Disclaimer: Ni Dragon Ball ni sus personajes me pertenecen.


Y el ayer nunca muere


Una antología de Gohan y Videl escrita por LDGV.


Episodio 5: La forma de lo que vendrá

No sabía cuánto tiempo llevaba allí en la misma posición, quizás una hora o tal vez una eternidad. Pero, como si aquello no importase, Gohan continuaba viendo a su suegro quien no despegaba su mirada de las llamas de la chimenea. Era demasiado inquietante para él seguir mirándolo así, en varias ocasiones se preguntó si debía ir y decirle algo o aguardar hasta que éste reaccionara.

Por ello, sin tener claridad en sus pensamientos, Gohan se resignó por millonésima vez enfocándose en Mr. Satán, imaginando, sin temor a equivocarse, en lo que pensaba. El saiyajin, desviando un poco su atención, se enfocó en las ardientes brazas que devoraban impávidas los trozos de leña. Y sin notarlo, terminó cayendo en el mismo embrujo que el campeón.

Resultaba curioso, pero mirar algo tan común e insignificante como el fuego arder producía un efecto tan poderoso que lograba hacer, casi en el acto, que cualquiera se pusiese a pensar tanto en su presente como en su pasado. Y así, observando la hoguera llenar de calor la habitación, Gohan acabó pensando en la persona que provocó todo lo que ocurría: Videl.

Fue hace ya algunos años pero lo recordaba como si fuese ayer. Él, en compañía de Videl, se apersonó a esa misma oficina habiéndose armado de valor para comunicarle a Mr. Satán su mutua decisión. Los dos, habiendo visto como su amor maduraba y crecía muchísimo gracias a la intimidad, consideraron que ya era hora de vivir bajo un mismo techo y lejos de sus padres.

Tal vez es demasiado pronto para decírselo, quizás debamos esperar un poco más…

¡Gohan, sabes muy bien que la decisión ya está tomada! –Videl, escuchándolo vacilar nuevamente, ni siquiera le dio la oportunidad de continuar, dejando, muy en claro, su opinión–no olvides que ya hice el depósito en el banco por el departamento que usaremos; y aunque lo quisiera, no nos harían un reembolso.

Gohan, asintiendo en silencio, no encontró modo alguno de desafiar sus palabras sabiendo muy bien que ella tenía razón. Por ende, hablándose con él mismo en su interior, se reafirmó la importancia del paso que estaba a punto de dar junto con ella, enfatizándose, en gran medida, la infinita libertad que gozarían al convivir solos en un sitio que podrían llamar su hogar.

Pero para el otrora Gran Saiyaman no era una tarea fácil dejar atrás a su familia. Tratándose de una persona que vivió toda su niñez y parte de su adolescencia en las montañas, la noción de mudarse a la agitada ciudad resultaba un cambio en demasía abrupto. En definitiva, lo quisiese o no, Gohan necesitaría adaptarse a su nuevo ambiente aprendiendo lo que era ser independiente.

Sin embargo, con Videl siendo su maestra, Gohan confiaba en que todo saldría bien. Por desgracia, más adelante, y de maneras bastante amargas, el pelinegro también aprendería que una relación poseía sus altibajos.

Vaya, hacía mucho que no te veía por aquí, Gohan…

Digo lo mismo, Mr. Satán. Ha pasado mucho tiempo.

Bueno, no puedo culparte–luego de haber compartido un apretón de manos con él, Mr. Satán se sentó en su sofá favorito invitando a su yerno a hacer lo mismo–Videl me ha comentado lo ocupado que has estado últimamente por culpa de la universidad.

Sí, la universidad ha sido muy demandante conmigo en los últimos meses–tomando asiento, Gohan le aseveró–pero lo que más me ha ocasionado problemas es tener que viajar desde mi casa a la universidad diariamente; como usted sabe muy bien, la distancia no es ningún problema para mí, el inconveniente es que cada vez se me dificulta más poder disimular que soy capaz de ir y venir sin levantar sospechas.

Entiendo, creo que deberías mudarte a la ciudad y así te ahorrarías ese problema…

¡Pues eso es justamente lo que hará!–Videl interrumpiendo a su padre en ese instante clave, aprovechó las circunstancias para sumarse en el coloquio–cerca de la universidad; a sólo unas cuantas calles, se inauguró un edificio de apartamentos para universitarios. Me costó algo de trabajo convencerlo, pero al fin vendrá a vivir aquí en Ciudad Satán.

Es una gran noticia, así podrás estudiar con tranquilidad sin tener que preocuparte por ocultar tus poderes.

Exactamente…–Videl, mordiéndose el labio inferior, intercambió una fugaz mirada con Gohan antes de soltar la bomba–además, papá, después de meditarlo con calma, yo también me mudaré al mismo departamento.

Tal y como lo esperaban; tal y como suponían que sucedería, Mr. Satán se quedó sin habla mostrando una expresión indescifrable que era, literalmente, el resplandor de la confusión y el asombro que brotó en él al oír a su hija. Gohan, temiendo una reacción furiosa en su contra, se prestó a decir algo que intentase a alivianar el peso de la noticia; empero, Videl se le adelantó.

Papá, no soy tonta, sé que no te esperabas que dijera eso y…

¡Claro que no me lo esperaba, por supuesto que no! –Replicándose, Mr. Satán se concentró en Videl sin notar la incomodidad en su yerno– ¡no necesitas irte de casa, aquí estás perfectamente cómoda!

Papá, no se trata que esté cómoda o no, simplemente que ya deseo empezar a construir mi propia vida fuera de casa–diciéndole uno de los varios argumentos que ya tenía preparados, Videl le explicó tratando de mantener el buen ambiente en la charla–ya tengo veinte años, creo que ya es tiempo que tenga mi propio hogar.

¿Esto fue idea tuya, verdad? –volcándose hacia Gohan, Mr. Satán olvidó por completo las habilidades que el híbrido saiyajin era capaz de realizar– ¿tú le metiste en la cabeza la idea de alejarse de mí?

¡No señor, para nada! –Gohan, también olvidándose de la inmensa diferencia de poderes, sacó a relucir su lado humano al defenderse–la idea de venir a vivir junto conmigo fue de ella; incluso fue Videl quien hizo el pago del arrendamiento del apartamento y firmó los documentos de propiedad.

Serio, haciendo aún más notorio que se sentía dolido, Mr. Satán se mantuvo inmóvil viendo con dureza al chico como si estuviese convenciéndose, en su interior, que Gohan lo engañaba y que verdaderamente era el responsable de alejarlo de su primogénita. Pero, al cabo de unos minutos, el campeón mundial soltó un largo suspiro girándose suavemente hacia Videl.

Ella, luciendo aquella actitud decidida que heredó de su madre, le opuso resistencia al semblante molesto de Mr. Satán quien parecía estar a punto de dar uno de sus acostumbrados discursos donde imponía su autoridad; no obstante, dejando anonadado a Gohan, Mr. Satán fue ablandando su rostro echándose hacia atrás en su asiento hundiéndose en los suaves cojines en su espalda.

Sabía que este día llegaría tarde o temprano, sólo era cuestión de tiempo–conversando con Gohan nuevamente pero de un modo menos hostil, Mr. Satán frotó su faz con una mano–fui bastante ingenuo al creer que podría hacer algo para impedirlo.

En ese punto, no sabiendo si se negaría o no, Gohan y Videl optaron por no decir nada observándolo con duda, entretanto él, dándose un segundo para reorganizar sus ideas, experimentaba una avasalladora montaña rusa de emociones que cambiaba demasiado rápido para asimilarla. Así pues, reacomodándose, Mr. Satán miró fijamente a la pareja frente a él.

Ni Gohan ni Videl podían imaginarlo, muchísimo menos sospecharlo, pero Mr. Satán se veía reflejado en ellos dos, al usarlos, metafóricamente, como un espejo que le dejó verse a sí mismo en su lejana juventud. Se vio cuando, sentado frente al padre de Miguel, debió comunicarle que ella estaba embarazada todavía sin haber terminado la preparatoria.

El nerviosismo y expectación que veía en Gohan fue un reflejo de aquel difícil momento; pese al paso de las décadas, Mr. Satán aún recordaba sin problemas las fuertes y molestas palabras que su suegro tuvo para él. Y ahora, veinte años después, hallándose justamente en el lado opuesto de la barrera, era su turno para contemplar como su hija volaba lejos del nido.

¿No estás embarazada, verdad? –dudoso, sin olvidarse de su propia experiencia, Mr. Satán retomó el habla al dirigirse a Videl.

¡Embarazada! –al unísono, casi con una misma voz, tanto Gohan como Videl exclamaron con gran sorpresa.

¿Lo estás?

¿Estás embarazada, Videl? –Gohan, reiterando la pregunta de su suegro, se volcó por completo hacia su novia.

¡Qué! –Estupefacta, Videl reaccionó con una enorme incredulidad– ¡claro que no, no estoy embarazada!

¿De verdad? –insistió su padre.

¿Papá, de dónde diablos sacaste esa idea? –Molesta, dejando salir un poco de su habitual temperamento, Videl negó tal sospecha– ¡no estoy embarazada!

Discúlpame, Videl. Es sólo que tuve esa impresión, nada más…

Gohan, respirando con alivio, sintió como si le quitaran un elefante de encima, al recordarse, con rapidez, que Videl y él siempre habían sido cuidadosos en las ocasiones en que han dormido juntos. Así pues, notando como el color regresaba a su cara, Gohan prefirió no interponerse en la conversación que tenían los miembros de la familia Satán.

Mr. Satán, naturalmente interesado que su hija viviese con comodidad y tranquilidad, la sometió a un corto pero bienintencionado interrogatorio donde le preguntó sobre el lugar que habitarían los dos. Gohan, participando para dar el punto final a ciertos detalles, vio con alegría como la súbita tensión inicial se disipaba, dejando, tras de sí, un ambiente de cordialidad y auténtica felicidad.

Si bien no era fácil verla partir, Mr. Satán no puso ningún obstáculo y prefirió despedirla al ofrecerles una cena. Luego de eso, y con la ayuda de un par de sirvientas, Videl se prestó a hacer sus maletas dándole un último vistazo al dormitorio que le dio cobijo desde su niñez. Para ella fue un instante muy nostálgico, un aluvión de recuerdos se precipitó sobre ella como si fuese un alud.

Recordó cuando pasó de tener una vida humilde a casi formar parte de la realeza. Evocó cuando su madre la cuidaba al enfermar y, en años más recientes, cuando la química entre ella y Gohan la llevó a ser más osada, abriéndole, sin que su padre lo supiese, la ventana de su habitación. Ya sea para bien o para mal, aquel cuarto dejó una marca muy profunda y difícil de borrar en ella.

Quiero aprovechar que Videl no está en este momento para darte esto–teniendo un breve lapso de soledad con su yerno, Mr. Satán le entregó un cheque con una cantidad nada despreciable–si se lo diera a Videl sé que me lo rechazaría de inmediato, por eso confío en ti. Guárdalo y usa este dinero cuando sea necesario, y si llegan a necesitar más, no dudes en buscarme.

Señor, yo…–muy agradecido, Gohan miró aquel papel verdaderamente sorprendido por su gesto de amabilidad–yo no tengo como pagarte por esto, sólo puedo darle las gracias…

Si tomamos en cuenta lo que realmente pasó con Cell años atrás, creo que es más que justo. Tengo una enorme deuda contigo, muchacho. No es una deuda fácil de pagar.

Señor, no tiene que darme dinero, usted sabe que yo no…

Lo sé, Gohan. Lo sé, ya hemos hablado de esto varias veces, ambos sabemos lo que dirá el otro–regalándole una palmada amistosa en la espalda, el campeón mundial miró de reojo varias fotografías familiares colgadas a lo largo de la pared–algún día, cuando seas padre, entenderás mejor lo que yo estoy sintiendo ahora. No es fácil aceptar que mi única hija ya desea tener su propia vida; pero es algo natural, yo lo viví y ahora lo está viviendo Videl.

Yo entiendo lo que usted dice, Mr. Satán. Para mí tampoco es fácil marcharme de mi hogar; pero al mismo tiempo, siento mucha emoción por vivir cosas nuevas al lado de Videl.

Supongo que no es necesario que lo diga, pero igualmente lo diré: cuídala por mí, no le quites los ojos de encima.

Delo por hecho, señor. Yo me encargaré de cuidarla.

Recordar sus propias palabras, y bajo las actuales circunstancias, no resultó ser una experiencia nada reconfortante para Gohan. Máxime, al preguntarse una vez más cuál era el paradero de su novia. Y precisamente cuando se preguntaba aquello, su suegro, el campeón mundial, al fin mostró signos de actividad al voltearse hacia atrás mirándolo directamente.

Callado, no ocultando su preocupación y seriedad, Mr. Satán sostenía con fuerza la copa media vacía de whisky que llevaba consigo aproximándose a Gohan. El cual, tragando saliva, intentó decirle algo pero no se atrevió a hacerlo. Únicamente se limitó a verlo tomando asiento frente a él, acabándose, de un sorbo, la pizca de licor que contenía su bebida.

– Estuve pensando sin parar en lo que me contaste, traté de hallarle alguna lógica pero no pude encontrársela–siendo el primero en hablar luego de una larga pausa, Mr. Satán se reclinó hacia adelante entrecruzando sus manos–Gohan, muchacho, tienes que comprender que lo que me dices no parece tener sentido. Videl no haría algo así jamás, sencillamente no puedo creerlo.

– Mr. Satán; señor, yo tampoco entiendo nada. No sé por qué se marchó.

– ¿Has intentado buscarla usando esa cosa que ustedes llaman "ki"? –Depositando sus esperanzas en aquel poder mágico que se escapaba de su comprensión, Mr. Satán borró por un instante la tristeza de su rostro–tal vez así puedas encontrarla, las personas no desaparecen sin dejar rastro.

– Eso fue lo primero que hice cuando leí su nota; pero no la encontré–confundido y agobiado, Gohan le respondió–supongo que debe estar escondiendo su ki para que no la encuentre, yo le enseñé cómo hacerlo hace unos años…

Quince horas antes, ese mismo día, todo parecía indicar que se trataría de un viernes como los demás sin nada en especial. Gohan, habiendo terminado de prepararse para un difícil examen escrito, se apresuró a desayunar una taza de café y un pastelillo luchando contra el cansancio que se apoderó de él luego de haber permanecido despierto gran parte de la madrugada.

Videl, aún dormida en la cama que ambos compartían, daba la impresión de no haberse percatado de su despertar a pesar del constante ruido de sus pasos. Gohan, dándole una mirada final antes de partir, se acercó a la pelinegra dispuesto a darle un beso de despedida. Somnoliento, esperando que la cafeína lo reanimara, se prestó a susurrarle un "nos vemos después".

¿Ya te vas?

Sin embargo, tomándolo por sorpresa, Videl alcanzó a escuchar sus palabras y se giró sobre sí misma para mirarlo. Ella, profundamente agotada, a duras penas podía abrir sus ojos con claridad.

No te levantes, aún es muy temprano. Vuelve a dormir.

Suerte en el examen, estaré esperándote para cenar–reacomodándose entre las mantas, Videl apoyó su cabeza en una almohada–ordenaré pizza por teléfono, y no te preocupes, pediré que no le agregan anchoas. Sé que las odias.

Eso suena muy bien, necesito un poco de descanso después de tanto estudio–besándola suavemente, Gohan lamentaba tener que partir al sentirse tentado a quedarse–cuando venga de camino compraré algunas cervezas…

No te tardes mucho, te amo…

Yo también te amo…

Tranquilo, sin la más mínima inquietud, Gohan dejó a Videl descansando. Veloz tomó sus pertenencias y se enrumbó hacia la universidad, repasando, mentalmente, todo lo aprendido en el semestre anterior. Apresurándose, volando a una velocidad supersónica sin que nadie lo notara, nada lo alertó de lo que encontraría al volver a casa al caer el atardecer.

Ya sentado en uno de los varios pupitres se enfocó en responder las preguntas de la prueba, más adelante, asistió a un par de clases más, y al fin, al terminarse la jornada, compró unas cuantas latas de cerveza en una tienda de abarrotes ansiando poder darse un respiro. Y con gran prisa, muriéndose de hambre, Gohan ingresó en el edificio que ha sido su casa en el último quinquenio.

Subiendo en el elevador, Gohan se decía a sí mismo que las vacaciones llegarían en unas semanas más, permitiéndole, finalmente, tomarse un merecido descanso en compañía de Videl. Cruzando su mente en primera instancia, Gohan deseaba visitar a sus padres imaginando las interminables preguntas que su madre le haría respecto a sus estudios.

Le caería de maravilla volver a respirar el limpio aire fresco de las montañas, de todo corazón le hubiese encantado quedarse en aquel sitio por una larga temporada; no obstante, Gohan se prometió que sería en otra ocasión debido a que Videl, unos cuantos meses antes, le platicó de sus intenciones de vacacionar fuera de la ciudad y visitar las cálidas playas del sur.

Tal evocación, haciéndolo sonrojarse en menos de un parpadeo, resaltó todavía más al recordarle la lista de actividades que Videl, con un tono de voz deliberadamente atrevido, le enumeró una por una. Dichas actividades pasaban desde algo tan normal como nadar en el mar, hasta otras más íntimas como hacer el amor justo en la orilla de la costa mientras las olas los abrazaban.

El Gohan de antaño se hubiera muerto de vergüenza ante el mero hecho de imaginar algo semejante; por el contrario, el Gohan actual, apretó sus puños al fantasear con aquello. Sintió la espuma del agua chocando contra su desnudez y, encima de él, danzando igualmente desnuda, vio a Videl ofreciéndole placer a su vez que ella se complacía gracias a él.

Agitando su cabeza, queriendo enfriarse un poco, Gohan consideró urgentemente darse una ducha helada para calmar sus ánimos. Así pues, saliendo del ascensor, Gohan se encaminó a su morada abriendo la puerta, agradeciéndole, al cielo, que por fin pudiese estar de regreso. Pero, para su desdicha, el escenario que se mostró ante él distaba mucho de la apacible normalidad.

¡Ya llegué, Videl! –Cerrando la puerta detrás de él, a Gohan le extrañó la oscuridad que reinaba en su apartamento– ¡compré la cerveza que te gusta!

Silencio, esa fue la única contestación que recibió. Tal cosa borró la radiante sonrisa de su cara, no sabía cómo explicarlo, pero un hormigueo muy intenso le dijo que algo no andaba bien. Así pues, encendiendo las luces de la cocina, dejó las cervezas en el refrigerador y caminó hacia la estancia hallando lo mismo: nada. El televisor yacía inerte, la radio no cantaba ninguna canción.

Pensando que debía estar soñando o imaginando cosas, Gohan se dirigió a la alcoba confiando que hallaría a Videl ahí; empero, al entrar, sus entrañas se estrujaron al sólo ver más vacío y soledad. Aún así, al agudizar su visión, una hoja de papel resaltó entre la decoración, ganándose, instantáneamente, su total atención. Desgraciadamente, lo allí escrito acabó de desmoronarlo.

– ¿Entonces dices que encontraste esta nota sobre una mesa? –sacando de sus bolsillos la carta en cuestión, Mr. Satán la desdobló releyéndola una vez más.

– Sí, eso fue lo que sucedió.

Gohan, mi amor, lamento marcharme de este modo sin despedirme pero no tengo más opción. Pensé en esperarte pero no tuve el valor de hacerlo, necesitaba irme cuánto antes. Quiero que sepas lo mucho que te amo, hemos sido muy felices; pero necesito un poco de espacio para pensar. Sé que te asustarás al leer esto, pero te ruego que no llames a la policía ni tampoco a mi padre.

No me busques por favor, sólo te pido un poco de tiempo para aceptar que ya no volveré a ser la misma. No me has hecho nada malo, no te culpes por mi partida. Cuando crea que estoy lista, volveré. Mi cabeza es un total desastre, siento que el mundo se me viene encima y no tengo tu fuerza para resistirlo. Te suplico que me perdones, te amo muchísimo. Adiós.

Videl.

Respirando profundamente, y sintiendo con sus dedos la textura de aquella carta, Mr. Satán no pudo detectar ningún indicio de falsificación por más que lo buscó. Cada frase de aquellos dos párrafos los escribió su primogénita; sin duda alguna, era la letra de Videl. A pesar de eso, el campeón continuó buscando una explicación coherente para aquel acto tan irracional e ilógico.

Gohan, por su parte, cerró sus ojos tratando de rastrear el ki de Videl una vez más. Lamentablemente para él, como en los intentos anteriores, no consiguió percibir ni la más ínfima huella de su energía. Escaneó cada rincón de la metrópoli, escudriñó varios kilómetros a la redonda pero la presencia de Videl evadía su búsqueda.

No resistiendo el amargo sabor de la derrota, Gohan se reclinó apoyando sus codos en sus rodillas entretanto se cuestionaba, otra vez, por qué Videl lo abandonó de repente. Y allí, al lamentarse, se maldijo a sí mismo por haberle enseñado a la pelinegra, años atrás, cómo disminuir su ki de tal modo que éste se desapareciera por completo.

Dicha enseñanza se la dio unos meses después de la pelea contra Majin Buu, cuando, insistiéndole en aprender más sobre el ki, Gohan atendió las solicitudes de Videl mostrándole más usos de su fuerza interior. Pero, sin que ella lo supiese, él le explicó aquel truco para que ella lo utilizase como una medida de defensa en caso que se viera atacada por un enemigo mil veces más poderoso.

Lo que se suponía que debía ser una herramienta para su protección, se convirtió, tristemente, en el instrumento de su frustración.

– Tendré que llamar a la policía, es lo único que se me ocurre en este momento–Mr. Satán, poniéndose de pie, no tuvo más alternativa que olvidarse de los poderes sobrenaturales que rodeaban a Gohan para enfocarse en métodos más humanos y comunes–no te vayas de aquí, la policía querrá escuchar tu testimonio además de analizar la nota.

Sin levantar la vista, solamente escuchando su voz, Gohan asintió sin decir nada al comprobar la hora con el ruidoso reloj de péndulo que colgaba en una pared. Siendo más de medianoche, y con el cansancio destrozándolo, Gohan sentía como sus globos oculares ardían en llamas tras sus párpados. Inmóvil, petrificándose como una estatua, Gohan sucumbió ante el agotamiento.

Y si en la vida real no podía hallarla, Gohan lo logró en sus sueños.

Allí estaba, tan sonriente y feliz como la recordaba. Allí estaba, cargando en sus brazos un par de cajas de cartón llenas de sus pertenencias. Allí estaba, abriendo la puerta de su departamento diciéndole que ahora vivirían juntos. Allí estaba, recorriendo con él cada una de las habitaciones. Allí estaba, riéndose mientras se besaban al rebotar en el colchón de su cama.

Sí, allí estaba ella. En su mente y en su corazón.

¿Y bien, qué te parece el lugar? –aún abrazados, Videl le preguntó con curiosidad.

No está mal, es muchísimo más grande de lo que imaginaba.

Te dije que viviríamos cómodamente, es acogedor pero espacioso–besándolo de nuevo, Videl rodó un poco quedando sobre él.

El sofá de la estancia se ve muy suave, yo dormiré allí mientras que tú te quedas con la cama.

¿Qué demonios dices? –arqueando una ceja, Videl le cuestionó con dureza–obviamente no pienso dormir sola.

Pero sólo hay una cama en todo el departamento–ingenuo, quizás demasiado, Gohan le argumentó.

Exacto–fingiendo inocencia, divirtiéndose como una niña traviesa, Videl le replicó–como no quiero que tengas problemas para dormir, voy a compartir contigo la mitad de la cama. Así me servirás de calefacción cuando lleguen las noches frías de invierno.

¿Calefacción? –Cayendo en su juego, dibujando una sonrisa cómplice, Gohan fue saliendo más y más de su cascarrón de timidez– ¿acaso me ves como una especie de oso de peluche gigante?

Bueno, ahora que lo dices, la analogía me parece perfecta…

Lo que ocurrió luego fue una copia exacta de lo que sucedía a escondidas en la mansión de Mr. Satán; sin embargo, para alivio de ambos, no tuvieron que preocuparse por ser descubiertos o por hacer demasiado ruido. Meramente celebraron, a su manera, que eran completamente libres para amarse sin temer que nadie los criticara o los juzgara.

No más hermano mejor espiándonos–relajado, besando con lentitud el valle de sus senos, Gohan le susurró.

No más Majin Buu golpeando la puerta en el momento menos indicado–sintiendo su corazón latir con fuerza, Videl habló entre suspiros al sentir como los labios de Gohan se divertían con las cumbres de sus pechos.

No más madre estricta vigilándonos–deslizando una mano por el vientre de su novia, los dedos de Gohan se internaron en el leve manto de vello que cubría el monte de Venus de Videl.

No más padre celoso queriendo escuchar nuestras charlas telefónicas–arañando la sábana debajo de ella, Videl le aseguró al percibir la presencia de un placentero invasor explorando su intimidad.

Y dicha sensación, haciéndola soltar un grito ahogado, elevó su temperatura corporal a tal grado que creyó derretirse. Pronto, volviéndose más que urgente, fueron desnudándose el uno al otro retirándose con calma las restantes prendas de vestir en sus cuerpos. El deseo era más que evidente; pero más allá del acto sexual, a ambos les encantaba sentir su mutua piel desnuda.

Gohan siempre fue demasiado cuidadoso con ella, temía que su ímpetu saiyajin lo hiciera ir muy rápido y llegase a lastimarla. Amaba la rudeza y el coraje de Videl; sin embargo, debajo de aquella coraza, a Gohan le fascinaba la fragilidad que emanaba de ella con el mero hecho de ver como Videl temblaba al besar su cuello y vientre.

Era pequeña y suave, casi como un jarrón de porcelana que se rompería si no la trataba con cuidado. Sentirla así, apegada a su ser, hacía que todo lo demás dejara de existir; si no fuese un deseo en demasía egoísta, reuniría las esferas del dragón para pedir que estuvieran así por toda la eternidad. Sólo ellos dos; felices y desnudos, hasta el final de los tiempos.

¿Dime que tienes uno? –jadeante, yo no resistiendo más, Gohan intercambió miradas con ella.

Creo que sí, debe de haber uno en una de mis maletas…

Nunca olvidaría la primera vez que compró preservativos, en aquel momento fue una odisea más que vergonzosa; pero que ahora, al mirar atrás, le resultaba un recuerdo sumamente divertido. Él, usando una bufanda en pleno verano y unas gafas oscuras, esperaba que aquello fuera un disfraz suficientemente efectivo para que nadie supiese quién era.

Entró en una farmacia, tomó una caja de un estante y tardó casi veinte minutos en decidirse en pagarlos. Dejando de lado los nervios y la vergüenza, Gohan imploraba que ningún amigo o familiar pasara por allí casualmente y lo descubriese. De haber ocurrido tal cosa, ni siquiera el mismísimo Shenlong lo hubiese podido resucitar luego de una muerte tan bochornosa.

No obstante, varias horas después, al tener a Videl dormida sobre él al terminar de hacer el amor, Gohan sonrió diciéndose que las dificultades anteriores habían valido la pena. Gohan no lo sabía, pero para Videl fue igual de especial tomar la decisión de entregarse a él. Ya que fue Videl, quien, siendo fiel a su estilo, la que se aventuró a dar el primer paso.

Irremediablemente, con el transcurrir de los años, para Videl ya no era suficiente conformarse con sólo besarlo y abrazarlo como lo hacía en la preparatoria. Ella, ansiosa y deseosa, fantaseó con la idea de cruzar la frontera con él. Lo soñó y lo imaginó, pensó en ello tantas veces que terminó aceptando que la única manera de sacar esa idea de su mente sería haciéndolo.

Gohan ya no era tan tímido como al principio; ergo, si tenía suerte, y usaba las palabras correctas, tal vez él se animaría a hacerlo. Y así, aprovechando una de sus recurrentes tardes de estudio, Videl se reclinó junto a él abrazándolo como solía acostumbrar al acabar de estudiar. Así pues, tenuemente sonrojada; pero decidida, ella se acercó a uno de sus oídos susurrándole su sentir:

Quiero que hagamos el amor…

Sobresaltándose, abriendo sus ojos de golpe, Gohan juraría que aquel susurro de Videl sonó muchísimo más real que cualquier otra cosa que hubiese soñado antes. Atontado, aún sin despertarse por completo, el otrora Gran Saiyaman descubrió un par de luces rojas y azules que se colaban por las ventanas, deduciendo, lógicamente, que se trataba de la policía.

El saiyajin, levantándose de su asiento, caminó un poco para apartar las persianas de los ventanales observando como Mr. Satán hablaba con dos uniformados que, al escuchar sobre la desaparición de Videl, no se demoraron en usar sus radios para solicitar más apoyo. Después, y entrando en la mansión, Gohan vio como aquellos hombres seguían al campeón hacia él.

Y fue entonces, al reclinarse sobre el cristal, que un hormigueo muy humano recorrió su alienígena existencia.

– Videl…–masculló para sí mismo–este es el ki de Videl…

Sin detenerse a meditar, totalmente controlado por aquel leve rastro de energía, Gohan abrió las puertas de las ventanillas frente a él y salió disparado en el aire como un misil.

– Gohan, muchacho, la policía ya está aquí y quieren que tú les…

Silenciándose, quedándose perplejo ante la soledad que encontró ante él, Mr. Satán se limitó a mirar como el viento hacía ondear las cortinas con elegancia. Los oficiales, a sus espaldas, se miraron entre sí comenzando a sospechar, llevados por las circunstancias, que tal vez el yerno del campeón mundial tenía mucho más que ver con la desaparición de Videl de lo que aseguraba.

Pese a eso, ya muy lejos de ellos, Gohan cruzaba el cielo nocturno de Ciudad Satán rastreando la leve y sutil huella de ki que provenía de Videl. Su corazón bombeaba con fuerza al avanzar, sus sentidos luchaban por no perder la única pista que poseía de ella como si esta fuese, literalmente, un delgado hilo que amenazaba con romperse en cualquier instante.

Abajo, resplandeciendo con un intenso brillo amarillo, las luces artificiales iluminaban las casi vacías calles y avenidas de la ciudad donde sólo unos cuantos automóviles se miraban a lo lejos. Empero, teniendo la esperanza que ella se encontrara cerca, Gohan se percató como su rumbo lo llevaba directamente hacia el cementerio de la metrópoli.

– ¡Ya casi llego, ya casi llego!

Dibujando una curva, Gohan cayó en picada hacia tierra viendo como las numerosas lápidas se agrandaban a medida que se les acercaba. Frenando, pero aún moviéndose muy rápido, Gohan no pudo detenerse en su totalidad dejando un par de marcas en el suelo al posar sus pies en el pasto. Sin embargo, no importándole aquello, Gohan miró en todas direcciones buscándola con la vista.

– ¡Videl!

Gritó sin interesarle que estuviese interrumpiendo el descanso de los muertos, su prioridad era hallarla y nada más. Por ende, concentrándose de nuevo, Gohan tranquilizó su mente rastreando hasta la más diminuta partícula del ki de Videl que estuviese flotando por allí. Y como un sabueso que olfateaba a su presa, la inconfundible presencia energética de Videl delató su ubicación.

Corrió entre las tumbas adentrándose en el camposanto, eludió algunos mausoleos deteniendo en seco su recorrido al verse frente a uno en particular. Aquella cripta era mucho más grande que las demás; si bien la noche no permitía mirar su decoración con claridad, los faroles eléctricos que rodeaban su perímetro, consentían, al menos, distinguir una pizca de su enormidad.

Por lo que detectaba, Videl se hallaba ahí dentro aunque no entendía qué hacía allí. Intrigado, y profundamente confundido, Gohan se dispuso a entrar mirando sus alrededores con incomodidad por estar invadiendo un sitio de esa naturaleza. Aún así, llevándose otra sorpresa, Gohan se quedó boquiabierto cuando pudo leer el nombre de la persona que yacía allí sepultaba.

Miguel Satán.

– Esta es…esta es la tumba de…

Había escuchado hablar de ella miles de veces, tanto Videl como Mr. Satán le habían contado anécdotas familiares donde ella era la protagonista absoluta. Miguel Satán era una leyenda para quienes pudieron conocerla en vida, lamentablemente para Gohan, él sólo podía conformarse con escuchar sobre ella y mirar su pintura colgada en la oficina de su suegro.

Tal pintura, sin importar en cuántas oportunidades la mirase, siempre le causaba la misma impresión al asombrarse con lo idénticas que eran Videl y su madre. Ambas eran como un reflejo de la otra, las dos poseían profundos ojos azules y largos cabellos negros que resaltaban como sus elementos más distintivos. No obstante, su relación iba más allá de simplemente verse iguales.

Por lo que sabía, Videl y Miguel fueron muy unidas. Más de lo que cualquiera pudiese imaginar. Una unión que se vio rota por la trágica aparición de la muerte.

– Videl, ya estoy aquí…

La impulsividad que lo trajo hasta aquí lo hubiera hecho gritar y correr como un demente hacia ella; empero, al respetar la memoria de Miguel, Gohan optó con acercarse a ella con lentitud al mirarla sentada en el piso en una esquina del inmenso sepulcro. Despacio, dándose cuenta que Videl no se veía bien, Gohan resistió la tentación de abrazarla y se arrodilló junto a ella.

Videl, con un rostro muy pálido, ni siquiera se volteó a mirarlo manteniendo su vista clavada en la loza de piedra que cubría el ataúd enterrado de su madre. Lentamente, casi como si dudara en perturbar el silencio de sus labios, Gohan extendió una mano con la intensión de posarla en uno de sus hombros y romper con el extraño hechizo que, en apariencia, la mantenía controlada.

– Fui bastante tonta al creer que podría esconderme de ti, creí que sería capaz de mantener mi ki escondido para siempre pero luego de tantas horas, no pude seguir ocultándolo…

Tomándolo desprevenido, adelantándose a sus planes, Videl le habló sin negar sus acciones.

– También sospeché que no contaría con mucho tiempo, por eso fue que vine aquí a pensar…

– ¿Por qué te fuiste, Videl? –Haciéndole la pregunta más lógica bajo el contexto en el cual se encontraban, Gohan no se tardó en interrogarla–cuando llegué a casa y leí tu nota casi me vuelvo loco, te busqué por todas partes pero no te encontré, no tuve más opción que ir con tu padre para…

– ¿Papá sabe lo que pasó?

– Claro que sí, obviamente tenía que saberlo–respondiéndole, Gohan fue muy claro–en tu carta me pediste que no se lo dijera pero eso era algo imposible de cumplir, tarde o temprano tu padre se enteraría. No tuve el valor de engañarlo.

– Supongo que estoy en problemas; en graves problemas.

– Videl, necesito que me digas por qué huiste…–abrazándola, ahora sí cediendo ante el impulso de hacerlo, Gohan no se reprimió– ¿por qué te fuiste?

Mordiéndose la lengua, sintiendo miedo, Videl no contestó.

– Videl; por favor, respóndeme. Necesito entender que…

– ¡Estoy embarazada!

– ¿Qué?

– Estoy embarazada…

Gohan imaginó miles de razones, desde las más extravagantes hasta las más normales; empero, no sospechó un motivo así.

– Desde hace unos días comencé a sentir algunos leves malestares estomacales, creí que sólo eran un mal pasajero pero continuaron. Al mismo tiempo empecé a tener más hambre, por eso te propuse la idea de ordenar pizza–sincerándose, pidiéndole fuerzas a su madre, Videl le comentó la verdad–no había querido decírtelo para no distraerte, estuviste muy ocupado estudiando para el examen de hoy y por eso preferí no interrumpirte…

Gohan, todavía procesando la información, se mantuvo en silencio escuchándola.

– Pero esta mañana, luego de que te fuiste, tuve unas náuseas muy intensas que me hicieron vomitar en el sanitario; presumo que fue por pensar en comida–llevándose la mano a la boca, Videl luchó por olvidar ese momento temiendo que las arcadas regresaran–después de eso me di una ducha, la ducha más larga que me haya dado alguna vez. Mientras dejaba que el agua me cayera encima recordé una vieja conversación que tuve con Ireza; fue hace algunos años atrás, cuando aún íbamos a la preparatoria.

– Voy a ser papá…–mascullando, Gohan se habló a sí mismo sin dejar de oírla.

– Sabes mejor que nadie lo "extrovertida" que es Ireza; pues en una ocasión la vi muerta de miedo. Ella me contó que en una noche de tragos estuvo con un chico que ni siquiera conocía, los dos se divirtieron juntos bebiendo y bailando, al final, terminaron en un motel–explicándole, Videl notó como sus manos temblaban a raíz del frío que los rodeaba–no se cuidaron; no se protegieron. Ireza creyó que estaba embarazada porque su período se retrasó y sentía los mismos malestares que yo tengo ahora, estaba muerta de pánico, si sus padres sabían que tendría un bebé de un hombre que no conocía, la matarían. Nunca la había visto tan asustada.

Gohan, viendo el leve temblor que la recorría, la abrazó más fuerte brindándole calor.

– Al final tuvo suerte, sólo fue un retraso demasiado largo y aquello no pasó de ser un mero susto. Pero para mí; para nosotros, sí es real–volteándose a verlo, mirándolo directamente a los ojos, Videl le afirmó–al terminar de ducharme fui a una farmacia, compré una prueba casera y volví a casa. Cuando vi que el resultado de la prueba marcaba positivo creí que todo se acabaría, sentí muchísimo terror. No sabía qué hacer.

El saiyajin, recreando mentalmente lo que Videl le decía, pudo imaginarla a la hora de descubrir que muy pronto serían tres bajo el mismo techo.

– Ninguno de los dos hemos terminado nuestros estudios, tampoco tenemos mucho dinero…–estresada, Videl enumeró las dificultades que la han atormentado todo el día–somos demasiado jóvenes, no estamos preparados para algo así. Tampoco entiendo cómo pudo suceder, siempre hemos sido muy precavidos desde nuestra primera vez, no comprendo por qué sucedió…

– Videl, yo sé que no es fácil, sé que no estamos listos; pero me siento muy feliz por la noticia–honesto, sonriéndole a pesar de las adversidades, Gohan sentía una enorme emoción recorriendo su cuerpo–a vamos a ser papás, vamos a tener un bebé que es totalmente nuestro. Nada podría hacerme más feliz…

– Pero Gohan, nuestros padres…

– Lo sé, lo sé…–apretándola, posó su barbilla sobre la cabeza de Videl–estoy seguro que mi madre nos sermoneará y que tu padre me reclamará; pero no dudo, que en el fondo, ambos estarán muy contentos por ser abuelos. No tengo la menor duda al respecto.

Comenzando a llorar, con sus sentimientos a flor de piel, Videl rompió en llanto.

– Yo me fui porque estaba asustada, tenía miedo que te molestaras, tenía miedo que todos me juzgaran por ser demasiado joven y; sobre todo, porque no creo que pueda tomar el papel de madre…

– Mi amor, no digas eso, no estoy molesto contigo; al contrario, me siento muy feliz…–tratando de animarla, Gohan le afirmó con rapidez. Pero, casi de inmediato, analizó lo último dicho por ella– ¿por eso viniste a esconderte aquí en la tumba de tu madre?

– Cuando me fui pensé en tomar un tren fuera de la ciudad, pero necesitaba hablar con alguien y por eso vine aquí–explicándole, Videl le dijo entre lágrimas–mi madre murió cuando era muy pequeña, crecí sin ella. No sabía a qué otro lugar ir, sólo su presencia me tranquilizaría.

Había combatido con ladrones, pandilleros y mafiosos sin problemas; no obstante, aceptar que una vida nueva crecía dentro de ella, la intimidó como ninguno de ellos pudo lograrlo. Si bien era cierto que Milk la recibió en su familia con los brazos abiertos, Videl no tenía una figura materna propia en la cual respaldarse. No tenía a nadie en quien apoyarse, se sentía sola y abandonada.

La presión se confabuló con la vacilación haciéndola huir de todos, el temor de fracasar la impulsó a esconderse al desconectar su sentido común y su raciocinio. Apenas comenzaba a explorar el mundo desde la perspectiva de una relación amorosa, aún le faltaba vivir muchas alegrías y muchas tristezas. Aún le faltaban muchas lecciones por aprender, aún era muy pronto.

– Videl, estás congelada y tu padre está muerto de preocupación, incluso ya informó a la policía de tu desaparición–poniéndose de pie, Gohan la invitó a hacer lo mismo–lo mejor será llevarte a casa, tu papá merece saber que estás bien…

– Cuando me vea se pondrá furioso, estoy segura.

– Es muy posible que sí, no voy a mentirte; pero pienso que cambiará de parecer cuando le demos la noticia.

– Yo no me siento preparara para decírselo.

– Estaré contigo todo el tiempo, sin importar lo que diga tu padre, puedes contar conmigo–tomándola de la mano, Gohan le sonrió–después de todo, eres la madre de mi hijo.

Videl fue incapaz de resistirse a eso y se derritió en el profundo abrazo que Gohan le ofreció, seguía sintiendo ansiedad y pavor pero confiaba que todo saldría bien al tenerlo a su lado. Fue una tonta al tomar una decisión tan precipita como marcharse; empero, viendo la situación de otra manera, le tranquilizaba haberle confesado la verdad a su madre antes que a cualquier otro.

Allí, sin separarse de Gohan, Videl se giró un segundo para sonreírle a la lápida frente a ella, evocando, uno a uno, los últimos días que Miguel compartió con ella antes de partir para siempre. Echaba de menos oírla cantar, extrañaba irse a dormir escuchando su voz al tararear una de las muchas canciones que ella misma escribió.

Y ahí, mientras la recordaba, Videl dibujó una sincera sonrisa al imaginarse a sí misma cantándole esas melodías al fruto de su amor con Gohan. La simple imagen la estremeció de pies a cabeza, tal visión le mostró una faceta de la maternidad que tiró a la basura todos los temores que la azotaron desde el instante en que supo que esa sería su misión más grande.

Se despidió de su mamá prometiéndole que será valiente, le juró que asumirá este desafío con las mismas agallas que ella tuvo para luchar contra su enfermedad hasta el final. Y, más adelante, cuando pudiese cargar a su primogénita, la traería ante ella para que la conociera. Era una inexperta, tendría que pedir continuos consejos; pero jamás se arrepentiría del regalo que recibió.

Tranquila, por primera vez en varias horas, Videl caminó junto a Gohan saliendo del mausoleo de la esposa de Mr. Satán cruzando la solitaria explanada que atravesaba el cementerio. Y haciendo una parada muy necesaria, bajo la luz de tres faroles y rodeados por árboles, Videl le susurró un "perdóname" a Gohan, el cual, sin usar ni una frase, le respondió besándola con fuerza.

Con aquel beso la expió de sus pecados y culpas, con aquel beso le demostró el alivio que experimentaba al recuperarla cuando creyó haberla perdido. Con aquel beso le dijo cuánto la amaba. A partir de ese día, y más que nunca, ambos se prometían estar unidos sin importar los retos que estuviesen por venir.

Ya no eran una pareja más como muchas otras; ahora serían una familia.

Fin

Hola, mil gracias a todos por leer otro episodio de esta antología. Ya era hora que la actualizara luego de varios meses en pausa, me hubiera encantado hacerlo antes pero hasta ahora tuve el tiempo necesario para escribir. De nuevo le agradezco a mi estimada amiga Linkyiwakura por permitirme crear esta antología al usar sus dibujos como inspiración para cada capítulo.

Ya para terminar por hoy, les comento que mientras escribía escuchaba otro de mis soundtracks favoritos. En esta ocasión, me acompañó una melodía muy suave que me ayudó muchísimo a concentrarme al momento de pensar y escribir. Si desean escucharla, búsquenla en You Tube con este nombre: Oblivion - I'm Sending You Away.

Antes de retirarme quiero darles las gracias a Giuly De Giuseppe, SViMarcy, Saremi-San 02, ByaHisaFan y a ZhadYen01 por sus comentarios en el capítulo anterior.

Gracias por leer y hasta la próxima.