El viento silbaba como una hipnótica melodía de ensueño aquella mañana. Era muy temprano. A lo lejos, se oía el canto de un ruiseñor. Viento y música rompen el quedo silencio de la tienda de campaña. Hermione abrió los ojos en lentos parpadeos. Su cuerpo se movió pesadamente, despertándose de un profundo letargo. Sus músculos estaban lo suficientemente entumecidos como para que hiciera una mueca de desagrado. La habitación estaba semioscura. Su cabeza estaba apoyada en el brazo de otra persona y su melena indomable extendida en diversas direcciones. Cuando sus ojos lograron enfocar adecuadamente, el rostro de Harry ocupó su campo de visión. Aquello la desconcertó por un momento pero en un segundo, recordó. Absolutamente todo. Sintió sus mejillas arder y una leve punzada encogió sus piernas. No podía creerlo. Su mente fue bombardeada con los acontecimientos de la noche anterior como si de una película se tratase. Había tanto que asimilar. Se llevó los dedos a sus labios. Y todo por un beso.
Estaba atrapada en el circulo de sus brazos. Harry la besaba como si no hubiera un mañana. Jamás había pensado que su mejor amigo fuese tan apasionado. Tampoco es que le importase pero el calor que despedía y que se anidaba en su pecho, la estaba consumiendo. Era como si no tuviera suficiente, quería mas, mucho mas. No quería terminar. Su corazón bombeaba enérgicamente. Se aferró a él, rendida a sus deseos. Algo que jamás había hecho y que jamás pensó sentir. Hacerlo con su mejor amigo, con Harry, era extraño pero de algún modo sentía que era lo correcto. Que él era el indicado. Gimió ahogadamente cuando sus fuertes manos oprimieron con pasión sus caderas, acercándolos mas. Harry reaccionó, separándose de ella y juntando sus frentes.
- Harry… -susurró la joven entrecortadamente, sin saber muy bien que decir.
- No quiero hacerte daño –soltó él a bocajarro, sacudiendo la cabeza como si se dijera a si mismo que aquello estaba mal- no lo soportaría.
Una oleada de ternura invadió a la castaña, emocionada por el buen corazón de su mejor amigo. Era una situación delicada y compleja al mismo tiempo. Se estaban dejando llevar por sus instintos. La soledad y el sufrimiento que ambos compartían los estaban impulsando de algún modo. ¿A qué? Hermione no quería ponerle nombre y presentía que Harry tampoco. Lo único que sabia era que Harry la hacia sentir completa, lo extrañaba muchísimo y, para que negarse, lo necesitaba. Acunó su rostro con firmeza y se miraron a los ojos. Hermione se sorprendió a si misma pensando lo hermosos que eran aquellos ojos verdes. Eran tan brillantes y valiosos como la piedra esmeralda.
- No vas a hacerme daño, Harry –susurró como consuelo- ¿cómo podrías?
- Ya sabes por qué –murmuró con la seriedad bañando su rostro.
- Harry… -dijo ella, con el labio inferior temblando, entendiendo a que se refería. Su corazón se encogió de dolor por un momento- te necesito.
Los labios del ojiverde capturaron los de ella, con una pasión y una entrega que anularon cualquier buen juicio o control que pudiese tener. Su cerebro desconectó automáticamente y su corazón respondió con tanta fuerza y honestidad que solo había cavidad para ellos dos.
Hermione tembló solo de pensarlo. Harry la había hecho sentir la mujer mas especial. A pesar del dolor, de la separación, de la soledad, Harry había conseguido algo que creía que había olvidado. Paz. Quietud. Templanza. Tantos días de llanto, de desesperación, por el abandono de Ron. Todo se había esfumado en unas horas. Y todo gracias a su mejor amigo, ese muchacho que había conocido en un vagón de tren y le había reparado las gafas. Ese muchacho, obsesionado con el quidditch. Ese muchacho, valiente, terco e impulsivo, capaz de enfrentarse a Voldemort con tan solo once años. El chico que ahora estaba junto a ella, que la conocía mejor que nadie. Juntos habían salido del hoyo. Un hoyo profundo lleno de soledad, angustia y dolor. Él le había tendido una mano y ella la había cogido con fuerza. Era consciente de que su relación no había sido la misma desde la partida del pelirrojo, algo inexplicable y absurdo para ella. Siempre habían sido abiertos el uno para el otro pero por alguna extraña razón que no entendía, se habían distanciado, tanto que creía que moriría si no estaba con Harry. Esa sensación no quería experimentarla jamás, ni lo que había sentido con Ron se le podía comparar.
Pero por fin hallaron la luz al final del túnel. Ese baile improvisado que Harry había comenzado. Toda una revelación. Hacia tanto tiempo que no se divertía. Sonrió al revivirlo. Harry la había hecho reír, desahogando y eliminando gran parte de la tristeza y el estrés. Olvidando sus noches en vela, llorando sin descanso. Entre sus brazos de nuevo, volvía a ser ella misma por fin. Y después... después...
Cerró los ojos, dejando que sus pensamientos vagasen a ese mágico momento. Ambos sin experiencia, sin conocimiento, con torpeza e inocencia, habían compartido un momento que jamás olvidarían.
Sus manos se deslizaron por el torso de Harry, delgado y pálido, palpando, conociendo su piel y la dureza de sus músculos. Ascendió en lentas caricias hasta sus hombros, los ahuecó con firmeza y lo atrajo para besarlo. Se sumergió en un ósculo intenso. Estaban de rodillas en el lecho, sin camisa, explorándose sin prisas y experimentando sensaciones. La boca del ojiverde se separó suavemente y descendió por su mejilla, su mandíbula y llegó a su cuello. Gimió sorprendida cuando captó un punto sensible en la zona del pulso. Se arqueó hacia él, invitándolo a seguir. Sus dedos resbalaron por su espalda, erizándolo y estremeciéndolo. Lo escuchó jadear y gruñir contra su piel. Harry volvió a sus labios. Sujetó el rostro de la castaña y saboreó su boca con deleite, como si fuera lo mas delicioso del mundo. Hermione estaba tan perdida en aquel beso y en las sensaciones que le provocaba que no se percató de que le soltaba el pelo y caía en ondas desordenadas por su espalda. Se separó de él, observándolo largamente, permitiendo un momento de descanso.
- Me gustas mas así –murmuró Harry, respondiendo a su pregunta silenciosa- tienes una melena preciosa.
La besó de nuevo. Ella sentía que la cabeza le daba vueltas. ¿Habían sido imaginaciones suyas o Harry había dicho que le gustaba? Rodeó la cintura del muchacho mientras él sostenía su rostro y enredaba los dedos en sus rizos castaños. Era ridículo calcular el tiempo que estuvieron besándose, podrían haber estado así eternamente y no se habrían quejado. Pero notó que las manos de Harry se peleaban por deshacer el broche de su sostén. No pudo evitarlo. Se rió entre divertida y enternecida. Harry alzó la cabeza para mirarla a los ojos, sorprendido e idiotizado por oírla reír.
- ¿Tienes un problema? –se burló con una pícara sonrisa.
- Yo… -tartamudeó con la lengua trabada entre los dientes- esto…
- ¿Quieres que te ayude? –torció la sonrisa con una seductora mirada bajo las pestañas.
Llevó sus manos a su espalda y con un rápido y sencillo movimiento, su sostén se abrió. Harry observó como las mejillas de su mejor amiga enrojecían cuando sus ojos se posaron en su cuerpo.
- Hermione…- susurró con voz ronca, hechizado por su belleza.
- No me mires así –le pidió en un susurro entrecortado. No sabia si estar apenada o excitada por la intensidad de sus ojos verdes.
- ¿Es en serio? –dijo con incredulidad.
Hermione no lo vio venir. Los brazos de Harry la apresaron en un fuerte abrazo y la guiaron hasta la cama. Su espalda acabó apoyada en el colchón. Soltó un gritito de sorpresa por la acción. El cuerpo masculino se acomodó encima de ella con los antebrazos apoyados a cada lado de su cabeza.
- ¡Estás loco! –manifestó como si fuera una reprimenda.
- En efecto. Estoy loco por ti –le dio la razón con una sonrisa- Hermione, eres hermosa… -tragó saliva al decir esas palabras. No le resultaba fácil expresar sus sentimientos- y ¡por merlín, me encanta tu risa!
El corazón de Hermione dio un brinco frenético ante sus palabras. Aquello no podía ser verdad. Harry se inclinó y la hizo olvidar todo con un solo beso. Definitivamente su mejor amigo no la iba a dejar tranquila.
- ¿En qué estás pensando?
La voz adormilada y ligeramente ronca de Harry la sacó de sus pensamientos. No había sido un sueño. Su mejor amigo estaba ahí frente a ella con esos ojos verdes abiertos, mirándola fijamente. Un nudo se formó en su garganta, presa del pánico. Harry se adelantó a sus movimientos y la atrajo hacia su cuerpo. Rozó su nariz con la de ella con un suspiro. Se miraron largamente a los ojos.
- Harry… -logró decir Hermione, motivada por el largo silencio incómodo.
- Ven aquí –la interrumpió él con suavidad.
Hermione apoyó la cabeza en su pecho, a la altura de su corazón. Sus latidos eran constantes y fuertes, en paz. Harry depositó un beso en su frente y la estrechó entre sus brazos. Estuvieron en esa posición un rato, sin palabra, solo sintiéndose, respirando juntos. Ella se relajó, olvidando por un momento sus preocupaciones y sus miedos.
- ¿Te arrepientes?
La voz de Harry sonó distante y triste. El corazón de Hermione se encogió.
- ¿Qué? –dijo torpemente, como si no hubiera oído bien.
- Me has oído perfectamente, Hermione –replicó él con suavidad.
- ¿Acaso importa?
Hermione no pudo ver el gesto de dolor que surcó el rostro del moreno.
- Importa. Te dije que no quería hacerte daño. Si te arrepientes, yo… no me lo perdonaría
La castaña alzó la cabeza para mirarlo, atormentada. Harry quería tomar la responsabilidad de lo ocurrido anoche. ¿Cómo podía hacer eso? Los dos habían estado implicados hasta el final. ¡Ah, el lazo amargo de la culpa!
- ¿De verdad quieres hablar de esto ahora?
La culpa la carcomía por dentro. No había pensado en Ron ni en Ginny mientras estaba con Harry. Se sentía una miserable y una traidora por ello. La noche anterior, su corazón y su mente habían estado dirigidos únicamente hacia Harry.
Y lo peor… seguían estándolo.
Eso la confundía, la atormentaba y la hacia feliz al mismo tiempo. ¿Qué podía significar? Se estaba volviendo loca. Ella, siempre tan eficaz y sobresaliente en idear planes y soluciones a cualquier problema. Y de repente, se presentaba una situación de calibre emocional y se desmoronaba. Sintió unas terribles ganas de llorar. Harry tomó su nuca y la besó en los labios con tanta dulzura que se derritió, derramando las lágrimas contenidas. El ojiverde saboreó su llanto en ese beso, agridulce y salado por momentos.
- Odio verte llorar y es por mi culpa –murmuró cuando se separaron con el rostro crispado de angustia- no me he portado bien contigo, Hermione.
- Oh, por Merlín, cállate, Harry –lo reprendió Hermione, secándose con energía las mejillas- esto no es por ti, es por nosotros. Es todo esto. Me supera. Y lo peor, es que no me arrepiento.
La confesión lo impactó por completo. Su corazón brincó acaloradamente en su pecho.
- Yo tampoco me arrepiento –murmuró, sorprendiendo a la castaña.
- ¿Qué? –gimió en un hilo de voz, sin creerse las palabras de su mejor amigo.
- Que no me arrepiento, no me arrepiento de haber hecho el amor contigo. ¿Por qué te sorprendes tanto?
- Yo creí que… creí que…
Harry no era bueno con las palabras. No era ningún misterio que a los chicos no se les daba bien expresar sus emociones. Era algo que provocaba un miedo natural hacia un posible rechazo. Sin embargo, con Hermione, tenia esa urgente necesidad de ser sincero, de ser el mismo. Como siempre había sido. Decidió hacer lo mejor que se le daba: actuar. Su boca buscó la suya y la silenció intensamente, ahogando cualquier oración. Hermione gimió sorprendida y sintió el peso del cuerpo de su amigo. No se acostumbraba a esa sensación. Correspondió al beso, extasiada, buscando enredarse en sus mechones oscuros. Ahora fue el turno del ojiverde de gemir. Se besaron largamente, disfrutando de lo que sentían.
- Hermione… Hermione… Hermione –susurró Harry una y otra vez, repartiendo dulces besos por su rostro, haciéndola reír.
- ¡Harry! –protestó débilmente. Era imposible quitárselo de encima si se ponía así de tierno.
Él rió de buen grado. Se detuvo, posando un casto beso en su nariz y deslizó su mirada por su rostro hasta detenerse en sus pozos chocolates. Esbozó una sonrisa sincera. Hermione le devolvió la mirada, prendada de sus orbes esmeralda. Acarició su mejilla y avanzó hasta su frente donde estaba su cicatriz. Tanteó la zona sin tocarla y retiró un mechón de su frente, contemplándolo mejor. Su corazón bombeaba a un ritmo irregular. Nunca se había imaginado estar en una situación así, con su mejor amigo, en la cama. Pero de un modo inexplicable, sentía que ese era su sitio. Que no estaba mal, no era algo prohibido, era natural, sencillo y como debía ser. Sin reglas, sin obstáculos. Eran ellos mismos, comprendió. Nadie tenia que decirles que hacer, solo actuaban con el corazón. Los tiempos eran malos, muy oscuros y, aparentemente, sin esperanza. Pero estando con Harry, sentía que todo estaba bien. Que no tenían que rendirle cuentas a nadie. Únicamente estar juntos, con las manos enlazadas.
- Algo importante debes estar pensando en esa cabecita tuya porque tienes esa expresión –dijo Harry entre divertido y curioso, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos.
- ¿De qué expresión hablas? –frunció el ceño.
- Esa expresión tuya cuando no entiendes algo e intentas buscar una razón lógica para ello –besó su frente, relajando su ceño fruncido.
A Hermione no debería sorprenderle que Harry la leyese tan bien. Pero lo cierto era que siempre se sorprendía. Esa conexión que compartían era algo tan especial y poco común que siempre le fascinaba. No importaba la situación, era solo mirarse y se comprendían, se entendían y podían hablar de cualquier cosa.
- Ya sabes como soy –se encogió de hombros con tristeza, como si fuese un caso perdido.
- Si que lo sé. Eres brillante –recordó esas palabras que le había dicho cuando descubrió el secreto para destruir los horrocruxes.
- ¿De verdad lo crees así?
La inseguridad en su voz no sorprendió al muchacho. La conocía demasiado bien. Hermione siempre había mostrado una gran dosis de confianza en si misma en incontables ocasiones, pero realmente era una máscara. Una armadura defensiva para no revelar sus verdaderos miedos, sus inseguridades. Se puso serio.
- No soy tan bueno como tú expresándome. Pero… créeme cuando te digo que eres la mejor persona que conozco y que soy feliz a tu lado.
La castaña ahogó un sollozo con sus palabras y se aferró a su espalda. Harry correspondió, algo aturdido por su reacción. Le susurró palabras tranquilizadoras, besando sus cabellos castaños y su rostro. El llanto fue cesando poco a poco y respiró aliviado.
- Es lo mas bonito que me has dicho nunca –dijo ella con la voz quebrada por las lágrimas- siempre… siempre habías preferido a Ron antes que a mi.
Harry se odió a si mismo. Esa espinita clavada por su mejor amigo pelirrojo le dolió. No había pensado en él ni en Ginny en todo el tiempo que había estado con la castaña. Pero también advirtió que su amiga lo había mencionado como si no le doliese, o quizás si pero se lo guardaba para si.
Obligó a su cuerpo a moverse con ella en brazos para acunarla en su pecho de nuevo.
- Lo siento –se sinceró con esas dos sencillas palabras- nunca fue mi intención hacerte sentir así. Pero quiero que sepas que significas mucho para mi.
- Para no ser bueno con las palabras, estás diciendo justo lo que necesito oír –replicó la castaña contra su piel.
No sabia si estaba bromeando pero Harry soltó una risita.
- Contigo nunca se sabe –admitió besando su sien y deslizando sus dedos por su espalda desnuda.
Recibió un golpe seco en el pecho y soltó un quejido. En el fondo se lo merecía. Hermione había sufrido mucho y en parte sabia que era por él, aunque ella nunca se lo diría. Era demasiado buena y compasiva como para hacerlo. Pero a él no lo engañaba. Quería borrar todo ese dolor de su corazón, de su alma, de alguna forma. Compartieron un silencio agradable, abrazados íntimamente en ese lecho, testigo de su entrega.
- Harry… -lo llamó ella en un susurro.
- ¿Mmm? –musitó él, demasiado cómodo y con los ojos entrecerrados, disfrutando del aroma de sus cabellos.
- ¿Alguna vez te habías imaginado que estaríamos así los dos?
Harry parpadeó varias veces, espabilándose. La castaña había sonado insegura de nuevo, con cautela incluso. Suspiró largamente e inclinó la cabeza para mirarla. Ella lo interceptó, leyendo sus intenciones.
- ¿Sinceramente? No. Pero he estado demasiado ciego como para ver la realidad
- ¿Qué realidad? –murmuró la joven, nerviosa por saber de que se trataba.
Él sonrió antes de inclinarse para buscar sus labios. Hermione suspiró en el beso y se dejó llevar. El ambiente empezó a calentarse. Sus labios dejaron de ser tiernos y suaves para volverse apasionados. Por instinto, se movió ayudándose de su torso para impulsarse y posicionarse encima de él. La manta se deslizó y las manos calientes de Harry rodearon su espalda, erizándole la piel. Sus caricias vagaron sin descanso por su rostro, su pelo oscuro y su nuca, sin apartar su boca de la suya, necesitando mas. Quería fundirse con él y no separarse mas. El ojiverde se impulsó un poco y se sentó con ella a horcajadas en su cuerpo, con las rodillas en el colchón a cada cadera. Soltó un jadeo involuntario cuando la boca de Harry encontró su cuello, saboreando su piel. Se aferró a él, apretando sus senos contra su torso. Un roce delicioso. Un látigo de placer sacudió su cuerpo, arqueándolo contra él cuando sus labios ascendieron hasta su barbilla. Era fuego, era pasión. Pero también ternura, deseo, fascinación.
- Hermione… -susurró Harry casi en un gemido- mírame.
Su súplica hizo temblar su corazón de un modo inexplicable. Sus ojos se encontraron en aquel vórtice de anhelo, de pasión. Sus manos retiraron dulcemente los mechones desordenados de su pelo para poder vislumbrar mejor su rostro y no perderse detalle. La miró con tanta intensidad y deseo que le pareció irreal. Se sentía deseada, se sentía mas mujer con él, se sentía… amada. El brillo en sus pupilas verdes era cálido y abrasador. Había deseo, pasión, entrega, fascinación y… No podía ser. Ahogó cualquier sonido articulado al saber la verdad. Harry le estaba abriendo su corazón con solo una mirada. Sintió un clic en su mente al recordar algo que creía que había olvidado. Algo que creía haber soñado, temerosa de la verdad.
El coro de gemidos, jadeos y susurros inundaba la habitación mientras el frío de la noche se hacia notar, esperando pacientemente para penetrar en la entrada de la tienda. Pero no osaba pasar. El calor era tan intenso y sofocante que hasta el mismísimo clima se obligaba a si mismo a observar, resignado. Los cuerpos sudorosos y enérgicos de dos jóvenes se deslizaban entre las mantas, amándose. Hermione no sabia donde acababan sus caricias y donde empezaban las de él. Era una total y absoluta locura. Si quedaba algún resquicio de autocontrol por parte de los dos, se evaporó al instante, entregados al máximo a las infinitas sensaciones que se regalaban. Harry la hacia sentir tan bien que parecía un sueño. No importaba la torpeza de sus movimientos, sus inoportunos gestos de timidez o su mirada avergonzada tras sus lentes. Ella experimentaba lo mismo. Eran un espejo para el otro. Algo nuevo que estaban experimentando. Y lo mas desconcertante… se suponía que eran amigos, prácticamente hermanos. Pero sorprendentemente, Hermione tenia que admitir que aquello distaba mucho de ser una fraternidad. No se podía explicar con palabras, ni con lógica. Solo podía sentir, sentir y sentir. Dejar de pensar por una vez y abandonarse al placer que su mejor amigo le otorgaba. Se sorprendió mas de una vez, tomando el control, desinhibirse por completo poseída por la pasión y que él se dejara llevar a su merced. Era un lado de si misma que desconocía y que ahora lo vivía en su propio cuerpo con fuerza. ¡Era eso! Ser ella misma, sin presión, sin condiciones, simplemente ella, Hermione Granger. Entonces comprendió que Harry era la única persona que le permitía ser así. Ni siquiera con Ron era tan transparente, tan sincera. No es que fuera culpa del pelirrojo pero el ojiverde siempre le había hecho sentir segura, podía hablar con él de cualquier cosa y él la escuchaba. La apoyaba y cuando lo necesitaba, él estaba ahí sin que ella se lo pidiera. Podían hacer tantas cosas juntos que perdía la cuenta. Y esa forma de comunicarse. Ahora entendía a veces el comportamiento de los Weasley. La relación con su mejor amigo era tan única, esa conexión tan envidiable, que tenían miedo de ellos, de cómo se desarrollaría si ellos no se interpusieran.
Harry volvió a besarla y ella entreabrió los labios, dándole la bienvenida a su lengua. Una emoción diferente se avivó en su corazón, calentando su cuerpo y su ser. Pegó sus caderas al cuerpo de su amante y ahogó un gemido, comprobando por enésima vez lo bien que encajaban juntos. Oyó como susurraba su nombre, con adoración, como si fuera lo mas bonito del mundo. ¡Como desearía leer el pensamiento! Saber lo que pensaba, lo que sentía, podía intuirlo, podía palparlo, pero tenia esa urgente necesidad de oírselo decir.
- Harry… -murmuró su nombre. Soltó un largo suspiro al sentir un cosquilleo en su cintura, donde la había acariciado.
- Hermione… -susurró el ojiverde, de nuevo, sin cansancio.
Desvió los labios a su cuello, a sus hombros y peligrosamente, muy cerca de sus senos. Hermione se mordió los labios. Le costaba concentrarse si Harry seguía haciendo eso. Era difícil pensar lo que quería hablar. Todavía persistía esa parte de ella que debería detenerse y otra que le rogaba que continuase. Debió de ser bastante obvia porque Harry, de repente, se detuvo y alzó el rostro para mirarla a los ojos.
- ¿Estás bien? –quiso saber, dudoso y tímido- ¿quieres que paremos?
Hermione se reprendió a si misma. ¡Por Merlín, no! Lo sujetó de la nuca y chocó su boca con la suya en un hambriento beso. Harry gimió con su sabor, degustando de nuevo. No se cansaba nunca. Se acomodó mejor entre sus piernas y su entrepierna rozó la de ella. La castaña soltó un gritito de sorpresa.
- Espera, espera… -suplicó resistiendo las ganas de mover las caderas contra él.
- Hermione, tú quieres matarme –reprendió con una risa ronca.
- Por ahora, no es mi intención –replicó ella siguiéndole el juego.
Harry volvió a reír y ella no pudo evitar reírse con él. Que fácil era ser feliz a su lado, incluso cuando estaban haciendo el amor.
- Creo que estás pensando demasiado
- Detesto que me conozcas tan bien –bufó, aprovechando para recuperar el aliento.
- Yo no –rozó el botón rosado con la nariz haciéndola suspirar- puedo esforzarme mejor.
Se estremeció de pies a cabeza cuando una descarga eléctrica de placer la recorrió, cerrando los ojos y mordiéndose de nuevo los labios para no gemir. Si aquello era una venganza por haberse detenido, que Merlín la ayudase. Enredó los dedos en sus mechones oscuros en un tirón involuntario.
- Harry… -gimió su nombre cuando sus labios se cerraron sobre el montículo, haciéndola vibrar- necesito… necesito…
- Hermione, yo… -susurró Harry suspirando en su piel.
Sacudió sus caderas con las de ella. La castaña exhaló el aire en un suspiro entrecortado lleno de placer. Lo notaba, lo percibía. Él no la engañaría, era incapaz. Esa calidez, esa seguridad. No podía ser otra cosa. Estaba lista para él. Se besaron de nuevo antes de que sus cuerpos encajaran por primera vez. Unidos por fin. Los gemidos aumentaron de volumen, extasiados por la magnitud del placer. Entonces los labios de Harry se acercaron al oído de Hermione, en medio de la pasión, del vaivén de sus caderas.
- Te amo, Hermione
Te amo, Hermione
- ¿Ahora lo entiendes? –murmuró la voz de Harry, zumbando en sus oídos, devolviéndola al presente.
- ¿Tú… tú… me amas? –tartamudeó sin poder creérselo, invadida por el miedo.
Harry tragó saliva al percibir ese tono en la voz de su amiga. Seria muy ingenuo por su parte que ella aceptase eso por las buenas. Era algo nuevo todo aquello. Sus sentimientos recién descubiertos, revelados en un momento poco común pero a fin de cuentas, por fin había descubierto algo que llevaba dormido mucho tiempo en su corazón y no había querido aceptar. ¿Por qué? Ni él mismo lo sabia, no estaba planeado ni escrito desde el principio pero una cosa tenia clara con seguridad. Quería a Hermione en su vida. Siempre.
- Sé que tienes miedo porque yo también lo tengo –musitó en voz baja. Y era verdad, estaba temblando debajo de ella- pero debes saber que… que entiendo que no me creas. Yo… joder, esto no es fácil…
- ¡Harry! ¡Habla bien! –lo reprendió automáticamente, dándole un manotazo en el hombro.
- Oh, está bien. Yo… -sintió el sudor correr por sus sienes- Hermione, siempre hemos sido amigos, lo sé. Y sé también que tú… que Ron… es que… yo sé que tú quieres a Ron y no quiero interponerme en…
Hermione captó el hilo de la oración de su amigo. Estaba tan nervioso que no podía conectar bien las frases. Como bien había dicho, no era bueno expresándose. Tomó su rostro con las manos, obligándolo a mirarla a los ojos.
- Harry… -inspiró hondo, muy seria, ordenando su mente- todo lo que dices es cierto pero… yo… no quiero sentirme mas así. No me arrepiento de lo que hemos hecho y eso me consume por dentro. Pero… por otro lado, yo…
- Hermione, no tienes que…
- Déjame acabar –ordenó con firmeza para hacerse escuchar- yo… no sé como es posible que me ames, pensé que tú querías a Ginny. Siempre he sabido que acabaríais juntos.
- No, para –la detuvo, colocando un dedo en sus labios- eso era antes, pero estaba confuso. Realmente no sabia la verdad sobre mis sentimientos… hasta ahora.
Hermione frunció el ceño. Esa frase no le había sonado bien. Si era lo que estaba pensando, lo dejaría estéril de por vida. Se cruzó de brazos lentamente, fulminándolo con la mirada.
- Harry, no estarás…
- ¡No! –la interrumpió, negando rotundamente la cabeza- no pienses mal. Lo de anoche… fue… fue… ni sé como explicarlo… fue increíble. Es… Hermione, fue la mejor noche de mi vida.
Sus ojos verdes eran tan sinceros que brillaban como esmeraldas a la luz del sol y el rostro de Hermione enrojeció, recordando nuevamente la noche que pasaron.
- Para mi también lo fue –murmuró con timidez haciendo sonreír al moreno.
- Jamás te engañaría, lo sabes –acarició sus mejillas con cariño- eres muy importante para mi. Y lamento en el alma no habértelo demostrado como debería ser.
- No pasa nada –sonrió a medias, entendiendo mejor a su amigo- no te culpo por ello.
- Pues deberías. Porque te mereces mucho mas, Hermione. Mereces ser feliz –le habló claro y muy serio.
Hermione sonrió. Harry podía llegar a ser muy tierno si se lo proponía y saber que le preocupaba su bienestar, emocional y físico, la hacia sentirse querida.
- ¿Sabes? –se inclinó hacia su rostro y poco a poco se tumbaron. Ella encima de él- ahora mismo, soy muy feliz.
- ¿Si? –inquirió él acariciando su melena que descansaba en su espalda.
- Si –le aseguró en un susurro que sonó mas sensual de lo que esperaba, muy cerca de sus labios.
Su mejor amigo acortó la distancia y unió sus labios en un largo beso. Sus cuerpos respondieron a ese estímulo y se pegaron un poco mas, estrechándose en los brazos del otro. La mano derecha de Harry descendió por su espina dorsal hasta su trasero. Le dio un suave apretón y subió, robándole el aliento.
- Quiero hacerte el amor ¿puedo? –pidió el ojiverde, en un susurro ronco, contra sus labios.
La joven se estremeció de placer al oír sus palabras. Si aquello era un sueño, no quería despertar.
- Con una condición –susurró rozando tentadoramente sus labios y acariciando su torso.
- Lo que quieras
- Dímelo otra vez –rogó temblando en sus brazos conforme sus manos se movían en su cuerpo.
Harry entendió la indirecta. Elevó ligeramente los párpados para encontrarse con aquellos pozos de chocolate fundido. Se perdió en ellos, como tantas otras veces, y se volvió a preguntar por millonésima vez: ¿Cómo no amarla?
Despejó su rostro, lentamente, retirando su cabello, acariciando la piel de su mejilla. Estaba temblando como una hoja.
- Te amo, Hermione –susurró con la calidez de su corazón impregnada en cada palabra, sincera, directa y sencilla.
El corazón de la bruja dio un vuelco y rebotó furiosamente contra su pecho, respondiendo a esa declaración. Esbozó una sonrisa de emoción sincera antes de entregarse a él por completo.
El amor es la mezcla de tres cosas: erotismo o deseo, la amistad y el ágape, el cuidado por el otro. Cuando tenemos esos tres elementos se configura lo que podríamos decir como un amor completo (Walter Riso)
Y llegamos al final de esta historia. Espero que haya estado a la altura de lo que se esperaba. Yo personalmente estoy satisfecha con mi trabajo. Siempre se puede mejorar por supuesto. Muchas gracias a todos los que me leyeron y por siempre, HARMONY FOREVER.
Saludos y abrazos enormes.
Dama Felina.