El capítulo de hoy esta dedicado a Kat Harley, que me recordó que este fic existe xD no tanto así pero sí que tenía ya casi todo estructurado y era cuestión de organizar detalles. Este es un capítulo más bien corto, pero creo que extenderlo haría que perdiera cierto grado de significado, y no me gusta mucho ahondar en la angustia :c no me gustaría que quedará exagerado.
Aún así, espero que les guste.
Heaven is a Place on Earth with You
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Capítulo 6
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Estar preparado no te garantiza que cuando las malas noticias lleguen realmente vas a reaccionar como se supone que te preparaste mentalmente para hacerlo. Jean se preparó mentalmente durante meses, incluso desde antes de llegar de nuevo a Paradis, acerca de cómo debería de reaccionar respecto a la muerte de su amigo y casi hermano Eren. Que se quedaría calmado, fuerte para aquellos que necesitaban su guía y compañía, como desde hace tantos años.
No esperaba que le fallará la respiración, que las lágrimas se le salieran con una amargura y dolor tales que le daba miedo ni siquiera poder contenerlas un poco por vergüenza a que Nina le viera en ese estado tan fuera de sí mismo.
—No— negó, como si eso fuera capaz de revertir el tiempo. Después se tapó la boca, callando aquel sollozo que en cualquier momento se le iba a escapar.
—Señor Kristein— su asistente corrió para tratar de brindarle algo de consuelo—, lo siento tanto.
Se dio la media vuelta y se sentó en su silla, aún sin poder contener las pesadas lágrimas que cayeron hasta mojar un poco los papeles en el escritorio.
—No pasa nada— su voz estaba opaca, vacía de emociones, tratando de contenerse para no sonar desesperado.
—Debí tener más tacto.
Trató de disculparse, pero Jean no le permitió terminar.
—Está bien Nina— suspiro mientras pasaba las manos por las mejillas para después sonreírle, con la intención mostrándole que no estaba tan mal, aunque fuera una mentira—. No hay manera de suavizar las cosas. Simplemente pasó.
Ella agachó la mirada apenada, no sintiéndose cómoda con que su jefe estuviera en una situación tan vulnerable frente a ella.
—Si no le molesta— ella comienza la sugerencia tímidamente, viendo hacía el suelo—, podría acompañarlo al funeral.
Jean cierra los ojos, sabe que ella se siente culpable y sería grosero rechazar su oferta. No quiere tener una relación con ella más allá del trabajo, ha notado la manera en que ella lo ve y no tiene la intención de generarle ninguna clase de ilusión, pero tampoco quiere que ella le esté ofreciendo disculpas cada que ocurra algo que esté relacionado con Eren o que la relación se tensé con el paso del tiempo, haciendo difícil trabajar juntos.
—No te sientas culpable— se pone de pie para verla directo a los ojos, aún si siguieran rojos por llorar, esperando que con su lenguaje corporal entendiera que sus intenciones no iban más allá de la camarería—, pero me agrada la idea de que me acompañarás.
Ella sonrío suavemente, y de nuevo agachó la mirada.
—Claro Señor Kristein— ella se mordió los labios, como buscando una manera de romper el hielo una vez más—, ¿debo cancelar sus citas?
—Por favor— trató de regresar al ámbito laboral para olvidar momentáneamente la noticia—. Voy a terminar este papeleo, te recomiendo que resuelvas tus pendientes porque estaremos unos días fuera.
—Sí señor.
Cerró la puerta y Jean, ahora solo, se permitió llorar un poco más, sin poder sentir mucha pena por Mikasa, que seguramente estaba destrozada, pero sobre todo por esa bebita tan hermosa que ahora no tendría más a su papá.
Eren tuvo el más discreto de los funerales. Jean sinceramente esperaba que más de una autoridad se presentará al funeral, aunque fuera a dar sus condolencias, pero al parecer Armin se había encargado de que se mantuviera la información lo más discreta posible, a petición de Mikasa.
Para Jean fue muy difícil verla tan fría y ausente. Como si estuviera dentro de un cascarón, para no quebrarse ante lo que estaba pasando. Ella tan sólo cargaba a Kairi, sin siquiera derramar una sola lágrima, tan sólo enfocada en su bebé, pero con los ojos rojizos y más pálida que de costumbre.
No había un cadáver al que llorarle, tampoco cenizas, no sabía cómo había sido la muerte de Eren como para que no quedarán restos, pero la verdad era que no se atrevía a preguntar.
No podía creer que el momento había llegado sin que nadie pudiera hacer algo, lo que fuera.
Cuando llegaron Jean sintió un nudo en la garganta. Usualmente que sus amigos le vieran con una mujer le hubiera ganado bromas y sonrisas socarronas, pero Connie ni siquiera le prestó atención a Nina y la manera en que le seguía a todas partes como un cachorrito, y Sasha apenas y se había presentado. Mikasa estaba ida, y Armin estaba llorando en silencio en un rincón. De Eren estar aquí él hubiera sido el primero en lanzarle sus burlas sin muchos escrúpulos.
Pero él ya no estaba. Nunca más lo estaría. Solamente había una caja vacía con la llave del sótano de la casa de los padres de Eren encima de ella. Quizás eso era lo más doloroso, porque no haber podido verlo le quitaba un poco de consuelo, la oportunidad de despedirse propiamente de Eren incluso si él ya no estaba.
— ¿Señor Kristein?— Nina le llamó, con más duda de la acostumbrada.
—Está bien, Nina. No pasa nada.
Ella de nuevo se mordió los labios, comenzaba a sospechar que era un problema grave, pero no mencionó nada.
—No se avergüence de desear llorar. Es una gran pérdida.
—Lo es— y ella no tenía idea de cuanta.
Jean notó como Mikasa observó su interacción con Nina. No había atisbo alguno de celos, de echo ni siquiera había una manera de describir lo que ella sentía, ni tampoco de lo que pensaba. Desde hace un buen rato que quería acercársele, decirle que no tenía nada de malo llorar en público. Pero algo que no podía nombrar le detenía.
Respeto, trato de darle un nombre a esa sensación en el estómago que le molestaba tanto. No importaba cuanto amará a Mikasa, ni tampoco que incluso Eren, desde antes de su muerte, le haya dado su bendición para que tratará de cortejarla si es que así lo deseaba. No obstante, debía de respetar el dolor que sentía Mikasa, dejar que este fluyera dentro de su cuerpo y se curará a sí misma para poder siquiera tener la idea de poder tratar de enamorarla.
No iba a ser un cretino que se aprovecharía de la inestabilidad emocional de Mikasa. Jamás.
Cuando estaba cerca de anochecer acompañó a Nani a la posada en la que se habían hospedado para que ella pudiera descansar. De inmediato regresó a acompañar a sus compañeros, estando ahora solamente presentes Connie, Armin, Hanji y Levi. Sasha se había tenido que retirar con los bebes para darles el adecuado descanso.
Antes de que el sol se ocultará, Mikasa dejó la cajita vacía en el hoyo que había sido cavado. Habían planeado enterrar junto a Eren la llave, cerrar con esto un ciclo que hace no mucho parecía imposible, pero Mikasa a última hora no fue capaz, y nadie le juzgó.
Puso la correa de la llave alrededor de su cuello, como si estuviera en el fondo orgullosa de haber pasado por todo lo que había acontecido en los últimos años. Y tenía razones para estarlo. Fue la esposa de la última esperanza de la humanidad, pero más allá era una de los libertadores de Erdia, y sobretodo ella es la mujer que valía por cien soldados. Era fuerte, más fuerte que todos los que estaban allí presentes juntos.
Ella le dirigió la mirada, y le sonrío tristemente. Kairi le veía con curiosidad, con sus grandes y expresivos ojos verdes mientras le sonreía suavemente, era la sonrisa más dulce que había visto en su vida. Las sonrisas de Eren y Mikasa mezcladas de una manera un tanto extraña, pero no por eso menos hermosa.
—Jean— ella le llamó, con la voz temblando. Sólo entonces se dio cuenta de lo bella que se veía. Con su cabello suelto, aún si este estuviera sin arreglar se veía tan deslumbrante como siempre, con su mechón rebelde entre sus ojos, con un contraste hermoso de colores con la llave dorada de Eren colgando de su cuello y el vestido negro y su cabello contra su piel casi blanca. La belleza de Mikasa, aún si era trágica, no dejaba de poder ser admirada. Las lágrimas brotaron de los grises ojos de Mikasa y pasaron por sus mejillas en un camino largo y tortuoso para Jean, que sentía como con cada segundo su corazón se partía un poco más—, lo siento.
¿Se estaba disculpando por sentir? ¿Por no soportar mantenerse impasible? ¿Por no ser quien todos la consideran? ¿Por llorar frente a él? ¿Por ser humana?
El llanto no espero, los sollozos débiles de Mikasa de repente se convirtieron en aullidos de dolor hasta el punto que se arrodillo en el suelo, ensuciando su vestido, presionando a Kairi contra su pecho con fuerza, haciendo que la niña también llorará, asustada por el comportamiento de su madre.
Jean se arrodilló de igual manera contra el suelo, frente a ella, abrazándola de la manera más tierna y delicada que podía, sintiendo como ella temblaba en sus brazos. Se quedó quieto, acariciando su cabello suavemente, por primera vez pudiendo sentirlo con sus propias manos. No dijo nada, no sabía que decirle a Mikasa para que la gran desesperación que sentía desapareciera. Sabía que no iba a ser posible más que con el tiempo.
Besó su cabello, esperando que con eso ella se calmará, aunque fuera un poco. Kairi lentamente empezaba a dejar de llorar, sobre todo después de que tomó su pequeña mano entre la suya, haciéndole sentir segura por su presencia.
Los llantos fuertes de Mikasa lentamente pasaron, para al final quedar solamente unos suspiros ahogados, sin embargo, seguía temblando. Levantó la vista para ver si alguien le miraba desaprobatoriamente, no pudo notar el más mínimo desagrado entre los presentes. Incluso casi juró ver un poco de gratitud en los ojos del capitán Levi.
—Está bien Mikasa— acarició una vez más su cabello, tratando de transmitirle confianza—, no estás sola, no te dejaré sola.
Ella cerró los ojos.
—Lo siento— de nuevo se disculpó, con la voz ya ronca después de haber gritado en su quiebre—, lo siento tanto.
—No, Mika. Yo lo siento mucho— tomó su rostro entre sus manos, notando como sus ojos estaban hinchados y casi sin nada de su brillo—, voy a estar para ambas. Contigo y con Kairi, te lo prometo.
—Oh Jean— ella sonaba tan apenada, sin embargo, le abrazó de nuevo, buscando alivio en su calor.
Lo había prometido, a ella, a Kairi, a Eren e incluso a sí mismo. No las dejaría solas jamás, no mientras le quedará un atisbo de vida en su cuerpo.
Aspiró su aroma brevemente, disfrutando egoístamente de este calor.
Las cosas mejorarían, despacio, pero lo harían.
Él iba a cuidar de ellas.
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