El concepto de "Loud House" y todo lo relacionado con el mismo pertenecen a su autor y casa productora: Chris Savino & NICKELODEON © 2016. La historia se realiza sin fines de lucro.

El hermoso arte de la portada es cortesía de Sonikdc. Visiten sus historias o sus imágenes en DeviantArt. Son muy bellas.


Capítulo 1

La invitación de la invasora de espacio

Era un viernes, por lo que aprovechando el inicio del fin de semana, algunas de las compañeras góticas de Lucy la habían invitado a su primer sesión espiritista grupal en casa de Haiku, la cual duraría toda la noche, o por lo menos era eso lo que oficialmente le había explicado a su madre cuando le pidió permiso para asistir.

—Por supuesto que puedes ir, cariño —afable le contestó, en parte entusiasmada porque la más retraída de sus hijas socializara un poco más—. Nunca habías ido antes a una pijamada. Te hará bien divertirte con tus amigas.

—¡No es una pijamada! Será una sesión donde invocaremos a los espíritus de nuestros antepasados, aquellos quienes dejaron cuentas pendientes al irse, las cuales no los dejan descansar en paz, obligándolos a vagar entre el mundo terrenal buscando la liberación eterna.

—Muy bien —contestó sonriente—. No olvides llevar tu peluche de la princesa Pony. ¿Quieres que prepare las galletas en forma de unicornio que tanto te gustan?

Mirando a los lados, rogando porque ninguna de sus hermanas las estuviese escuchando, se acercó a su madre para susurrarle:

—Sí, por favor. ¿Pueden tener ojitos de bombones?


Momentos después, Lincoln llegaba de la escuela con la mochila a la espalda, donde además de sus útiles escolares y libros de texto, traía los nuevos tomos de Ace Savy en una carpeta bajo el brazo. Tras saludar a su madre, subió a su habitación, donde en el camino miró abierta la habitación de Lucy y Lynn al pasar a un lado, descubriendo a su hermanita intentando forzar un muñeco de peluche rosa adentro de su mochila negra.

—Hola Lucy. ¿Qué estás haciendo?

—¡Ah! —se sorprendió la niña, sin embargo se recuperó al instante al constatar que sólo se trataba de Lincoln—. ¡Ten cuidado con eso! ¿Sabes lo desagradable que es que te sorprendan cuando menos te lo esperas?

Él la miró con cierto desdén entrecerrando los ojos.

—¿Es en serio? Pues no. ¿Qué sabré yo de eso?

—Temí que fueras Lynn —explicó indiferente a su sarcasmo—. Lo último que necesito es que me vea empacando a la princesa chispas estelares. Voy a pasar la noche fuera en casa de mis colegas de la oscuridad.

—¿Es que a ellas también les gustan las ponis mágicas?

Aunque no contestó, el ligero rubor en sus pálidas mejillas y su nerviosismo, hicieron comprender a Lincoln quizá que como Lucy, Haiku y sus amigas más allegadas compartían mucho más en común con ella que su gusto por lo siniestro.

—Y en su pijamada, ¿de qué será la maratón que miraran por televisión? —El muchacho parecía divertirse de lo lindo. Pocas veces se podía permitir molestar a Lucy como ahora—. ¿Películas de Mario Dargento, George Domero… o algo de Lauren Fost?

—*Suspiro*… tal vez un poco de todo. Baja la voz. No quiero que Lynn ni nadie sepa lo que llevo. Si te preguntan, me viste poner velas negras y libros de Lovecraft.

Su hermano iba a decirle que ninguna de las mayores había llegado a casa todavía, pero en su lugar se llevó una mano a la boca simulando cerrar en la misma un cierre imaginario. Lincoln era de vez en cuando molesto, pero lo cierto, reconocía Lucy, a veces ellas lo eran más con él, aun así el chico seguía siendo un buen confidente.


Momentos después, Lynn regresó algo agitada a casa. Había tenido un día un tanto pesado tras la práctica de softball después de clases, por no decir que el receso lo había aprovechado para jugar un partido improvisado de fútbol con sus amigas y estaba casi exhausta. Sólo para terminar con estilo el último día de la semana escolar, había decidido no esperar a sus hermanas mayores en vanzilla e irse corriendo hasta la casa.

—¡Ya llegué! —anunció con un grito en el recibidor—. ¿No hay nadie en casa todavía?

Su madre en la cocina acababa de dar forma a la última galleta de ponis, pero en cuanto Lynn apareció, con movimientos rápidos logró darle a la galleta el aspecto de un murciélago verde pastel.

—Hola, cielo. ¿Cómo estuvo tu día?

—Muy tranquilo —se llevó las manos a la cadera girando su cintura y dejando escapar un crujido en sus huesos que erizó la piel de su madre, aunque no tanto como el del cuello cuando lo tronó enseguida—. Que bien huele. ¿Hiciste galletas?

—Sí. Prepararé unas pocas más con los sobrantes si quieres. Las formas de balones son más sencillas. Estas son para "la reunión espiritista" de tu hermana.

—¿La qué?

—La pijamada de Lucy. Pasará la noche fuera de casa. Cuando subas le recuerdas que me deje el número telefónico de donde se va a quedar.

—Hmm… ajá.

Sintiéndose preocupada, intentó asomarse hacia el horno, pero el vidrio polarizado no le permitió distinguir la forma de las galletas. ¿Qué eran esas cosas? ¿Caballos del apocalipsis o algo así? Esperando poder robar más tarde alguna, subió a la segunda planta.

La mochila de Lucy estaba ya preparada sobre su cama. Su hermana estaba ahí leyendo una de las últimas novelas sobre su adorado Edwin con el busto del mismo a un lado.

—Llegaste antes que las demás —exclamó sin alzar la vista de su lectura.

—Supongo que soy más rápida que vanzilla al correr.

—O tal vez el tráfico del día y que Lori tiene que esperar a las otras también influyó.

Justo en ese momento escucharon el vehículo de la familia llegar con cierta lentitud. Al asomarse, Lynn descubrió que entre todos, estaban empujando el vehículo a la cochera. Ahora lo entendía. Seguramente no les había hecho gracia descubrir que la más fuerte de la familia y quien pudo haberlas ayudado a empujar, se había ido sin esperarlas. Lo mejor sería evitarlas, no estaba de humor para conflictos.

—Entonces… ¿vas a pasar la noche fuera de casa?

—Sí, veo que mamá ya te lo dijo. No toques mis cosas mientras no estoy. La mitad de ellas están malditas.

—Por supuesto.

La mayor de la habitación permanecía seria y callada, muy impropio en ella. Lucy finalmente se dignó a mirarla sobre su libro al adivinar lo que preocupaba a su hermana.

—Por favor, eres una adolescente. Puedes pasar la noche sin necesidad de estar acompañada como una niña pequeña.

—¿Tu podrías? —Exclamó molesta tras verse descubierta.

—Yo sí soy una niña pequeña, no evado esa realidad. Aun así ya lo he hecho antes. ¿No recuerdas esa vez que nos peleamos?

Aunque la extrañó, ciertamente Lucy pudo dormir en la habitación sola, aunque quizá algo a disgusto. Lynn por el contrario, pudiéndose ir al sillón en la sala o a cualquier otro lado, buscó la compañía de alguien para poder dormir tranquila. Entonces Lincoln había sido su elección, aun cuando las habitaciones de Luna y Luan o la de Leni y Lori estaban disponibles, cada una teniendo una cama lo suficientemente grande para dos personas a diferencia de la suya o sus hermanas más jóvenes. La deportista gimió molesta por ser tan fácil de leer a ojos de su hermanita y compañera de habitación.

—Vete a tu pijamada. Por supuesto que soy una adolescente y puedo dormir yo sola. Sólo asegúrate de alimentar bien a tu murciélago antes de irte.

—Colmillos sólo come fruta la mayor parte del tiempo.

—¿Y el resto del tiempo?

No contestó con palabras, la pequeña gótica le dedicó una larga mirada que la puso nerviosa antes de asentir y salir de la habitación a darle el número telefónico a su madre. Lynn observó la mochila de su hermana pensando en cómo desquitarse de ella por eso, pero tan pronto se acercó a la mochila, quizá fueran figuraciones suyas, casi pudo sentir un aura antinatural en la misma que la obligó a retroceder y mejor no arriesgarse. Decidió no intentar imaginar qué clase de siniestros objetos podría llevar Lucy ahí dentro, como los que seguramente ocultaba también en aquel cajón bajo su cama.


Mientras Lucy tras regresar de ver a su madre sacaba un par de tomos de su comic favorito de Princesa Poni del cajón bajo su cama, Lynn que le había dado su espacio, salió y tocó la puerta de la habitación de Lincoln un par de veces antes de entrar sin esperar respuesta. Su hermano estaba quitándose de momento los zapatos cuando llegó. Un vistazo a las revistas de Ave Savy sobre su escritorio, fue suficiente para comprender lo extraño que fue encontrarlo vestido todavía.

—¿Qué se te ofrece? —le preguntó su hermano pensando en la inutilidad que sería reclamarle que no esperara a recibir invitación antes de entrar.

—Hey, Linc. ¿Sabes que Lucy va a dormir con sus amigas hoy?

—Sí, algo me dijo. ¿Qué hay con eso?

—Bueno… ¿Qué te parece si tú y yo compartimos habitación esta noche?

—¿Por qué? Tendrás el cuarto para ti sola.

—Oh, vamos. Estoy siendo gentil ofreciéndote compañía. Seguro debes de aburrirte estando solo en tu habitación todo el día, tal vez en la noche también.

—Pues no lo es. Por el contrario, es muy cómodo.

—¡Pues para mí no lo es! —Exclamó molesta. Hubiese preferido que todo fuese por las buenas. Bajó un poco la voz antes de proseguir olvidándose de sutilezas—. Vamos, sabes que no me gusta dormir sola. ¿Lo recuerdas?

Lincoln suspiró. Aún tenía fresco el recuerdo cuando un año atrás y a causa de una discusión con Lucy, Lynn fue a pasar un par de noches con él. Dado lo difícil que era compartir su cama individual con ella, había optado por dejársela y dormir en la bañera. Si bien Lynn despertaba tranquila, lo hacía porque no se daba cuenta de cuando Linc se levantaba en medio de la noche, asumiendo que si se encontraba sola, era porque su hermano se había despertado temprano para ducharse antes que las demás le ganaran el baño, eso explicaría al menos por qué siempre se lo encontraba después en el pasillo empapado. Tras arreglarse con Lucy, Lincoln le preguntó por qué simplemente no bajaba y dormía en el sillón (como Lucy se lo sugirió a él tiempo después cuando supo lo que hizo) a lo que con un sonrojo su hermana mayor inmediata le confesó su intranquilidad de dormir sola.

El peliblanco suspiró pensando en lo poco que le apetecía dormir entre ronquidos y hornos daneses esa noche sólo porque Lucy no la acompañaría… ¡claro! La solución no era tan complicada.

—Está bien, tú ganas. Esta noche compartiremos habitación.

—¡Gracias Lincoln! —le dio un cariñoso abrazo con el que corrigió su postura enderezándole la columna—. Regresaré en la noche.

—¡Pero no en mi habitación! —gimió sofocado.

Para su alivio, lo soltó confundida.

—¿Cómo dices?

—Mi cuarto y mi cama son pequeños. Si lo que quieres es sólo compañía en el mismo sitio, yo puedo sencillamente dormir en tu habitación en la cama de Lucy. ¿Qué dices?

—Suena bien por mí —volvió a tranquilizarse—. No pondré el seguro esta noche. Te estaré esperando, Linc.

Tras quedarse solo una vez más, terminó por descalzarse, pero antes de desvestirse y ponerse cómodo, fue a buscar a Lucy. Lo mejor sería primero pedirle permiso de usar su cama sólo para saber si no tendría inconvenientes.


Por Lucy no había ningún problema, así se lo hizo saber antes de irse acompañada con Lori (confiaba más sus pertenencias en el chico del plan que en su agresiva y ruda hermana). El inconveniente lo encontraría Lincoln cuando tras cenar, darles las buenas noches a todos y cambiarse, fue a la habitación que de momento sería únicamente de Lynn.

—¿Qué está haciendo Colmillos ahí?

Sobre el techo de la cama negra con doseles oscuros, reposaba colgado de cabeza el murciélago mascota de Lucy, que con sus ojos abiertos miraba fijamente a Lincoln mostrando aquello que hacía alusión a su nombre de modo amenazante.

—Es donde duerme últimamente desde que papá fumigó el ático —le explicaba Lynn—. Tranquilízate. Lucy me aclaró que Colmillos es del tipo vegetariano. Sólo come fruta y verduras como muchos otros murciélagos. No creo que ni ella esté tan loca para tener uno que de verdad beba sangre.

No le gustó el modo en que su hermana le explicó esto último, había detectado un tono inseguro en su voz. El muchacho volvió a darle un vistazo a Colmillos, este no dejaba de verlo mientras se relamía los labios.

—Está bien, Lynn. Qué te parece si esta noche yo duermo en tu cama y tú lo haces en la de Lucy.

—Lo siento, pero no creo que eso suceda, Linc.

—¿Por qué no?

—Porque Colmillos me pone muy nerviosa. Las pocas veces que me he recostado en la cama de Lucy, me mira fijamente y me da algo de escalofríos cuando lo hace.

—Sí, creo que puedo comprender el sentimiento.

—No seas gallina. Se supone que eres un hombre, ¿no es así? Sólo es un murciélago frutero. No te hará nada. Oye, ¿qué tal unas luchas para cansarnos un poco y dormir mejor?

—No creo que sea necesa… ¡Espera!

De pronto le había puesto una máscara de luchador mexicano sobre la cara de mal modo, cuando logró acomodársela, lo hizo sólo para ver a la poderosa e invicta Lynn Lunática lanzarse desde su cama para defender su título contra su forzado oponente. Resultó que era cierto, no era Colmillos de quien debía tener precaución.


Ya era muy tarde y Lincoln no podía cerrar los ojos, sentía que si lo hacía, Colmillos quien tampoco parecía tener intenciones de dormirse, bajaría abalanzándose sobre su cuello. No tenía nada contra el amigo de Lucy, siempre y cuando se mantuviera lejos de él.

—Lynn, de verdad no me atrevo a dormir con Colmillos vigilándome.

Su hermana botaba como de costumbre su pelota contra la pared, comenzando a sentirse soñolienta finalmente. Se recorrió a un lado palpando el lado despejado.

—Entonces compartamos mi cama esta vez. Vamos a dormirnos ya.

Aunque ciertamente Lynn parecía bastante cansada como para aplicarle su famoso horno danés, igualmente Lincoln sopesó qué podría ser peor, ¿Lynn roncando y babeando a un lado? ¿O Colmillos babeando despierto sobre su cara con sospechosas intenciones? El murciélago volvió a exhibir sus afilados incisivos y al minuto siguiente, Lynn casi sintió que Lincoln la tiraba al suelo cuando con prisa se acostó a su lado.

—Buenas noches Lincoln.

—Buenas noches Lynn.

El peliblanco suspiró. Sólo tendría que esperar a que su hermana se durmiera para escabullirse de nuevo como la última vez, al menos podría hacerlo a su cuarto en lugar de ir al sofá o a la bañera. Cerró los ojos contando mentalmente y esperando los ronquidos de Lynn, cuando de pronto sintió un brazo sobre su pecho. Al abrir los ojos, lo primero que vio al girar su rostro a la derecha, fue a Lynn mirándolo con aquellos ojos de súplica, aunque algo soñolientos.

—Por favor no te vayas a ninguna parte.

—¿Pero cómo…?

—Lucy me lo contó. Siento que te haga ruido cuando duermo, pero de verdad no quiero quedarme sola. Dame ese gusto por hoy, Linc.

De verdad le costaba trabajo negarse cuando lo miraba de esa forma, hasta se veía… linda.

Lo soltó sólo para apoyarse y recostarse un momento sobre él estirando un brazo hacia la cómoda del lado de Lincoln. Dado que momentos atrás había a su pesar estado jugando a las luchas con ella, al muchacho le resultó extraño sentir el peso de Lynn encima de él. Él no era ningún peso pesado tampoco, pero cuando no tensaba su cuerpo para pelear y estaba relajada, el cuerpo de su hermana se sentía bastante ligero en comparación al suyo.

—¿Qué es lo que estás haciendo, Lynn? —evitó sobresaltarse cuando sin querer ella rozó ligeramente con su rodilla su entrepierna.

—Perdona —le colocó en la mano unos tapones para los oídos sin darse cuenta de lo que hizo—. Espero que sea suficiente.

Dicho esto y sintiéndose verdaderamente cansada por toda la actividad que había hecho en el día, volvió a recostarse con su brazo nuevamente sobre su hermano para asegurarse que no iría a ningún lado. Lincoln sintió cierta pena por ella. Se puso los tapones e intentó dormir. Lo de hace un momento lo había incomodado mucho, aunque se trató de un accidente. Suspiró pensando en lo bien que se sintió.