Epílogo


Harry iba caminando por los jardines de Malfoy Mayor agarrado de la mano de Draco. Todavía no podía creer que todo hubiese terminado. Los juicios era un recuerdo del pasado. Draco nunca más quiso ir a ver a su padre en Azkaban, después de que se enteró de que Lucius renegaba de tener un hijo, no solo gay sino que comprometido nada más y nada menos que con el mismísimo Harry Potter. Solo Narcissa iba a verlo con cierta regularidad y Harry no tenía corazón para juzgarla. No entendía cómo, pero ella lo amaba.

- Amor -dijo Draco jalando de su mano alejandolo de sus pensamientos.
- ¿Sí? -preguntó mirándolo sorprendido por encontrarlo tan arrebatador con las mejillas sonrosadas por el frío viento del crudo invierno.
- ¿Sabías que no se hacer un patronus? -preguntó el rubio quedamente.
- Sí, me lo habías contado -le respondió sorprendido ante aquella pregunta.
- Si bueno, creo que ya Aberforth me ayudo con eso. -le respondió con una media sonrisa asomándose en la comisura de su preciosa boca.
- ¿Porque se lo pediste Aberforth? -le cuestionó Harry sintiendo una punzada de celos. Él había logrado enseñarle a Neville a hacerlo. Podría habérselo enseñado a Draco sin muchas complicaciones.
- Madura Potter -dijo el slytherin rodando los ojos al notar los celos de Harry.
- No me busques Malfoy -le respondió risueño al darse cuenta lo bien que lo conocía.
- El punto... -retomó Draco riendo- es que... ayer logré hacerlo. Uno corpóreo. -aclaró.

Harry tiró de la mano de Draco hasta acercarlo a su pecho.

- No lo dudaba. -dijo tranquilamente.
- ¿Querés verlo? -le preguntó con una timidez que Harry jamás creyó ver en el rostro de su prometido.
- Claro Dragón -Los ojos de Draco brillaron divertidos y se removió para alcanzar su vieja varita.

Harry se la había devuelto una vez que lo dejaron salir del ministerio sin ninguna acusación. No se quiso arriesgar dársela antes por si se les ocurrió la desquiciada idea de romper la varita de Draco.

Draco se alejó unos pasos de él y Harry se las arregló para no reprenderlo y arrastrarlo al lugar natural que eran sus brazos. Vio como el rubio levantaba la varita y cerraba los ojos concentrado.

Harry admiró el suave perfil del rubio ligeramente mareado. Desde que había vuelto a recuperar sus recuerdos sentía una obsesión un poco insana con el rubio. Había pasado un año alejado de él. Un año donde las cosas pudieron haber salido tan mal que nunca se hubiera acordado de lo que sentía. Un año, donde dejó a Draco sumergido en el dolor y la desesperación por estar separados, mientras que él había pasado cada día sin saber que perdió. Draco intentaba consolarlo, recordandole que todo eso fue necesario. Cómo iba a luchar Harry contra Voldemort si a cada paso que daba estaba preocupado por Draco. Cómo iba a encontrar las fuerzas para lanzarse a la muerte si temía por la suerte que iba a correr Draco. Pero Harry no aceptaba eso, por mucho que supiera que todo eso era lo correcto, le afectaba imaginarse a Draco, en la Malfoy Mayor, mirándolo a los ojos diciendo que no estaba seguro de que fuera él y temiendo incontrolablemente de que Voldemort llegara y lo matara frente a él.

La voz de Draco murmurando el hechizo lo obliga a dejar de lado esos siniestros pensamientos y cuando vio lo que salió de la varita de Draco, Harry abrió los ojos desmesuradamente.

Un Dragón y uno no cualquiera. Uno que Harry podría reconocer incluso con los ojos cerrados, solo con escucharlo. Un Colacuerno Húngaro.

El impresionante animal escupió fuego sobre ellos y Harry sintió como un golpe de alegría le inundaba las venas. Sentía una felicidad desmedida en el pecho y veía incluso un poco borroso. Se sentía mejor que un hechizo revitalizante y miró a Draco embobado. Su prometido lo miraba completamente satisfecho consigo mismo.

- ¿Cómo...? -preguntó Harry cuando la alegría lo dejo pensar un poco.
- Aberforth piensa que es porque mezcle tus sentimientos y recuerdos felices con los míos.
- ¿Oh? -volvió a preguntar desconcertado.
- Si bueno, yo no tenía ningún recuerdo feliz al que aferrarme, podía repeler un poco a los dementores si se me acercaban lo suficiente, usando alguno de tus recuerdos que estaban en mi cabeza. -le explico el rubio mientras se acercaba a Harry y le rodeaba el cuello. A su espalda, el colacuerno se pavoneaba por todos lados volando solo unos metros sobre la cabeza de Draco- Cuando te devolví la memoria, tus recuerdos y sentimientos se mezclaron con los míos. Al principio, como no entendía muy bien cómo canalizar tanta emoción en el hechizo, salió devil pero cuando acepte esa parte tuya como propia... bueno, salió eso.

Harry se sentía tan orgulloso de la fuerza de Draco que se quedó mudo unos segundos.

- Ab, dice que es muy probable que bien pueda defender a un pequeño pueblo, como que pueda darle suficiente fuerza a un ejército de magos para conjurar los más fuertes y resistentes patronus de la historia de la magia. -la alegría brillaba en sus ojos, pero Harry sabía que no era solo por la satisfacción de por haber conseguido dominar ese hechizo.

Draco se sentía muy bien al saber, que si en el futuro era necesario, esta vez iba a poder ayudar desde el lado correcto. Y Harry no dudo de que así fuera. Su Dragón era un increíble hombre.

No era perfecto, pero eso a Harry le daba igual. Él tampoco lo era. Después de todo, gracias al aristócrata rubio, sangre pura y slytherin desde la cuna que tenía enfrente, Harry descubrió que era un ser completamente posesivo y muy mezquino.

Y amaba eso, amaba tener alguien que le pertenecía de aquella manera. Y sí alguien intentara sacarle a su Dragón, esa pobre persona se iba a enterar de que, Harry James Potter, era más que capaz de lanzar una muy envidiable cantidad de hechizos que nada tenían que ver con el simple expelliarmus. Que como Remus le dijo, era su marca registrada.

Sonrió divertido y acercó a Draco hasta pegarlo contra su torso.

- Mi Dragón, tiene un Dragón -le dijo orgulloso y vio en los ojos de su rubio, resurgir esa chispa tan vanidosa que siempre lo acompañaba.
- Y un Harry Potter -agregó con voz cargada de deseo mientras que arrastraba a Harry a un beso lleno de necesidad y pasión.

Harry no intentó resistirse. Solo le imprimió más de su guerrero instinto Gryffindor y tanto el rubio como el morocho se lanzaron a una batalla de poderes. Harry esperó ser el vencedor. Pero si le tocaba perder, bueno, Harry también había descubierto que rendirse ante un Slytherin siempre, tenía sus beneficios.


Hace un tiempo escribí los principios de esta relación. El porqué del cambio de Draco. Principio de Juntos y Perfectos