¿Qué paaaaaasa?

Les traigo el final. No diré nada de momento, solo que no estoy contento del todo. Me parece una cantidad ilimitada de basura poco profunda y asquerosa.

Disclaimer: Kung Fu Panda no me pertence, y no hago esto con ánimo de lucro.


Un día muy largo

El aire era liviano, ligero, suave…era débil, porque cuando el aire está tranquilo, siempre es débil. Pero, aun así, con su debilidad, el aire portaba la mayor carga que nadie hubiera tenido que soportar jamás

El silencio.

La noche era plena, altas horas de la madrugada ... pero la blanca luz de la luna llena se percibía allá donde cualquier par de ojos tuvieran intención de posarse. Como si el astro nocturno estuviese compadeciéndose de ellos, pobres mortales, e intentase apaciguar sus almas con algo de luz. Pero no era suficiente, por mucha compasión que quiera tener la luna, está siempre se mostrará de noche. Era de noche.

Y estaba oscuro.

Respirar dolía … dolía por dentro. Y no por que sufriese el alma o el espíritu, sino porque sufría el cuerpo. Abrir la boca, desbloquear la garganta, hinchar los pulmones … simplemente respirar … dolía. Como pequeñas punzadas el aire entraba y hacía daño, haciendo que cualquiera desease respirar menos y más despacio … y es que respirar dolía

Porque hacía frío.

El aire portaba el peso del silencio … el peso de la ausencia … de sonido.

La luna fracasaba al apaciguar la oscuridad… apaciguar la ausencia … de luz.

El cuerpo sufría por el frío … sufría por la ausencia … de calor.

Todos en el Palacio de Jade soportaban el silencio, la oscuridad y el frío. Soportaban la ausencia. La ausencia de alguien al que querían.

En el centro del Salón de los Héroes, se alzaban velas y antorchas por cientos. Como un ejército de valientes dispuestos a hacer frente a su enemigo. Sin sentir temor, sin quebrarse, sin doblegarse, sin rendirse, peleando contra los enemigos más fieros que el Palacio de Jade haya enfrentado jamás. Pelando contra el silencio, contra la oscuridad y contra en frío. Y venciendo. Porque a ellos se les puede vencer, pero no a la ausencia. La ausencia siempre gana.

Quizá por ello se situó el cadáver en el centro del salón, porque así quizá se pudiera luchar contra ese vacio en el alma, al fin y al cabo, si una vez estuvo lleno, debería poder volver a llenarse. O eso pensaron, pero se equivocaban.

El vacío seguía allí, y no se iba. Eso ahogaba, el saber que no se iría, que habría que esperar a que el tiempo pasara. Pero quién dice que el tiempo ayuda, se equivoca. El tiempo no alivia el dolor, solamente te enseña a poder sobrellevarlo.

Shifu miró la estancia, estaba solo. De no ser claro, por el cuerpo colocado sobre el suelo.

No había tenido valor para mirar en esa dirección, tampoco es que importase. Para él era doloroso, y para lo demás … bueno allí no había nadie más.

Era curioso, nunca llegó a imaginar que le dolería tanto. Nunca pensó que estuvieran tan unidos en el fondo. Nunca trabajó de verdad en estrechar lazos. Hablaban con frecuencia, pero nunca de cosas verdaderamente importantes. Nunca de ellos. Nunca.

Quizás por eso dolía

"Lo siento" Shifu ni siquiera fue capaz de decirlo, no en voz alta. El dolor de haberlo pensado, tan solo pensado fue demasiado. No podría pronunciar las palabras. Tampoco es que importase mucho. Ya no.

- Es raro. – Una voz habló a su derecha. El entrenamiento de Shifu le hizo reaccionar girándose rápidamente para encarar a aquel que le había sorprendido, aunque ya sabía que era Grulla. – Hoy mismo … esta mañana … quiero decir … nunca pensé… - Y el pájaro calló justo después, Shifu pensó que, en el fondo, él y Grulla se parecían mucho, no eran buenos con las palabras. Ambos preferían estar callados, y ser espectadores inertes del pasar del tiempo… y de la vida.

- Se lo que quieres decir. – Shifu liberó a su alumno de la necesidad de tener que explicarse. – Esto nos ha sorprendido a todos, pero eso no lo hace menos real. – Shifu se sorprendió a si mismo, hace un momento, parecía que mantener la compostura le costaría su mayor esfuerzo en años, pero ahora casi le era instintivo, natural. Quizá no dolía tanto. Quizá no le importaba tanto. Era duro decirlo en estas circunstancias, duro y cruel. Pero cierto. Claro que sentía su perdida, su ausencia. Pero no tanto como debería, no tanto como pensó en principio. Este pensamiento le hizo sentirse miserable, pero no tenía sentido mentirse. No era una persona tan importante para él …

"No tanto como me hubiese gustado" Shifu lo intentó con todas sus fuerzas, pero no pudo evitar soltar un pequeño gemido de dolor ante este simple pensamiento. Ahora sufría de nuevo … ¿Por qué ahora dolía de nuevo?

- Maestro Shifu. – Grulla miró al panda rojo que parecía haberse perdido en la nada. – Si no le importa … creo que voy a ver como siguen los demás. ¿Desea acompañarme?

Shifu tardó casi un minuto entero en responder, casi parecía que no había oído la pregunta.

- No. Yo … creo que prefiero quedarme. – Shifu señaló a la infinidad de velas con su bastón. – Ya sabes … para velar … tradiciones … - Y otra vez el panda rojo pareció haberse perdido.

- Como quiera. – Grulla empezó a darse la vuelta consciente de que su antiguo maestro ya no estaba prestándole atención. – Si necesita descansar, avíseme.

El anciano panda rojo no volteó, no dijo nada …. Solo se quedó ahí … como si fuera un ser inerte… como si ya no hubiese vida en él.

Grulla caminó tranquilo durante todo el trayecto, dudó por un segundo si debía alzar el vuelo para llegar antes a las demás estancias del palacio, pero desechó la idea de inmediato. Eso hubiera sido muy irrespetuoso. Además, no es como si tuviera prisa por llegar a verlos. En realidad, preferiría pasarse toda la noche paseando solo, no tendría que pensar palabras de consuelo, podría dejar divagar su mente tanto como quisiera, sin tener que preocuparse por si distraerse de la conversación fuera apropiado o no. Podría sentirse como quisiera … dolido … indiferente … aceptar la situación y poder reprenderse a si mismo todo lo que quisiera. Porque claro, Grulla se reprendía a si mismo. Maldecía su carácter más cerrado, si claro él podía ser alegre, como todos, pero nunca iniciaba las muestras de afecto o de ánimo. Él no iniciaba las conversaciones, podía seguirlas claro está, pero nunca las iniciaba. Quizá por eso nunca hubiera tenido una verdadera conversación a solas con Tigresa, él no iniciaba la conversación, y ella tampoco. Esa idea era curiosa, habían logrado convertirse en amigos… pero nunca habían compartido un momento como tal, no sin los demás. Y estaba ese pequeño detalle de la prisión de Gongmen, cuando él había intentado obtener una muestra de preocupación por su parte, solo recibió un insulto velado y un corte. En aquel momento dejó que su orgullo le cegara y pensó que, si no se preocupaba por él, sería su problema, no tendría que andar mendigando por el aprecio de su compañera.

"Bueno eso no importa mucho ahora" Grulla miró al edificio de la enfermería, y decidió, que hablaría más con sus amigos, que intentaría demostrarles que eran importantes para él. No se sabe cuándo podías perder la oportunidad de hacerlo, eso lo había aprendido esta misma noche.

Recordó la lucha que había tenido lugar horas atrás, y dio gracias de nuevo por que Mantis hubiera estado con él. Grulla no era un cobarde, pero tampoco era idiota, eran demasiados bandidos como para que él hubiera podido vencerlos a todos y salir ileso. Que curioso sentido del humor tenía el destino, si no hubiese tenido esa pequeña distensión en el ala, si no hubiera sido por ese pequeño dolor, ahora mismo él podría ser otro cuerpo más en el Salón de los Héroes. Y cuando Tigresa había mandado a Mantis con él, le había molestado … si el destino tiene un destino del humor asquerosamente tétrico. Hace años Tigresa se negó a reconocer que se preocupaba por él, y él se había molestado por ello. Y esta misma noche, sin que él sé que él se diera cuenta, ella le había salvado la vida, y eso también le había molestado.

"Definitivamente, soy un maldito idiota" Grulla dejó que una sola lágrima deslizara por su mejilla antes de secársela y acelerar el paso. Una sola lágrima, solo una.

Oyó un llanto, y se paró en firme. Reconocía ese timbre de voz, lo reconocería en cualquier parte. "Víbora…" La vio allí, treinta escalones más abajo, probablemente quería que alguien la encontrase. Se acercó a ella, se sentó a su lado, y colocó sus alas en un abrazo, protegiéndola del frío.

- Grulla… - Ella dijo entre sollozos. - ¿Cómo puedo ser tan tonta? – Víbora siguió llorando sobre el pecho de su amigo.

- No eres tonta, Víbora. – Grulla dijo con sutileza. – Simplemente eres una chica dulce y sensible, a la que le afectan estas cosas. – Acarició la cabeza de su amiga, mientras que intentaba resguardarla del frío de la noche lo máximo posible, no quería que se resfriara, o que sufriera. Cualquiera menos ella.

Pasaron los minutos y ellos dos se quedaron ahí, abrazados, mientras ella lloraba y el callaba. Grulla nunca sabía que decir en estas situaciones, y eso le destrozaba por dentro. Con el tiempo el llanto de Víbora se convirtió en sollozos, y después en hipidos. Y después en nada, pero ambos seguían abrazados.

- Oye Grulla. – Víbora rompió el silencio, había un tema que no quería dejar de lado. – Sobre lo de hace unos días … lo siento de verdad, pero …

- Tranquila. – Grulla dijo con una sonrisa. – No me amas, no es culpa tuya.

- Gracias por entenderlo. – Víbora intentó sonreír, pero no le salió. Otro pequeño hipido salió de su garganta, y sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo. Estaba a punto de volver a llorar, pero Grulla no lo permitiría.

- Y dime, ¿Ya hablaste con Mono? – Cualquier pregunta hubiese sido más placentera para Grulla, pero probablemente esa distrajese más a Víbora.

- Sí – Ella admitió. – No me corresponde. – Dijo mirando al suelo. – Pero está dispuesto a empezar una relación, lo haremos público cuando … - La voz de Víbora empezó a quebrarse. – Cuando todo esto pase … - Víbora se apartó un momento para mirarlo a los ojos. – Escucha, te quería dar las gracias por salvarlo esta noche, corriste un gran riesgo al hacerlo … y te hiciste daño. Me agrada que tenga tan buenos amigos como tú … que lo mantengan siempre a salvo … para que nunca le pase … para que a él no … - Y comenzó a llorar de nuevo. Grulla se maldijo en voz baja, ¿Cómo podía aspirar a ella, si ni siquiera era capaz de consolarla un poco?

Y de repente él comenzó a llorar también, se sintió poco macho al hacerlo, pero no pudo evitarlo. Recordó como de rápido había pasado todo. Habían derrotado a los lobos, el pueblo estaba a salvo. Y él decidió volar con Mantis a la espalda para reencontrarse con los demás. Volar le dolía, pero quería saber cómo estaba Víbora. Recorrió medio pueblo antes de llegar a una pequeña plazuelilla, donde Mono estaba sentado en el suelo con una mano puesta sobre la cara. La sangre le recorría todo el brazo.

"Un corte encima del ojo." Les había dicho, "Por poco no me quedo tuerto"

Víbora llegó pocos segundos después, y casi enloquece al ver sangrando al primate. Se lo llevó a rastras a la enfermería del palacio antes incluso de que Po les encontrara. Po estaba fresco, como si o hubiera tenido que pelear, claro, probablemente si siquiera se esforzó en la lucha. Solo faltaba uno, faltaba Tigresa. Los tres recorrieron las calles buscándola, preguntando a los aldeanos que se encontraban. No la hallaban por ninguna parte, y cada segundo que pasaba ese mal presentimiento que tenían todos crecía. Al ver el restaurante del Señor Ping, algo les dijo que miraran dentro. Quizá fuera la intuición, quizá el destino. No sabía que.

Pero agradecía a lo que fuera que Víbora no hubiera estado ahí para ver la escena.

Tigresa, estaba ahí. Con el pelaje manchado de sangre … y la mirada fría …

El grito de dolor de Po se escuchó por todo el Valle.

Llevaron el cadáver al Palacio de Jade. Y Mantis fue a darle la noticia a Víbora y Mono. Grulla echó a volar lo más rápido que pudo para ir a buscar al Maestro Shifu. Mientras se alejaba tuvo la idea de pasar cerca de la enfermería, solo para ver si Víbora seguía ahí. El llanto desconsolado que salía del interior le hizo saber que así era. No aterrizó siquiera antes de seguir volando en la dirección que el maestro había tomado esa misma tarde. No era lo bastante valiente como para enfrentar la escena que debía estar sucediendo dentro de aquella pequeña sala del palacio.

Po se había quedado en el Salón de los Héroes. Él fue quién había subido el cuerpo por los diez mil escalones. Él había lo había limpiado de los restos de sangre y polvo. Él había lavado las heridas, y las había cosido. Él había preparado las últimas ropas que llevaría. Él había colocado un ejército de velas a su alrededor. Él había cerrado los ojos, que jamás volverían a abrirse. Él se quedó a velar el cuerpo solo en el salón. Po había hecho todo eso. Pero no había hecho algo que todos los demás si hicieron.

Po no había llorado.

Todos habían dejado que el dolor se hiciese cargo de su cuerpo en algún que otro momento. Todos dejaron que las emociones contenidas en el momento se desbordaran por sus ojos, todos habían llorado, unos más que otros, pero todos habían llorado. Todos menos Po. Po solo se quedó callado, como si ya no pudiera percibir nada perteneciente a este mundo, simplemente se quedó callado, mirando a la nada todo el tiempo. Mientras los demás lloraban.

Definitivamente Po era el que peor lo estaba pasando, por eso no lloraba.

No se le había vuelto a ver desde que se dejó el cadáver en el salón. Nadie le había vuelto a ver.

Quizá fuera por eso por lo que cuando se dieron cuenta de que Po bajaba las escaleras a sus espaldas, Grulla y Víbora no pudieron contenerse y se lanzaron contra él, hasta quedar a apenas medio metro del enorme panda.

-Hola chicos. – Po hablaba tranquilo, como si nada hubiese pasado.

- Hola Po … - Víbora aguanto sus lágrimas, Po sufría más. Sería descortés llorar. – Dime … Tú … ¿Qué tal …? – Víbora se sentía idiota por no poder decir nada. Pero ¿Qué se puede decir? No hay nada que se pueda decir.

Po parecía no haber oído a su amiga. O quizás no la hubiese escuchado. Simplemente miraba al cielo, como si fuera cualquier noche normal.

- Po … ¿Has comido algo? – Grulla se preocupó de que ese tema de conversación fuera el único que se le ocurriera, pero, al fin y al cabo, Po aún necesitaba comer. ¿No?

El panda no respondió, se quedó mirando a la nada. Boqueó un par de veces antes de cerrar los ojos y suspirar pesadamente. Grulla se maldijo en el fondo. "Comida. Voy yo y le habló de comida. ¿En serio puedo ser tan idiota?" Po lentamente bajó la mirada a sus amigos de nuevo, había algo en sus ojos, algo que no estaba bien. Sus ojos, que antes resplandecían con vida, ahora estaban vacíos, como el cristal de una vitrina hueca. No reflejaban nada. Estaban vacíos. Vacíos…

-Oigan chicos… - Po habló neutral. – Estoy buscando a Tigresa … - Y él tiempo de repente se detuvo. Po estaba buscando a Tigresa. - ¿Sabéis dónde está?

Podían haberse esperado cualquier pregunta. Cualquier frase. Cualquier incoherencia. Cualquier absurdez. Estaban preparados para oír cualquier cosa de los labios del panda en este momento. Pero esa no. ¿Dónde estaba Tigresa? Qué pregunta. Nadie se había preocupada por donde estaría ella ahora, que más daba, estaría en alguna parte. Con el tiempo, ya podrían enterarse donde. ¿Dónde estaba Tigresa? La preocupación de sus amigos por el estado de Po aumentó al oír aquella simple pregunta. Él no debería estar preguntándose eso, debería estar llorando, o gritando, o maldiciendo. Cualquier cosa. Pero eso no… ¿Dónde estaba Tigresa?

- Estoy aquí Po – La voz de la felina les sorprendió desde detrás. Voltearon a verla. Llevaba su chaleco rojo sin mangas de nuevo. Hacía tiempo que no se lo veían puesto. Su pelaje estaba brillante, por una pequeña capa de humedad que se podía percibir en él. Tigresa se había bañado. Se acercó al panda, y deposito una pata en su hombro izquierdo. Quiso sonreír, pero no le salió, teniendo en cuenta la situación, quizá no fuera tan malo. Al fin y al cabo, el Señor Ping había muerto. - ¿Cómo estás? – El panda la miró brevemente antes de encoger los hombros y hacer una pequeña mueca con la boca.

- Bien supongo. – Respondió con simpleza. – El Maestro Shifu está de acuerdo con la idea de hacer una celebración funeraria común mañana en el palacio. – Po hablaba como si hubiese olvidado que ahora él era el encargado del palacio, y no necesitaba la aprobación de su antiguo maestro. – Deberíais ir a descansar chicos. Hoy ha sido un día muy largo.

- ¿Qué hay de ti? – Tigresa habló la primera, preocupándose por el panda. - ¿No has dormido, o comido nada?

- No me apetece ahora mismo. – Po contesto con simpleza. – Voy a dar un pequeño paseo. – Y con eso, el oso continuó bajando las escaleras, sin rumbo fijo.

Los tres furiosos se quedaron viendo como el panda descendía. Ninguno tuvo el valor para decirle nada. Ninguno de ellos queso detenerlo. Quería pasear … ¿Qué mal hacía?

Grulla volteó para mirar a Tigresa.

- No te hemos visto desde la batalla. – Dijo, con un tono de reproche que no quería poner.

- Me he estado lavando la sangre. – Respondió ella de forma neutral. – No me pareció adecuado ir por el palacio llena de la sangre del hombre que yace muerto en el salón. Más cuando su hijo es el Maestro, y nuestro amigo.

- Si. Comprendo. – Grulla, dijo dando a entender que no estaba juzgando a la felina. – Has hecho bien.

Tigresa miró a Grulla de arriba abajo. Antes de sorprenderle con una pregunta que jamás esperó.

- ¿Dónde está tu sombrero? – Grulla tardó un par de segundos en responder.

- Lo dejé en la enfermería. – Dijo haciendo un ademán con el ala. Ni si quiera se había acortado de su sombrero en toda la noche. – Ya sabes… No era apropiado ir con la cabeza tapada.

- Si, tienes razón. – Tigresa miró a su compañero a los ojos por una vez en mucho tiempo. - ¿Te he dicho alguna vez que es un bonito sombrero?

Grulla entendió el sentido oculto tras la pregunta, Tigresa intentaba acercarse. Darle a entender que era importante para ella, aunque ella nunca lo dijera en voz alta. Que se preocupaba por él, como lo hacía por todos.

- No … pero gracias.

Y el silencio se instauró entre el grupo. Víbora que había tenido la cabeza gacha desde la aparición de la felina, decidió entonces hablar por primera vez.

- Oye Tigresa … - Víbora temblaba un poco al hablar. – Quería decirte que yo no tengo intención de … bueno ya sabes … y que de verdad lamento mucho haber …

Una pata alzada de la felina la impidió seguir hablando. Víbora espero un frío discurso sobre que ya era demasiado tarde, y sobre que el arrepentirse gracias a una desgracia como la ocurrida no significaba nada. Pero no esperaba que Tigresa la levantara del suelo y diera un fuerte abrazo a su cuerpo enrollado.

- Tranquila Víbora. – Dijo una vez la había vuelto a dejar en el suelo, antes los sorprendidos ojos de Grulla. – Ya te he perdonado.

- ¿De verdad? – Dijo ella con pequeñas lágrimas en los ojos.

- Claro. Es lo que hacen las amigas ¿No?

Víbora asintió frenéticamente con su cabeza mientras suspiraba aliviada. Grulla seguía mirándolas un poco extrañado. "Bueno… supongo que estas situaciones nos afectan a todos" Concluyó

Tigresa inició el descenso por la escalera de nuevo. Al llegar a la altura de Grulla, le miró antes de decir

- Voy con Po, no me parece buena idea que esté solo. Cuidaros – Una simple palabra para demostrar afecto. Todo el mundo la decía a veces para despedirse, pero Tigresa no. Era la primera vez. Así demostró de nuevo a Grulla que se preocupaba por ellos. Definitivamente, esa situación la había afectado mucho.

Víbora murmuro algo sobre verse más tarde … o quizá que ella iría más tarde … o que se estaba haciendo tarde… en realidad Tigresa no la estaba escuchando.

No porque no quisiera, sino porque no podía. Estaba demasiado ocupada buscando con todos sus sentidos la figura del panda … y también sintiéndose miserable.

Un largo quejido escapó de su garganta mientras intentaba contener el llanto. Se dio asco a si misma. ¿Cómo podía ser tan jodidamente egoísta? ¡El padre de Po había muerto esa noche! Y ella solo pensaba en sus propios problemas en vez de consolarlo. Como había cambiado todo en cuestión de un momento, de estar abrazados, apunto de confesarle que le amaba … a esto.

Le dolía la cabeza, ya no sabía que hacer o pensar. Simplemente iba a buscar a Po, ponerle una mano en el hombro e intentar que se desahogase. Eso si lograba encontrarlo claro.

Siguió descendiendo por las escaleras, nunca imaginó que Po se movería tan deprisa por ellas. No lograba por más deprisa que caminaba, llegar a ver un mínimo atisbo del panda. Cualquiera diría que simplemente estaba intentando que no lo encontrara.

Pues claro que lo estaba haciendo, ¿Como podía ser tan estúpida?

Po se estaba encendiendo de ella, de todos. Probablemente estaría solo, sintiéndose culpable de no haber salvado a su padre, sintiéndose asqueado y maldiciéndose a si mismo. Una estocada de dolor recorrió el pecho de Tigresa, al imaginarse al panda culpándose a sí mismo en lugar de a ella.

En un instante pensó en todos los sitios donde el panda podría haberse intentado ocultar. No creía que hubiese bajado al pueblo, Po no se separaría tanto de su padre mientras su cuerpo siguiera caliente. No iría a ninguno de sus lugares favoritos, pues allí lo buscarían. Iría donde nadie lo encontrara … o quizás donde si lo encontraran no se molestaran en intentar hablar con él.

Po estaba en su cuarto. Que simple.

Pensó en correr, pero eso sería irrespetuoso. Se movió con rapidez hasta las barracas de los estudiantes. Entró en el pasillo, intentando no hacer ruido, no quería que Po se enterase de que se acercaba, no quería asustarlo o ahuyentarlo. No quería darle otro motivo para preocuparse. En silencio, habiendo reducido el ritmo de sus pasos, llegó hasta la puerta del cuarto de Po. No podía ver nada. Pero sabía que Po estaba dentro. Escuchaba su respiración, lenta y pronunciada.

¿Y ahora qué?

¿Llamaba? ¿Simplemente entraba? ¿Qué diría? Eso no lo había pensado…

Cuando oyó un hipido desde dentro de la habitación, dejó de pensar. Abrió con delicadeza la puerta, y luego la cerró tras de sí. Po estaba sentado en el borde de su cama, mirando al suelo. Pareció que movía la cabeza para mirarla, pero no dijo nada. Tigresa se sentó a su lado, y una vez más no supo que hacer. ¿Qué podría decirle? Puso su pata en el hombro negro del panda. Eso se sintió poco. Después la deslizó por su espalda, dándole suaves friegas, suaves caricias mientras se colocaba justo a su lado, dejando que costados se tocasen. Eso también se sintió poco. Quería estar más cerca, de verdad quería hacer algo que pudiese ayudar a Po.

Con un suspiro y un sonrojo. Apoyó su cabeza en el hombro del panda. Y colocó su otra mano en su barriga. Dándole un improvisado abrazo. Po con el aire atascado en su garganta. Ladeó ligeramente la cabeza, hasta que tigresa podía sentir su débil respiración. La frente de ella y la mejilla de él casi rozando.

Y así permanecieron durante lo que pareció una eternidad. Tigresa abrazada a Po, y él girado para sentir la cercanía de la felina.

- ¿Estás mejor? – Tigresa apenas susurró, consciente de que Po la oiría.

- Sí. Gracias. – Dijo él con la voz seca.

- Po … - Ella no quería presionarle, pero sabía que la mentía.

El panda guardo silencio unos segundos, antes de poder hablar.

- Yo discutí con él. – Tigresa sintió como las húmedas lágrimas del panda la mojaban la parte superior de la cabeza. – La última vez que le vi … discutí con él.

- No pienses en eso Po. – Tigresa acariciaba el pecho del panda, no sabía cuándo había empezado a hacerlo. – Eso no es importante.

- Él estaba enfadado porque no había ido a verle desde hace mucho. – Po continuó como si no oyese las palabras de consuelo de la felina. – Y yo ni siquiera le estaba prestando atención de verdad, solo intentaba que se calmase para poder irme. Él quería estar más tiempo conmigo, y yo solo pensaba en irme. – Las lágrimas de Po empezaron a acompañarse con sollozos que hacían vibrar el pecho del panda, y con ello el cuerpo de Tigresa. – Los últimos meses apenas pasé tiempo con él, y cuando lo hacía era siempre con prisas. Siempre tenía otra cosa mejor que hacer que pasar tiempo con mi padre, con el hombre que me crio.

- Estabas ocupado… - Tigresa susurró. – No puedes culparte Po, estoy seguro de que tu padre no te culpaba, por muy enfadado que pareciera.

- Pero podría haber puesto más interés en estar con él. – Po lanzó una gran bocanada de aire, Tigresa nunca le había visto llorar, era un espectáculo que la partía el alma. Quería hacer cualquier cosa para calmarlo, pero no sabía que. Se acercó más a Po, intensificando el abrazo, pegó la cara a su hombro con fuerza, mientras seguía sintiendo las lágrimas del macho caer sobre ella. – O podría haberle hecho saber que era importante para mí. Lo último que le dije fue "Sí papá, ya hablamos más tarde". Me gustaría haberle dicho cualquier otra cosa. Pero no, era demasiado orgulloso … demasiado cobarde para … - Po rompió a llorar desconsoladamente, y las lágrimas de Po escocían al tocar la piel de Tigresa. Ella tenía la culpa, ella era la culpable de que Po llorara ¿Con qué cara había ido allí en primer lugar? Las lágrimas asomaron también a sus ojos, pero se contuvo, ella no tenía derecho a derramarlas, no delante de él.

Po sorbió sus propias lágrimas, y colocó sus patas a ambos lados del rostro de la felina, que sintió como su corazón se aceleraba ante el contacto. No se sentía con valor para mirar a Po a la cara, no ahora, no podía … pero se lo debía. Con un grandioso esfuerzo, miró al panda a los ojos, esta vez no podía ser cobarde, no otra vez.

- Lo que más me duele, es haber dejado que mi padre … se fuera. Sin haberle dicho lo que significaba para mí. – Las manos de Po se desplomaron, y Tigresa, asustada por la repentina falta de contacto colocó la cabeza de Po en su hombro. Y empezó a sobarle la nuca, apoyando su hocico en la parte alta de la cabeza del panda. Po cogió aire dudoso, mientras dejaba de soltar las lágrimas que a Tigresa tanto le quemaban. – Fui demasiado cobarde…

- No digas eso Po – A Tigresa en nudo en la garganta no le dejaba respirar.

- Pero es cierto. – Dijo él casi en un susurro. – Fui demasiado cobarde para decirle a mi padre que le quería. Al igual que fui demasiado cobarde para decirte a ti que te amo.

Y así, con tan sencillas palabras, Po rompió el alma de Tigresa en pedazos.

Ella se apartó inconscientemente de él, horrorizada por lo que el panda acababa de decir.

"No. No es cierto. No, por favor. Po no me digas eso. ¡NO!" Los ojos de la felina estaban abiertos hasta como platos, dejando ver el color rojo en ellos. Y entreabría y cerraba torpemente la boca, mientras sus orejas se pegaban a su cabeza, y su cola se precipitaba hacía hacia la cama dando un ligero golpecito.

- ¿Qué? … - Tigresa apenas soltó un hilillo de voz.

- Escucha … -Po levantó la mano para explicarse. Pero siguió con la cabeza gacha. – No espero nada. No espero que me correspondas ni nada parecido. – Soltó un ligero suspiro. - Solo quería decírtelo, no sé. Para no arrepentirme un día de no haberlo hecho. Se que es raro, quizás … las emociones contenidas me hayan soltado la lengua. – Po seguía sin mirar a Tigresa a la cara. – Perdóname supongo que te habré hecho sentir incomoda … solo espero que podamos seguir siendo amigos …

Y cuando Po alzó la cabeza, no pudo seguir hablando.

Allí estaba la implacable Maestra Tigresa, derramando lágrimas desde sus ojos ámbar. Con una mueca de dolor en sus finos labios. Su cuerpo se estremecía entre fuertes sollozos. Y sus preciosos ojos, que normalmente desprenden una energía apabullante, ahora miran suplicantes … disculpándose.

- Tigresa ¿Qué...? – Po no pudo acabar la frase…

- ¡NO MEREZCO SER TU AMIGA! – La voz de Tigresa estaba desgarrada, cada sílaba que pronunciaba la rompía el corazón en pedacitos cada vez más pequeños. Po se abalanzó sobre ella, y la estrechó en un cálido abrazo, dejando que la cabeza de la felina se hundiese en su pecho. - ¡NO ME MEREZCO NADA! ¡NADA!

- No digas eso Tigresa, sabes que no es verdad. – Po estaba anonadado por la repentina actitud de Tigresa. – Hemos sido amigos durante años, ¿Por qué crees ahora que no lo mereces?

- Si tú supieras la verdad. – Tigresa sentía como derramar las lágrimas contenidas le quemaba en los ojos. Casi tanto como le quemaron las Po en la piel. – Si supieras lo que pasó, lo que hice, me odiarías.

- No. Estoy seguro de que te equivocas. -Po acariciaba la espalda de Tigresa, de arriba abajo, de abajo a arriba. – Cuéntamelo. – Pidió suave. – Tigresa se estremeció ¿Como iba a contarle a Po la muerte de su padre? Eso solo le haría más daño. – Por favor. – El panda susurro en su oído, Tigresa cogió solo un poco de aire, y sin dejar de soltar algunas lágrimas. Accedió.

- Había llegado al restaurante de tu padre. – Tigresa hablaba con poca más fuerza que un susurro, casi como queriendo que Po no la entendiese bien. – Pero al entrar, no vi nada. Ni a tu padre, ni a bandidos, ni a nadie. Casi creí que había sido un error entrar allí, cuando escuché un grito de tu padre. Al voltear, apenas me dio tiempo a ver como un lobo con una espada se lanzaba sobre él. – El pecho de Po se hinchó un poco más fuerte, pero seguía acariciando a Tigresa, animándola a continuar. – Estaba un poco lejos, demasiado para llegar de un salto. Quise intentarlo de todas formas, pero entonces vi … - Tigresa dudó si seguir. Tenía miedo. Ese pensamiento la estremeció. Ya había tenido demasiado miedo por un día. – Vi a otro lobo, al lado del primero. Pero llevaba una lanza … y la apuntaba en mi dirección, si me lanzaba para salvar a tu padre … estaría muy expuesta ¡TUVE MIEDO! – Tigresa reconoció al final. - ¡ME ASUSTE COMO SI FUERA UN CACHORRO! ¡FUI UNA COBARDE! ¡UNA EGOISTA! – Los sollozos de Tigresa se intensificaron. - ¡Incluso lo soy ahora! ¡Por dejar que me consueles cuando tendría que ser al revés! Fui una egoísta … - Los quejidos esta vez se redujeron. – Solo pude pensar en que, si me mataban, no podría llegar a decirte que también te amo…

El corazón de Po dio un pequeño vuelco.

- Tardé un segundo en reaccionar. – Tigresa continuó. – Pero ya era tarde. Golpeé a esos malnacidos hasta que suplicaron clemencia … y después seguí… pero daba igual … había reaccionado un segundo tarde y no pude salvar a tu padre. – Tigresa se aferró con las patas al pelaje de Po, y enterró más la cara en su pecho. – Adelante. – Suplicó, aún sollozando – Dime que me odias… por favor Po dime que me odias.

Po levanto la cara de la felina quedando a pocos centímetros de la suya, y colocó su pata derecha en mejilla, acariciándola lentamente con el pulgar, mientras la miraba a los ojos.

- Por supuesto que no te odio. – Po mostró una cálida sonrisa. – No existe nada que tú puedas hacer que me haga odiarte Tigresa. No eres cobarde, ni egoísta. Dudaste, tuviste miedo, eso es natural Tigresa. No te puedes recriminar por ello. Hiciste lo que pudiste, y me alegro. Porque no podría seguir viviendo, si tú te hubieses ido sin que yo te hubiera confesado lo que siento.

Y en ese momento los dos se dieron cuenta de donde estaban. Uno frente al otro, mirándose a los ojos, habiéndose confesado que se amaban. Sus rostros estaban cerca, muy cerca. Solo tenían que dar un pequeño movimiento para unir por fin sus almas con un beso.

Pero no lo hicieron.

No era correcto, no ese día. No mientras los rostros de ambos siguieran manchados de lágrimas.

- Es tarde. – Tigresa dijo sin dejar de mirar esos orbes de jade. – Escucha, ¿Qué te parece si voy a la cocina, te traigo algunos panes que han sobrado y después te duermes?

- No me apetece comer.

- Pues al menos duérmete. – Tigresa pidió colocando una mano sobre la de Po. – Hoy ha sido un día muy largo y mañana será peor. Intenta echarte un poco. Te acabaras durmiendo.

- No quiero quedarme dormido mañana. – Po explicó.

- Te prometo que no te dejaré. Yo misma te despertaré temprano. Pero solo si te echas ahora mismo. ¿De acuerdo?

Po miró a la felina de arriba a abajo. Y asintió pesadamente, tenía sueño.

Po se echó sobre la cama, y pareció quedarse dormido al instante. Tigresa lo miró un par de minutos, parecía en calma. Se leventó de la cama y se diriguió a la puerta, apenas la había abierto la mitad cuando…

- Te amo. – Po confesó de nuevo desde la cama.

- Yo también te amo. – Tigresa respondió ya desde el pasillo. – Hablaremos dentro de unos días. ¿Sí?

Po no contestó. Ya estaba dormido.

Tigresa comenzó a caminar hacia su habitación.

Había sido un día muy intenso, y quería que acabase de una buena vez.

FIN


¿Les engañé? ¿Sí?

Díganme que sí, me costó mucho intentar crear la falsa ilusión con la identidad del muerto. No se si me salió bien.

Pues esta ha sido mi primera historia un poco más larga ¿Qué tal? No estoy descontento, pero el último capítulo me podía haber quedado mejor.

En fin no se le puede pedir peras al olmo (porque el olmo no puede oír, principalmente).

El final es un poco abierto lo sé. Esa era la idea. Quizás algún día haga un ONE-SHOT como epílogo ... quizás.

A RESPONDER COMENTARIOS:

Isaac278: pues no. No era el final. Aunque me tentó la idea de dejarlo ahí lo reconozco. Tigresa había muerto, así de repente y no había nada que hacer ni decir. Me gustó la idea, pero mi intención desde el principio era hacer este capítulo. Espero que te gustara.

TheAlienHeart: quisiera aclarar que ya sabía que eras hombre. Pero mi meñique izquierdo decidió por su cuenta cambiarte el género así de golpe jejejejeEn cuanto al "punto 2" ¿Te engañé? ¿Te lo creíste aunque sea un poquito? Espero que este final no te haga volverte loco, no más de lo necesario al menos. Me alegra que la historia te parezca buena, ya estoy pensando en otra, no la tengo del todo en mi cabeza... pero creo que en general puede quedar bastante mejor que esta (espero que el último capítulo no te halla decepcionado en cuanto a calidad literaria). En conclusión: gracias por seguir esta historia, me ha hecho mucha ilusión ir leyendo todos tus comentarios.

Between the notes: me gusta pensar que he roto un par de moldes preestablecidos con esta historia (empezando con el super-mega-hyperomántico beso final). La idea era que se entreviera un final trágico, para poder darle un poco la vuelta a la tortilla en este capítulo. Me gusta escribir finales que dejen jodidos (ojo, he dicho escribirlos, que no leerlos, tengo un coranzoncito), pero en esta historia no era el caso ... en las demás... ¿Quién sabe? Me alegra que te gustara, gracias por comentar.

Guest: me gusta el Víbora-Grulla ... pero un poco de variedad tampoco está mal. Y Tigresita está bien ... de momento jejeje. Ok no, está bien y punto.

K1(Guest): los finales trágicos y sangrientos también pueden ser buenos en mi opinión. No todo es felicidad y nubes de azúcar sabor a fresa. Me alegra que te gustara la pelea, no me quedé conforme al escribirla. Y el resto pues ... llegó tarde, menos mal que Tigresa se puede cuidar sola jejejeje

Pues esto ha sido todo, espero que les gustara la historia.

Por favor comenten cosas que crean pueda mejorar ... y quizás nos veremos de nuevo si me da por escribir alguna que otra cosilla (ya tengo un par de ideas en mente).

Gracias por tomarte tu tiempo en leer esto.

¡Agur!