Rin miró a Sesshomaru con un brillo en sus ojos, ya desde lejos lo podía notar. Sobre todo por su postura y el lugar, recostado bajo un árbol. Ella se sonrojo. Hace días se ponía así cada vez que lo veía. Desde que se había dado cuenta que le gustaba. No simplemente gustar de agradar, gustar de forma romántica.

Y ella quería decírselo. Hoy, en ese momento quería confesarse. Se acercó despacio, sintiendo la suave brisa viajar por su cuerpo. Al llegar notó como Sesshomaru la miraba fijamente. Ella sonrió porque aunque ella intentara ser sigilosa, él siempre la detectaba.

— ¿Qué pasa? —Preguntó con esa tranquilidad que lo caracterizaba. Esa simple pregunta paralizó el cuerpo de Rin, ya sintiendo que no podía declararse— Estas roja.

Ese simple comentario provocó que la susodicha se pusiera más de ese color.

— S-señor, Sesshomaru —Empezó con timidez— Y-yo quería decirle que...

— ¿Qué? —Cuestionó, él no era impaciente, pero que alguien se detuviera en mitad de una frase, por minutos, era un tanto irritante.

— ¡Me gustas! —Lo soltó cerrando los ojos como los puños que se encontraban alrededor de su cuerpo. Como si con eso pudiera disminuir los nervios.

Al abrirlos, un rato después. Vio que Sesshomaru seguía mirándola con esos ojos ambarinos que hacían temblar todo su cuerpo. Esos que tenían un deje de asombro reflejados en sus pupilas.

— De forma romántica —Añadió. Ella no quería que pensara que era una confesión como cuando era niña. Ahora ella tenía dieciocho años y su gustar de ese tiempo ya no era simplemente porque le agradaba. Estaba segura que lo amaba.

Él se levantó sin apartar sus ojos de ella. Con esa expresión que no decía nada, pero Rin sentía que escondía mucho.

— Tienes que estar con los de tu especie —Espeto fríamente. Rin sintió que algo se había incrustado en su corazón, oprimiéndolo fuertemente— Con los humanos.

— Yo odio a los hu... —Pero se detuvo antes de terminar la frase porque no los odiaba. Esa etapa de su vida ya había terminado. Desde que había conocido personas que realmente eran amables, no como la gente que había conocido en su infancia.

Imágenes de sus amigos y conocidos, viajaban en su inconsciente. Entonces ella agregó: Yo prefiero a los demo...

No obstante se detuvo antes de decirlo. Porque no es que le gustara los demonios más que los humanos. Ella sabía que había demonios malos. No, no era que odiaba a los humanos y preferiría a los demonios.

No, no era eso.

— Te amo a ti —Repuso devolviéndole la mirada con las mejillas sonrojadas ante el contacto visual. Si, él era el único que amaba. Ella lo sabía, su corazón lo sabía.

Él no contestó por unos segundos. Dedicándose únicamente a observarse.

— Sabes... ¿Cuál es la principal diferencia entre un demonio y un humano?

Esa pregunta la descoloco a Rin. Sus ojos se agrandaron sintiendo un escalofrió por todo su cuerpo. De pronto sintió miedo por lo que podía a llegar a decir. Su mente intentaba hallar la respuesta... "Las garras" "La fuerza sobrenatural" entre otras.

Él le contesto antes de que la muchacha pudiera intentar responder.

— Un demonio vive para siempre —Vislumbrándose una pequeña sonrisa. De esas que son tristes— Los humanos no lo hacen.

Los ojos de Rin se dilataron sintiendo un agudo dolor en su pecho. Sesshomaru se dio la vuelta y comenzó a caminar, alejándose de ahí, de ella. La muchacha veía los cabellos plateados moverse en un vaivén. Viéndolo a cada segundo más lejos. No lo siguió, no lo pudo seguir, sus piernas no le respondían.

Las lágrimas comenzaron a tapar su visión, volviéndola borrosa. Deslizándose por sus mejillas y sintiendo el sabor salado en su boca; sintiendo el sabor amargo del rechazo. Porque lo fue, de manera indirecta, pero al final al cabo, un rechazo. Uno que sin palabras. Expresaba "Nunca"; Un jamas de que nunca podrían ellos estar juntos.

Demonio y humano. Diferentes especies. Diferentes en todos los aspectos.

Y en ese momento, Rin, sí que odio ser humana.