Disclaimer: No soy Jotaká, no soy Warner. Inherentemente Harry Potter no me pertenece. Lástima.

¡Feliz cumpleaños, Bell!


Eduardus sabía el peso que su familia tenía, sabía lo que era ser un Black.

Eran aristócratas, fríos, inteligentes, despreciaban a los muggles e impuros, ellos eran lo mejor y no podían permitirse dañarse con gente sin importancia, su nivel no podía bajar del sangrepura. Él mismo había crecido en un matrimonio perfecto entre sangrepuras, sus hermanas estaban educadas para buscar al hombre correcto, o aceptar con el que las casasen, sus hermanos despreciaban a las chicas impuras que les hablaban. Su familia se había hecho un nombre como la más importante y supremacista de la sangre.

Eduardus lo sabía, había vivido con ello por diecisiete largo años. Incluso sabía que tenía que casarse con Alessiandra Burke, una hermosa castaña, sabía que tenía que tener descendencia y educarlos bajo la creencia de que el estado de su sangre definía quiénes eran, sabía que su madre aprobaba su futuro compromiso con Alessiandra, sabía que sus hermanos lo envidiaban por su prometida y que sus hermanas estaban felices por él.

Si sabía todo eso, entonces, ¿por qué no le importaba?

¿Por qué no lo importaba que su madre se enfadase con él, que sus hermanos le dejasen de lado, que su padre lo borrase del tapiz familiar?

Y, la pregunta más importante, ¿por qué tuvo que enamorarse de ella?

Isabel Jones no era sangre pura, su sangre era sucia, no era sumisa, era rebelde y contestona, no era Slytherin, era Gryffindor hasta la médula. Mientras que Alessiandra era una sangre pura, dócil y con una belleza de porcelana, perfecta.

Isabel era fuego, peligro, era salvaje, indetenible. Alessiandra era calma, feminidad, aristocracia, era sutileza, sumisión.

Eduardus sabía cuál era la correcta para él, la indicada, entonces, ¿por qué su corazón latía desbocado cada vez que veía a Isabel?, ¿por qué su piel se calentaba cada que la pelinegra estaba cerca?, ¿por qué sus sentidos se volvían locos cada que respiraba su aroma?

Eduardus sabía qué era lo correcto, lo fácil, lo aceptado.

¿Entonces por qué estaba en el Lago Negro esperándola?

― ¿Black?

El pelinegro se sobresalta cuando escucha la voz de la morena.

―Viniste―murmura como un idiota.

―Eso es obvio―la morena rueda los ojos―. ¿Qué querías, Black?

A Eduardus le molestaba que lo llamase por su apellido.

¿Por qué nadie entendía que no quería ser un Black?

―Yo…

Las palabras se traban en él, eso era una mala idea. Jamás debió hablarle, jamás debió citarla ahí.

Estaba mal, tenía que irse.

Tenía que ser un perfecto Black.

» ―No importa―chasquea y se da media vuelta.

― ¡Espera!

Eduardus se paraliza en su sitio y poco a poco se da la vuelta, frente a él no estaba la altiva Gryffindor, sino una chica nerviosa.

― ¿Qué?

La morena se muerde los labios, haciendo que Eduardus se remueva incómodo, y lanza un suspiro acercándose a él. Cuando sus pieles están casi juntas Isabel se detiene y alza la cara enfocando sus ojos en los de él.

―Yo… yo sí tengo algo que decirte―habla la morena jugando con sus manos.

― ¿Si? ―Presiona el pelinegro ante el silencio de Isabel.

Los ojos verdes de la morena bajan y luego vuelven a subir a enfrentarse a los grises de su acompañante.

―Yo―respira hondo y Eduardus quiere golpearla―…

― ¿Qué?

―Que yo…

El pelinegro la toma de los hombros y la sacude.

― ¿Qué, Jones? ¿Qué mierdas quieres decir? ¡Habla bien!

― ¡QUE ESTOY ENAMORADA DE TI, IDIOTA! ¡¿Ahora si me escuchas pedazo de…?!

Pero Eduardus no deja que siga hablando, insultándolo mejor dicho, porque une su boca con la suya, callando todo sonido.

La morena responde entusiasta el beso envolviendo sus manos en el cuello del mayor y pegándose completamente a él.

, piensa Eduardus cuando el beso termina, recostando su frente en la de la morena, los Black pueden irse al demonio.