Capítulo 13

El viaje desde las tierras de Derbyshire hasta Longbourn resultó interminable para Elizabeth. No podía dejar de pensar en la suerte que correría su querido padre si la situación iba a peor. Por otra parte, también la atormentaba el pensar que, de nuevo, había tenido que abandonar al Sr. Darcy de improviso como aquel fatídico día en el que la noticia de la fuga de Lydia los había alcanzado.

A pesar de la percepción del tiempo que manejaba Elizabeth, lo cierto es que sobrina y tíos tardaron apenas un día y medio en llegar a Longbourn, gracias a la velocidad de los animales y al buen estado de las carreteras.

En cuanto Elizabeth vislumbró a lo lejos, desde el carruaje, la que había sido su casa desde que tenía memoria, tragó saliva, nerviosa por lo que la esperaba. Y es que, conociendo a su familia, lo peor no sería tratar con la enfermedad de su padre, sino con los nervios de su madre.

Como buena conocedora de sus progenitores, Elizabeth no falló en su predicción. Nada más entrar en la casa, los Srs. Gardiner y Elizabeth escucharon los lamentos y quejidos de la Sra. Bennet desde su habitación, situada una planta más arriba.

— Lizzy, nosotros subiremos a ver cómo está tu madre mientras tú ves a tu padre. Estoy segura de que le va a sentar bien verte. — dijo la Sra. Gardiner.

Elizabeth asintió y emitió un leve agradecimiento a sus tíos. Y es que, teniendo en cuenta la situación, lo que menos le apetecía era tener que lidiar con los nervios de su madre. Dado que era la mejor conocedora de su padre en aquella casa, Elizabeth se dirigió directamente al despacho del Sr. Bennet en su busca. Tenía claro que su padre habría preferido que movieran su cama a aquel lugar, que era como su santuario.

Como había previsto, encontró la puerta del despacho entreabierta y pudo descubrir desde fuera que su padre se encontraba en efecto tumbado en un lecho improvisado en medio de la habitación. Mary se encontraba sentaba a su lado en una butaca. En cuanto Elizabeth movió la puerta para entrar, su hermana se giró y le ofreció una amplia sonrisa.

— ¡Lizzy! Gracias a dios que ya estáis aquí. — dijo Mary, abrazándose fuertemente a su hermana.

— ¿Cómo está papá? — preguntó Elizabeth cuando ambas rompieron el abrazo.

— Acaba de dormirse después de una noche terrible de fiebre. — explicó Mary. — Parece que la medicina que le recetó el Sr. Johnson lo ayuda al menos a relajarse y descansar.

— Me alegra oír eso. — dijo Elizabeth, intentando mostrar una sonrisa.

Fue entonces cuando se acercó a la cama donde su padre yacía inmóvil y lo miró por primera vez desde que se había marchado de viaje con sus tíos. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a un hombre tan activo como había sido siempre el Sr. Bennet tumbado en la cama, con el rostro pálido y mucho más delgado.

— Seguro que pronto se recuperará, Lizzy. — la intentó animar Mary.

— Claro que sí. — dijo Elizabeth, intentando convencerse más bien a sí misma. — Pronto estará de nuevo molestándonos con sus constantes comentarios sarcásticos.

Mary y Elizabeth decidieron dejar descansar en paz a su padre mientras pudiera, así que se encaminaron escaleras arriba a intentar calmar a su madre. Desde el piso de abajo se seguían oyendo sus constantes quejidos y lamentos, mientras los Srs. Gardiner trataban de hacerle recobrar en sentido.

Cuando la Sra. Bennet vio a su segunda hija entrar en la habitación, los lamentos no hicieron más que incrementarse.

— ¡Oh, Lizzy! Menos mal que estás aquí, ¿qué vamos a hacer? — gritó su madre desde su posición en la cama, que se encontraba cubierta de pañuelos de tela ya usados.

— Mamá, debes calmarte. Solo hay que esperar a que papá mejore. — contestó Elizabeth con calma.

— Pero, ¿y si el Sr. Bennet se muere? — exclamó la Sra. Bennet. — ¿Qué haremos entonces? Al menos el Sr. Bingley nos ayudará, pero... ¡¿qué será de vosotras dos?!

— Mamá, cálmate. No es momento de hablar de eso. — expuso Mary nerviosa.

— ¡Claro que es momento de hablar de esto, Mary! — protestó la Sra. Bennet. — Aunque el Sr. Bingley nos ayude, no quedará dote ni perspectivas para vuestros matrimonios.

— ¡Mamá! — Gritó entonces Elizabeth, agotada por el viaje, las emociones de haber visto a su padre completamente frágil e inmóvil y la poca sensibilidad y sentido de su madre.

La Sra. Bennet, ante el grito de su hija y observando que esta se había puesto roja de furia, cerró la boca de sopetón.

— Voy a pedir a Hill que prepare un baño para ti. Te vas a asear y a vestir apropiadamente. — comenzó Elizabeth, con expresión seria. — Los tíos podrán retirarse a descansar y a la hora de la cena todos los encontraremos en el comedor.

Ante la seriedad de Elizabeth, nadie tuvo la osadía de interrumpir, por lo que todos, incluida la Sra. Bennet, se limitaron a seguir sus órdenes. Fue entonces cuando ella decidió retirarse a su habitación para tener un momento de intimidad.

En cuanto entró en sus aposentos y cerró la puerta tras de sí, Elizabeth se derrumbó en la cama sollozando. Lloraba por todo y por nada: lloraba por la situación de su padre, aunque todavía no había ningún diagnóstico definitivo, lloraba por haber tenido que dejar así a su prometido, a pesar de que sabía que él la comprendería y esperaría, y lloraba por lo que la esperaba en las próximas semanas. Esto último sí que no parecía presagiar nada bueno.

Elizabeth pasó los dos días que siguieron a su llegada a Meryton entre el despacho de su padre y la habitación de su madre. El Sr. Bennet seguía sin recobrar la consciencia, ya que en los breves momentos en los que despertaba parecía delirante, por lo que Elizabeth estaba segura de que su padre no era conocedor de su presencia allí.

En cuando a la Sra. Bennet, a pesar de haber comenzado a asearse y vestirse para salir más de sus aposentos, continuaba la mayoría de veces negándose a abandonar su cama y proclamando su mal estado debido a sus pobres nervios.

Por fortuna, Mary ayudaba en todo lo que podía, algo que liberaba enormemente Elizabeth, que intentaba concentrar sus esfuerzos en hacer que su padre mejorara. Elizabeth se había convertido además en una suerte de gestora tanto de los quehaceres diarios de la casa como de la finca de su padre, que requería tomar ciertas decisiones.

Esa segunda tarde, tras pasar varias horas leyendo en frente de la cama de su padre, decidió salir al jardín para tomar un poco el aire. El Sr. Bennet parecía sumido en un profundo sueño y ella sentía la necesidad imperiosa de salir de aquella sofocante estancia.

Tras coger su abrigo en el hall y colocárselo sobre los hombros, se encaminó hacia la parte más lejana del jardín, donde su padre les había instalado a Jane y a ella un columpio cuando ambas no levantaban ni un palmo de altura.

Se sentó en la atracción y comenzó a balancearse, sumida en sus pensamientos. El cuidado de su padre ocupaba la mayor parte de su tiempo y de sus pensamientos, aunque no había olvidado a William. Sentía la necesidad de ponerse en contacto con él, no solo porque necesitaba desahogarse, sino también porque lo echaba de menos mucho más de lo que nunca hubiera imaginado. Sin embargo era impensable acudir caminando a Meryton para entregar una carta al mensajero: no podía abandonar la casa dadas las circunstancias y los caminos se habían vuelto inhóspitos e intransitables por la lluvia y la nieve.

Tan sumida estaba en sus pensamientos que tardó en percatarse de que un hombre se encontraba detrás de ella.

— ¿Srta. Bennet?

Elizabeth pegó un brinco y se incorporó asustada. Entonces, descubrió a un joven que la miraba con expresión nerviosa.

— ¿Es usted la Srta. Bennet? ¿Elizabeth Bennet? — repitió el muchacho.

— ¿Quién lo pregunta? — dijo Elizabeth, todavía abrumada por la situación.

— Soy Jack Smith, Señorita. Trabajo en la casa del Sr. Darcy.

Al oír el nombre de su prometido, Elizabeth respiró aliviada y le ofreció al muchacho una sonrisa para que él también se calmara.

— Buenas tardes, Jack. Sí, soy Elizabeth Bennet. — contestó ella. — ¿Te envía el Sr. Darcy? — preguntó esperanzada.

— Sí, Señorita. — dijo él, mientras extraía un sobre y un paquete del interior de su cartera. — El Sr. Darcy me ha dado instrucciones precisas de que le entregara esto y de que no partiera hasta no haber recibido una respuesta por su parte.

Elizabeth cogió el sobre y el paquete que el muchacho le ofrecía. — La leeré inmediatamente y me pondré a redactar la respuesta tan pronto como sea posible.

— No se apure, Señorita. Tengo instrucciones de quedarme en la posada de Meryton el tiempo que requiera. — aseguró él.

Elizabeth no pudo evitar sonreír al pensar en lo organizado y bueno con sus empleados que era su prometido.

— Si te parece escribiré la carta esta noche y la dejaré debajo de los sacos de paja que hay en la parte trasera el establo. — dijo Elizabeth, pensando que durante el invierno allí no acudía nadie. — Podrás entrar sin ser visto mañana por la mañana.

— De acuerdo, Srta. Bennet. — dijo el muchacho, devolviéndole al fin aliviado la sonrisa.

Cuando el muchacho desapareció tras el muro del jardín, Elizabeth se sentó de nuevo en el columpio. Dejó el paquete con cuidado sobre la hierba y abrió el sobre con impaciencia. Dentro descubrió la cuidada caligrafía de su prometido que tanto había echado de menos.

15 de diciembre de 1814, Pemberley

Querida Lizzy,

No creo que puedas llegar a imaginarte el tremendo susto que recibí cuando recibí tu nota. En ese momento lo que más me apetecía era coger mi caballo y galopar tras de vuestro carruaje. Sin embargo, una vez más, la cordura me impidió cometer tal locura.

Espero de verdad que tu padre se encuentre ya gozando de buena salud o, al menos, camino de recuperarse. No sé qué podría decirte para ayudarte a sentirte mejor: sé que estos momentos son muy difíciles y, conociéndote, estoy seguro de que estás cargado con todo el peso de tu familia sobre tus hombros. Lizzy, recuerda que está bien pedir ayuda y que estoy aquí en todo momento para lo que necesites.

Envío a Jack con esta carta para que llegue a tus manos sin dificultad y a la mayor brevedad posible. Puedes contar con él en todo momento para hacerme llegar una respuesta o pedirme lo que necesites.

Recuerda siempre lo mucho que te quiero mucho y que estoy y estaré siempre aquí.

F.D.

PD. Esperaré con sumo gusto al 25 de diciembre para abrir tus regalos, aunque me esté matando la curiosidad. El paquete que te habrá dado Jack es el regalo que tenía preparado para ti. Espero que también lo puedas abrir en la fecha señalada.

Elizabeth tenía lágrimas en los ojos cuando acabó de leer la carta. Con cuidado, trazó sus iniciales con las yemas de sus dedos, ya que era la única forma que tenía en esos momentos de estar junto a él.

Lloraba de alegría y tristeza a la vez. Por una parte le entristecía su situación pero, por otra, se alegraba de haber encontrado a una persona que la comprendiera tan bien y que, sorprendentemente, también la quisiera incondicionalmente.

En esos momentos, si tuviera que pedirle algo, lo que más desearía sería tenerlo a su lado para poder sumergirse en su abrazo y olvidarse por un momento de todos sus problemas. Sin embargo, sabía que eso sería una petición imposible.

Cuando regresó a casa después de calmarse se encontró con un revuelo que provenía del despacho de su padre. Alarmada, corrió hacia el lugar, para encontrar a su padre hablando lentamente con su hermana Mary.

— ¿Papá? — preguntó Elizabeth.

El Sr. Bennet, aunque cansado, giró la cabeza para mirar a su hija favorita y le ofreció una leve sonrisa.

— Elizabeth... m-me alegro de que estés aquí. — dijo el Sr. Bennet, con obvias dificultades para hablar.

Elizabeth le sonrió con lágrimas en los ojos y se acercó a la cama para sentarse al lado de Mary, que también presentaba obvios indicios de estar emocionada.

— Papá, ahora lo que tienes que hacer es descansar para recuperarte lo antes posible. — dijo Elizabeth.

— Lizzy, me temo que mi cuerpo ya no es lo que era. — dijo el Sr. Bennet con un susurro, mientras luchaba por que no se le cerraran los ojos.

— Debes intentarlo papá. Después de todo, ¿cómo podrías dejarnos a Mary y a mí solas con mamá? — preguntó Elizabeth, fingiendo una gran conmoción ante tal prospección.

El Sr. Bennet rió con las pocas fuerzas que le quedaban y asintió.

— Tienes razón. — confirmó él. — Ahora voy a intentar dormir...

Con esas últimas palabras el Sr. Bennet se sumió de nuevo en un profundo sueño. Elizabeth, aunque levemente, se encontraba más esperanzada. Al menos, por unos minutos, su padre había vuelto al mundo consciente de todo lo que le rodeaba.

— Estoy segura de que pronto volverá a estar aquí mismo leyendo sus libros. — dijo Mary.

Elizabeth sonrió a su hermana y ambas se dirigieron a sus respectivos aposentos para cambiarse antes de la cena. Aquella noche serían por primera vez solo ellas dos y la Sra. Bennet, ya que sus tíos habían tenido que irse con urgencia por ciertos negocios del Sr. Gardiner en Londres.

A media noche, como acostumbraba hace solo unas semanas, Elizabeth se encontró sentada frente a un papel en blanco en su escritorio.

17 de diciembre de 1814, Longbourn

Querido WIlliam,

No sé cómo agradecerte tu carta. Ha sido un alivio comprobar que sigues ahí en un momento tan difícil como este. Cuando te envié la nota con las malas noticias sentí como si estuviera reviviendo nuestra despedida antes del asunto de Lydia. No era el adiós perfecto ni mucho menos, pero era lo único a lo que tenía acceso en esos momentos.

Papá se ha despertado por unos minutos esta misma tarde, aunque se ha vuelto a dormir profundamente. Este hecho me ha aliviado enormemente, aunque sigo temiendo lo que pueda pasar. No solo por perder a mi querido padre, sino por la reacción que pueda tener mi madre. Ahora mismo, apenas sale de sus aposentos y, cuando lo hace, es porque la fuerzo a hacerlo.

Muchas gracias por ofrecerte a ayudarme, pero ahora mismo sería difícil que lo pudieras hacer de alguna manera directa. Solo te pido que me sigas escribiendo: recibir tus cartas y poder leerlas es una de las pocas cosas que me proporciona fuerzas para seguir.

Te quiero mucho,

Lizzy

PD. Yo también cumpliré mi parte del trato y abriré el regalo el 25 de diciembre.

Hola a todos:

Lo sé, lo sé. He estado desaparecida algo más de un mes. Lo lamento enormemente, pero los asuntos personales y profesionales tienen obviamente prioridad, y me ha sido imposible escribir antes.

Quería, por otra parte, haberos avisado de que no os había abandonado y simplemente tenía muchas cosas entre manos, pero no quería volver a crear problemas con una actualización que no fuera un capítulo. Por ello, se me ha ocurrido abrir una vía de comunicación en la que avisaros en todo momento de cómo van las cosas: publicaré las actualizaciones e iré avisando de cuándo actualizaré. Así, la comunicación será más inmediata y me podréis preguntar todo lo que queráis. Provisionalmente podéis recibir la información en mi twitter Dalpaengi_ (tenéis toda la info en mi perfil).

Como vía de comunicación fija querría que todos estemos de acuerdo en el medio a utilizar, así que os pediría que votarais en la encuesta que encontraréis en mi perfil.

Por otro lado, dado que tengo decenas de comentarios acumulados, esta vez no os responderé uno a uno, pero lo haré para el próximo capítulo como siempre. Si me habéis hecho alguna pregunta en anteriores comentarios, podéis volver a planteármela y la responderé sin problemas.

Gracias a todos y nos leemos pronto,

Dalpaengi