¡Nuevo fic! No pude esperar a la salida del comic de La legenda de Korra... ¡Simplemente no pude! Tenía que escribir algo sobre ellas. En realidad, había escrito esto poco después de ver el final, pero como todavía no lo había terminado, me rehusaba a publicarlo (y todavía no lo terminé) pero a ver que sale de todo esto. Por ahora, esta situado desde los recuerdos de Asami, después de que Korra volviera a su hogar para recuperarse.

Solo me queda decir -como siempre- que estos alucinantes personajes no me pertenecen. Todo el crédito es de los autores -a los cuales amo-

Dicho esto, espero que disfruten de la lectura :)


Perdición

Inicio

Sin darme cuenta... siempre te estuve observando.

Amable, impulsiva, peleadora, infantil, adorablemente... infantil. Así eres, o al menos eso pensaba, hasta que decidí encararte, ya que parecía ser que tú jamás me ibas a dar una cálida bienvenida. Hoy sé por qué.

¿Dobles intenciones? , para nada, solo quería una amiga. Solo quería...alguien con quien compartir mi tiempo. Mi desolado tiempo.

¿Mako? bien, era lindo estar con él, me gustaba... claro. Pero no es alguien con quien pueda hablar, y para mi sorpresa, resultó ser que tú si eras la persona indicada para esa tarea.

Tú, en su momento, mi adversaria en el amor. ¿Coincidencia? No lo creo.

Poco me importó el enterarme que él te gustaba. Mejor dicho, con quién me desquité fue con el mismo Mako, no contigo. Él era quien me había traicionado. ¿Qué culpa tenías tú de qué te gustara el mismo chico que yo? Ninguna.

Y... si lo pienso bien, ¿Qué culpa tenía él de gustar de ti?, después de todo, eres muy linda.

Muy...

Así como las estaciones cambian, las relaciones también. Y resulta ser que tú fuiste el mejor y gran cambio en mi vida. Convertirme en tu amiga... fue lo mejor que pudo pasarme. Me hizo madurar en más de un sentido. Me hizo encontrar el valor que creí perdido, pero también, me hizo sufrir más de lo que pensé que podía llegar a tolerar.

Cada día que pienso en ti... cada minuto que lo hago, vuelven a mi esos momentos que atesoré juntas. Esos momentos... donde lentamente me di cuenta de lo que sentía.

Y con ello en mi memoria, otra vez aquí estoy, arrugando el papel en mis manos y tirándolo al suelo con impotencia.

No me atrevo a contarte todo. No me atrevo a decirte lo que realmente siento. Porque creo que tu... no sientes lo mismo.

Es decir, solo has contestado una de las muchas cartas que te envié, en estos tres años que pasaron. No sé si tomarme eso como un avance o como un retroceso.

Quiero pensar que te importo. Que solo me escribiste a mí porque, como bien dijiste, Mako y Bolin no pueden entenderte como yo.

Pero aún así...tengo miedo de perderte. Si animarme a exponer mi corazón significa no volver a verte... significa perder a mi única y verdadera amiga, yo... desistiré de ello.

Desistiré... de quererte.

Eso no significa que mis recuerdos no inunden mis sentidos, y me dejen descansar en paz. Porque no lo hacen.

Nunca... lo hacen, desde que te fuiste. Todas las noches invaden mis sueños, perturbándome.

Mis párpados se abrieron de par en par, y antes de darme cuenta, ya estaba sosteniendo tu inerte cuerpo, junto a tu padre.

Los labios me temblaban... No reaccionabas, ¿Tan grave fue lo que Zaheer te hizo? ¿Por qué no abrías tus celestes ojos? ¿Por qué no me dedicabas esa juguetona sonrisa que siempre tenías plasmada en tu rostro?

¿Por qué?

¿Por qué siempre eras tú la que tenía que sufrir? .Me hubiese gustado tomar todo tu dolor, y hacerlo mio. Tal vez de esa forma, te sentirías un poco más aliviada. Pero nada podía hacer... como siempre.

Los días pasaron y yo, fiel, me mantuve a tu lado, sin abandonarte un segundo. Dejé de lado Industrias Futuro, y me concentré en tu persona.

Llegué a la conclusión de que más que eso no podía hacer, más que acompañarte, pero... seguía sin saber si realmente querías mi compañía.

Para ese tiempo, mi mente no paraba de girar. Sé que piensas que tú eras la única sumida en un limbo, pero yo también lo estaba.

Y es que yo... mis sentimientos, ya no podían ser controlados.

Lo que pensé que inició como una hermosa y nueva amistad, poco tardó en transformarse en una confusa amistad, y posteriormente... en una tentadora amistad. Mi mente se convirtió en un mar de emociones que lentamente tomaron el control de mi corazón. Casi sin darme cuenta, siempre me encontraba a tu lado, tratando de ayudarte... tratando de llamar tu atención.

Yo... resulta ser que yo... estoy sintiendo algo por ti que todavía no soy capaz de descifrar.

Sostuve tu mano inerte y fría, tratando de brindarte un poco de calor. Tus ojos aún no se dignaban a abrirse.

Nada de lo que sentía se comparaba a lo que alguna vez sentí por Mako. Esto es diferente, esto fue creciendo con el tiempo... esto... No me lo esperaba.

¿Extraño, verdad? Tú y yo, jamás te lo esperarías. Jamás... funcionaría.

Pero aunque no lo creas, un lado mío se veía venir esta situación. Es decir, ¿Por qué nunca me enfadé contigo, cuando me enteré que habías besado a mi novio? ¿Por qué el dolor que sentí al ser dejada por él, no lo canalicé contigo?

¿Sería lo normal, no? Odiarte, envidiarte.

Pero no, nada de eso pasaba, al contrario, mi curiosidad por ti y tu vida, cada día aumentaba más. Y realmente me preguntaba el por qué. Hasta que esa noche... esa fatídica noche, lo averigüé.

Entendí porque no podía sacarte de mi cabeza.

Tú mano aún yacía adherida a la mía, pero al contemplar que tu rostro se había tranquilizado un poco, decidí soltarla.

-Dulces sueños...- susurré, cerca de tu oído.

Hiciste una mueca extraña, para luego relajar más tu frente y caer en un sueño profundo.

Te observé desde la puerta. Hace tan solo una semana habías tenido la batalla más dura de tu vida, y hace tan solo un día habías abierto los ojos unos segundos, para luego cerrarlos de nuevo. Lamenté mucho no estar en ese momento, pero me encontraba en una de las tantas reuniones de mi empresa. A la única que había decidido asistir, porque pensé que era de vida o muerte. Y resulta que ese maldito día despertaste, y lo primero que viste fue el preocupado rostro de Mako.

Al enterarme de eso, no pude evitar que los celos se apoderaran de mí. ¿Aún sentías algo por él? ¿Todavía... lo querías?

Sabía que era necesario revivir a Industrias Futuro, sin embargo, no podía dejarte sola... no, jamás lo haría. Pero hoy sé, que un lado mío tomó esa decisión por egoísmo. Quería que al despertar de nuevo, fueras a mí a quien vieras.

Yo quería ser persona importante.

Otra noche llegó. Me encontraba en una habitación contigua a la tuya, sin poder dormir, como de costumbre, hasta que escuché una voz conocida. Un desgarrador grito.

Me puse la bata de inmediato y corrí a tu recámara. Al abrir la puerta de forma estrepitosa, me encontré contigo, despierta, para mi sorpresa. No obstante, en un estado peor que cuando despertaste por primera vez.

Te aferrabas con fuerza a tu ropa, rasgándola. El sudor recorría tu frente y respirabas agitada.

Entre sonidos que no llegué a distinguir bien, elevaste con dificultad el rostro y clavaste tu asustada mirada en la mía.

Quedé paralizada al contemplarte. Esos no eran aquellos vivaces ojos que conocía tan bien. Esa... no eras tú.

-A-Asami...- a penas pudiste deletrear, estirando tu brazo hacia mi débilmente, para luego volverlo a tu ropa, como si esta te lastimara, y desgarrarla -¡Quema, Asami!

Pestañeé varias veces, aún estupefacta, y casi por instinto, corrí hacia ti y me senté a tu lado, sosteniendo tus hombros.

-¿Korra, qué pasa? Tranquilízate, todo está bien.

Chocaste los dientes en respuesta, y al mismo tiempo, tus temblorosas manos se aferraron con más rudeza a tu remera.

-¡M-Me arde... el veneno!- cerraste los ojos fuertemente, para luego elevarlas, llevándote contigo tu ropa, y quitándote por completo tu parte superior -¡Z-Zaheer!

Quisiera decir que fue tu agónico grito lo que me dejó clavada en mi lugar, pero no... no lo fue. ¿Me odiarías si te dijera, que al observar tu desnudez, simplemente no pude reaccionar por unos momentos?

Si... seguro lo harías. Hasta yo lo haría.

Pero poco duró mi estancado estado, ya que al visualizar como las lagrimas empezaban a liberarse desesperadas por tus morenas mejillas, por fin reaccioné.

Traté de limpiarlas, pero tú inesperadamente te pusiste de pie, a pesar de que eras consciente de que no podías controlar el peso de tus piernas.

Te atajé en mis brazos de inmediato, ayudándote a mantener el equilibro.

-Korra, tranquilízate, ¡Zaheer ya no está aquí!- intenté ayudarte, pero lo único que conseguí fue que apresaras mi cuello con tus brazos.

-¡M-Mi cuerpo... duele!

Tu cabeza decayó desconsolada sobre mi hombro, mientras tu agarre se fortalecía. Con una triste mirada acompañándome, atrapé tu desnuda espalda y te sumí más contra mí, logrando que quedases parada por primera vez en días.

-Tranquila... ya pasó- acaricié tu sedoso cabello, con intenciones de calmarte.

Percibí como negabas, escondida en mi cuello. Tu sollozo solo incrementaba.

-N-No... Él aún está ahí, en mi mente- tartamudeaste.

-¿En tu mente?

Sentía tus húmedas lágrimas derrumbándose en mi hombro, ya que mi bata había caído al suelo por tanto movimiento de tu parte.

Nunca te había visto en tal lamentable estado.

-A-Arde... el está... e-el está...

Con preocupación, ladeé un poco la cabeza, tratando de verte. Al lograrlo, lo que vi en tus ojos, provocó que mis propias lágrimas emergieran.

Había tanto temor y angustia en ellos... tanto.

-Korra...

Hipnotizada por tu dolor, me aferré más a tu espalda y comencé a acariciarla de una maternal manera. No sabía que decir para calmarte. Tu respiración agitada era la prueba del caos que irrumpía tu espíritu.

-Korra, no te dejaré sola, todo estará bien...estoy aquí contigo, y siempre lo estaré.

Parece que mis palabras lograron sosegarte al menos unos instantes, ya que tu aire, poco a poco, comenzaba a retomar su ritmo habitual.

Pero mientras más tú te calmabas, más yo caía en la cuenta de la peligrosa posición en la que me encontraba. Tu desnudo ser sobre mi... me estaba haciendo perder la sensatez.

No podía ser... no podía ser tan insensible. Aunque en mi defensa, debo decir que muchas veces me controlé, y ya estaba casi en mi límite.

Si... estoy segura que te sorprenderías si descubrieras esa pecadora parte de mí. Esa parte que anhela explorarte de todas las formas posibles.

Deslicé los dedos por tu piel, logrando sentir, encantada, como esta hervía en cada lugar donde yo me atrevía a acariciar. Mi respiración se entrecortó al percibir tu temperatura en aumento.

-Siempre...- musité, entrecerrando los ojos e inhalando tu exquisita fragancia -estaré contigo...

Tus manos se resbalaron por mi cabello, hasta quedar adheridas a mi nuca -Asami...

Tu voz grave y susurrante sobre mi oído, provocó que la poca cordura que me quedaba, me abandonara.

Con la mente en blanco, mi mano comenzó a descender por tu bien esculpida espalda, apreciando en su totalidad la suavidad de tu húmeda piel.

-Siempre...- repetí, ya con la mirada perdida, mientras mis yemas, continuando su camino, ahora se atrevían a navegar por aquella deliciosa curva que me separaba de un anhelo mayor.

Me mordí el labio inferior, como si eso pudiera impedir que mis dedos decidieran desobedecerme aún más, lo cual hicieron, comenzando a irrumpir dentro de tu pantalón, encontrándose con una piel más suave y voluptuosa.

Te sentí temblar ante mi acción. Y sé bien por qué fue. Mi tacto estaba llegando a una zona realmente peligrosa y sensible. Y yo solo rogaba porque siguieras aturdida, para que mañana no recordaras aquel pequeño desliz que me poseyó.

Mi respiración se agitó, al mismo tiempo que mi mente me pegaba tremendo bofetón, tratando de hacerme entrar en razón. Me mordí el labio con más ímpetu, casi desangrándome en el acto, tratando de calmar los estrepitosos sonidos de mi corazón.

-¿A-Aún tienes calor? ¿Te arde el cuerpo?- me atreví a modular, lo más normal que pude, poniendo como excusa su comodidad -¿Quieres que te quite esto?- estiré un poco el elástico de su pijama.

Titubeaste unos segundos, para luego asentir sobre mi hombro -Por favor...

Sé perfectamente la vergüenza que te daba el no poder siquiera quitarte o ponerte tu propia ropa, por eso... no dije nada, solo atiné a separarme un poco, y mirarte fijamente. Tú no te atrevías a posar la visión en mí, lo cual entendí.

Sorprendiéndote, atajé tu cintura, luego tus piernas, y finalmente y con mucha delicadeza, te alcé en mis brazos.

Pestañeaste varias veces, pasmada, y a pesar de la oscuridad de la noche, juré ver un pequeño sonrojo en tus mejillas. Sonrojo que me brindaba una esperanza que no debía tener.

Con sutileza, te recosté sobre la cama. Tu cabeza cayó de lado, sin expresión alguna.

Mi pecho se encogió al detallarte.

Parecías desganada debido a la impotente situación que te atacaba. Fruncí el ceño, al contemplar lo decaía que estabas, y me odié... porque aún con ese triste semblante en mis narices, no podía controlar mis pecadores pensamientos.

Me arrodillé sobre el colchón, provocando que la cama crujiera un poco, y gateé hasta ti, hasta quedar mi rostro a la altura del tuyo, y mis manos a la altura de tu pantalón.

Ladeaste -con un esfuerzo que pude notar- un poco el cuerpo hacia el costado y me miraste unos instantes, que me parecieron eternos, tanto, que hicieron dudar a mis manos, que yacían temblorosas sobre tu ropa.

Tragando saliva con rudeza -acto que espero que hayas pasado desapercibido- comencé a descenderlo lentamente, sin quitar la visión de tus ojos, hasta que estos quedaron tirados en el suelo.

Me animé a observar de reojo tus hermosas y firmes piernas.

Oh...

Mi vista no tardó en seguir su trayecto, deteniéndose en tu ropa interior. Entrecerré los ojos con goce. Pero antes de que mi mente divagara sin cesar, en todos los deseos que quería plasmar en tu cuerpo, otro leve movimiento de tu parte, me hizo volver a tu entristecido ser.

Mi mandíbula decayó un poco al contemplarte. Un carmesí color adornaba tus mejillas, enloqueciendo mis sentidos.

Te veías tan inofensiva y... bella... extremadamente bella. Quería hacerte mía... en ese mismo instante.

Mierda...

Tenía que huir con urgencia. No pensé que mis instintos fuesen tan peligrosos. Nunca pensé que mi propia cordura se atreviera a traicionarme de la peor manera.

No deberías temerle a Zaheer, Korra... deberías temerme a mí.

Largué un pesado suspiro, y con mucha voluntad de mi parte, me incorporé -Descansa, estarás bien- acaricié tu frente, para luego deslizar los dedos por tu sedoso cabello, dejando caer algunos en el camino.

Me miraste, y creo que vi confusión y cierto temor en tus ojos. Pero no me temías a mi... temías quedarte sola.

Al darme la vuelta, tu mano de inmediato atajó la mía. Me giré hacia ti, anonadada.

-Quédate...

-¿Eh?

La sorpresa claramente escapó de mis labios.

-Por favor, solo por hoy... quédate.

Me observabas suplicante, al igual que yo a ti. Pero la suplica en mis ojos tenía un significado diferente a la tuya... me preguntó si te habrás dado cuenta de ello.

Titubeé unos segundos, para luego, sin decir una palabra, y solo con una amable sonrisa adornando mis labios, sentarme de nuevo.

Tus apagados ojos seguían todos mis movimientos. Acomodé mi cuerpo a tu lado, alcancé la sábana y nos arropé. Quedamos de frente, contemplándonos, cada una sumida en sus propios pensamientos, en su propio sentir.

Y por primera vez en mucho tiempo, sonreíste, con un grado de agradecimiento.

Sin embargo, lo que vino a continuación, puso en prueba todos mis instintos reprimidos.

Tu cuerpo se apegó al mío cual imán, y tus manos se adhirieron a mi espalda, acercándome más a ti.

Tu cabello acariciaba mí ahora, nervioso semblante. Tentando a la suerte, me animé de nuevo a experimentar la suavidad de tu piel sobre mis manos, acurrucándote en mi pecho.

-Asami, gracias- susurraste, con debilidad.

-No tienes nada que agradecer, duerme- acaricié tu cabeza, y eso solo provocó que te sumieras más en mi, para mi tortuosa suerte.

-Es... muy vergonzoso para mí que hayas visto eso.

-¿Eso?

-... Mi conducta.

Créeme, la mía fue peor.

-No lo es- respondí, aparentando tranquilidad -no te preocupes por ello.

El silencio nos adornó unos minutos, en los que mi consciencia volvía jugarme malas pasadas, ya que mis ojos decidieron, sin mi aprobación, atreverse a apreciar tu desnuda delantera sobre mi pecho.

-Asami...

-¿mh?

-Creo que aún tengo calor.

-¿Quieres darte una ducha fría?- cuestioné, aunque la verdadera frase en mi mente resultó ser otra más osada.

Yo puedo quitarte ese calor que tanto te abruma...

-No creo que lo solucione.

-¿Por qué?

Dudaste antes de hablar, y finalmente contestar -Porque esta vez es tu cuerpo el que está caliente.

Me paralicé por tus palabras. ¿Había sido descubierta? ¿Qué podía responder a eso? ¿La verdad? ¿Debía decirte que mi temperatura se elevó por tenerte casi desnuda sobre mi?

No... Cómo iba a decir eso.

Tu mirada ascendió y para mi malestar, se clavó en mis ahora, expectantes y tímidos ojos. Pero una tenue sonrisa de tu parte, extrañamente logró serenarme.

-Pero... es diferente.

-... ¿Qué?- dije ya en un grave murmullo, debido a la inadecuada situación que estaba carcomiendo todos mis sentidos.

-Tu calor... tu calidez es agradable.

Y dicho eso, te abrazaste más a mí, dejando mi mente en un caos absoluto, y confirmando una duda que venía enloqueciéndola.

Si, era cierto, ya no podía negarlo. Yo... me había enamorado del Avatar.

Descendí con lentitud los parpados, y con ese pensar de fondo, te apresé más contra mí. Sin embargo, no pude evitar que pequeñas lágrimas me recorrieran al hacerlo.

Porque internamente sabía... que ese sentimiento iba a consumirme por completo, y quizás no de una agradable manera.

Y porque sabía... que ibas a ser mi perdición. Una prohibida perdición.


¡Primer capítulo entregado!

Comentarios, verduras y demás, en los reviews :)

¡Saludos, gente linda!