Este capítulo es muy especial en muchos sentidos, el principal de ellos, porque fue creado no solo por mi: Con el apoyo de mi querida Tessa23, escribimos este capítulo como parte de los retos solicitados en el Concurso "Escritores sobre hielo", de la plataforma Wattpad, en cuya categoría Drama nos encontramos actualmente participando en Alianza. Por ello, notarán que la extensión es mayor a la acostumbrada, y muchos aspectos de estilo, contenido, ortografía y gramática también han mejorado, gracias a su maravillosa intervención.
"Deseo no soñar" es una exposición de las situaciones previas y determinantes que conllevaron a la actual situación Victuuri; hay cosas que estaban planificadas para ser contadas posteriormente, otras que aparecieron en el camino para mejorarse, gracias al apoyo de Tessy, y otras que quedarán en el aire por el momento.
Espero de todo corazón que les agrade este capítulo.
Les agradeceré mucho si pudiesen dejarme sus reviews :)
¡Que lo disfruten! Y gracias nuevamente a Tessy por su apoyo (tanto en la redacción de las escenas fuertes como en el roleplay que empleamos para las discusiones entre los personajes principales); me gustaría compartir también por aquí los bellos separadores que creó con motivo del reto, pero en Fanfiction no es posible, así que... Pásense por allá, please n.n
¡TE ADORO, PEQUE!
Suiza, semanas atrás, luego de la pelea entre Chris y Sveta
No podía dormir. En dos días se tendría que enfrentar una vez más al ajetreo de la final de la más importante de las competiciones. Una en la que, de nuevo, se encontraría con personas que eran valiosas para él. Solo que esta vez, no habría risas divertidas ni sugerentes proposiciones falsas, intercambios de caricias que no eran inocentes, pero que tampoco buscaban un aprovechamiento... o al menos, eso era lo que siempre se había dicho.
Para mentirse a sí mismo. Y mentirle...
Ni de esas caricias, ni de las que sí estaban cargadas de verdadero cariño, de algo muy cercano al amor, como notaba en ese momento, gracias a la llamada telefónica que él había realizado. Y que había logrado que sus ojos verdes se llenasen de lágrimas.
—"Pese a todo, te agradezco que me lo hayas contado, Chris."
—Me temo que no celebro mi propia sinceridad, Masumi.
—"Deberías" —un sollozo mal disimulado se dejó oír por el auricular, proveniente del ex bailarín —"Ser sincero en algo tan doloroso, solo lo logran los valientes. No me sorprende, así que no estoy tan dañado. No, escúchame, por favor" —Masumi elevó un tono su voz, para callar cualquier disculpa, o intento de justificación que viniera de parte del suizo —"Siempre supe que Víctor tenía tu atención más allá de la amistad, desde niño. Así que no fue algo fulminante el entender que hayas intentado acostarte con él en algún momento, pero, ¿con su ex mujer, Chris? ¿No que eras gay solamente? ¿No te hiciste "amante" de Víctor para protegerte?"
—Masumi... —casi suplicó, entre sollozos ahogados.
—"¿Qué me faltó para satisfacerte...?" —esa pregunta a Chris le dolió en el alma, porque sabía perfectamente bien que el afecto que ese hombre había desarrollado por él venía de mucho tiempo atrás, años de convivencia directa e indirecta; años que él había tirado a la maldita basura, por una niñería hormonal —"Quizás debí operarme como sugeriste alguna vez."
—Yo nunca...
—"Pero, lo más importante" —una vez más, lo interrumpió —"¿Por qué Katsuki? Es diametralmente diferente a Víctor, ¿cómo es que intentaste acostarte con él? Chris, lo respeto mucho, pero hablando desde mi propia autoestima, no logro entender cómo pudiste cambiar tus deseos hacia alguien que no logra alcanzarnos a ninguno de los tres en sensualidad..."
—¡Soy el primero en no entenderme! —esta vez sí se dejó oír, elevando la voz, en medio de su incapacidad para mantener la compostura— Soy el primero... ¿Cómo crees que me siento? ¿Crees en verdad que no soy capaz de ver lo que acabo de hacer?
—"El que lo hayas hecho..."
—¡Esa mujer me lavó el cerebro! ¡Aprovechó lo que ocurrió para manipularme! —el bufido de su ex le supo a una patada en aquel lugar de su cuerpo que de seguro no se merecía tener.
—"Intenta no perder lo que te queda de dignidad evadiendo responsabilidades, Chris. No me termines de matar de esa manera" —ambos lloraban, ya sin importarles ser escuchados.
—Si solo hubieses sido una distracción, no estaría siendo sincero. No te estaría pidiendo que te quedes.
—"Si yo hubiese sido algo en tu vida no me estarías confesando que me has sido triplemente infiel. Y solo para buscar refugio luego de que la ex de tu mejor amigo te sacó a patadas de su hogar" —esas palabras atravesaron su tímpano, y Chris lo sintió como una puñalada a lo que le quedaba de corazón.
Porque eran ciertas. Porque no tenía manera de refutarlas.
—Masumi... Con Yuuri no llegué a nada, fue como con Víctor... Laryssa sí fue un par de encontrones porque fui un maldito cerdo, pero lo otro te juro que no pasó de un coqueteo. Por favor... —suplicó— Recíbeme allá, para poder hablarlo.
—"No hay algo más por decirnos, y tú tienes donde quedarte, Chris. No estás en la calle..."
Listo, todo había acabado. Porque aun en ocasiones previas donde las peleas habían sido por temas similares, Masumi nunca le había permitido dormir solo.
Era obvio... que él tampoco pensaba seguir perdiendo su dignidad.
—"Aunque digas que nada pasó, sé muy bien lo que hiciste. Sé muy bien que Katsuki te descubrió, porque fue ese el motivo por el cual decidí irme de Rusia en medio de la fiesta... Yo también los vi, Chris. Te vi no oponerte, es más, te vi incitarla a seguir" —el patinador se deshizo en gimoteos sentidos.
—¡Pero no ocurrió nada más allá de un beso!
—"Porque Víctor los detuvo. Oí cuando su novio se lo pidió" —Chris quedó mudo —"Tú nunca me amaste, y no te lo reprocho, el corazón es tan independiente como su dueño..."
—Eso no es cierto, Masumi, prometo que no se volverá a repetir...
—"¿Como siempre...? Por favor, no alarguemos más esta situación, no hay algo más por decir."
—Te a...
—"Solo quiero pedirte algo, Chris" —lo interrumpió adrede, porque si lo escuchaba, no iba a ser capaz de continuar.
—...lo que desees...
—"...no sigas burlándote del amor. Ellos se aman tanto como yo quería que me amaras a mí, así que, madura al fin, y déjalos ser felices."
Se quedó pegado al auricular durante quince minutos más, contados a reloj, pese a que Masumi se había despedido ya, deseándole lo mejor. Irónico: Él era lo mejor de su vida, y lo había perdido. Él, que había sabido reconocer que en su encaprichamiento con Víctor había más el deseo de alardear como un macho desviado, que el anhelo inocente de un Yuuri que solo quería comer tazones de cerdo, al inicio de su historia como entrenador y pupilo...
Rió, porque solía usar la risa como catarsis. En especial cuando estaba así, hecho mierda. En especial, cuando recapitulaba su vida, cuando miraba como terapeuta su propia triangulación, y era notoria su estupidez. Laryssa lo había usado, sí, pero había sido el hijo de mujerzuela barata que una vez intentó aprovecharse de Mila, el que había dejado que su cuerpo ganase la batalla a su corazón, tanto con ella como con aquel ser inocente.
¿Culpaba a Laryssa? De un poco a bastante. Pero no a Yuuri, jamás a él. No cuando, como Masumi le había contado, había sido tan reservado y respetuoso al no exponer su desliz ante más personas. Claro, por eso Víctor había intervenido. Masumi tenía razón.
Precisamente por eso, él mismo empezó a fascinarse por Yuuri. Todo por culpa de aquel evento desafortunado en la bendita fiesta. Todo comenzó por culpa del alcohol en el cuerpo de una mujer, cuyo alumno tampoco era el mejor con ese endemoniado líquido, en aquella noche. Todo eso que comenzó con una maestra de ballet demasiado ebria y demasiado fanática de su persona como para que él la pudiera ignorar. O por lo menos, no cuando se le propuso de esa manera, como un cervatillo a un león hambriento...
—De modo que... consideras que deberías ser mi primera mujer...
—Es solo una sugerencia. Yo solo hablo y hablo, tampoco deberías hacerme caso solo por ser vieja... —la mujer japonesa le sonrió, coqueta, experta, y alcoholizada; algo que en condiciones normales jamás se habría permitido, por considerarse a sí misma una dama.
—¿Segura que no te arrepentirás? Soy suizo, y uno por encima de la media —sin los efectos del alcohol, gracias a su resistencia, el brazo de Chris la atrajo por la cintura y unieron sus bocas, en un beso ansioso, necesitado, y experto— ¿Dónde estuviste todo este tiempo...?
—En Japón, danzando y ganando premios, pero... Aún estás a tiempo... —la mujer se agachó, jugueteando con su cierre, ambos bien ocultos entre los arbustos del jardín.
—Oh, con que estabas aquí, Minako. Me temo que debo llevarte donde Yuuri, necesita que le ayudes a preparar el ponche...
Ambos fueron shockeados por aquella voz que había sonado cantarina, pese a la frialdad de su timbre. Víctor la había separado, ejerciendo cierta fuerza, sosteniéndola por los hombros y mirando de mala manera a Chris.
—Oh, chico sexy. ¿Tú también quieres...? —sus manos fueron sostenidas por ambas muñecas, y de esa manera, sus intenciones de bajarle el cierre al ruso, también.
—Me halagas, Minako. Pero no le voy al incesto —ella pareció reaccionar, y se sonrojó mucho al captar a Chris tan cerca, y con labial del mismo tono que el suyo en sus labios, mirándolos a ambos con horror.
—Dime que nadie más me vio, por favor... —pidió la japonesa, sintiendo que lo ebrio de su cuerpo se esfumaba casi tan rápido como el erótico momento.
—De las fotos que te tomé no ha pasado —ella soltó un gritito angustiado ante el comentario de Víctor —Estoy bromeando, jamás te expondría. Ven, te llevaré con Yuuri. Vuelvo en un momento, Chris.
Esa había sido una advertencia muy clara. Y fría. Pero su macho interno andaba ya alardeando sobre lo que había ocurrido, así que solo se dedicó a fantasear con la mujer madura, hasta que un fuerte golpe en la cabeza lo trajo de regreso.
—¡Auch! ¿Acaso te...? —Víctor lo miraba decepcionado, y sin una pizca de compasión.
—¿Sabes por qué Minako está en esta fiesta?
—Supongo que Yuuri la trajo, ¿no? —respondió, aburrido, pero su amigo negó.
—Lilia la invitó —Chris se sorprendió —Se conocieron en sus mejores épocas, fue su alumna, su más querida prima ballerina. Puede que ellas tengan personalidades diferentes, pero Lilia la quiere como a una hija. Minako es la segunda madre de mi Yuuri, ¿en qué carajos estabas pensando?
—¡Ella quiso, hasta me besó!
—No me decepciones, Chris. A mí se me han metido hombres y mujeres, desnudos, en mis habitaciones de hotel, y los he echado a patadas —el otro se carcajeó.
—Eso es porque en realidad eres virgen, Vitya. Tú y yo sabemos que pese a tu reputación, eres un mojigato...
—Eso es, porque me respeto, Chris —la risa murió— En esa época, también a esas personas. Y ahora, a Yuuri. La persona que en mi vida es el equivalente a Masumi en la tuya —el otro perdió color al oír el nombre.
—Oh, mierda. Masumi... —intentó correr, pero él lo detuvo.
—Se fue. Nos dijo con prisas que debía regresar a Suiza por un tema urgente.
—Chst. Grosero, debió avisarme —el rubio se cruzó de brazos, visiblemente ofendido.
—Cierto. Mientras abusabas de Minako, amparado en su ebriedad, ¿cierto? —las palabras del ruso lo tensaron.
—No me digas que nos vio...
—¿Acaso te importa? —Víctor chasqueó la lengua, irritado— ¿Qué diablos te pasa? Te llevo pocos años, y aunque disfruto de nuestra complicidad, no te entiendo. Y no creo que se deba a que seas suizo o la tengas por encima de la media.
—Demonios, ¿nunca has alardeado de tus atributos? —el otro ni pestañeó— En verdad eres un mojigato...
—No. Soy un hombre maduro que reserva el sexo para su pareja, no un tonto hormonal que se excita como un animal salvaje. E incluso ellos se reservan el ser promiscuos en primavera solamente.
—No me compares con una bestia... —se hizo el indignado.
—¿Te crees superior? ¿Acaso ya olvidaste la bestialidad que le hiciste a una niña mucho menor que tú? —Chris iba a replicar, pero no lo dejó— Tuve que fingir que me creí lo de Mila, para no ponerla bajo el escrutinio público —Chris bajó la mirada— Pero si le hubieses hecho algo a Minako, te juro que te enjuiciaba por ambas violaciones —el suizo lo miró, incrédulo.
—Carajo, eso fue una simple broma de adolescente hormonal, no iba a tocarla, Víctor. Ya deberían superarlo.
—¡No tenías justificación! ¡Era una niña! ¿Tienes idea de lo mucho que la pudiste herir? —Víctor parecía estar a nada de golpearlo.
—Quizás ya ni era virgen —Chris intentó minimizar la importancia del asunto, pero Víctor no cambió su expresión. La empeoró— De acuerdo, lo siento. Le he pedido perdón muchas veces, Víctor, y ella me ha perdonado.
—Eso no basta. Cuando pienso que pudiste traumatizarla de por vida... No sabes cuanta rabia mueves en mi interior, aunque seas mi mejor amigo.
—Hablas como si fuera tu novia. Ni que te fuera a robar a Yuuri, Víctor —intentó minimizar el malestar del ruso.
—Cierto, no es mi novia, pero es una de mis amigas más queridas y de Yuuri. Ambos la apreciamos y haríamos cualquier cosa por ella.
—¿Yuuri sabe lo que pasó? —por primera vez se sintió intimidado.
—...no, no lo sabe. No quiero ni pienso contarle algunas cosas de mi pasado... a menos que él pregunte.
—¿Miedo a que sepa "cuán recorrido" eres y te deje? —sonrió de lado, burlón.
—Dudo que nos perdamos, Chris. Simplemente mi pasado es eso, parte de mi vida que perdió peso cuando él llegó a iluminar toda su oscuridad. Algún día preguntará, y yo se lo diré todo, porque es mi elegido...
—Eres tan aburrido ahora... —bebió de su copa, con molestia.
—No me importa que lo pienses. Para él lo soy todo, y él lo es para mí, no pienso perderlo nunca —chocó la copa de Chris con su anillo de compromiso. Y luego, sus facciones fueron vaciándose, como si el alcohol trajese recuerdos a su mente —Nunca... porque aún no era consciente aquella vez... Estuve a un paso de que se fuera para siempre, y me dolió tanto, que tu forma de ser tan poco empática me recuerda a cada instante por qué Yuuri es un cristal roto...
Aún ahora, la sensación atípica que le llenó el pecho volvió a aparecer. Se sintió muy extraño aquella vez, casi... casi como asfixiado por tentáculos invisibles.
—¿De qué rayos hablas? Yuuri y tú son los extremos de aquel hilo rojo en el que creen los japoneses —algo en la expresión de Víctor no había sonado bien para él —Oye, me asustas, ¿sí se llegaron a pelear? ¿Fue por mi culpa? —lo vio bajar la mirada y luego alzarla al cielo, con una expresión devastada. Eso no era normal en su amigo. Algo debía estar muy mal para llegar a eso.
—No, y espero que nunca peleemos lo suficientemente fuerte como para separarnos. Yuuri es admirable en muchos sentidos, y yo no sé qué sería de mí sin él.
Los ojos de Víctor habían navegado hacia el interior del salón, donde Yuuri ayudaba a Minako, ya sobria o al menos ya no tan ebria, a preparar las bebidas, haciendo gala de un equilibrio y giros envidiables incluso para alguien tan flexible como Yurio, Víctor, y Yuuri mismo.
Pero aunque Chris solía tocar aquel trasero pícaro, y debía reconocer que Víctor había poblado sus fantasías juveniles, en ese momento no fue la belleza de Yuuri ni la expresión de Víctor al mirarlo, lo que llevó su interés por el japonés hasta un límite superior.
Porque conocía a Víctor desde hacía muchos años, y sabía muy bien que nunca había mirado así a nadie. Había amor, como principal sentimiento, pero también gratitud, miedo, arrepentimiento, culpa, admiración y algo que sonaba a que por Yuuri, sería capaz de matar.
—¿Alguna vez has sufrido un trauma tan grande, que te es imposible recordarlo...? —Chris negó, aún conmocionado por aquella situación —Yo tenía doce años. Doce, y era un junior brillante que por casualidades de la vida había decidido ser algo parecido al hijo de Yakov y Lilia, ya que mi padre me repudió. Así que fui feliz, conociendo a muchos niños extranjeros que por aquel entonces asistían a la pista de San Petersburgo, en verano, para divertirse y aprender en su campamento. Ninguno me parecía extraordinario —rió divertido, aunque melancólico —Aunque debo confesar que a esa edad al menos sí era capaz de fantasear con besar a alguna niña...
—Es algo natural, y no tiene que ver con tu verdadera forma de amar... —habló solo para él, bajo, y sin bromas.
—Lo sé. Aquella vez, estaba interesado en una hermosa niña japonesa, un poco menor que yo, pero con señales claras de desarrollo —se permitió reír sin gracia alguna— Pero no podía acercarme, porque la niña iba a todos lados con un niño menor que ella, quien cargaba un cachorrito de peluche... Me molestaba tanto su presencia, quería tanto ese beso... —sus ojos se nublaron, como si estuviera al borde del llanto, mientras apretaba los dientes, como si haber sentido aquello le molestase demasiado —Hasta que ella vino y me pidió una foto para el niño.
Lo siguió con su mente, aunque no lograba visualizar o poner forma a los rostros de los niños.
—Me tomé la foto... Siempre me arrepentí de haberlo hecho, pese a haber logrado incluso conversar con ella. Porque la distraje, y ella a mí...
—¿Fue tu primer beso...? —Víctor negó.
—Gracias a Dios, no. Porque nunca habría podido perdonarme colocar en los recuerdos de ella algo tan mancillado y asqueroso...
—Un beso de la Leyenda Rusa no se podría haber considerado de esa manera, ¿no crees? —aunque quiso bromear, supo que era imposible hacer reír a Víctor en ese momento.
—Yo aún era un don nadie, ella era el micro mundo de ese niño. Y mi arrogante interés por ella, hasta ahora, a esta edad, me está haciendo pagar las consecuencias...
—¿De qué hablas? No me digas que era una mala persona —Víctor negó, y lo miró a los ojos.
—Yuko jamás me habría hecho daño, Chris. Y mucho menos a ese niño, a Yuuri... —aquella información lo dejó estupefacto —Ella nunca le habría hecho lo que le hicieron, y yo mucho menos.
Cerró los ojos, con fuerza, y aunque ya no lloraba, se hizo bolita en el mueble, contrayéndose. Recordar aquella historia contada por Víctor, no era la mejor manera de lidiar con su propio dolor.
—Supongo que soy masoquista, ¿cierto? —un par de manos acariciaron su espalda y hombros, con tacto conocido y anhelado; volteó y sollozó fuerte, al observar de quién se trataba.
—Masumi... —recién en ese momento, recordó que el otro joven tenía una copia de sus llaves.
—Te amo con toda mi alma —Masumi apoyó su frente en su pecho y se dejó acariciar los cabellos, ambos sollozando en coro —¿Por qué no puedes elegirme...?
Chris cerró los ojos, fuerte, tan fuerte como sus brazos rodearon el cuerpo del otro, buscando su calor.
—Ayúdame... me aterra perder lo que tengo contigo, no quiero volver a ser débil... —Masumi supo que esas palabras eran verdaderas, porque nunca lo había visto así.
—¿Estás seguro...? No volveré a perder mi dignidad por tu adicción al sexo, Chris... —pero necesitaba estar seguro, para no herirse más —No quiero que me engañes de nuevo.
—Te seré fiel, lo juro... Por favor, perdóname, déjame hacerlo bien esta vez... Quiero merecerte, Masumi, sé que puedo hacerlo, por eso te necesito...
Masumi llevaba tanto tiempo esperando que esa situación ocurriese...
Odiándose, sin embargo, por no ser fiel a su dignidad, asumiendo que era probable que su padre luego deseara tratarlo psicológicamente por su falta de respeto a su propio corazón... , Lo perdonó en el instante, y se prometió a sí mismo ayudarle, así su destino fuese que, una vez limpio, Chris llegase a encontrar el amor en otro ser.
Pero antes, debía dejar claras las cosas.
—¿Quieres hacer las cosas bien? —Chris asintió —De acuerdo, entonces primero empieza por recuperar a tu amigo —Chris suspiró, pero asintió de nuevo —Pídele perdón a él y a Yuuri por herirlos, sé caballeroso con Mila, discúlpate con Minako por no respetarla, y... —bajó la mirada —...aunque te guste mucho, no vuelvas a aceptar a Laryssa.
¿Cómo decirle que no había punto de comparación entre ellos? Solo había buscado a la mujer por curiosidad, por idiotez calenturienta. Nadie, absolutamente nadie, le había hecho el amor, además de Masumi.
—No quiero volver a verla.
—¿Seguro? Es una mujer hermosa y supongo que experta en el sexo... —Chris alzó su mentón y buscó sus ojos tiernos.
—Solo quiero hacer el amor. Y eso solo puedo hacerlo contigo —se sonrieron, sonrojados.
—¿...debo creer tanta belleza...?
—Si para hacerlo, necesitas que esté atado a ti las veinticuatro horas del día, lo haré.
—No entres en modo drama queen —Masumi fue interrumpido por un dedo que se posó en sus labios suaves.
—Es lo justo. Mi mejor amigo fue herido por mí, a aquellas mujeres admirables les falté... Te he hecho tanto daño, que no podré pagarte nunca el que estés conmigo, que aun puedas amarme... —Masumi lo besó, con cuidado y comprensión —Y herí a Yuuri... Lo expuse a tanto, y él es el que menos se merece ser herido, Masumi...
—Ya es un hombre, y según he oído por ahí, está tomando decisiones que no son tan cuerdas. Quizás estas cosas le ayuden a madurar como a ti —el otro negó. Tomó sus manos, lo miró a los ojos y, con decisión, habló, firme.
—Tengo un secreto que compartirte...
Masumi no solía ser muy aficionado a los chismes. Pero algo en la mirada y seriedad de Chris, le llevó a sentir la curiosidad sana por desvelar aquel misterio.
—...si me quieres contar lo que hacían Nikiforov y tú antes de nosotros dos, yo... —Chris tomó su rostro entre sus manos, buscando su mirada, interrumpiéndolo.
—Tiene que ver con ellos, y conmigo. Y sé que cabe la posibilidad de que vaya a herirte, pero, por favor, Masumi. Si quiero hacer las cosas bien y recuperarte, necesito compartir contigo esto... ¿Crees soportar...? —el otro sintió un nudo en su corazón, pero suspiró.
—Ya me has hecho lo suficientemente tolerante, Chris. No creo que exista algo más que pueda herirme...
—...en ese caso, por favor... Déjame contarte lo que ocurrió en la fiesta. Bueno, parte de ello ya te lo dije, lo de... —dudó —Minako, y Yuuri, pero antes, Víctor me había compartido algo muy interesante —o mejor dicho, aterrador —Algo que... me hizo recordar mucho a aquello que me compartiste alguna vez...
—¿Algo que te compartí? —el otro asintió. Masumi hizo un enorme esfuerzo mental por recordar, pero por más que lo intentó, no pudo —¿Tiene que ver con Katsuki...?
—Creo que sí. Puede que, en verdad, esa sensación tuya de conocerle de antes, no sea solo producto de su pasado como seguidor de la danza artística de Minako... —Masumi frunció el ceño —Él sí conoció Rusia siendo un niño, Masumi...
Y luego, como si de un foco se tratase, se encendió el entendimiento.
Japón, días antes del Grand Prix Final
—Ojalá podamos viajar algún día al país de Kotaro y Kuntur —iban del brazo, sin prisa, con sus implementos deportivos colgando de sus hombros sin ningún esfuerzo. Víctor hablaba con una sonrisa radiante, fantaseando con una luna de miel en ese hermoso lugar sudamericano —Quisiera llevarte a la montaña que ellos aman, antes de que termine de derretirse.
—No es como aquí, ¿verdad? ¿No nieva? —Yuuri parpadeó, expresando una de sus curiosidades más inocentes.
—Hum, creo que en muy contadas ocasiones, y solo en lugares de mayor altitud. Suele caer granizo, eso sí —mientras hablaba, una niña se acercó a ellos, cargando un ramillete de flores y rosas de vistosos colores, para vender.
Víctor le dedicó una mirada dulce, sintiendo ese ligero tironcito en su corazón, que iba de la mano con la molestia de ver a un pequeño vendiendo. Si algo en verdad le hacía sentir rabia, era que un niño tuviera que enfrentarse a problemas y situaciones que eran de adultos. Ellos debían vivir su infancia, y nadie tendría por qué obligarlos u orillarlos a algo que podía lastimarlos.
Pero, como si se tratara de lo más natural del mundo, Yuuri compró tres rosas: una de color anaranjado, y dos rojas, incluso regalándole a la pequeña el cambio que habría tenido que recibir, además de una de las sonrisas más amables y tiernas que poseía.
—¿Y eso? —Víctor lo observó, perplejo, ya que no recordaba que estuviesen en una fecha especial; al menos no era cumpleaños de su suegra ni el día de la madre, o eso esperaba, rogando porque su mala memoria no le estuviese jugando en contra.
—Le debía a Katy una rosa que se pareciera al color de Vicchan... Tiene peticiones un poco extrañas ―explicó, mirándolas con cariño —Mamá me había pedido una de Rusia, pero con la prisa no pude ni traerle alguna semilla.
—Oh, ya veo...
—Y, bueno... —lo miró, sonrojado, pero sonriente, y hasta un poco nervioso —Dijiste que podía hacer lo quisiera, así que... —extendió su mano, con algo de torpeza, mirando sus pies, como en un intento de una inclinación fallida —Espero que... pues... Te guste mucho.
Víctor se quedó estático, tiñendo sus mejillas, sin poder evitarlo, con un lindo carmín que nada tenía que envidiarle al color natural de la rosa que le estaba entregando.
—Yuuri...
—Sé que parece muy... homosexual esto, pe... —Víctor le arrancó la rosa de las manos, la olió, con los ojos cerrados y una expresión de éxtasis, para luego, sin ceremonias, abrazarlo por la cintura, y seguir avanzando con el tranquilo paso que llevaban antes del espontáneo momento —¿Vitya...?
—...no es homosexual, ni heterosexual. Es una muestra muy natural y hermosa de amor y me hace demasiado feliz que la hayas tenido conmigo. En verdad, no tienes idea de... cuánto... —las palabras del ruso se cortaron cuando una senda lágrima cayó hacia la vereda, libre como el viento y la gravedad.
—¡Víctor! ―Yuuri empezó a arrepentirse, deteniendo la marcha de ambos para buscar su mirada, y limpiar sus mejillas.
—Ni siquiera papá me regaló una en ninguno de mis cumpleaños —el japonés abrió la boca, sorprendido —Siempre soñé con tener una, y aunque siendo niño, en mi mente me la entregaba una linda rubia de ojos verdes, muy parecida a Yurio —Yuuri bufó, frunciendo el ceño —¡Estoy bromeando! Yo, pues... me sentía muy... gay, al desearlo... —de pronto, Víctor lució como un niño tímido, haciendo reír a su pareja —¡Yuuri, no te burles!
—No me burlo... —el puchero del rostro contrario se marcó más —Pero lo cierto es que eres demasiado tierno, Víctor.
—...ese comentario sí me hace ver muy gay... —hizo reír a Yuuri con ganas, desapareciendo su preocupación.
—Pues acostúmbrate a seguirlo siendo, porque es parte de tu ser —Yuuri habló con dulzura, y besó su mejilla fría, homologada al clima helado y de su lejano país —Lamento mucho que tu papá se perdiese ser esa dulce niña rubia de ojos verdes... Espero que no te arrepientas de que sea pelinegro, de ojos chocolate, y varoncito... —el ruso se sonrió, y permanecieron observándose en silencio, sin caminar.
Parecía tan irreal haber estado horas antes separados, haberse dicho que todo había terminado, que el otro lo había engañado...
—Yo no lo lamento... Cualquier cosa que él me pudiese haber regalado, de seguro habría sido sin cariño ni respeto. Prefiero no tener nada a obtener algo de forma hipócrita.
—Él mismo fue quien se perdió de gozar de tu maravillosa carrera y tu hermosa vida... y de verte convertido en un hombre completo —Víctor sonrió, cohibido por sus palabras firmes —No lo odies, simplemente acepta que tiene un corazón y una mente diferentes al tuyo, Vitya, uno que por desgracia no ha tenido la suerte de mi corazón de cristal...
Víctor acarició su rostro redondo, y no pudo reprimir un beso, que nadie les reprochó. Y luego lo abrazó, fuerte...
Porque, aunque Yuuri no supiese en qué medida, ese apodo encerraba mucho de su humana realidad.
—Gracias por ser mi niño pelinegro de ojos chocolate y olor a rosas... mi hermoso Yuuri...
-.-
Observarlo mientras mantenía la mirada fija en el mar, el mentón dirigido al frente, saboreando el olor del océano, era algo que amaba, o más bien, adoraba hacer. Desde lejos, como un rezago innecesario de aquella época que prefería no recordar, pero que Gregori terminaba restregándole en la cara, con gentiles bromas de mal gusto, a las que reía, pese a que calaba saber que no había más responsable que él mismo.
Se embelesó detallando sus gestos, la manera en que su preciosa y azulada cabellera se mecía al viento sin control alguno, haciéndolo lucir como un joven cualquiera, despreocupado, como un extranjero que pronto dejaría Japón, lejano a esa profesión que ambos compartían, aunque en rangos diferentes.
—Juro que nunca creí verte así —Víctor captó la atención del hombre con los mismos rasgos que él, aunque un tanto más severos, apoyándose en la baranda de la misma forma, y sonriéndole con entendimiento —A veces creo que veré al hermano mayor taciturno y malhumorado de siempre, como cuando llamas por Skype —Vladya sonrió, cambiando de postura para apoyar su cintura, y cruzando los brazos con una expresión traviesa.
—Y yo te juro que pensé que venías a decirnos que te harías un cambio de sexo, al verte caminando con esa rosa en la mano. Y no hablo de Yuuri...
—Eres un exagerado —recriminó Víctor, y ladeó la cara, ofendido y sonrojado, conmoviendo a su hermano cuando lo vio acariciar la rosa que ahora adornaba el bolsillo de su saco —No necesito ser mujer para dejarme consentir por mi Yuuri. Él es más hermoso que cualquier rosa...
—Ok, ok, ciertamente no pensé eso en específico. Pero no puedes criticarme el haber pensado que esta vez sí me iba a tocar esconder a Yuuri en un bunker de guerra, luego de escuchar todo lo que se dijeron —el otro lo miró con resentimiento, aunque no podía culpar a ninguno de los que habían corrido para ayudar a Yuuri, dejándolo a él atrás.
—No te habrías atrevido...
—Quizás. Solo no me tientes ni obligues a hacerlo —ambos suspiraron —Ustedes dos y Katerina me van a matar en cualquier momento —se dio un ligero masaje en la nuca, en un intento por disminuir la contractura que el trabajo militar y el estrés por amores, que no eran el suyo, le provocaban.
—Y sigues exagerando. Tuvimos una pelea, sí, pero estoy seguro que habríamos solucionado todo, solos. Aunque, obviamente... —el menor de los hermanos habló con un tono de duda al verlo alzar una ceja —el que ustedes ayudaran sirvió de manera más efectiva.
—Vaya... Me conmueve que agradezcas —se gruñeron, en broma, pero Vladya respingó al sentir unas manos conocidas reemplazando la suya en el masaje que se estaba regalando.
—Ahhh, me cansé. Estoy exhausto, quiero dormir... ¿Te puedo encargar a mi hija, Víctor? O, mejor dicho, ¿te puedo encargar que verifiques que mi hija no termine matando de un infarto a sus tíos Yuuri y Kuntur? —un divertido Gregori no dejó de acariciar a su pareja en tanto se quejaba de las consecuencias de tener una hija hiperactiva, mientras los tres reían al ver a la pequeña y frenética niña corriendo junto a un divertido Kotaro, bien en la orilla del malecón, con los dos aludidos tras ellos, aterrados, pese a que a esa hora no había ni siquiera un viento fuerte.
—Hum, de cualquier forma no tengo opción —Víctor se hizo el resignado, y luego se alejó, agitando la mano, antes de voltear por encima de su hombro, y soltar su comentario —Pero mejor me hubieses dicho que querías estar a solas con el ogro... —corrió antes de que su hermano intentase golpearlo.
—Jajaja, déjalo, está falto de vitamina Yuu —Vladya se abstuvo de seguir al idiota de su hermano menor, y volteó hacia Gregori —¿Quieres caminar un poco? Tengo ganas de conocer la ciudad... —los ojos celestes lo observaron sin ocultar en nada el brillo especial que le inspiraban los suyos del color de la noche.
—Si no te conociera, diría que quieres conocer esa parte de la ciudad. Y ya averiguamos que aquí en Hasetsu no hay ese tipo de... establecimientos —Vladya lamentó ser el portador de esa información cuando el otro se acercó, sin hacer contacto físico directo, pero apoyando su cadera en la suya.
—Lástima, tú te lo pierdes... Esta es como una Luna de Miel, ¿no crees?
—¿Luna de Miel? —Vladya sonrió —Koslov, ¿me estás proponiendo matrimonio...? —se miraron una vez más.
—Pues, ya que tú no te animas, supongo que puedo adelantar algo. No vaya a ser que nos caiga una guerra y ni siquiera tengamos fotos de nuestra familia en un ambiente así —Gregori bromeó, con ligereza, pero se arrepintió al ver el cambio en los ojos contrarios. Mucho más cuando, contra todo pronóstico, fue Vladya quien lo acercó, en un abrazo cargado de sana posesión —¿Vlad...?
—No, no digas nada. Solo déjame estar así...
Y mientras Gregori lo abrazaba, entendiendo sin explicaciones, Vladya cerró los ojos, aspirando su perfume. Intentando no pensar en una historia donde ese hombre solo formase parte de sus recuerdos, luego de haberse convertido en su mundo, junto a su niña.
—Tienes prohibido bromear con ello... No lo repitas, por favor —Gregori lo apretujó —Puedo parecer diferente a Víctor, pero...
—Lo siento. Fue una broma muy estúpida, no volveré a hacerla. No pienso permitir que esto se destruya —susurró con amor —Eres mi general ogro de azúcar —se escuchó un gruñido —No quiero estar lejos de ti de nuevo, Vladya, esta vez no te dejaría salirte con la tuya...
—No necesitarás pasar por encima mío para que estemos juntos para toda la vida... —Gregori se estremeció al escucharlo.
—Siempre atento y gentil... tanto, que aunque quieras negarlo, a tu manera, quieres mucho a Yuuri, ¿verdad?
—...tú también —Gregori rió al oírlo gruñir.
—Cierto, es imposible no apreciar a tu cuñado... Nunca me has contado el motivo por el cual te preocupas tanto por él ―la voz de Gregori lo sacó de su letargo una vez más, y aunque lo soltó para buscar su mirada, se permitió arreglarle un poco la chaqueta, y el cabello rebelde.
—El cariño que le tengo es el de un hermano mayor, como si se tratase del propio Víctor —no creía que fuera necesario decirlo, pero a veces incluso su novio se permitía ser celoso de su general— Supongo que es algo que a todo el mundo debe asombrarle, ya que conociéndome, saben muy bien que por Vitya soy capaz de matar...
—Tampoco exageremos —Vladya le gruñó, y el otro reprimió su risa.
—Pero lo cierto es que el motivo se remonta a muchos años atrás, y... —Vladya volteó hacia donde Yuuri corría, esta vez, perseguido por Kat y Kotaro, con Víctor sacando fotografías en medio de risas y ladridos de Makkachin; suspiró― Es algo que solo le compete a Yuuri contar.
—Entiendo, no hay problema alguno —Gregori le restó importancia al asunto y le sonrió con entendimiento, adelantándose a cualquier incómoda negativa.
—Lo hay en el sentido de que si no pudiese confiar en ti, no podría confiar en nadie. Nos hicimos novios antes de que Víctor se terminase de acercar a Yuuri, por lo tanto, tú ya eras de la familia. De modo que... —lo miró, con ese brillo que solo Gregori recibía, y que lo hacía estremecerse en expectación —¿Aceptaría salir conmigo, señor Koslov de Nikiforov? Le prometo dejarlo satisfecho... en su curiosidad...—el otro bajó la mirada y se acercó solo un poco, solo para sentir su calor. Y asintió con una hermosa sonrisa, de esas que guardaban una belleza incluso más sublime que el brillo de mil estrellas.
-.-
Desde que volvieron al hotel de los fantásticos padres de su amado, Víctor hizo gala de su amabilidad y se ofreció a ayudar a lavar los platos de la cena, aprovechando que Yuuri había sido monopolizado por Katerina, junto a Kotaro. No le molestaba, ya que al fin y al cabo, él dormiría a su lado, como su peluche personal.
Además, algo en Hiroko le hacía sospechar que ella deseaba hablarle. Y él también tenía un tema muy preocupante que compartirle.
—Gracias, Vitya —su hermosa suegra le sonrió, convenciéndolo una vez más de que buscaría secretamente una manera para embarazarse o embarazar a Yuuri, con tal de que los genes transmisores de la hermosa sonrisa de Hiroko no se perdieran.
—De nada, madre —se miraron a los ojos y ella acarició su mejilla.
Hiroko era tan cálida como su propia mamá lo había sido, pero lo que más lo emocionaba de ella era la facilidad con que lo había incluido en su familia, sin preguntas, reproches o negativas, ni siquiera las veces en que Yuuri se había quejado con ella sobre sus molestas bromas pesadas.
—Ha vuelto a pasar, ¿cierto? Tus ojos lucen muy tristes —Víctor asintió a las palabras de su suegra.
Y, claro, también admiraba su asombrosa capacidad de conocerlo mejor que el propio Yuuri, a veces. Hiroko era así, lo miraba, lo tocaba, y era capaz de saber incluso si estaba muy por debajo de su peso, cosa que sólo le había pasado por las situaciones estresantes que le había hecho pasar el hijo de la buena señora.
—Entre eso y lo que le comentó Yurio... —los ojos chocolate se nublaron, y Víctor se sintió culpable por sus propias palabras —Es decir, madre, eso...
—Dudo mucho que esa frase sea literal. Sabes muy bien que nuestro Yuuri es muy egoísta, pero al menos los temas de salud nunca me los ha ocultado. Bueno... —Víctor suspiró, ayudándole a sentarse— salvo lo de los sue... —Hiroko calló, cuando alguien entró llevando los vasos para lavar.
—Oh... Lo lamento, no quise interrumpir —Kuntur se apresuró a salir, pero ella lo detuvo.
—Quédese, por favor. Sé que ustedes están al tanto de todo —Víctor bajó la mirada, apenado, pero ella tomó su mano, con amor —Es natural que hayas recurrido a tus mejores amigos, eso nunca me ha molestado, Vitya. Y sin el padre de tu amigo, habríamos cometido muchos errores.
Kuntur no necesitó que le aclarasen nada. No era necesario, ni aquella vez ni ahora. Después de todo, cuando el terrible aquello ocurrió, fue el propio Kuntur quien sugirió parte de las acciones que se llevaron a cabo.
—Sin embargo, papá no sabe del todo lo que pasó. No asocia a Yuuri con aquello, y no he tenido ninguna ocasión para comunicárselo. Ha servido de mucho el que en aquella época Patí no contase con Internet, y que tú hayas obrado ciertos milagros, Víctor —explicó Kuntur, aclarando después que Patí era la ciudad natal de él, Kotaro y su padre.
—Creo que es el único tema en el que todo el mundo ha coincidido, y solo por eso, sin saber la historia completa, yo me dediqué a sorprenderlos, a emocionarlos. Luego, simplemente... —suspiró —Yuuri apareció para cambiar todo para bien.
—Mi hijo siempre te admiró, no habría esperado nada diferente a su comportamiento —Hiroko acarició su hombro.
—Sin embargo... —Kuntur apretó los puños, y los dientes, mostrando toda su molestia que apenas le permitía hablar sin que sonara a solo gruñidos, y lanzó un improperio en su idioma natal, para no ofender a Hiroko —Cuando recuerdo lo que pasó... Kotaro me llamó angustiado, y aunque hacía mucho que no hablábamos, ese día actuamos juntos. Aquel pequeño ángel volvió a unirnos.
Víctor miraba sus manos, unidas a las de Hiroko, mientras se le escapaban algunas perlas. Aquel niño... Aquella criatura tan pequeña... Ese ser indefenso... Y ese demonio... ese maldito...
—Papá sigue insistiendo en que no es lo mejor, Víctor —ambos miraron a Kuntur —Yuuri tiene derecho a saber, tiene derecho a tomar conciencia de lo que ocurrió. Vicchan, Detroit, todo lo que ocurrió luego, bajo la sombra de aquel niño, es algo que debe comprender, y no lo logrará si seguimos haciendo esto...
—Lo sé. Sobre todo, porque se acaba el tiempo —Kuntur se sentó al lado de Hiroko, atreviéndose a acariciar su hombro, mientras Víctor hablaba —Está empezando de nuevo, y lo peor es que no puedo preguntarle ni ayudarle. Solo me resta... fingir que mi sueño se ha vuelto pesado. Pero no creo que ni yo mismo pueda seguir soportándolo.
—Dios mío —las mejillas de la mujer se cubrieron de lágrimas, costándole hasta articular el nombre de su bebé —Mi Yuuri, entonces, si no te ha dicho nada... debe estar sumergiéndose de nuevo en aquella angustia...
—¿Qué ha estado ocurriendo, Víctor? —Kuntur rodeó los hombros de la mujer y ella ocultó el rostro en su pecho.
—Despierta a medianoche, de improviso. Pero no como si estuviese pasando por una pesadilla. Una de las veces en que lo noté, tuvo un instante en el que pareció confundido, antes de preguntarme "¿Víctor... eres tú...?" Me asustó esa reacción, demasiado, pero como habíamos bebido un poco de sake en la cena, minimicé la situación con un par de bromas sobre... —el ruso se sonrojó mucho, y bajó la mirada.
Hiroko conocía a su hijo, y a Vitya, así que entendía muy bien que quizás aquellas bromas tenían algo de real. Y, de hecho, no le importaba, porque en brazos de Víctor, su pequeño estaba y se veía completo.
—...con el respeto que se merece tu suegra, dudo que piense que ustedes son el Papa y la Madre Teresa, Víctor...
—¡Kuntur! —aunque Víctor reclamó, todo temor se le fue al escuchar reír a la japonesa —Madre, le juro que aún no hemos...
—El lindo trasero de mi hijo grita lo contrario, Vitya —esta vez, fue Kuntur quien se carcajeó, lanzando tal risotada que el pobre Víctor casi se hundió en su silla al ver que todos entraban en la cocina, curiosos.
—¿Eh? ¿Qué ocurrió? ¿Por qué Víctor luce como atrapado in fraganti, amor? —por supuesto, el comentario pícaro de Kotaro no ayudó.
—No fue mi culpa —trató de excusarse Kuntur —La señora Hiroko dijo que...
—¡VAYAMOS A BAILAR, MI AMOR! —gritó Víctor, huyendo despavorido y llevándose a su novio de la mano cuando este apenas se estaba asomando para enterarse de lo que sucedía.
—Dúo de cobardes...
Pero, aunque lanzó ese comentario, Kuntur se quedó al lado de Hiroko, deseando poder hacer algo por Yuuri. Y aunque no compartió miradas con su esposo, Kotaro se dio una idea muy cercana de lo que estaba ocurriendo.
—Hiroko-san —se arrodilló ante ella, y los ojos chocolate lo miraron, brillando en miedo —Por favor... Lo mejor es hacerlo ahora. En verdad, dudo mucho que quede más tiempo.
-.-
Faltando tan pocos días para el Grand Prix Final, Yuuri en verdad estaba muriendo de nervios. Se sentía fatigado, cansado, y lo menos que deseaba era exponerse a algún accidente o intoxicación, así que, renunciando momentáneamente a la deliciosa cercanía de su novio, le delegó a él la tarea de guía turístico de la familia de su cuñado, y de los Carrillo, prometiendo en todos los idiomas que sabía (literalmente), que a su regreso de la excursión de la tarde comería con ellos un platillo de katsudon completo.
Así que, ya que estaba sin mayores responsabilidades que las de guiar u orientar a cuanto turista confundido se pasase por la sala común del hotel, decidió tomar una pequeña siesta, estirándose en la alfombra cálida que servía de centro, cuan largo era, y con ambos brazos y piernas entregados a la tarea de existir sin mayores inconvenientes.
O al menos esa era su intención inicial. Ya que, para variar, una vez más, y pese a ser aún de día, su descanso estaba siendo interrumpido por aquella bendita imagen cerebral que parecía no congeniar con la idea de dormir para recuperar energías.
Y así, se fue sumiendo en una suerte de neblina asfixiante...
¿Dónde estoy...? ¿Dónde dejé aquella libreta...?
Antes de morir quiero... besar a una mujer. Porque Víctor, cuando era joven, también estuvo a punto de besar una vez a una niña, ¿dónde fue que lo leí...?
¿Llegó a hacerlo, o ella empezó a gritar, con miedo...?
¿Serán suaves los labios de una niña, tendrán la textura del terciopelo...? Solo podría compararlos con los de Vitya, con aquellos que me gustan tanto, sobre todo luego de que comemos un granizado de limón.
Granizado...
Granizo...
¿Era granizo lo de aquella vez... será así el de Patí...?
¿Es granizo esto que me rodea, como un pulpo, como una telaraña...?
¿Es granizo esto que piso...?
Pero, ¿por qué se rompe... si logré patinar sobre el...?
Mamá, ¿por qué papá no me deja gritar...?
¿Por qué papá me...?
—¡OYE, KATSUDON! —abrió los ojos de golpe y se encontró con una verde y arisca mirada, su propio corazón latiendo a mil por hora, y la amenaza de un fuerte vértigo golpeando su materia gris —Chst, tu madre me dijo que estabas aquí, ¿no deberías ayudar en el restaurante antes de que ellos regresen?
—¿Qué haces aquí?
Yurio lo miró frunciendo el ceño, cruzándose de brazos, y con el veneno en la punta de su lengua, presto a salir a chorros. Maldito cerdo, encima que se preocupaba por él...
—¿Ah? —el ruso se ofendió —¿Desde cuándo tengo que pedirles permiso a ti y al calvo? Quise venir, me dejaron con el corazón en la boca cuando viniste como alma que lleva al diablo, según el viejo.
—¿Alma que...?
—Seh, seh, idiota, preocuparon a medio mundo con tu comportamiento, aquel grupo de locas en verdad estaban a punto de matar a Víctor. Pero al final, siempre se salen con la suya, así que tus rivales ya están en Barcelona. Todas. Parecen dementes. Y han jurado que si no le ganas a Víctor, te harán cumplir tu puta lista de principio a fin, además de una que me he encargado personalmente escribirte...
Su cara de demonio psicópata habría asustado a cualquiera. Sin embargo, Yuuri solo lo observaba, con expresión de cachorrito confundido. El ruso estaba a punto de reclamarle su falta de educación y emoción, cuando el japonés, parpadeando, soltó su perla.
—¿Yurio? —en verdad parecía reconocerlo recién en ese momento —¿Qué haces aquí...?
—Con un carajo, ¿ya se terminaron de quemar tus neuronas? ¡Llevo horas hablándote, cerdo! —le asestó un golpe fuerte en toda la cabeza, tan sorpresivo, que Yuuri apenas y pudo encogerse sobre sí mismo.
—Debería no hacer ese tipo de cosas, jovencito. Los golpes en la cabeza son muy peligrosos —una voz varonil captó su atención. Y ambos voltearon.
Un hombre cercano a sus sesenta les sonreía, observándolos con curiosidad, y algo de extraño interés, como si intentase recordarlos. Y aunque había llamado la atención del ruso, era evidente que no estaba enfadado, ni lo acusaría con los dueños del hotel.
—No, no lo golpeé fuerte... —Yurio bajó sus revoluciones, por respeto y recelo.
—Si es un golpe aleatorio, no hay mucho problema. Lo malo sería que tuviese esa costumbre —ante las palabras del desconocido, Yuuri miró de reojo y mala manera a su amigo, en un claro "Te lo dije muchas veces", mientras el otro se hacía el desentendido —Hum... ¿Debería suponer que usted es el hijo de los dueños? —Yuuri asintió ante el perfecto japonés de aquel hombre mayor, y gentil —Por favor, quisiera una habitación aunque sea solo por un par de horas, si no es mucha molestia.
—Ninguna. Solo que estos días el hotel ha estado lleno —Yurio se abstuvo de comentar una idiotez del tipo "¿Y de quién es la culpa?" —Me temo que las habitaciones estarán ocupadas al menos hasta mañana por la tarde, señor.
—Oh, no hay problema, quería solo ese tiempo porque planeaba buscar otro hospedaje, para quedarme una semana —el instinto comercial de Yuuri se activó.
—Bueno, si usted lo desea, puedo organizar las cosas aquí de tal manera de que al menos cuente con una pequeña habitación hasta mañana, en que podrá ocupar alguna de las mejores. Si le soy sincero, no encontrará otro onsen por aquí, al menos no uno tan tradicional —Yurio se sorprendió al ver actuar y hablar de esa manera a Yuuri. Parecía un nuevo Katsudon, uno más sagaz y calculador.
—Vaya, vaya, ¿así quién puede decir que no? Decidido, me quedo —ambos muchachos sonrieron con honestidad —En verdad deseo conocer todo lo que de tradicional pueda tener este paraíso japonés.
—Entonces no debe perderse el castillo ninja ni el mercado —Yurio habló, medio abochornado, pero fuerte y claro —Y el muelle. Son tres de las cosas que más extraño cuando no puedo venir a Hasetsu.
—Oh, ¿cuál es su nacionalidad? —los dos jóvenes comprendieron, por la pregunta, que aquel anciano no era un fan del patinaje, o que al menos era algo despistado.
—Soy ruso.
—Vaya coincidencia, tengo varios amigos rusos. Yo mismo viví hace unas cuantas décadas atrás en su hermoso país —les sonrió —Si lo comparo con Hasetsu, debo decir que este clima es tal y como me lo recomendaron alguna vez, no entiendo por qué tardé tanto en venir. En cambio, Rusia es muy agresiva... —pareció perderse en sus recuerdos, pero no lo interrumpieron, y Yurio tuvo que coincidir con su punto de vista. No había algo que pudiese reprocharle a ese rinconcito del país asiático —Bueno, no importa. Le agradeceré poder registrarme, jovencito.
—¡Por supuesto! —Yuuri se puso de pie, dejando su improvisada cama y se apresuró en guiarlo —Por favor, sígame. Regreso, Yurio.
—Seh, aquí estaré —los vio alejarse, con un Yuuri explicando feliz de la vida cada decoración del hotel.
—¿Y Yuuri? —Víctor apareció justo cuando ambos habían ingresado ya a recepción. Estaba vestido con un abrigo un tanto grueso, y llevaba incluso un gorrito de lana.
—Llegó un nuevo huésped y fue a registrarlo —habló sin mirarlo —¿Qué carajos? —pero al voltear, quedó pasmado. Víctor lucía todo lo contrario a Yurio, quien casi y estaba vestido como en su "Welcome to the madness" —¿Qué tienes...?
—Miedo a enfermar. Kuntur anda medio agripado, así que prefiero prevenir, sería desastroso ir a la Final llenando la pista de mocos.
—Eres tan desagradable... —la sola imagen mental le generó arcadas al rubio —Bueno, ¿hoy entrenarán? Mi vuelo sale mañana a mediodía, ¿el de ustedes?
—A la misma hora, pero, ¿por qué viniste? ¿No habría sido mejor ir directo a Barcelona? —Yurio volteó la mirada, y sus mejillas se tiñeron de rubor.
—...Mila me contó lo que pasó y estuve llamando al Katsudon hasta cansarme. Luego tú viniste con los Carrillo, y perdí cualquier comunicación. Temí... que tu metida de pata lo llevase a una crisis y, pues...
—Todos temíamos lo mismo —la voz de Minako se dejó oír, en conjunto con el sonido de sus tacones —Hiroko me comentó algo de... —los ojos de la mujer se fijaron en los celestes unos segundos —...los planes sobre su viaje. Cambiaron el vuelo para mañana, ¿verdad?
—Sí —Víctor respondió con un suspiro —Katy no quiere irse, así que nos obligó tiernamente a quedarnos un poco más —rieron— Esa niña es un caso perdido.
—Diría que ustedes lo son —Yurio habló con molestia —La engríen mucho, la van a convertir en una mocosa atrevida y desabrida como tu hermano...
—Un gusto volver a verte, Plisetsky —Yurio casi se hundió en el piso de madera cuando el brazo bien trabajado de Vladya le cayó sobre la cabeza, sin siquiera dejar que su muy explicativo comentario terminara —Siempre es agradable encontrarme contigo...
—¡No debe golpearse la cabeza de otra persona, idiota! —batalló el más joven de los rusos, sin éxito.
Minako y Víctor compartieron las risas del ruso mayor. Pero algo en sus miradas se sintió cargado de incertidumbre. Y mucho temor.
—Oigan, hay algo que he querido saber desde hace muchos días —Gregori apareció tras la cortina del salón, y habló, sonriendo de oreja a oreja —Oh, hola, Yuri, señorita Minako... —se inclinó con respeto hacia la dama, quien lo imitó con una sonrisa gentil.
—¡Dile a tu mastodonte que me suelte! —seguía luchando contra un Vladya que seguía atormentándolo, sin un ápice de piedad.
—Vlad... por favor... —bastó ese susurro para que, obediente, lo dejase libre.
—Chst, tan sumiso como el viejo... —Yuuri volvió, y miró confundido a Víctor, al escuchar aquel comentario de Yurio.
—No preguntes, cielo —Víctor lo llamó con la mano extendida, sonriente y amoroso.
—Bueno, decía que llevo días deseando saber algo —Gregori se acercó a Vladya, y aunque no se abrazaron como los otros dos, la cercanía fue evidente.
—Si se trata de la fiesta de la señora Lilia, nosotros también estamos interesados —Kotaro y Kuntur aparecieron llevando una bandeja repleta de cuencos con katsudon.
—¡Tío Yuuri, léeme un cuento! —pero justo cuando Yuuri iba a abalanzarse a tomar el suyo, la vocecita de su adorada sobrina interrumpió su acción, desde algún lugar cercano a los cuartos.
Con ojos llorosos, suspiró, y agarrando a Yurio del brazo, lo jaló con dirección a las habitaciones.
—¡Oye! ¡Quiero comer! —el menor forcejeó, ofendido.
—¿Y escuchar todo lo que pasó en la fiesta... incluyendo tu vergonzosa escena de celos contra Phichit porque estuvo bailando con Otabek...? —el ruso enrojeció hasta la coronilla ante la amenaza de Víctor, quien definitivamente no dudaría ni un poco en soltar eso que Yuri se negaba a escuchar.
—¡Ya vamos, larva! —gritó el rubio, llevándose a Yuuri de paso, mascullando insultos contra un Vladya que lo despedía de manera burlona con la mano alzada.
Desde el final del pasillo se pudo escuchar el chillido emocionado de la niña, quien también quería mucho a su desagradable tío Yurio.
La sala quedó en silencio. Solo se escuchaba de fondo la voz de Hiroko y Toshiya, además de una voz masculina que probablemente pertenecía al nuevo huésped de Yutopia.
—Bueno, ya que no hay niños cerca... —los primeros en hablar y sentarse en posición de loto fueron los esposos, siendo Kuntur el encargado de entregarle su cuenco a Kotaro, después de ofrecerlo primero a la mujer japonesa —...creo que es una bonita ocasión para que nos enteremos cuán idiota puede llegar a ser el par de tontos por los que estamos aquí.
—Kuntur... —Víctor le reprochó con un puchero.
—Tiene razón —Vladya empezó a comer, y solo cuando pasó el primer bocado, siguió hablando —Te conozco, Vitya, conozco a Yuuri, y debe haber ocurrido algo realmente calamitoso como para que él haya ideado toda esta estupidez de la lista. ¿Qué ocurrió, Víctor?
Cinco pares de ojos lo escanearon, y él se mordió la lengua, nervioso. Luego volteó hacia Minako, y esa conexión que habían desarrollado volvió a aparecer.
—Yurio no sabe lo de Yuuri, al menos no porque alguno de nosotros se lo haya dicho, ¿verdad? —él asintió a las palabras de Minako —Y, ¿sabe cómo inició todo, Víctor? ¿Sobre lo que ocurrió con... conmigo...? —Vladya se puso tenso, al igual de Kotaro. Y en menos de cinco segundos, Kuntur pareció a punto de golpearlo.
—¡Idiota, Minako es lo más cercano a Hiroko-san y Yuuri! ¿Cómo pudiste engañarlo con ella? —el peruano estaba a punto de saltarle encima, hasta que Kotaro tuvo a bien tomarlo de la mano y detenerlo antes de que cometiera un asesinato.
—Yo... ¿Qué? — Víctor lo miró escandalizado —¡¿QUÉ CARAJOS TIENES EN LA CABEZA?!
Al menor de los Nikiforov le tomó cinco minutos contar las cosas a medias y de forma abrupta, esforzándose por dejar en claro lo falso de la reciente acusación, eludiendo aspectos que prefería que el resto ignorase, para que la honra de aquella mujer no se viera afectada. Pero nadie la criticó. Por el contrario, si ya odiaban a Chris, aquello sólo atizó más la hoguera.
—No sé cómo voy a hacer para no partirle la cara cuando lo vea en la final del Grand Prix —Víctor apretó los puños, pues todas las memorias lo sumieron en una especie de estado iracundo.
—Vas a pensar en tu novio, y eso te dará fuerzas. Ponte a pensar solo un segundo, Víctor —su hermano le acarició el hombro, ejerciendo cierta presión, al tiempo que le aconsejaba —Le confiaste lo más doloroso de tu historia con Yuuri, y ese hijo de... —Gregori apretó su mano, para calmarlo —...ese maldito se atrevió a seguirlo hiriendo...
—¿Seguirlo hiriendo? —Minako frunció el ceño, se enderezó, estilizando aún más su delicada figura, y miró seria a Víctor —¿De qué habla tu hermano, Vitya, qué más hizo ese hombre?
Víctor cerró los ojos y bajó la cabeza, con vergüenza. Enfrentarse a ese recuerdo iba a doler, una vez más, porque iba a poner en evidencia cuán despreciable había sido él mismo, sin buscarlo, al herir a la persona que más amaba en el mundo por su necedad de querer seguir siendo el de antes, sin pensar en su pareja.
Inhaló en ocho tiempos, retuvo otros cuatro, y soltó lo más lento que pudo.
—No solo él, Minako. Yo... yo le rompí el corazón a mi Yuuri en esa fiesta...
Rusia, semanas atrás. Fiesta en casa de Lilia
Chris se jactaba de que había pocas cosas que lo pudieran sorprender. El poco apego que tenía por las personas que lo rodeaban, con la única excepción de Víctor y Masumi, habían generado en él una especie de apatía por lo que le sucedía al resto del mundo. Solo tal vez, Yuuri comenzaba a figurar en esa exclusiva lista de personas que merecían más de uno de sus pensamientos al día. Pero a partir de ese momento, desde que Víctor terminó de contar y las lágrimas relataron su propia historia, el suizo vio un nuevo panorama de esa pareja, de esas personas, en su complicada individualidad, aún más en el universo que era Yuuri, uno que creyó comprender, pero del que no tenía la menor idea.
—Víctor... —el ruso se había abrazado a sí mismo, en algo que sorprendió, o casi asustó, a Chris, quien estaba pensando qué hacer con su amigo —Vitya, es que no puedo... ¿todo lo que acabas de decir es cierto? ¿Alguien puede ser tan hijo de puta como para hacerle eso a un niño?
—Lo fue... y no pude hacer nada... nadie pudo...
Giacometti se alarmó un tanto cuando vio a un par de curiosos asomarse al jardín en el que se encontraban. Nunca iba a dejar que nadie viera a Víctor de una forma tan vulnerable, así que, después de asesinar con la mirada al par de personas que cuchicheaban entre ellos, con un brazo rodeó a Nikiforov por los hombros y lo condujo al interior del jardín, justo donde los arbustos y los árboles creaban un ambiente cerrado, quizá más íntimo, bajo los reflectores de la luna y las estrellas.
Víctor, en su estado más vulnerable, más roto, era una preciosa calamidad, un bello desastre, una catástrofe digna de ser admirada. Chris lo sabía, y a pesar de que alguna vez le había tocado ser consuelo en medio del desespero, jamás había presenciado un espectáculo tan infartante.
—Oye, tranquilo. Eso ya sucedió y el asunto se resolvió, ¿no es así? —fue lo único que se le ocurrió decir, al verlo casi al borde un colapso.
—¡Claro que no ha pasado! —Chris tuvo que resistir el impulso de retroceder unos pasos. La mirada roja y llorosa de Víctor hacía un contraste atemorizante con lo iracundo que se veía el resto de su expresión —Él no está bien, pero no lo sabe. Sus pesadillas... he visto pocas, pero... son horrendas. No es él cuando las tiene.
—¿Pero por qué diablos hicieron eso? ¡Tiene derecho a saberlo! —un hervor diferente, parecido al enojo, comenzó a generarse en el pecho de Chris, aunque no estaba seguro de cual parte de toda la revelación era la que le estaba taladrando el corazón.
—¿Exponerlo de nuevo? Él ya vivió eso y fue horrible... ¿Hacer que lo recuerde...? No quiero —Víctor enterró el rostro entre sus manos, tallándose las sienes y revolviendo su cabello, frustrado consigo mismo —No, me niego a que pase por lo mismo.
—¡Lo está pasando, Víctor! —gritó, aunque la culpa lo invadió al instante al verlo palidecer —Por Dios. Mon amour, te quiero, pero esto no puedo pasarlo solo porque sí. Yuuri está sufriendo y no tiene idea del por qué.
—¡No tiene que recordarlo! ¡Para eso estoy aquí! Yo quiero ser todo lo que necesita para que... para que lo olvide, para que esté bien.
—Lo que Katsuki necesita es un psicólogo, incluso un psiquiatra, no un novio que cree que con besos puede solucionarlo todo.
—¡Fue mi culpa! —un poco de claridad llegó al suizo, una verdad que le preocupó y le confirmó algo que ya se estaba planteando desde que Víctor y Yuuri empezaron a ser uno —No son solo los besos, es que todo pasó por mi culpa.
—No creo...
—Sí yo no hubiera estado distraído, si no hubiera quitado la atención de Yuko sobre Yuuri... Si ese... maldito, no se hubiera topado con el niño que nos quiso defender, nada de esto...
—¿Por eso estás con él? ¿Crees que le debes algo?
—Sí... no... —Víctor pareció dudar al inicio, su voz tembló y se convirtió en un hilo de sonido apenas audible, poco antes que se volviera a quebrar, de que su alma se rompiera después de decir en voz alta todo aquello que se oprimía en su corazón, que no lo dejaba dormir una vez al mes, después de cada ocasión en la que Yuuri se despertaba gritando, sintiendo que la oscuridad se apoderaba de él, que lo sofocaba, que una masa negra lo ahogaba... —Yo lo amo, Chris, lo amo. Y me... me duele... que sea por mí.
Y sí, eso es lo que Chris estaba llegando a pensar. Que si lo "amaba" era por que la culpa lo había empujado a hacerlo. ¿Qué, si no era eso, había logrado que alguien tan... llano, como lo era Yuuri, enamorara a un hombre que eran tan magnífico como Víctor?
Siempre lo dudó, siempre estuvo tentado a cuestionar a su amigo el por qué de sus decisiones, qué lo había motivado a dejar de lado todo lo que era, para ser una persona nueva. Si llegó a enojarse con él por dejar la pista, por buscar a alguien a quien proteger, ya estaba entendiendo por qué.
Porque su protegido había cuidado antes de él.
—No es justo para él, Vitya —le dijo, al tiempo que lo tomaba de los hombros y lo acercaba a su regazo, para encerrarlo en un abrazo. Lo tenía justo y pegado a su pecho, y gracias a los pocos centímetros que le llevaba de altura, pudo hacer que Víctor recostara su cabeza en el hombro del suizo —Tienen que resolverlo. Él no puede estar así, va a terminar por volverse loco.
—Estaré para él...
—¿Siempre? —pasó sus dedos por las finas hebras plateadas que eran el cabello del hombre que poco a poco se aferraba más a su protección —Tendrá que darse cuenta, tarde o temprano. Y... sé que quieres que sea de tu mano...
—Me va a odiar... lo sé.
Sintió las manos del ruso aferrarse a su espalda y su hombro humedecerse. Víctor estaba colapsando, con algo que solo podía equiparar a los ataques de ansiedad que le conocía a Yuuri.
—No, cariño, no lo hará. Siempre que se lo digas. Víctor...
Lo separó un poco de su cuerpo. La mirada azul siempre se le figuró como un mar de misterios, el abismo de un "Víctor" que nadie podía llegar a comprender por completo. Si Yuuri lo hizo, Chris ya entendía por qué, pero tampoco podía soportar que ese inmenso océano se volviera tan tormentoso, como un huracán embravecido. Azul y verde se encontraron, y el ruso apenas se dio cuenta de que la mano de Chris se había colado hasta su cintura, sujetando todo su alrededor y atrayendo su cadera hasta la de él.
Víctor... él era demasiado para Chris, más que un juego, más que una aventura que se quedó estancada en algún momento. No podía no secar sus lágrimas, no podía detener sus manos en el ejercicio de acariciar sus tersas y húmedas mejillas. Sus manos recorrían la blanca piel de su rostro, limpiando cada nueva lágrima que osaba empañar lo bello de esa tez. Y es que Chris era un hombre que sabía apreciar eso, cada hermosa y delicada parte de su... ¿amigo? ¿Qué era Víctor para él? Lo deseaba, y eso el peliplata lo sabía. Pero no era su culpa que Víctor fuera un manjar ambulante. Un trozo jugoso de sexualidad que quería comerse.
¿Cómo desear que esas lágrimas desaparecieran, si eran preciosas? Como un río de cristales, como perlas. Quizá el alcohol, quizá la conmoción, pero su cuerpo tomó el control, aunque no iba a poner resistencia a lo que estaba por hacer. Sus labios se movieron hasta los ojos de Víctor, y el agua salina que no cesaba de brotar fue absorbida por el primer beso. Uno pequeño, pero que decía más que la misma pasión. ¿Y Víctor que podía hacer para negarse? Con la soledad de años que llevaba a cuestas, que alguien lo protegiera se sentía como un bálsamo para el alma, casi sin importarle que fuera su mejor amigo el que, descaradamente, estuviera traspasando los límites que solo Yuuri tenía permitido romper.
Pero Yuuri no estaba. No podía correr a refugiarse del dolor de una mentira, con la persona a la que estaba engañando. Lo permitió, y eso era algo que nunca iba a poder negar. Él dejó que Chris lo cubriera más y más con pequeños besos que parecían buscar ser un incendio. No rechazó la mano que se apoderó de su cintura y le brindó las caricias que su alma necesitaba. Víctor podía sentir a la perfección como la mano firme de Chris le recorría el torso. Llegaba hasta su cuello, donde hacía conjunto con los delicados besos que estaban recogiendo sus lágrimas, luego bajaba por sus brazos, con una lentitud que podía ser casi sensual, hasta llegar a sus caderas y mantenerse un buen rato ahí, deleitándose de cada temblor que provocaba en el cuerpo del ruso.
—Chris... —murmuró su nombre, aunque casi sonó a un débil gemido —Chris... suficiente...
—No, Vitya cariño, tranquilo. No pasa nada —el peliplata comenzó a sentir que el velo que nublaba su razón se levantaba, como si un fuerte viento se lo estuviera llevando. Aún adormilado, se percató de que los labios del suizo estaban cada vez más cerca, recorriendo su barbilla, donde no había lágrimas que limpiar.
—Chris... no...
—Solo déjate llevar...
Los labios de Víctor tenían su propia memoria, aunque una muy selectiva. A esas alturas de su vida, solo reconocían unos labios como los únicos que podían tocarse entre ellos. Si no eran los de Yuuri, no los quería ni los necesitaba. Por eso, cuando sintieron el roce de unos labios de antaño, unos que no eran los de su amado, la razón lo golpeó. Abrió los ojos aún enrojecidos por el llanto y se encontró entre los brazos de Chris. Su cuerpo se agitó y sus manos fueron a dar al pecho del rubio, buscando hacer distancia.
—¡Chris! ¡Chris, no! —lo empujó, y estaba a punto de darle un sermón y exigirle que no se atreviera a hacer lo mismo de nuevo, cuando lo vio.
Paralizado, pálido, incrédulo.
Sus preciosos ojos marrones abiertos como si acabara de ver la cosa más horrible.
—No es cierto... —incluso si lo hubiese dicho en rumano, ambos habrían sabido interpretar la decepción —Víctor...
Yuuri no pudo procesar del todo que es lo que acababa de ver. Nikiforov quiso acercarse a él, pero apenas dio unos pasos hacia el japonés, este salió corriendo hacia el interior del salón, sin dar oportunidad a que Víctor le diera una explicación.
—¡Yuuri! ¡Ven aquí un momento, tengo que...!
—Déjalo, Vitya... —Chris lo detuvo, tomando su mano, aunque Víctor la apartó al instante —Si vas a explicarle algo, mejor que sea todo.
—No —espetó, decidido, firme y enojado —Esto no tiene nada que ver con eso.
—Claro que sí. Yuuri tiene que saber cuál es su realidad junto a ti —Chris sabía de lo que hablaba. Ya estaba seguro de qué era aquello por lo que Víctor seguía al lado de alguien que aún le costaba creer que su relación no fuera una de sus tantas fantasías —No puedes atarte de esta manera.
—No sé de qué estás hablando, Chris, pero no tienes ningún derecho a decirme algo así sobre Yuuri —el suizo lo supo a partir del temblor en la voz de Víctor. No era que no lo supiera, sino que no quería admitirlo.
—Sabes que tengo la razón.
—¡No! ¡Y es la última vez que te permito que llegues a tanto conmigo! —Víctor lucía más serio que nunca en su vida. Quizá, de las pocas veces en las que Chris no tenía la mínima duda de que decía la verdad —No necesito a nadie más que a Yuuri. Tú no vas a arruinármelo.
Víctor se fue hacia el mismo lugar en el que Yuuri tenía unos momentos de haberse ido. Sus labios aún sentían una especie de escozor por la sensación que le dejó el roce con los de Chris, pero le provocaba un escalofrío en todo el cuerpo pensar que Yuuri había presenciado todo eso, que estaría esperando la mejor de las explicaciones, y él no tenía idea de cómo se la iba a decir sin tener que dejar en evidencia el motivo por el cual había llegado a sufrir aquella crisis, al punto de casi desvanecerse en lágrimas, y haber permitido que su seudo mejor amigo intentase sobrepasarse con él.
Yuuri, por su parte, entró como un bólido a la cocina, donde sabía que se encontraría Phichit. Y no se equivocó: Su mejor amigo, ese que era como un hermano, estaba con su fan número uno, Minami Kenjiro, apurando en complicidad una botella de vodka que, sin duda, habían robado del bar personal de la vivienda.
—¡Yuuri, llegas a tiempo, solo no nos...! —cualquier invitación a la ebriedad que el tailandés pudiera hacer, fue destruida antes de materializarse, cuando el japonés tomó la botella, y la bebió de golpe, entera y sin detenerse —...mierda...
—¿Yuuri-kun... estás bien...? —Minami, con temor, pese a ser ahora tan alto como el propio Yurio, aunque no tanto como Víctor, colocó con timidez una mano en el hombro de su ídolo... quien terminó lanzándose a sus brazos en el instante, llorando a mares.
Phichit podía pasar sin problema como un miembro de la mafia rusa o japonesa, o incluso agente del FBI cuando se trataba de sacar u obtener información. En menos de cinco minutos, ya se había enterado de todo, luego de oprimir la cañería que desbordó la verdad de aquellas lágrimas con olor a traición.
Y odió a Víctor, con el alma. Porque él sabía cuánto amaba Yuuri a ese malnacido, a ese desgraciado ególatra que solo pensaba en sí mismo, al que le importaba más su imagen y un momento de diversión que los sentimientos puros que el japonés le dedicaba.
—Yuuri-kun, debe ser un malentendido, deberían hablarlo... —Minami lo decía más para no verlo sufrir que por desear que ese anciano de pacotilla se quedase con Yuuri.
—No... Chris tiene mejor trasero... De seguro ya hasta se lo metió —Yuuri en verdad no tenía filtros en estado de ebriedad. El comentario sorprendió a ambos, pero fue el mismo alcohol el que los incitó a seguir con aquello que podía dejar de llamarse una "conversación".
—No es eso, Yuuri. Tú tienes mejor cuerpo... —para asombro de Minami, Phichit elevó el rostro del japonés y besó la comisura de sus labios —¿O ya olvidaste todo lo que hicimos aquella vez...? —susurró en su oreja, arrancándole un gemido bajito, y un notorio sonrojo en el japonés más joven —No merece tus lágrimas. Lo necesitas para la final, pero no como novio. Hay otros hombres que te desean en igual medida... ¿Verdad, Minami...?
Minami estuvo a un paso de colapsar al ver expuestos sus dulces sentimientos bajo la pícara mirada de Phichit, y los curiosos ojos de Yuuri, que parecían preguntarle si era cierto.
—Yo... eeetto... —tragó saliva, y luego acercó su boca a la oreja de Yuuri —Ciertamente Yuuri-kun es muy apuesto y sexy. Cuando interpretó Eros... tuve muchos problemas con mi cuerpo...
El mayor se mordió el labio, aturdido por esas palabras y la cercanía de sus cuerpos. Era casi las mismas sensaciones que se podían encender en su piel con las cercanías libidinosas que el mismo Víctor buscaba provocar. Pero, ciertamente, la dulzura y timidez de su compatriota le daban un sabor diferente.
—Yuuri... —Phichit acarició su pierna —¿Ya te ha tocado...?
—...no... no del todo... —respiraba más agitado.
—¿Y... han bailado pegados, Yuuri-kun...? —tentando su suerte, Minami habló, al tiempo que aspiraba el perfume de Yuuri, acercando su nariz a su cuello.
—Mmm... —Phichit sonrió satisfecho, aunque un tanto resignado, al verlo estremecerse con ese acto —No... aun no...
—Entonces lo haremos por primera vez. Seré tu primera vez, Yuuri-kun...
Y sentenciaron la creación de un pequeño infierno dentro de la apacible fiesta.
Del otro lado del salón, perdiendo la compostura, Víctor estaba un paso más allá de angustiado. Por culpa del estúpido de su mejor amigo, se había desubicado y no lograba encontrar a Yuuri. Necesitaba abrazarlo, besarlo, y de ser posible, llevarlo a una habitación para demostrarle que solo él tenía derecho a hacerle el amor a sus labios. Que sus caricias le gritaran lo suyo que era, que toda su humanidad estaba en sus pálidas manos. Chris de porquería, ¿no entendía que ciertas cosas ya no eran posibles ahora que él tenía a Yuuri? Es más, ¿era muy complicado que comprendiera que ya no quería más cosas porque Yuuri era lo único que llenaba su eterno vacío?
Caminó rumbo a la casa, ahora que estaba más que convencido que en el amplio jardín no estaba. Y se sorprendió a extremo al ver que las personas habían formado un amplio círculo en torno a una pareja de baile.
Nah, no iba a perder el tiempo viendo a Yurio peleándose con Phichit por estar bailándole sensual a Otabek, así que solo se permitió unos segundos de curiosidad, antes de continuar con su desesperada búsqueda en el interior.
—¡Eso, Yuuri, déjate metértela!
Sin embargo, algo en aquel estridente chillido de Mila lo hizo regresar sobre sus pasos. Y casi le da un infarto, como mínimo.
Yuuri, SU Yuuri, estaba siendo dirigido en un tango, pero no cualquiera... Minami parecía querer emular con su inocente y erótico novio aquella icónica coreografía de Moulin Rouge, paseando sus manos por el cuerpo del japonés mayor como si se tratase de su segunda piel. Debía reconocer que había algo de erótico y prohibido en eso de excitarse al ver a su novio sometido por otro cuerpo, pero dado que a él no le iban esas perversiones, y convencido totalmente de que Yuuri estaba ebrio y no enceguecido de celos por lo de antes, se abrió paso entre el tumulto y llegó a ellos, justo cuando las manos de Minami viajaban a sus muslos internos.
—Mmm... Victoruuu... —tanto Minami como Víctor escucharon aquel gemido, decepcionándose e inflándose de orgullo, respectivamente, al comprobar cómo estaba el joven interpretando aquel baile, en medio de su sopor, quien era la persona que realmente inspiraba esos atrevidos cortejos en medio de la pista de baile.
—Me parece que tú y yo luego hablaremos, Minami... Por ahora —le arrebató a Yuuri, pegándole a su cuerpo, logrando que el sexy gemido que brotó de sus labios delicados se estrellase en su cuello, calentándolo más, como si un poco lo que dejó Chris y un tanto más el baile de Yuuri no hubieran subido su temperatura de repente —Por ahora, gracias por preparármelo...
—Ordinario —escupió el menor, molestándolo —Hablas como si Yuuri-kun fuese una cosa, y no tu prometido. Aunque, claro, si te estuviste acostando con Giacometti, se puede esperar que pienses de él de la misma manera. Luego tú y yo nos enfrentaremos por él. Te voy a destrozar... —susurró destilando veneno, pero se alejó.
—Mira lo que logras por ser tan sensual... —Víctor susurró en él oído de su novio, enredando sus cuerpos en un baile que no imitaba ningún musical, pero que buscaba excitarlo al máximo, pese a que tuvieran las miradas de los indiscretos sobre ellos. Aunque, si era para decirle al mundo que Yuuri era suyo, no le importaría tomarlo en medio del salón.
—...yo... no... —Víctor no le daba tiempo de pensar. Sus labios, manos, cuerpo, y zonas erógenas lo volvían loco con aquellos movimientos estudiados y sensuales —...Chris debe estarte buscando...
—¿Y? Yo estoy haciendo el amor con mi prometido... —Yuuri jadeó y perdió fuerzas cuando Víctor unió ambas pelvis, notando que sus acciones comenzaban a ser más físicas que solo emocionales —Esta noche no te escaparás... Así no te acuerdes mañana, te haré mío. Minami no volverá a tocarte nunca, de eso me voy a encargar yo...
Para todos fue claro que aquel tango había echado fuego. Algunas patinadoras se limpiaban con disimulo el rastro de una leve hemorragia nasal, mientras los varones corrían al jardín para ocultar "sus accidentes".
Yuuri, por otro lado, laxo, sonrojado y, algo... "emocionado", fue guiado por su novio hacia Minami y Phichit, quienes lucían a punto de asesinarlo.
—¿Les gustó nuestro tango? —el ruso habló con cinismo.
—¿Tan acostumbrado estás a Giacometti que crees que Yuuri también es una prostituta barata? —las palabras de Phichit eliminaron la sonrisa de Yuuri, quien hizo un intento por alejarse. Pero Víctor lo retuvo.
—Si tienen ambos una fijación con él, puedo presentárselo. Estoy seguro que le encantaría un trío con ustedes —la tensión se podía cortar con un cuchillo —Pero será luego. En condiciones normales, Yuuri ya no se excede tanto con la bebida. ¿Qué ocurrió, Chulanont? ¿Por qué lo expusiste a esto...? —Víctor dejó de lado el sarcasmo y expresó molestia.
—No...nosotros... —Phichit tartamudeó y, aunque no no tenía la costumbre de dudar de sus acciones, reflexionó que no había sido maduro de su parte llevar a Yuuri hasta ese estado.
—Victoruu, no... ellos, no... —Yuuri fue callado por los labios del ruso sobre los suyos.
—Tú y yo seguiremos con lo nuestro luego, mi amor... Ahora tus amigos y yo jugaremos a ver quién es más resistente...
Tanto Phichit como Minami entendieron el reto al instante, aceptándolo sin siquiera detenerse a pensar que era una inmadurez de parte de los tres y, aunque Yuuri quiso quejarse, prohibirle esa estupidez, y empezar a reclamar lo de Chris, la turba anterior lo separó de los tres, justo cuando los meseros, con solo una señal de la mano de Víctor, traían lo que parecía el stock de bebidas alcohólicas de todo San Petersburgo.
Gruñendo en medio de su embriaguez, Yuuri terminó metiendo la cabeza en una fuente del jardín, para despejarse la mente. Y así, los recuerdos de minutos, u horas, previos, lo golpearon con fuerza.
¿Qué carajos había hecho?
Agradeció a todos los dioses de Japón que aquella fiesta fuese privada, porque ya se veía en todos los titulares como el prometido celópata del rey del hielo ruso, montando semejante espectáculo con Minami, quien no merecía falsas esperanzas a través de un baile, uno que no deseaba danzar con nadie más que Víctor.
Suspiró, y estaba por beber del agua mineral que logró arrebatarle a uno de los mozos, cuando escuchó la voz del suizo.
—Yuuuri... —alargó el nombre del siempre lindo japonés, guardando la esperanza de que no tuviera a bien traer a la conversación lo que acababa de suceder en el jardín —¿Hoy no tomas champagne?
El japonés arrugó el entrecejo y luego de mirarlo de soslayo, bebió otro sorbo.
—No. No tengo ganas de seguir haciendo el ridículo... como otros.
Un golpe directo, aunque eso no significaba que iba a huir de sus objetivos.
—Nadie pensó que hacías el ridículo, mon amour. Ni hoy ni en ningún otro momento. Estoy seguro que más de uno estaría feliz de verte... desinhibido.
Si ya de por sí había sido vergonzoso el baile con Minami y las posteriores consecuencias, semejante comentario lo enrojeció hasta las orejas.
—...la gente solo mira a Vitya... Y no me llames así, no soy él —gruñó, celoso.
—No, Yuuri querido, la gente no mira a Víctor. Ellos solo ven lo que él tiene —tuvo el impulso, quizás por el rezagado alcohol o por la oportunidad que tenía, de acariciar con los nudillos un poco de la mejilla ruborizada de Yuuri, y aunque pudo percibir su molestia, no dejó de hacerlo —Y él te tiene a ti. Tú eres el que se robó al rey, ¿por qué no te habrían de mirar?
Si bien su caricia lo incomodó, se sintió protegido por las palabras de Chris. Algo parecido a saberse reconocido en su labor de intentar hacer feliz a Victor.
—...sientes que se lo robé al mundo, ¿verdad? ¿O solo a tí?
—No me robaste a un amigo, Yuuri. Pero si que el mundo podría odiarte un poco. De repente teníamos a Víctor, y un video después, a él parecía no importarle ninguna otra cosa en la que no estuvieras tú —se relamió los labios que tenían el gusto dulce de su bebida, disfrutando un tanto ver como la mirada del joven cambiaba al ponerse pensativo. Bastante peculiar, bastante... seductor —Víctor sigue estando conmigo, aunque claro que baje peldaños en su escalera de prioridades cuando decidiste que lo querías para ti.
Aquel video tomado en secreto y colgado en las redes sin su autorización... ¿Habría sido diferente todo...? ¿Victor habría decidido ser su entrenador, o tan siquiera, le habría permitido el acceso a esa escala de la que hablaba Chris... si las gemelas no hubiesen cometido esa travesura?
—Siempre me he preguntado... si alguna vez tú fuiste su prioridad. Como lo soy ahora. O si quizás, en lugar de su Love y Life, fuiste el calor que necesitaba cuando era más joven. Y por eso eras el único con quien siempre se lo veía interactuar...
—Claro que lo fui —Chris se permitió tener unos instantes de egocentrismo, aunque era bien justificado —No tenía a nadie más. Solo imagina que ni a su hermano le importaba mucho lo que pasara con él. ¿No te parece que congeniamos bastante bien? Tenemos muchas cosas en común. Si no me tuviera la confianza, ¿crees que me dejaría tratarlo así, eso que te hizo montarle la mejor escena de celos que he visto en mi vida?
—...ya veo —algo en su interior se rompió, y de nuevo se sintió pequeño junto al dueño del eros maduro— Aunque te equivocas sobre Vladya, él siempre estuvo pendiente, a su manera. Pero sí, supongo que tú y Víctor se conocen lo suficiente como para que no me respetes como su actual pareja... O mejor dicho, para que él prefiera estar contigo y no conmigo.
Tenía que estar un poco loco, o algo trastocado, para encontrar un atractivo peculiar en un Yuuri molesto y territorial. No estaba muy consciente de que la sonrisa que se dibujaba en sus labios fuera muy cínica, pero vaya que el japonés delante de él tenía una lengua viperina y un carácter firme, aunque su timidez escondiera lo demás.
—Son solo jugueteos, Yuuri. Nada de eso va en serio, ya no —Chris buscó con la mirada algún lugar en el que pudieran sentarse y hablar con mayor comodidad, pues era una plática de la que quería obtener los mejores resultados posibles —Creo que no nos hace bien discutir quién conoce más de él, si su mejor o amigo o su... más grande fan. Te quiere, deberías poder vivir con eso.
"Más grande fan..."
Yuuri apretó los puños y su rostro por demás tierno y ruborizado se transformó.
—De modo que son jugueteos... ¿Lo mismo le dices a Masumi, te agradaría que él le hiciese el amor a otra persona...? Puede que para ti solo sea el más grande fan de Vitya, pero lo cierto es que soy algo más. Aunque si es capaz de no frenarte y tú defiendes de esta manera su amistad, supongo que lo mejor será dar un paso al costado. Al final de cuentas solo soy un fan.
—¡Ey, tranquilo! —lo tomó de los hombros y le dedicó la más divertida de las sonrisas, aunque eso hizo que se sintiera un poco hipócrita —Vamos, Yuuri, tú lo conoces. Nuestro Víctor no es un hombre tradicionalista y él mismo te podría decir que son jugueteos. Además, ¿qué importa lo que yo diga? Si Víctor te ha dicho que te ama y lo comprometido que está contigo y tus sentimientos, debería ser suficiente. Porque te lo ha dicho, ¿no es así?
Claro que se lo había dicho, ante el mundo entero. Pero él nunca había aceptado ser por completo suyo, por sus propios sueños, y era obvio que Víctor no era como él. Era como Chris.
Él nunca iba a ser como Chris...
—...no es tradicionalista. Vaya —bajó el rostro para ocultar su deshecha mirada chocolate —Ahora entiendo...
—¿Qué está pensando tu imaginativo cerebro, Yuuri? —preguntó, un poco mortificado por el brusco cambio en el semblante de su acompañante.
Pero Yuuri era una esponja egoísta, una esponja disfuncional. Nunca dejaba fluir aquello que succionaba, por más que hubiese la amenaza de una inundación. Y ese momento no era diferente. Era uno más...
—...Rusia en verdad es muy fría. Japón también. Pero aquí, todo es muy diferente. Poco tradicional para mi cultura... muy tradicional para él... Yo no soy de Europa, soy de una parte de Asia que le da valor a cosas tontas. Ciertamente... no soy compatible con su visión del amor.
—¿Y cuál es esa visión, según tú? Creo que sabías quién era Víctor incluso antes de que llegara por ti —usó su brazo para rodearlo por los hombros y atraerlo un poco más a su cuerpo. Estaba temblando —No creo que, si lo seguías tan arduamente, no supieras de todas esas mujeres con las que se relacionó. Ellas, y algún él, construyeron su visión del amor. Si estás tan metido con él, deberías entenderlo.
Lo apartó de su cuerpo, un tanto tambaleante, necesitado de aire y del calor de Víctor. Pero a cada palabra de Chris, sentía mayores deseos de irse.
—Yo no soy como ustedes... Yo lo quiero para mi y quiero ser de él. Tener algo como lo que él tuvo con su primera novia, él la pidió de manera perfecta y no anduvo dejándose tocar por otra u otro en ese tiempo.
Chris no se pudo contener, y apenas se percató de que la piel de Yuuri se puso más blanca que la cera. ¿Pero cómo no quería que se riera ante ese idílico escenario? ¿Víctor, fiel y devoto? No había habido noticia de eso hasta que encontró a Yuuri, quien por lo visto desconocía su propia capacidad de retener los impulsos de su pareja, por decirlo de alguna manera.
—¿Él te dijo eso?
Esa risa terminó de quebrarlo... ¿Que si le había dicho...? Nunca habían tocado el tema. Yuuri respetaba el pasado de Víctor, y aunque doliese, solo había buscado una vez algunos indicios sobre su pasado romántico.
Yuuri no deseaba sexualmente a nadie hasta que Víctor llegó, ¿por qué le debería haber importado cuántas veces ese ruso había hecho tríos, orgías o intercambios?
"Chris siempre fue así; no te disculpes, Yuuri". Esas habían sido las palabras de Masumi antes de irse con los ojos cristalinos.
Y Víctor... ¿qué le había dicho...?
"Descuida, yo sé cómo manejarlo...".
—...no, no me lo dijo... Lo inferí.
—Deberías hacer un poco de investigación, Yuuri —Chris sorbió de su copa de cristal, sin tener idea de cuántas veces la había rellenado en tanto estaba hablando con el japonés —No digo que debas estar a la altura de todas las personas que pasaron bajo y sobre el cuerpo de Víctor, pero si quieres darte una idea, o por lo menos entenderlo, yo haría eso. O puedes ir y preguntarle directamente. No creo que tenga problema en decírtelo, siempre es sincero contigo, ¿no?
Se sentía fatal. Deseaba tanto tener a Phichit al lado, estar en Detroit... Aceptar la propuesta indecente de aquella chica, haberse permitido que Phichit le ayudase a explorar su sexualidad. Al menos así, podría haber tenido un punto de común afinidad con Víctor, y no se estaría sintiendo como un virgen de mierda.
—No es necesario. No deseo estar a su altura. Quise ser diferente, pero te agradezco que me hayas abierto los ojos.
—¿A lo que es Víctor? Yo creo que solo te diste una mala idea. De cualquier forma, si necesitas saber nombres, yo nos tengo a todos —le guiñó un ojo, coqueto, esperando que Yuuri captara la indirecta —Aunque, ahora que mencionas que eres diferente... No puedo negar que tienes razón. Por algo él está contigo y la historia es completamente diferente a las demás —aún si sabía que iba a ser rechazado, tomó la barbilla de Yuuri entre sus manos y le alzó el rostro, sintiéndose extrañamente expuesto cuando verde encendido y un sensual chocolate se encontraron —¿Por qué...?
Las primeras gotas cayeron sin poderlas evitar, y aunque no se alejó, lo miró con rabia.
—Supongo que las personas se interesan por los objetos curiosos, como si fueran fenómenos. Un patinador sin talento, mediocre, insulso, desabrido, imitando a tu amante de turno, de seguro fue visto como un trofeo más a conseguir, ¿no? Creí que Rusia había criado a un hombre de verdad, pero si la mitad de tus palabras son ciertas, me alegra mucho no haber venido antes a este país ni a Europa. Un país que no fue capaz de proteger a su máxima estrella y dejó que se convirtiese en alguien como tú, que se ríe del amor y considera que amar es una mierda.
—Me duele que te tengas en tan poca consideración, cielo —recogió una de sus lágrimas con el pulgar, y tuvo que reprimir el deseo de limpiar con sus labios las gotas salinas que habían llegado a los tersos labios de Yuuri —Pero Rusia y Víctor ya tenían muchos trofeos, de todo el mundo, como para desear uno asiático. No, Yuuri, tú eres mucho más que eso. Tú eres un tesoro para Víctor, y si amar no significa nada para mí, aunque tendría que decir lo contrario, para él... amar significas tú. ¿Me puedes decir qué tienes como para tener a Víctor de rodillas ante ti, justo como nadie más lo ha tenido? —su mano descendió por su mejilla y llegó hasta su barbilla, se deslizó por su cuello y solo se detuvo para arreglar un poco su camisa —¿Quién eres, Yuuri Katsuki?
—Dame tú la respuesta —su rostro era neutral, pese al dolor —Hablas sobre Víctor como si fueses su alma gemela, así que, dímelo. Dime qué tengo, y me encargaré de irme ahora mismo para que sigan con aquello que interrumpí.
Al demonio el contenerse. Ni él sabía las respuestas, pero tenía sus métodos. Sin darle espacio a que replicara, lo rodeó por la cintura y lo pegó con fuerza a su cuerpo, de modo que podía sentir el roce de sus piernas, el fortuito choque de sus caderas y las manos finas y blancas sobre su pecho. Se vanaglorió de tenerlo tan a su merced, aún más de saber que era prohibido, con todo y su descaro.
—Mataría por saberlo, Yuuri. Así yo mismo entendería lo que haces y quizás hasta me vería como el idiota enamorado en el que convertiste a Víctor —olisqueó un poco de su fragancia varonil —No pienses en lo que te dije. Piensa tú en por qué Víctor renunció a todo eso que era él solo por ti.
Se estremeció, en asco y miedo. Porque no podía entender cómo era posible que quien se decía mejor amigo de Vitya, el que juraba que lo conocía mejor que él mismo, el que acababa de asegurar que Víctor estaba genéticamente predispuesto a serle infiel, y que él, Yuuri, debía aceptarlo y entenderlo, estuviese tomándolo de esa manera, como un juguete más, como un pasatiempo más, ¡humillándolo pese a ser el prometido de su mejor amigo!
—Ya tuve suficiente de tus estupideces, Chris. Suéltame —puso algo de distancia estirando sus brazos —Yo no soy Víctor. Yo lo respeto, por más que hoy me haya comportado como un idiota con Minami, yo respeto a MI PAREJA. Si tanto te arde que ya no duerma en tu cama o ambos en la suya, puedes todavía calmar tu calentura con la persona que cometió el error de enamorarse de tí, pero a mí me respetas, ¡suéltame! —alzó la voz, molesto, y sin una sola pizca de alcohol presente.
—Yuuri... —su voz cantarina fue como un susurro erótico.
Quizá el alcohol lo estaba haciendo lucir como un cínico, o tal vez solo era la manifestación de aquellos deseos que Yuuri le estaba despertando desde buen tiempo atrás. Definitivamente algo tenían los japoneses que podían encender cuerpos y almas tan frías como la de los rusos. Sobre todo, de ese ruso que andaba buscando a su novio, y se acercaba hacia donde estaban ambos, justo en el momento en que Chris trataba de tomar a Yuuri del brazo para acercarlo más a él.
—Ven aquí, Yuuri. No muerdo...
Yuuri forcejeaba, intentando alejarse del otro, oliendo para su desgracia algo de la "emoción" de aquel suizo que empezaba a manifestarse cerca suyo. Pero claro, tan acostumbrado a ese tipo de "jugueteos", y después de haber visto aquello entre ese tipo y su pareja...
—Busca a Víctor y acuéstense si es lo que quieres, a mí suéltame, ¡YO NO QUIERO SABER NADA DE TI, GIACOMETTI! ¡Déjame! —sentir que no podía soltarse de él, lo asustaba... Sentir que por más que él intentaba soltarse, él lo arrastraba... le hacía sentir como si lo hundiesen en agua congelada.
Víctor, desde el otro lado de la sala, aún con los ánimos encendidos después de su "disputa" con Minami, buscó con la mirada a Yuuri para alardear su victoria; no es que terminar medio ebrio fuese lo más maduro que había hecho, pero la sola idea de que Yuuri fuese tocado o mirado por otro, lo desesperaba. Era suyo, solo suyo, y de nadie más, nadie más tenía derecho a...
¿Cuándo fue la última vez que se había enojado tanto con aquel tipo, como para no reconocer si era su amigo o su enemigo...?
No supo a partir de qué paso su ritmo se volvió más rápido. Tampoco recordaba si esa persona era siquiera un conocido de ambos. Lo único real, era que la escena que presenció lo hizo olvidar donde estaba, si alguien más los estaba viendo, incluso que, en efecto, él conocía y llamaba al agresor "su mejor amigo", casi su hermano.
No había diferencia en ese momento, ese sujeto estaba forzando a Yuuri y eso era más que suficiente para encender los siete infiernos que se albergaban en su interior.
—¡Suéltalo! ¡Quítale las manos de encima! —vociferó, y en unos cuantos pasos estuvo junto a ambos. No midió la fuerza con la que tomó la muñeca de Chris y la azotó contra el cuerpo del suizo, haciendo que se tambaleara en medio de una risita descarada —¿Qué mierdas sucede contigo? —tomó el cuerpo del japonés, rodeándolo por los hombros para acercarlo a su regazo —¿Estás bien, Yuuri?
—Estamos jugando, Vitya. ¡Yuuri quiere jugar con nosotros!
Frío. Aunque Víctor estaba sudado, y por ende, irradiaba calor, no, fuego, por su actual estado emocional, Yuuri se congelaba. Sentía la garganta cerrándose más y más, como si el agua invisible le llegara a la manzana de Adán y lentamente continuase su ascenso. Pero no, no estaba en el agua, no estaba en el agua, no estaba en el agua, ¡estaba en la fiesta, en la fiesta de Lilia, no podía entrar en pánico y arruinarlo todo!
—¿...preguntas... si estoy bien...? ¿Tú qué crees, Víctor...? ¿Cómo crees que puedo sentirme después de haber vivido en carne propia la manera en que juegan ustedes cuando yo no estoy...? —se alejó, de manera brusca, su cuerpo quejándose por perder aquella fuente de calor.
Pero no importaba. Para Yuuri, Víctor en ese momento se sentía como el caradura más desgraciado del universo... ¿Celoso, vengativo, posesivo? ¡Con una mierda, él lo engañaba con Chris y con muchas más!
—Nosotros... ¿De qué estás hablando? —muy a pesar de que las bebidas alcohólicas en su cuerpo superaran lo sano, no era tan incompetente como para no notar que Yuuri ardía en furia, aunque su palidez era un indicador más preocupante para él. Lucía como... si una fuerza superior a él, más allá de la ira, lo estuviera asfixiando —Yuuri, por favor...
—Yuuri dice que no sabe que jugamos, o que no parecen juegos. ¿Verdad que son sólo bromas entre nosotros?
—Con un demonio, Chris. ¡Cállate ya! —Víctor lo hubiera querido ahorcar, pero algo en la forma en la que los miraba Katsuki le impedía siquiera moverse de donde estaba.
—...entonces es verdad —Yuuri apretó los puños, impotente, decepcionado, herido —¿Por qué lo callas? Al final de cuentas ya me lo dijo todo —habló entre sollozos, con los dientes apretados, y el aire negándose a mantenerse en su sistema respiratorio —Que te robé al mundo... Que lo que hacen son solo juegos, pero que es parte de ti y que por eso debería aceptarlo... Que te acuestas con él y con tus mujeres... ¡Que yo no soy suficiente porque soy un ridículo japonés! —en estricto, Chris no lo había dicho, pero todo el sistema autodestructivo de Yuuri estaba activado en modo alerta. En modo supervivencia —Si tanto lo deseas a él, ¿por qué mierdas me has pedido en matrimonio, Víctor? ¿Lo haces para humillarme en público? ¿es eso?
—No, Yuuri. No estoy entendiendo nada de lo que estás diciendo —trató de acercarse a él, pero por cada paso que daba, Yuuri retrocedía uno más —¿Qué tienen que ver el mundo y las mujeres aquí? —el no querer pisar la cárcel por temor a no volver a ver a Yuuri era lo único que le impedía asesinar a Chris en ese momento. ¿Qué tanto le había dicho como para que estuviera tan iracundo? —Ni pienso que seas ridículo, ni me estoy burlando de ti. ¿De dónde estás sacando todas esas tonterías?
—Pensé que ya le habías dicho que tan hombre de mundo eres, cariño —por una vez, el mote que Chris solía usar con él, a modo de broma, le dio náuseas. Odió con todo su ser que lo llamara así.
Quiso evitarlo, en serio que quiso. De verdad. Años lidiando con la ansiedad le habían blindado con herramientas para poder controlar sus emociones, para hacer nudos en cada uno de sus nervios y anular toda posibilidad o necesidad de llanto frente a quienes lo quisieran minimizar por no ser "normal". Pero ese "cariño" había dolido. Mucho, muchísimo. VÍctor siendo besado, acariciado, usado, por Chris, como ese suizo había deseado hacer con su maestra, era algo insoportable. Mucho más porque, en esa misma fiesta, Yuuri había acudido a su prometido para que fuese a ayudarla... Obteniendo como retribución, sí, una Minako ilesa... Pero un Víctor entregado a la tarea de aceptar los juegos de Chris, sin importarle siquiera el que él estuviese ahí, como su pareja.
—No le estorbo más, Nikiforov-san. Ni mucho menos a su amante, aunque supongo que ese es mas bien mi título... No volverá a saber de mí, me encargaré de pagarle hasta lo último que gastó en perder su tiempo entrenando a un perdedor —dio media vuelta, y echó a correr, con la cabeza girándole como un sistema solar propio, orbitando alrededor de su cerebro embotado que se negaba a procesar los recuerdos del inicio de la fiesta, en la que había planeado...
No, eso ya no tenía sentido. Mucho menos esa estúpida coreografía elaborada en secreto.
—¡Yuuri! Ven aquí, aún no hemos... —la voz del suizo se vio cortada de inmediato cuando la mano de Víctor se posó en sus labios, obligándolo a callar.
—Por una vez en tu vida, abstente de decir o hacer estupideces —sonaba a una exigencia, pero Víctor estaba convencido de que era más una súplica. Su garganta se le cerraba en tanto veía a Yuuri alejarse, furioso por algo que no acababa de entender, pero que lo mató. ¿Lo peor? Fue lo suficientemente idiota como para dejarlo solo, a merced de un monstruo, mientras estaba demasiado ocupado queriendo elevar su orgullo de "hombre" —¿Qué diablos le dijiste, Chris? No, espera... ¿Qué pretendías hacer con el? ¿Lo estabas forzando?
—Lo estaba invitando, que es muy diferente —respondió, decepcionado... de que ya no hubiera más champagne para seguir bebiendo —Y no le dije nada más que la verdad.
—¿Qué verdad?
—Yo estaba suponiendo que Yuuri tenía idea de que tú y yo sabemos divertirnos juntos. Lo único que quería era que ese delicioso japonés participara con nosotros.
—¿Es que eres imbécil? —ya no lo soportaba más. Apenas podía reconocer a su amigo en el estúpido hombre que estaba frente a él, riendo como si se tratara de cualquier inconveniente. No, no lo era. Era su Yuuri, y Chris se había aprovechado de la demostración de confianza que le había dado tan solo unos momentos atrás —No sé qué le dijiste, y me da lo mismo que tú me lo digas. Pero no puedo creer que te acabo de decir uno de los mayores secretos que tengo, algo tan fuerte como para terminar con lo que queda de él, y que fuiste un animal como para lastimarlo. ¿Qué sucede contigo? ¿Qué quieres lograr?
—¿Entonces Yuuri si es el definitivo? ¡Iré a buscar un brindis por ustedes!
—No se te ocurra acercarte a él de nuevo, o se me va a olvidar quien eres.
Lo dejó ir, medio ebrio y todo risas absurdas, en tanto él iba a buscar a Yuuri. Su mente no terminaba de atar cabos, necesitaba que su japonés le dijera qué era lo que había pasado y el por qué le estaba doliendo tanto. No tenía la menor idea de lo que iba a decir, solo estaba seguro de que sería la verdad.
No sabía si su instinto o una conexión más mágica lo llevó justo al lugar donde suponía que estaría.
—Yuuri... —lo llamó en un susurro. Estaba agazapado, retirado de todo el mundo en la fiesta, sentado en una silla en el rincón más alejado del salón.
Víctor dio un paso adicional, angustiado, desesperado por alcanzar su objetivo. Pero una mano se agarró a su brazo derecho, como una tenaza incandescente, y fue arrastrado cuatro pasos hacia atrás.
Pensando que se trataba de Chris, y casi ya perdiendo la poca paciencia que le quedaba, volteó con el puño libre alzado. Pero no fueron verdes, sino oscuros, los ojos que parecieron lanzarle mil dardos venenosos de manera directa.
—Puedo entender que seas celoso, y que por ello hayas estado a un paso de hacer quedar a Yuuri como un infiel solo porque Minami se encargó de intentar solucionar el problema que ya habías suscitado al casi revolcarte con Chris en la fiesta —su dedo índice se estrelló en el pecho del ruso, mientras seguía hablando, con rabia contenida, pero a un nivel muy bajo —Considero que fuiste un idiota de talla mundial, tan grande como lo eres en el patinaje, pero, ¿puedes explicarme por qué está en ese estado, cuando tan solo media hora antes estaba riéndose conmigo de la manera en que bebías con tu rival, antes de que yo aceptara el duelo de Yurio...? ¿Qué le hiciste, Víctor? ¿Acaso tengo que recordarte continuamente que si no lo amas, es mejor que te alejes?
No quería hacerse de enemigos, esa nunca había sido su intención. Pero no iba a dudar en poner en su lugar a aquel que se atreviera a cuestionar lo que sentía por Yuuri, más aún si hablaba sin saber cuál era la realidad. Mucho menos le interesaba que fuera el mejor amigo de Yuuri. Lo lamentaba, sí, pero no lo amedrentaba.
—No voy a discutir eso contigo, Chulanont. Que no te importe con quien estoy, pero si estás aquí solo para estorbar, prefiero que te retires antes de que acabemos en malos términos —odiaba con cada vena de su ser que lo tocaran de esa manera, como si lo quisieran intimidar, aún más considerando de quien venía. Pero no iba a perder el tiempo con ese chiquillo, porque lo era. Él no le iba a impedir llegar hasta donde Yuuri se estaba derrumbando.
—Te crees muy hombre porque estás en tu territorio, ¿verdad? Muy protegido porque eres la Leyenda Rusa, y porque eres "un hombre de mundo" —satirizó la misma expresión de Chris, mirándolo con asco —¿Sabes lo que me dijo Yuuri cuando me lo encontré, tambaleándose, rumbo a aquí? "Víctor y Chris son amantes, Phichito-kun, hacen el amor cuando yo no estoy, hoy Vitya se estaba dejando tocar... Él no me ama, quiero morirme..." —la mandíbula apretada del más joven denotaba cuánto odiaba a Víctor y al suizo en ese momento —Eres un cerdo... Tienes cara de ponerte así conmigo y sacar pecho por tus juegos con tu amiguito, luego de dejar que lo haya humillado de esa manera, ¿a eso le llamas ser un amigo? Pues bien, ya que en tu mundo ideal los mejores amigos se meten en las relaciones, ahora me vas a escuchar: Lárgate de su vida. No pienso dejar que vuelvas a herirlo, y si es necesario, me encargaré de que Yuuri olvide todas y cada una de las cosas bonitas y falsas que le has dicho.
—No necesito que nadie, mucho menos tú, venga a decirme lo que me hace falta para ser un hombre —hinchó el pecho. Se sentía todavía más cabreado que cuando habló con Chris. De alguna manera podía esperar que él actuara de esa manera. ¿Pero Phichit? No le causaba otra cosa que no fuera la impresión de un pobre enamorado que vivía con la resignación —Yuuri herido puede decir muchas cosas de las que no está seguro. Ahora mismo, el único que está estorbando entre nosotros eres tú. Si eres su amigo, que dudo que sea lo que quieres de él, te recomiendo que te hagas a un lado y dejes que la persona que lo conoce vaya con él. Contrario a ti, que pareces ser el juez en todo esto, yo no quiero apartarte de Yuuri, pero no me detendré a pensar que lo eres si sigues siendo una piedra en mi camino. Phichit, calla y muévete.
Phichit soltó una risa decepcionada y triste a la vez, pero no se apartó. Sus ojos oscuros lo miraron fijamente, y habló casi sin expresiones, al menos al inicio.
—Nunca has sabido defenderlo... Siempre mirando a otros, cuando él solo te miraba a ti, esperando un reconocimiento. ¿Yo estorbo, soy una piedra en tu camino...? Soy el eterno amigo de Yuuri, ciertamente, lo sé, y no me afecta decirlo. Fui el primero en celebrar que al fin bajaras de tu trono para darte cuenta de lo que tenías danzando en tu cara mientras te revolcabas con seres como Chris... ¿Te gustaría que la gente del pasado de Yuuri viniera a hacer lo mismo en tu cara, en el mismo lugar en el que estás tú, eso te parece de hombres...? Pero claro, yo no debo meterme. Al final de cuentas, no se puede esperar mucho de alguien con cero capacidad empática —se apartó, mirándolo con asco —Si por mí fuera, pese a todo lo bueno que has hecho hasta hoy por él, no lo volverías a ver. Pero a diferencia de tu queridísimo amigo, que desde hace varios minutos está alardeando de lo bien que te comió el pene en una salida de adolescentes y lo bien que lo haces tú, yo respeto las decisiones de Yuuri. Y aunque me duela, no porque no sea yo, sino porque tú no te lo mereces, debe ser él quien decida si te cree lo indefendible...
Estático en su lugar, se debatía entre contestar a todas las injurias que estaban lanzando en su contra o ir a buscar, por fin, a Yuuri. ¿Eso era lo que había escuchado? ¿Aquella experiencia que fue poco menos que desagradable? Pero en algo tenía razón Phichit, aunque le revolviera el estómago. Era su amigo, el mejor y el más fiel. ¿Quién era Víctor contra eso? Si todo lo arruinaba, si era lo bastante incompetente como para no defender a Yuuri de quienes lo atacaba de manera tan infame, si Yuuri decidía no creer en él, ¿en quién se iba a refugiar? Chris ya no era una opción, ya no quería caer en lo mismo que se le estaba reprochando. Y ya no había nadie, por lo menos no en su cercanía. Y Yuuri tenía a Phichit, para siempre y a pesar de todo. ¿Qué había hecho él para ganarse ese derecho? Dejarlo a la deriva... Sí, el tailandés tenía razón. No se merecía a ese ángel.
—Eso no significa que me voy a rendir. Nadie en este lugar se merece a alguien como Yuuri —dijo, antes de avanzar hacia su objetivo —Pero nosotros no decidimos quién se queda a su lado. Sé su amigo y déjalo tomar sus decisiones. Bastante mal la ha pasado ya sin que sea su culpa.
—Soy su amigo y por eso lo expondré a que lo rompas en más partes, Víctor... Pero espero que puedas dejar a un lado tu evidente arrogancia y le pongas un alto a tus frivolidades y placeres si en verdad lo amas, y él te da una oportunidad. Así como odiaste que Minami lo toque, ponte en su lugar... Si lo amas de verdad, haz que la gente entienda por fin que es tu pareja y no un simple pasatiempo, como tus otras conquistas.
Y aunque Phichit, solo en eso, tenía toda la razón, no iba a permitir que lo viera flaquear en su determinación. Lejos de eso, lo recorrió de pies a cabeza, con una mirada que reflejaba... nada, que era justamente lo contrario al todo que su corazón sentía. Un todo temeroso de Yuuri, de lo que decidía, lo que hacía y lo que sentía. De lo que podría...
Yuuri mientras tanto se había abrazado a sus piernas. Estaba muy pálido, casi inerte, sin poder moverse... Se sentía como un niño pequeño al que habían despojado de lo más querido, de lo material más anhelado. No entendía por qué dolía tanto estar en el hielo, si en verdad, no estaba en la pista. Pero sí tenía claro que quien danzaba en ese momento ante sus ojos, encerraba algo oscuro en su silueta...
Cerró los ojos, porque en medio de aquel blanco, era lo único coherente. Los colores cegaban, el blanco cegaba... Lo negro era cálido, cobijaba... Brindaba ternura y abrigo como el peluche de un muñeco...
Como un dulce cachorrito.
—Yuuri... —lo encontró con su mirada tan perdida, que temió que estuviera viviendo una de sus pesadillas mientras estaba despierto. Se acercó con cuidado, sin atreverse a tocarlo por miedo a empeorarlo todo. En lugar de eso, se arrodilló frente a él, esperando que lo escuchara, que levantara la mirada para que supiera que seguía ahí —¿Qué... qué sucede? ¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte?
Escuchó su voz, y las pocas lágrimas que quedaban por ser derramadas se escurrieron, caprichosas, sin su permiso. Soltó una risa carente de gracia, de emociones, de alma, y abrió sus ojos, esquivando los contrarios.
—¿En qué podrías ayudarme...? Todo está como debe estar, Víctor. Al fin todo regresa a su cauce natural, y es hora de que cada uno recuerde y se ubique donde debe estar. Tu lugar no es aquí, está allá, en el jardín, tras esos árboles... Tristemente oculto, aunque supongo que soy el único que no lo vio hasta ahora. Debo haber sido el único idiota que se creyó esa tontería de quererte casar conmigo... Lo siento —apretó la mandíbula —No debí comprar esos anillos.
—No, Yuuri. Por favor, no me digas eso. No hay otro lugar en el que debamos estar que no sea juntos —si era efecto de la bebida, eso Víctor no lo sabía, pero sus finas lágrimas salieron apenas Yuuri sugirió, o concluyó por su propia cuenta, que todo ese tiempo había sido un error, uno de sus caprichos naturales, que él mismo era uno más que podía ser olvidado en cualquier momento —Jamás dudaría en casarme contigo, te lo juro. Pero... pero no entiendo. ¿Por qué...? ¿Qué pasó? O, más bien... ¿qué hice?
Yuuri frunció el ceño, y contra su propia voluntad, lo miró. Aun el alcohol hacía estragos en su organismo, pero el cinismo de Víctor en verdad dolía. Y solo confirmaba todo lo que Chris había mencionado sobre la manera en que ellos se relacionaban, pese a su relación.
—...así que, no sabes qué hiciste... Ya veo —se irguió un poco, lo más que le era permitido por su ansiedad, que estaba en esos momentos pugnando por ganarle a su autocontrol —¿Sabes? Te mentí: No era completamente virgen cuando me conociste. Yo... ya había besado a alguien, ya me habían tocado... Considerando que tú consideras que no hiciste nada esta noche, ¿está bien para ti que me vaya a la cama con Phichit? Él siempre ha sabido cómo hacerme sentir protegido...
Ese tailandés debería considerarse afortunado de que Víctor no tuviera los mejores ánimos como para ir a la cárcel, culpado de tortura y asesinato. O, por lo menos, de que no quería que Yuuri presenciara eso de su mejor amigo. El ímpetu lo tenía, y apartó un poco la mirada de los ojos marrones de Yuuri para buscar a Phichit, quien estaba hablando a solas y entre cuchicheos con Minami. A decir verdad, ambos tenían tanta suerte...
—Ni siquiera quiero preguntar por qué eso es importante ahora, o qué tiene que ver con lo que estamos hablando —alzó un poco la voz, producto de su orgullo mancillado. Pero, ¿qué esperaba? Estaba jugando con fuego, con uno muy peligroso —Y no. No sé si ya lo notaste, pero el patinaje es lo mío, no la adivinación. Así que no, no sé qué hice. Agradecería mucho, Katsuki, que tuviera a bien decirme en que lo ofendí.
Herido. Así se sentía. Como siempre, a él nada le salía bien, mucho menos esto de ser sarcástico o conseguir que su pareja sintiese por lo menos una pizca de los celos que él sentía por él cada que alguien se le acercaba... Pero claro, ¿quién sentiría celos de un tipo tan insípido como él, teniendo a un sex symbol como Chris, disponible a todo y en todo momento...?
—...no voy a participar en el Grand Prix, Nikiforov Coach... En verdad, te pagaré todo lo que has gastado hasta el momento, solo te pido un poco de tiempo —se puso de pie, tambaleándose, pero logró vencer el vértigo —No se preocupe por nada, de mi boca no saldrá nada que lo haga quedar mal ante mi familia. Después de todo, soy yo el que terminó metido en una relación de años, así que lo mínimo que puedo hacer es asumir mi culpa para reparar el honor de mi familia... Perdóname, Víctor —lo miró a los ojos —Después de ver la manera en que disfrutaste el casi hacer el amor con Chris esta noche, solo me queda la vergüenza de haber sido un remedo barato de amante... Te retribuiré declarándome un perdedor que ni siquiera tiene valor para participar. Al final de cuentas, él ya me ganó desde hace mucho tiempo...
Yuuri era un misterio para muchos, y muy a pesar de lo que Víctor supiera de él, más que el propio Yuuri, lo que más le sorprendía de él era la capacidad casi innata que poseía para herir sin que se lo propusiera. Su corazón no solo se encogió, sino que casi lo escuchó hacerse trizas a cada palabra cadenciosa que salió de su boca. A final de cuentas, ¿qué es lo que había logrado con él? Sí, claro que tenía errores, claro que Chris se había aprovechado y él había sido lo suficientemente idiota como para no entender qué es lo que el suizo pretendía hacer desde el principio. Pero... ¿Yuuri de verdad aún no se creía que era su mundo, y todavía más? ¿Tan pobres habían sido sus palabras, sus acciones, sus sentimientos, para que no entendiera que después de él, no había nada?
Jamás. Jamás iba a permitir que se le escapara como agua entre sus dedos. Le daba lo mismo que refunfuñara, jaloneara o gritara injurias contra él, pero se lo iba a llevar de ahí. Lo tomó de la mano y, en efecto, aunque sintió resistencia, comenzó a caminar hacia el exterior de la casa donde se llevaba a cabo la fiesta, ignorando tanto las expresiones de molestia de Yuuri, como los intentos infértiles de Phichit y Minami por seguirlos, luego de que les lanzó una mirada mortal.
—Vamos a salir, y vas a dejar de soltar esas tonterías y me dirás que es lo que te sucede, Yuuri. Te adoro, lo sabes. Pero no voy a dejar que hagas lo que se te venga en gana conmigo hasta que, por lo menos, tenga una explicación.
—¿Explicación...? ¿Cómo pue...? Víctor, suél... suéltame, no... Grrr, ¡suéltame! —pero muy dentro de sí, el que estuviese insistiendo de esa manera le hacía sentir que "tal vez", en realidad, las palabras de Chris no reflejaban la realidad —¿Por qué haces esto...? Chris dice que tú lo prefieres antes que a mi, que yo no te satisfago... ¡Dejaste que te toque, me estabas siendo infiel con él!
Llegó a donde quería, justo al lugar en donde Yuuri había encontrado la "escena del crimen". Ahí, entre arbustos y un par de abedules altísimos. Sin soltar su mano, en tanto que ocasionalmente se quejaba por la uñas que se clavaban en su piel, lo acorraló contra el tronco de uno de los árboles, poniendo sus brazos a ambos lados de su rostro, casi obligándolo a que le sostuviera la mirada.
—Ahora es mi momento, Yuuri —estaba tentado a besarlo, a robarle el aliento y dejarle en claro que tanto deseaba estar con otra persona que no fuera él: Ni un poco —¿Eso es lo que viste, lo que te dijeron o lo que piensas? ¿Cómo puedo ser infiel si ni siquiera estaba buscando eso? ¿Tú viste que me besara? ¿O te cegaste a tiempo de ver como lo rechazaba para creer lo que tú querías?
Tenerlo así, dominante y emanando esa energía tan fuerte, se llevó lo poco que quedaba de embriaguez en su cuerpo. Amaba esa faceta nueva que le veía, y de hecho, había ocasiones en las que se moría por tener a un Víctor así, masculino, activo, ejerciendo una superioridad que fuera más allá de un egocentrismo que no le conocía... Pero no era el momento de desearlo, aunque fuera inevitable ya que lo amaba. Era el momento de las respuestas, de aferrarse de nuevo a las palabras del Víctor enamorado, si en verdad quería no morirse de dolor.
—...los vi de lejos... Me pareció que tú estabas llorando, o algo así, y tuve miedo de que te estuviese diciendo alguna tontería. Así que me fui acercando para ayudarte a molestarlo entre los dos, pero... —sollozó —Luego vi que él te llenaba de besos y tú no hacías nada, te dejabas... como... como cuando lo hago yo... —lo miró a los ojos —¿Qué se supone que debe significar eso, Víctor? Yo no volví a besarme o intentar algo con otras personas desde que estoy contigo, aun cuando no se hizo oficial, me empecé a considerar tu pareja. ¿Por qué no le dijiste las cosas como son...? ¿Te avergüenzas en verdad de haberte unido a mí? ¿Cómo puedo creerte si tus acciones con Chris refuerzan lo que él me dijo...?
Estúpido Chris por hacer cosas que lo lastimaban a él. Y estúpido Víctor por no dejar esas mismas cosas en claro, por permitir que penetraran un corazón tan sensible y frágil como el de Yuuri. Relajó su cuerpo, bajó sus brazos unos segundos para, momentos después, tomarlo de los hombros y atraerlo hasta su cuerpo. Sintió apenas un poco de resistencia y luego cesó, sin saber si estaba aceptándolo o resignándose. Pero así funcionaba el lenguaje de Víctor: hacía sentir lo que sus palabras no podían terminar de explicar.
—¿Pero cómo llegas a esa conclusión sin siquiera preguntarme, tonto?
—...porque él es tu mejor amigo y te conoce mejor que nadie. Yo también te conozco, pero a través de mi fanatismo... Yo conozco al Víctor que incluso tú mismo terminaste odiando porque te sumiste en la soledad. Las personas solo se conocen al tratarlas... —buscó su mirada —En verdad, no puedes culparme... Todo lo que me dijo —lágrimas volvieron a caer —todo, todo me fue incapaz de ser refutado con la información que yo tengo. Sé que me amas, porque no te creo capaz de burlarte de mí de esta manera, pero, Víctor... En ninguna revista dijiste que Chris fuese tu amigo con derecho, o alguien tan importante como para permitirle ser así contigo, como un amante... Nadie te ha asociado a él —bajó la mirada — Es como si lo hubieras ocultado de la misma manera en que te ocultaste esta noche, evitando que yo los viese... ¿Acaso tienes un secreto que yo no debo conocer...? ¿Acaso... acaso has preferido compartir eso también con él, y no conmigo...?
—Él no sabe absolutamente nada que tú no sepas ya —era la verdad, por mucho que le doliera que Yuuri no recordara que tenía ese conocimiento. Pero sonaba a una mentira, a una que le podría explotar en la cara algún día, e iba a arrasar con todo aquello que había construido a base de amor —Mi Yuuri, mi amor... —lo pegó aún más a su pecho, dejando que derramara todas las lágrimas que le fueran necesarias —¿Te parece que no me conoces? Lo acabas de decir... Chris conoce al Víctor que se odiaba a sí mismo, que estaba vacío. Pero tú siempre supiste qué hacer y qué darme para reencontrarme, y enamorarme de ti en el camino. Nadie me asociaba con Chris porque no había nada que hacer coincidir. No teníamos nada... —se mordió la lengua, porque no era del todo correcto —...O, bueno... sí hicimos algunas cosas... pero no importaban lo suficiente como para decir que estábamos saliendo o algo así. ¿No tienes cómo refutarlo? ¡Claro que sí! En todas esas revistas o programas... ¿alguna vez me viste como me ves ahora? ¿No te das cuenta de cuánta vida me has dado o que tan feliz me hace tu amor?
Lo abrazó con mayor fuerza, al escucharle decir todas esas cosas... Claro que, no le agradaba la idea de que en verdad algo de las palabras de Chris fuesen reales, pero, confiaba en su Vitya. En la manera tierna en que lo llamaba su vida y amor, ese proceso de resurrección que ambos se habían regalado mutuamente, en ese proceso que seguía vivo, en ese respetarlo e irlo educando con paciencia en la manera de amar de correctamente.
Yuuri sabía muy bien que Víctor no era como él. Víctor tenía mucha experiencia, o al menos, eso decían sus fuentes de información, esas que hablaban de muchas novias, pasajeras casi todas, pero novias al fin.
Sin embargo, ninguna vez, salvo las relacionadas con su profesión, esa sabiduría del mundo había sido usada para hacerlo sentir menos. Por eso, Yuuri sabía que si Víctor deseaba amarlo de manera completa en cualquier momento, no debería temer hacerlo. Porque sus brazos eran el lugar más correcto para refugiarse, como un pequeño cachorrito entre el cuerpo de sus padres.
—...por favor, no dejes que vuelva a besarte... Me duele mucho —confesó, avergonzado —Yo... yo quiero que Vitya sea solo mío...
—Él no importa, Yuuri. Ni él ni nada de lo que te haya dicho importan para mí —lo besó en su cabellera suave y negra, en su frente y en su sien. Aún lo sentía temblar por los rezagos del llanto, así que acarició su espalda, para terminar aferrado a su cintura y meciéndolo al ritmo de la melodía de la noche y el viento —Mi pasado es eso, solo pasado y ahí hay que dejarlo. Tú eres el que me importa, a quien amo, a quien necesito conmigo. Todo lo demás... no importa. No significa nada.
Se permitió gimotear una última vez, antes de sonreír, aun ocultando su rostro en su pecho. Víctor lo hacía sentir a veces tan femenino, pero no le importaba. Con él podía ser desde la virgen más recatada hasta el Eros más atrevido y caprichoso. Por amor. Por respeto. Por deseo y placer compartidos con la persona elegida.
—Lo siento... No debí dejar que Phichit y Minami me convencieran de ese baile. Lamento que me hayan tocado, había bebido mucho... Y estaba demasiado celoso...
—No —espetó, decidido, firme y enojado —Esto no tiene nada que ver con eso. Primero, no es justo que ellos se aprovecharan de la situación, ni tus amigos ni el mío. Aunque Minami tiene razón, tú no eres un objeto por el que debamos competir, pero... pero no quiero que nadie te vuelva a tocar de esa manera. Nadie más que yo.
—Víctor... es que yo... yo no sé si puedo... cubrir tus expectativas... Quizá Chris tenía un poco de razón.
—Shhh... —puso un dedo en sus labios para silenciarlo, mismo que después suplantó con su boca sabor a champagne y celos decadentes —He vivido suficiente como para saber que te quiero a ti. Tú eres más que cualquiera.
Vivir lo suficiente. ¿Qué tanto había sido eso?
Yuuri se dejó abrazar por Víctor y él mismo lo rodeó por la cintura. A pesar de que trató de hacer que el sonido de sus respiraciones y latidos lo calmara, una sensación incómoda se quedó latente dentro de él.
Si el pasado de Víctor debía quedarse atrás, ¿Qué tan profundas habían sido las experiencias para estar seguro de que era precisamente Yuuri lo que más se adecuaba a él? Por primera vez, Yuuri lamentó no tener esas experiencias, no haber pasado por esas situaciones, no vivir un poco más allá de Víctor.
¿Sería muy tarde querer intentarlo...?
Barcelona, días atrás. Competiciones del Grand Prix Final
El día había llegado, y con él los nervios, pero ni por eso su amanecer había sido menos mágico. Despertar para ver, en medio de su miopía, la piel blanca que sostenía su mejilla, y sentir que unos brazos rodeaban su espalda y cintura, lo había llenado de pudor y vergüenza, pero también de una extraña sensación de plenitud. Porque su piel había sentido la contraria, regulando ambas típicas temperaturas corporales de la albínica frialdad rusa, y la casi solar calidez japonesa. Desnudos, sí, aunque las sábanas se mantenían puras e inmaculadas, pese a que, en efecto, habían sido mudas testigos de aquel retoce para nada inocente.
O mejor dicho, el más inocente de sus compartires. Porque Víctor y Yuuri se habían declarado primerizos en el arte de amar con el cuerpo. Porque aunque Víctor tuvo un atisbo de miedo al recordar que en realidad su cuerpo sí sabía lo que era estar dentro de otro, se había sentido tan tímido como el pequeño japonés que con las justas se había tocado una vez al mes a lo largo de su adolescencia, con pudor y culpa, ante el "honor" de su familia.
Pequeños tontos, pensarían, tal vez, años después de aquella noche, si es que llegaban a viejos juntos. Pensar en esas cosas cuando la propuesta tartamuda de Yuuri por compartir la ducha había terminado en un compartir la cama, y luego los cuerpos. Tocándose, mancillándose, erizando botones de piel, y otras partes que clamaban a gritos poder conocerse al fin como deberían hacerlo en algún momento.
Pero no. Ese no era el ideal, así que las caricias, los besos, las lamidas, el saborear el fluido ajeno de la vida, había sido el coro de ángeles de aquella habitación compartida antes de su último programa corto. Antes de que, en efecto, como le había recordado cobardemente días atrás Chris a Yuuri, terminase de robárselo al mundo, para convertirlo en solo su propiedad álmica y del corazón.
Porque sí. Víctor era suyo, aunque mil Laryssas pugnasen por quitárselo.
Así que estaba ahí, sentado, luego de terminar de ponerse la parte de arriba de su traje, en medio del vestidor del gran recinto que albergaba la pista de hielo en la que, por fin, se mediría con su ídolo. Tenía los ojos cerrados, los puños apretados, y el corazón latiendo a mil. La noche anterior, la habían pasado juntos, mirándose a los ojos luego de alcanzar el clímax solo a base de caricias. Víctor había acariciado sus brazos, con amor, con delicadeza, aun después de que había cedido a los efectos del jet lag... Y aunque no se lo había dicho, aunque pese a los propios recuerdos de Yuuri, Víctor hubiese sido el de siempre aquella mañana, estaba seguro de que esta vez sí que había sido testigo de los efectos desagradables de aquellas pesadillas.
Porque, ¿cómo explicar que no hubiesen sido dolorosas, si esta vez había logrado ver, con horrorosa claridad, cómo aquella silueta oscura tomaba entre sus manos a Vicchan, y...?
Con un jadeo, abrió los ojos, robando aire al ambiente como cuando en el pasado, los ataques de pánico lo ahogaban, solo para encontrarse con ese hermoso rostro ante el propio, sonriéndole con amor.
—...Vitya...
—Lo siento por asustarte, no pude evitar perderme en la preciosa vista. Si ya era adicto a ti, me temo que ahora ya no tengo arreglo... —las mejillas japonesas se tiñeron de un casto rubor, y sus ojos se fijaron en sus pies, ya calzados con el equipo reglamentario.
—Quien debería decir eso, soy yo... La Leyenda Viviente eres tú...
—Sabes bien que más allá de cualquier hermosa fachada, que por cierto, en Rusia y cualquier país europeo, es insípida y común frente a la tuya, mi complejidad es mínima comparada a todo lo que eres y representas —le acarició el rebelde mechoncito de la izquierda, que siempre se resistía al gel para peinar —Llegamos a este día —se sonrieron —Te confieso que se siente raro, muy extraño...
—Es porque en el fondo no quieres retirarte...
—Cierto, preferiría no hacerlo. Pero, un rasgo de mi personalidad es la vanidad involuntaria, y eso me lleva a desear irme antes de convertirme en una figura pasada de moda. Antes de que no quede algo que mi fan número uno no pueda admirar —Yuuri frunció el ceño, ofendido.
—Nunca dejarás de sorprenderme y llamar mi atención... —Víctor rió bajito, robándole un beso.
—Bueno, tú eres mi fan número uno de la vida real, pero... Mi verdadero fan número uno, así como el tuyo, soy yo mismo, Yuuri.
El japonés abrió los ojos por completo, agitó sus pestañas como queriendo disipar cualquier duda, y luego, al ver su sonrisa, bajó la mirada.
Su fan número uno... él mismo... Sin lugar a dudas, tenía mucho sentido, aunque era muy difícil que su falta de autoestima lo viese de esa manera.
Porque, él no tenía autoestima, ¿verdad?
Con los ojos proyectados al piso, observó las cuchillas de Víctor. Y luego las suyas. Incluso en ese equipo, se lograba ver la amplia diferencia de potencialidades económicas, físicas y artísticas, pero... Si se ponía a ver más allá, si observaba en esas cuchillas una hermosa metáfora de la realidad, ¿podía llegar a entender las palabras de su pareja, podía en verdad llegar a captar su bello significado?
Yuuri era un niño crecido en medio de una familia hermosa, una familia llena de amor. Nunca había tenido que sentarse a la mesa para explicar las cosas que le gustaban o no le gustaban, ellos simplemente habían navegado a su lado, como integrantes de una flota uniformada, a causa de la incapacidad de Yuuri de permitirles abordar su propia barquita. Pero así había sido. Si bien es cierto él no era un heredero millonario, ni un hombre que se cargara la autoestima familiar al hombro, era un luchador innato: había vencido su trastorno de ansiedad, sus problemas de peso, su timidez, su dificultad para comunicar lo que quería, las carencias para alcanzar sus sueños profesionales... ¿Aún no era capaz de verlo...?
Víctor sonrió enternecido cuando una tonalidad adorablemente rosada fue subiendo por la piel expuesta de los hombros contrarios, hasta alcanzar sus mejillas y orejas. Y suspiró, aliviado, feliz, y emocionado, aguantando las ganas de llorar. Porque era más que obvio que Yuuri ya había dejado atrás su maldita etapa de negación.
—...solo yo debería ser tu fan número uno... —lo oyó gruñir entre dientes.
—Jajaja, ¿me estás celando conmigo mismo? —asintió, aun sin mirarlo —Oh, Yuuri posesivo y celoso, eso añade un motivo más por el cual quiero repetir lo de anoche dentro un par de días... —el sonrojo incrementó. Los ojos celestes aguardaron unos segundos y, tras acariciar su mejilla, Víctor volvió a hablar —Amor, ¿no te arrepientes, verdad?
—Claro que no —susurró, elevando un poco la mirada —Lo único que lamento es que no haya ocurrido, por completo. Llevo queriendo hacerlo mucho tiempo, e imagino que tú también... —reconocer aquello los hizo suspirar al mismo tiempo.
—Por supuesto que sí. Te amo, y el desearte es parte adorable del paquete completo que asumí al hacerme responsable de mis sentimientos por ti. Pero me habría reprochado de por vida el entregarnos por primera vez a unas horas de nuestro programa corto, amor. Necesito a mi contrincante más importante en plena forma estos dos días, no podía permitirme exponerte a un cuerpo afectado por nuestra primera vez —los ojos chocolate se llenaron de lágrimas de gratitud al sentirse tan protegido y amado —A partir de pasado mañana podré tomar a mi novio de mil formas posibles, así que tomemos lo de anoche como un calentamiento... —no lo dejó evadir su mirada, robándole un beso muy provocativo y sensual.
—Vitya... —Yuuri se dejó llevar, sin permitirse pensar en nada más que aquellos labios traviesos.
—...en dos días... te juro que te llevaré al cielo tantas veces que tendremos que comprarnos una propiedad allá arriba...
—No digas esas cosas... —pero muy dentro de sí, anhelaba que su relación subiese a ese nivel de complicidad, que fuesen al fin un solo ente que se permitiría tomarse confianzas que solo ambos tendrían por derecho sobre sus cuerpos.
—Lamento no poder obedecerte. No después de haber tenido el privilegio de escuchar tu voz de esa manera, en mi cama... anoche... Y haber tocado tu piel... —sonrieron, cómplices, y sin poder evitarlo, volvieron a juntar sus labios, explorándose, deseándose... mientras las manos de Víctor delineaban la sexy abertura que el cierre aún abierto dejaba sobre la deliciosa piel de su espalda —Yuuri...
—Víctor... —pero todo deseo de comer a besos una vez más esa piel se fue de golpe, al escuchar esa voz que conocía demasiado bien, para su desgracia.
Rabia. Efervescencia de la lava. Como una tetera en plena ebullición. Todo en su interior maldijo a aquella voz que había sonado a espaldas de Yuuri, rompiendo el encanto del beso compartido.
Se puso de pie, y ocultó a su novio tras su cuerpo. Lo que menos deseaba en ese momento era que los ojos lascivos de aquel sujeto se deleitaran con la casta humanidad de la persona que amaba.
—¿Qué haces aquí...? —pareció escupir sus palabras.
—También compito, Víctor... —Chris no se lo reprochó con altanería. De hecho, estaba tan avergonzado, que al encontrarlos de aquella manera, había volteado a cualquier parte, con tal de no mirarlos, mucho menos a Yuuri, solo atreviéndose a interrumpir porque consideraba muy arriesgado que ellos estuviesen pensando hacer otras cosas en un lugar público.
—Oh, cierto. En estos días jugarás a que eres un tipo digno —Yuuri estaba asustado. La voz de Víctor destilaba molestia en niveles que no le conocía, y se sentía algo culpable por ello.
Al final de cuentas, Chris había sacado más de su lado desagradable por su propia culpa, aunque tampoco podía acusar a Víctor de exagerado si él mismo conocía cuán perverso podía llegar a ser aquel suizo.
—No te culpo por odiarme, Víctor...
—Lo contrario me ofendería más que todas las estupideces que has hecho hasta ahora... —el ruso lo miraba con una expresión aterradora.
—¿Y qué hay de las que tú mismo deberías avergonzarte, Nikiforov...? —los prometidos dieron un respingo al escuchar y ver aparecer a Masumi tras el suizo, tan hermoso como lo recordaban, pero serio como nunca. Demasiado serio —Porque las tienes, aunque te hayas olvidado...
Yuuri sintió la tensión del otro cuerpo, así que acarició sus hombros, con delicadeza, y luego intentó aligerar el ambiente, obligándose a dejar de lado sus propias reservas.
—Masumi-san, qué bueno volverte a ver, yo quedé muy... —Yuuri se estremeció cuando, tras dar unos pasos hacia el suizo mayor, las manos de su novio tomaron su cintura pequeña, para retenerlo a su lado... —¿Vitya...? —... y subieron con una lentitud seductora el cierre.
—Estaba abierto, cielo.
—No culpo a Nikiforov por cuidar lo que es suyo, Katsuki. Es más, creo que es algo natural, y casi obligatorio, el hacer que las personas respeten a tu pareja... —Víctor se sentía muy incómodo ante las palabras de Masumi, y aunque deseaba confrontar al sujeto frente a ellos, su actitud la comprendía perfectamente: De seguro el suizo estaba enterado de lo ocurrido en la fiesta, luego del incidente con Minako, y era natural que anduviese en modo defensivo/ofensivo, al ser la parte herida al mismo nivel que Yuuri —Ahora sí lo respetas, ¿verdad?
—Sí. Creí en su momento que había bastado el decir a todos que quería casarme con él, pero ciertamente olvidé lo más importante: aclarar qué cosas de mi personalidad podían hacerlo sentir herido u ofendido —dijo Víctor, y Yuuri bajó la mirada —Pero ya he aprendido mi lección, a diferencia de tu pareja, quien pese a saber quién es Yuuri en mi vida, se atrevió a sobrepasarse. Lo sabes, ¿verdad...? —Chris bajó la mirada, arrepentido.
—Víctor, por favor, no es necesario —Yuuri no gustaba de ese tipo de situaciones y confrontaciones.
—Al contrario, lo es, Katsuki. No me corresponde, lo reconozco, pero si estamos ambos aquí, es para intentar solucionar cualquier problema que Chris haya generado entre ustedes —Víctor quiso hablar, pero Masumi lo detuvo alzando una mano —Por favor, te ruego me escuches, Nikiforov. Aquella noche en la fiesta, huí, herido, como sé que fue herido posteriormente Katsuki por la actitud de Chris que tú permitiste...
—Ese asunto ya lo hemos aclarado Yuuri y yo, fue una actitud unilateral de parte de Chris motivada por... —Víctor calló, luego de responder con impulsividad.
Demonios, ¿cómo iba a explicar aquello ante Yuuri? Aquella vez lo había tratado con pinzas y mucho aceite, para que la atención resbalase hacia sus sentimientos sin que Yuuri profundizara en su interés, pero ahora... Ahora, por culpa de Masumi, quizás...
—Oigan, calvo, Katsudon, ya están llamándonos para... —Víctor bendijo como nunca la llegada de Yurio, por muy estridente que fuera su voz, aunque por la expresión del rubio, temió que cierto suizo fuese despellejado vivo en ese momento —¿Qué hace aquí esa basofia?
—Yurio... —el japonés, siempre pacífico, se apresuró a apoyar sus manos en los hombros del joven ruso —Estamos conversando con él y con Masumi-san, no te preocupes, se está comportando bien...
—Comportando bien mis pelotas —el menor miró con odio al suizo, y luego a su pareja —¿Ya sabes lo que le hizo al Katsudon, te ha contado que quiso aprovecharse de él...?
—A no ser que me haya mentido, tengo entendido que podríamos aplicar esa expresión a ambos, Plisetsky: Chris intentó forzarlo a tener relaciones, sí, es cierto, pero Katsuki se atrevió a obligar a Chris y a todos los anotados en su lista de metas a equiparar con su pareja, a cumplirle el capricho del día, entre ellos, a convertirlo en un nuevo Nikiforov.
—¿Cómo te atreves? —Víctor esta vez sí que intentó avalanzarse contra aquel hombre que era mayor que él, furioso y ofendido, mientras Yuuri temblaba al darse cuenta de que en realidad, Masumi había resumido muy bien su propia estupidez.
—¿Qué te ofende de lo que acabo de decirte? Míralo, él debería ser quien reaccione ante mi acusación, y contrario a todo lo que he expresado, está ahí, aterrado, pensando que vas a cometer una imprudencia contra mí —mal que bien, los rusos le dieron la razón, frunciendo el ceño hacia el inactivo Yuuri.
—¿Katsudon...?
—...yo... —Yuuri bajó la mirada, temblando, y generando un agujero negro en el pecho de Víctor. ¿En verdad la lista solo era para eso, para equiparar su experiencia...? ¿No había un fin mayor, no había un objetivo... quizás, más poético...?
—Masumi —Chris habló de nuevo, y negó, casi de manera imperceptible, callando cualquier intento por continuar —Víctor. Ni Yuuri, ni mucho menos yo, somos inocentes del todo, pero tampoco esa lista es un crimen que deba echársele en cara a tu novio, porque su intención es válida...
—Lo dice un promiscuo de porquería —Yurio logró que los hombros de Yuuri se contrajesen aún más contra su cuerpo.
—Era un promiscuo, debo reconocerlo, y tras la gala, iré a disculparme personalmente con Minako —los cuatro miraron con asombro a Giacometti—Fui un canalla con ella, es una dama, y yo me burlé de sus sentimientos puros de fanática. Si Yuuri no hubiera tenido la decencia de detenerme, habría herido a esa mujer, y no hay día en que no me arrepienta... Por eso se lo dije a Masumi —nueva sorpresa.
—Lo contrario se aplica a la mujer rusa que ofendió junto a Chris a Katsuki, Nikiforov. No tiene perdón, y comprenderás que es una persona no grata para mí —Víctor entendió que Masumi hablaba de Laryssa y la porquería que hizo para atacar a Yuuri —De todas las amistades entrañables que fueron consideradas por la prensa como personas importantes en tu vida, me imagino que te arrepientes de ella...
—De ella y de Chris —el aludido bajó la mirada ante lo duro que Nikiforov sonó, aguantando las lágrimas —Chris... Yo confiaba mucho en él, y me traicionó de la manera más terrible.
—¿Estás seguro de que lo hizo...? —algo en la pregunta de Masumi, pronunciada mientras los nombres de los patinadores resonaban por los altavoces, hizo que Víctor frunciera el ceño y mirase aterrado a Chris.
—¿...viejo...? —eso mismo no pasó desapercibido para Yurio, aunque Yuuri estuviese en esos momentos ocupado en amarrarse bien los patines, o fingir que lo hacía.
—Creo que lo mejor es que... —Yuuri se puso de pie con brusquedad, y trastabilló, siendo auxiliado por Chris, el más cercano. El susto impidió que los rusos y el otro suizo renegaran por esa acción.
—¿Estás bien...? —con los ojos apretados, Yuuri se tomó su tiempo para responderle al suizo.
—...mareado... —entre Víctor y Chris, lo ayudaron a sentarse, mientras Yurio le alcanzaba una botella con agua para que bebiera.
—¿Has estado durmiendo bien, Katsuki? Chris me comentó que la noche en que se quedó en tu casa no lograste dormir —Yuuri recuperó color en el acto, y miró a su novio, con gesto culpable, evitando la mirada de Masumi, pensando en qué podía responderle para no sonar demasiado evidente.
—...fue porque estaba tenso...
Chris miró con disimulo a su novio, y él asintió, sin quitar su expresión neutral, tan diferente a la que lo caracterizaba. Suspiró, y aunque le había prometido no volver a mentir, aquella se le antojó una mentira permitida, y sana, con un objetivo, después de mucho tiempo, justificable.
—Te oí llorar a medianoche, y entré a tu habitación a verificar. Parecías tener una pesadilla, pero no pude despertarte —Chris habló firme, serio, y mirando a Víctor, quien a su vez, lo miró, palideciendo.
Solo Yurio parecía no entender nada, pero prefirió dejar sus averiguaciones para luego.
—Eh... yo... —Yuuri se sintió pequeño, pequeño, y tenso, ante la mirada de los otros hombres, muy especialmente la del ruso mayor.
—¿En verdad, amor...? Como... ¿como la pesadilla de esta madrugada...? —Víctor se atrevió a preguntar, sintiendo que, por primera vez, Chris era de nuevo un cómplice, uno que estaba ayudándole a dar primeros pasos hacia la liberación de ambos.
—...de... ¿de esta madrugada...? —se notaba por su respiración, que Yuuri empezaba a tensarse.
—Arggg, basta, ¿no ves que está poniéndose ansioso? —Yurio interrumpió el momento, apartando a ambos, y jaló a Yuuri con un poco de brusquedad —Ya pasaron diez minutos desde que nos indicaron que quedaba media hora para que inicie el evento. Calvo, culo fácil, me iré adelantando con este idiota, nos vemos en la pista —sin importarle la mirada aterrada de Yuuri, ni sus súplicas porque no lo alejara de Víctor, salió del lugar, emanando molestia.
Una vez solos, Víctor quedó quieto e hincado en el piso, apretando los puños, e ignorando olímpicamente el que la gravedad estuviese haciendo estragos en su peinado y el sudor que empezaba a empapar su frente.
—Si te lo estás cuestionando... la respuesta es no. Ni siquiera dejé que Chris me contara sobre Katsuki. Quiso darme su voto de confianza cuando conversamos sobre su problema y todo lo que les había ocasionado a ustedes, como pareja, pero no, lo averigüé por mi cuenta... Víctor —por primera vez, Masumi lo llamó por su nombre, captando el interés de esos ojos cargados de miedo, mientras se acuclillaba ante él —No soy un experto, pero al menos algo sobre este tema sé, y créeme: dejar pasar más tiempo puede convertir esta situación en el prólogo de una pérdida...
—¿Por qué? —el ruso palideció, casi jurando que su corazón estaba a nada de detenerse.
—Porque, solo por ahora, puede llegar a entender que lo protegiste, incluso si usas como escudo el deseo de que llegara a tener una carrera excelente, estando a un paso de retirarse con los máximos honores. Pero luego, Víctor, pensará que lo hiciste por lástima, por culpa... Por aquellas cosas que, cualquiera que conozca la historia, y lo compare con las que se cree fueron tus ex, podría usar como argumento para creer que tus sentimientos no son románticos. No estoy justificando a Chris, pero... incluso yo podría haberlo pensado de esa manera, si hubiese sabido de antemano que aquel niño japonés al que rescaté aquella mañana en Rusia... era él.
Víctor aumentó su expresión pasmada, y luego ocultó su rostro entre sus manos y se puso a llorar con verdadero sentimiento, mordiéndose el dorso de la mano para intentar que sus sollozos no se oyesen.
—Con riesgo a quedar como un canalla de nuevo, te diré la verdad: No lo oí llorar. No podía dormir, porque era tentador saber que Yuuri dormía cerca, y que me había considerado en esa tonta lista. Siempre he sido impaciente en esos temas, lo sabes, así que me escabullí, con la idea de proponerle adelantar las cosas —ni siquiera esa declaración de Chris lograba en Víctor una reacción diferente al de la desesperación —Entré, y primero lo vi sonriendo y llamándote en sueños. Así que me... —miró con algo de vergüenza a su novio, y luego continuó —me atreví a tocar sus piernas, y luego acerqué mi rostro a su cuerpo... Pero quedé confundido al ver que en menos de un suspiro, él estaba llorando, quejándose, y empezando a sudar. Primero creí que tal vez estaba teniendo un sueño erótico, pero luego entendí que era una pesadilla. No pude despertarlo pese a que lo moví durante media hora, Víctor...
—¿Por qué no me avisaste? —habló, congestionado.
—Tuve miedo a tu reacción. Yuuri y tú estaban enfadados, eso lo supe por él. Tuve miedo a que la lista se fuese a la mierda si yo no cumplía el trato de no avisarte —esta vez sí hubo reacción: el ruso lo agarró del cuello y apretó, con odio.
—¿Priorizaste el violarlo a protegerlo de un ataque de pánico y ansiedad, maldita basura? —las manos de Masumi lograron liberar al suizo luego de un forcejeo, y luego abrazó a Víctor, dejándolo llorar contra su pecho, gracias a su mayor altura.
—Fue una canallada, te apoyo en eso. Pero Chris me contó que luego, al despertar, Yuuri demoró cinco minutos en reconocerlo y recordar por qué estaba ahí.
—...y al día siguiente no comentó nada. Temí decir algo de más, recordé lo que me compartiste, y no supe qué hacer... Lo siento mucho... —Chris no se quejó después del odio que recibió. Sentía bien merecido el trato de su amigo.
—Víctor... —Masumi buscó su mirada, con actitud paternal, adolorido al ver la devastación de los ojos celestes —Sabemos que lo hacen por su bien, pero no está resultando. Mejor dicho, ya la fecha límite para este paliativo expiró. Katsuki no es débil, tú lo sabes mejor que nadie, lo has protegido más que su propia familia. Libérate.
¿Así se sentía un hermano mayor preocupado por tu felicidad?
Víctor no se lo reprochaba a Vladya, pero quizás si él hubiese sido como Masumi, él no habría cometido tantas tonterías juntas al estar solo ante ese dilema.
El suizo sacó un pañuelo de su bolsillo, y se lo entregó, invitándolo a limpiarse el rostro
—Cálmate, luego hablamos con mayor detalle, las cosas no son malas, pese a que se vean difíciles.
—¿Estás seguro? —Víctor habló con miedo.
Chris se acercó con inseguridad, pero le quitó con cuidado el pañuelo y continuó la tarea, para luego mirarlo a los ojos.
—Me voy a casar con Masumi —habló con seriedad, solemne, pero sonriendo luego al ver la expresión sorprendida de Víctor —Quiero que ustedes sean nuestros padrinos, y eso solo será posible con un Yuuri bien, un Yuuri que entienda que no existe alguien que lo ame más que tú. En realidad, todos lo amamos, incluyendo a Masumi —su prometido sonrió —Recuerdo que cuando me contó sobre su acto heroico, hace cinco años, me puse celoso por la manera en que describía al "dulce japonesito asustadizo"... Todos lo queremos bien, y queremos que tú también lo estés. No tardará en darse cuenta de que usas maquillaje para ocultar tus ojeras —le mostró la evidencia en la prenda blanca, sonrojándolo —Ve a arreglarte, guapo, o sino, Masumi nos robará a tu cerdito... —Víctor frunció la boca, y se fue a paso apurado a buscar su neceser, para arreglarse nuevamente.
—¿Era necesario eso último? —Chris rió, pegándose al otro y acariciando sus cabellos castaños con devoción.
—Solo para verte celoso. No hay nadie en este mundo más hermoso que mi Masumi.
—Como me seas infiel luego de nuestra boda, Chris, te quitaré el apellido Gautier y no volverás a verme... —por respuesta, el rubio lo acorraló contra los vestidores.
-.-
Sentada frente al televisor de la sala común, Minako se balanceaba al ritmo de la canción que habían elegido como representativa del Grand Prix Final. Como bailarina clásica, extrañaba las arias de antaño, pero debía reconocer que gracias a Yuuri y su interés por los ritmos incluso latinos, su espectro de opciones favorables se había ampliado de manera deliciosa. Así que aquel rock lo estaba disfrutando, con ganas, incluso llegando a animarse a improvisar alguna coreografía.
Y de hecho, se puso de pie, aun cuerda y con sus sentidos en dominio total de su cuerpo, con intenciones de empezar su danza; total, estaba sola esa tarde.
Sin embargo, cuando todos los competidores entraron a la pista, para ella quedó muy claro que algo no andaba bien.
Yurio, e incluso aquel suizo de pacotilla, lucían radiantes, con los rostros emanando éxtasis y seducción por todos sus poros, solo eclipsados por la energía desbordante del canadiense; el resto de participantes, exceptuando a Otabek, simplemente agitaban las manos con nerviosismo, esperando que un poquito de todo ese amor estuviese dirigido a ellos.
Cosa poco razonable, si se consideraba que en ese mismo lugar, en ese mismo momento, competirían contra las dos personas que venían cerrando el grupo, por ser tanto los participantes favoritos del público, como entrenador y pupilo. Personas que en ese momento, con su aparición, detuvieron cualquier efecto del alcohol en la sangre de la japonesa.
Yuuri sonreía, no se podía negar que lo hacía, pero ella, que era su segunda madre, reconocía a millas de distancia ese ligero temblor, la tendencia a tirarse a la izquierda, porque el lado derecho solía adormecerse más en medio de su ansiedad. Claro que, con el Yuuri antiguo, que había llegado incluso a huir de la misma pista estando ya dentro de ella, no quedaba el más mínimo atisbo. Este Yuuri simplemente veía ahora a la ansiedad como una amiga con la que iba de la mano, para luego ponerla a un costado como principal espectadora de su luz. Yuuri ya no tenía pavor, ni consideraba la actividad de su cerebro como algo defectuoso frente al estrés. Y, sin embargo, había duda, miedo, manejables, pero existentes, y aunque Víctor lo guiaba, llevándolo de la mano e iluminando el propio brillo de Yuuri con su eterno reflector corporal, la mujer se dio cuenta de que era el ruso el mayor afectado en aquella competencia.
Porque Víctor sonreía radiante... su piel era como el terciopelo... Pero sus ojos estaban muy rojos y evidenciaban un estado de pánico controlado que debía estarle doliendo.
—Dios mío... ¿Qué pasó, Víctor...? —bajó lentamente la pierna que ya había estado extendiéndose para un giro, y miró asustada la pantalla, deseando haber podido dejar de lado su miedo a encontrarse con Chris, y estar allá, apoyándolos.
—Es increíble lo mucho que ha crecido... —una voz masculina la sacó de su estado mental, devolviéndola al evento que estaba presenciando.
—¿Perdón? —al voltear, se sorprendió al ver a un hombre que a todas luces era extranjero, probablemente el nuevo huésped del hotel que había sido registrado por Yuuri.
—Katsuki Yuuri. Es increíble lo mucho que ha crecido... —la mujer frunció el ceño.
—Tenía entendido que él lo había registrado aquí, ¿recién lo reconoce? —algo en aquel sujeto le sonaba familiar.
—Honestamente, no me gusta el patinaje. Me recuerda un poco a la época de gloria de mi hijo, y es inevitable extrañarlo...
—Oh —Minako se relajó, interpretando ese comentario como la evidencia de que aquel hombre hablaba de un hijo muerto —Lamento mucho haber sido tan irresponsable al preguntar... —el hombre parpadeó, y luego rió, divertido.
—Discúlpeme a mí. Mi hijo está vivo, más vivo que nunca, justamente compitiendo en este evento al lado de su pareja.
A Minako se le fue el alma a los pies...
¿Compitiendo... al lado de su pareja...?
—¿Señor Nikiforov...? —fue casi un susurro, y bendijo a todos los dioses japoneses el que Víctor no se hubiese encontrado con su padre antes de las competencias, aunque recordaba que Vladya sí que había estado rondando la recepción en las ocasiones en que Katerina se había escapado rumbo a la calle.
—¿Eh? —una rápida mirada hacia la pantalla, en donde Víctor y Yuuri eran enfocados como la máxima atracción y fuente de ilusiones de la fanaticada, lo llevó a entender el comentario de la japonesa —Oh, no, no tengo semejante honor... —estiró la mano hacia ella, inclinándose levemente —Mademoiselle, c'est un plaisir de vous revoir...
—¿Eh? —teniéndolo así, de frente, Minako pudo observar a detalle las facciones del hombre, reconociéndolo al fin —...no puede ser... Max...
El hombre se irguió, por completo, y la miró a los ojos, mostrándole su brillo de reconocimiento.
—Me alegra mucho comprobar que aun me recuerdes. Porque tú eres inolvidable —el hombre besó su mano luego de tomarla sin permiso, y ella, en el acto, se la arrebató.
—¿Qué haces aquí...? —él solo alzó una ceja —Responde, ¿por qué viniste a Yutopia?
—¿Minako? —alertada por la voz de la mujer, Hiroko salió, limpiándose las manos en su delantal —Oh, ¿...ocurre algo...? —la mujer menuda y gordita miró con desconfianza a su huésped, temiendo que aquel sujeto hubiese molestado a su mejor amiga.
—Na...nada, Hiroko...
—Así es. Solo un reencuentro entre amores platónicos de juventud —la mujer más alta se sonrojó por completo ante semejante declaración, y apartó la mirada —Aunque, debo reconocer que no he venido por eso.
La transmisión anunciaba que el primero en competir sería Chris, pero ni por esas, la expresión de miedo de Minako transmutó a una de fastidio.
—Max... —su voz femenina suplicó.
—¿Es usted un delincuente? —no por algo todo el mundo decía que Yuuri le había sacado a Hiroko lo dulce, gordita e inocente. El hombre le sonrió con ternura, pero luego negó.
—No. Aunque supongo que se me puede acusar de ser el responsable de que los problemas de salud de su hijo se hayan intensificado hasta la fecha...
Los ojos marrones se abrieron de par de par, con horror, pero fueron las manos de Toshiya, quien acababa de acercarse, los que estrujaron la solapa del abrigo del hombre, con furia.
—¿ERES EL MALNACIDO QUE LO MARCÓ DE POR VIDA?
—¡NO, TOSHIYA! —Minako intentó separarlo del sujeto, pero el japonés definitivamente estaba usando toda su fuerza.
—Toshiya, por favor, suéltalo —Hiroko sollozó, temiendo que aquel delincuente le hiciese daño.
—Déjelo, me lo merezco...
—Minako —Hiroko lloraba, aterrada, recordándole a la ex bailarina la misma expresión de terror de aquel pequeño niño.
—¡VOY A MATARTE, MALDITO HIJO DE...! —Toshiya alzó el puño, dispuesto a golpearlo en la cara con toda su fuerza.
—¡ES MAX GAUTIER! —gritó la bailarina finalmente, captando la atención del matrimonio. El padre de Yuuri jadeó —Sí, Toshiya, ese Max Gautier —Minako empezó a llorar —El hombre que nos devolvió lo quedó de Yuuri...