Saludos, queridos lectores.

Ha pasado mucho tiempo, LO SÉ. La universidad me estaba arrancando las entrañas, así que no tuve más opción que dejar las actualizaciones un rato. Pero estoy de vuelta, yay!

Decidí continuar el fragmento anterior porque… why not? Además, estoy pensando en realizar fanart de cada historia que hago en esta serie de one-shots/drabbles, y dejarlas en mi deviantart (búsquenme como CallMeRossana), para expandir el amor hacia este ship.

En fin, no les quito más tiempo.

DISCLAIMER: Kick Buttowski: Suburban daredevil pertenece a Sandro Corsaro.


Distancia

[Parte 2]


Cuando el padre de Kendall regresó a su hogar después de tanto tiempo, Kick pudo notar a la joven más animada… pero eso fue solo los primeros días.

El acróbata hizo una mueca al escuchar el estruendo de la casa de al lado.

—¡No puedes dejarme sola!

—¡Tengo que hacerlo! ¡Necesitamos el dinero!

—¡Tenemos ahorros! ¡Podemos soportar un tiempo más sin que tengas que trabajar, papá! ¡No te vayas! ¿Y si…?

—Kendall, estarás bien. Y tú has podido cuidarte sola todo este tiempo, confío en ti.

A Kick le hubiese encantado decir algo al respecto, pero no era su lugar, y si cruzaba esa ventana a la casa de al lado, recibiría un sinfín de reproches de sus padres. Era cierto que la rubia sabía cuidarse bien, nadie pondría en duda su aire responsable. Sin embargo, no cambiaba que Kendall Perkins seguía siendo una menor de edad, una niña a los ojos de la sociedad, y su propio corazón era frágil por ser una persona tan solitaria. A pesar de no intercambiar muchas palabras con ella esas noches que se miraban por la ventana, fue suficiente para él conocer de más a fondo a la cerebrito de su clase.

Era triste que sus padres confiaran en ella como un adulto, y no como su hija.

Escuchó un fuerte portazo y él asomó su cabeza para ver al padre de la joven con una mascarilla y unos guantes puestos, listo para subirse a su auto y marcharse, de nuevo. Cuando ya no pudo oírse el motor del autor tras alejarse, un rotundo silencio abrumó el lugar. Parecía que todo el vecindario había escuchado el escándalo, y esperaba oír alguna reacción por parte de Kendall. Él detestaba admitirlo, pero estaba preocupado por ella. Se había quedado sola nuevamente, y podía jurar que su corazón estaba hecho pedazos.

La esperó.

Esperó a que volviera a su habitación para hablar con ella, o al menos mirarla un buen rato, pero la rubia no regresó a su habitación. Kick caminaba impacientemente por su habitación, echando un vistazo a la ventana cada veinte segundos, y gruñía frustrado por no saber de su compañera. Miró su teléfono, y presionó los labios cuando decidió llamar a Gunther.

—¿Qué hay, Kick? ¿Se te olvidó preguntarme algo? —el vikingo sonaba extrañado, había hablado con su mejor amigo hacía menos de una hora, así que se sorprendió de que Kick lo hubiese llamado por segunda vez.

—… Dijiste que tienes el contacto de todos nuestros compañeros del salón.

—Sí, ¿por qué?

—… Pues…

—… ¿Pues?

Casi rechinando los dientes, Kick le contó a Gunther de la "silenciosa relación" que llevaba con Kendall desde que había comenzado todo ese desastre del COVID-19. Ignoró los chillidos emocionados de su amigo y los ruiditos de besos que hizo hasta que, finalmente, le dio el contacto de la joven para asegurarse que se encontraba bien. Desafortunadamente, cuando intentó llamarla, la línea había informado que el teléfono debía encontrarse apagado.

Tal vez, lo mejor sería hablar con ella al día siguiente. De seguro quería estar sola un rato para desahogarse en silencio.


Este encierro siempre lo había sacado de quicio.

Pero había logrado encontrar algo de paz mental cuando relajaba su mente al contemplar los ojos verdes de su compañera de clases. Ahora, ¡ni siquiera tenía la libertad de hacer eso! ¿Por qué diablos Kendall no le contestaba? Se quitó el casco y lo dejó reposar en su cama mientras se revolvía el cabello (apenas terminase esta "cuarentena", o como le llamasen, se cortaría el cabello, ya casi estaba cubriendo sus ojos y el largo estaba terminando de alcanzar el fin de su cuello).

—¿Kick?

Honey Buttowski no se molestó en pedir permiso para entrar. Sabía que su segundo hijo siempre la dejaría pasar sin importar nada. Asomó su rostro y contempló a su hijo recostado en el suelo con una iracunda expresión.

—¿Estás bien?

—De maravilla —gruñó.

Ella suspiró.

—Sé que es duro, especialmente para ti, pero es por un bien mayor, ¿comprendes?

—No es eso —se sentó para mirar de reojo la ventana. Su madre lo notó, y miró la ventana de la casa de al lado.

—Oh —soltó suavemente, para luego arrodillarse para estar a la altura de su hijo—. ¿Estás preocupado por Kendall, cariño?

Honey casi sonrió cuando vio el rostro de su hijo sonrojarse, pero él no contestó. La mujer pelirroja no le insistió, sabiendo que no conseguiría más información de él si lo presionaba.

—¿Sabes? Yo también escuché el escándalo de ayer. No entiendo cómo sus padres pueden dejar a un hijo solo en una situación como esta —ella frunció el ceño unos segundos—. Me llevo bien con sus padres, pero… bueno, hay cosas en las que simplemente no congeniamos —se encogió de hombros—. Si logras hablar con ella, puedes decirle que, si necesita de nosotros, que no se avergüence de pedir ayuda, ¿sí?

Kick la miró unos segundos y terminó por asentir. Su madre le sonrió una última vez antes de irse, y él volvió a recostarse en el suelo.

Mantuvo todo ese tiempo los ojos cerrados, pero no se había quedado dormido. Estuvo reflexionando en las acrobacias que estuvo planeando antes del gran brote del virus, después el cierre de la escuela, el tiempo que estuvo encerrado, y recordó la soledad que había en los irises esmeraldas de su vecina; de esa niña que había jurado que sería su enemiga toda la vida, pero ahora estaba preocupado por ella. Abrió los ojos al escuchar un estruendo, y se levantó abruptamente cuando notó que el ruido no era de su casa, sino de la de al lado. Se asomó a la ventana y, sin titubear, la abrió.

—¿Kendall? —la llamó, pero solo fue recibido por el silencio.

¿Qué había sido eso? Algo se había roto, seguido de algo duro estrellándose con el suelo, pero no pareció ser algo grande. Sonó frágil, más que nada.

—¡Kendall! —gritó un poco más alto, pero siguió sin recibir respuesta.

¿Por qué se sentía repentinamente tan aterrado?

Maldiciendo entre dientes, abrió por completo su ventana y salió para abrir la de su vecina. Pero esta estaba cerrada con seguro. Con un nudo en la garganta, volvió a adentrarse a su habitación para buscar algo que le sirviese, y terminó por encontrar un bate de béisbol. Volvió a salir, apoyándose de las ramas de los árboles, rompió el cristal de un solo golpe con el instrumento. El estruendo provocó un escándalo a sus espaldas, podía escuchar el grito de sus padres y el de sus hermanos, pero él ignoró todo eso. De un salto, llegó a la habitación de Kendall. Estaba deshabitada, como había esperado, pero no estuvo mucho rato contemplando el lugar.

—¡Kendall!

Esperaba que la estructura de esta casa fuese similar a la suya; si era así, no tardaría en encontrarla. Fue a la habitación que estaba del otro lado de la suya, la cual estaba con a puerta semi-abierta, y la vio.

Kendall estaba en el suelo, inconsciente. Había algunos cristales rotos a su alrededor, y no estaba seguro si eran frascos medicinales como los que se encontraban en la parte de arriba de un mueble en la habitación del baño. Miró rápidamente la silla volcada a la entrada del baño, y no tardó en conectar los cabos sueltos. La joven había tratado de alcanzar algo del mueble y había perdido el equilibrio.

Kick se arrodilló a su lado y la levantó, pero se quedó de piedra apenas la tocó.

Llevaba un pijama delgado, así que pudo percibir enseguida la alta temperatura corporal de la rubia atravesar la tela húmeda. Estaba sudando mucho, hasta los cabellos en su rostro estaban pegados a sus mejillas sonrosadas. Después, notó la forma irregular en que respiraba, como si fuese un gran esfuerzo el hecho de tener que inhalar y exhalar aire.

Las palabras de Honey Buttowski resonaron en su mente, advirtiéndole que, si en algún momento, se sentía afiebrado o le dolía algo, que le dijese enseguida.

¡No puedes dejarme sola!

¿El padre de Kendall la había dejado sola sabiendo que estaba padeciendo estos síntomas? Además, se había dado un buen golpe en la cabeza, podía sentir la hinchazón en su nuca entre sus dedos.

—Kendall, respóndeme —la sacudió suavemente—. ¡Kendall!

Kick nunca se había sentido tan impotente en su vida. Siempre había sabido cómo lidiar con todo tipo de situaciones, pero…

¿Qué podía hacer ahora que tenía a su compañera de clases posiblemente contagiada en sus brazos?

Continuará…


Sí. Tendrá tercera parte.

Lo siento, jeje. Iba a tener solo dos partes, pero la inspiración se puso salvaje. ¿Qué opinan de la oferta del los fanarts por historia? Déjenme sus opiniones en los reviews.

En fin, espero que les haya gustado.

¡Nos leemos!

Rossana

Reviews?