Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Bien, aquí les traje el esperado final, fiuuu, perdón la demora, espero que cubra sus expectativas. Si es que gustan un epílogo (que si lo hago sería muy, muy cortito tipo drabble), me gustaría que me lo pidieran, y si es así que me digan qué cosas les gustarían saber, o aquellas que les pareció que quedaron inconclusas y necesitan una respuesta, si? A todos los que siguieron esta historia: GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Isayama Hajime, la historia si es de mi propia invención.
Advertencias: Fluff, leve angs, pero de disipa rápido, eso es todo.
DEDICADO: A CHARLY LAND QUE HA REGRESADO AL FIN! BIENVENIDA MI REINA!
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"Deberíamos vivir tantas veces como los árboles,
que pasado un año malo, echan nuevas hojas
y vuelven a empezar".
José Luis Sampedro
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Caminó por la casa, sus pies envueltos en medias, la madera crujía agonizante debajo de ellos, como si se quejara bajito de dolor.
Estaba amaneciendo, se sentó sobre el sofá que daba a esa espectacular vista de los cerros al frente. El borde los mismos iba sacudiéndose los tintes nocturnos para dar paso a la calidez de los rayos solares. Bebió un sorbo de su té caliente. Admirando en silencio el espectáculo.
"Levi se sentó a su lado y se quedó contemplando la escena.
—Ah, es maravilloso… hemos viajado mucho, y vimos muchos amaneceres, pero éste… aquí, sigue siendo mi preferido —exclamó Eren con ensoñación.
—No puedo decir lo mismo —el joven lo observó curioso unos segundos, el hombre se giró a mirarlo, con esa mueca de tranquilidad que a veces lo embargaba y acariciando muy sutilmente con el dorso de sus dedos la suave mejilla, continuó—. Los amaneceres me dan igual, los lugares me dan igual, pero cuando estás tú… esos son mis preferidos…"
Se secó las lágrimas con la manga de la camisa, tenía que dejar de hacer eso, tenía que dejar de torturarse con esos recuerdos.
Cuando volvió de Paradis, le pidió un tiempo a Reiner. Un tiempo que se extendió indefinidamente. Se sentía solo, a pesar de que tenía amigos, de que podía levantar el celular y decirle a cualquiera que viniera a su lado. El rubio siempre había sido incondicional con él. Pero debía dejar de engañarse, había sido suficiente de maquillar sentimientos.
Extrañaba a Levi, extrañaba su voz de lija raspando sus oídos, el perfume de su cuerpo, estar arrebujado entre sus brazos, su mirada… sus ojos grises que parecían atravesarlo. Escucharlo tecleando en la pc, sus muecas de disgusto, incluso escucharlo renegar.
¿Por qué no se había dado cuenta antes? Había luchado tanto por sacarlo de su vida.
"Estaba pálido, sus manos temblando un poco, suspiraba de a intervalos muy cortos, su pierna moviéndose intermitentemente.
—Salgamos, Levi. Quiero ir al cine, a tomar un poco de aire, un helado, no lo sé.
—Ve tú. No me siento bien —se levantó para ir a servirse otro vaso de agua.
—Es el séptimo vaso que bebes…
—¿Llevas la cuenta? Es sólo agua, Eren… ¡Joder!
Luego prendió un cigarrillo.
—Vives enojado —el joven se cruzó de brazos con una mueca de molestia en el rostro—. Moriré del aburrimiento, encerrado aquí, como una rata…
—Puedes irte si quieres, no necesito que estés aquí todo el tiempo controlándome cada maldito segundo.
El hombre suspiró, cerró los ojos y se volvió al sofá, donde el joven miraba hacia el suelo.
—Oi, lo siento, estoy un poco… malhumorado, tienes razón. Salgamos, tal vez afuera pueda despejarme un poco —Eren lo miró y sonrió tímidamente—. Eso es, ponte más lindo de lo que ya eres y vamos. Veremos alguna película que te guste, y luego iremos a cenar. Cenar, bailar, escupir a la gente, lo que quieras hacer, está bien para mi.
Al fin una amplia sonrisa invadió la cara de Eren, que abrazó a su esposo y lo besó con ganas.
—Gracias —susurró sobre sus labios.
Levi cumplió. Fueron al cine. Al parque de diversiones. A caminar por la arboleda y finalmente a cenar en un bonito restaurant. Levi apenas tocó su plato, le dijo a su pareja que estaba algo descompuesto del estómago.
Al fin regresaron, Eren estaba tan cansado que se durmió en el asiento del acompañante. Levi lo despertó suavemente y lo hizo caminar casi dormido hasta la habitación. El joven cayó sentado en la cama. Le sacó la ropa y lo arropó bien con la colcha. Dejó un beso en su frente.
Se volvió al living. Se sirvió otro vaso de agua y prendió un cigarro, mientras se mordía el pulgar. Comenzó a transpirar, cerró los ojos, ya sabía lo que se venía, por lo que se fue al baño y se sentó en cuclillas en un rincón. Sintió su corazón acelerándose, las palpitaciones subían de intensidad y le castañeaban los dientes. Se aferró a la tina de loza blanca, mientras intentaba respirar y dominarse.
—Tch. Tch. Mierda… mierda… tch.
Devolvió lo poco que tenía en el estómago, sintiendo que el cuerpo se le iba a quebrar en cientos de fragmentos. Su piel se cubrió de sudor por completo, las gotas caían raudas por su rostro, cuello, espalda. El dolor era como una gangrena que le crecía desde la boca del estómago y se ramificaba a sus extremidades. Los dedos se le torcían en calambres espantosos.
Se golpeó la cabeza contra el borde de la tina con fuerza, gruñendo y jadeando desesperado. Se quedó de piedra cuando lo sintió respirando en su cuello.
—No existes. No, estás muerto, estás muerto —sus labios y barbilla temblaban intermitentemente.
—Puedes negarlo las veces que quieras —sintió la oscura voz—. Pero nunca podrás librarte de mí. Yo vivo en ti.
—Hijo de puta.
Miró sus manos con horror, como empezaban a llenarse de marcas, sus nudillos crecieron un poco y comenzaron a teñirse de rojo. Abrió la boca asustado, mientras retrocedía y pegaba su espalda a una de las paredes. Su anatomía se iba transformando.
—¡No, no, no! —se pegaba sobre las manos sin poder evitar esa metamorfosis.
Temblando se puso de pie y gritó al mirarse en el espejo. Su reflejo le devolvió la imagen de Kenny, que le sonreía socarronamente.
—¿Lo ves? —habló en su cabeza—. Somos iguales, iguales.
—¡NO, NO, NOOO!
El espejo se fragmentó de inmediato al recibir los impactos de los puños de Levi. Cuatro en total.
—¡Levi, Levi! ¡¿Qué sucede?! —la voz de Eren lo trajo a la realidad un momento.
Miró su imagen fragmentada, su mano derecha llena de cortes de los cuales brotaba profusa sangre.
—Estoy bien. Estoy… bien… no te preocupes, ya salgo —Su voz salió irreconocible, monstruosa.
—Abre, Levi, por favor, me estás asustando —pidió el joven tirando del pomo sin resultados.
—Dije que ya salgo, vuelve a la cama, Eren —Esta vez pudo dominarse mejor, mientras abría el grifo del lavamanos para limpiar la herida.
Había pedazos de espejos desparramados en todas partes. Sacó el botiquín y se tomó su tiempo para terminar de vendarse. Limpió como pudo los pedazos y finalmente salió. Eren estaba sentado en la cama, con el semblante preocupado.
—¿Qué sucedió?
—Nada. Vamos a dormir, estoy cansado.
—Son las cuatro de la mañana, ¿no dormiste nada, verdad?
—Ven un segundo —dijo Levi entrando entre las sábanas, abrazó al joven contra su pecho—. Ahora ya estoy bien, no te preocupes más. Sólo, quédate conmigo un rato, así".
Todo el dolor, todo el sufrimiento, él se lo guardaba constantemente. ¿Por qué no había insistido? ¿Por qué lo había dejado pasar sin hacer nada al respecto? ¿Por qué recién ahora se daba cuenta que él no había sido el único sufriendo? ¿Tan ciego estuvo? Las lágrimas cayeron de nuevo, mientras observaba como el sol le llenaba los verdes ojos.
No había luchado lo suficiente. Lo había presionado, había sido egoísta también, pensando solo en las cosas que él quería hacer, siendo completamente indiferente a la gran lucha interna de Levi.
Recién hacía unos días se había puesto a investigar sobre el síndrome de abstinencia del alcohol y sus terribles efectos. Estaba devastado.
Agitación, irritabilidad, dolores de cabeza, alucinaciones, insomnio, temblores, taquicardia, sudoración excesiva, ataques de ansiedad, depresión, entre otras peores. Y Levi estuvo atravesando todas y cada una de ellas. Solo… Pasaba frente a sus ojos, pero nunca le dio la importancia que merecía.
Se sentía culpable, aun siendo consciente de que ambos eran responsables de todo.
—Quisiera volver el tiempo atrás, Levi —más lágrimas le nublaron la vista.
Tres meses. Desde la última vez que lo había visto, desde la última vez que lo había besado. ¿Debería volver a Paradis? No quería hacerle más daño. Lo había llamado muchas veces, pero nunca atendían en el teléfono de la casa de Kuchel. Al parecer había cambiado su número de celular porque siempre atendía el contestador. Y comenzaba a sentir como si todo se repitiera.
Suspiró, largo y tendido y llamó a la persona que jamás pensó que volvería a llamar.
—¿Eren?
—Hola, Erwin, Lamento molestarte, pero…
—¿Pero?
—¿Sabes algo sobre Levi? Es que he llamado a su casa pero, no atiende nadie y su celular…
—Oh, bueno, sucede que hubo una tormenta muy grande en Paradis, ¿has visto las noticias siquiera? Se vieron afectadas todas las líneas de telefonía fija, incluso internet no estuvo funcionando por un buen tiempo. Con respecto al celular, Levi le dijo a su madre que no iba a tener uno, o algo así. La última vez que hablé con él fue hace como diez días, porque llamé al celular de Kuchel.
—Oh, y ¿está bien?
—Bueno, bien es… una palabra muy genérica, digamos. Ha tenido sus días buenos y malos. Para serte franco no estuve demasiado atento este último mes. Levi se enojó conmigo, apenas si me ha dirigido la palabra, aaah —Erwin soltó un sentido suspiro—. No lo sé, no lo entiendo mucho, dijo que tenía muchas cosas que hablar conmigo pero cara a cara. Kuchel dijo que ha mejorado muchísimo su dicción, que si bien retiene mucho mejor la nueva información, no hay manera de que recuerde más sobre cosas anteriores. Eren, ¿por qué no llamas a Kuchel?
—Ya veré, no quiero molestarla.
—Deberías llamarla, no quisiera hablar de más.
—¿Hay algo que deba saber?
—Deberías llamarla.
—Bien, lo pensaré. Gracias, Erwin.
—Lo que necesites, Eren. Oye, si quieres juntarte alguna vez a tomar un café, charlar, bueno, cuenta conmigo, ¿ok? ¿Cómo has estado?
El joven suspiró, era tan extraño contar con el apoyo de ese rubio al cual sintió como un enemigo no hacía mucho tiempo atrás.
—Bueno, en unos días empezaré a trabajar en el buffet de Armony & Stratos.
—¡Oh, vaya! Esa sí que es una buena noticia. ¡Te felicito!
—Muchas gracias. Hace un tiempo comencé a buscar un trabajo más acorde a mis estudios. Fueron cuatro arduas entrevistas, pero lo conseguí.
—Bien por ti, me alegro mucho.
—Gracias, Erwin. No te molesto más, tengo que ir a estudiar.
—No me molestas, para nada. Que estés bien, adiós.
Kuchel estaba poniendo a lavar la ropa cuando su celular comenzó a sonar. Atendió pero se escuchaba muy mal, entrecortadamente, aún las antenas no estaban reparadas del todo y la señal era escasa. Se puso una mano sobre el oído contrario para escuchar mejor.
—¿Aló, si? ¿Hola? No escucho, hable más fuerte.
Caminó hacia el living para buscar que mejorara la comunicación.
—¿Eren? ¿Cómo estás? Se escucha entrecortado. Levi no se encuentra, volverá en una hora. Está yendo a clases de ajedrez a esta hora. Sí, es verdad, no quiere usar su celular por el momento, pero yo creo que estará feliz de saber de ti —la mujer hablaba algo fuerte, casi gritando—, dije que estará feliz de saber de ti. Bueno, ¿llamarás entonces? Está bien, le diré. Adiós.
Kuchel suspiró y se sentó en el sofá del living, acunando el celular entre sus manos como si se tratara de un pájaro herido. Sentía que en esos meses había envejecido sin parar. Las cosas estaban muy difíciles. Levi era como un adolescente descontrolado, siempre malhumorado y con cara larga.
Había extensas horas en las que permanecía en silencio, como si hubieran apretado un interruptor que le evitaba hablar. Su cojera no había mejorado, al parecer el clima húmedo le afectaba los huesos. Y el día de la gran tormenta lo había trastornado, bastaba que se largara a llover que el hombre se escondía dentro del ropero cantando el himno nacional a todo pulmón.
Ahora leía medianamente bien, lo cual agradecía muchísimo, porque leer lo mantenía entretenido por varias horas. Tenía que sentarse y leer los libros de un solo tirón, pues si detenía la lectura luego tenía que retomarla desde cero, ya que muy poca información lograba retener.
El tiempo pasó rápido, cuando Levi llegó Kuchel estaba terminando de cortar las verduras para una tarta que estaba haciendo.
—Hola, Levi, ¿cómo te fue?
—Correcto.
—Ya te dije que no se dice correcto, es bien, o mal, dependiendo lo que haya sucedido.
—Como sea.
El hombre fue a un aparador para sacar un vaso y luego pasó a la heladera para servirse. Estaba sediento.
—¿Sabes? Eren te llamó hoy, dijo que te iba a llamar en un rato, ¿no te pone feliz?
La mujer se giró pero el rostro de Levi estaba sin expresión.
—Me voy a leer —anunció y desapareció de la cocina.
Al cabo de un buen rato el celular comenzó a sonar de nuevo, Kuchel lo atendió.
—¡Eren! Sí, sí, ya regresó, ya te lo paso, espera un poco.
La señora caminó hasta el cuarto de su hijo y se acercó con una gran sonrisa, le extendió el celular.
—¡Es Eren! —dijo feliz.
Levi la miró nuevamente sin expresión, y tomó el aparato.
—Hola —dijo rudamente.
—¿Levi? —escuchó la dulce voz del otro lado, se escuchaba con dificultad por la falta de señal y las interferencias, pero aun así pudo entender.
—Levi, soy yo.
—¿Cómo has estado?
—¿Quién habla?
—Oh, pues Eren, E… Eren…
—¿Eren? ¿Quién es Eren?
El joven se quedó mudo, sin poder articular palabra.
—Oi, ¿sigue ahí? ¿Hola?
—No… ¿No te acuerdas de mí, Levi? Soy… E-Eren, tu…
—No conozco a ningún Eren —habló con voz firme—. Escuche, no sé si sabe, tuve un accidente hace un tiempo, no recuerdo casi nada. ¿Qué quiere?
—Pero tú, me recordabas.
—Bueno, es como la marea, va y viene, va y viene —explicó ofuscado—. Si me acuerdo, le diré a mi madre que lo llame. Como sea, ¿qué quiere?
Eren cortó. No podía hablar. Se arremolinó en el sofá mientras aún no soltaba el teléfono de su mano. Se refregó la cara con la que tenía libre, tratando de no largarse a llorar, pero fracasando estrepitosamente.
"No me recuerda. No recuerda nada de nosotros. ¿Qué sucedió?".
—¿Qué pasó? —Kuchel se acercó con el semblante serio.
—Cortó. Toma —dijo devolviéndole el aparato.
—Levi, ¿es verdad que no recuerdas nada de Eren?
—Ahora tú —dijo molesto y resoplando—. ¿Te parece que miento?
—No, pero…
—Entonces no preguntes más. Ah, quiero hablar con Erguit, a solas, dime como marcar su número.
—De acuerdo.
Una semana pasó. Eren había comenzado a trabajar en el buffet de abogados. Intentaba llenar todos sus espacios con el trabajo, estudiando más arduamente los casos, yendo al gimnasio, incluso había comenzado a frecuentar a Armin, Connie, Natalia y otros amigos con los que había perdido contacto. Reducía al mínimo aquellos momentos a solas, en los que se sentía tan miserable.
Por las noches se colocaba de nuevo el anillo de casamiento. Aunque había guardado en el altillo los CD´s con los vídeos, porque cada vez que los miraba volvía a deprimirse.
Pero a pesar de todos sus esfuerzos, su agonía parecía empeorar. Muchas veces se encontraba suplicando a cualquier dios, ángel o demonio que pudiera tener control sobre las fuerzas del destino, que por favor retrocedieran el tiempo. Que esta vez haría las cosas bien. No dolía tanto el hecho que las cosas se hubieran terminado, sino que no hubiera podido darle un término adecuado. Que no hubo una despedida al menos que lo dejara satisfecho.
Tenía un muerto que velar, y ninguna tumba adonde ir a llorar y dejar flores. Tal era el vacío que sentía dentro suyo.
Ese sábado optó por rechazar cualquier invitación. Se dedicó a separar todos los álbumes de fotos de la casa, y las comenzó a llevar al altillo. Ese lugar empezaba a convertirse en una especie de altar de recuerdos que habían quedado congelados. Que habían quedado con él, como única prueba de lo que alguna vez existió.
Se secó el sudor de la frente, aún le faltaban tres pesadas cajas más. De pronto el ruido estridente del timbre lo sobresaltó. Se sacudió un poco la mugre de la ropa y bajó las escaleras de madera para ir a atender la puerta.
Cuando abrió, sintió que su corazón se aceleraba repentinamente, sus ojos se abrieron muy grandes. Levi le sonrió espléndidamente.
—¡Aquí estabas! —dijo antes de lanzarse a sus brazos y abrazarlo tan fuerte que incluso llegó a doler—. ¡Te estuve buscando! —agregó luego mirándolo con el ceño fruncido.
—¿Levi?
—Sí, sí, Levi, soy yo. ¿Lo ves, Erguit? Te dije que me estaba esperando, ¿me estabas esperando, no? —preguntó girando la cabeza para encarar a Eren pero sin dejar de abrazarlo.
—Ya, Levi, déjalo respirar —acotó el rubio sonriendo y acercándose—. No se va a escapar.
—Tú. No volviste. Yo no podía venir. Dile, Erguit, que la isla estuvo a punto de hundirse. Brrr, odio las tormentas, fue horrible.
—Estoy seguro que Eren sabe sobre esa tormenta, yo se lo dije.
—¿Lo sabías?
Eren no podía hablar por la emoción. Le devolvió el abrazo de nuevo, esta vez largándose a llorar como niño regañado.
—No llores —dijo Levi palmeándole la espalda—. Ya volví. Quería verte, mucho. Eres mi hombre hermoso, muy, muy hermoso. Ya, tengo sed, ¿tienes agua?
—Vinimos caminando desde mi casa—dijo Erwin y recién Eren notó lo colorado y sudado que estaban ambos—. Levi quería ver los alrededores. Reconoció algunos lugares.
—Estuve aquí antes —explicó el hombre sin soltar a Eren—. Pero no estoy seguro de donde, ni qué hice. Bah, no importa. ¿Sigues llorando? Tengo sed, te dije.
—Lo siento, lo siento, pasen.
Eren les dio lugar para que ingresen, mientras se iba a la cocina a traer un refresco helado.
—Yo conozco esta casa —habló de inmediato, mientras empezaba a reconocer el lugar—. Yo estuve aquí.
—Así es —confirmó Erwin sentándose y suspirando cansado.
—Erguit, ahora me harás puré. Kuchel no sabe hacerlo bien. Me vas a enseñar —luego se acercó y le habló en voz baja—. Mi hombre hermoso está flacucho, yo le voy a preparar.
—Hey, tranquilo, recuerda lo que hablamos, con calma —le recordó Erwin.
—Ya lo sé, no olvidé eso. Respirar, respirar —Levi comenzó a mirar los adornos y cosas que había en repisas y muebles.
Eren regresó con una bandeja y vasos. Levi volvió a sonreír sin evitarlo y se le acercó.
—Siéntate —le pidió apurado—, Erguit sirve. Aaahh.
Tocó el rostro de Eren y lo examinó como si se tratara de una obra de arte. Cuando estuvo satisfecho con la inspección, se sentó y volvió a sonreír.
—Eres tan lindo. Muy lindo. Tengo tu imagen grabada aquí —comentó señalando su cabeza—. ¿Y tú? ¿Me estabas esperando, no?
—Bue-bueno, en verdad pensé que… creí que me habías olvidado —admitió el joven.
—Chicos, yo creo que tienen una larga charla pendiente. ¿Podrás pedirme un taxi, Eren? Debo ir a buscar el equipaje de Levi de mi casa. Oh, perdón, ¿prefieres que se quede conmigo o…?
—No, está bien, puedes traerlo —aceptó el joven de inmediato.
—Te lo dije, gigantón. Me estaba esperando. Así debe ser. Trae tu receta del puré, no lo olvides.
—¿Quieres usar mi auto? —consultó Eren y Erwin asintió, el joven se levantó y le trajo las llaves.
—Cuando lo creas necesario dame una llamada y vendré —avisó el rubio tomando las llaves y poniéndose de pie. Miró a Levi—. Te portas bien, ¿ok?
—Siempre me porto bien, tch.
Eren lo acompañó afuera, mientras Levi bebía a grandes tragos.
—Escucha, está mucho mejor que antes, casi no se traba para hablar, tiene una leve cojera, está tomando estos medicamentos —dijo alcanzándole un pastillero—. Una de las azules a las dos, y la amarilla a las seis, eso es todo. Si te da mucho problema me avisas. Lamento no haberte avisado y haber venido así, pero Levi… bueno, él te quería dar una sorpresa.
—Menuda sorpresa —acoto Eren inspirando y tratando de calmarse.
—Eren, Levi no te olvidó, él solo olvidó tu nombre, él mismo te lo contará —al joven se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas—. Bueno me voy, cualquier cosa estaré atento al celular.
—Gracias, te llamaré si es necesario. Y, Levi tenía razón, lo estaba esperando.
Erwin sonrió pacíficamente y saludó con la mano antes de subir al automóvil. El joven regresó a la casa. Levi estaba sirviéndose de nuevo, pero al verlo entrar le sirvió en el vaso. Parecía contento, como un niño al que le compran un juguete muy esperado.
Eren se sentó a un costado y lo miró sin poder creerlo. Ahora tenía cabello, estaba corto, pero ya no llevaba el consabido estilo militar. Las cicatrices seguían presentes, pero mucho más leves. Levi tomó una de sus manos enlazando sus dedos.
—Quería verte.
—Yo también.
—Pero no volviste —le dijo con algo de resentimiento—. No importa, ahora te encontré. Eres un hombre hermoso. Me gusta aquí —comentó mirando alrededor—. ¿Sabes? Ya puedo leer, casi todo, el diario, los… mmm, los titulares, y algunos cuentos. No me gusta el conejo de pascua, los conejos no ponen huevos. Tch, eso es una mentira. Pero si te gustan a ti, está bien para mí.
Eren sonrió, no podía apartar sus ojos de Levi.
—Así que tú eres, Eren. Lo siento, no se me dan bien los nombres.
—No te preocupes, puedes llamarme como quieras.
—No, eres Eren, tengo que llamarte así.
—Está bien.
—Eren, yo no, olvidé casi todo, porque tuve un accidente muy feo. Espera… —se frenó y pensó un poco frunciendo el ceño—. Oh, tú ya lo sabes. A veces lo olvido. Ya sé que nosotros… bueno, tuvimos esa cosa… disolver… ¡divorcio! Yo ya lo sé. Así que, yo quería… ¿podemos empezar de nuevo? Yo no soy Levi, quiero decir, no soy Levi, ese que todos esperan que vuelva. A ese no lo encontré. ¡Uuufff! Lo busqué un montón, pero no está. Entonces yo pensé mucho, que está bien si no vuelve, porque con él tú querías el divorcio, ¿no? Pero conmigo… quiero que me conozcas.
Eren no decía nada, solo lo miraba con los ojos un poco empañados.
—No sé volar, ni manejar, ¡pero puedo aprender! Ahora aprendo, más rápido. Erguit dijo, habla poco, no te pongas… mmm, ansioso, pero yo te amo, Eren —el joven abrió su boca sorprendido—. No, no me olvidé de eso. Es como un fuego aquí —comentó apretando su pecho—, no hay tormenta que lo apague, te digo la verdad. Ese hombre feo, también te ama, eso dijo, pero yo puedo amarte mejor, te haré puré. ¿Sabías que puedo limpiar? Ah, es una cosa linda, eso de fregar y el plumero, ¿tienes un plumero? Me gustan un montón.
—Sí, tengo dos.
—Te quiero besar —luego bajó la mirada y se ruborizó mientras tamborileaba los dedos de la otra mano sobre la mesa.
Eren se puso de pie y lo tomó del rostro para besarlo suave, apenas un roce de labios. Levi cerró los ojos, sonrió luego del beso y lo miró con profundo amor.
—Chad me regaló un helado… —le soltó ruborizándose de nuevo, Eren se sentó y no dijo nada—. ¡Ah, pero no se lo acepté! Le di los dos dólares. Le dije que es lindo, porque es lindo, tiene una gran sonrisa, pero le dije que tenía un hombre muy, muy hermoso esperándome. Ah, creo que se enojó por eso. No importa. ¿Estás enojado?
—No, no lo estoy.
—¿No? Deberías, me estuvo coqueteando. Como sea. Kuchel dijo, que estas cosas de las relaciones con las personas llevan tiempo. Pero yo siento que esperé tanto, ya no quiero esperar más. Quiero estar con Eren… tú… ¿tú quieres estar conmigo?
Levi lo miró con seguridad, aunque sus hombros temblaban ligeramente. A Eren se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas y tiró del agarre del otro para hacerlo poner de pie, lo abrazó, inspirando fuerte y llenándose de su perfume embriagador.
—Claro que quiero —exclamó al fin con la voz salpicada de emociones.
—Oi, no llores entonces, no me iré. Vine para quedarme. Aunque Erguit dijo… él dijo que mejor íbamos despacio, ¿qué carajos significa eso? No estoy yendo a ningún lado, quiero quedarme aquí, contigo, un hombre muy hermoso. Ah, estoy contento. Cierto, toma —revolvió en su chaqueta y al fin sacó una tableta de chocolate con almendras, el papel estaba abierto y estaba a la mitad, se la entregó—. Tenía hambre, pero una mitad es mejor que nada, ¿no?
Eren rió abiertamente y asintió.
—A veces me siento como esa barra —le explicó—, me faltan partes, pero sigo siendo igual de rico, ¿no te dejó de gustar el chocolate con almendras o sí?
—No, me sigue gustando igual.
—Genial. ¿Tienes baño? Espera… mmm, si, es una casa, tiene que tener uno.
—Al final del pasillo.
—Correcto. Iré un momento, no te vayas.
—No lo haré.
Levi entró, se encargó de su vejiga y cuando estaba lavando sus manos se miró al espejo. Sonrió de tal manera que la mueca se volvía un poco tétrica, pero no podía evitarlo.
—El monstruo se fue, al fin.
Salió y Eren estaba de pie al costado de la mesa, corrió a abrazarlo de nuevo.
—Vamos a almorzar, yo te invito. Tengo dinero, ¿sabes? Pero pizza no, el queso es horrible.
—Podemos pedir comida si quieres.
—Correcto, digo bueno.
—¿Algo en especial?
—Hamburguesas, Kuchel no me dejaba comerlas seguido, a mí me gustan.
—Hamburguesas, será.
Luego del almuerzo fueron al patio a sentarse en la hierba que estaba algo alta y brillante, estaba ligeramente nublado y un fresco aire corría. Eren apoyó su cabeza en el hombro de Levi a su lado, automáticamente entrelazaron sus manos más cercanas.
—Si estoy soñando, no quiero despertar —susurró el joven.
—¿Qué dices? No estás soñando.
—Lo sé —comentó sonriendo, luego su semblante se puso serio—. Ojalá esta vez salga todo bien.
—Eren, no tengas miedo, yo sé que nadie puede saber el futuro, que no sabemos si las cosas pueden funcionar o no, pero nunca lo sabremos si no lo intentamos. Y yo quiero intentarlo más que nunca. Si estás a mi lado, me siento más fuerte, más… inteligente, más todo. Este es el lugar en el que quiero estar. Ah, eres más lindo que comer puré.
Eren se enderezó y lo miró emocionado.
—Te amo, Levi. No te olvides de eso.
—Ya basta, te pones más y más lindo a cada momento, ¿cómo lo haces? Debes enseñarme.
Esta vez fue Levi quien se acercó y lo besó con ímpetu, con ganas, ya sin controlarse tanto.
—Eren —dijo entre los besos que se multiplicaban y se volvían más intensos—, hay que tener sexo pronto, ¿bueno?
—Estoy completamente de acuerdo.
Rodaron en el pasto, besándose aún más y al fin se miraron para reír como dos niños.
Dos niños felices de tener poco y que sea todo al mismo tiempo. Dos niños que ya no están pensando en nada, solo en amarse. Ya no importaban los recuerdos congelados, los errores cometidos, o el dolor que había hecho tanto daño.
Ahora pueden empezar de nuevo, pueden crear nuevos caminos, porque un amor nuevo, con olor a brote de primavera, a libro recién abierto, está triunfado contra todo pronóstico. Claro que no será fácil, claro que tendrán muchísimos más desafíos para vencer… pero están juntos, dispuestos a intentarlo otra vez.
Dos personas en pedazos, dispuestas a completarse mutuamente, dos almas que aprendieron a esperarse, a reencontrarse, y a intentar una vez más a pesar de las dificultades, ¿acaso no merecen ser felices? Sólo basta ver esas sonrisas que desbordan de sus rostros al mirarse mutuamente.
Levi no se volvería a lamentar por todo aquello que había perdido, porque lo que había ganado era un universo nuevo, un mundo donde podía volver a volar gracias a las alas que el amor de Eren le había regalado… Un mundo a su lado, era más que suficiente.
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By Luna de Acero… sonriendo…