Haruki observa a Chika, todo un espectáculo tiene que reconocer, aunque no puede evitar preguntarse cómo puede escuchar música y concentrarse en su trabajo, solo su bailoteo ocasional hace que para él sea imposible concentrarse. Y a pesar de eso, no puede evitar querer que todos los días sean así, que estos momentos de complicidad y compañía no se redujeran a los fines de semana cuando se pudiese. Quería más y muy en el fondo sabía que aunque Chika nunca lo dijera, también quería más. Y quería dárselo, podía dárselo. Y por primera vez empieza a considerar con seriedad el deseo de Mai de independizarse, de 'devolverle su espacio'.

—¿Qué está pasando por esa cabeza tuya? —pregunta Chika acomodando su cabeza en el hueco de su hombro.

—¿Qué piensas de que Mai y los niños se muden?

—¿Tengo que responder? —pregunta haciendo una mueca con la nariz—, porque lo que quiero responder me hace una persona horrible, además, esa es una decisión de ustedes, yo no tengo qué decir en ese asunto…

—Lo tienes —contradice Haruki—, lamento que pensaras lo contrario.

Chika sonríe.

—Vale, pero, ¿a qué viene todo esto ahora?

—Quiero más de esto, de nosotros —confiesa.

—¿Y qué hay de Mai?

—Quiere hacerlo, quiere encontrar su propio lugar, devolverme mi espacio.

—¿Pero?

Haruki sonríe.

—Pero nada, la verdad es que puede hacerlo, hace tiempo que puede, supongo que todos estábamos demasiado cómodos con la situación. Además, ellos tienen a Oliver, y si algo ha demostrado en las últimas semanas es su compromiso por el bienestar de los niños y de Mai.

—Y nosotros tampoco vamos a ninguna parte, siempre nos tendrá, independiente si vivimos bajo el mismo techo o no.

—Tienes razón… Dios, no puedo creer que vaya a suceder.

… …

Mai observa a Haruki con detenimiento, los niños juegan a algunos pasos de ellos bajo su atenta mirada. Hacía ya algún tiempo desde la última vez que habían salido solo los cuatro a pasar el día juntos, porque entre el trabajo, el estudio y los entrenamientos parecía que se veían cada vez menos.

—Quieres decirme algo —sentencia Mai.

—Así es. ¿Cómo lo sabes?

Mai se encoge de hombros.

—Puedes culpar a mis instintos, vamos, dime, ¿de qué se trata?

Haruki sonríe.

—Le voy a pedir a Chika que se case conmigo.

—¿¡Qué!? ¡Es fantástico!, ¿cuándo lo vas hacer? ¿Cómo se lo vas a proponer?

—No lo he pensado mucho —Mai le dedica una mirada reprobatoria—, pero ya tengo el anillo.

—Estoy tan feliz por ustedes, Haruki, ambos merecen toda la felicidad del mundo.

—Lo sé —y luego haciendo una mueca agrega—, lo que me trae al tema en cuestión.

—Oh, oh, oh —dice Mai entendiendo antes de que Haruki pueda pronunciar palabra—. Por supuesto.

—Una vez me dijiste que estabas lista y yo no te dejé ir, así que ahora tengo que preguntar, ¿estás realmente lista?

Mai sonríe sincera, de corazón.

—Lo estoy, lo estamos, aún más sabiendo que te dejamos en buenas manos.

—Pero sepa, jovencita —dice atrayéndola hacía sí en un abrazo—, que siempre me tendrás, que no me voy a ninguna parte, porque tú y esos dos pequeños diablillos siempre serán mi familia.

… …

El tiempo vuela, reconoce Oliver al ver la fecha en el calendario. Habían pasado semanas desde que había comenzado las lecciones de Qi Gong para Mai y los niños, y si era sincero, había esperado que fuera más complicado, pero los tres eran bastante aplicados y disciplinados (Kaori y Kazuya mucho más que Mai, está claro). Mira en derredor y por primera vez en semanas, el silencio de su apartamento le es ajeno. Sin darse cuenta se había acostumbrado a las risas alegres, a las animadas conversaciones de los niños con Mai, a las interrupciones de Kazuya para que le explique alguna palabra que no sabe, o a Kaori llamando su atención para que aprecie su más reciente dibujo, y al té en la barra de desayuno luego de entrenar. Se sienta en el sofá, frunciendo el entrecejo al comprobar el sabor de su té y de repente la cocina luce mucho más ofensiva de lo que lo había hecho la primera vez que Mai entró como perro por su casa y decidió que de ese momento en más, hasta que terminaran sus sesiones de entrenamiento, ella se iba a encargar del té y del desayuno.

Oliver niega suavemente con la cabeza intentando eliminar los invasores pensamientos de su mente y regresa su completa atención al informe que les habían entregado Lin y Madoka con los avances de la investigación sobre sus hijos.

… …

—¿Qué pasa contigo? —pregunta Oliver tomando la taza de té que le ofrece Mai luego de su sesión de entrenamiento.

—Nada, ¿por qué habría de pasar algo?

—Fallaste miserablemente en toda la sesión.

Mai suspira.

—Haruki le va a pedir a Chika que se case con él.

—¿Y eso te molesta? —pregunta Oliver y bajo su máscara de aparente tranquilidad, una tormenta parece rugir en su mirada.

—¡¿Qué?! No, no, nooooo, ya te lo dije antes, entre nosotros no hay nada de eso.

—Ya veo, entonces, ¿qué es?

—No es que me preocupe o que Haruki haya dicho que hay alguna prisa, de hecho dijo que me tomara todo el tiempo que necesitara.

—Mai.

—Necesito encontrar un lugar para vivir, es solo que está resultando más difícil de lo que esperaba.

—Idiota.

—Ey, tú preguntaste.

Oliver deja su té sobre la barra de la cocina y camina hacia la mesilla del teléfono.

—Ten —dice pasándole una tarjeta a Mai—, llámalo. Dile que yo lo recomendé. Te ayudará a encontrar el lugar que quieres y acorde a tus necesidades.

—No puedo.

Oliver le dedica una mirada penetrante y luego mira hacia los niños.

—De acuerdo, de acuerdo —dice Mai levantando las manos a modo de rendición—, lo llamaré. Ahora ve y haz que Kazu y Kaori se laven las manos, que voy a servir el desayuno.

… …

Aunque le pesara reconocerlo, Mai tenía que admitir que Oliver había tenido razón una vez más, para variar. Hamasaki-san había hecho su vida infinitamente más sencilla. Con solo la lista de sus necesidades y su presupuesto había reducido el número de lugares disponibles a unos pocos que no hacían parecer tan lejana la posibilidad de mudarse. Era el tercer día de estar visitando las propiedades y si bien casi todas se adaptaban a los criterios de Mai, no había encontrado 'ese' lugar.

Mai observa los familiares edificios, el parque, el lago, del lugar donde la ha traído Hamasaki-san y habla antes de poderse detener.

—Hamasaki-san, ¿está seguro de que este lugar encaja dentro de mi presupuesto? He estado antes aquí y no estoy segura de lo que haga.

—Lo hace.

Mai lo mira sin terminar de creerlo.

Hamasaki le dedica una sonrisa diminuta.

—A diferencia del penthouse donde se aloja el señor Davis, el resto de los apartamentos manejan tarifas bastante moderadas. ¿Vamos?

—Por supuesto.

Para Mai fue amor a primera vista, era todo lo que buscaba y esperaba.

Su nuevo hogar.