RESIDENT EVIL ORIGINS
CAPÍTULO 18: ANNETTE BIRKIN
Por: Fatty Rose Malfoy
Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de CAPCOM y sus respectivos creadores, únicamente la trama es mía.
Nota del autor: Hola, les saluda Fatty Rose Malfoy con esta historia que narra los sucesos del Re2 pero desde la perspectiva de Annette Birkin, si bien en los datos oficiales dice que era una madre amorosa hasta que su esposo se obsesionó con el virus G quise recrear un poco de ello tomando el juego original, espero les guste y sigan apoyando estos proyectos de colaboración que se hacen con el fin de entretenerlos, espero lo disfruten tanto, como a nosotros los autores escribirlos.
Quiero de antemano agradecer a Vioolette Moore por revisar y corregir la historia, esto también va por ti.
Sin más, los dejo con la lectura.
Resident Evil Origins
[Annette Birkin]
Dicen que cuando una persona se siente a punto de morir el subconsciente recrea recuerdos flash con la finalidad de llevarse algo antes de perder el conocimiento según las antiguas creencias que su madre le dijo cuanto tenía nueve años y le preguntaba sobre el significado de la muerte. Pero ahora comenzaba a creer que aquello era una tontería inventada para ocultar el dolor de la pérdida.
Tal vez no estuviera a punto de morir todavía, por eso se daba el lujo de sentir la sangre brotando de la herida y el rojo contaminar con su color intenso, consumiendo el blanco de su bata. El aire también había cambiado al punto de sentirlo fuerte e intenso, como si estuviera encerrada en el laboratorio. No, este le estaba cambiando la temperatura a tal punto que apenas podía sentir el leve cosquilleo del sistema sanguíneo intentando mantener el calor. Sus piernas entumecidas no calmaban el dolor de sus costillas rotas, y a pesar de todas las sensaciones solo podía mirar hacia adelante, donde unos ojos verdes la miraban casi con admiración enfermiza. Diciéndole que todo lo sucedido era verdad y realmente estaba muriendo.
–William… – intentó decir, más las palabras quedaron atoradas desde el fondo de su garganta. Hablarle la orilló a parpadear y aquello le nubló la visión. No estaba segura si por las lágrimas o por la pérdida masiva de sangre. Tampoco llamarlo funcionaría, William a esas alturas no era capaz de recordar siquiera o reconocerla.
A ella. Su esposa.
Annette entrecerró los ojos, tratando de distinguir entre lo nublado el rubio cabello. Ellos siempre estuvieron orgullosos del virus G, y teniéndolo tan de cerca pensaba que aun terminado todavía faltaban años para desarrollarlo exitosamente. William había dicho una vez que era inestable en un cuerpo ¿entonces por qué diablos lo hacía? Tenía el noventa por ciento mutado, e incluso uno de dos ojos había crecido hasta posicionarse sobre su hombro. William le miró y a pesar de no distinguir nada salvo el penetrante aroma a putrefacción se preguntó si él estuviera batallando contra el virus o ya solo eran los instintos primarios del cazador esperando la muerte inminente de la presa para devorarla.
¿Cómo es que acabaron acabado así?
Si se estaba muriendo entonces debía recordar algo tal como decía su madre antes del final. Una pequeña parte del comienzo.
Y ver a William lo hizo más fácil.
…
Sus padres eran hombres dedicados a las empresas. Desde sus inicios, personas que amaban su profesión e intentaban enseñare todo lo relacionado con la temática pero para Annette Birkin aquello parecía demasiado sencillo y trivial. Siendo una recién graduada de la universidad a los dieciocho años sintió que debía hacer algo diferente, estudió biológica, se especializó en farmacología y dejó la antigua tradición familiar. Con dos maletas en manos, hizo a Raccoon su hogar lejos del ambiente familiar.
Una carta de reclutamiento era todo entre sus manos. Algunos ahorros extras le dieron valor para caminar lentamente por los corredores, mirando interesada el emblema de Umbrella entre las paredes. El mapa sobre su palma derecha hablaba sobre la ubicación del punto de reunión y siendo enorme le estaba costando trabajo ubicarse pero mantuvo su posición firme. Era Annette Jacobsen, alguien incapaz de dar mala impresión, mucho menos en un lugar donde no era.
–Es enorme ¿No te parece? – habló alguien caminando junto a ella. Logró ver el mismo papel igual al suyo, solo que él lo miraba como si le diera las respuestas por lo que continuó hablando sin mirarla. –. Pocas personas son las elegidas para trabajar aquí, según dicen, los científicos de Umbrella siempre sobresalen sobre el promedio. Si nos ha elegido entonces debemos estar a su nivel.
–Es cierto… –sonrió. –Mis padres nunca apoyaron mi decisión pero estoy conforme con el resultado.
El hombre giró la cara para verla. Se encontró con el semblante maduro de un hombre algunos años mayor. Su cabello rubio corto caía gracioso, haciendo contraste con sus ojos azules intensos, y junto a él lo acompañaba otro hombre que usaba lentes negros a pesar de estar en plena noche.
–Provengo de una familia nada del campo, ser científico viene desde seis generaciones atrás –confesó el rubio, guardando el papel dentro de su bolsillo. Le sonrió suavemente y extendió la mano a modo de saludo. –. Soy William Birkin y él es mi compañero Albert Wesker.
El hombre al escuchar su nombre asintió. Ella estrechó la mano poco después, se sintió diferente. Ambos hombres seguro estaban mejor adaptados al campo científico, que le brindara la oportunidad de permanecer junto a ellos lo apreciaba demasiado.
–Annette… –el rubio le apretó la mano. –, entonces seamos buenos compañeros señor Birkin.
Albert gruñó pero ella trató de concentrarse en William, pues el otro no le agradaba en nada.
–Algo me dice que sí, Annette, vamos a demostrar que estamos aptos para pertenecer a este lugar.
…
Sonrió perdida ante el recuerdo, tratando de pesar el sabor metálico de la sangre atorada en su garganta. Estaba boca arriba, la posición menos cómoda para alguien que se ahogaba con su propia sangre, pero estaba demasiado débil, moverse le cortaba la respiración entre cada bocana de aire. Y pensar en el primer momento que ambos se conocieron al ahora, donde estaba mutado irreconocible le hizo pensar que quizá estuvieron mal desde el comienzo. Aunque seguro se debiera a la falta de circulación sanguínea y su cerebro por fin comenzaba a sufrir las consecuencias de trabajar a menos del cincuenta por ciento. En ese punto si se movía demasiado las probabilidades de sufrir un shock eran más altas pues la sangre empapaba parte de su pantalón negro, volviendo una mancha marrón sus caderas y el frio ahora era insoportable.
William cambió la posición, caminando hacia otra dirección, como si supiera que no estaban solos bajo el laboratorio subterráneo.
Parpadeó nuevamente, ahora sentía el sabor metálico de la sangre en la garganta. Estar boca arriba le cortaba la respiración cada determinado tiempo pero si se movía corría el riesgo de abrirse la herida. El recordar el primer momento que se topó con William le devolvió parte de esos tiempos perdidos de su subconsciente, y teniendo una mentalidad funcionando al cuarenta por ciento las probabilidades de sufrir un shock y morir eran altas. Parte de la sangre había aumentado, el frio se volvía notorio entre el ambiente, pero él ya no la miraba si no caminaba al lado contrario como si supieran que no estaban solos.
¿Sherry estaría bien con esa mujer pelirroja? Le había ordenado esconderse en la comisaría. E imaginársela temerosa por las alcantarillas de la cuidad era algo inconcebible más no quedaba de otra si quería conservarla viva a ella y al fruto de sus esfuerzos.
Una vez más las palabras de su madre llegaron a ella, sobre las memorias y la muerte. Ahora daba por sentado que era el mismo ser humano quien se obligaba a recordar para así poder llevarse algo de lo vivido, aunque no fueran cosas buenas.
Estuvo a tiempo de retractarse. Y su cerebro la traicionó con el recuerdo.
…
Fuera de Umbrella la vida era normal para una mujer de veintiún años, las casas eran casi todas iguales en su opinión, las personas demasiado tranquilas que incluso a veces sentía que toda esa farsa caería algún día como muro frágil. Trabajar en la compañía distorsionaba la moral pues siempre había creído las mentiras sobre crear virus y perfeccionar vacunas en post del bienestar humano, más Umbrella tenía muchos secretos sucios, demasiados experimentos y personas desaparecidas las cuales nunca aparecían.
Spencer les habló una vez del virus progenitor, capaz de penetrar ambos sistemas nerviosos para tomar control del huésped. Muchos doctores estaban interesados, e incluso el doctor Alexander Ashford había llegado desde otra punta del mundo para formar parte del proyecto, acompañados de James Marcus, quien pensaba que añadiendo sanguijuelas los resultados fueran aún mejores.
Las armas biológicas apenas miraban la luz. Poco a poco, pero avanzaban, y en cuestión de años pronto los temores se volverían realidad. Su sueño se desbaratada frente a sus ojos, pero siguió ahí porque era demasiado egoísta para dejarlo solo.
–William… –el rubio dejó de teclear para observarla. –. Si seguimos haciendo esto todo por lo que hemos trabajado se perderá. Estos no son nuestros ideales, solo estamos cumpliendo el de alguien más.
–Lo sé – Annette se masajeó las sienes y lo vio levantarse de su asiento con la mirada perdida en la documentación. -. Pero quiero hacerlo, estamos tan cerca de descubrir algo más con los resultados. Si logramos crear el virus T seremos imparables ¿entiendes el significado? Puedo crear algo mejor y ser reconocido por mis habilidades mejor que la chica Ashford.
Alexia solo era una niña inteligente, prodigio entre las personas de su familia a comparación de su gemelo Alfred, pero eran demasiado jóvenes para entender un poco de la realidad, o al menos así lo creía.
–Te necesito conmigo Annette – habló William. – Albert está de acuerdo en crear una cepa diferente una vez activo el virus T y quizá nos tome años, pero si lo conseguimos serás mi esposa. Sin ser novios ni citas estúpidas, solo quédate a mi lado.
Ella sonrió.
–No necesito un anillo para estar contigo William, pero acepto. –el hombre la rodeó por los hombros. Eso calmó la creciente ansiedad unos segundos, se aferró a él y el rubio suspiró contra su cuello.
–Hasta el mismo infierno, Annette.
…
A pesar de lo dicho le tomó al hombre casi cinco años terminar las preparaciones del virus T, con ayuda del Wesker se las arreglaron para conseguir muestras del virus progenitor con el fin de crear ese proyecto ambicioso que llenaba la cabeza de William cada que Albert lo secuestraba para trabajar en el laboratorio. El doctor Ashford llevaba desaparecido unos meses y cuando Alexia anunció el deceso de su progenitor le pareció la cosa más absurda del mundo. Poco después la matriarca murió y solo quedaba el último de los Ashford de pie, Alfred, el que menos destraba a comparación de su melliza fallecida.
Pese a eso el mundo siguió girando. Sin su obstáculo a superar William le propuso matrimonio una tarde de febrero. Dentro del mundo científico era raro presenciar una boda entre dos personas con el mismo campo laboral. Pero se querían, Wesker podía irse al demonio con sus estúpidos virus y tonterías.
Entonces dieron el siguiente paso
Al diablo los secretos de Umbrella.
Más sangre escurrió por las comisuras de sus labios, pero ya era imposible dejar de recordar.
…
Era mil novecientos setenta y cuatro. El sol se colaba por la ventana, creando un hilo de luz con pequeñas partículas de polvo que la distrajeron unos instantes de verse en el espejo. Cuando el compromiso fue anunciado Umbrella lo tomó demasiado bien, tanto para ser uno de los principales patrocinadores. Aquello tenía la pinta de ser una tapadera para ocultar las sucias acciones de la compañía, pero no podía evitar contemplar su cabello rubio amarrado en un rodete, el delicado maquillaje y sus ojos azules expectantes a lo desconocido. Como científicos no eran personas dadas al sentimentalismo pero se estaba casando con William Birkin, el hombre a quien había jurado seguir hasta el infierno. Ambos se conocían desde los veinte años, eran socios en los laboratorios Arklay y pese a que notaba algo diferente en él pensaba seguir a su lado para siempre, atándose él de la última manera egoísta existente.
–Puedes pensarlo un poco si quieres... –su madre entró en la habitación manteniendo una mueca tensa en los labios. –. Sé que llevan años juntos hija pero ¿Realmente piensas venderle tu vida a Umbrella? No viviré demasiado Annette, debes pensar un poco en el futuro.
Tras el espejo apareció alguien similar a ella. Las mismas facciones envejecidas por el tiempo, su cabello cano que delataba el rubio antaño y la piel blanca envuelta en un vestido sastre digno de alguien acostumbrado a lo extravagante. Seguro así se viera si hubiera escogido otro camino, solo que su madre padecía cáncer de colon terminal y pronto dejaría el mundo. Pese a eso continuaba mostrándose firme, importante, como siempre le había enseñado.
–Mi vida siempre estuvo atada a esta ciudad madre –le respondió contra el espejo, observando cada movimiento de ese inestable cuerpo. –. Si te invité es para que apoyes mi decisión pues tú no apoyaste la mía en recibir el tratamiento para tu enfermedad.
–Las medicinas solo prolongan el sufrimiento Annette, cuando la muerte llega solo debes dejarte envolver. Al final la muerte es lo único seguro en esta vida –suspiró la mujer –Me llevaré buenos recuerdos antes de morir cariño, al menos pude verte una vez más.
–Madre…
–Ten una larga vida Annette – ella sonrió y asintió. –No apruebo que le vendas tu alma a Umbrella, pero si él te hace feliz entonces debo aceptarlo.
…
Aspiró aire despacio, entreabrió los labios buscando que llegara el oxígeno faltante. Umbrella siempre estuvo dos pasos delante de ellos, era estúpido pensar lo contrario. Una vez casados William redobló los esfuerzos para crear algo con sus propias manos, dando base al virus progenitor y tomando varias cepas pertenecientes a Lisa Trevor y un parasito llamado NE-Alpha que causaba mutación genética a base de inyección directa para solucionar el defectuoso virus T y perfeccionar las características inestables.
El invitado huésped. El G-virus implantado con embriones pero todavía estaba en sus etapas iniciales y durante diez años más estuvo buscando el ADN compatible para la eficacia completa, pero ningún cuerpo era suficiente pues se necesitaba un RH compatible y el único hasta el momento era el suyo. Entonces nació la idea más trillada del científico: Concebir al espécimen que lograría su amado sueño.
–Fuimos unos desastres desde el comienzo cariño –logró articular. –hicimos tanto y acabamos así…
Pese a sus dudas lo hizo. Un día de mil novecientos ochenta y seis conoció un poco de paz en ese mundo tormentoso. Lloraba a todo pulmón, pequeña e indefensa ¿cómo podía condenar a alguien que comenzaba a vivir?
Sherry Birkin punzó en su cabeza una última vez como familia.
…
–Es preciosa.
Annette asintió, recorriendo con la punta de los dedos el redondo e infantil rostro de su hija. Eran raras las ocasiones en las cuales ambos se daban el lujo de observarla dormir teniendo demasiados proyectos en camino. Y William, sentado al lado de ella se notaba cansado, como si el virus G le tomara más tiempo de lo necesario. Tal vez así fuera, desde el nacimiento de Sherry estaba apartada de esa rama porque lograba entender un poco a su madre. Su hija era el vivo retrato de William y la idea de utilizarla ya no era tan tentadora como el principio.
–Lo es… – lo vio sonreír satisfecho. – cumplirá los estándares Annette, pero no deja de ser nuestra hija de diez años.
Apretó los puños. Para Annette William se estaba volviendo paranoico y obsesionado con la temática del virus G, aunque por sobretodo William quería a Sherry. Era su legado y casi la imaginaba igual a ellos cuando fuera mayor.
–Papá, Mamá –la pequeña rubia abrió un ojo adormilada. Al verlos juntos se talló los ojos como si fuera algo salido de sus sueños y sonrió. – ¡Mamá, papá!
–No armes tanto alboroto cariño, hay personas trabajando afuera –reprendió su marido. Ella le acarició la cabeza. – ¿Cómo te ha ido hoy?
Su hija era inocente para comprender ciertas cosas a escasos once años. Las niñas de su edad asistían a escuelas normales pero ella asistía con maestros especialistas confinados en un ambiente estéril para evitar contaminantes. Si Sherry enfermaba las probabilidades de éxito se reducían y si sus cálculos no fallaban en dos años por fin estaría completado.
–La maestra me ha pedido dibujarlos – les mostró una hoja de papel. –preguntó si son doctores y no supe responder.
–Hay personas que nunca entenderán nuestra profesión Sherry –consoló a su rubia hija. Sherry frunció las cejas abrazándose a William.
–No me gusta su trabajo.
–Luego hablamos de eso hija. Ahora muéstralo.
.
–Mira… – desdobló la hoja que dejó entrever tres cabezas rubias de ojos similares perfectamente dibujados para una niña de diez años. –somos nosotros fuera del laboratorio, en casa lejos de máquinas e instrumentos.
–Sherry, esto es parte de nosotros. Si eres nuestra hija debes tener el interés por la ciencia como nosotros.
–No me gusta la ciencia, hace que ustedes deban trabajar hasta tarde. – la menor infló las rosadas mejillas. Trepó sobre su madre y coló ambas manos en sus muslos, la miró con sus ojos azules parecidos a los ella. Después de todo William no había ganado completamente la batalla genética. – ¿Cuándo seremos una familia, mamá?
Annette permaneció silenciosa, pensando algún comentario que la distrajera pero era una Birkin. Su inteligencia era sobresaliente sobre el promedio, y pese a ser desconcertante el aborrecimiento de su legado familiar le acarició el cabello.
–Pronto hija, tu padre está cada día más cerca de conseguir su objetivo.
– ¿Cómo lo sabes?
–Soy tu madre Sherry, deberías confiar en tu familia. – bajó la mirada hasta el colgante sobre el pecho de su hija. William lo acariciaba aunque todavía estaba vacío pero en dos años más eso estaba por cambiar. –Ahora vamos, es hora de tus vacunas.
–De acuerdo… – suspiró. –los quiero, a ambos
– Y nosotros a ti, hija.
…
Una lágrima le resbaló por la mejilla o tal vez solo fuera el fantasma de ella, dada la cantidad de sangre perdida dudaba que su cerebro diera la orden del llanto, los dos años transcurrieron demasiado rápido y Sherry tomó su rol en la historia. Las manecillas del reloj comenzaron a girar en post del virus G que todo se perdió demasiado rápido para su gusto, el amor de William por su hija era inmenso, pero sus ganas de ser importante pudieron con él. Y Annette lo continuo apoyando como la esposa fiel a sus ideales, tanto que cuando el laboratorio Arklay fue irrumpido se llevó a ambos a Raccoon y luego su marido se encerró paranoico en el laboratorio subterráneo, la traición de Wesker fue demasiado para él y todo comenzó a irse por la borda.
Y ahora ambos estaban condenados pues el hombre que la llevaba a la tumba era el mismo a quien apoyó toda su vida. Mutado e irreconocible, pero siendo siempre William Birkin, su esposo, mentor, amigo, el padre de su hija…
Solo le quedaban recuerdos vagos. Esa mujer novia de John era una espía, casi la asesinaba de no ser por el policía ese que la acompañaba, luego esa pelirroja le hablaba de Sherry como si la conociera. Ella le había dicho que se quedara en la comisaría, llamada tras llamada, pero si la ciudad estaba infectada con el mismo virus que habían creado, las probabilidades de que Sherry saliera por cuenta propia eran nulas.
– ¿Mamá?
– ¿Sherry? –preguntó cerrando los ojos. La idea de que su hija de doce años la viera en un charco de sangre era inconcebible ¿qué clase de madre había sido? Una pésima.
– ¡Mamá!
Annette vio la vio inclinarse de rodillas, mirándola cuidadosamente como si fuera a romperse si se acercaba demasiado. Sherry conocía el significado de la muerte y por eso podía ver las cosas con mejor claridad. Sabía que su tiempo estaba acabándose.
–Sherry, tienes que escapar – ella se negó, tomándose la cabeza con las manos pero ella le sonrió suavemente. –. Con ellos estarás bien, sé que he sido una terrible madre, pero todavía te quiero… perdóname.
Quiso decirle tantas cosas, pedirle perdón por arruinarle la vida pero no estaba arrepentida en lo más mínimo. Había hecho aquello como prueba de que amaba a William Birkin e iba a seguirlo aun desquiciado y loco. Era su esposa, ambos debían reencontrarse en el infierno para poder seguir juntos.
Claire Redfield la miraba desde su lugar sin decir alguna palabra, en sus bolsillos tenía la llave maestra que solo les daría una vez su corazón dejara de latir.
Ello no tardaría demasiado.
– ¡Mamá! ¡Mamá!
No llores hija, a nosotros nunca nos han gustado las lágrimas.
Cerró los ojos. Sherry estaba en buenas manos, tendría una vida menos problemática, sería feliz, encontraría alguien con quien pasar el resto de su vida, tendría hijos, perros y todo lo que ellos jamás podrían ver. Jamás serían quienes la miraran graduarse de la universidad o maldecirlos por no prestarle el coche. Y quizá aquello era lo mejor, porque no eran ese tipo de padres, ni siquiera merecían el título.
Pero la herida nunca dejaría de doler…
El cansancio cubrió terreno y se rindió a él, justo como su madre le dijo en su boda. Estaba haciendo lo correcto, solo esperaba verlo una vez más.
Solo una, porque pronto volverían a encontrarse.
Nos vemos en el infierno cariño.
–Fin –
Fatty Rose Malfoy
RESIDENT EVIL ORIGINS
SIGUIENTE ENTREGA
13 de octubre de 2017
CAPÍTULO 19: NATALIA KORDA