Un mes había pasado. Mabel pasaba los días encerrada en su cuarto, con Pato recostado en sus brazos, sirviendo como algo a qué abrazar las veces que dormía. Inconscientemente se había acostumbrado a dormir abrazando a algo, o mejor dicho a alguien. Pero le molestaba el hecho de que no podía dormir sin tener que hacerlo.

Tampoco hablaba con su hermano, por miedo a que pase una situación como aquella noche. Y con su tío Ford apenas intercambiaba palabras. Wendy había logrado salir de prisión gracias a cierto guardia, Robbie Valentino, que era su más reciente pareja, lo que no mejoró su relación con su padre, cuando la vio salir de aquel lugar. Trató de hacer lo mismo con Soos ya que Stan al ser un sospechoso principal era una causa perdida, pero el robusto no iba a abandonar a su jefe, y se rehusó a la oferta de la pelirroja. Ford por su parte, trataba de animar a Mabel, trayéndole todo lo que le era de interés a la chica, tratando de que su miseria no sea tan grande como para no cantar nunca más. Todo en vano, por cierto.

Por otro lado, Dipper tampoco realizaba esfuerzos para acercarse a Mabel. Era consciente de lo que había pasado, Bill se lo permitió verlo. Se sintió diferente, como si el Bill que poseía su cuerpo no era el mismo que lo había hecho antes; no era Bipper. Éste Bill parecía ser el mismo que había pasado el romance con Mabel, como si telepáticamente estaba usándolo para saber la situación de ella. Él por supuesto, era indiferente a todo el tema, no quería saber nada sobre la relación de su hermana. Mientras menos sabía, mejor. O eso pensaba hasta que la vio devolviendo el desayuno una mañana en el baño.

— ¡Mabel!— Exclamó, yendo a socorrerla inmediatamente. Tomo su larga cabellera castaña y la sujetó sobre su cabeza para evitar que esta se ensucie con el vómito. Cuando parecía que terminó la soltó lentamente. —¿Estás bien?— Preguntó.

Mabel volteó la cabeza para verlo de reojo, mientras se limpiaba la boca con la parte trasera de su mano. —Mejor que nunca.—

Dipper frunció en ceño al par que la veía levantarse del piso para ir a lavabo. La chica agarró un cepillo, y poniendo una pasta, comenzó a cepillar sus dientes.

— Es enserio, Mabel.— Insistió.

Mabel terminó de cepillarse y suspiró. —Debió haber sido algo que comí.— Excusó.

— Pero si tu apenas comes.

—Entonces fue el vino.— Se encogió de hombros. Salió del baño, ante la confundida mirada de su hermano.

Dipper no sabía qué hacer. Se había distanciado de ella. Y francamente, no sabía que ella tomaba vino. El por fin haber cumplido la mayoría de edad le habrá afectado. Pero el creerle en su segunda excusa instantáneamente se borró cuando escuchó una voz en su mente.

«Miente.»

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Mabel bajó por las escaleras, encontrándose con Wendy jugando con una raqueta de ping pong en la sala. Ésta sonrió al verla, pero borró su sonrisa al ver el estado en que se encontraba: Grandes ojeras y ojos levemente hinchados de tanto llorar. También se veía un poco pálida.

—¿Mabel, te encuentras bien?— Preguntó.

La castaña sonrió de inmediato, queriendo eliminar la preocupación de la pelirroja. — Claro que sí. Solo que no he dormido mucho.— Dijo desviando la mirada.

Wendy frunció en ceño. —Mabel...— presionó.

La chica cerró los ojos con fuerza y suspiró. —Vamos afuera.

Ambas chicas fueron a sentarse afuera en el pórtico. Mabel jugaba con sus manos, buscando la manera de hablar. Wendy le ganó.

—Esto es por Cipher, ¿Cierto?

Mabel asintió lentamente. —Se que no debería estar pensando en él...

—No, no, no eso es aceptable. Acabas de terminar con él y creo que te marcó sentimentalmente, ¿O me equivoco?

Mabel no dijo nada, confirman su pregunta. Bill la había buscado con intenciones de engañarla para sus egoístas deseos de venganza y ella cayó en su juego como mosca a una telaraña.

— Sabía que no era bueno para mí; que su reputación no hablaba muy bien de él. Pero como la tonta que soy, fui con él de todas formas, ya sabes cómo somos con las cosas que no son buenas para nosotros.— dijo viendo a la cara a Wendy por un momento. — Pero esa decisión volvió para morderme en el trasero, que digo, si me arrancó el corazón. Debí haberle hecho caso al tío Ford.— llevó sus manos a su rostro, limpiándose las nuevas lágrimas que comenzaron a brotar. — Soy una estúpida enamoradiza sin salvación.

— Mabel no digas eso…— comenzó Wendy pero la interrumpió.

— ¿Y sabes lo peor?— la pelirroja no le contestó. — Aún lo amo.— dijo con una sonrisa melancólica. — Aún lo amo, es por eso que duele tanto.— sollozó, volviendo a cubrir su rostro con sus manos.

Wendy se quedó callada, optando por llevar un brazo alrededor de la chica en un abrazo de lado y dar pequeñas palmadas en su espalda, con esperanza de que la calmara un poco.

— Mabel, no eres una estúpida. Un corazón roto duele, lo sé, y es difícil de superar. No te culpes al seguir amándolo, no es algo que se deje de hacer de la noche a la mañana, lleva mucho tiempo superar a una persona. Es fácil decir que ya lo hiciste pero esas son mentiras.

La castaña escuchaba con atención sus palabras, calmándose de a poco. Tenía razón en aquello, no debía sentir culpa por seguir amándolo.

— Además.— continuó, levantándose. — una de las mejores formas de superar a alguien no es encerrándote a ti misma con esperanza de que pase, sino pasarla bien con tus amigos.— sonrió ofreciéndole una mano.

Mabel le devolvió la sonrisa. — ¿Qué tienes en mente?

— ¿Sabes disparar?— preguntó, sacando un revólver de su bolsillo dentro de su abrigo.

— No, nunca quisieron que aprendiera. Una chica no debería de aprender esas cosas.

— Pff, ¿Lo dice quién?— se burló la pelirroja, apuntando a un cono de pino en un árbol y dando justo en el blanco, para impresión de Mabel. — No soy una de los guardaespaldas de tu tío por nada, Mabel. Y con la vida que llevamos también deberías aprender.— le ofreció el revólver y se agachó a su altura para ayudarla a apuntar. — Hazlo de ésta forma, es más pesado de lo que parece así que tu agarre debe ser firme si no quieres que rebote hacia tu cara. — se alejó un poco para colocar una botella a cierta distancia. — Ahora tienes un objetivo.

Mabel hizo lo que le mostró para apuntar, le quitó el seguro y disparó. Para su decepción no logró dar en el blanco, y suspiró pesadamente.

— Tranquila, es normal. Mira, esto es una táctica: inhala un poco y mientras exhalas lentamente disparas. Es un truco que me ayudó mucho.

La castaña trató de imitar lo que le enseñó al apuntar, sosteniendo firmemente el arma y respirando profundamente. Cuando disparó para su alegría la botella explotó, indicando que le dio en el blanco, lo que provocó que comenzara a reír y dar saltitos de alegría. De un momento a otro hizo una mueca de dolor, sosteniendo su cabeza y tambaleándose un poco. Fue sostenida por Wendy, evitando que caiga al suelo.

— ¿Te encuentras bien?— preguntó con confusión.

— Si. Solo son estos mareos: los he tenido por días.

Wendy frunció el ceño. — Mabel eso no está bien, debería llevarte a un doctor.

— Oh, no te preocupes no es nada.

— Podrías tener indicios de una enfermedad, mejor no corramos riesgos.— dijo agarrando el revólver que había caído al suelo y guardándolo devuelta. — Vamos a ver a un médico.

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Dipper andaba caminando por las calles de Gravity Falls solo. Quería su momento para pensar un poco la situación en que se encontraba. Su tío seguía encerrado por su culpa. No lo liberarán a no ser que encontraran al culpable o que Gideon convenciera a los policías de que su acusación sobre los Pines fue una farsa, cosa que jamás sucederá.

A lo lejos pudo divisar a un hombre que caminaba casualmente al lado de las personas, chocando de vez en cuando. Lo que nadie notaba, es que con cada persona que chocaba, ésta perdía algún objeto de valor de su bolsillo. Nadie lo notaba, excepto Dipper.

«Deshazte de él»

Sintió un gran impulso que lo llevó a acercarse al hombre y empujarlo al callejón más cercano. El hombre se recuperó rápidamente, al verse acorralado.

— ¡¿Cuál es tu problema, idiota?!— reclamó.

Dipper bufó. — Mas bien el tuyo, si sigues robándole a personas.

El hombre se tensó en su lugar. Lo había descubierto.

— No te metas en mis asuntos, muchacho.

Trató de pasar por un lado de él pero Dipper lo sujetó antes de que pueda irse y lo tiró al suelo de vuelta frente a él. Sacó un cuchillo del bolsillo de su chaqueta y pudo observar que el miedo se apoderó del rostro del hombre.

— O-oye, no tenemos que ponernos así, ¿Sabes?— levantó una mano frente a él en símbolo de paz. — Podemos hablarlo.

— No quiero hablar.— respondió secamente Dipper, sus ojos volviéndose amarillos y atemorizando aún más al hombre.

Levantó el cuchillo preparado para atacar, y antes de que el hombre pudiera gritar se lo clavó en la frente, en medio de los ojos. Al sacarlo se alejó rápidamente para no ser salpicado por la sangre. El cuerpo inerte cayó al piso, un charco de sangre emergiendo debajo. Dipper sacó un pañuelo, limpiando el cuchillo que acababa de usar. Hasta que escuchó pasos detrás de él. Volteó rápidamente y se encontró con la última persona que esperaba ver.

Gideon Gleeful se encontraba parado, sin mover ni un músculo. Su rostro expresaba incredibilidad y algo de miedo.

— No esperaba ver esto de ti… pequeño Dipper.— murmuró.

Dipper guardó el cuchillo devuelta antes de girarse a él. Empezó a sonreír lentamente.

— Dipper no se encuentra aquí en este momento.— habló.

Gideon frunció el ceño por un momento, hasta que relajó su cuerpo al saber de qué se trataba.

— Por otra parte, si esperaba esto de ti… Bill.

El castaño solo sonrió.

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Wendy y Mabel estaban en el consultorio del doctor del pueblo. La había atendido hace algunos minutos hasta que fue por unos instrumentos.

— Te sigo diciendo que no es nada, Wendy.— insistió la castaña.

— Aun así me preocupa, Mabel.

El doctor volvió con un estetoscopio y se lo colocó escuchando los latidos de la chica. Lo pasó por su espalda y luego por su estómago, en donde se quedó más tiempo.

— Interesante.— dijo el doctor.

— ¿Qué sucede?— preguntó Wendy.

El doctor se sacó sus instrumentos dejándolos en la mesa. — Por los síntomas que me describió la señorita creo que ya tengo muy en claro lo que pasa. Aunque, se ve muy joven… no es mi asunto.— le dedicó una pequeña sonrisa. — Felicidades, está esperando un hijo.

Continuará…