Hola de nuevo, nakamas-lectores. En primer lugar, os debo una disculpa por haber tardado un día más de lo esperado en subir el último capítulo de esta historia, ya que salí tarde del trabajo y no me dio tiempo a terminar algunos fragmentos que me quedaban. Pero hoy, aquí está para que lo disfrutéis leyéndolo tanto como yo redactándolo (no hay mayor gozo para un escritor/a).

Aclaro que en esta línea, la personalidad de Luffy siguirá siendo la misma, pero algo más madura (la responsabilidad de ser padre te acaba cambiando de un modo u otro, shishishi).

Y ahora... ¡que se abra el telón!


La Pareja Real y Hime se aseguraron de que estaban a salvo de posibles oídos impertinentes, antes de que el viajero comenzase a hablar.

-Quiero agradeceros que hayáis cuidado tan bien de mi sobrina durante todos sestos años; veo que se encuentra sana y salva, y muy feliz.

Nami no sabía qué decir al respecto, pues un bucle de sentimientos encontrados estaban sacudiéndose en su interior: la sorpresa ante la aparición de un pariente de sangre de su hija; confusión por el repentino interés de éste después de haber permanecido tanto tiempo sin dar señales de su existencia; y también miedo ante la posible intención de éste por acercarse a Mae y darle a conocer la verdad, mucho antes de lo que Luffy y ella habían planeado; o peor aún... ¿y si inteba reclamarla? La sóla idea de que alejasen a su niña de su lado, le daba escalofríos.

Por su parte, la ira de Luffy estaba tan encendida que algo de su Gear Second se activó involuntariamente, provocando que algo de vapor saliese por los poros del capitán Mugiwara; parecía un ángel vengador que estaba dispuesto a castigar a Hime por las sandeces (según lo que él opinaba) que estaba diciendo.

-¿Tu sobrina...?- murmuró con un ronco y feroz gruñido- ¡¿Qué tonterías estás diciendo?! Sus únicos tíos son nuestros nakamas.

-Luffy...-trató de calmarle Nami; ya tenían suficiente con afrontar el hecho de que aquella tarde sus vidas podrían cambiar de manera radical.

Hime, por su lado, dio un paso atrás al ver el talanete agresivo del moreno. Si bien tenía prevista una reacción de desagrado ante su repentina aparición por parte de los padres adoptivos de la hija de su hermana, no se esperaba una respuesta tan brusca.

-Yo no sabía que...- farfulló, intentando controlar su miedo momentáneo hacia un Luffy furioso- Bueno, no sabía que ella desconoce quiénes la trajeron al mundo; pero creo que debería saberlo, porque la sangre de mi hermana, Anne, y también la de su esposo Tsume, corre por sus venas.

Aquellas palabras sólo incrementaron la cólera palpante del Rey Pirata.

-CÁLLATE. ¿QUÉ SANGRE NI QUÉ OCHO CUARTOS JUSTIFICA QUE PUEDAS LLAMARLA "SOBRINA"? ¿DÓNDE ESTABAS TÚ CUÁNDO ELLA ESTABA EN AQUELLA PLAYA SIENDO APENAS UNA BEBÉ?

-¡Luffy, tranquilízate, por favor!- le suplicó la navegante con desesperación, rezando por que ninguna persona de la zona (y menos Mae) se enterase de la delicada conversación que estaban manteniendo.

Por suerte, la pequeña se encontraba en la otra punta del parque, jugando con los otros niños y completamemte ajena a la discusión de la que era protagonista. Mientras tanto, Luffy se resignó a gruñir mientras era consumido por una ira poco común en él. Le venían al fresco ese tipo de justificaciones: ¿"vínculos de sangre", "carne de su carne", "llevarlo en las venas"? Para él eran expresiones sin sentido ni significado alguno; aunque Garp y Dragon eran sus pareintes de sangre, los verdaderos vínculos familiares que él poseía eran los que mantenía con Sabo y con el difunto Ace; y ahora también, con Nami y por supuesto, con su hija Mae. Aquel imbécil recién llegado tenía que darse cuenta de una vez, por las buenas o por las malas, de que no pensaba renunciar a su condición como padre sólo por un estúpido "derecho genético".

-Escúchame bien, "Mime" o cómo demonios te llames- declaró con un tono más calmado, aunque la furia que reflejaban sus ojos no había descendido lo más mínimo- No sé qué intentas reclamar de Mae, pero quiero que te quede bien clara una cosa: ella es hija de Nami y mía, la queremos y la conocemos mucho mejor que tú. ¿Acaso tú sabes que la pasta y las mandarinas son su comida favorita, y que el caballo es su animal preferido; que le gusta corretear y trepar; y que es tan lista que hasta sabe cómo tranquilizar a Nami cuando se enfada? ¿Conoces tan siquiera una sóla cosa de ella? ¡No, no sabes nada! ¿Y tú ahora nos vienes con esa mierda de derecho porque ella y tú sois de la misma sangre? ¡No me jodas!

Nami observaba anonadada a su capitán. Ya sabía lo mucho que él amaba a Mae y que estaba tan pediente como ella de cómo iba desarrollando su personalidad a medida que crecía; pero nunca lo había visto declararlo de aquella manera tan decidida, tan ferviente, como en ese instante. Por su parte, Hime parpadeó varias veces al darse cuenta del inmeso cariño que el hombre con el sombrero de paja sentía por su sobrina.

Ésto le hizo reflexionar sobre el dato doloroso que había estado a punto de revelarle a la niña (ya que había tenido la intención de comunicarle a ella también la realidad de sus orígenes): le habría dicho que nada menos que el hombre y la mujer que la habían criado desde siempre, a quienes llamaba "papá"y "mamá", no eran en realidad quiénes se había creído durante todo aquel tiempo. Se imaginó por un momento lo que habría ocurrido de haber conseguido contarle él, quien en realidad no era más que un desconocido para la niña, semejante secreto: seguramente Mae se habría quedado en shock al principio, después, habría intentado negarlo; y en cuanto al fin cayese en la cuenta de por qué no se parecía físicamente a ninguno de los que decían ser sus progenitores, se habría echado a llorar con el corazón destrozado, y con la confianza en sus padres adoptivos reducida a añicos. De todos modos, ahora que lo pensada, nada aseguraba que Mae hubiera querido aceptarlo como su tío, ya que jamás había llegado a conocerlo y seguro se preguntaría, conmocionada, por qué no la había cuidado ante la ausencia de sus padres biológicos.

Carcomido por la impotencia ante tales certezas, Hime volvió a mirar a Nami y a Luffy. Las pupilas dilatas del segundo le profesaban un profundo odio, uno nacido de la mayor ofensa que se le puede decir a un padre (que su hijo o hija no era nada suyo).

-Dijiste que eras el hermano de la madre de nuestra hija- comentó Nami, recordando lo que les había comunicado al principio.

-Así es, pero no me comporté de la mejor manera con la pequeña cuando Anne falleció. Porque yo... yo la...

-La abandonaste- dijo Nami, terminando la frase por él al tiempo que le clavaba una mirada acusatoria- ¿No es así?

-Es cierto... y admito que al hacerlo cometí un error imperdonable. Pero bajo ningún concepto quise hacerle ningún mal a Mae...

Luffy creyó escuchar a su abuelo tras esas palabras, y sintió aún más asco hacia Hime. Nada podía justificar el hecho de dejar sólo y desamparado a un niño indefenso.

-¡¿Y qué clase de bien podías hacerle abandonándola si sabías que era tan sólo una bebé, maldito bastardo?!- espetó, ya casi fuera de sí.

-No me sentía capaz de hacer otra cosa...

-¡¿A qué te refieres?!

Hime había comprendido que no estaba frente unos tutores cualesquiera, sino ante unos padres que quería de verdad a su hija y que harían lo que fuera para protegerla de una verdad que a su corta edad le causaría, cuanto menos, un profundo disgusto. Pero por otro lado, la historia de las personas que habían concebido a su sobrina no podían quedar en el olvido; aquella pareja tenía que conocer el nombre de la valiente mujer que le había dado la vida, cinco años atrás. Y supo entonces que había llegado la hora de contarles el pasado de Anne y Tsume, los difundos progenitores de Mae. Sacó entonces lo que parecía un papel de su abrigo y se lo entregó a Nami. Se trataba de la fotografía de una mujer joven, de rasgos joviales y atractivos (hablando en perspectiva general, no en la de Luffy, ya que ese tipo de cosas le venían al fresco), de lacios cabellos largos castaños claro y ojos grisáceos, que posaba orgullosa a la cámara con los brazos cruzados. A la pareja Mugiwara les dio un vuelco al corazón al reconocer a Mae en aquella postura, que usaba cuando declaraba que algún día llegaría a ser la mejor pirata del mundo.

-Zommer D Anne era mi hermana menor- comenzó a contar Hime, con un deje de nostalgia en su voz:

"-Siempre tuvo un espíritu inquebrantable y aventurero, y un día, a pesar de que yo no estaba conforme, decidió enrolarse en la tripulación pirata de los Dientes de Sable. Durante varios años, supe gracias a las cartas que me enviaba que ella era feliz con esa vida, a pesar de los peligros que conllevaba; y entonces, una noche en la que se infiltró en una base de la antigua Marina, conoció a un joven marine que se sintió atraído por ella y le permitió escapar. Ese hombre se llamaba Blade D Tsume, y a pesar de estar al servicio de la Marina, Anne y él se terminaron enamorando después de algunos encuentros más. Meses más tarde, supe que se habían casado en secreto, y poco después ella quedó embarazada.

Para proteger al bebé, Anne decidió dejar de navegar hasta que ese niño o niña pudiera valerse por su cuenta; así mismo, Tsume tenía intención de abandonar la Marina para evitarle problemas a mi hermana y a su futuro hijo, ya que entre el cuerpo de marines aún quedaban partidarios de la Justicia Absoluta, que prohibía bajo pena de muerte el matrimonio entre militares y piratas. Sin embargo, apenas dos días antes de la fecha en la que Tsume se reuniría con Anne para buscar un nuevo hogar, un compañero suyo, que era un creyente radical de la Justicia Absoluta, lo asesinó a sangre fría. No tardó en ser enjuiciado y ejecutado por su crimen, pero nada de éso le devolvería a mi hermana el hombre al que amaba...

Anne quedó destrozada, con un bebé en camino y sin un lugar determinado adónde ir, así que volvió a nuestro pueblo natal y se instaló en nuestra casa familiar, en el East Blue, donde yo trabajaba por entonces como pescador. Cuidé de ella mientras su embarazo avanzaba y durante ese tiempo Anne recuperó su alegría anterior. Finalmente, en un 2 de agosto como éste, Mae por fin vino al mundo; Anne no podía estar más feliz: la niña había heredado los ojos de Tsume".

Luffy sintió una punzada en el pecho al recordar la primera vez que vio aquel verde oscuro en la mirada de una Mae recién nacida. Siempre supuso que esos adorables ojos tenía que pertenecer a alguien, pero ahora que el joven sabría a quién, temía que a partir de entonces no vería a su hija en ella, sino al hombre que la había engendrado. Ajeno a sus convulsos pensamientos, Hime continuó con su historia:

"-Pero poco después en ese mismo día, nuestro pueblo fue asaltado por los renegados de la Justicia Absoluta. De algún modo habían descubierto que Anne, aún siendo pirata, se había casado con un marine y había tenido una hija con él: habían venido para matarlas a las dos. Tomamos a Mae y tratamos de huír en mi barca pesquera, pero cuando estábamos a punto de echarnos a la mar, aquellos bastardos nos alcanzaron. Entonces Anne me dejó a Mae en el regazo y bajó de la barca para abalanzarse con su espada sobre uno de nuestros perseguidores; quise ir con ella, pero no me lo permitió. "¡Llévate a Mae lejos de aquí!", me dijo, "Asegúrate de que estará siempre a salvo y feliz". Ésas fueron sus últimas palabras antes de que el líder de la banda de renegados le disparase.

Yo no... no me sentía capaz de cuidar de una bebé recién nacida en aquel momento. No tenía hogar ni ingresos con qué mantenerla de manera adecuada; y además, en ella veía el vivo retrato de mi hermana, a quien no pude proteger en ese horrible día".

Nami se mordía el labio inferior con fuerza, intentando no echarse a llorar. Sólo de pensar en el sacrificio que había hecho Anne por su bebé recién nacida, manteniéndose firme y valiente hasta su muerte con tal de saber que así conseguiría ponerla a salvo. Aquéllo le hizo acordarse de Bellemere y del día en que decidió entregar su vida a los piratas de Arlong para protegerlas a Nojiko y a ella: ése era el tipo de sacrificio que toda verdadera madre llevaría a cabo por el bien de sus hijos, uno surgido del amor más puro. Por otro lado, Luffy no pasó por alto que Hime estaba apretando los puños, seguramente debido a la culpabilidad que le devoraba por dentro al recordar en la pérdida de su hermana. La imagen del moribundo Ace se le apareció de repente, sintiendo (para desgracia de su enfado hacia Hime) entonces una chispa de empatía hacia el castaño.

-Viajé con Mae de barco en barco por una semana, hasta que arrivamos en una isla al sur del East Blue. Y una vez allí, estando seguro de que los renegados no me habían seguido, yo... eh, yo...

-Dejaste a Mae en la playa y te marchaste lejos de ella, para no tener que ver más lo mucho que se parecía a tu hermana, ¿verdad?- atajó el Rey Pirata, que deseaba que aquel trágico relato terminase cuanto antes, ya que le traía recuerdos fatídicos.

-Sí... En aquel pueblo no había orfanatos ni casas de acogida, así que la dejé en la playa más próxima, donde estaba convencido de que alguien de buen corazón la encontraría y le daría el cariño y el cuidado que necesitaba. Desde entonces, viajé sin un destino determinado por todo Paraíso, esperando encontrar algún inidicio de que Mae se encontraba bien... y hoy he comprobado que no me equivocaba.

La Pareja Real permaneció impasible, aunque en el fondo, ambos no le quitaban la razón al castaño: a Mae no le había faltado nunca el amor ni las atenciones necesarias desde que la habían acogido en el Sunny, y cada día todos la querían más. Entonces, Nami decidió tomar la palabra por primera vez desde que Hime había empezado su relato.

-Cuando Mae me llamó "mamá" por primera vez, aunque hasta ese momento no había logrado comprenderlo del todo, pensé que era la palabra más hermosa que había escuchado jamás. Desde entonces, no pude negarle a Mae que yo era su madre porque yo ya aceptaba y la amaba como mi hija.

-Y yo- intervino Luffy- Tampoco quise negarle a Mae que yo era su padre, y aunque no soy muy dado a entender por qué siento ciertas cosas, algo me decía que así era: yo soy el padre de Mae, y Nami es su madre. Nuestros nakamas y nosotros la cuidamos desde entonces, y estamos intentando educarla para que se convierta en una buena chica (y con ésto quería decir "princesa pirata con todas las de la ley").

Hime observó con perplejidad, pues jamás se habría imaginado que la familia adoptiva de Mae mostrasen tanta devoción hacia ella. Definitivamente, se había equivocado al pensar que éso era poco probable ante la carencia de lazos de sangre.

-Lamento mucho lo de tu hermana y admiro lo que ha hecho, y también siento lo del padre de Mae; si no fuera por ellos, ella no estaría aquí- siguió hablando el moreno, para después dirigirle una mirada severa al castaño- Pero en cambio, tú no tuviste reparos en abandonarla en aquella playa. Cuando la encontré, Mae estaba allí sóla, llorando.

-Supongo que tienes razón, Luffy-san- admitió el hombre esbozando una mueca de arrepentimiento- No me merezco ser reconocido como su tío después haber cometido algo semejante.

-Exacto, tú no has estado a su lado mientras crecía, pero nosotros sí. No puedo odiarte porque ahora sé que has sufrido bastante, pero tampoco puedo perdonarte que abandonaras a nuestra hija sólo porque se parece a tu hermana; así que te pido que te marches y no vuelvas a acercarte a Mae, sino quieres que te patee el trasero.

-¡Luffy, no es necesario ser tan severos con él...! Ha sufrido mucho y ha demostrado que está arrepentido por lo que hizo-se interpuso Nami quien, aunque en parte compartía la misma opinión que su capitán, no consideraba que aquel hombre merecía un castigo tan duro como imperdirle ver de nuevo a su sobrina algún día, si así lo deseaba y siempre y cuando fuese cuidadoso con lo que decía.

-Sí, pero...-ésta vez, el aludido no supo qué responder; estaba furioso por la actitud egoísta de Hime y no pensaba permitir que éso provocase algún mal en Mae, pero al final admitió que tal vez estaba siendo demasiado severo... ¿Por qué Nami siempre tenía que dar en el blanco en situaciones como éstas?

-No pasa nada, Nami-san, lo entiendo- intervino Hime con aire de nostalgia; suponía que se merecía tal sentencia, pues su pecado era demasiado grave para con una sobrina que lo había necesitado en su etapa vital más vulnerable- Gracias a ambos de todos modos por escuharme; sé que cuidaréis bien de Mae hasta que se convierta en una mujer de buen hacer. Me marcho ya entonces.

Dicho ésto, el castaño se despidió con una pronunciada reverencia y se giró sobre sus talones, para justo después montar de un salto sobre su antílope. Una vez que echó una larga y triste mirada a Mae (en quien reconoció la alegría jovial de su hermana), la cual suponía que sería la última, Hime estaba punto de volver las riendas del animal para alejarse de allí al galope, cuando la voz del Rey Pirata lo obligó a detenerse.

-Oi, Hime.

-¿Sí?

-Cuando Mae se haga mayor y esté preparada para saber la verdad, le hablaremos sobre Ame y Subume.

-Anne y Tsume- lo corrigió Nami.

-Eso es lo que he dicho- protestó el torpe muchacho, pareciendo por un segundo un niño caprichoso, pero enseguida recuperó la compostura- Y también le contaremos sobre lo valiente que fue tu hermana y lo que hizo para salvarla.

-También le hablaremos sobre ti- intervino Nami, ofreciéndole una sonrisa sincera a Hime-Y cuando sea lo suficientemente mayor como para hacerse a la mar, podrá ir a visitarte donde quiera que estés. Sólo dinos donde piensas dirigirte.

El aludido creyó que estallaría en lágrimas al escuchar aquellas palabras, pero recuperó el porte como pudo y decidió responder a la petición de la pelinaranja. Saber que tendría la oportunidad de ver otra vez a Mae, tal vez convertida en ya en una mujer de mar adulta y orgullosa, al igual que Anne. Aunque en verdad, no le disgustaría que la pequeña acabase parecíendose en el carácter a sus padres adoptivos; después de todo, ellos eran quienes la habían criado desde que era una recién nacida. Prácticamente, debía admitir que aquella curiosa pareja tenían todo el derecho a considerarse sus verdaderos padres.

-Ya... no es necesario que viaje sin rumbo por el Paraíso- dijo el castaño, conteniendo la emoción que lo embargaba- Así que regresaré al East Blue y me asentaré en la isla Cattlepurple, el lugar donde levanté las tumbas de Anne y de Tsume, cerca de mi isla natal. Ahora que sé que su hija está feliz y a salvo, ambos podrán estar en paz... y yo también. Muchas gracias a los dos, Nami-san y Luffy-san, jamás olvidaré lo que habéis hecho por mi familia.

Con una última reverencia con la cabeza, Hime apretó los talones a su antílope y éste echó a trotar a toda velocidad hacia el bosque más cercano, donde finalemente se perdió en la espesura, dejando a la Pareja Real entre conmocionada y pensativa.


Una vez de vuelta en el Thousand Sunny se respiraba un ambiente extraño por parte del capitán y la navegante. Por su parte Mae, quien permanecía completamente ajena a lo que había ocurrido hacía tan sólo una hora en el parque mientras jugaba, decidió darse un paseo por la cubierta sobre su pony de hojalata. Mientras, Luffy se había retirado a sentarse en la cabeza del león y no se movió de allí en un buen rato. No se comportaba como de costumbre: en lugar de molestar a sus nakamas, unirse a los juegos de Mae o de insistirle a Nami para que le diese la clave de la nevera, presentaba una actitud taciturna y sus ojos permanecían tapados por la sombra del flequillo. Nami no era una excepción, ya que no sonreía como de costumbre y se paseaba por el barco con una profunda mirada pensativa; lo único que se encontraba normal en ella era su reñida disciplina hacia la tripulación, supervisando aquí y allá que tenían todo lo necesario para partir a la mañana siguiente.

-Oi, Robin- llamó Zoro a la arqueóloga en una ocasión después de ser regañado por Nami (por quinta vez en ese día)- ¿Por curiosidad sabes lo que le pasa hoy a la bruja de tu amiga? Sólamente me tumbado a descansar en mitad de la cubierta, y me ha puesto una deuda de 200 berries porque asegura que por mi culpa casi se tropieza.

-Sé tanto como tú- aseguró la morena con mirada preocupada- El capitán también actúa de un modo extraño.

-Espero que no haya acabado mal alguna discusión entre ellos, sería una pena que el cumpleaños de Mae terminase con unos padres peleados.

-Opino lo mismo, Zoro.


Luffy, tumbado boca arriba en el mascarón y con el sombrero sobre el pecho, estaba tan fustrado que hasta se le había quitado el hambre previo a la cena (bien era sabido que el Rey Pirata tenía doble apetito tanto a las comidas como entre horas). En parte, aún seguía molesto con Hime tras saber que él había sido quien había abandonado a Mae, pero tampoco se sentía capaz de llegar a despreciarlo, no después de haber conocido lo que había sufrido en el pasado por la trágica muerte de su hermana. Y aquélla era otra cuestión que le torturaba la mente: ser consciente de quiénes eran los padres biológicos de su hija. Por supuesto, Luffy daba por sentado que hubo dos personas responsables de la existencia de la niña, y en parte estaba agrecido por ésto, ya que de lo contrario, no habría recibido una de las mejores bendiciones de su vida. Pero por otro lado, no estaba dispuesto a que un estúpido vínculo de genes desvalorizara la familia que habían formado entre él, Nami y Mae.

De pronto, su haki detectó una presencia conocida que no tardó en identificar. Sintiéndose reconfortado por su cercanía, esperó a que Nami se asomase por la proa.

-¿Te importa que me siente aquí?- le preguntó.

El Rey Pirata rara vez compartía su asiento favorito, pero aquel día su instinto le advertía que necesitaba estar cerca de alguien que le comprendiera y supiera escucharle. Y si bien Nami nunca se acababa de acostumbrar a su carácter imprevisiblemente infantil, sabía mejor que nadie cómo hacerle sentirse mejor cuando los oscuros recuerdos del pasado lo asaltaban. Esta vez necesitaba algo así, la necesitaba a ella.

Ajena por completo a los pensamientos de su capitán, la joven se acomodó al lado sobre el enorme mascarón del sonriente felino. El violeta de la noche inminente había sustituído al naranja del crepúsculo, de modo que el horizonte apenas era visible, mientras que al otro lado, la ciudad de Walterim rebosaba de luz en las calles y de la música de los bardos ambulantes. El ambiente no podía ser más relajante.

-Debes de tener la cabeza a punto de estallar, ¿no es así?- comenzó Nami, al ver que el capitán no parecía estar dispuesto a iniciar la conversación- Lo supuse al darme cuenta de que no habías venido a mí ni una sóla vez para pedirme la clave del refrigerador.

Luffy respiró hondo al ver que había descubierto lo endiabladamente confuso que se sentía (más que ninguna otra vez, lo cual para su cerebro de ideas simples y sencillas, consituía una horrible pesadilla). A veces le sorprendía lo mucho que su navegante había llegado a conocer en profundidad cómo funcionaba su mente, después de tantos años compartiendo el mismo barco y la misma habitación. Cosas propias del matrominio.

-Yo tampoco me siento cómoda sabiendo ahora la historia de la madre biológica de Mae, ¿sabes? Es como si sólo con mencionar el nombre de esa pobre mujer tan valiente, me hace pensar que yo... Que yo no podré jamás tener ese vínculo con Mae. Yo no la llevé en mi vientre durante nueve meses, no sentí sus primeras pataditas en mi interior, no la traje al mundo ni le di el pecho... No pude darle esas cosas, Luffy.

La joven calló al notar la suave presión del sombrero de paja en su cabeza. Luffy, el cual seguía tumbado y había alargado el brazo para colocarle su tesoro.

-Nami, tú y sólo tú eres su madre, ¿entendido?- dijo con una voz tan madura y temple, que parecía propia de un hombre de más edad- Da igual cuánta sangre de Anne haya heredado Mae, porque es a ti a quién ella llama "mamá"; a ti y a nadie más. Te recuerdo que tú la viste hablar y caminar por primera vez, que tú le diste por primera vez esos purés tan raros para bebés, que tú fuiste quien la bañó primero y quien le enseñó a nadar, tú...

La presión de los labios de la navegante sobre su boca impideron seguir hablando al moreno. En cuanto ella se separó, le regaló una sonrisa resplandeciente nunca antes vista en ella y tomó su cabeza para posarla sobre el regazo de ella. Luffy no recordaba haberse sentido tan reconfortado desde hacía tiempo.

-Y ella no podría tener un padre mejor- respondió Nami, acariciándole el cabello con los dedos- Tú fuiste el primero en acunarla hasta que se durmió, en llevarla por las ciudades cargada a tu espalda, en cambiarle el pañal, en enseñarle a trepar por los palos mayores y a cantar Bink's Sake.

Aquellas palabras le devolvieron la imagen de una Mae cuando era una bebé de cuatro meses, durmiendo plácidamente en sus brazos y respirando contra su pecho, mientras que Nami lo abrazaba al tiempo que también observaba a la pequeña durmiente. Aquella había sido la primera vez que ambos pensaron en ponerle el apellido Monkey D, y aunque aún tendrían que esperar a que la niña comenzase a hablar para decirdirlo definitivamente, se trataba de un recuerdo muy valioso. Lo sintió como un halo de calma que fue apagando el rencor que hacía poco mortificaba su interior, y entonces cerró los párpados para rendirse por completo a las caricias de la pelinaranja.

-Pero Luffy- sopesó ella con aire afligido- Aunque ella siempre será nuestra hija, algún día tendrá que saber la verdad.

El aludido resopló al acordarse de aquella responsabilidad que les correspondería afrontar.

-¿En realidad es tan necesario que lo sepa?

-Por supuesto. Anne y Tsume fueron quienes le dieron la vida, merecen ser recordados. Sin ellos, Mae no estaría aquí.

Como siempre, Nami había dado en el clavo. No sería justo que los nombres de aquel matrimonio tan valiente, quienes habían permitido la existencia de su hija, quedasen escritos en una silenciosa lápida en algún punto del East Blue, viviendo únicamente en el recuerdo atormentado de Hime. Sí, cuando Mae estuviese preparada, algún incierto día en un próximo futuro, le contarían la gran historia de sus padres biológicos y de cómo habían dado la vida para mantenerla a salvo de la crueldad del mundo.

-Mmmmm...- farfulló de repente Luffy con una expresión muy seria- ¡Tengo hambre!

Ante aquel comentario tan fuera de contexto y tan propio de su capitán, Nami le estampó el sombrero contra su cara con fuerza, a lo que el muchacho reaccionó agitando los brazos y las piernas enérgicamente mientras intentaba tomar aire.

-¡Aaargg, eres de lo que no hay!- dijo la chica con una vena palpitando en su nuca.

-¡Aaarrrff, Naffi, no fuebo fefpidaaaf!


Poco después, Luffy caminaba por el césped del Sunny con un pedazo de carne de rey marino en la mano. Cuando le dio el primer mordisco, se fijó en que Mae estaba jugando con Jimbe al ajedrez gyojin. El hombre-pez, a pesar de su porte imponente y gruñón, siempre se había comportado muy atento con Mae e incluso se había ofrecido a enseñarle a bucear y a realizar ciertos movimientos de karate cuando creciese un poco más; y aunque no lo admitía, le había tomado un cariño especial y no dudaba en reconocerla como su "sobrina" si se lo preguntaban. Mae, por su parte, disfrutaba mucho del tiempo que pasaba con Jinbe, a quien consideraba un gigantón muy fuerte y sabio. Curioso como era natural en Luffy, el joven monarca se acercó a ellos.

-¡Papá!- exclamó la niña con una amplia sonrisa, contenta por ver a su padre después de que hubiera desaparecido de la vista de todos hasta hacía poco.

Luffy no respondió, y devolviéndole la sonrisa, le depositó el sombrero sobre la cabecita, sorprendiéndola sobremanera.

-Ey, Mae, Jinbe. ¿A qué jugáis?

-Al ajedrez gyojin, le estoy enseñando a Mae las reglas del tablero.

-Oooh, parece divertido. ¿Puedo jugar yo también, Mae?

-¡Síiiii!- dijo la castaña agitando los bracitos.

-Yosh, shishishishi. Hagamos equipo y así le patearemos el trasero a Jinbe.

El chico elevó a la niña en el aire y la colocó sobre sus hombros, para luego situarse delante del tablero.

-¿QUÉEE? NADA DE COMPETIR SIN HABERTE APRENDIDO ANTES LAS REGLAS, LUFFY.

-¡Pero los piratas no siguimos las reglas, tío Jinbe!

-¡Así se habla, hija! Shishishishi.

-¡Aaaarrg, sois tal para cual...!- gritó el gyojin hecho un manojo de desesperación ante la tozudez del Rey y la Princesa Piratas.

-Shishishishishishi- rieron padre e hija.

Jinbe terminó por unirse a la ronda de carcajadas de los dos Monkey D, pero no era consciente de que esa última frase suya había animado al máximo aquel día para Luffy. Nunca creyó que se sentiría tan feliz de que afirmasen lo mucho que se parecían su pequeña y él.


Esa noche, Mae durmió con sus padres a petición de éstos. En cuanto la niña quedó frita entre los dos, la pareja se miró con una feliz sonrisa en los labios.

-Esperaremos a haya superado la pubertad- comentó Nami divertida- Jijiji, todo es más fácil un vez que se pasa esa etapa.

-¿Ah, sí?- dijo Luffy landeando la cabeza-Yo ni me enteré de que la tuve, shishishishi.

-¿Por qué será que no me sorprende?- respondió la pelinaranja mientras una gota de sudor le recorría la sien.

Los ronquiditos infantiles de Mae le hicieron bajar la vista hacia ella, se la veía tan tranquila, tan perfecta.

-¿Crees que estamos siendo egoístas al ocultárselo hasta entonces, Luffy?

-Es probable, pero somos piratas, ¿no? Ser egoístas forma parte de nuestra naturaleza.

La pelinaranja sonrió ante la respuesta del capitán Mugiwara, y tras darle a él un beso en la mejilla, se recostó junto a su hija.

-En eso te doy la razón, capitán.

-¿En serio me la das, Nami? Shishishishishi.

Un movimiento involuntario por parte de Mae les hizo desviar la atención hacia ella.

-Mamá, zzzzz, mandarinas- murmuraba en sueños la pequeña- Papá, zzzzzz, carne, zzzzzzz. Shishishi, os quiero, zzzzzzz.

Ambos monarcas no pudieron evitar reírse mientras la pequeña continuaba soñando. Pronto se tumbaron bajo las sábanas y se abrazaron, quedando Mae en el medio, que se deslizó hacia la cálida clavícula de su madre.

-Te quiero mucho, Mae. Eres mi mayor tesoro, ¿lo sabías?- le susurró mientras acariciaba amorosamente la espalda de la castaña, la cual sonrió en respuesta a pesar de permanecer dormida.

Luffy se sintió tan abrumado al presenciar aquella escena, que estrechó a su esposa y a su hija entre sus brazos. ¡Que le dieran a la fama, a las riquezas e incluso, por esta vez, a la carne y a la aventura! Le bastaba con vivir un momento como éste para darse cuenta de que era el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra.

-Te amo, Luffy- susurró Nami antes de rendirse a Morfeo.

-Y yo a ti, Nami. Vosotras sois mi tesoro más valioso- dicho ésto, el joven se unió a su Reina y a su Princesa en un placentero sueño.

Esa noche, la joven familia durmió como nunca bajo el amparo del cielo estrellado. Cuatro luceros nocturnos brillaron por encima de los demás sobre el Thousand Sunny, como si les estuvieran guiñando un ojo.

"¿Quién lo diría, eh? Eres un buen padre, hermanito", exlamó una figura masculina y musculosa, de cabellos negros y que portaba un sombrero de vaquero.

"En verdad has cumplido tu sueño, Nami. Ahora, yo te apoyaré en tu aventura como madre", dijo un ser luminoso con voz femenida, cabellos morados y que fumaba un cigarrillo.

"Mae, siempre estaremos a tu lado y velaremos por ti. Sabemos que Luffy-san y Nami-san cuidarán bien de ti", declaró otro ente de voz femenina, de cabellos castaños y sonrisa maternal.

"Luffy-san, Nami-san, enseñadle bien a nuestra Mae a vivir en el mar. No podríamos confiar en mejores personas que vosotros", dijo otra figura varonil, de cabello negro y orgullosos ojos verdes.


Unos meses más tarde, Hime notaba que un par de carteles de Se busca, adjuntados al periódico que recibía cada semana,tenían estampadas las fotografías de la pareja que había adoptado a su sobrina. Su cara no podía reflejar más asombro en cuanto leyó el título "Rey y Reina de los Piratas" y la asombrosa recompensa que sus rivales piratas ofrecían por ellos*.

-Mira por dónde, resulta que dejé a Mae a cargo de los dos piratas más buscados de todos los mares y no me di cuenta de ello, jajajajajaja. Mi sobrina regresó al mismo mundo del que salió Anne, no podría esperarle un destino mejor.

En efecto, a Monkey D Mae le esperaba un destino sin precedentes, que dejaría huella en el mundo de la piratería tal y como había hecho su padre, el legendario Monkey D Luffy. Pero eso, amigos, es una historia para otro día.


*Después de la derrota del Gobierno Mundial, los máximos dirigentes de la República de Red Line recompensaron al Rey Pirata y a sus aliados nombrándoles como Peace Mains, título que desde entonces se les otorga a aquellos piratas que no realizan pillajes o crímenes contra civiles o el gobierno; de este modo, aunque se mantienen registradas sus recompensas por parte de la Marina por si los Peace Mains deciden delinquir contra inocentes o militares (lo cual reactiva su orden de búsqueda y captura), ya no son perseguidos por los marines. Por otro lado, los Morganeers son aquellos que hacen lo contrario y provocan el caos allá donde vayan. Odian a los Peace Mains y, junto con los cazarrecompensas, son los principales enemigos de los primeros y buscan cobrar la recompensa por sus cabezas. En este último aspecto la Marina, aunque no puede ir tras los Peace Mains, no está exenta de otorgarle su recompensa a quien captura a uno de ellos, incluso si el cobrador es un Morganeer. Ante esta contradicción, ellos te dirán: "¿Qué más da? Todos son piratas al fin y al cabo".

En fin, nakamas, aquí termina este corto pero satisfactorio fic. He de admitir que me encantó escribir las escenas familiares, sobre todo las de Luffy con Mae; aunque también adoré desarrollar la relación matrimonial LuNa (espero estar haciéndolo bien jajaja). En esta historia, busqué centrarme en el dilema de Luffy y Nami como padres. La siguiente tratará más a fondo la relación padre-hija de Luffy y Mae (ya con 7 años), con el bosque y la superviviencia como escenario principal.

Muchos relinchos de agradecimiento por haber tenido paciencia y sobre todo, por haber llegado hasta aquí. Especiales agradecimientos a Alice1420 (síiiii, a mí también me encantó tratar ese lado del Rey Pirata como papá protector, shishishi; ánimo con "Mi aventura contigo", espero la conti ansiosa y sabes que cuentas con mi incondicional apoyo) y Kaoru likes One Piece (me alegro de que te gustase esta locura mía, shishishi; ánimo a ti también con "Creciendo con los Mugiwaras", a ver cómo sigue creciendo Edd).

¡Nos leemos pronto!