, asustada, al ver a la mujer inclinada hacia ella con una amplia sonrisa en su rostro. A su lado, su madre suspiró y se agachó a su altura, arreglándole el pelo.
—Cariño, debes portarte bien con la profesora ¿de acuerdo? Asano-sensei cuidará de ti a partir de ahora. La pequeña asintió, lentamente, como si le costara hacerlo. Vio como su madre se ponía en pie y cruzaba una mirada con la profesora, para acto seguido despedirse de ella y dejarla allí.
Con pasitos cortos fue siguiendo a la profesora hasta su aula. Tuvo que esperar fuera mientras la profesora la presentaba a los demás niños, luego le hizo gestos para que entrara.
No muy convencida se adentró en la clase y levantó la vista para mirar a los que serían sus nuevos compañeros. La mayoría la miraban curiosos, mientras que otros ya cuchicheaban sobre la niña nueva. Frunció el ceño, molesta. A ella le gustaba su antiguo cole, no entendía por qué había tenido que cambiar.
—Háblanos un poco de ti, Kagome. —La chiquilla miró a su profesora y luego de nuevo a los demás niños. Respiró hondo y tomó valor para hablar.
—Me llamo Kagome Higurashi. Antes vivía al otro lado de la ciudad con mis papás y mi hermano pequeño, Sōta, pero ahora nos hemos mudado a casa del abuelo. Vivimos en un templo sintoísta, el templo Higurashi. Tengo un gato, Buyō, al que le gusta mucho comer, y también tenemos un árbol en el patio que, según mi abuelo, es muy antiguo y tiene poderes especiales. —Muchos niños se rieron y ella no pudo evitar soltar una risita también. La profesora pareció darse por satisfecha con su presentación y, para gran alivio de Kagome, le dijo que fuera a sentarse a uno de los sitios que había libre.
Escogió un pupitre al lado de la ventana que además estaba al lado del radiador, perfecto para los días de invierno. Dejó su mochila junto a las demás, en uno de los percheros vacíos, y sacó los libros y el material que iba a necesitar ese día.
Las primeras horas de clase transcurrieron con normalidad y, a la hora del recreo, todos los niños y niñas salieron en tropel, armando alboroto. Kagome también se levantó, no sabiendo muy bien qué hacer, pero siguiendo a sus excitados compañeros hasta el patio. Una vez allí, y como aún no conocía a nadie, optó por sentarse a la sombra de un árbol y observar los juegos de los demás.
Ese era su plan, pero la fortuna quiso que una pelota fuera a dar justo a su lado. La cogió entre sus manitas y se levantó, buscando a los usuarios de la misma, viendo a un grupo de tres niños yendo hacia ella.
—¿Nos la pasas?—Kagome miró la bola y luego otra vez a los niños y asintió. Se la lanzó y uno la atrapó. Iban a irse cuando uno de ellos dijo algo que la incomodó.
—Tú eres la nueva ¿no? ¿La que dice que vive en un templo? Así que tendrás poderes especiales. —Kagome se lo quedó mirando inexpresiva y negó con la cabeza.
—Vamos a jugar, Ichigo—dijo uno de sus amigos, nervioso, tal vez conocedor de las mañas de su compañero de juegos.
—Pero yo quiero saber si ella tiene poderes. Se supone que sí ¿no? ¡Vamos, haznos una demostración!—Kagome empezó a enfadarse. Suficiente había tenido con cambiar de casa, de amigos, de colegio, de ambiente, como para que aquel niño desconocido viniera a meterse con ella.
—¡Oye tú, déjala en paz!—Los tres niños giraron la vista, viendo a otra niña corriendo en su dirección y poniéndose delante de Kagome. Automáticamente los tres pequeños pusieron cara de espanto.
—Eri-chan…
—¡Nada de Eri-chan! ¡Siempre os metéis con los niños nuevos! ¡Fuera!—Por su parte, Kagome no dijo nada. Simplemente flanqueó a Eri, se acercó con toda la calma del mundo a los tres niños y, quedando justo en frente del que sujetaba la pelota, se la quitó para sorpresa de todos y, haciendo gala de una extraordinaria puntería, la lanzó justo hacia las partes bajas del tal Ichigo; el proyectil impactó sin mayores problemas, provocando un grito de dolor en el niño. Los otros dos la miraron con temor y salieron corriendo, huyendo de aquella niña nueva rara que no temía defenderse de los niños.
—Tontos—murmuró Kagome, harta ya de todo.
—¡Guao!—Se volvió, descubriendo que la niña llamada Eri seguía allí de pie, con una sonrisa de oreja a oreja—. Yo no lo habría hecho mejor. No te preocupes por Ichigo, es tonto de remate. Soy Eri, Kagome ¿verdad?—La aludida asintió—. Desde ahora somos amigas. ¡Ven a jugar con nosotras!
Y en ese momento Kagome aprendió que nada ni nadie podría llevarle la contraria a Eri, su nueva (y futura) mejor amiga, al menos a ese lado del pozo.
Pero esa ya es otra historia.
Fin
Es cortito, lo sé, pero espero que os haya gustado igualmente. Serán una serie de viñetas, por cierto, más o menos de este estilo, o al menos esa es la idea xD.
¿Me dejáis un review con helado de vainilla?
*A favor de la campaña con voz y voto. Porque dar a favoritos y follow y no dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo. Lectores sí. Acosadores no.
Gracias.
¡Nos leemos!
Ja ne.
bruxi.