Capítulo 23: Castigo


Mientras que Ichigo buscaba una forma de salir de las noches, en Karakura la batalla había comenzado. En cuanto Urahara recibió el reporte de Rukia se encargó de hacerle saber a la Sociedad de Almas lo que estaba ocurriendo. Si bien no estaba en los mejores términos con ellos, sabía que en ese caso podría hacerse una excepción. Eran muchas las vidas que estaban en riesgo y más las que se verían afectadas si Aizen tenía éxito en sus planes.

Como dudaba que los capitanes llegaran a tiempo se encargó de elaborar un segundo plan. Reunió a los habitantes de Karakura con cierto nivel de poder espiritual y que les dio algunas armas que les permitiera pelear y proteger su hogar. Jinta y Ururu habían sido su primera opción, ambos ya tenían experiencia lidiando con hollows, aunque no estuvieran especialmente activos.

—¿Quieres unirte a la brigada de protección de Karakura? —le preguntó Don Kanonji, a quien recordaba haber visto en la televisión.

Urahara sabía que podría reunir a varias personas para la protección de Karakura, quizás no especialmente fuertes, pero sí las suficientes para distraer el enemigo en lo que llegaban los shinigamis. Siendo un lugar con un nivel de energía espiritual tan alto no se trataba de algo poco probable. Lo que no creyó fue que contara con la ayuda de una celebridad y menos que esta tuviera la misma idea.

—¿Qué tienes en mente?

—Los espíritus están entre nosotros y no todos son buenos. Puedo sentirlo, algo grande está por suceder.

Urahara se sintió preocupado al escuchar esas palabras. No porque le extrañara el que Don Kanonji tuviera poderes espirituales o porque considerara esto último algo malo, ya lo había sospechado y consideraba que se trataba de una inofensiva celebridad. Lo que le parecía alarmante era el hecho de que Don Kanonji supiera que algo estaba pasando. Si podía sentirlo era porque tenían menos tiempo del que había calculado.

—¿Tienes una idea sobre los reclutas?

—Sí, pero no las he encontrado. Por otro lado, tú pareces ser una buena opción.

—En ese caso, tengo algunas opciones en mente.

Los Karakura Superheroes estuvieron listos en menos de dos horas. La velocidad con la que se organizaron le hicieron sospechar a Urahara que eso era algo en lo que Don Kanonji ya había pensado y la presencia de una cámara terminó por confirmar sus sospechas. Todos vestían como superhéroes e incluso contaban con algunas armas las cuáles habían salido de su tienda.

No era algo de lo que se quejara. Para Don Kanonji convencer a la gente de Karakura no fue difícil, incluso notó que las personas reclutadas se veían emocionadas con la idea. Urahara prefirió no hablarles del peligro en el que se encontraban. Con excepción de Jinta y de Ururu, les habló superficialmente de la situación, no quería que se sintieran preocupados.

Los primeros enemigos fueron fáciles de resolver. El shinigami a cargo de la zona logró vencer a la mayoría. Los hollows que visitaron Karakura no eran especialmente fuertes, Urahara incluso se animaba a afirmar sin el riesgo de equivocarse, que eran débiles y que su única ventaja era la cantidad, ventaja que perdían al enfrentarse al grupo de defensa de Karakura.

No esperaba que fuera de otro modo. Dudaba que Aizen hubiera tomado en cuenta la intrusión del equipo de Yorouichi y estaba bastante seguro de que querría mantener la situación en secreto, hasta que fuera demasiado tarde para hacer algo. Nadie tendría de sospechar sobre un grupo, bastante numeroso, de hollows, reuniéndose en un solo lugar. Desafortunado y lamentable, sí, pero nada que no hubiera pasado antes.


Ururu tomó su cañón y disparó contra todos los hollows que veía. Mentiría si dijera que no tenía miedo, incluso estaba aterrada. Pero era mayor el miedo que le tenía a Jinta, quien la amenazó con golpearla si se quedaba sin hacer nada y era mayor la emoción que le provocaron las palabras de Don Kanonji. Lo había visto una o dos veces en la televisión, pero nunca creyó que él le ofrecería la oportunidad y un traje para convertirse en una superheroína.

—¡Eso es! ¡Huyan cobardes! —escuchó a Jinta gritar. Ururu no tuvo tiempo para verificar la autenticidad de sus palabras pues un nuevo hollow apareciera en Karakura, más grande que el anterior.

Ururu sabía que si las cosas continuaban de ese modo no tardaría en aparecer un Más Grande, en el mejor de los casos. También era consciente de que ese no era el peor de los escenarios. Si bien hasta el momento habían podido lidiar con la situación, eso podría cambiar con el tiempo, especialmente si no llegaban refuerzos. La mayoría de ellos no contaba con experiencia y le parecía obvio que sus acciones no pasarían desapercibidas.

La sensación de un corte en su mejilla la hizo salir de sus pensamientos. De no haber reaccionado con mayor velocidad un corte de mediana profundidad en su mejilla habría sido el menor de sus problemas. Su consciencia abandonó su cuerpo y dejó que fuera el instinto el que guiara sus acciones.

Sus movimientos se hicieron más rápidos y sus golpes mucho más agresivos. Algunos de los integrantes de los Karakura Superheroes dejaron sus batallas para verla a ella pelear. Solo Jinta no estaba sorprendido al ver la agresividad con la que actuaba esa pequeña niña, pues no era la primera vez que la veía comportarse de ese modo.


Él era el shinigami a cargo de la zona, Zennosuke Kurumadadani y sin embargo hacía mucho había perdido el control de la situación. Sabía que no debía involucrar a los civiles, que Urahara tenía sus antecedentes que lo hacían poco digno de confianza, pero dada la situación no creía que tuviera otra opción. Urahara aseguraba que si no hacía nada todos morirían y la llegada de hollows le daban motivos para creer eso.

Todavía tenía escalofríos al recordar el incidente en la escuela. Hubo tantos heridos, humanos, ángeles y shinigamis fueron heridos. Ellos se habían aprovechado de un alma herida y atormentada. Alimentaron sus temores y sus frustraciones hasta convertirlo en un odio tan profundo que provocó tanto dolor.

Karakura lentamente se estaba recuperando de tan grande tragedia, pero las heridas seguían allí. El shinigami dudaba que la ciudad pudiera recuperarse de un segundo golpe, incluso si no era tan grande como el que había presenciado o tan grave como Urahara aseguraba. Ellos se alimentaban de las emociones negativas y ese día consiguieron muchas de ellas.

Exorcizó al hollow que se encontraba a su lado. La cantidad de Hollows que lo rodeaban era tal que no podía permitirse el bajar la guardia. Cada error que cometiera podría costarle caro, especialmente si tomaba en cuenta la cantidad de personas que podían salir lastimadas, incluyéndolo.

Los humanos lo hacían bien pese a ser la primera vez que se enfrentaban a ese tipo de amenazas. Podía notar que algunos se lo tomaban a juego, pero no le importaba. Mientras ninguno saliera lastimado y pudiera cumplir con su trabajo consideraba que todo estaba bien. Idea que cambió cuando vio a una pequeña niña atacar de una manera tan agresiva a los hollows que la rodeaban, la segunda vez cuando llegaron los enemigos más poderosos. Primero fueron los Más Grandes, casi de inmediato los arrancar y espadas.

Urahara se encargó del primer Más Grande que llegó. No tuvo ningún problema lidiando con él y ni siquiera necesitó emplear su bankai, algo que, Zennosuke Kurumadadani, sabía que Urahara poseía. De no tenerlo no habría llegado a desempeñar el papel que tuvo en la Sociedad de Almas antes de ese incidente.

Hasta ese momento el tendedero se había mantenido al margen de la situación.

Urahara dejó de actuar en el momento en que llegaron los refuerzos. El shinigami no hizo ninguna pregunta. No había trabajado con Urahara, pero había escuchado cosas sobre él y sabía que incluso sus antiguos compañeros no lo conocían del todo y aseguraban que se trataba de un misterio, incluso antes de que él y Yorouchi dejaran la Sociedad de Almas. Muchos aseguraban que eran ambos los únicos que se conocían mutuamente.


Cuando Chizuru vio llegar a una arrancar en lo primero que pensó era en que le gustaba. Era poderosa, podía sentirlo, pero toda su atención estaba en el escote de la mujer. Sus deseos de tocarlo fueron mayores que cualquier sentido de prudencia e hizo lo que se convirtió en su movimiento representativo. Se acercó a ella por la espalda, sin que ella lo notara, teniendo un nivel bajo de poder espiritual no llamaba especialmente la atención, ventaja que usó a su favor, y luego la rodeó con un fuerte abrazo.

Ser una heroína no había sido uno de sus planes. Admiraba a Don Kanonji, pero no estaba segura de que fuera una buena idea luchar contra espíritus. Había visto a varios, cada vez con más frecuencia, pero prefería evitarlos, consideraba que era lo mejor para su bienestar personal. Si había aceptado fue porque pensó que salir en televisión la haría lucir atractiva para las admiradoras del programa de Don Kanonji.

Harribel logró deshacerse de su agarre y la envió a volar con un fuerte golpe. No llegó a tocar el suelo pues fue atrapada por una shinigami. Chizuru se había asustado al sentir el impacto, pero esa sensación desapareció cuando vio a la mujer que la atrapó. La abrazó con fuerza, fingiendo buscar seguridad y disfrutando del tacto.

—Pelearon bien, pero es hora de que trabajen los profesionales —fueron las palabras de Rangiku antes de colocarla en el suelo.

Parte de Chizuru podía sentir como el peligro había aumentado. Los enemigos que llegaban tenían un aspecto menos aterrador que el de los hollows, pero se notaban más peligrosos. El reiatsu que emanaban era tan fuerte que podía llegar a ser asfixiante, pero eso no la hizo retroceder. Vio mujeres hermosas y la posibilidad de poder sentirlas más de cerca, quería tocar esos cuerpos que tanto le atraían.


Ichigo observó a Aizen con enojo. No sabía cómo su madre había terminado en Las Noches, pero el solo saber que estaba relacionado con lo ocurrido bastaba para que sintiera un profundo rechazo por él. Sentimiento que crecía al recordar lo que había leído sobre lo que planeaba hacer con Karakura y sus seres queridos. Ichigo no estaba dispuesto a perdonar a quien lastimara a su familia y amigos.

—¿Qué quieres de mí? —le preguntó. Lo odiaba, no podía negarlo, pero sabía que debía escucharlo si quería proteger a las personas que le eran preciadas.

—Tu madre también tiene la capacidad para percibir cuando alguien morirá —comentó Aizen con indiferencia —, pero es menos precisa de lo que tú, así que si quieres liberarla te propongo tomar su lugar.

—Aceptó —Ichigo tomó uno de los trozos que había quedado después del enfrentamiento con Aizen. No le agradaba el shinigami, pero era consciente de que no tenía otra opción. Con el Hōgyoku insertado en su pecho era prácticamente indestructible. Sus compañeros estaban heridos, pero ninguno de gravedad y podrían recuperarse con rapidez si eran atendidos, incluso podrían pelear para proteger Karakura y a sus habitantes.

—No puedes…

—No hay otra alternativa, solo podemos hacer lo que dice.

Obedecer a Aizen no era algo que ninguno quisiera hacer, pero sabían que era la única alternativa que tenían. Estaban en territorio enemigo, una sola llamada de Aizen bastaría para que los habitantes de Las Noches los rodearan, cortando toda ruta de escape. Esto último era lo que hacía más confusa la situación. Si Aizen tenía todas las de ganar, no entendían por qué les daba una ventaja.

—O podemos hacerlo por las malas —continuó hablando Aizen, seguía manteniendo su apariencia indiferente —, es una pena porque quería evitarme molestias.

Al final fue Yorouchi quien convenció al grupo de que dejaran a Ichigo atrás. Ese no era el momento para ser sentimental y todos ellos lo sabían. Lo único que pudieron hacer fue prometer cuidar de la madre de Ichigo y regresar por él, incluso si no se daba la oportunidad.


Aunque Orihime esperaba volver a ver a Ichigo, no esperaba que ocurriera del modo en que lo hizo. Después de atender a los heridos se había dirigido al laboratorio de Szayel para buscar información. Quería ayudar y esperaba encontrar en ese sitio algo que pudiera servirle. En el momento en que vio a Ichigo en el interior de una capsula sintió que su corazón se rompía.

Corrió hasta él sin pensar en las consecuencias y lo sacó. Notó la sangre que brotaba de su cuello. La herida era profunda, pero había tratado con casos peores. Quiso enfocarse en utilizar su poder sin lograr hacer nada. No sabía si era lo alterada que estaba o algún motivo externo, pero sí que sus poderes se negaban a funcionar.

Orihime se preguntó si ese era su castigo por haberse enamorado de un humano.

Un sentimiento de impotencia la invadió. No quería llorar, pero le era imposible contener las lágrimas.

—Por favor, vive —le dijo en un susurro, pues las palabras se negaban a salir de su boca.

Abrazó a Ichigo con fuerza, consciente de que solo había una forma de salvarle la vida y de las consecuencias. Se permitió llorar, no tenía las fuerzas ni los deseos para tratar de evitarlo. Lamentándose por el final, sabiendo que, incluso si tuviera la oportunidad no cambiaría las cosas demasiado. Amaba a Ichigo y sin importar que se tratara de algo prohibido o el dolor que le causaba, no quería renunciar a ello.

Con cada segundo que pasaba podía sentir como el pulso del hombre entre sus brazos disminuía hasta el punto de desaparecer.

Para Orihime enamorarse de Ichigo había trazado un punto importante en quien era ella.

—Nunca olvides, cuanto te amo.

Besó los labios de Ichigo, deseando de este modo poder hacerle llegar sus sentimientos.


Ichigo podía sentir como el dolor lentamente desaparecía y la vida regresaba a su cuerpo. Podía ver la imagen borrosa de Orihime frente a él. En cuanto pudo ver con normalidad lo único que encontró fue una pluma negra. Casi de inmediato fue consciente de lo que había ocurrido.

Y lo odiaba.

No quería vivir si el precio a pagar era la vida de Orihime.

Estaba dispuesto a morir. Cuando se cortó el cuello lo hizo sabiendo que de ese modo Aizen no podría usarlo para construir su ejército y lo hizo sin lamentaciones. Quería que sus seres queridos fueran felices y eso incluía a Orihime. Recordó a Sora y el momento en que le reclamó por su falta de deseos por vivir. En ese entonces había creído que era débil, en ese momento podía entender la culpa y el dolor que experimentó.

No quería vivir en un mundo sin Orihime.

Se puso de pie, buscando una forma de salir. Sabía que no era el momento de lamentos, que una batalla se estaba desarrollando en Karakura y él no quería mantenerse al margen.

No sabía qué hacer.

Invocó su arco quincy y destruyó el laboratorio. Dudaba que pudiera servir de algo, solo lo hacía para desahogar esas emociones que lo quemaban por dentro y el deseo de venganza. No supo si fue el ruido que provocó o algo más lo que hizo que Szayel regresara a su laboratorio. Resultaba evidente que no esperaba que escapara.

Trató de pelear. Ichigo necesitaba regresar a Karakura cuanto antes y sabía que no podría hacerlo si no vencía a Szayel primero. Intentó golpearlo en numerosas ocasiones, fallando en todos sus intentos. Szayel no tenía problemas prediciendo sus movimientos o bloqueándolos. Szayel solo lo atacó directamente en una ocasión y fue más que suficiente para dejarlo al borde de la muerte.

"¿De verdad quieres que todo termine así? ¡Ella dio su vida por ti ¿y solo te vas a dejar morir? ¡Levántate y pelea!"

Ichigo lentamente fue perdiendo la conciencia y el control de su cuerpo fue tomado por alguien que hasta ese momento desconocía, su hollow interno. Este era más agresivo y también más poderoso que él. Las estrategias de Szayel de poco le sirvieron para evitar su poder destructivo. Sus movimientos eran erráticos y demasiado veloces como para poder esquivarlos.

Szayel atacó con todo lo que tenía y aunque logró herirlo, al final fue él quien perdió.

Si no hubiera sido por la pluma de Orihime no hubiera podido ser capaz de retomar el control de su cuerpo. La pluma negra chocó con su rostro, haciéndolo salir del profundo trance en que había caído. Regresar a Karakura no fue difícil, había un portal abierto a Karakura, el que había sido usado por arrancars y espadas para llegar al mundo humano.

Cuando llegó a Karakura la batalla había terminado. Aizen no había sido vencido, pero se vio obligado a huir.