¿Qué paaaaasa?

Pues aquí les traigo algo de nuevo (para su desgracia).

Quiero decir que este primer capítulo me ha sentado ... como si me hubiese comido yo solo treinta kilos de helado de dulce de leche. Estoy empalagado, necesito ver una película de terror urgentemente.

Considerarlo una especie de prólogo ... espantosamente largo ... en serio ... quería que esto quedase como la mitad de lo que ha resultado.

Pero en fin, a lo hecho pecho.

Quisiera poder decir que agradezco un montón el apoyo que recibí con la historia de "Más Adelante" . No me lo esperaba, os quiero a todos, ¡Sois grandes!

En fín, no estaba seguro de si publicar esto, por que planeo dedicarme a otra cosilla un tiempo ( una semana máximo ... ) pero comp ya estaba escrito, pues ... no se ... a si puedo testear la ilusión que hace esta historia ... para sabdr que prisa darme...

Aunque no se si la historia se parece mucho a este primer capítulo...

Bueno que lo publico y punto... matarme mentalmente si quereis jejejejeje

Ya sabeis ... ¡se agradecen Reviews! Especialmente si encontráis algo que queráis que mejore.

Disclaimer: Kung Fu Panda no me pertenece, y no escribo esto con amino de lucrarme.


Sabor a Duraznos

Hacía calor. El aire se volvía agobiante dentro de aquel cerrado salón. Cerrado salvo por la puerta sujeta por un adversario de entrenamiento, para evitar que el aire se enviciara.

Jadeante, Tigresa ojeó la arena de entrenamiento, revisando cada una de las zonas de obstáculos, asegurándose de que ninguno de los objetivos marcados seguía en pie:

Ninguno en los guerreros de madera, ninguno en las lenguas de fuego, ninguno en los mazos colgantes, uno en la tortuga de jade, ¡¿Qué?! Tigresa volvió a mirar a ese muñeco lleno de arena marcado con una cruz roja, que permanecía en un precario equilibrio riéndose de ella. No iba a permitir que un saco lleno de escombros pulverizados la humillasen delante de sus compañeros y su nuevo maestro, con intención de derribar a ese iluso saco de esparto, tensó los músculos de las piernas. Pero no fue necesario saltar, el muñeco cayó por si mismo en una de las oscilaciones de la tortuga de jade, como si fuera consciente de que una felina furiosa le iba a caer encima, y prefiriese rendirse por si mismo.

Tigresa sonrió satisfecha ante eso, y espiró su espalda ya un poco cansada antes de voltearse y hacer una reverencia al panda que miraba atentamente su entrenamiento.

- Genial Tigresa. – Po miró con una sonrisa a la tigresa jadeante que esperaba su juicio. – Has mejorado tu tiempo en todas las rondas. Bárbaro.

- Gracias maestro. – Tigresa se reverenció de nuevo, divertida. Sabía que el trato de maestro no acababa de agradarle. El panda y los cinco habían llegado al trato de que solo le tratarían de esa forma en los actos oficiales y en los entrenamientos. Tigresa disfrutaba torturando a Po, saludándole muchas más veces de las necesarias en estos. La felina observó como el panda entrecerraba los ojos, ante el que se había convertido en él divertimento preferido de Tigresa.

- Dime. – Po habló de nuevo, ajeno a que Tigresa hacía su mejor esfuerzo para no sonreír burlonamente. – No te habrás saltado los horarios de entrenamiento, ¿Cierto? – Preguntó intentando parecer acusador. – Recuerdas que te prohibí entrenar de más…

- Por supuesto que no, maestro. – Tigresa sonrió divertida ante la actitud de Po, pero se ahorró la reverencia. – No he entrenado fuera de sus mandatos.

- ¿Seguro? – Mantis inquirió desde las gradas del salón. – Porque has mejorado mucho más que nosotros. – Una mirada penetrante de los iris rubís de Tigresa bastó para acallar al insecto.

- Completamente. – Tigresa continuó altiva, orgullosa de haber cerrado la boca a aquel idiota. – Yo siempre sigo al pie de la letra las instrucciones del maestro. Si he mejorado más de lo habitual será porque sus desafíos están correctamente orientados y preparados. – Tigresa observó como Po ladeaba la cabeza, como si le avergonzara que pudieran pensar que su comportaba de forma vanidosa ante las palabras de la felina.

- Si ya has terminado de hacerle la pelota a Po. – Mono habló mientras se retiraba el sudor de la frente, y dirigía su mirada al panda. - ¿Hemos acabado? Porque estoy hambriento colega.

La reprimenda que Víbora, Grulla y Mantis le dieron al primate por ese "exceso de confianza" hacía su maestro duró poco más de diez minutos. Haciendo que Tigresa se aburriera de esperar su turno para corregir a Mono y prefiriera mirar Po, quien le giño un ojo cómplice.

Cuando Mono se hubo disculpado con Po, y este acabó de reírse de la cara de cachorro regañado de su amigo, el entrenamiento se dio por concluido. Los cincos salieron del salón, para dejar que el panda trabajase en una técnica secreta que estaba perfeccionando. Según él, era bárbara.


Los cinco descendían por los mil escalones del palacio, en dirección al pueblo. Habían decidido que estaban demasiado hambrientos para esperar a que Po les pudiera hacer el almuerzo, así que bajarían todos juntos a comer al restaurante del Sr. Ping. Víbora les había insistido en que bajar sin Po, podría ser un poco grosero, pero tras preguntarle, el panda les había contestado que no había problema. Y así discurrían los cinco guerreros por el camino, charlando de cosas normales, ser un maestro de Kung Fu no evita que quieras hablar con cosas triviales con tus amigos.

- ¡Que bochorno! – Exclamó Grulla, intentando ocultar su cabeza del sol que su sombrero. – Como esto siga así, moriremos de calor este año.

- Y aún no ha llegado el verano. – Mantis concluyó con él.

- Sí, voy a tener que bajar al próximo mercado a comprarme ropa más fresca. – Tigresa observó como Víbora abría los ojos extasiada ante la idea de poder ir de comprar con ella, y negó para sí misma con la cabeza.

- Si nosotros pasamos calor, imaginar el pobre Po. – Mono bajaba escalones de dos en dos, intentando conseguir que sus compañeros acelerasen el paso. – Su pelaje es mucho más grueso que el mío, y yo hoy casi me deshidrato.

- Es cierto. – Tigresa añadió. – Además de que ser un animal tan grande no debe ayudar en absoluto.

- Hablando de Po. – Mantis continuó desde el hombro de Grulla. – ¿No le notáis un poco raro últimamente?

- Yo no soy la única ¿Cierto? – Víbora respondió. – Estos últimos días Po parecía más … no se … como si estuviera más …

- Feliz. – Mono acabó la frase de la reptil. – Sí yo también me he dado cuenta.

- Ya conocéis a Po. – Grulla se encogió de hombros. – Es una persona alegre.

- Pero estos días ha estado más contento de lo usual. – Víbora continuó. – No sé porque podrá ser.

- No han pensado en que pudiera ser por que dentro de una semana Li Shan viene a visitarle. – Tigresa siguió la conversación de sus compañeros.

- Bueno … no. – Víbora llevó la contraria a la felina. – Digo, si seguro que eso le alegra, pero serían como episodios de felicidad intensa. No le haría estar todo el tiempo más contento.

- Bueno Víbora, no creo que el que nuestro amigo esté contento sea algo malo como para que nos preocupemos tanto. – Grulla afirmó, ganándose una mirada aprobatoria de Tigresa.

- Por supuesto que no es algo malo. – Víbora se defendió. – Pero me preocupa que no me lo haya contado, él es como mi hermano. – Tigresa suspiró internamente, Víbora había entrado en su "modo metiche".

- Quizá es que se haya echado una novia y nos lo esté ocultando. – Mono sugirió con tono burlesco.

- Por favor. ¡Eso es ridículo! – Víbora dijo con tono firme, subiendo la voz. - ¿A que sí?

- Eso lo explicaría. – Mantis apoyó a Mono.

- Po no está saliendo con nadie. – Reafirmó Víbora como si no hubiera oído al insecto. - ¿A qué no Tigresa?

- Y... ¿Por qué estas tan segura? – Tigresa preguntó encogiéndose de hombros.

- ¡¿QUÉ?! – Víbora casi se desmaya ante la actitud de la felina. - ¡No me digas que apoyas la absurda idea de este par de idiotas!

- No me parece tan absurda. – Tigresa explicó. – Po es un macho adulto. Y no sería raro que estuviese interesado en alguna chica ¿No? – Tigresa miró tranquila a la serpiente, que tenía la boca abierta de par en par. – Pudiera ser que hubiese encontrado a alguien, y en ese caso sería natural que estuviese más feliz ¿Correcto?

- ¡Oh! ¡POR FAVOR! – Víbora se indignó ante aquello. – Si Po hubiese encontrado a alguien me lo hubiese dicho. Él comparte esas cosas conmigo.

- Quizá quiera mantenerlo en secreto. – Sugirió Mantis

- ¿Y? ¿Insinúas que no puedo guardarle un secreto a Po? – Víbora inquirió antes de lanzar un siseo al insecto.

- Ni a Po ni a nadie. – Mono recibió un golpe de Víbora por tan insolente comentario.

- Os digo que Po no tiene novia. – Concluyó altiva la serpiente.

- Parece que te estés poniendo celosa Víbora. – Grulla insinuó mirando de reojo a la reptil.

- ¡Ya os he dicho que Po y yo somos como hermanos!, no me importaría que tuviera pareja… pero sé que me lo contaría.

- Quizá lo que te molesta es que tu "hermano" encontrara a alguien más con la que prefiriera pasar su tiempo. – Tigresa continuó, pinchando el orgullo de su amiga. Una sonrisa fue imperceptible en su rostro mientras escuchaba el monólogo de Víbora de que Po la preferiría a cualquier posible novia.

- Os digo que ese panda ha encontrado a una muchacha y la está escondiendo. – Repitió Mono. – Lo mismo esas "técnicas" que desarrolla en secreto no son más que cuentos para poder ir a verla a solas… ¡Y parecía tonto el "maestro"!

La conversación se alargó un rato más, mientras los furiosos exponían distintas teorías sobre lo que podría traer a Po de tan buen humor. Quizá fuera porque se acercaba el festival del verano, porque había recibido correo del consejo de maestros felicitándole por su labor al frente del palacio, porque dentro de un mes los niños de la aldea representarían su victoria contra Tai-Lung, porque hubiese encontrado el nuevo escondite de las galletas de Mono (idea que hizo que el primate quisiera volver a revisarlas, pero no se lo permitieron) … existían infinidad de posibilidades que podrían poner al panda contento … ¿Cierto?


El agua era tibia. Lo que hizo que Tigresa suspirara decepcionada, le hubiese gustado que estuviese un poco más fresca. Pero bueno, el baño la sentaría bien igual.

Sacó la pata del agua, y se quitó su ropa de entrenamiento, e introdujo primero el pie derecho, y luego el izquierdo, y luego se sumergió entera en ese relajante paraíso terrenal que el agua la brindaba. Suspiró de satisfacción al sentir el agua entrar por su pelaje hasta tocar su piel. ¿Cómo se le ocurriría pensar en agua más fría? Así era perfecta.

Con sumo cuidado, empezó a enjabonar todo su cuerpo, despacio, no quería acabar demasiado pronto. El baño la relajaba … y no tenía nada de malo relajarse un poco ¿No? Cuando hubo terminado, entrecerró los ojos un poco frustrada. Aunque… podía esperar a salir del agua un poco más… Víbora estaba ensayando con sus listones … pero seguro tardaría un poco en necesitar usar el baño. No habría problema en que se quedase unos minutos más disfrutando del agua. Pensando esto sumergió su cabeza en el agua con una sonrisa, dispuesta a disfrutar de su improvisado momento de paz. Estuvo medio minuto bajo el agua, hasta que el jabón empezó a escocerle sus sensibles orejas, y sacó de nuevo la cabeza a la superficie. Con la vista un poco perezosa, divago mirando los muchos objetos y esencias de baño que Víbora tenía en una repisa, sorprendiéndose de la importancia que podía poner su amiga a esas cosas. Entonces vio un tarrito que reconocía bien: era un aceite aromático con esencia de coco. Una idea traviesa cruzó su mente. Salió de la bañera de roca, y se acercó a los cubos donde tenía el agua que había cogido para aclararse. Una vez se hubo cerciorado de que el jabón había abandonado su cuerpo, cogió una toalla y puso especial esmero en dejar completamente seco todo su pelaje , odiaba que este quedara húmedo y eso provocara que la ropa se la pegara a las piernas. Cuando hubo terminado, se acercó al bote de esencia, y le "tomo prestada" un poco a Víbora. Solo un par de gotas a cada lado del cuello. Con su propia nariz comprobó el resultado: un aroma imperceptible a menos que te acercaras … mucho.

Con una sonrisa traviesa se colocó la toalla alrededor del cuerpo y se dirigió a su cuarto. No la preocupaba que Grulla, Mantis o Mono la vieran.

Si lo hacían, simplemente les sacaría los ojos de un zarpazo.


- Colega, ¡Tienes que dejarte de técnicas secretas y enseñarnos a preparar esta sopa! – Mono exclamó exaltado ante la sopa del ingrediente secreto de Po

Po solo se miró los dedos con condescendencia antes de contestar.

- Un maestro siempre se guarda algunos secretos para sí mismo. – Y sorbió sonoramente su tazón de fideos.

- Venga Po, me fastidia apoyar a Mono. – Víbora continuó ajena a la mirada de indignación del primate. – Pero en algún momento nos tendrás que confesar cual es el ingrediente secreto.

- Discrepo. – Po respondió con simpleza.

- ¡Escúpelo panda! – Mantis reclamó golpeando la mesa. – O sí no las cosas se pondrán feas.

- Jamás. – Po desafió a sus amigos con la mirada.

- Tú lo has querido Po… - Mono habló con tono frío y mirada inexpresiva. – Víbora, ponle … "la mirada de cachorro"

Víbora parpadeó un par de veces antes de mostrar unos suplicantes ojos con unos iris sorprendentemente grandes en sus ahora vidriosos ojos azules.

- Lo lamento, mi padre utiliza esa mirada todo el rato. – Explicó Po. – Soy inmune.

Los comensales-alumnos de Po, suspiraron derrotados ante su fallido intento de convencer al panda de que revelase su secreto. Después de unas protestas que Tigresa catalogó como infantiles, Mono y Mantis se levantaron de la mesa y se fueron a dormir. Víbora siguió su camino hacia las habitaciones, fingiendo molestia por la negativa de su hermano panda a ceder ante su dulzura natural. Grulla dio las gracias a Po por tan deliciosa cena, y también tomó el camino de las habitaciones.

Tigresa miró inocente al panda que le devolvió la mirada. Jade y rubí se fundieron en un intercambio de tensiones, en una expectante complicidad ante lo que sabían que se daría segundos más tarde.

- Buenas noches Po. – Tigresa habló dulcemente. – Estaba delicioso, como siempre. – Y se encaminó hacia la puerta, moviendo lentamente la cola de lado a lado.

No pudo ni acercarse a menos de un metro de su destino antes de sentir como las manos del panda gigante se cernían sobre su cintura. Firmes, pero con delicadeza, sujetándola, pero sin herirla. Y de un tirón la acercó a él, dejando su boca pegada a la oreja de ella, para susurrarla

- Pensabas irte sin darme un beso de buenas noches, eres malvada.

- ¿Quieres un beso, panda? – Tigresa le respondió juguetona.

- No … quiero muchos más … - Dirigió sus labios al lado derecho de su mandíbula, repartiendo suaves besos en esta, casi sin rozarla. Tigresa sintió como un escalofrió nacía en su espalda baja, y ladeo la cabeza para dejar a Po un mejor acceso a esa zona. Suspiraba débilmente, incapaz de contener las sensaciones que el panda la producía. Agarro fuertemente una de las manos de Po, que seguía sujeta a su cintura, mientras con la otra, le acariciaba la mejilla, y subía lentamente hasta esas sensibles orejas de panda para darle un cuidadoso masaje.

Un pequeño gemido escapó de la garganta de Po ante ese contacto, y dirigió sus labios más abajo, hacía en cuello de la felina. Depositando dulces besos por todo el trayecto, hasta percibir con una sonrisa una sorpresa aún más dulce… tanto como el coco.

- Te has puesto perfume. – No era una pregunta.

- No sé de que me hablas. – Respondió con una sonrisa altanera.

- ¿Busca provocarme, Maestra Tigresa? – Preguntó juguetón

- ¿Lo he conseguido, Guerrero Dragón? – Como respuesta, Po dio un beso más apasionado a su cuello, acompañado de un pequeño mordisco inocente.

Sí, lo había conseguido.

Tigresa se liberó del agarre del panda y se dio la vuelta, pasando ambos brazos por el cuello de Po. Le dio un beso casto en los labios… y luego otro… y luego otro… y mientras sus besos subían de intensidad, las manos de Tigresa acariciaban la nuca y hombros del panda, y las de Po adulaban la espalda de ella … de arriba abajo, pasando cerca del nacimiento de su cola, provocando que la felina se estremeciera con cada caricia.

Desde hacía semanas esa se había convertido en su rutina. Ante los demás se comportaban como si nada pasase, de forma natural. Pero en cuanto se quedaban solos, se mimaban el uno al otro. En la intimidad de las sombras sus manos decían con caricias lo que sus labios no podían expresar con palabras ante los demás. En la soledad se consentían, en secreto se amaban. No importaba cuán breves fueran esos pequeños encuentros en los que podían estar juntos, porque ambos disfrutaban cada beso como si fuera el último, aunque sabían que horas más tarde cuando se fuesen sus compañeros, volverían a unir sus labios en un desesperado y dulce intercambio de pasiones.

Y ambos disfrutaban de que fuese así, haber convertido sus vidas en una gran intermitencia entre una fingida normalidad y apasionadas sesiones de cariño que les devolvían a la realidad. La realidad en este caso era muchísimo mejor que la actuación. Ambos eran felices, pero Po ansiaba más. Disfrutaba de las emociones del romance secreto claro. Le enloquecía saber que la mujer que amaba esperaba como él sus momentos de intimidad. Sentía como su corazón se le salía del pecho con cada gesto cómplice que ella le dedicaba: giñarle un ojo, un roce con su pie bajo la mesa, un sutil contoneo juguetón de su cola, y en ocasiones muy muy especiales … un beso lanzado al aire. Bueno aquello solo había ocurrido dos veces, pero para Po era suficiente. Aunque ansiaba poder coger a Tigresa de la pata, y pasear por el pueblo ante los vecinos, como una pareja normal. Pero no quería presionar a la felina. A Tigresa le había costado llegar a acostumbrarse a los sentimientos que el panda afloraba en ella, le había costado admitirse a sí misma lo que disfrutaba de sus caricias… y Po lo sabía. Quería dar a conocer su relación en público… pero podía esperar. Al fin y al cabo, también le gustaba esa sensación de tener a Tigresa solo para él.

Y lo era. No se lo había dicho, pero Tigresa era suya. Tigresa quería ser solo suya, ya lo había descubierto. Quería que fuesen el uno del otro, para siempre. Amaba a Po, por mucho que le hubiera costado descubrirlo, ya se había dado cuenta. No se lo había dicho. Pero intentaba demostrárselo con cada pequeño beso que le brindaba. Pero nunca lo había admitido en voz alta, no porque le diese miedo, Po ya se lo había dicho, sería absurdo tener miedo. Es simplemente que no era su estilo. Ella no sabía decir palabras dulces, ese era el estilo de chicas dulces y acarameladas como Víbora. Sin embargo, disfrutaba que Po se las dijera, pero no sabía responderle con un "Ya también te amo". Por eso le preocupaba que Po dudase de lo que sentía por él. Quizá el no supiese que era suya. Bueno, ya tenía un plan para solucionar eso esta misma noche.

- Te amo. – Po susurraba entre los besos que repartía ahora por la mejilla de la felina. – Te amo… te amo… te amo… te amo …

- ¿De verdad? – Tigresa inquirió, abriendo los ojos para poder vislumbrar las estrellas de jade que iluminaban su alma. - ¿De verdad me quieres?

-Sí... – Confesó Po y se acercó a sus labios para depositar un casto beso. Pero Tigresa ladeó la cabeza para evitarlo.

- ¿Quieres estar conmigo?

- Sí… – E intentó besarla de nuevo, pero Tigresa tampoco se dejó.

- ¿Hasta cuándo?

- Por siempre… – Po dijo divertido, aproximando sus labios a los de Tigresa, sufriendo por el beso que Tigresa parecía querer negarle. Tigresa se aproximó también despacio, y cuando estaban tan cerca que sintieron un cosquilleo en la punta de su lengua, Tigresa dio un pequeño lametón en el lateral del hocico de su novio.

- Entonces tendrás que atraparme panda. – Y dicho eso se escabullo por la puerta de la cocina, con rumbo desconocido. Dejando a un Po muy confundido, y necesitado de cariño. Pero tras dos segundos, siguió el camino de Tigresa que le esperaba unos metros más allá de la puerta, para asegurarse de que no la perdiera.

Y así comenzó su propio juego del "pilla-pilla", intentaron ser sigilosos por los pasillos del palacio, pero en cuanto salieron al exterior las risas de ambos inundaron la oscuridad de los jardines.

Tigresa, siempre animando al panda a acercarse, le guio sigilosamente hasta las escaleras que llevaban al Durazno Sagrado de la Sabiduría Celestial.

- Te espero arriba… - Dijo con voz cantarina antes de subir corriendo mientras el panda la contemplaba.

Po no recordaba cuando fue la última vez que subió tan deprisa unas escaleras.

Cuando llegó arriba, la imagen que se encontró casi le causa un infarto. Que hermosa estaba, apoyada sobre el tronco del árbol, moviendo lentamente la punta de cola. La luz de la luna la dibujaba con justicia, tan hermosa como él la veía, como él siempre le había visto. Se acercó a ella, contemplando la sonrisa que su amada le dedicaba, y colocó un brazo a cada lado de ella, encerrándola en su pequeña "cárcel". Nunca una jaula fue tan placentera para un felino.

- Me atrapaste… - Ella aún sonreía.

- Me dejaste atraparte. – él acercó su rostro.

- ¿Porqué crees eso? – El rostro de Po se acercaba.

- Has venido al único lugar donde no tendrías escapatoria. – Sus labios casi se rozaban.

- Podía haberme subido al árbol. – Tigresa dijo divertida ante la mueca de desagrado de Po, todos sabían que él no era muy buen escalador.

- Ese fue un golpe bajo.

- Bésame panda idiota. – Demandó ella. Y él lo hizo, un beso dulce y casto al principio. Que no tardó en profundizarse. Po empezó a descender desde sus labios hasta su mandíbula, y comenzó a recorrer el pelaje blanco del cuello de Tigresa depositando tiernos besitos. Tigresa suspiró ante tal contacto, y agarró con fuerza la hierba del suelo, incapaz de contener su fuerza ante el cálido placer que Po la brindaba.

- ¿Me amas? – Tigresa preguntó con los ojos cerrados.

- Sí … - Otro beso en el cuello de la felina.

- ¿De verdad?

- Sí… - Y otro

- ¿Eres mío y de nadie más?

- Por siempre… - Po seguía descendiendo por su cuello.

- ¿Quieres estar conmigo?

- Toda mi vida…

- ¿Quieres que sea tuya? – Tigresa se sonrojo al pronunciar tal pregunta. - ¿Tuya … y de nadie más?

- Sí… - Po sonrió, Tigresa era muy linda cuando intentaba acercarse, cuando quería demostrarle lo que sentía. Pero no hacía falta, él ya lo sabía.

La mandíbula del panda rozó el borde del chaleco amarillo de su compañera. Se detuvo ahí un momento, sabiendo que ahora tendría que alejarse, maldiciendo los impulsos de macho que nacían desde su espalda baja.

- Sigue… - Tigresa susurro, y bajó su mirada a la del panda, que la contemplaba incrédulo. – Por favor… - Ella cogió delicadamente las patas de su compañero, y las guio hacia los cierres de su chaleco. – Quiero ser tuya … quiero demostrarte cuanto te …

Y no digo "amo" … pero a Po no le importó.

Recorrieron cada pequeño rincón de sus cuerpos.

Acariciaron cada centímetro

Descubrieron cada matiz del pelaje del otro

Acallaron sus gemidos con besos.

Se unieron en uno solo … por primera vez.

Y se durmieron abrazados.


Una fresca brisa la despertó.

Sintió un rubor en sus mejillas al percatarse de donde estaba. Acurrucada en el pecho del inconsciente panda, que respiraba profundamente … ambos desnudos, tumbados sobre la hierba del lugar más sagrado de todo el valle. No pudo evitar sonreír.

Se acurruco otra vez sobre el pecho de Po. Su pelaje era grueso, y guardaba bien el calor. Escuchó el latir del corazón de Po … y unos pequeños ronquidos, se rio por lo bajo. Él era suyo, suyo por fin. Con un movimiento un poco brusco, el panda aún dormido rodeo a la felina con un brazo y la acomodó debajo de él … como si fuera un peluche.

Tigresa sintió un incómodo pinchazo en el vientre, seguido de un dolor agudo. No pudo contener un quejido y un casi inaudible maullido … pero no la importó, no la importaba mostrar un poco de debilidad frente a Po … que acababa de despertarse.

- Ho… hola – El panda se mostró sensiblemente nervioso.

- Hola… - Tigresa estaba sonrojada.

Apartaron los ojos el uno del otro, apenados. ¿Qué podrían decir …? Tras unos minutos, Po fue el primero en hablar.

- Este yo … - No podía evitar tartamudear. – Tú … quería pre… preguntarte … ¿Qué tal? – Concluyó con una mueca un poco torcida y bobalicona.

Tigresa tardó unos segundos en darse cuenta de a que se refería el panda … y se sonrojó hasta tal punto que el pelaje no lo oculto.

- ¡Po!

- Perdona es solo que … no se ... quería saber … si te … si te gustó – Po estaba tan avergonzado como ella.

Tigresa se acomodó en el abrazo del panda, y él comenzó a acariciarla su espalda desnuda, ocasionando que ella comenzara a emitir audibles ronroneos. Pasaron los minutos, antes de que ella se atreviese a romper de nuevo el silencio con un susurro.

- Sí … me gustó … fue perfecto. – Confesó al fin. No mentía, si que fue perfecto.

- Oh … bien…

- ¿Y a ti? … ¿Te gustó?

- Sí… me encantó… fue perfecto… tu eres perfecta. – Y Tigresa aumentó inconscientemente el volumen de sus ronroneos. Po era un experto con las palabras tiernas. Tigresa se inclinó para darle un beso al panda que la abrazaba … y sintió un sabor muy característico.

- ¿Po? … - Tigresa inquirió con tono de reproche.

- ¿Sí? – El panda esperaba temeroso sabiendo que algo malo tenía que haber hecho. Tigresa se inclinó sobre él, dejando al descubierto su torso desnudo … Po no pudo evitar dar una "miradita".

- Has estado comiendo duraznos mientras yo estaba dormida. – No era una pregunta.

- Solo fueron un par … - Admitió avergonzado. – Es que tenía hambre …

Tigresa volvió a acomodarse en el protector abrazo de panda … y volvió a sentir ese pinchazo en el vientre. Maldita sea. No pensó que dolería tanto. Suspiró antes de hacer la petición más incómoda que le haría alguna vez a un maestro.

- Oye Po … ¿Te importaría que mañana no entrenase? … estoy un poco … adolorida – Admitió avergonzada, jamás se había avergonzado tanto en tan poco tiempo. Pero era normal … ¿No?

- Oh … sí … digo ... claro que no … puedes descansar si lo necesitas … no hay problema. – Po se sonrojo … su pelaje no pudo ocultarlo. – Emmm … yo … lo siento.

- No es culpa tuya … es lo normal… - Tigresa decidió acabar con esa conversación en ese instante. – Ya pensaré en que excusa ponerle a los demás.

- En realidad… mañana pensaba darte el día libre. – Explicó Po. – Mandaré a Mono y a Mantis a una misión en la provincia de Beijing. Y los demás descansareis.

Tigresa se tensó un poco. Algo no la olía bien.

- ¿Mono y Mantis? – Repitió. – ¿Porque ellos dos?

- ¿Y porqué no? Son capaces

- Lo son … sin duda… - Tigresa no dudaba de sus compañeros, pero la molestaba extrañamente que Po no la enviara a ella … por algún motivo. – Pero no se … ¿Hay alguna razón en especial?

- No … - Po respondió. – Alguien tiene que ir …

- ¿Y porqué no yo? – Preguntó, intentando no parecer acusadora.

- No sé … pero ¿No decías que … te … dolía?

- Sí … pero tú eso no lo sabías … así que … ¿Por qué?

- Pues … alguien se tiene que quedar para proteger el palacio …

- No estarás insinuando que Víbora, Grulla, el Maestro Shifu y tú no os bastáis para defenderlo … ¿Verdad? – Ahora sí se le notaba un poco acusadora.

- Es que … bueno … yo no quiero … ¿Qué te pase nada? – Po respondió nervioso por el interrogatorio…

Tigresa se inclinó de nuevo, para quedarse sentada sobre el prado mirando a Po de forma intensa.

- Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma Po.

- ¡Lo sé! – Exclamó Po, miedoso de haber ofendido a la felina. – Es solo que bueno …

- ¿Por qué no quieres que vaya?

- Es que …

- ¡PO! – Reclamó Tigresa, se estaba hartando de jueguecitos.

- ¡Esta bien! – Po se incorporó también … derrotado. – Es solo qué … la misión durará dos semanas y … no quería que estuvieses lejos tanto tiempo.

Tigresa abrió los ojos como platos. Incrédula. ¿Qué no quería tenerla lejos? ¿Era eso? Se había convertido en una especie de juguete suyo, que no quiere mandar lejos. Un amenazador gruñido salió de su garganta antes de levantarse. Y dirigirse al montón de ropa que estaba a su lado.

- Tigresa … ¿Adónde vas? – Po se levantó tras ella.

- ¡A donde me plazca! – Tigresa ni se volteó a verle mientras se empezaba a vestir alborotadamente. - ¡Yo no soy una muñeca que puedas guardar en tu cuarto para poder jugar con ella cuando quieras! ¡Yo soy una Maestra de Kung Fu! ¡Y tengo responsabilidades! ¡Y una vida propia!

- Lo sé … no es lo que crees Tigresa … gatita escúchame. – Y Po supo que había metido la pata hasta el fondo nada más pronunciar esa frase. Y observó atemorizado como la felina se daba la vuelta y le clavaba la mirada más atemorizante que haya sentido jamás en la vida.

- ¿"Gatita"? – Repitió con ponzoña en su voz

- ¡Es un mote cariñoso! ¡No significa lo que piensas! – Po intentaba calmarla desesperado.

- ¡¿He pasado de ser tu novia, a ser tu muñeca, y ahora tu "gatita"? – Tigresa enseñaba los dientes.

- ¡No Tigresa, claro que no! ¡Es solo que …! – Y Po no pudo terminar esa frase. Por qué sintió la bofetada más potente que hubiese sentido en toda su vida. Haciendo que su boca supiese a cobre, y su cabeza diese vueltas.

- ¡QUE TE ZURZAN, PANDA!

Y empezó a bajar las escaleras hacia al palacio, mientras aún se acomodaba un poco el chaleco. Se alejó caminando de ese panda todo lo rápido que sus piernas le permitían sin llegar a correr. Pues ¿Qué se había pensado? ¿Acaso planeaba que ella no volviese a salir del palacio, para esperarle sonriente sentada en una silla para darle cariñitos? ¿Esperaba que ella dejara su carrera de lado para satisfacer sus deseos? ¿Pretendía usar su autoridad como maestro para alejarla de lo que la había costado años conseguir? Debía de haberse dado un muy fuerte golpe en la cabeza si pensaba eso. Y si no … pues ya se lo había dado ella. No iba a permitir que Po se hiciese la ilusión de que se iba a convertir en una de esas mujeres florero que solo están ahí para coger del brazo a su macho. Puede que fuera suya. Pero como hembra, como mujer, como persona. No como uno de sus ridículos muñecos.

Llegó aún enfurecida a su cuarto y se metió en su cama.

Nunca hubiera pensado que una noche que había empezado como la más maravillosa de su vida, iba a terminar con uno de los mayores enojos que había sentido hacía nadie.

Pero bueno, tampoco hubiese pensado que la semana que la esperaba fuese a ser la más horrible que hubiese soportado jamás.

E iba a serla, con diferencia.


Pues ... ¿Qué tal?

Espero que os haya gustado...

¡Agur!