Notas de autora:
Hey, aquí os traigo un nuevo capítulo que comienza otro arco argumental, centrado en ... ya lo descubrirán XD. Debo decir que aparecen dos nuevos personajes originales que tendrán una repercusión importante, al menos en este arco argumental. Cierto, la dedicatoria, qué mala cabeza la mía, va dedicado a Id y a mi galletita adorablemente asesina *¿Eso existe?* *Lo pondré igual xD*
Ese día, la comisaría vivía una crisis nerviosa parecida a la que experimentó cuando el hijo de Goku se unió al cuerpo policial hacía más de seis meses. El motivo no era otro que el regreso de uno de los dúos más respetados en el espionaje de la comisaría, no eran nadie más ni nadie menos que Akyome Inoue y Kimberly Yoshioka. Sí, leéis bien, Yoshioka, como nuestra vampiresa favorita, Kate.
En el mismo momento en que el dúo entró en los cuarteles de la policía, el tiempo se detuvo a su alrededor. Querían intimidad para charlar sobre los avances en su investigación.
Akyome era una joven de unos diecinueve años, con una apariencia algo más infantil que creaba muchas situaciones cómicas. Su cabello era largo, sedoso y de color plata, mientras que sus ojos eran de un color azul grisáceo misterioso. Era una humana con poder espiritual que permitía que sus proyectiles viajaran a una mayor velocidad y, si se quedaba sin balas, materializaba energía espiritual. Era una mujer de estatura media, más bien bajita, que contribuía a su aspecto aniñado; su personalidad era bastante compleja, pudiendo ser alocada y divertida o fría, seria y profesional. Se definía como una persona positiva, pero realmente solía vivir amargada cuando estaba en soledad. Kim solía sacarle una sonrisa siempre que podía.
Su voz era cálida y aniñada, aún no había terminado de cambiarla y las oscilaciones de su voz causaban más de una escena cómica que acababa con Kim saltando por la ventana para evitar los proyectiles espirituales de su amiga, la loca con voz de bebé.
Dicha espía, llevaba un atuendo compuesto por una camisa blanca ajustada, una falda plisada hasta la mitad de sus muslos de color negro, con un cinturón rojo del cual colgaba su arma favorita, una pistola. Sus piernas eran adornadas con unas medias negras que llegaban a sus rodillas y unos zapatos negros, planos y muy cómodos, además, también portaba una americana a juego con la falda. Su figura era delicada, complementándose con la exuberancia de su acompañante. Carecía de maquillaje, puesto que decía que prefería verse natural y, bueno, según Kimberly, se pintaba como una puerta o payaso.
Es cierto que una de sus armas favoritas era la pistola, bueno, cualquier arma de fuego en general, pero prefería indudablemente algo más tradicional como un arco o una ballesta. Era una chica tradicional en ese sentido y muy religiosa.
Kimberly, en cambio, era una mujer joven de veinticuatro años, de tez bronceada y con una apariencia madura y sensual. La comedia recaía en los momentos en que a ella le echaban más de treinta años cuando acababa de cumplir los veinticuatro. Era una mujer alta, 1'75, de unas medidas que se correspondían con la asombrosa cifra de 100-70-100; es decir, una «pechonalidad» importante, una cintura estrecha y un frente trasero bastante bien proporcionado. Solía llevar un maquillaje roquero y smokey con línea de ojos negra gruesa, rímel, sombras negras o plata oscuro y sus labios rojo intenso (o como ella lo llamaba, rojo putón) o granate
Su físico era tonificado y sensual, esculpido en sus sesiones de artes marciales, gimnasio y running diario. Su rostro se caracterizaba por unos ojos café intenso dotados de profundidad por la inmensidad de largas y espesas pestañas, una nariz fina y unos labios perfectos, junto con la presencia de un lunar bastante llamativo en su mentón. Su cabello era castaño muy oscuro, rozando el corte y llevaba un corte bob corto y roquero, que siempre lucía alborotado, sin importar si lo llevaba liso o dejaba a sus ondas naturales actuar.
Era una mujer que definía todas las palabras sinónimas al término sexy o sensual. Su voz era rasgada, algo grave y aterciopelada y su dentadura, las perlas más blancas, dotada de unos colmillos pronunciados y afilados, dignos de la vampiresa suprema de sangre pura que era. Su aspecto rebelde se veía acentuado por la presencia de cuatro piercings de plata en el lóbulo izquierdo, uno en el derecho y los tatuajes que llevaba. Debido a su pasado tortuoso, portaba el kanji amor en su hombro izquierdo, reflejando el amor que sentía por ella misma, por las personas de su alrededor y por las que había perdido, y el kanji dolor en el hombro derecho, formando una realidad, el amor conllevaba dolor y el dolor que ella sentía era intenso y jamás desaparecería. También llevaba un tatuaje en su tobillo izquierdo, de una pluma atravesada por una flecha y de la cual surgían pájaros que iban en busca de la felicidad; y la mitad yin del yin-yang en la parte interna de su muñeca derecha.
Dueña de una filosofía peculiar que fusionaba el orientalismo con Nietzsche, Epicuro y Platón, este último porque solía pasar más tiempo en su mente que en el mundo real. Su personalidad se veía influida por traumas del pasado y los recuerdos de todos y cada uno de los vampiros que había asesinado y «devorado» al beber su sangre en un intento desesperado de calmar su sed de sangre y de mantener a su hermana alejada del mundo oscuro de su especie. Era fría como un iceberg en apariencia, su corazón se rodeaba de un sinfín de muros infranqueables y poseía un sentido peculiar de la ironía y el sarcasmo, muchas veces, siendo incapaz de distinguir cuando bromeaba y cuando no.
Ella fue quien detuvo el tiempo con su entrada, no quería ser molestada por los aspirantes a policía del mes. Tenía cosas más importantes que hacer que perder el tiempo con ellos. Ya no sabía a qué niveles llegaban sus poderes, había «devorado» a más vampiros que dedos en su cuerpo y por tanto, su poder equivaldría a una diosa en la Tierra.
La morena portaba un atuendo ajustado basado en un pantalón de cuero negro, una camisa blanca ajustada con tres botones desabrochados que mostraban su escote de infarto, una chaqueta de cuero desabrochada, gafas de aviador, botas con tacón y guantes de medio dedo, junto con un colgante del yin-yang que se vislumbraba entre la dimensión de su frente delantero.
Eran un equipo excelente por varios motivos, Akyome se encargaba de distraer al objetivo con su personalidad inocente y alocada, mientras que Kim, al pasar desapercibida en cualquier situación, aprovechaba esa oportunidad para actuar. La vampiresa podía ralentizar el tiempo para que tanto ella como su compañera tuvieran una puntería sublime y perfecta, al igual que podía teletransportarlas, hacerlas invisibles y un sinfín de cosas más que no terminaría de enumerar jamás. Además, tenían una amistad muy cercana que rozaba la hermandad.
Iban caminando con un paso decidido y lento, Kim colocaba sus gafas de aviador sobre su cabello desordenado y aprovechaba para dar una última calada a su cigarrillo de menta, que más tarde apagó y encestó en una papelera cercana; y Akyome analizaba todo lo que veían sus ojos, quedándose sorprendida con el cambio de todo lo que conocían.
Tenía mucha más tecnología de la que recordaban e incluso la decoración tan sosa y clásica había sido sustituida por un mobiliario moderno y minimalista que recordaba a las series de televisión. Después de haber estado fuera por más de dos años, el hecho de regresar provocaba todo tipo de sentimientos.
Ellas fueron enviadas a infiltrarse en muchas de las bandas más peligrosas y conflictivas, dedicadas al tráfico de seres humanos, animales, pieles y órganos. El motivo de su vuelta no fue el haberlas desmantelado, sino que regresaron con información confidencial que trataba de su nuevo proyecto, una serie de raptos y secuestros para traficar con órganos en los límites de la ciudad.
—Tenemos una buena noticia y una mala que conllevaría muchos problemas. ¿Qué queréis saber primero? —habló la vampiresa entrando a la oficina de los comisarios.
—¡¿Kimberly y Akyome?! —Al escuchar sus nombres y ver la cara de sorpresa de ambos, una sonrisa burlona se dibujó en sus labios rojo intenso de los cuales asomaban levemente sus colmillos.
—Es un placer volver a verlos —saludó la peliplata con educación.
—¿Acaso creéis que alguien que no sea yo puede desprender este sorprendente poder? —El sarcasmo era evidente en aquella pregunta.
La pelinegra se acercó al escritorio y posó sus dos manos con decisión, mirando a ambos saiyans a los ojos y así poder ver todo lo que se había perdido mientras estuvo fuera. Tragó saliva y sus pupilas se dilataron al ver cómo su hermana se había unido al cuerpo policial.
—¡No puede ser! ¡Teníamos una promesa! Yo me encargaba de investigar todo lo peligroso para la raza humana y mi hermana no pisaba la comisaría. ¿Tan difícil era? ¿Habéis pensando en cómo me sentiría al descubrirlo? ¡No he pasado toda mi vida viviendo como su sombra y viéndola llorar sin poder hacer nada para esto!
Ninguno de los presentes decía nada, sabían que verla enfadada era similar a ver el diablo en persona. Sus ojos se habían vuelto del color de la sangre y sus colmillos habían crecido aún más. No se metió en ese mundo para que su hermana estuviera en constante peligro, no había matado a tantos vampiros peligrosos para eso.
—¿No pensasteis en el pequeño detalle de que ella no sabe que tiene un familiar? ¡Solo descubrió mi presencia una vez y casi tengo que matarla!
FLASHBACK
Ambas espías estaban siguiéndole la pista a una mafia que las llevo directas a su ciudad natal una vez más. Eso no pintaba nada bueno, traficantes de órganos en su ciudad solo podría significar tres cosas: el jefe se reuniría ahí con ellos, andaban cortos de recursos y decidieron obtenerlos con sus ciudadanos, o uno de sus clientes residía ahí.
Entraron a un bar, quedándose a una distancia prudente y disfrutando de unos chupitos de tequila en el caso de la mayor del grupo, o una soda en caso de la humana. Entonces, fue cuando la vio, vio a Katherine, su hermana, rompiendo una botella de cristal en la cabeza de uno de los miembros de la banda. Tendría motivos para ello.
Kimberly frunció su ceño y se acercó con su velocidad sobrenatural, sacándola fuera del edificio y saltando hasta una azotea cercana. No podía permitir que saliera herida y tampoco que su tapadera fuera descubierta.
Kate era una adolescente problemática de quince años y se sintió extrañamente relacionada con aquella extraña. Su aura le resultaba nostálgica, recordándole a las auras de sus padres. Desconocía el porqué, pero lo cierto fue que despertó sus poderes vampíricos e intentó morder su cuello para beber su sangre.
Se alejó instantáneamente, si hacía eso, descubriría cosas de su pasado que sus padres habían sellado en sus recuerdos. Para aquel entonces, ya debería haber devorado a sus progenitores, con el detalle de que ella no aparecía en sus recuerdos. Ella era un fantasma, alguien que se encargaría de protegerla sin esperar nada a cambio y a quien no debía acercarse nunca, porque su naturaleza más poderosa saldría a la luz.
—¡Vuelve en ti! ¡No quiero hacerte daño!
Ella no contestaba, solo atacaba instintivamente, aunque sus ataques eran esquivados con gran maestría y nunca devueltos. Estaba más que claro que no quería hacerle daño al único motivo que la mantenía viva y siguiendo hacia delante. Si la situación continuaba durante mucho más, la salud de la joven peligraría al estar expuesta a tales niveles nerviosos y de ansiedad.
Tuvo que tomar una decisión precipitada, si perdía más tiempo con su hermana, perdería la pista del grupo que llevaba siguiendo cerca de un año y que estaba a punto de desmantelar. La estampó contra el muro de hormigón con su mirada, borró su memoria con sus poderes y, dado a su estrecha relación, no pudo evitar morderla y saborear el dulce sabor de su sangre, para así, saber cómo se sentía en primera persona. Antes de marcharse, la marcó con la mitad yang, cuando estuvieran cerca, podría controlarla y mantener sus poderes retenidos.
Gohan acudió a la llamada de la vampiresa mayor, quien era como una hermana mayor para él y un ejemplo a seguir en su época de rebeldía y problemas con la ley. Era una mujer independiente, salvaje e intrépida y eso era algo admirable desde su perspectiva. Tomó a Kate entre sus brazos y miró a aquella mujer de veintidós mientras que él tenía dieciocho.
—Gohan, sabes que eres como un hermano pequeño para mí, así que solo te lo diré una vez. Deja las carreras ilegales y las peleas clandestinas, céntrate en tus estudios, lábrate un futuro brillante con tus enormes capacidades y deja todo lo sucio en mis manos.
—¡Quiero ser como tú y poder ayudarte!
—Entonces, conviértete en policía y me ayudarás más que siendo un delincuente juvenil. Debo irme, Aky me busca.
—¿Cuándo volveré a verte? —preguntó con preocupación.
—No tengo ni idea. Hasta entonces, esfuérzate por sorprenderme. Conviértete en el hombre más poderoso, rico, influyente y deseado sin dejar de lado tu gran corazón —se despidió besando su mejilla con fugacidad y alborotando su cabello negro, para más tarde saltar y reunirse con su compañera.
FIN FLASHBACK
—¡Papá! ¡Abuelo! Venid rápido. ¡Es una emergencia! —Entró Gohan, acompañado de Videl, quedándose totalmente hechizado de la belleza tan nostálgica de la mujer exuberante que estaba de espaldas frente a él.
—Vaya… Parece que has seguido mis consejos al pie de la letra, enano. —Kimberly se acercó a él, sonriendo de forma sexy, para recorrer su rostro masculino y posar una de sus manos en sus pectorales rígidos, notando el latir frenético de su corazón—. Eh, no está bien que te pongas así al lado de tu novia. Solías admirarme y verme como una hermana, ¿ahora que imagen proyectas en tu mente? Déjame adivinar… una bastante hot —susurró con parsimonia y lujuria, provocando que él tragara saliva excitado.
Akyome grababa la escena con su teléfono móvil, era una pervertida que disfrutaba viendo cómo la morena ponía a los hombres contra las cuerdas. Además, mentiría si dijera que Gohan no estaba para comérselo. La hemorragia nasal estaba presente al pensar cientos de cosas con él.
—Solo bromeaba, Gohan. ¿Te has olvidado de tu nee-san? La última vez que nos vimos eras un delincuente juvenil y estábamos en la azotea de un edificio…
—¡¿Kim?!
—Eres muy pervertido. No he tenido que utilizar mi encanto vampírico para seducirte. Puedo ver en tu mirada que estás molesta conmigo. Puedes estar más que tranquila, mi principal interés no radica en los hombres… Digamos que me van más delicadas. Aunque me van los hombres sexys.
—¿No estás interesada en él? —preguntó la policía con desconfianza.
—No, es como un hermano pequeño y adorable que luego se vuelve endemoniadamente sexy. Te gustaría ligártelo, pero sigue siendo tu hermano. ¿Comprendes?
—Eres muy pervertida.
—Querida, yo inventé esa palabra para describirme. Soy la diosa de la perversión.
—Tendrías que verla en la playa, babeando por cualquier persona de cualquier género que esté relativamente buena —suspiró divertida Aky.
—¡Mis gafas de sol son mis mejores aliados en esos momentos! Solo me gusta la playa por eso…
—¿Cuál era la emergencia?
—¡El comisario de la policía local está al teléfono!
—Está pasando algo horrible. ¡La ciudad apesta a sangre fresca! —La pareja inmortal se hizo presente en la oficina y las hermanas, volvieron a encontrarse.
—Mierda…
Justo después de esa palabra, la recién llegada se desplomó en los brazos de Zandro, la marca acababa de despertar.
—Va a ser difícil trabajar juntas en este caso si la situación persiste —suspiró sonriendo con nostalgia y calidez, tocando el rostro suave de su pequeña—. Lamento todo esto, pero no quiero que salgas herida, mi único propósito es tu protección…