Descargo de responsabilidad: Si yo fuera Hajime Isayama ni siquiera estaría aquí. Así que como verán, Shingeki no Kyojin no me pertenece.
Armin
Mikasa sintió que su corazón se rompía. Allí, en lo profundo de su interior, más allá de aquel músculo de carne y sangre, algo se detuvo. De nuevo, algo dejó de latir.
Fue incapaz de ver o sentir o escuchar otra cosa. Ni el calor de las llamas, lejano ya, extinguiéndose poco a poco. Ni el humo que se disipaba en el aire, ni el cielo azul despejado de nubes. Ni siquiera la voz de Eren, elevándose cada vez más alto, hasta llegar a los gritos.
Armin…
Armin iba a morir.
Las lágrimas se formaron en sus bellos ojos grises, a la vez que Eren. Armin era su amigo de la infancia, junto con Eren, el único. Le quería tanto como se puede querer a un hermano, y la perspectiva de perderlo, por primera vez en su vida, le llenaba de un dolor que era incapaz de describir.
Paralizada, Mikasa observó sin ver el intercambio frente a sí, argumentos y palabras que se clavaban como flechas en su pecho, significados que no registraba del todo mientras que una espantosa sensación se apoderaba de su cuerpo.
Un golpe seco, un quejido de dolor y el rostro herido de Eren le hicieron volver en sí. Un torrente de fuerza inundó sus extremidades, la adrenalina se disparó impulsada por el dolor y la ira. Sin pensarlo, como si fuera una coreografía aprendida de memoria, se abalanzó sobre el hombre más fuerte de la humanidad.
Ni siquiera Levi vio venir aquella furia demoledora. Mikasa le había derribado, y ahora amenazaba su vida si se resistía a sus demandas. Al límite de sus fuerzas, sólo pudo intentar razonar con ella, hacerle entender su punto de vista. Flock hizo escuchar su voz también, pero Mikasa no cedió.
Otro breve debate siguió a continuación. Con valentía y convicción, cada uno declaró lo que creía. Erwin era un estratega, Armin poseía una gran inteligencia. Uno era experimentado, el otro tenía toda la fuerza de la juventud. Uno a uno, los bandos divididos parecían no poder salir del empate.
Y mientras tanto, el tiempo se acababa.
—¡No te atrevas a meterte en mi camino!
Mikasa tampoco estaba dispuesta a que se metieran en el suyo.
Levantó su espada, aquella destinada para matar titanes, lista para eliminar a cualquiera que se opusiera en sus propósitos. No dudó, su mano no tembló jamás. Iba a matar a Flock y luego se encargaría de Levi. Lo que viniera después, sólo el destino lo sabía.
Pero la hoja nunca llegó a su objetivo.
Hange apareció en escena, justo a tiempo para inmovilizarla y evitar una tragedia. Levi aprovechó el momento para sacar la jeringa con el suero, mientras Mikasa miraba la escena incapaz de hacer nada. Grandes gotas saladas se acumularon en sus ojos, nublando la silueta moribunda de Armin, y un llanto de dolor salió de su garganta rompiendo el silencio.
Hange era fuerte, logrando inmovilizarla. Su voz era agitada, pero llena de seguridad, repitiendo lo que los otros habían intentado hacerle ver. Mikasa, con el rostro bañado en lágrimas, quiso oponerse, pero simplemente ya no le quedaban fuerzas. Aun así, no dejó de luchar.
—También tengo personas a las que quisiera traer de vuelta, ¿sabes?
No fue su voz apagada, ni su rostro compungido, ni su mirada llena de tristeza.
—A cientos de ellas…
Fueron sus palabras.
—Desde que me uní a la Legión de Reconocimiento, he tenido a personas muriendo a mi cargo todos los días. Pero… lo entiendes, ¿verdad? Algún día, todos los que amas morirán. Es algo que simplemente no podemos aceptar. Es algo que te puede llevar a la locura… Es doloroso… Muy doloroso… Lo entiendo. Y aun así, tenemos que seguir adelante.
Ya Hange no la retenía. Ya no era su fuerza aprisionándola, ni siquiera se podía decir que sus brazos la mantenían inmovilizada. Lo único que mantenía a Mikasa allí, eran sus palabras, y el abrazo más comprensivo que jamás había recibido.
Lo entendía. Entendía su dolor, uno que se había multiplicado cientos de veces, una herida reabierta una y otra vez. Justo ahora lo experimentaba, al saber que Armin no tendría otra oportunidad. Y dolía, dolía muchísimo. Pero debía seguir adelante. Por él, por sus sueños.
Dejó ir los brazos, cerró los ojos, y recordó a Armin una última vez. Levi ordenó la retirada, y ya sin resistirse, dejó que Hange se la llevara allí.
«Ni siquiera pude despedirme de él» pensó amargamente, mientras a lo lejos, oía la explosión de una transformación.
Un pequeño proyecto que surgió hoy. Quise plantear los sentimientos de Mikasa por la inminente muerte de Armin, pero mi cabeza (ejém, inspiración) no da para más. Gracias por leer de todos modos.
—Fanfiction, 30 de julio de 2017