Capítulo 1: La Sombra
Comenzaba a amanecer, con los primeros rayos del sol que se colaban por entre las hojas de los árboles, el bosque se volvía de un tono anaranjado, los pájaros despertaban de su sueño, batían las alas en el aire y trinaban dándole la bienvenida al nuevo día, el agua del arroyo corría no muy lejos repiqueteando contra las piedras y llenando el ambiente con una pacífica música. El panorama se fue aclarando cada vez más hasta que la brillante luz combinó con el resplandeciente dorado de los ojos del demonio que reposaba contra un árbol observando todo a su alrededor. Su mirada fría estaba perdida en la distancia. Aquella noche no había regresado al lugar en donde su subordinado y la niña que protegía dormían, sino que había vagado sin rumbo hasta aquel lugar, hasta las afueras de aquella aldea. Allá, a lo lejos, podía divisar el pozo por donde ella había desaparecido hacía poco, ahora que ella ya se había ido, la paz reinaba. Entornó la mirada cuando volvió a pensar en aquello, en el momento en el que había visto la figura de esa mujer que lo había rescatado de las manos de la muerte, de una muerte que lo estaba arrastrando poco a poco hacia el más allá.
Se miró la mano derecha con rencor y articuló las garras ¿Cómo podría haber sido tan descuidado? Si tan solo no se hubiera dejado llevar por la ambición, no hubiera estado al borde de la muerte y esa mujer no hubiera tenido que salvarle la vida… No era la primera vez que sucedía, ya se había encontrado en esa situación con anterioridad, y esa vez había conocido a Rin, pero esta vez… esta vez era diferente. Esa mujer no era una niña inocente que no sabía lo que hacía, que no lo conocía y por lo tanto ignoraba lo que él podría hacerle. Aquella mujer lo había socorrido por su propia cuenta, sabiendo que antes él había intentado matarla. Ella lo había salvado sabiendo que podría ponerlo en una situación tan comprometedora como esa.
Aquel día había decido ir tras Naraku después de la manera tan ruin en la que lo había utilizado para sus malignos planes, incluso tenía intenciones de lastimar a Rin, no iba a perdonar tal falta. Le había ordenado a Jaken que cuidara de ella mientras él se ausentaba, pero no esperaba que encontraría a su nuevo enemigo tan pronto, y mucho menos que Naraku fuera tan poderoso incluso para él. El demonio perro logró ganar aquella batalla, logró derrotar a su enemigo que resultó no ser más que una marioneta, y él, a cambio, había quedado mal herido de aquel encuentro. Naraku definitivamente se estaba volviendo poderoso.
No recordaba haber quedado así desde que había perdido su brazo, pero por un descuido suyo, Naraku no solo le había propinado una paliza, sino que también había logrado envenenarlo.
Sesshomaru sentía sus fuerzas disminuir a cada segundo que pasaba, todos sus sentidos se habían reducido considerablemente, incluso su vista se había vuelto borrosa, por lo que decidió reposar en uno de los bosques más cercanos que encontró, al refugio de los árboles. Se recostó allí, respirando con dificultad e intentando que su propio cuerpo combata aquel veneno por sí mismo. Lamentablemente, a medida que pasaban las horas se sentía cada vez peor, como si su sangre demoníaca estuviera fallándole y sus poderes curativos se hubieran desvanecido. Alzó la mano derecha e intentó contemplarla: como imaginaba, su vista había empeorado a tal punto que solo veía una sombra. Exhaló un suspiro y alzó la cabeza al cielo oscuro, ya había anochecido, en aquel entonces estaba más expuesto a otras amenazas, a otros demonios que habitaban el bosque y podrían oler su estado, su aroma a animal herido a punto de morir que los atraería y lo rodearían, esperando el momento.
A pesar de su estado, pudo notar apenas una presencia allí, no podía sentir su aroma, ni verla con claridad. Apretó los dientes mostrando los colmillos, si ese alguien se acercaba, lo lamentaría. No estaba en posición de defenderse, sin embargo, opondría toda la resistencia posible antes de que quisieran devorarlo. La sombra se mantuvo estática frente a él, la observó con las pupilas dilatadas, su esclerótica se había enrojecido producto de la agonía, su rostro se había deformado a tal punto que asemejaba más a una verdadera bestia.
Pero no podía moverse, su cuerpo había entrado en un estado de parálisis. Entornó la mirada con odio a la sombra que se había acercado un poco, había dicho algo, pero estaba demasiado mareado como para comprender aquellas palabras que resonaron como un eco ¿Podía hablar entonces? No era una criatura común y corriente entonces, sino algún demonio, o un humano. No estaba seguro con cuál de los dos sería peor encontrarse en esas condiciones.
La figura se acercó más todavía, con movimientos inseguros, pero se acercaba. Sesshomaru comenzó a gruñir. La figura dio un paso atrás y volvió a hablar. Ahora que estaba más cerca comprendía lo que decía.
Decía su nombre.
Lo conocía.
Lentamente dejó de gruñir y de mostrarle los colmillos, comenzó a relajarse. Si lo conocía… ¿Quién podría ser? Sus sentidos funcionaban tan mal que no podía sentir ni siquiera su aroma. La otra presencia tomó esa señal de relajación como algo positivo y siguió acercándose. Su corazón se aceleró cuando percibió la sombra acuclillarse para estar a su altura. Ladeó la cabeza para observar a aquel borrón que ahora se encontraba a nada de distancia. Volvía a hablarle.
—Déjame ayudarte.
Era la voz de una mujer, su voz se le hacía conocida de algún lugar, pero no podía recordar exactamente de dónde. Entornó los ojos sintiéndose delirar, apenas tenía fuerzas para seguir manteniéndose despierto. Estaba dándose por vencido, así de fácil, estaba mostrando su lado más vulnerable a aquella mujer que alzó una mano hacia el pecho del demonio, pero él ya no pudo verlo, cerró los ojos y dejó caer cabeza a un lado, ya sin fuerzas como para seguir manteniéndose despierto. Sin embargo, tras sus parpados cerrados pudo distinguir una brillante luz seguido de una profunda sensación de alivio. Traspasados unos eternos segundos abrió los ojos y parpadeó un par de veces; lentamente su vista se iba aclarando a tal punto de que comenzaba a divisar apenas los rasgos de aquella mujer que tenía tan cerca: sus grandes ojos amarronados, su cabello largo y negro, aquella expresión consternada pero angelical…
Era ella, la mujer humana que acompañaba a su hermano.
Entonces si ella estaba allí significaba que Inuyasha también, que pronto él aparecería y querría darle el golpe de gracia que acabaría con su vida. Palideció y sus pupilas volvieron a dilatarse, el corazón volvía a latirle desbocado dentro del pecho. Kagome pareció percatarse de eso ya que Sesshomaru comenzó a recorrer el panorama con los ojos haciendo un gran esfuerzo por encontrar algo.
—No te preocupes, Inuyasha no está aquí.
Sesshomaru volvió a observarla, esta vez con detenimiento: ella le estaba sonriendo apenas, una profunda tristeza se reflejaba en su rostro. Luego él bajó la vista hasta las manos de la joven que mantenía cerradas formando un capullo sobre el pecho. Otra vez, ella pareció leer sus pensamientos.
—Es un fragmento de la Perla de Shikón—explicó bajando la vista y revelando lo que ocultaban sus manos: un pequeño fragmento que brillaba con un aura oscura y que se iba aclarando a medida que pasaban los segundos sobre las manos de aquella sacerdotisa—estaba corrompido por un poderoso veneno… y se encontraba incrustado en tu pecho.
Ahora comprendía, Naraku lo había hecho para acabar con su vida de una vez por todas. Eso explicaba el por qué sus poderes disminuían a cada segundo, aquella cosa estaba succionándole las fuerzas. Miró el fragmento ceñudo y luego volvió a mirarla al notar que iba a seguir hablando.
—Sentí su presencia desde no muy lejos y vine lo más rápido que pude. Sin embargo… te costará recuperarte de sus efectos. Necesitarás ayud—
—No la necesito—habló el demonio finalmente con una voz fría como el hielo y alejó la vista de ella—márchate.
Ella lo observó sorprendida.
—¡Pero necesitas algo que te ayude a recuperar las fuerzas pedidas!
—Dije que te vayas.
Esta vez volvió a gruñirle. Kagome entornó la mirada sintiéndose ofendida, enfrentándolo, luego se sacó un gran bolso amarillo de la espalda y comenzó a rebuscar en el interior. El demonio la observó con atención ¿Qué hacía esa mujer sola allí? Lo que más le llamaba la atención era la ausencia de su medio hermano que siempre la rondaba como un perro guardián ¿Dónde es que se había metido? Qué descuidado era en dejarla sola, sobre todo ante la presencia de él, de quien en antaño había sido una amenaza para la vida de aquella mujer.
—Aquí—dijo ella a medida que extraía un par de objetos de la gran bolsa y luego le mostraba un envase con un líquido en el interior—hice esta poderosa mezcla de hiervas hace un tiempo para poder combatir los efectos del más poderoso veneno, así que no tengo dudas de que te ayudará a sentirte mejor.
Lo depositó junto a él y le sonrió ante la mirada de hielo que este le otorgó a cambio. Esa mujer era testaruda de verdad, no la intimidaba ni en lo más mínimo, incluso sabiendo que él era lo más cercano a un enemigo que tenía a kilómetros a la redonda. No parecía temerle ¿Por qué no le temía? Solo volvió a desviar la vista de ella para demostrarle que no le interesaba para nada aquella mezcla, ahora que aquella cosa había sido extraída de su cuerpo, sentía como sus poderes regresaban lentamente a él, no tardaría mucho en curarse las heridas y en eliminar aquel veneno en su interior.
—No la quiero.
—La dejaré aquí en caso de que cambies de opinión—le respondió la mujer y le brindó otra pequeña sonrisa, luego volvió a guardar todos los objetos que había sacado de la gran bolsa y se reincorporó sin dejar de mirarlo—tengo que irme ahora, los demás deben estar buscándome… pero volveré mañana para cerciorarme de que te encuentras bien—agregó lo último que produjo que el demonio perro la observara ceñudo—solo… por si acaso.
Dicho esto, comenzó a caminar en dirección contraria al demonio que la siguió hasta donde su vista en recuperación se lo permitió. Así que ella había salvado su vida, lo había salvado de morir bajo los efectos de aquel agonioso fragmento envenenado del cual no se había percatado que poseía en su interior. Cerró la mano en puño sintiendo su orgullo dañado ¿Una humana le había salvado la vida? No podía creer lo bajo que había caído al dejarse salvar por una patética humana, sobre todo la humana bajo la protección de Inuyasha.
Observó la preparación de hiervas que había dejado a su lado con rencor y descubrió, un poco más lejos, un objeto que se había olvidado de guardar en su enorme bolso: se trataba de lo que parecía un pequeño libro verde. Se estiró a duras penas para poder levantarlo y lo giró en su mano, era pequeño y parecía haber sido usado con mucha regularidad. Lo abrió y sus ojos se posaron en una de las tantas páginas. Entornó más la vista puesto que la luz de la luna apenas lo alumbraba y, debido a su reciente mareo, las palabras se mezclaban frente a sus ojos, así que solo logró leer un par de líneas:
Sé que no puedo hacer absolutamente nada para evitarlo, el dolor me consume por dentro cuando lo veo marcharse y dejarme atrás como si yo no existiera. A veces me pregunto si el martirio se acabará o si deberé convivir con él por siempre.
Los ojos comenzaron a dolerle por forzarlos tanto por lo que cerró aquel libro y lo arrojó a un lado. No sabía a ciencia cierta de lo que se trataba y no tenía ni el más mínimo interés en saberlo tampoco. Solo estaba seguro de que, ni bien ella se percatara de la falta del objeto, regresaría a buscarlo. Que molestia.
Un lobo aulló a la distancia, por suerte ya comenzaba a sentirse mejor que antes, sin embargo, no se encontraba recuperado por completo, tal vez aquel veneno no se había ido todavía puesto que seguía notando aquella debilidad en su cuerpo entero. Volvió a cerrar los ojos intentando relajarse, solo debía darse el tiempo necesario para sanar.
A medida que trascurría la noche y observaba el sol asomarse por entre los troncos de los árboles comenzó a impacientarse por tener sus poderes de regreso. Sus ojos se dirigieron furtivos hacia la bebida que todavía seguía allí, cubierta de pequeñas gotas de rocío. No, no iba a beber esa cosa, no iba a rebajarse a dejar que ella volviera a ayudarlo, ya demasiada deshonra había sufrido dejando que le salvara la vida, no quería volver a sentirse en deuda con un humano. Pero no podía evitarlo, ansiaba recuperar sus poderes nuevamente y de una vez por todas. Estiró la mano hacia la poción y la levantó para observarla mejor. Abrió el recipiente en donde se encontraba y la olfateó: olía a hiervas frescas, de alguna manera su instinto le aseguró que eso era todo lo que necesitaba en aquel entonces.
Exhaló un largo suspiro e intentando no pensar en lo que hacía, lo bebió.
Despegó los ojos del pozo y volvió a observar el cielo que lentamente iba aclarando en color. Se sentía tan disgustado consigo mismo, no podía caber en su asombro todo lo que acababa de ocurrir. No podía creer que le debía la vida a una patética humana, ahora su reputación estaba manchada. Los demonios no le debían nada a aquella raza tan baja como eran los humanos… y ahora le debía la vida a aquella mocosa, tendría una deuda con ella de por vida. De alguna manera sentía que su vida y su destino comenzaba a unirse al de aquella sacerdotisa por medio de un hilo invisible que brotaba del pozo y reptaba por el suelo como una serpiente hasta llegar a él y enredar su extremo a uno de los dedos de Sesshomaru.
Y en aquel entonces, por primera vez en su existencia, supo que su vida estaba ligada a la de un humano.
CONTINUARÁ
¡Buenas noches! La idea para este fic me golpeó como un rayo, solo puedo decir que no será demasiado largo (al menos lo que tengo planeado por el momento). Siempre me gustó la pareja que hace Kagome con el frío Sesshomaru y quise rendirles tributo en este momento de mi vida. Espero que lo disfruten y se encuentren a gusto con esta nueva pareja que les presento en esta ocación.
Si quieren, pueden hacerme saber lo que les parece por el momento.
¡Nos vemos!